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La «castaña» que llegó al Real Madrid para ocupar el sitio de Cafú y duró tres partidos: Claudemir Vitor

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Claudemir Vitor (Foto: Cordon Press)

«No sé lo que es la Quinta del Buitre, ni tampoco sé lo que representa el Real Madrid en España. Del equipo sólo me suenan los nombres de Míchel y Butragueño». Claudemir Vitor no eligió la mejor frase para que fuera su primera como nuevo futbolista del Real Madrid.

Lo peor de las vacaciones es el viaje de regreso. La vuelta a la rutina. Coger el coche y conducir mientras repasas las imágenes de los últimos días. El final de temporada es igual. Pasada la vorágine de los últimos partidos, del golpe de riñón para intentar conseguir los objetivos, vuelve la tabula rasa. Las dudas. ¿Ha llegado el fin de ciclo para el equipo?, ¿será válido el entrenador para la temporada que viene o se habrán cansado de él los jugadores?, ¿seguirá la estrella brillando al mismo nivel o notará la edad?, ¿se acomodará la plantilla?… El verano ya está aquí y los partidos se convierten en rumores sobre fichajes, ilusiones y utopías con los que pasar el tiempo antes de que vuelva el fútbol de verdad.

Era el 26 de julio de 1993 y el equipo blanco venía de perder su segunda Liga seguida en Tenerife a manos de un Jorge Valdano que unos meses después soltaría aquel «Espero devolver algún día todo lo que he quitado al Real Madrid», que no pudo cumplir. Un órdago a pares con medias de cincos.

Pese a que el saldo de la temporada anterior se limitaba a una Copa del Rey, el rendimiento del equipo a las órdenes de Benito Floro había ido de menos a más y parecía que se habían sentado las bases de un proyecto interesante. Sin embargo, la plantilla no alcanzaba para luchar con un FC Barcelona que venía de ganar su tercera Liga consecutiva de la mano de Johan Cruyff. El Dream Team seguía dominando en España y la prioridad del Real Madrid era reforzar la defensa. Ricardo Rocha hacía las maletas después de dos temporadas con más goles en su propia portería que títulos en la mochila pero con el cariño de la afición debido a su entrega y fiereza sobre el césped. Se ganó a la grada, sí, aunque también quedaron para el recuerdo el intento de despeje ante el Torino que acabó en la portería de Buyo en Copa de la UEFA o su autogol para hacer el 2-2 en Tenerife. ¡Cómo olvidar aquellas lágrimas en el aeropuerto de la isla mientras era consolado por Leo Beenhakker y Ramón Mendoza! Más espectacular fue su cabezazo en Riazor para batir a Jaro en un choque contra el Deportivo que también acabó en derrota por 3-2 pese a comenzar ganando 0-2. «La sonrisa es un lujo que no está al alcance de un defensa central», dijo nada más llegar al club.

Siempre me pareció que Rocha hubiera sido el malo perfecto en un capítulo de «Corrupción en Miami». La pesadilla de Sonny Crockett. Si Ana Obregón había participado en «El Equipo A», yo imaginaba al brasileño saliendo de la Ciudad Deportiva vestido con camiseta pastel, traje de lino, mocasines sin calcetines y bien perfumado de Vorago. Benito Floro no lo tenía en tan alta estima y desde el club se le ofreció la oportunidad de ser el cuarto o quinto extranjero, poco menos que una invitación al adiós. Con el Mundial de Estados Unidos en el horizonte, él optó por regresar a su país, disfrutar de continuidad y ver crecer sus opciones de jugar.

Durante semanas aparecieron varios nombres para ocupar la posición de central. La lista iba de Solozábal a Abelardo y finalmente el elegido fue Rafael Alkorta, que aterrizó desde el Athletic Club. Más debate generó, incluso, el lateral diestro. Jesús Gil puso sobre la mesa el nombre de Juan Carlos Aguilera e incluso se habló de una operación que llevara a Mikel Lasa al Vicente Calderón: nada. Ramón Mendoza rechazó la posibilidad y el jugador del Atlético de Madrid acabó fichando por el Tenerife. El sueño estaba claro y tenía nombre propio: Marcos Evangelista de Moraes, Cafú, internacional brasileño de 22 años por el que se llevaba negociando desde el mes de abril. Rápido, potente, de técnica exquisita, el carrilero venía de ganar dos Copas Libertadores con el Sao Paulo y doblegar al FC Barcelona en la Intercontinental, un aval más que suficiente para convertirse en una auténtica obsesión. Era la gran ballena blanca, pero Ramón Mendoza era más de yates en Marbella que del Pequod, Los paulistas se cerraron en banda de cara a permitir la salida de uno de sus futbolistas clave antes de la disputa de una nueva Intercontinental -en este caso ante el AC Milan- y el presidente, José Eduardo Mesquita, ofreció a Ramón Mendoza una solución intermedia: aplazar las negociaciones por Cafú unos meses y cerrar la cesión de Claudemir Vitor.

El futbolista contaba con un par de años menos que su compatriota, también ocupaba el lateral derecho y jugaría hasta el 30 diciembre. Llegado ese momento, el Real Madrid contaría con una opción de compra sobre el propio Vitor y también tendría posibilidad de hacerse con el deseado Cafú. Un win-win de manual. «Hemos firmado unos documentos con unas cantidades pactadas sobre las opciones de compra a finales de año de Vitor y Cafú», reconocía el por aquel entonces vicepresidente Lorenzo Sanz.

A Benito Floro no le hacía mucha gracia el tema. Él quería a Cafú lo antes posible, si bien Mendoza tiraba de sorna y le respondía que «Los destinos del club los llevo yo y Floro puede decir lo que quiera, pero soy yo quien tiene la última palabra. La doctrina del club es la que expresa el presidente». Lo hacía mientras se quejaba de las dificultades para encontrar fichajes extranjeros debido a la mala situación del cambio de la peseta con respecto al dólar y calificaba a su nuevo cromo como «una gran esperanza del fútbol brasileño».

De soñar con Cafú se había pasado a incorporar a Vitor. Semanas más tarde se confirmaba también el fichaje de Peter Dubovsky después de que la incorporación de David Ginola quedara en maletas de un viaje a ninguna parte. «Nosotros fichamos delanteros, mientras otros se dedican a contratar defensas», había lanzado Johan Cruyff desde el otro lado del puente aéreo. «¡Ay Cafú, cuando vengas qué harás tú!», cantaban Alfonso Arús y Sergi Mas disfrazados de Ramón Mendoza y Alfredo Di Stéfano en el programa Al ataque a modo de parodia.

En su presentación como nuevo jugador del Real Madrid, además de sorprender a propios y extraños con su desconocimiento del club, Vitor dejó a las claras que llegaba con ganas y confianza. «No soy el segundo plato ni el suplente de Cafú, ya que en el Sao Paulo yo era el titular y Cafú era mi suplente. Sólo quiero demostrar que puedo ser jugador del Real Madrid». No le faltaba razón. Al menos en parte, pues en la Intercontinental frente al FC Barcelona él fue el lateral diestro mientras Cafú ocupaba una posición más adelantada.

Bastó el partidillo de presentación para que comenzaran las loas al nuevo fichaje. Carlos Carbajosa, desde las páginas de Mundo Deportivo afirmaba bajo el titular «Vitor encandila en su estreno» que «el jugador paulista realizó una excelente demostración de sus cualidades, siendo el más destacado de la plantilla». Y no se quedaba aquí: «Tras esta primera toma de contacto con el fútbol elegante de Vitor, ya empieza a comentarse que la estancia del jugador brasileño en Madrid será mucho más larga que esos cinco meses que en un principio contemplan su cesión. La continuidad del defensa debe ser revisada el próximo 31 de diciembre, pero tras el recital ofrecido por el jugador, algunos consideran irrisorio que se plantee siquiera su continuidad. Esta situación pondría también en tela de juicio la llegada de Cafú, por el que el Sao Paulo pedirá con toda probabilidad una cantidad astronómica».

Con 50.000 aficionados en las gradas del Santiago Bernabéu, y constantes gritos acordándose de Rocha, su compatriota parecía haber caído con el pie derecho e incluso convencido a Benito Floro, quien reconocía: «El primer objetivo era el brasileño Cafú, pero es lo de siempre. Hay jugadores que deseas y por circunstancias no los puedes conseguir. En el caso de Cafú, afortunadamente, lo hemos podido resolver con Vitor, en el que tenemos puesta mucha ilusión. Estamos seguros de que va a dar un resultado óptimo. Nos vamos a volcar con él», si bien matizaba que «No se ha podido fichar todo lo que queríamos, porque entonces habríamos contratado seis o siete jugadores».

Lo cierto es que el debut fue ilusionante. Aunque el Real Madrid caía ante el Inter de Milán en el trofeo Santiago Bernabéu después de una tanda de penaltis en la que acabaron lanzando Paco Buyo y Walter Zenga, Vitor era uno de los mejores del equipo blanco. Sus buenas incorporaciones al ataque, recursos para sacar el balón controlado y la solidez defensiva disparaban la ilusión. Una lesión muscular le obligaba a abandonar el terreno de juego en la segunda mitad, pero el brasileño aprobaba con nota. La crónica del El País firmada por Luis Gómez dejaba retazos. «El público fue a la deriva tratando de ampararse en algunos apellidos, buscando razones con las que alimentar su esperanza. Primero fue Martín Vázquez, pero se marchó. Le sucedió el brasileño Vitor, el morenito en el argot castizo, pero una lesión interrumpió la recién iniciada comunicación entre jugador y respetable». A Ramón Mendoza se le hinchaba el pecho: «¡Se ha demostrado el acierto en los fichajes de Vitor, Dubovsky y Alkorta».

Claudemir Vitor (Foto: Cordon Press)

Tras el revuelo generado por sus declaraciones en la presentación, el propio jugador pasaba por las páginas de la revista oficial del club con palabras muy distintas. Lo hacía en el número de septiembre con una entrevista: «Te diré que yo siempre quise jugar en el Real Madrid. Es un sueño que tenía desde niño, anhelaba con jugar en este gran club. De pronto surgió la oportunidad y aquí estoy». Un «tú has nacido para jugar en el Real Madrid» en toda regla. Definido por la publicación como un hombre «tímido, introvertido, entregado a la oración como atleta de Dios» y que se «transforma en el campo con un juego explosivo, vertiginoso, de todo depurado», Vitor repetía que había llegado para quedarse y lo iba a dar todo para triunfar en el Real Madrid. Pocos iban a imaginar a esas alturas que el de Mogi Guaçu iba a entrar en un panteón de los peores fichajes de la historia del equipo merengue al que luego se sumaron piezas del calado de Julien Faubert, Elvir Baljic o Carlos Secretario, que culpó a una supuesta «mano negra» de no ser capaz de jugar ni un buen partido con la elástica blanca.

Vitor tan solo disputó tres partidos oficiales antes de ser enterrado como jugador del Real Madrid. Después de un debut en el que no desentonó demasiado en la goleada en Pamplona frente a Osasuna (1-4) y donde Santiago Segurola afirmó en su crónica de El País que «Aun sin la ayuda de los centrocampistas, la defensa tenía un aspecto sólido. Alkorta cerró su banda con llave y Vitor mezcló varios apuntes magníficos», todo se derrumbó como un castillo de naipes en la segunda jornada. El Real Valladolid se presentó en el Santiago Bernabéu con el presupuesto más bajo de Primera División y en menos de cincuenta minutos ya iba 0-3 en el marcador gracias a los tantos de Alberto (2) y Cuaresma. Poco más duró Vitor en el césped antes de marcharse en el sesenta para que entrara Alfonso, que precisamente hizo el 1-3 definitivo. El brasileño abandonó el terreno de juego en medio de una sonora pitada y al día siguiente se podía leer en Mundo Deportivo que Míchel y él no se llevaron bien y «les faltó pegarse». El diario de Barcelona incidía también que Vitor intentó suplantar al madrileño, evidentemente sin éxito y el equipo fue despedido con gritos de ¡Rocha, Rocha! y el soniquete «¿Dónde está Rocha? Mendoza, ¿Dónde está Rocha?».

Tan solo se habían disputado dos jornadas de Liga y la temporada del Real Madrid se había convertido en una película de terror. Comenzó a hablarse de alternativas para banquillo como Telé Santana o Vujadin Boskov. Mientras, se negociaba con Paulo Futre, se llamaba a la puerta de Frank Rijkaard y Floro pedía a Zalazar a la espera de poder encontrar destino para Robert Prosinecki, aunque eso es otra historia.

Desaparecido en la victoria por 3-0 ante el Lugano en la ida de dieciseisavos de Recopa y el 4-0 encajado en Riazor frente a un Deportivo de la Coruña, que esa temporada iba en moto y al que únicamente el fatídico penalti de Djukic le impidió levantar su primera Liga, Vitor disputó su último partido con el Real Madrid el 26 de septiembre de 1993. Justo dos meses después de su presentación como jugador merengue. Ya durante la semana previa al partido ante el Oviedo se podía leer en El País que «Vítor volverá a disponer de una nueva oportunidad en la banda derecha. El futuro del brasileño es incierto. Su periodo de prueba concluye en diciembre y aún no ha convencido al cuerpo técnico. Cada vez dispone de menos tiempo para mostrar sus poderes».

No lo hizo. El cuadro asturiano, entrenado por un Radomir Antic que regresaba al Santiago Bernabéu después de haber sido destituido de forma sorprendente en la temporada 1991/1992 cuando el equipo era líder, asaltaba el estadio merengue para llevarse la victoria por 0-1. Lo hizo gracias a un gol de Janković en el minuto 77 que dejaba al Real Madrid en zona de promoción. Invisible en defensa, inoperante en ataque, Vitor estaba lejos de ser el jugador que vaticinaba Tomás Roncero en las páginas de El Mundo cuando se cerró su incorporación: «El fichaje de Claudemir Vitor promete. Un disciplinado apóstol de la secta de los Atletas de Dios (sic) amenaza con dejar sin efecto la encarecida opción adquirida por el Real Madrid sobre Cafú. Vitor tiene a su favor una edad (veinte años), unas condiciones atléticas (corre los cien metros en once segundos) y técnicas (centra de rosca con ambas piernas con la precisión propia de todos los jugadores brasileños) que permiten creen en el acierto de esta contratación». Yo también tenía que frotarme los ojos: ¡Un jugador con media 84 en el PC Fútbol no podía ser tan malo!

El brasileño no era el único problema de los blancos. Quizá otro tono gris dentro de la mediocridad que exhibía el equipo desde comienzo de temporada. Sin embargo, Benito Floro no volvió a contar con él. Consultado hoy por él, el entrenador reconoce que el lateral «era un buen futbolista, pero la presión del estadio, de los periodistas y el poco apoyo del grupo» marcaron su estancia en la capital de España. Algunos compañeros de aquella plantilla le recuerdan como un jugador rápido y con buen pie al que los problemas físicos le impidieron mostrar su mejor versión.

El ambiente estaba cada vez más lejos de ser idílico y mientras Vitor señalaba que desde el club se estaba mintiendo para desacreditarle y que el segundo entrenador del Real Madrid, Pepe Carcelén, era responsable de muchas de las noticias que habían salido a la luz pública sobre presuntos malos comportamientos, se daban a conocer unas palabras de Ramón Mendoza durante una charla en un colegio mayor de Madrid en las que disparaba: «Vitor vino a préstamo con veinte años a una ciudad extraña para él y se irá en diciembre. Ha sido una castaña». Entre las acusaciones al futbolista se encontraban el haber escondido lesiones al club en el momento de su fichaje.

Las palabras del máximo mandatario y la falta de minutos hacían explotar al brasileño: «Si me dejan, me voy corriendo a Brasil. No estoy jugando, eso cuesta y es duro de soportar una situación como esta». Todavía era el mes de octubre y pese a que desde el Real Madrid estaban deseando darle salida, la penalización fijada en el contrato con el Sao Paulo si esto sucedía obligaba a esperar a diciembre. El tema iba incluso más allá y desde el conjunto blanco se le adeudaba parte de su ficha, como él mismo reconocía en Mundo Deportivo: «Si ahora mismo me dan el dinero me voy a mi país. Estoy en Madrid para ganar dinero y, si cobrase, como no juego, me iría a Brasil. No tiene sentido seguir aquí si no voy a jugar. En cualquier equipo del mundo tendría un puesto de titular. Soy un gran jugador».

Después de dos meses sin pisar el césped y a las órdenes de un entrenador que ni le dirigía la palabra por petición expresa del presidente, finalmente llegó el mes de diciembre, Vitor hizo las maletas y regresó a su país para volver a enfundarse la elástica de Sao Paulo. El Real Madrid siguió dando tumbos, Benito Floro fue relevado en el banquillo por Vicente del Bosque después de la recordada bronca de Lleida y los blancos cerraron el curso cuartos en la tabla.

¿Cafú? El lateral brasileño terminó jugando en el Santiago Bernabéu en 1995… con el Real Zaragoza. El cuadro maño fue su primera experiencia en Europa después de convertirse en campeón del Mundo en 1994 y antes de erigirse en uno de los mejores del mundo con la camiseta de la Roma y AC Milan.

Aunque no pudo alcanzar el nivel de su compatriota, lo cierto es que Vitor también tuvo una trayectoria a tener en cuenta. Alargó su carrera prácticamente hasta los 38 años, ganó la Copa Libertadores un par de ocasiones más con las camisetas de Cruzeiro y Vasco da Gama y apareció en la foto de uno de los goles más icónicos de la historia del Real Madrid. Concretamente, en el suelo después de ser el primero de los defensas a los que Raúl dejó desparramado en la jugada del aguanís que le dio a los blancos la Intercontinental en 1998.

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