Entrevistas Atletismo

Carla Sacramento: «Muchos competían por la adrenalina de ganar, no porque les gustara el atletismo, sino por el triunfo, la medalla»

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El tartán huele a esas gomas de borrar que usábamos en nuestra infancia. No es un olor que suela gustar a quien se asoma por primera vez a un estadio de atletismo. Sin embargo, las personas como ella no sabrían vivir sin respirarlo. La calma que irradia la pista de atletismo de Colmenar Viejo es ajena a que tienen sentada en la grada una fuerza de la naturaleza llamada Carla Sacramento (São Sebastião da Pedreira, Lisboa, 1971). Campeona de Europa y Campeona del Mundo en la distancia reina del atletismo. Hoy, su vecina. Pero luego escuchas hablar a esta lisboeta y entiendes cómo encaja su ritmo pausado en esa calma que, una vez terminados los benditos partidos de fútbol, se ha apoderado de todo. Hace calor. El sol quema en una mañana de abril. Podríamos estar en una sofocante pista de calentamiento de unos Juegos Olímpicos, en pleno agosto. Carla Sacramento se ha presentado vestida de un blanco deportivo pero inmaculado. Nos ha traído una medalla de campeona del mundo de atletismo. Y unos peluches de dos de los cuatro Juegos Olímpicos a los que acudió. Cosas y no personas, como reza la distinción que Carla hará patente varias veces a lo largo de la conversación.

¿Cómo empiezas a practicar atletismo?

Pues fue como una llamada; sucedió cuando yo tenía siete años. Mi hermano me dijo que fuéramos a apuntarnos a una carrera. Esto era en las conmemoraciones de las fiestas del 25 de Abril. En Portugal es fiesta nacional, se celebra el día de la independencia. Se organizan muchas actividades, yo qué sé, de pintura, deporte, y a una de esas carreras yo fui y hasta hoy. Creo que era una llamada a hacer algo diferente. Desde entonces en el colegio ya hacía atletismo, poco a poco, hasta que fui a ver a un señor, vecino nuestro del club del barrio en Lisboa, que me dijo que fuera a este u otro club.

Me acuerdo perfectamente de mi profesora de educación física, Mariana, que me decía, Carla, tú tienes que ir y probar. En realidad en aquellos años no había actividades extraescolares como ahora. Ya hace más de cuarenta años. Total, que ella siempre decía que corriese. Mientras, yo iba ganando todos los crosses escolares, y seguí haciendo lo mismo cuando mi familia se mudó al sur del estuario del Tajo, en las carreras del departamento de Seixal, de donde pasé al club de Centro Cultural Desportivo das Paivas y después fiché por el Clube Recreativo de Fogueteiro, hasta ascender a nivel nacional.

Preparando esta entrevista me doy cuenta lo fácil que es documentarse para algunos deportes. En cambio los atletas no habláis mucho en público de vuestra infancia.

Pues yo siempre he mencionado mis inicios de niña. Para mí supuso una etapa feliz. Cuando estoy entrenando o en clase con los niños siempre les digo que fue un sueño. Tengo una anécdota de cuando era niña. Nuestra televisión en los años setenta terminaba a las doce de la noche con el himno de Portugal. No sé si aquí lo teníais igual. Evidentemente era una hora muy tarde para que los niños nos acostáramos pero yo decía que mi sueño sería aguantar hasta el final un día y escuchar el himno. Entonces, una noche me quedé hasta tarde, puse una silla y me subí para oírlo. Y me dio por decir que quisiera un día poder escucharlo así, fue un sueño que luego se hizo realidad.

En 1986, con quince años, ya destacas en tu país. Y fichas por el Benfica.

En el Benfica estuve, eso es; de ahí pasé luego un año en el Sporting Clube de Portugal y de ahí al Maratona CP. En la primera carrera ya gané y batí el récord de la categoría. Lo más gracioso es que los batí habiéndome parado y arrancado porque no sabía qué eran exactamente todas las líneas de meta (la cuadrícula de meta en las pistas de atletismo, Nota de la R), y paré antes de los números que marcan para la foto finish. Fui la atleta revelación del mes y enseguida batí todos los récords en categorías menores de medias distancias en Portugal.

¿Eras ya rápida y resistente, siempre enfocada al 800 y el 1.500?

Destacaba en 400, 800 y 1.000 metros, sí. Tampoco hay más distancias para esas categorías.

Diecisiete años tenía entonces la legendaria Fernanda Ribeiro, y había sido ya campeona nacional absoluta en 3.000 metros. ¿Era una cantera inagotable la portuguesa?

Fernanda tenía ya títulos nacionales a esa edad. Pero teníamos un plantel femenino espectacular donde estaban figuras como Rosa Mota, Aurora Cunha. Sí, en Portugal teníamos los mejores fondistas del mundo en esas décadas. Figúrate, gente como Fernanda Ribeiro, Manuela Machado y Rosa Mota en maratón, más Albertina Dias, que ganó el famoso cross de Amorebieta…

Los niños en los 80 en España esperábamos ver las estrellas del famoso cross de Portugal. Venían a correr Ezequiel Canario, Antonio Leitão o Fernando Mamede. Luego año a año se renovaba con campeones como los hermanos Castro, Paulo Guerra, Albertina Días, la misma Fernanda… ¿Puedes explicar cómo de alto era el nivel?

Huy, sí, Domingos y Dionisio (Castro). Lo cierto es que nosotros no supimos que la cantera portuguesa era tan importante fuera de nuestro país casi hasta que terminamos nuestras carreras. Nos dedicábamos a preparar el día a día, progresando cada año. Tú realmente vives en tu mundo de atletismo.

¿Por qué hay tantos fondistas buenos? ¿Cómo es la selección entre categorías menores en Portugal?

Es que había bastantes entrenadores y escuelas. Muchos. Mi entrenador por ejemplo, Fonseca e Costa, al que considero el mejor entrenador portugués de todos los tiempos de medio fondo y fondo…

Para un momento. ¿Más que Moniz Pereira, el gran nombre del atletismo de la época?

Más que Moniz, considero yo. Porque Fonseca sobre todo formaba atletas. Con él estábamos siempre haciendo muchísima técnica. En las categoría inferiores casi nunca gané medallas, él siempre me decía que supiera esperar, que sería una realidad cuando llegara a categoría absoluta, pero que había que tener paciencia. Y todos los que entonces estaban ganando en categoría junior desaparecieron de la escena.

Volvamos a tu carrera. Pronto te clasificas para tus primeros campeonatos internacionales. Mundial Junior de 1988. Haces el 800 pero se te queda mal sabor de boca. ¿Lo tuyo era dar un par de vueltas más?

Aquel Mundial fue en Sudbury, en Canadá. Había conseguido marca mínima en el ocho, era más fácil conseguirla y ahí competí. Pero seguí insistiendo y luego, bueno, más adelante fui cuarta dos veces.

Exacto. Te quedan dos años más de junior y ya entras bien delante: eres cuarta en Varazdin (ex Yugoslavia) en 1989, pero cuarta dos veces más en 1990 en los europeos de Plovdiv (Bulgaria) en 800 y 1.500, ¡y lo mismo en 800 en los Juegos Iberoamericanos de Manaus! Menos mal que cae la medalla por fin en el milqui de ese Iberoamericano absoluto.

Ya lo iba viendo con mi entrenador. Más adelante era evidente que teníamos que pasarnos al milqui. Pero mientras tanto no hubo manera: hasta el Iberoamericano en 1991 en Manaus nada. Le dije a mi entrenador: «oye, en 800 no tengo nada que hacer». Con las María Mutola y una americana que venía siempre y con ellas no se podía. De todas maneras hasta el año 92 no abandono el ochocientos.

¿Eso un entrenador cuándo lo percibe? ¿O habláis del tema después de sacar conclusiones en conversaciones que salen en el día a día entre atleta y entrenador?

Durante la categoría junior siempre me convencía para hacer las dos distancias. Decía que siendo un poco difícil hacer marca en competiciones en Portugal, ya que había pocas reuniones de pista, mejor que saliéramos un grupo grande de atletas a competir al extranjero y ahí buscásemos mejorar los resultados. Claro, yo conseguía hacer las mínimas en ambas distancias, así que adelante. Tampoco había mucho acceso a los mítines internacionales si estabas en un segundo nivel. Luego ya buscas más ambiciones, cuando estás dentro de la élite.

 

Mayte Martínez nos contaba lo tremendamente exigente que es el ocho frente a otras distancias. Decía que había que correr tres carreras a tope. Que del 1.500 hacia arriba ya… (risas)

En realidad, también se corre mucho. Es verdad que, en una carrera táctica de 1.500 en 4:12, donde se corre es en el último 400, en la última vuelta. Pero centras todo ese trabajo mucho para entrenar ese esfuerzo puntual. En el 1.500 hay un trabajo enorme a nivel psíquico porque es una carrera  crucial, tienes que tomar decisiones de estrategia en segundos; en el momento exacto.

Explícame cómo aguanta un cuerpo lo de compatibilizar las dos distancias. En Barcelona’92 el día 31/7 corriste las series de un 800 olímpico. El día siguiente, su semifinal. Cuatro días más tarde, te presentas en las series de 1.500 y, al siguiente, corres la semifinal para la que te has clasificado.

Pues eso lo aguanto con la gracia de Dios (risas) porque en aquellos momentos estaba siguiendo un sistema entrenando muy ligero para lo que se entiende a nivel internacional. Hacíamos muchísima técnica, que es una cosa que desde la época juvenil me permitía hacer marcas ya de nivel senior. Lo hice incluso batiendo el récord nacional de 800 desde las primeras series. Marqué 2:04 apenas sin entrenar, que es algo que la gente no se lo cree. Creo que me aprovechaba de una facilidad natural que me permitía no cansarme. Yo decía que era la gracia del Espíritu Santo, hasta el punto que dejé de hablar con a algunos periodistas porque se enfadaban. Decían: «no puedo poner en titulares que Carla se pone en manos de Dios». «Carla e as ajudas de Dios», titulaban y, al final, eso, se enfadaban. En realidad, y más en serio, yo siempre competí etapa a etapa. Son muchas pruebas en una semana a tope.

Coincidiste con Hassiba Boulmerka. Todo un símbolo siendo una mujer perteneciente a un país entonces musulmán como Argelia.

Sí, y luego volví a coincidir con ella en el Campeonato del Mundo en Stuttgart 1993. Ahí quedé sexta en las dos distancias, madre mía. Y luego volví a correr con ella en el 1995 en Göteborg. (Nota de la R: durante una década la IAAF organizaba los mundiales de atletismo cada dos años).

Acabarías casi con los Juegos ya terminados. No te dió tiempo a vivir la famosa fiesta de los atletas de Juegos Barcelona

¡Siempre me perdía las fiestas! Me pasó en todos los Juegos. Los organizadores siempre programan el 1.500 para el último día, para cerrar el atletismo de los Juegos Olímpicos junto con relevos y el maratón.

Una y otra vez, comenzar un ciclo y a entrenar un año más. En 1994, en cambio, te acercas a los dos minutos en 800. ¿Qué explicación darías a alguien que no entienda de atletismo para que entienda esos vaivenes, esos ajustes, cómo madura un deportista de alto nivel?

Está claro que tienes que entrenar muchísimo, además de incidir en los dos pilares: la técnica y el descanso.

Llegan por fin las medallas. Subcampeonato mundial indoor en Barcelona y bronce mundial en Göteborg en 1995. Eres campeona de Europa al año siguiente en Estocolmo, ya totalmente centrada en 1.500. ¿Empiezas a tener ese punto de killer que te hace de las mejores del mundo?

No es una ciencia exacta. Entrenando, tú ya lo vas viendo. También hay un trabajo mental que te ayuda. Visualizas mucho las carreras de las adversarias. Y eso que eran tiempos de renovación constante. En aquellos años salía Boulmerka y entraba Svetlana Masterkova, luego salía Masterkova y aparecía otra. Luego bajaba la rumana Gabriela Szabo del 5.000 al 1.500 con la idea de destrozarnos a todas… También apareció la gran Kelly Holmes, que luego estuvo entrenando bastante en España.

El milqui es lo que muchos llaman la prueba reina del atletismo. O sea que en aquellos días eres la reina en la prueba reina.

Yo creo que sí (risas).

Hay una magia especial cuando llega esa prueba en un campeonato. El murmullo en la grada va creciendo según pasan las vueltas.

Todo el mundo espera esa prueba. Hay algo especial en ella. Sobre todo cuando llega el último trescientos. Aunque de ese ruido del estadio yo me abstraía bastante, corría siempre metida en un túnel.

Aunque, si preguntas por la reina a los ingleses, a ellos les mide cien metros más. ¿Tiene la milla mucha tradición en Portugal? También hay un acercamiento histórico entre Portugal y Gran Bretaña.

En Portugal se corrieron muchas millas pero ya fue más bien a raíz de estar yo en la élite. De hecho, en mi pueblo se empezó a organizar una, la milla de Seixal, que luego dio lugar a un circuito de millas por todo Portugal. La pena es que luego eso se terminó. Pero tradicionalmente no era una distancia habitual; al menos antes de estar yo no recuerdo que hubiera. Claro, en Inglaterra competí en muchas millas. A raíz de todo lo que significaban Sebastian Coe y Kelly Holmes, se organizaban muchísimas e íbamos toda la élite.

Desde los Juegos de Atlanta (donde quizá esperabas más que ese sexto puesto), Carla Sacramento ya es otra de las nuestras en las competiciones internacionales ¿Tú crees que el público español es así, que adopta pronto a los deportistas queridos?

Sí, yo aquí siempre me he sentido como una hija. Tanto es así que ya llevo viviendo aquí veinticinco o veintiséis años. Además, venía constantemente a competir en las millas y en las reuniones en pista en España. La de Valladolid, la de Berango, los meetings en el viejo estadio Vallehermoso, etcétera. De hecho, tuve un manager español, Miguel Angel Mostaza, que además es padrino de mi hijo y con quien guardo mucho contacto.

Somos muy… cogemos rápidamente manía o cariño. ¿Es el fan del deporte igual en Portugal?

Se puede decir que es igual. Si, iba a un cross y todos los niños querían tocarte. La aspiración es ser como tú, su ídolo. Había incluso algunos llorando para que les dieras tu autógrafo. Pero es que en las pruebas en España sucede igual.

De verdad te lo pregunto con inocencia. Hay muchos aspectos del carácter de la sociedad de Portugal que desconocemos. Y mi bisabuelo era portugués, lo que me da más rabia.

Ya, somos dos países así de cercanos. Por poner alguna diferencia, el portugués tiene una disposición siempre un poco mayor a agradar. Por ejemplo, a intentar hablar español ante un visitante. Eso sí, aunque el español no hace ese esfuerzo luego sí se establece una relación muy fraternal. Pero yo recomiendo que en España se debería hacer más ese esfuerzo hacia el país vecino.

¿Sentiste como atleta de talla mundial que tenías que pelear siempre contra el protagonismo del fútbol?

Sí. Lo del fútbol es un debate aparte. Y en Portugal genera interés a otro nivel.

A lo mejor si preguntamos a un atleta masculino en vez de a una mujer…

No. Es igual. Por ejemplo Luis Figo es del mismo barrio que yo en Lisboa. Sin lugar a dudas él no ha alcanzado individualmente lo que he logrado yo. Claro, el fútbol es un deporte colectivo, pero bueno, ya ves qué estatus tiene. Tiene otro estatus incluso después de haberse retirado. Mientras tanto, mira, después de veinte años en el mejor atletismo del mundo, estuve unos años dedicada a la crianza de mis dos hijos. Y cuando sales del deporte de élite pasas desapercibida. No tienes el reconocimiento no solamente de los medios de comunicación, sino de las instituciones.

Es más, incluso ahora, que tienes los hijos ya mayores, si te reincorporas al mundo laboral no tenemos todavía reconocido que ser deportista de élite cuenta como experiencia laboral para cualquier concurso de méritos. Es como si el atleta hubiera vivido tapado laboralmente. Son veinte años en alta competición que tienen que ser reconocidos. Al menos en España se reconoce en 2022 por Decreto Ley que ser deportista de élite cotiza para la Seguridad Social. Pero a nivel de méritos profesionales hemos pasado desapercibidos, siendo ciudadanos de la Unión Europea. Igual que hubo un convenio con las universidades, por ser atleta de alto nivel podías entrar a la universidad, deberíamos recuperar esos años.

 

En 1996 eres la primera en Europa y en 1997 ganas el 1.500 en los Mundiales de Atenas. ¿Has repasado muchas veces las carreras del estadio olímpico de Atenas, ya desde la distancia?

Sí, la tengo en vídeo y ahora valoro mucho más lo que he hecho. En el momento de estar arriba no lo valoras porque entras en una rueda donde importa lo material. En plan, si ya tienes medalla en tal campeonato, pues te toca oro en el siguiente. Y después del oro en Atenas en el 97 la lógica sería repetir en Sevilla en 1999 y así todo. Y no es así. Pero mira, aun quedando quinta en un Campeonato Mundial como en Sevilla, luego pasan treinta años y sigues sin ver un portugués. Entonces entiendes la dimensión de tus resultados y das más valor a las cosas. Hacer una marca mínima es ya muy difícil. Se seleccionan apenas quince entre las mejores del mundo, pero no lo ves, solamente miras que hay que entrenar más, emplear más dedicación, la disciplina y perseverancia para ir a por la medalla. Y está sujeto a mil cosas. Porque todo te lo juegas en segundos. Se te cae una corredora delante y todo ese trabajo que has estado haciendo durante meses no vale para nada.

Lo que se juntó en la pista no está en los escritos. Te digo nombres: Regina Jacobs, Sonia O’Sullivan, la Wüstenhagen, Svetlana Masterkova…

Las mejores. Te contaré una cosa. Masterkova se reventó los tendones el año después pero es que ese año (y yo siempre detrás) ella había batido todos los récords mundiales: el de la milla, de los 1.000 metros aunque no es distancia oficial, también ganó la Golden League, llevándose el 800 y 1.500. Cosas raras que hacían las rusas.

¡Qué última recta corriste con Regina Jacobs! Hay que ir a YouTube a verlo.

Es impresionante. Veníamos además como si estuviéramos esprintando a la par, técnicamente hacíamos casi el mismo gesto, las dos muy bien. Es una carrera que repaso mucho con mis niños para que aprendan una cosa: la visión que hay que tener de las posibles caídas en la pista. Si te das cuenta, en el último 300 de la carrera la que va tercera entra entre medias y la irlandesa O’Sullivan agarra a la americana, a Regina Jacobs. Todo se hace forzando una posición que en pista no puedes forzar: yo les paso por fuera, me salgo hasta la calle 4, salgo para poder adelantar. Imagínate, si yo me meto en el medio incluso habría sido descalificada porque la americana iba a reclamar seguro. A los chicos les enseño que las reglas son esas: no se puede pisar a nadie, ni forzar la entrada por un hueco que no hay, ni agarrar a nadie, eso es ilegal. Si no hay sitio no hay sitio. También para ganar hay que aceptar las condiciones y ser humilde.

En el milqui hay mucha estrategia. Acelerones, frenazos, y como dices, el poco sitio que hay. ¿Puedes contarnos el asunto de los codos y los raspones de las zapatillas de clavos?

En el pelotón no se puede correr encajado. Hay que correr manteniéndose por el exterior para poder maniobrar. En mediofondo hay codos y tensión. El 1.500 es la primera gran carrera rápida y a la vez táctica. Verás que se dan acelerones y frenazos. Y hay que saber estar en el momento exacto, ni antes ni después; tomar las decisiones en décimas. Yo visualizaba la carrera permanentemente. Si te quedas en el medio viene alguien y te tapa la salida para el momento crucial. Estás perdiendo tus opciones. Todo ello hay que pensarlo mientras mantienes una velocidad lo más constante posible. Si has ido pegando cambios de ritmo luego es imposible estar fresco para ir adelante. Si reaccionas tarde, las diferencias son muy pequeñas o te has desgastado y te comen por detrás.

Además ese año estás que te sales. Haces tu mejor marca, 1:58, en la distancia inferior, tiempos que estaban haciendo las jefas del ocho, María Mutola o Ana Fidelia Quirot. Vas bien en el 400…

Es mi temporada culminante, sí.

Repites plata europea en Budapest, pero curiosamente has venido ya a entrenar a España.

Yo venía desde hacía bastante tiempo. Pero ese año ya me instalé en el Centro de Alto Rendimiento del INEF de Madrid (salvo para dormir allí). Normalmente como deportista vas viendo las posibilidades de un país hasta que decides cambiarte a entrenar aquí. Primero, empiezo a entrenar sola. Mi mánager, Miguel Ángel Mostaza, me dice que aproveche los medios de la Federación, y empiezo a entrenar con Manuel Pascua. También coincidía a veces con el grupo de Antonio Serrano, había varios grupos ya montados en el INEF. Por ejemplo Mayte Zúñiga me enseñó mucho por dónde se salía a entrenar, la Casa de Campo, al final ya era una niña más del grupo de los atletas de Madrid. Tengo que decir que me acogieron divinamente.

¿Qué busca un atleta de alto profesional con estos cambios de aires? Aquí no es fichar por otro equipo donde puedes encajar y meter más canastas o goles.

Yo solo buscaba volver a mis raíces. Hay un momento en el que, como atleta, tienes que volver a ellas. Volver al objetivo y a la esencia, no hacer deporte únicamente enfocado a conseguir una medalla. Y en Portugal era ya una rutina. Sólo te miraban por el hecho de conseguir una medalla. Yo soy alguien que vive las raíces del deporte, la esencia. Por eso ahora estoy entrenando con niños, con los veteranos del club, para que vosotros podáis vivir lo que vive un niño.

Después de cierta edad, creo que tienes que hacer deporte no para mejorar en tu tiempo de maratón o cualquier otra carrera, sino para volver a jugar, a pasarlo bien, estar con tus amigos, para tomar la cerveza después de la carrera. Y creo que por esa razón muchos atletas dejan el deporte de alto nivel, porque no quieren ver toda la vida esa carrera. También desaparece la adrenalina; esa adrenalina de ganar era lo que les motivaba. No es que les gustara el atletismo, sino que corrían para hacerse con eso que esperan los demás, ese triunfo, la medalla.

¿Y esos cambios funcionaron? La idea era volver a ser campeona del mundo en Sevilla en 1999.

Sí, funcionaron. Ahí dejé de correr para tener. Volví a correr para ser. Volví a mis siete años. Claro que me costó muchísimo dejar mi familia y mi casa, pero gracias a esos cambios ahora soy la persona que soy. Estos peluches y estos recuerdos (señala unas mascotas de Juegos Olímpicos además de la medalla de oro de Atenas 97, que ha traído como atrezzo) apenas son cosas que han pasado veinticinco años metidas dentro de una bolsa. El recuerdo material va a un cajón que las nuevas generaciones, mis niños del club, ni han visto ni saben que existe esa parte de mí. No conocen mi curriculum porque yo tampoco lo voy contando. Para mí, convertirse en un deportista es ser un ejemplo de persona que, teniendo un don, tiene la obligación de usarlo para educar con él, de dejar un legado que ayude a otros.

Y en el Mundial de Sevilla, bueno, allí acudí y quedé quinta. Repasando las estadísticas hay que valorar que en 1.500 nadie ha corrido cinco campeonatos del mundo seguidos.

Siempre está sobre tu cabeza la sensación de cambio de ciclo, ¿no? Llegan las lesiones y llega una nueva generación de atletas detrás, como decías, Szabo, las primeras etíopes como Kutre Dulecha o la gran Kelly Holmes…

Sí, te ofrecen ir cambiando de distancia, pasar a 5.000 pero preparar a fondo esa distancia ya era mucho para mis cualidades. Y llevaba ya muchos años de machaque físico.

Y acudes a unos nuevos Juegos Olímpicos. Después de pasar bien las semifinales y series clasificatorias, tienes aquella experiencia horrible de la final de Sydney 2000. A más de una vuelta de meta pegas un cambio brusco. Recuerdo ver la carrera y pensar «¡a dónde va!». Y arrastras a media docena de atletas tras de ti.

¿Verdad? Cambié a una estrategia diferente. Fue tremendo. Mi táctica era siempre esperar a cambiar el ritmo al último 300 y con eso en mente enfocaba toda la preparación cuando estaba con mi ex entrenador. Pero al cambiar a un nuevo método, mi entrenador tenía una visión diferente y empezó a poner más importancia en atacar en el último 500.

Y, a falta de 200 metros, te apagas.

La sensación, fatal. Vi que todo el mundo te aguanta en un 500. Si quieres ganar tienes que cambiar más al final. Yo arranqué ya para terminar pero lo hice demasiado pronto. Es una etapa de la vida, y ya está.

¿Espiabais las estrategias de otras corredoras?

Estudiaba yo sola, a mi manera. En aquellos días no tenías recopiladas las pruebas en YouTube ni nada. Así que no había modo de estudiarse. Fíjate que, hasta para yo tener los videos de mi carrera, aproveché el contacto con un periodista finlandés que me ofrecía todas las carreras grabadas en video a cambio de que le concediera una entrevista. Imagínate, ¡había grabado las carreras de la tele desde mi época junior! La verdad es que antes no empleábamos tanto tiempo en todo esto, no había redes sociales y yo, a mis rivales, las repasaba en mi cabeza. Visualizaba dónde iba a cambiar yo, cómo moverme en carrera y eso.

¿Es como si hubieras corrido siempre por inspiración?

Sí, sí. Ahora ya lo he identificado, lo he reconocido dentro de mí. Tienes una fuerza interior que en ese momento no la conoces. En parte es experiencia pero imagina, no es científico porque no hay ninguna carrera igual que otra. Pero tú sabes en qué momento exacto cambiar y arrancar. Por eso digo que naces con un don. Desde que yo era pequeñita era así. Recuerdo siempre luchar en casa contra la oposición de mi madre, que no quería que yo estuviera corriendo. Entiendo aquella falta de apoyo. Mi madre estaba sola. A ver. Mi padre murió en septiembre mientras mi madre todavía estaba embarazada de mí de siete meses. Tuvo que enterrar a su marido y sacar adelante a los niños. A mí y a dos más. Imagina la fortaleza. Por eso digo que hay que creer que hasta dentro de la tripa de tu madre ya recibes una fuerza especial.

Desde la pista de atletismo semidesierta llega un saludo. Es un atleta muy veterano, que corre con la cinta del pulsómetro al pecho, evidentemente sin camiseta, y que lanza una voz al aire. Carla es muy querida en el pueblo que la ha adoptado como vecina. No sé cómo terminamos hablando de la profesión de mi hermana, profesora como Carla, pero toca repasar la formación del atleta una vez que la retirada es una posibilidad, cuando las competiciones se vuelven más y más crueles.

Al ser el atletismo un deporte individual, sin el juego en equipo, ¿se enfrenta uno solo al envejecimiento?

Sí. Estás solo. Constantemente te repites «o cambio de distancia y me paso del 1.500 a una distancia superior o las nuevas me comen». Y tienes que pensar en el futuro. Yo pensé en seguir estudiando en Portugal, también en cambiar pero claro, tienes que convalidar todo… Mientras eres atleta de élite es un rollo porque necesitas la concentración total. Siendo atleta estudiaba Psicología en mi país. El entrenador de Jesús España, Dionisio Alonso, me ayudó mucho cuando estuve aquí porque estaba a punto de matricularme en una universidad privada para hacer magisterio. Él me orientó como un padre. Tampoco quería hacer el INEF porque la realidad es que no me gustaba tanto entrenar a los mayores, que parece que lo sabéis todo (risas). Me gustaba formar deportistas desde la base. Porque es ahí donde está la motivación, la ilusión de la infancia.

Mencionas constantemente la infancia. ¿Das mucho valor a tu época de niña? ¿Tanta importancia tuvo esa época para ti?

La época de mi niñez es la que me hizo ser como soy. Todo lo que vivía y hacía era para mi. Correr era igual. Recuerdo cuando corríamos con los niños del barrio. Teníamos un circuito marcado, bueno, un circuito: corríamos compitiendo entre nosotros dando la vuelta a un edificio. Y eso suponía tanto para una niña.

Aunque el panorama de tu familia con tu madre sola era muy difícil, guardas un recuerdo tremendo.

Sí, no sabes cuánto cambió todo con aquel ofrecimiento de mi hermano para correr una fiesta del 25 de Abril. Y claro, me gusta trabajar con niños. Estoy trabajando con niños en el polideportivo Juan Antonio Samaranch de Colmenar Viejo. Colaboro con una parroquia que ayuda a los chicos que no pueden hacer deporte por su situación, porque no pueden afrontar los costes. Que haya que pagar por las extraescolares no lo veo. Si hubiera dependido de aquello, yo no hubiese hecho nada en el deporte. Mi madre no tenía apenas dinero para llegar a fin de mes, como para pagar una extraescolar. Y encima yo era buena en todos los deportes, fuera en gimnasia, de lo que fuera, se me daba bien. Pero entre uniforme, transporte…

Habría sido imposible.

Sí, habría sido imposible. Por eso doy tanta importancia a personas que han sido como unos ángeles salvadores de mi vida. Como Fernando Santos, aquel primer entrenador que tuve de pequeña: el hombre salía de trabajar y, en vez de quedarse con la familia, venía a entrenarnos. Todos los fines de semana que yo competía, allí estaba él. Si tenía viajes fuera, Fernando me iba a llevar y recoger al aeropuerto. Era más que un entrenador, era un padre, un santo. Seguro que, en tiempo empleado, no habrá hecho con sus hijos muchas cosas que hizo con sus atletas.

Asumir que existen las lesiones, el relevo generacional, calcular cuándo quieres ser madre, hay que tener la cabeza muy bien controlada para aguantar, ¿no? Leí las declaraciones de tu competidora Kelly Holmes sobre intentos de suicidio y de autolesiones por sentirse culpable de estar lesionada y es tremendo.

Se sufre mucha presión. Afortunadamente ahora ya tenemos ayuda psicológica. Y si no tienes uno específico, tu entrenador es también tu psicólogo. Yo tuve esa ayuda con Fernando Santos, con Fonseca, también con Pascua. Si son buenos entrenadores te dicen las cosas clave que necesitas oír en esos momentos. Ya sea respecto de planificar tu tiempo, sobre tus estudios, lo que sea. Ser atleta de élite no es solo entrenar las 24 horas, tienes que hacer algo para ti, para sentirte como persona. Cuando no encuentras tu sitio, ese chip hay que cambiarlo. A veces te ves exigido solamente para tener y tener resultados, pero te dejas el ser, y no has venido a este deporte para acumular medallas, que acaban echándose a una bolsa.

En España, por ejemplo, viviendo lejos de mi entorno, Dionisio Alonso me ayudó a enfocar todo. Tenía que pensar que podía homologar todo porque yo ya era universitaria en Portugal. Podías hacer la Selectividad (la EBAU) sin nota de corte y podía aprovechar a estudiar cómodamente mientras aún era atleta de élite. Aprobé e hice Magisterio de Educación Física. Pero luego los años han ido pasando muy rápido. Conocí a mi hoy marido, tuve dos hijos, y fíjate, luego nos hemos conocido tú y yo porque me llamó Jorge Benito, el presidente del Club de Corredores de Madrid, y empecé a llevar el grupo de niños de atletismo de iniciación, también el de veteranos. Bueno, ya sabes tú (risas).

Logras estar dos años más a alto nivel, siendo cuarta del mundo dos veces. Una en Lisboa, en casa. Pero de 2002 a 2004 llega ese momento de ir pensando en la retirada. ¿Cómo lo planificas?

Sí, dos veces cuarta, tanto en Lisboa como en los Mundiales de Edmonton, y en 2003 mal… Aunque logré ir a los Juegos Olímpicos Atenas 2004 y llegué a semifinales, pero ya era mucho machaque durante muchas temporadas.

En el fútbol hacen unas ruedas de prensa multitudinarias donde se llora y se dan las gracias a todos. ¿Cómo anunció Carla Sacramento su retirada?

Sí (carcajadas), como Joaquín, mira qué bien lo ha hecho. Yo no anuncié nada, nadie me preguntó. Se lo comenté a mi entrenador, a mi manager, y les dije que yo no iba a hacer esa parada que han hecho otras atletas para tener niños y luego regresar. Es muy loable. Pero el deporte de alto nivel no considero que sea muy compatible con tener niños pequeños. No se trata de si tienes derecho o no. Es que no puedes estar pendiente de los pequeños o pensando qué estarán haciendo en ese momento, cuando te mueves en carreras donde hay que estar concentrado y tomando decisiones en fracciones de segundo. Yo creo que no estás al 100%.

Y ahora enseñas a la gente a hacer deporte. ¿Te titulaste ya pensando en niños de edad escolar o en los escombros como los que entrenamos contigo en la pista?

Huy, qué va. Cuando me llamó Jorge para entrenar en el club me dijo que me pusiera directamente con los veteranos. Yo no tenía…

O sea que no te gustamos. Tú eres más niñera.

Fui cogiendo grupos de base cuando ya estaba ahí, porque me he ido liando. Mira, podía haber dejado de entrenar porque empecé hace poco a trabajar de técnico deportivo a cuarenta minutos en coche de aquí, en Patones. Había días que terminaba con vosotros y llegaba a las diez de la noche a casa. Pero sí, estando allí ya en el club me pidieron que entrenase a los niños y me organicé aunque estaba dando clase en aquella época en un colegio en medio de Madrid y era todo un lío.

¿El primer mandamiento de la Carla entrenadora es…?

Yo digo que es la motivación y el respeto. El que quiera correr para ganar lo mejor es que se vaya. Yo te entreno pero tiene que salir de ti, tiene que gustarte. Esto no es una guardería y no me gusta que me hagan perder el tiempo. Les digo, si quieres correr a tu aire te vas con tu padre a correr. Me gusta enseñar la técnica y necesito atención. Para correr mal, con tu padre.

¿Tienes miedo que los atletas jóvenes quieran quemar etapas demasiado deprisa?, ¿o padres que quieran tener campeones en casa?

Sí. Yo les digo que si no están conformes hay más entrenadores. Con un niño lo último que tengo que hacer es programar para que compita todos los fines de semana. Hay que disfrutar y quitar la presión a ese niño. Cuando tenga dieciocho años ya hablaremos. Ahora deja que disfrute. Si tiene una buena base, cuando sea adulto disfrutará del deporte. Te recuerdo que, de mi generación, todas las atletas que destacaban en junior se quemaron antes de tiempo. De todas las que fueron campeonas de Europa o del mundo junior aquel Mundial de Sudbury 1988, de las del de 1991 en Plovdiv, no hubo nadie que se mantuviera en el tiempo mucho más. Recuerdo solo una atleta sueca, Malin Ewerlöf-Krepp, una muy alta que compitió conmigo en junior. Y yo estaba muy pendiente de ellas, ¿eh? Porque fui cuarta varias veces y anda que no lloré. Pero claro, con la inocencia de tener dieciocho años, yo creyendo que entrenaba mucho pero es que no entrenábamos prácticamente nada para lo que hacían las otras chicas.

Viviste una de las décadas más oscuras del dopaje mundial. Y comportamientos raros de atletas de países de Europa del Este.

Había atletas que aparecían dos años y no volvías a verlas. Otras venían un año y hala, desaparecen. Recuerdo a la Podkopayeva, que ha estado compitiendo hasta casi tener cincuenta años. Luego llegaba Masterkova y arrasando. Tuvimos a la Szabo, luego a Violeta Beclea que vino más fuerte aún que cuando la pillaron (positivo por esteroides, Nota de la R). Pero bueno, yo he durado veinte años ahí y cada una sabrá cuáles eran sus herramientas. Solamente nos hemos retirado con tanta longevidad María Mutola y yo.

Una última cosa. De cincuentón a cincuentona: ¿qué dolores le quedan al cuerpo de una campeona del mundo de 1.500?

Nada más me duelen las rodillas. Sí que las tengo machacadas. Pero es porque he parado del todo durante once años. No hay que parar tanto; hay que compensar todos los músculos y fortalecer. E ir tranquilo, ni liarse a correr maratones ni nada. Ni tú ni yo podemos entrenar con la misma intensidad, solamente correr tranquilamente y mantener la dignidad. De hecho cuando empecé a entrenar con los veteranos yo no quería ir con los lentos porque mi velocidad base era muy alta. Pero me rompía porque no me acompañaba la musculatura. Son etapas de la vida.

No logramos ponernos de acuerdo sobre si el problema con los maratones lo tiene ella o lo tengo yo. Se ha hecho la hora de comer así que apagamos la grabadora y salimos del desierto graderío. Aprieta el calor en la rampa colmenareña y las familias hormiguean y hablan muy alto buscando su coche en el aparcamiento. Se terminan las decenas de actividades en pabellones y pistas polideportivas. Hay incluso un torneo de golf; estas familias hablan incluso más alto que las otras. El atletismo sigue su marcha milenaria, ajeno al nuevo mundo. A mi lado camina una campeona del mundo que lleva unos peluches y una medalla en una bolsa de la compra.

2 Comentarios

  1. Excelente entrevista a la gran Carla. Muchos años viéndola entrenar en el INEF y compitiendo en diferentes lugares. Muchísima clase!!!

  2. Un privilegio haber entrenado con ella en Alcobendas un añito en el club de corredores. Es admirable la energía y el buen rollo que transmite. Ese grupo E, la élite!

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