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No diga fútbol moderno, diga juguete para jeques

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Pocas cosas hacen entender mejor cómo el fútbol europeo ha sido tomado por los jeques petroleros como la foto del partido inaugural de la Copa del Mundo 2018. En el estadio, sentado junto a Infantino, presidente de la FIFA, y a Vladimir Putin estaba Mohammed bin Salman, príncipe heredero y máximo dirigente de Arabia Saudí. Los gestos cómplices y casi de disculpa que Putin cruzó en cada gol ruso con el príncipe saudí evidenciaban no solo el interés por agradar a su invitado, sino la nueva importancia del fútbol como arma diplomática. Apenas dos años después, cuando el deporte por excelencia en Europa clamaba por su rescate ante el cierre de los estadios debido a la pandemia, el mismo príncipe saudí adquiría el Newcastle, rescatando de la quiebra a un equipo menor de la liga inglesa. Y prometiendo una inversión millonaria para llevarlo a los primeros puestos. De hecho hoy es uno de los clubes con mayor capital del mundo. Pero en ese momento pasó algo más, irrelevante en apariencia, pero fundamental para una sociedad como la nuestra, donde la imagen y la economía de la atención lo son todo.

Ese algo más fue la imagen de los aficionados del Newcastle bailando vestidos con chilabas y pañuelos para celebrar la adquisición de su equipo, que dio la vuelta al mundo. Generando un enorme malestar en el gobierno británico, ocupado con todo su esfuerzo diplomático en conseguir sanciones internacionales contra Arabia Saudí por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, aparentemente por orden directa del mismo príncipe. La comunidad internacional acabó echándole tierra al asunto, lo mismo que el gobierno británico, y así fue como el poder blando de los jeques, ejercido mediante el fútbol, dio su primer gran fruto.

Pero esto no era algo nuevo, llevaba gestándose desde mucho antes. El Qatargate, no el actual del Parlamento Europeo, sino el destapado por la revista francesa France Football, revelaba que la sede de Qatar 2022 se había conseguido con sobornos. El presidente Sarkozy había intervenido en favor del país del golfo a cambio de salvar al PSG de la ruina. Y efectivamente, el club fue adquirido pocas semanas después de adjudicada la sede del Mundial por el fondo Qatar Investment Authority. Cuando para profundizar en el asunto la FIFA nombró como investigador al antiguo fiscal general de Estados Unidos Michael J. García, se descubrió que la anterior sede, Rusia, también se había conseguido mediante sobornos. Foto completa.

Y para entender el fenómeno de la toma del fútbol europeo por los jeques del golfo en toda su dimensión, pocos títulos más clarificadores que The turbulent world of Middle East Soccer, aparecido en 2018. Escrito por James Dorsey, del think tank Instituto para Oriente Medio, una institución de Washington que lleva estudiando la situación de Oriente Medio desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En los capítulos dedicados al fútbol explica que las torturas a jugadores de las selecciones nacionales si no obtenían resultados eran frecuentes. Sadam Hussein, en 2004, usaba un aplastadedos no muy distinto a los de la Inquisición medieval. Osama Bin Laden, que fue un gran aficionado del Arsenal, organizaba torneos de fútbol para transmitir las ideas del fundamentalismo islámico, y generar camaradería y militancia entre los futuros terroristas. Dorsey concluye que el fútbol ha conseguido tanta devoción en Oriente Medio como la religión islámica, así que los jeques no solo lo usan como poder blando para influir en el mundo, sino como medio de dominar a su propia población. Pan y fútbol.

Putin y Mohammed bin Salman

Acabamos de verlo de nuevo en Qatar 2022. Con qué se ha quedado el público. Con la muerte y el maltrato a los trabajadores extranjeros que han construido los estadios y hoteles cataríes, con la trama de sobornos al Parlamento Europeo, o con la final de Messi reemplazando, es un decir, a Maradona. Los jeques, que no tienen un pelo de tontos, saben lo que le interesa a la gente, el espectáculo, la diversión y el fútbol, no la alta política. Y lo saben por la misma razón por la que Hitler organizó los Juegos Olímpicos de 1936, Mussolini la Copa del Mundo de 1934, y hasta Mobutu Sese Seko el «Rumble in the Jungle» de 1974, campeonato de boxeo con el campeón Muhammad Alí.

No hay nada mejor que un espectáculo deportivo de interés internacional para tapar cualquier abuso político y hacer más atractivo a un régimen autoritario. A nazis y fascistas italianos les funcionó bien hasta la invasión de Polonia, y Mobutu fue admitido en la comunidad internacional y recibió fondos del Banco Mundial. Porqué no iba a funcionar ahora, cuando Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes son los tres mayores inversores del fútbol mundial. El dueño del Manchester City, a través de City Football Group, se ha ido haciendo con otros ocho equipos, dos de ellos europeos, el Girona y el Palermo. Equipos cuyo número de aficionados en aquellos países no para de crecer. Pronto bailarán con túnicas thawb y pañuelos keffiyeh en la cabeza.

Pero no nos quedemos tampoco con la mera adquisición de equipos, relativizándola porque quedan muchos en manos europeas. Atendamos a los fichajes millonarios, que es una de las bases fundamentales para el éxito de los clubes. Los más caros de la historia se han producido desde 2010, qué casualidad, y dos de los equipos que realizaron el mayor desembolso, PSG y Manchester City pudieron hacerlo gracias a haber sido adquiridos, en la misma década, por jeque catarí el primero y uno emiratí el segundo.

Sigamos con los derechos de emisión, que son, junto a la venta de entradas y patrocinios la mayor fuente de ingresos del fútbol. Resulta que quien es presidente del PSG desde 2011 lo es también de Bein Sports, el gran gigante audiovisual del deporte en Oriente Medio. Ha comprado los derechos de LaLiga, la Premier League, la Ligue 1 francesa, la Champions League, y compró los del Mundial para sus treinta canales. Su nacionalidad catarí y la elección de Catar como sede no son fruto del mero azar, ni de los sobornos. Es también un fantástico soporte financiero para el fútbol europeo.

En cuanto al patrocinio, es fácil apreciar las marcas de Oriente Medio presentes en muchos equipos, pero eso oculta un ejercicio de poder blando sobre el fútbol mucho más profundo, y asociado al turismo. Emirates ha triplicado su valor en diez años gracias al patrocinio deportivo en el fútbol, y se ha aprovechado del aumento de vuelos a destinos de turismo de lujo como Dubai, Abu Dhabi, y Qatar.

También se han beneficiado otras aerolíneas por su asociación directa con clubes europeos, Ethihad de emiratos – Manchester City; PSG, Olympique, AC Milan y Real Madrid, Emirates; AS Roma y Bayern – Qatar Airways. Estos patrocinios deportivos fortalecen la reinversión de los países petrolíferos en turismo, porque llevan años previendo un horizonte de menor ingresos por la venta de su materia prima. Y como ponen en evidencia los estudios de la Universidad de Harvard, no son el capricho de jeques multimillonarios, sino la actividad bien planificada y desarrollada por los altos funcionarios de cada uno de esos países. Un ejemplo español, el Almería fue comprado por la institución saudí que dedica 2.200 millones anuales a transformar el país de potencia petrolífera en potencia turística, y lo presentó como una adquisición de su presidente, Turki Al-Sheikh, hoy «dueño» del club.

Hay además un factor occidental que ayuda a la estrategia de los jeques para dominar el fútbol. Son los patrocinadores de las multinacionales de coches, seguros, bancos, etc. que aparecen en nombres de estadios y camisetas. Han saturado los mercados europeos, donde no pueden crecer más, y ahora su única vía de crecimiento son los consumidores de Asia, África y Oriente Medio. No hay medio más eficaz para llegar a ellos que la publicidad a través del fútbol. En 2015 el 38% de los espectadores de la Premier League eran chinos, y los clubes ya tienen más aficionados asiáticos y de oriente que nacionales y europeos. El fútbol quiere sobrevivir y se vende al mejor postor. Especialmente ahora que su gran esperanza, las tecnológicas, le han defraudado. Ninguna de las grandes plataformas se han mostrado dispuestas a abonar los derechos millonarios que hasta ahora pagaban las televisiones.

Las sanciones internacionales contra Rusia por la guerra de Ucrania han eliminado al otro contendiente que pretendía influir decisivamente en el fútbol europeo. El propio Abramovich, dueño del Chelsea, que rechazó la oferta de compra del club por parte del príncipe Mohammed bin Salman en 2018, ahora ha tenido que deshacerse de él. Y lo ha hecho, significativamente, en el mismo año en que hemos visto que el plan REPowerEU de la Comisión Europea menciona dos veces a Qatar como proveedor de gas natural licuado, sustituyendo a nuestro tradicional proveedor, Rusia.

Energía, política, dinero, influencias, y fichajes. Es el fútbol moderno, y no ha cambiado, solo lleva evolucionado desde aquel mítico primer gran fichaje millonario de Maradona por parte del Barcelona. Se pagaron 1.200 millones de pesetas, 32 millones de euros de hoy. Míseros pensando en los 222M€ de Neymar en el PSG… club de propiedad saudí. La carrera por los fichajes sigue al alza, pero al haberse elevado tanto su pago cada vez pueden hacerlo menos magnates, los saudíes entre ellos.

Y qué queda al fondo de todo este entramado de intereses. Increíblemente, el fútbol. La emoción y los valores del deporte, al menos en el campo de juego, no han cambiado. Lo que está por ver es si eso pasa el filtro de las tragaderas del nuevo aficionado moderno. Las nuevas generaciones han perdido interés, pero si podemos sustituirlas por cataríes, saudíes, y chinos de gran poder adquisitivo, y además los jeques y marcas de Oriente Medio pagan la fiesta, tenemos fútbol moderno para rato. Ahí acabamos de tener al Barcelona y al Real Madrid jugando la final de la Supercopa española en Arabia Saudí. O al Manchester y al PSG acumulando doce títulos ligueros desde que pasaron a manos de jeques. No diga más fútbol, diga kurat alqadam.

5 Comentarios

  1. «Y lo saben por la misma razón por la que Hitler organizó los Juegos Olímpicos de 1932» Que yo sepa organizó Berlín 1936.

    «PSG y Manchester City pudieron hacerlo gracias a haber sido adquiridos, en la misma década, por jeque catarí el primero y uno saudí el segundo» El Manchester City es de los Emiratos Árabes Unidos, no de los saudíes.

    «Es el fútbol moderno, y no ha cambiado, solo lleva evolucionado desde aquel mítico primer gran fichaje millonario de Maradona por parte del Barcelona. Se pagaron 1.200 millones de pesetas, ocho míseros millones de euros de hoy» Ese cálculo sería válido en 1982, no en 2023. Calculada la inflación hasta noviembre de 2022 sería algo así como 31,683,581.24€ aproximadamente, no esos ocho que dice el autor.

  2. El artículo está lleno de imprecisiones, más allá de las señaladas por SFRJ y ya corregidas.

    – El Newcastle no es un «equipo menor de la liga inglesa». Es uno de los equipos de mayor tradición e historia del fútbol inglés, aunque llevase un par de décadas de capa caída.

    -«Se pagaron 1.200 millones de pesetas [por Maradona], 32 millones de euros de hoy. Míseros pensando en los 222M€ de Neymar en el PSG… club de propiedad saudí.» Entiendo la pereza de cambiar la frase tras corregirle el compañero, pero 32 millones ya no son tan míseros y menos en aquella época. Además, que el PSG pertenece a Catar, no a Arabia Saudí.

    – «Porqué no iba a funcionar ahora, cuando Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes son los tres mayores inversores del fútbol mundial». Aparte de que ese «por qué» debe ir separado, ¿tienes fuente que soporte esa afirmación? ¿Podrías compartirla? Entiendo que no cuadra en la narrativa sesgada del artículo, pero diría que Estados Unidos está entre las tres primeras o muy cerca. Hay dinero americano detrás de muchísimos equipos europeos. Arsenal (Stan Kroenke), Liverpool (Fenway Sports Group) o Manchester United (familia Glazer), Ipswich Town (Brett Johnson), AC Milan (Elliott Management Corporation), la Roma (Dan Friedkin) o la Fiorentina (Rocco Commisso). Genoa y Sevilla tienen inversión de 777 partners y también hay capital americano detrás del Mallorca o el Alcorcón.

    • La diferencia es que el dinero americano es de particulares de EEUU, mientras que el dinero árabe proviene del estado de Emiratos Árabes Unidos y de Qatar. Vamos, que convierten los clubs en empresas públicas árabes.

  3. Leyendo los comentarios al post a mí se me quitarían las ganas de publicar en JotDown. Cuánto periodista frustrado pedante hay pululando por las redes, mare de Deu.

  4. Pingback: La Superliga no sé, pero LaLiga sigue siendo muy entretenida aunque la intenten devaluar

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