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Alejandro Pozuelo, el penúltimo capricho de David Beckham

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Alejandro Pozuelo tiene fútbol en las botas todavía

Hay futbolistas que bien valen la entrada de un partido, verlos puede resultar una experiencia. Cuando en octubre de 2011, un veinteañero de Triana llamado Alejandro Pozuelo (Sevilla, 1991) debutó con la camiseta del Real Betis, los diarios deportivos y la prensa local recomendaban acudir al Benito Villamarín para presenciar su elegancia con el balón pegado a la bota izquierda. No se equivocaron. Más de una década después, Pozuelo es uno de los jugadores más cotizados de la Major Soccer League. Hace dos temporadas, en 2020, fue elegido mejor jugador del campeonato.

Si hubiera que describir a Pozuelo en un solo párrafo, pediríamos al aficionado que no lo conozca que imagine a un jugador bajito, habilidoso, medias aflojadas y pegado a la frontal del área; experto en el último pase, con buen tiro lejano, colocación y envidiables habilidades para poner el balón donde quiere.

Hace unos meses, en julio, cambió Toronto por Miami. En declaraciones a Jot Down Sport, asegura sentirse muy bien en su nueva casa. Por fin en un sitio cálido, reconoce, después de repasar que, al salir del Betis, vivió en Gales, Bélgica y Canadá. Ha echado de menos el sol y, por fin, todo le acompaña: la climatología, la gente y el proyecto del Inter de Miami de David Beckham. Actualmente se encuentra encarando su renovación para seguir vinculado al club, ha completado una mitad de temporada satisfactoria en la que se clasificaron como quintos en la Conferencia Este. Aunque su andadura en el play-off terminó a las primeras de cambio tras caer en octavos contra el New York City.

El Inter de Miami, prácticamente desde su creación en 2018, ha venido montando un proyecto competitivo. Con sir Beckham a la cabeza, el escudo del club ha sido defendido por futbolistas de talla mundial como Gonzalo Higuaín o Blaise Matuidi. Para Pozuelo, no es extraño: «Piensa que este club es muy apetecible. La ciudad es espectacular, el clima es increíble todo el año y los jugadores tenemos ganas de venir a un sitio como este. Ya han pasado muchos jugadores conocidos que venían de Europa y seguro que vendrán más. Además, los propietarios son muy ambiciosos, quieren hacer un buen equipo. Eso me motiva a estar aquí». Detrás de la franquicia, además del citado exjugador de Manchester United, Real Madrid o PSG, está el conocido fondo de inversión británico Amber Capital. En España, además de ser accionistas mayoritarios del Real Zaragoza, poseen casi el treinta por ciento del accionariado del Grupo PRISA.

Pozuelo aterrizó a la MLS en marzo de 2019, procedente del KRC Genk. La pregunta es obligada: ¿cómo cambia el campeonato norteamericano respecto al europeo? Su respuesta sorprende: «Sobre todo, la calidad individual de los jugadores. En Europa hay talentos que no encuentras aquí, por lo general. Pero diría que ya está. El fútbol, en lo físico, ya está muy parejo en ambas partes del mundo. Lo vimos en el Mundial: equipos que son más flojos a priori, luego los ves y son balas. En esta liga hay gente muy preparada físicamente y a la que cuesta mucho ganarle, han construido equipos muy competitivos». Habla de España, aunque luego puntualiza que ocurre lo mismo con los casos británicos y belgas. Las diferencias, hasta ahora, están en los talentos individuales de cada liga.

Una estrella que apenas tuvo tiempo a digerirlo

El mediocampista trianero tuvo poco tiempo para procesar la fama y el éxito. Si bien llevaba toda la vida en la cantera del Real Betis, entró a los ocho años, desde los juveniles hasta el primer equipo todo fue rápido. Oli Oliverio Álvarez, fue el encargado de recomendar a Pepe Mel dar la alternativa a un espectacular futbolista que llevaba años de solera verdiblanca.

La temporada posterior al debut, el Betis le hace ficha del primer equipo pero solo juega once partidos. Los aficionados béticos pedían ver al canterano, probarlo junto a los también canteranos Beñat Etxebarria y José Alberto Cañas. Las cosas no funcionan bien, Pozuelo llega a un equipo gris, inmerso en una transición muy larga y que no encuentra su identidad. Una década después, reconoce que fue una experiencia sin parangón, debutar con el equipo de tus amores, pero difícil al mismo tiempo: «El club sufrió muchos cambios de presidentes. Primero estaba Miguel Guillén, luego Juan Carlos Ollero… muchas cosas. Por dentro, éramos un desastre. Se notaba en el primer equipo y yo, que era un niño, solo sabía disfrutar de los partidos, estar en Triana con mi familia y mis amigos. En un sueño».

Pozuelo, con el Betis, en el Ramon Sanchez Pizjuan ante el Sevilla FC

Año y medio después de debutar, los dirigentes del club estaban interesados en renovarle y hacerle un jugador importante en la parroquia verdiblanca. Sin embargo, los agentes de Pozuelo recomendaron que se marchase de la que era su casa: «Me dijeron que estaba todo muy mal dentro, que me fuera. Son gente de Sevilla, sabe lo que hay y confié en ellos. No se equivocaron, la verdad. El club se mosqueó mucho conmigo, pero yo quería seguir creciendo».

Desde que el actual atacante del Inter de Miami saltara al primer nivel, la cantera heliopolitana ha sacado pocos jugadores tan visualmente atractivos y plásticos, con permiso de Dani Ceballos o Álvaro Vadillo. Ahora Juan Cruz, que también apunta maneras como jugador estiloso. Un talento que el club deseaba retener a toda costa, mientras él todavía asumía la fama, en una situación tensa que se rompió por completo: «Yo tenía mucha personalidad, de siempre, y no hice lo que me pidieron. Lamentablemente, sufrimos mucho. Cargaron mucho contra mí y contra mi familia, que vivía en Triana. A mi papá, que ayudaba de delegado con los chiquillos de la cantera sin cobrar un euro, por amor al arte, le prohibieron la entrada a las instalaciones del club. Eso es lo que más me dolió».

Un clima espinoso que, como dice Pozuelo, ya pasó. Actualmente dice ir al Benito Villamarín cada vez que puede, ve bien al equipo y lo sigue con pasión. «Ya han pasado diez años, o más, de todo aquello. El club ha cambiado mucho por dentro. No tiene nada que ver, del negro al blanco. Guardo buena relación con la gente que está dentro. Una suerte», reconoce aliviado. Tanto sus hijos como él son socios abonados.

Ese verano de la 2013/2014, los aclamados canteranos del mediocampo bético salen de Heliópolis. Pozuelo y Cañas lo hacen a Gales, a la ciudad costera de Swansea. Allí esperaba el Spanish Swansea, The New Amigos, un equipo que venía de ganar la Copa de la Liga de Inglaterra y que prometía toser a los grandes de la Europa League. Allí coincidió con Michu, Àngel Rangel, Pablo Hernández, Cañas, Jordi Amat, Chico Flores y Álvaro Vázquez.

Pozuelo en un Swansea City FC – Arsenal

«Fue una experiencia increíble, imagínate. Aún la recuerdo. Tuve la suerte de jugar en la Premier, un fueño de niño cumplido con apenas veinte años. Ahora me doy cuenta de lo que realmente dice», recuerda. Rebobinaría la máquina del tiempo para jugar partidos en Old Trafford, Ettihad Stadium, White Hart Lane o Stamford Bridge. «Cuando tienes treinta y un años, como yo en estos momentos, eres más consciente. Volvería y sería diferente. En aquellos años me arrollaron por completo, la Premier me superó por lo blandito que era, tan canijo».

«Los españoles vivíamos juntos, prácticamente. Éramos una piña»

El 25 de agosto de 2013, jornada dos del campeonato, el Swansea visitó el campo del Tottenham Hotspur. Michael Laudrup lo puso de falso extremo derecho para coger el interior contra los Spurs. Pozuelo recuerda aquel partido con horrores por culpa de un Danny Rose que le dio pesadillas en el lateral izquierdo: «Era como treinta veces más rápido que yo. Me secó, se anticipaba a todas. Me di cuenta que tenía que mejorar físicamente a toda velocidad». Una experiencia que le vino bien para espabilar, cuenta.

Laudrup fue quien pidió expresamente el fichaje del trianero. Líos de vestuario y el cese del entrenador danés cambió por completo la papeleta de los españoles en Gales: «Laudrup me cuidaba mucho, era su ojito derecho. Estaba todo el día dándome consejos. Pero tenía apartado del equipo a Garry Monk, hasta entonces capitán y que venía siendo muy importante en el proyecto. Cuando cesan a Laudrup del Swansea, él mismo coge al equipo. Así que los españoles, que siempre estábamos en un grupo, sufrimos el cambio. A Cañas, Álvaro Vázquez, Jordi Amat, Chico Flores y a mí nos la jugó un poquito. Tuvimos que salir. Si no, nos hubiésemos quedado». Hasta Michu tuvo que irse.

La experiencia Erasmus de los españoles de Swansea los unió. El grupo hacía mucha vida junta y, cuenta Pozuelo, vivían todos en la misma zona, prácticamente juntos. Àngel Rangel, que ya llevaba siete años en Gales, les ayudó a aclimatarse, con el idioma, el club y el país. El atacante guarda buenos recuerdos de su temporada allí, pero las crudas condiciones de temperatura le impiden confirmar que volvería a vivir a Gales.

Pozuelo en Old Trafford

El Rayo Vallecano, su experiencia más complicada

«Lo difícil de fichar por un equipo que tiene las bases consolidadas es que no encuentras sitio rápido. Cuando llegué a Vallecas, me costó mucho tener minutos. Paco Jémez tenía la confianza depositada en Alberto Bueno y, contra eso, poco se puede hacer», cuenta Alejandro Pozuelo sobre la temporada que pasó en Madrid. Si en Gales apenas pudo disfrutar de media temporada, hasta el cambio de tornas en el banquillo, treinta y seis partidos contando todas las competiciones, la franja roja solo se la enfundó en trece ocasiones.

Pozuelo en el Rayo Vallecano de Paco Jémez

La situación de Pozuelo se complicaba un poco. Tras no brillar como se esperaba en el Betis por desavenencias con la directiva, chafarse la aventura galesa y pinchar en Vallecas, el jugador se plantaba con veinticuatro años y tres experiencias muy cortas. Con el talento que demostraba tener, todos esperaban más de él.

En verano de 2015, el jugador tiene decidido salir de LaLiga: «Quería salir como fuera. Primero, por los proyectos deportivos. Luego, por los económicos. En España, si no estás en equipos fuertes, tienes que asumir que el salario no es gran cosa en comparación con lo que se cotiza fuera». Entonces, el Genk llamó a su puerta. Bélgica. De la Jupiler, Alejandro conocía al Brujas, el Anderlecht y Standard de Lieja. Nada más.

«A pesar de que la vida en Bélgica fue difícil –otra vez el frío–, la experiencia futbolística fue alucinante. Tuve opciones de quedarme en España, pero me salió esto y no me lo pensé sin conocer nada del país y la liga. Nunca voy a olvidar nuestras actuaciones en Europa, llegar a cuartos de Europa League contra el Celta de Vigo. Fueron tres años y medio alucinantes», asegura con orgullo. En Genk, Pozuelo se convirtió en capitán y ídolo de la afición local. El jugador sevillano lideró uno de los proyectos blanquiazules más exitosos e de méritos internacionales más recordados de los últimos años.

Pozuelo, con el Genk

La vida difícil, sí. El frío y la lluvia, de nuevo, se lo hicieron pasar mal. A un trianero con la cabeza puesta sus raíces, como es su caso, le tiene que pasar factura ver todos los días tanta agua y tanto abrigo. Pozuelo dice tener compañeros y amigos que son más reacios a salir de su zona de confort con tal de no hacer esa adaptación que a él, aunque le cueste, no le importa enfrentar. Eso sí, en Bélgica fue feliz: «Iba a entrenar con una sonrisa. El Genk, futbolística y personalmente me dio mucho».

Si en Swansea fue apadrinado por Laudrup, en Bélgica hizo lo propio el entrenador de porteros del equipo. «Se llamaba Lemmens. Jugó en el Racing, de aquí, de España. Hablaba español y me acompañó mucho en todo: traductor, buscaba casa conmigo, me llevaba, me traía, hacía de enlace con el entrenador. Fue clave en mi adaptación al equipo. Y eso que no llegué fino físicamente porque firmé en los últimos días de mercado». De la Jupiler le sorprendió la masa social, asegura. Pozuelo no esperaba ver los campos tan llenos, con unas gradas tan volcadas con los suyos y fieles al equipo. No pudo traerse ningún título del fútbol belga, pero los hinchas del equipo no olvidan la actuación del equipo hasta Cuartos de Final de la Europa League en 2017.

En Toronto alcanzó su pico de nivel

«Cuando supe de la oferta del Toronto, no estaba metido en cómo funcionaba la MLS pero no me lo pensé dos veces. Después de tres años y medio en Bélgica, me ofrecieron ir a Arabia Saudí, estuve a punto de firmar, pero el Genk no me dejó. Una larga historia: yo tenía una cláusula de ocho millones, los saudíes pagaban en dos o tres plazos, mi club lo quería de un tirón… por casualidad vino Toronto y me fichó». Ali Curtis, director general del equipo, se involucró personalmente en la operación y se presentó en Genk para hablar con Alejandro. Le enseñó su idea, lo sedujo con la proyección de la liga norteamericana y se lo llevó a Canadá en una de las mejores decisiones que Pozuelo ha tomado en su vida [sic]. Tuvo ofertas de la Premier, pero eran para verano y «nadie me aseguraba en Inglaterra un contrato inmediato». Económica y futbolísticamente, la oferta de los canadienses era la más competitiva.

Pozuelo se abraza con el entrenador del Toronto FC, Bob Bradley

El Toronto fichó a Pozuelo cuando su máxima leyenda, Giovinco, salió. Si bien Pozuelo elude hacer comparaciones, es inevitable colocarle como otro de los jugadores que ha hecho historia en la ciudad canadiense. Él mismo lo sabe. Llegó para ser un jugador importante y así fue: «Llegué un domingo a la ciudad y al sábado siguiente ya era titular contra el New York City».

La Major League Soccer, cuenta el jugador, es más eléctrica que el fútbol europeo. Al no haber descensos, los equipos de la parte baja de la tabla se permiten mayores licencias en las fases finales de los partidos, cuando van perdiendo, porque el riesgo es mínimo. Hay mucho interés en el juego ofensivo y hacer que la pelota llegue al área rival lo más rápido posible. Ese mismo sistema, el de las franquicias y los no descensos, no es objeto de debate en la vida de Pozuelo: «Lo tienen así, a mí me gusta. Tienen su sistema, sus reglas, algunas diferentes a Europa, y me gusta porque no hay nada que perder. En España sería imposible implantarlo porque hay muchísimos, muchísimos equipos jugándose la vida cada temporada. Es todo muy diferente».

Al ser preguntado por otros deportes, aprovechando que vive en una zona del mundo con numerosos deportes que cuentan con una envidiable masa social, Pozuelo reconoce que sigue algo el baloncesto, y nada más: «Porque tengo un primo que ha jugado desde pequeño, sé cómo funciona. Mira, una vez, en Toronto, los dueños del equipo también tenían un equipo de hockey hielo y nos invitaron a un partido. Me fui a los diez minutos», recuerda entre risas. Más allá del soccer, reconoce no estar muy atento a otras disciplinas.

Con retrospectiva, en Genk tuvo el punto de inflexión 

Uno de los tesoros que Pozuelo guarda con más orgullo es, precisamente, no sentir arrepentimiento, sino todo lo contrario, por la carrera que ha tenido. «Volvería a dar los mismos pasos», dice. A comienzos de la pieza deseaba volver a los partidos de la Premier, más joven, para disfrutarlos de otra manera. Pero solo eso, revivir la experiencia.

Cada uno de los clubes en los que ha jugado contribuyeron algo en su carrera a nivel personal o profesional: el debut con el equipo de sus amores, la partida a un país extranjero, vuelta a casa para consolidarse en España, experiencia exótica para reafirmarse como el buen jugador que es y, luego, América del Norte, pero, de todos, se queda con uno: «En el Swansea gané un poco de dinero siendo joven, me creía el rey del mambo; que ya estaba en la élite. Fui a Vallecas, no jugué mucho, y después a Bélgica. Fue allí donde me di cuenta de que, en realidad, no había hecho nada. Genk me dio el paso a ser quien soy hoy, tres años y medio increíbles en lo futbolístico que me permitieron firmar el contrato en Toronto. Aquí en la MLS también he disfrutado muchísimo, claro, pero Bélgica fue el punto de inflexión».

Pozuelo, en el Inter de Miami

De allí guarda buenos amigos que le ayudaron en ese proceso de «relanzamiento» que Alejandro Pozuelo vio necesario para «no estancarse y darse cuenta que, diez años después, había tirado por la borda el fútbol». Cada vez que en la entrevista hay una referencia a la experiencia centroeuropea, el trianero se desenvuelve en elogios.

Pozuelo no asegura que el final de su carrera sea la MLS. «Dubái o Qatar» son destinos golosos, con proyectos deportivos suculentos y contratos difíciles de rechazar en los que podría dar sus últimas patadas al balón, pero todavía le queda fútbol en las botas. Más aún en una competición que evoluciona tanto y tan rápido, como la MLS. Según cuenta, ya hay muchos entrenadores europeos que han importado conocimientos del Viejo Continente para hacer crecer más la cultura táctica de los equipos. Phil Neville es el técnico actual del Inter de Miami, sin ir más lejos. Además, las franquicias cuentan con los mejores equipos de GPS, cámara, rendimiento monitorizado, gimnasio, maquinaria y todo lo que se nos ocurra que Pozuelo asegura haber visto jamás. La única pega para el canterano bético es las limitaciones que tienen puestas los equipos para pagar salarios más altos y disponer de jugadores extranjeros.

De momento, no se ve haciendo carrera de entrenador: «Cuando me retire, quiero irme a Sevilla. Vivir entre Miami y mi casa, en realidad. Me gustaría disfrutar de mis hijos, que están allí, y me llevaré unos años con ellos. Luego no lo sé, me gusta la representación de deportistas. Creo que ahí puedo ayudar a mucha gente».

 

Un comentario

  1. Articulo muy entretenido. Cada día disfruto más de este medio deportivo por hacerme sentir que sale de lo cotidiano y de los odiosos click-baits.

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