En la segunda mitad de los años cincuenta España vivió unos años de apertura, aunque fuera sólo en el ámbito económico. Mientras el modelo de la autarquía hacía aguas por todas partes y dejaba el país al borde de la quiebra, desde el gobierno, el grupo de ministros conocido como tecnócratas preparaba el Plan Nacional de Estabilización Económica, con el que pretendían avanzar hacia un modelo liberal y abrir paso a la sociedad de consumo. En esta España precaria y repleta de necesidades, el ciclismo no escapaba a esa dura realidad. Para los corredores, igual que para los toreros, llegar al profesionalismo era una ilusión y también, una vía para salir de la pobreza. Si lograban alcanzar el éxito de los Loroño o Bahamontes, ¿quién sabe?, quizás hasta podían hacer un buen dinero.
En esta sociedad hija del hambre, Mariano Galarza buscaba un patrocinador que cubriera los gastos para que su pequeño equipo del Boxing Club de Villafranca pudiera dar el salto y convertirse en uno de los referentes nacionales. Conoció a la familia Knörr y encontró en Román y Luis a dos personas abiertas a invertir en el ciclismo. Eran propietarios de la empresa de bebidas Kas, habían lanzado un par de años atrás un nuevo refresco de naranja y buscaban aprovechar la apertura económica impulsada por el régimen para expandir su marca. Un poco de publicidad a través de la visibilidad que daba el ciclismo no parecía una mala idea. Nació así el equipo ciclista Kas.
Después de un primer año con victorias de etapa en la Vuelta a España, Vuelta a Cataluña y Bicicleta Eibarresa, para 1959 la marca de bebidas dejó la compañía del Boxing Club y siguió camino en solitario. Como líder del equipo ficharon a Federico Martín Bahamontes.
El Águila de Toledo se convirtió aquel año en el primer ciclista español en ganar el Tour de Francia, pero lo hizo como líder del equipo español. Con los colores amarillo y azul del Kas, la Subida a Arrate y una etapa de la Vuelta a España fueron sus resultados más destacados. Demasiado poco para el gran escalador de la época; suficiente para que la relación entre el Kas y Bahamontes terminara aquella misma temporada.
Langarica
Para 1961 llegó al equipo el director que convertiría al Kas en una de las grandes escuadras de la historia. Dalmacio Langarica era un profesional con carácter y una trayectoria que le respaldaba. «Era una persona que imponía respeto, por haber ganado La Vuelta y por haber ganado el Tour con Bahamontes» recuerda Paco Galdos, corredor del Kas entre el 69 y el 79.
Fue Langarica quien dotó al Kas de un estilo, de una forma de entender las carreras. Ya desde los tiempos de Coppi, en el equipo Bianchi giraba todo alrededor del Campionissimo, igual que Anquetil se rodeó siempre de compañeros que corrían exclusivamente para él. En ese ciclismo acostumbrado a los esfuerzos individuales heroicos, Langarica priorizó la labor de equipo. En el Kas no había un líder claramente definido y el objetivo final se centraba en que fuera uno de sus corredores el que terminara ganando cada carrera. «En los equipos italianos, al llegar al hotel, los gregarios no podían ducharse hasta que no lo hiciera el líder. Yo he visto a Guerra sentado en la habitación del hotel, esperando a que Gimondi llegara después de recibir la maglia rosa y atender a la prensa para poder ducharse. Eso no existía en el Kas» cuenta Galdos.
Para garantizar este espíritu colectivo, Langarica acostumbraba a pagar salarios muy similares a todos sus corredores, generalmente por debajo de lo que podían ofrecerles otros equipos punteros del pelotón. En 1965, después de ganar dos etapas y la clasificación de la Montaña en el Tour, Julio Jiménez pidió un aumento; Langarica le contestó que aprovechara el verano para hacer dinero en los criteriums. A final de temporada, Julio fichó por el equipo de Anquetil, pasando de las 6.000 pesetas mensuales que le pagaba el Kas, a las 30.000 que le ofrecía el equipo francés.
Con la estabilidad que daba el respaldo de la empresa de bebidas, Langarica se fue haciendo con algunos de los mejores ciclistas del País Vasco fundamentalmente y también del resto de España. A los Vélez, Gabica o Segu, se fueron sumando Aurelio González, Antón Barrutia, Momeñe… para reforzar un plantel en el que la general por equipos y la clasificación de la montaña pasaron a ser una obsesión. Fruto de esa forma de correr, en la Vuelta a España del 64 no ganaron la general, pero sí terminaron en 4º, 5º, 7º, 8º y 9º puesto con Vélez, Julio Jiménez, Uriona, Momeñe y Gabica respectivamente. Y, por supuesto, ganaron la clasificación por equipos y la montaña.
Dos años más tarde coparon el podio de La Vuelta con Gabica, Vélez y Echeverría, además del 5º, 6º y 7º puesto con Momeñe, Uriona y Gómez del Moral. No hace falta decir que ganaron también la clasificación por equipos y la montaña. Igual que lo harían varias veces en el Giro y el Tour. En unos años, el Kas consiguió que muchos aficionados dejaran de animar a un corredor concreto y se convirtieran en seguidores del equipo; el mismo fenómeno que, décadas después, se llamaría Marea Naranja cuando el Euskaltel-Euskadi invadió las carreteras de los Pirineos y los Alpes.
El Kas se había convertido en el equipo de referencia en España. «Era el equipo modelo», cuenta Paco Galdos. «Era prácticamente el único que brillaba en España y el extranjero. Un equipo serio, que, mientras todo el mundo se movía en furgonetillas, ellos pusieron un autobús. A principio de temporada te daban maillot, pantalón, chaqueta… Hay que reconocer que, en la ropa, los equipos italianos eran los líderes, pero el Kas no andaba muy lejos».
Cuando ya se había consolidado como el gran equipo a nivel nacional, apareció otro equipo con la misma ambición y con medios suficientes como para disputarles la hegemonía ganada. Era el equipo Fagor. Vasco como el Kas. Uno respaldado por la empresa de bebidas alavesa, el otro por la empresa de electrodomésticos perteneciente a la Cooperativa Mondragón. Desde el primer año de existencia del Fagor se inició una rivalidad entre ambos equipos, agravada cuando los guipuzcoanos aprovecharon la austeridad salarial de los amarillos para llevarse a Gabica, Vélez y Momeñe. La afición española se dividió esta vez entre dos equipos, en medio de una rivalidad que llegó a ser un tema personal entre los dos directores, Langarica y Matxain. «Éramos unos burros. Preferíamos que ganase un extranjero a que lo hiciera uno del Fagor» cuenta Paco Galdos.
De alguna manera, el Kas terminó por salir victorioso de aquella rivalidad. No por haber ganado más carreras, más bien porque el Fagor desapareció en el 69 y los amarillos siguieron en el pelotón durante una década más. Eso sí, para 1971 Langarica dejó las funciones de director y pasó a ser el manager, siendo sustituido por los ex ciclistas del equipo Antón Barrutia y Eusebio Vélez. «Su método estaba un poco anticuado» cuenta Galdos. «Su frase habitual era ‘tranquilos, los hombres de verdad se ven en el Tour’. Su filosofía era comer bien, dormir bien y correr poco. Yo nunca he hecho más de 150 kilómetros en un entrenamiento y hoy en día, el ciclista es un verdadero atleta».
Nueva generación
Con el cambio en la dirección, la clasificación por equipos dejó de ser una obsesión. Aun así, el Kas siguió terminando en el primer puesto en muchas ediciones de La Vuelta, dos ediciones del Tour y una del Giro. Y lo hacía porque seguían teniendo a buena parte de los mejores ciclistas del panorama nacional y seguían corriendo como un equipo.
En 1971 el «Tarangu» se exhibe por primera vez en las etapas de montaña del Giro y el Tour. Un año más tarde ganaría La Vuelta, con Miguel Mari Lasa en segunda posición. Después volvió al Giro para liderar los ataques del Kas. En la etapa con final en Bardonecchia Jafferau, tras un ataque inicial de López Carril y Galdos, el «Tarangu» y el propio Galdos se marcharon juntos. Por detrás Merckx sufría. «¡Paco, a tope! Me gritaba Langarica desde el coche y tuve que tirar los 20 kilómetros que había hasta el siguiente puerto» recuerda Galdos. «Al empezar a subir el último puerto me quedé como muerto. Antón Barrutia me gritaba ‘¡agárrate al coche o te tiro por el barranco!’ Y terminaron sancionándome» explica Galdos.
El campeón belga terminó por alcanzar al «Tarangu» y echó por tierra todas sus ilusiones de ganar el Giro. «Ese día creo que Merckx compró a todos los corredores que pudo. Luego confesó que estuvo contra las cuerdas, pero era muy difícil ganarle. Por la noche, la cena del equipo parecía un velatorio. El «Tarangu» se fue a otra mesa y no paraba de insultar a Lasa. Siempre he valorado a Miguel Mari por no haber respondido a Fuente aquel día» recuerda Galdos. El belga terminó ganando aquel Giro, Fuente fue segundo, Galdos tercero y López Carril cuarto. El Kas metió aquel año a cinco corredores entre los diez primeros de la general.
En los pocos años que estuvo el «Tarangu» en el pelotón le dio tiempo de exhibirse también en el Tour, con esa forma de correr tan anárquica y tan diferente al estilo que caracterizaba al Kas. Llegó a terminar tercero en la edición en la que Ocaña dominó el Tour con puño de hierro. Un años más tarde fue López Carril quien subió al podio de París como tercer clasificado, mientras que el Kas al completo subía para recibir el premio al mejor equipo. Y también lograron el triunfo más inesperado, el de la montaña logrado por Txomin Perurena.
Porque Peru no era un escalador, aunque sabía pasar los puertos con solvencia cuando era necesario. Era un Valverde antes que Valverde y con más victorias en su trayectoria que el murciano. Un sprinter al que lanzaba su amigo González Linares y que acostumbraba a superar de largo las diez victorias por temporada.
Esa pareja, Perurena-González Linares, llegó a adquirir mucho peso en el equipo Kas y los Langarica, Barrutia y Vélez les dieron galones de jefes de ruta en unos tiempos en que no existía el pinganillo y en los que, contar con un ciclista capaz de dirigir al equipo desde el pelotón, podía darte muchas victorias. Porque al Kas todavía le dio tiempo de ganar dos Vueltas a España más, una segunda del «Tarangu» y otra de Pesarrodona. Y en 1975 tuvieron la victoria en el Giro más cerca que nunca de la mano de Paco Galdos. «Estuve muy solo en aquel Giro» recuerda el propio Galdos. «Empezó a haber molestias dentro del equipo. Gente que no estaba de acuerdo con la dirección». Al final el corredor vitoriano terminó segundo en la general, por detrás del sorprendente ganador, Fausto Bertoglio. «Hasta Rajoy lo recuerda. Coincidimos en un acto cuando era ministro. Me saludó y me dijo ¡qué pena, por 41 segundos!» recuerda Galdos.
Ese año 75 no fue el año más recordado para el Kas. En la Vuelta a España, Perurena perdió su gran oportunidad de llevarse la general en la última etapa y en casa; en una contrarreloj con final en el velódromo de Anoeta en la que Tamames le arrebató el maillot amarillo por 14 segundos. Al año siguiente, en el Giro, el equipo vivió el trago más difícil, cuando Santisteban perdió la vida en un descenso. Tras consultarlo con la dirección del equipo y la propia empresa, decidieron seguir en carrera, pero no había manera de que aquello saliera bien.
Poco a poco el clima dentro del equipo se fue deteriorando. «Cuando entré en 1969 el ambiente era una maravilla y antes de eso debió de ser mejor. Había una armonía» explica Galdos. Al termino de la temporada 78 el equipo dio la baja a buena parte de los corredores. La empresa había firmado una alianza con el Banco de Bilbao y las empresas Koipe y Vinos Sabi. Se apostó por abrir mercado en Bélgica y la estructura del equipo ciclista quedó afectada. Langarica, Antón Barrutia y Vélez fueron sustituidos en la dirección por Robert Lelangue y con él llegaron un buen número de corredores belgas, entre los que estaban Criquielion o Van Impe. «Había dos equipos bien diferenciados» cuenta Galdos. «Lelangue miraba sólo para los belgas. El día que Van Impe ganó en una etapa en el Tour, los españoles nos quedamos en una mesa durante la cena, mientras los belgas celebraban con champagne en otra».
Nadie parecía satisfecho con aquella versión belga del Kas y los rumores apuntaban a la desaparición del equipo. «Nos olíamos algo, porque no habían renovado a nadie» cuenta Galdos. Le preguntamos a Román Knörr y nos dijo que estuviéramos tranquilos. Luego, en octubre, publicaron una nota oficial diciendo que desaparecía el equipo».
Segunda Etapa
Seis años tardó el Kas en volver al ciclismo, primero como patrocinador secundario del equipo Skil y en 1986 ya, dando nombre al equipo. «Había sido un equipo con una repercusión tremenda y querían aprovechar esa imagen para relanzar la marca» cuenta Pello Ruiz Cabestany, protagonista en aquella segunda etapa.
Aunque se recuperaron el maillot y los colores originales del Kas, lo cierto es que no quedó mucho de la filosofía original. Dalmacio Langarica murió repentinamente en 1985, antes de poder hacerse cargo del equipo y fue el francés Jean de Gribaldy quien asumió el mando, con el irlandés Sean Kelly como gran estrella. «No tenía nada que ver con la etapa anterior, pero es que el propio ciclismo tampoco tenía nada que ver. En los años setenta el Kas era un bloque, con corredores que andaban mucho. En mi etapa, la idea desde el principio fue hacer un equipo muy potente en el que todo giraba alrededor de Kelly» explica Cabestany. «Si tienes un corredor como él, capaz de ganar todo tipo de carreras, poco más se puede hacer. Nos centrábamos en las clásicas, la Vuelta a España y en el Tour el objetivo era ganar etapas”».
Tampoco se recuperó la política de mantener salarios similares entre todos los corredores. «Imagino que Kelly cobraría un dineral» comenta Pello. «Lo que sí teníamos eran unas primas muy grandes por ganar carreras».
La presencia de Kelly en el equipo garantizaba un buen número de victorias de prestigio en carreras que anteriormente no habían estado al alcance. Milan-San Remo, Paris-Roubaix o Gante-Wevelgem, además de una nueva victoria en la general de la Vuelta a España. Siempre con el equipo al servicio de su líder. «Yo tenía que trabajar para Kelly. En la París-Roubaix me hicieron tirar de su grupo detrás de los escapados. Pero mira, terminé decimotercero» recuerda Pello. Entre los ciclistas españoles, sólo Poblet, Erviti, Flecha y Horrillo han mejorado esa actuación.
Se había lanzado el equipo pensado en que durara unos cuantos años, sin embargo, la muerte en 1988 de Luis Knörr supuso un golpe duro. «Don Luis era el que estaba enamorado del ciclismo» recuerda Cabestany. «Ha habido quien me ha dicho que no fue su muerte la que precipitó el final del equipo. Yo lo que viví es que, ya en el funeral, nos dijeron algo al respecto. Yo creo que ya lo tenían claro».
Lo cierto es que el año 88 marcó el adiós definitivo de Kas al mundo del ciclismo. Desaparecía un equipo que marcó un estilo propio y contribuyó al desarrollo del ciclismo vasco y español, llegando a competir a la altura de los grandes equipos belgas, franceses o italianos.
Un artículo muy interesante, una pena que esté tan mal escrito.
La segunda parte del de lo que se dice es mentira.
Hola, Iñaki. ¿Te refieres a que la muerte de Luis Knörr influyera en la desaparición del equipo ciclista?
Era vinos SAVIN, no Sabi.
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Iñaki Gaston responde a que es mentira del articulo