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‘Tren’ Valencia, el «negro» al que Jesús Gil regaló un Jaguar y quiso «cortar el cuello»

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España nunca fue tan feliz como en los 90. Éramos un país sin preocupaciones. Días de vino y rosas. Nos creíamos modernos y soñábamos con hacernos ricos a golpe de ladrillo. En el centro de las miradas gracias a los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla, muchos quisieron aprovechar la nueva ola. El mundo del fútbol no era ajeno a esta situación y empresarios de diversa índole ya poblaban los sillones presidenciales de distintos equipos. Fue una época en la que lo que sucedía en el palco compartía protagonismo con el césped. Los cruces de declaraciones en radio y televisión eran frecuentes y se podía ver al presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza, saltando en el aeropuerto abrazado a un grupo de aficionados al grito de «¡qué bote Mendoza!» tras ganar la Supercopa de España al FC Barcelona.

Fueron los años de Manuel Ruiz de Lopera en el Real Betis y su «lo que no se puede hacer es venir a una mesa y estar bebiendo whisky desde las siete de la tarde. Se bebe agua mineral para estar con los señores» a Luis Cuervas, su homólogo en el Sevilla. También los de José María Caneda en Compostela, que se vanagloriaba de enseñar «a muchos presidentes a transportar el dinero B desde Suiza», o Augusto César Lendoiro en el Deportivo de la Coruña. Sin olvidar a María Teresa Rivero, que heredó el Rayo Vallecano de su marido José María Ruiz Mateos y se pasaba los partidos dando cabezadas y luchando contra el sueño. Pero si hay una figura que definió esos años, ese fue Jesús Gil.

El soriano llegó al sillón presidencial del Atlético de Madrid en verano de 1987. Lo hizo con el fichaje de Paulo Futre bajo el brazo y la clara intención de arrebatarle la hegemonía del fútbol nacional a sus vecinos del Real Madrid. La realidad estuvo muy lejos de lo que hubiera soñado el que también fuera alcalde de Marbella. En sus primeros años como máximo mandatario del equipo rojiblanco los títulos brillaban por su ausencia y él era protagonista por sus habituales salidas de tono contra árbitros, rivales… e incluso miembros de su propio equipo.

Del colegiado francés Michel Vautrot dijo «Es un maricón. Sé de muy buena tinta que después de quedar nosotros eliminados de la Copa de la UEFA a ese colegiado le buscaron los italianos un niño rubio de ojos azules» después de un partido de Copa de la UEFA ante la Fiorentina. Al entonces presidente del FC Barcelona, Josep Lluís Núñez, le definía como «el enano de las Ramblas» y el centrocampista de su equipo, Donato, era «un muerto de hambre» y además estaba «viejo y medio cojo» antes de marcharse al Deportivo de la Coruña. Lo hacía mientras acusaba a su también futbolista Quique Setién de ir con «mujeres ostentoreas». Pero si hay un momento que merece un capítulo aparte en la relación de Jesús Gil y Gil con sus futbolistas, esa es la que tuvo como protagonista a Adolfo ‘el Tren’ Valencia.

Era verano de 1994 y el empresario acumulaba siete temporadas en el sillón presidencial sin más éxitos que llevarse a la boca que dos títulos de Copa del Rey (1991, 1992). La temporada anterior había sido tremendamente gris y terminó con el equipo clasificado en la duodécima plaza y más cerca de los puestos de promoción que de los que permitían disputar la Copa de la UEFA. Consciente de la necesidad de mejorar la plantilla para luchar por cotas más altas, el máximo mandatario cerró las llegadas de Diego Simeone desde el Sevilla, Delfi Geli del FC Barcelona, Santi Denia del Albacete e Igor Dobrovolski, procedente del Dinamo de Kiev, como cedido. El mercado de fichajes avanzaba y faltaba la guinda del pastel, un delantero que aportara la siempre necesaria cantidad de goles.

Tren Valencia en el Mundial de Francia de 1998

El gran objetivo era el chileno Iván Zamorano, con el que el recién aterrizado Jorge Valdano no contaba en el Real Madrid y al que los blancos buscaron acomodo todo el verano. También se tanteó la opción que tenía como protagonista al alemán Jürgen Klismann, aunque la posibilidad tampoco se concretó. «Iba a fichar a un jugador importante y no lo he hecho porque me he enterado de que era maricón. Me he quedado helado. A ese no lo meto en el vestuario. Solo faltaba que dijeran que Gil tiene a uno de estos ahí», se jactaba el presidente. El gran golpe podría haber sido incluso Ronaldo Nazario, según confirmaba tiempo después Rubén Cano: «Estaba comprado. Me fui del club y me hice intermediario, porque tenía muchas relaciones y contactos. Le dije a mi socio que se fuera a Belo Horizonte a comprarlo. Le dije a Miguel Ángel y fue el chico y estaba allí también el PSV. Ofrecían 600 millones de pesetas. En Argentina ya estaba la opción de comprar derechos a medias y le ofrecí al Cruzeiro, con la aprobación de Jesús Gil, 400 millones por el 50% del pase. Dijeron que sí. Que preferían eso. Llamo a Jesús y me dice que sí. Pero Miguel Ángel dijo que no».

Ya sin tiempo para reaccionar, el margen de maniobra era cada vez menor y se terminó cerrando prácticamente sobre la bocina una opción por la que pocos hubieran apostado. Era el colombiano Adolfo ‘el Tren’ Valencia, futbolista al que ya conocía el técnico Maturana después de haberle tenido en la selección colombiana. Lo cierto es que la carta de presentación del delantero era inmejorable: llegaba después de ser uno de los pocos futbolistas que había rendido a buen nivel con su selección en el Mundial de 1994. También brilló en la Copa América en 1993, cita en la que fue el máximo goleador de los cafeteros y donde mostró un rendimiento que provocó que el Bayern Múnich cerrara su fichaje ese mismo verano y pagara tres millones de dólares.

Convertido en el sudamericano más caro de la Bundesliga hasta esa fecha, el entrenador Erich Ribbeck señalaba en su presentación que el equipo necesitaba un goleador como él desde hacía tiempo. Franz Beckenbauer, por su parte, dejaba bien a las claras que Valencia no era el típico jugador que se sacrificara por el equipo, si bien «Pelé tampoco», y se mostraba optimista con lo que el atacante pudiera ofrecer. El mánager del Bayern Múnich, Uli Hoeness, reconoció que el delantero había sido uno de los fichajes más complicados que había cerrado en toda su vida. Para lograr su incorporación tuvo que estar negociando durante nada menos que 48 horas y, años después, supo que uno de los interlocutores con los que había tratado era un narcotraficante que terminó siendo asesinado en Colombia.

El inicio del «Tren» en Alemania fue efervescente y debutó con un doblete ante el Friburgo (3-1), si bien con el paso de los partidos su rendimiento fue en franco descenso. En notable cuesta abajo después de volver de Sudamérica tras formar parte del histórico 0-5 que Colombia le infringió a Argentina, aislado del resto de sus compañeros y en el centro de las críticas debido a su incapacidad de aprender alemán, Uli Hoeness llegó a decir que «es inadmisible que Valencia no pueda comunicarse con sus compañeros ¡Ni siquiera sabe pronunciar sus nombres! ¿Cómo va a funcionar el equipo si en el campo no sabe dirigirse a Marcel Witeczek o Mehmet Scholl?».

Beckenbauer llegó a referirse a él como Der Entlauber (el deshojador) después de un partido de entrenamiento en el bosque en el que todos sus tiros se fueron por encima de la portería y dejó sin hojas a los árboles de alrededor. Sus frecuentes problemas físicos provocaron la mordacidad por parte de la prensa alemana, donde era conocido como Adolfo «Muchos Dolores» Valencia. De hecho, Kicker llegó a publicar que lo que el delantero hacía sobre el terreno de juego no merecía críticas, sino «pena».

Tren Valencia en el Bayern (Foto: DFL DEUTSCHE FUSSBALL LIGA)

Pese a que sus cifras (11 goles) parecían indicar lo contrario, la temporada del ‘Tren’ Valencia en Alemania fue una completa decepción. Acabado el curso, el Bayern Múnich fichó al internacional francés Jean-Pierre Papin y buscó una salida para el colombiano que después de un año tan solo era capaz de decir en alemán: «Soy Adolfo Valencia y vengo de Bogotá». Más allá de una forma de ser que provocó que Hoeness dijera que el colombiano «ha sido el último experimento del Bayern Múnich con un futbolista exótico» o que Beckenbauer admitiera que jamás había visto «a un jugador más extraño», ‘el Tren’ Valencia guarda un buen recuerdo de su etapa en Múnich, donde tuvo a Jorginho como gran aliado. El propio brasileño fue un día a buscarlo a su casa montado en su coche y lo llevó por sorpresa a una playa nudista, experiencia completamente inesperada para el colombiano. Así se lo relató a quien esto escribe en una conversación telefónica el pasado 23 de enero de 2023: «Imagina cuando yo llego a esa playa, veo a trescientas chicas así. Yo pillaba la gente que andaba con su cerveza así normal y las mujeres desnudas. Cuando yo vi eso comenzó el ‘fierro’ a pararse. Jorginho decía: ‘¡Adolfo, Adolfo! Te están mirando!’ A lo último tuve que meterme atrás del carro».

Cuando el Atlético de Madrid llamó a la puerta del Bayern Múnich para hacerse con los servicios del «Tren» Valencia por recomendación expresa de Pacho Maturana, el campeón de la Bundesliga se mostró encantado de abrir la puerta de salida al futbolista. El propio jugador también se mostraba exultante y en su presentación apuntaba: «Es un orgullo fichar por un equipo como el Atlético y, sin duda, es un paso muy importante en mi carrera (…) Vengo a un país que tiene mi clima, mi ambiente, mi lengua. ¿Qué más puedo pedir?».

Ya titular en el primer partido de temporada, pese a que hacía apenas unos días que había llegado, «El Tren» no tuvo suerte en su debut frente al Valencia. Así, la crónica de Mundo Deportivo era clara: «El colombiano Valencia sólo pudo poner en práctica su mortífero remate de cabeza en un par de ocasiones: en una se estrelló en el poste y en otro Zubizarreta abortó magistralmente su acción». Derrotado por 2-4, hubo que esperar hasta la sexta jornada para que el delantero saltara de inicio en otro partido. Fue ante el FC Barcelona y pese a que marcó un gol no pudo evitar la derrota. El juego del equipo no era demasiado ilusionante y aunque vio puerta también ante el Deportivo de la Coruña (1-1), «El Tren» Valencia se quedaba sin su máximo valedor cuando el presidente prescindía de los servicios de Maturana después de nueve jornadas.

El décimo octavo técnico de la era Gil ya era historia y llegó al banquillo el argentino Jorge D’Alessandro, que no logró revertir la tendencia pero a cuyas órdenes el colombiano jugó su mejor partido con la elástica rojiblanca. Fue en la ida de los octavos de final de la Copa del Rey frente al FC Barcelona en la ciudad condal. El delantero saltó al césped en la segunda mitad y marcó dos tantos en la goleada de los suyos por 1-4 apenas unos días después de que Jesús Gil gritara a los cuatro vientos que «Yo le voy a decir, mira muchachito, si quieres que no te ponga blanco tienes que hacer en los partidos lo mismo que haces en los entrenamientos. Si no, a la grada y a traerme un equipo que te lleve para que te vayas por ahí ya, que no te queremos ni ver». «Los jugadores son simples empleados que cobran mucho dinero y que yo entiendo que no están respondiendo a lo que están cobrando; si eso les desmoraliza que les den por ahí», remataba.

El doblete ante el cuadro entrenado por Johan Cruyff parecía cambiar la situación del ex del Bayern Múnich en la capital de España. Jesús Gil decía que era un «milagro» mientras su hijo Miguel Ángel Gil Marín matizaba que Valencia «no es tan malo como parece» antes de añadir que el colombiano estaba «empezando a demostrar que no nos equivocamos con su fichaje». Ese fue el mejor momento del «Tren» Valencia en España. Así lo reconoce el propio jugador en nuestra conversación por teléfono: «El FC Barcelona tenía una gran plantilla en esa época, por lo que cuando haces goles a un equipo como este demuestras tu jerarquía, das la razón a los que te ficharon y confirmas que eres un jugador válido para el equipo». Además, el doblete ante los culés trajo un regalo inesperado al jugador: «Estaba en mi casa de Las Rozas cuando de repente recibí una llamada de Jesús Gil. Al salir, vi que me había traído un Jaguar deportivo blanco. Me dijo: ‘Tren, este es el coche que tú te mereces’». Fue su canto del cisne.

Acusado de abandonar el terreno de juego simulando una lesión después de haber fallado algunas ocasiones claras de gol frente al Albacete en la ida de los cuartos de final de la Copa del Rey, la eliminación a manos de los manchegos apenas unos días después disparó la ira del presidente rojiblanco. En el banquillo como relevo de Jorge D’Alessandro, el argentino Alfio Basile recordaba que Gil irrumpió en el vestuario después de un partido y le lanzó al futbolista: «Te tenía que haber agarrado el Ku Klux Klan, te tenían que matar». El propio entrenador tampoco se libraba de los dardos del mandatario: «Llevo dos meses sin hablar con este señor. Le he llamado como veinte veces. Los horarios no coinciden. Cuando yo me levanto, él se acuesta». «Me cago en el contrato», respondía el propio técnico que tenía entre sus manías colocar su paquete de Marlboro delante del banquillo en dirección a la portería rival.

Tras algunos ataques más tibios como el posterior a la derrota por 0-2 en casa frente al Celta de Vigo ya en el mes de abril –«Es un tipo imposible y ha dado vergüenza verlo. Voy a venderlo y a partir de ahora antes de fichar investigaré los genes de mis fichajes, hasta a sus padres, para saber que tipos de personas son»- el 0-0 en Las Gaunas frente al colista Logroñés a finales de ese mismo mes supuso un punto de inflexión. Después de enfrentarse al jugador en el vestuario, el presidente estallaba ante los medios. Lo hacía con notable vehemencia: «Cuando hablo con fracasados no quiero contagiarme. Al negro le corto el cuello. Me cago en la puta madre que parió al negro. Ya estoy harto de aguantar. Cuando no veo actitud me cargo a mi padre. Y al resto de jugadores es para coger una ametralladora y fusilarlos».

El Atlético de Madrid finalmente logró escapar de los puestos de descenso y ni siquiera se vio en la necesidad de disputar la promoción. Sin embargo, «el Tren» Valencia estaba sentenciado y abandonó el club al finalizar la temporada. Lo hizo con unos exiguos registros de 6 goles en 24 partidos de Liga y una sensacional lista de errores groseros. Mirando atrás, ahora el futbolista se arrepiente de su adiós, nos explica: «En ese tiempo yo era un jugador joven y no tenía experiencia. A veces se cometen esos errores por la falta de experiencia. Había un contrato de tres temporadas. Me equivoqué saliendo. La mejor decisión hubiera sido quedarme, pues después de un primer año de adaptación y conocer el ambiente, compañeros, medios… Tenía otros dos años más. Yo en España tenía más facilidad, porque si lo hice en Alemania sin conocer el idioma, estando en Madrid donde conocía lo que me decían podría haberlo hecho. Fui impaciente».

Su nuevo destino se encontró en Colombia defendiendo los colores de Independiente Santa Fe y América de Cali, paso previo a un nuevo regreso a Europa, en este caso a la Reggina, que pagó por él alrededor de cuatro millones de dólares, una cifra superior a lo que la Juventus pagó por Zinedine Zidane o el Inter de Milán por Youri Djorkaeff. Fue el comienzo de un largo peregrinar por el desierto que incluyó a Independiente Medellín e Independiente Santa Fe en Colombia, PAOK en Grecia, MetroStars en Estados Unidos, Unión Atlético Maracaibo en Venezuela o Zhejiang Lucheng en China, donde confirmó su retirada en 2004 con 36 años.

Apenas un año después de su retirada y cuando llevaba una década fuera de nuestro país, ‘el Tren’ Valencia volvió a nuestras vidas. Lo hizo en una campaña de Renault de la que también formaron parte Robert Prosinecki y Emmanuel Amunike y donde aparecía con varios kilos de más y bocadillo en mano. «Estás preparado, vamos a triunfar», gritaba desde un sillón. A la hora de responder al motivo que le hizo aceptar esta original propuesta, ‘el Tren’ tira de humor. «En la vida siempre hay que disfrutar y tener alegría con lo que haces. Yo soy un privilegiado porque Dios me dio una carrera fabulosa jugando al fútbol, que es lo que más me gustaba hacer. Igual que disfrutas dentro del campo tienes que divertirte cuando estás fuera y tratar de pasarlo bien».

Con la perspectiva que da el tiempo, el atacante echa la vista atrás y recuerda con «cariño» su etapa en el Atlético de Madrid, donde se sintió «muy bien tratado». «No tengo ninguna queja sobre el Atlético de Madrid porque es un club que confió en mí y hubo una buena relación con todos mis compañeros», reconoce. También, antes de colgar, guarda palabras de cariño para Jesús Gil, sobre el que señala que «era una excelente persona» antes de añadir: «Siempre iba para adelante y estaba muy seguro de lo que iba a hacer. Lo que más me gustaba de él es que era alguien que si tenía que decirte algo, te lo decía. Son peores las personas que lo hablan todo por detrás».

Su cariño al Atlético de Madrid permanece intacto y sigue viendo los partidos de los rojiblancos, donde ve a un jugador que le recuerda a él: «Morata, porque es un goleador. Yo era goleador y él no tiene algunas de las características que tenía yo, como era mi capacidad para encarar, el dribbling… pero en la ambición de cara a puerta y esas ganas de dar lo mejor sí se parece».

 

6 Comments

  1. Qué locos aquellos años, y ya Gil & Gil. Tremendo lo de Miguel Ángel rechazando a Ronaldo Nazario, pifia histórica.

    Un saludo.

  2. JUAN MANUEL

    Gracias por el artículo Iván. Con el «Tren» siempre me quedó la sensación de qué habría sido si de él y el equipo, si Gil no hubiera hecho una de las suyas. Siempre recuerdo aquellos dos goles que le hizo al Barcelona en la copa del año 1995. Recordar es volver a vivir.

  3. Gran artículo Iván, que pena que no saliera Ronaldo al Atleti, eso si hubiera cambiado la historia. El fichaje de Santi no es de la 94-95, es de la 95-96 junto Molina del Albacete, el que venía del Albacete en esa temporada era Geli

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  5. ¿Errores «groseros»?

    Entonces, ¿hay errores «amables» también?

    Vaya manera de destrozar el castellano.

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