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Gregor Fučka: «En principio, yo quería jugar con Yugoslavia, porque era más fuerte que Italia»

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Gregor Fučka

Sus orígenes balcánicos y la formación deportiva que tuvo en Italia aseguraban una combinación de talento y competitividad que explotó durante los 90 y los primeros años del nuevo siglo. Ambidiestro, su movilidad y habilidad con el balón lejos del aro –desde sus 215 centímetros- convirtieron a Gregor Fučka (Kranj, Eslovenia, 1971) en un adelantado a lo que estaba por llegar en el baloncesto mundial.

El nivel alcanzado queda reflejado en dos premios individuales que consiguió en el año 2000. Fue reconocido como Mr. Europa –por la revista «Superbasket»- y logró el Euroscar European Player of the Year Award. En el historial de ganadores del primero de ellos figuran Kukoč, Petrović, Djordjevic, Danilović o Sabonis. En la lista del segundo, Stojaković o Nowitzki.

Franquicias como Pacers o Clippers (los angelinos pusieron un contrato de cuatro años encima de la mesa y Bill Fitch estaba empeñado en su incorporación) quisieron que se aventurase en la NBA, pero prefirió hacer historia en Europa. Y la recuerda, con calma y una excelente memoria, en una cafetería junto a la Piazza Santo Stefano de Bolonia.

¿Cómo fueron tus inicios en el baloncesto? ¿Cuál era tu principal motivación?

Nunca pensé en el baloncesto como una profesión. Siempre lo he vivido como una pasión. Tenía el sueño de llegar alto, y cuando comenzaba me fijaba en Dražen Petrović. La idea de ganarme la vida con el baloncesto llegó después. Al principio mi meta era llegar al máximo nivel posible dentro de un deporte que me gustaba mucho.

¿Desde el principio destacabas físicamente respecto a la gente de tu edad?

Sí, de pequeño era siempre el más alto de la clase.

Empezaste a jugar en Eslovenia cuando el país todavía pertenecía a Yugoslavia.

Jugaba en las categorías inferiores del Olimpija, aunque salí de Liubliana antes de que se produjese la independencia de Eslovenia. Tenía 17 años cuando me fui a Trieste. Tanjević me quería y mostró mucho interés.

He leído que Tanjević viajó varias veces a Liubliana para verte jugar.

Venía a verme con frecuencia. Él supo que quería adquirir la nacionalidad italiana. Me enteré de que tenía esa oportunidad por casualidad, hablando con mi tío.

¿Tenías familiares italianos?

Mi padre nació en Trieste, aunque tiene la nacionalidad eslovena. Trieste está junto a la frontera, así que muchos italianos y eslovenos van de un país al otro. Mi padre, por ejemplo, fue a la escuela en Italia, y luego, cuando le tocó ir a la universidad, se marchó a Liubliana. Con estas historias familiares supe que podía adquirir la nacionalidad italiana.

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¿Tanjević te insistió mucho para ello?

Tanjević quería que viniese a Italia. Además en Trieste estaban mi abuela, mis tíos, un familiar de mi padre… Tenía que ir a Trieste.

Por otro lado, a nivel de selecciones, el baloncesto yugoslavo era top. De hecho, en principio quería jugar con Yugoslavia, porque era más fuerte que Italia.

A finales de la década de los 80 el baloncesto yugoslavo pasaba por una época de esplendor.

Yugoslavia estaba siempre muy arriba. Tenía el sueño de jugar en aquella selección, pero justo el año que me tocaba disputar el Torneo de Mannheim no pude ir. Tenía problemas en la espalda. Fue una desilusión y una desgracia, pero eso me permitió ser seleccionable por Italia.

Si hubieras jugado con Yugoslavia ese torneo…

Un solo partido con Yugoslavia habría bastado para alejarme de la selección italiana. Después Tanjević me convenció para representar a Italia. Habló conmigo muchas veces y me prometió que llegaría a la selección absoluta.

Pero en tu primer año en Italia te quedaste sin jugar.  

Sólo podía adquirir la nacionalidad italiana cuando cumpliera 18 años. Llegué a Trieste con 17. Mi cumpleaños es el 7 de agosto y pasaron unos meses antes de que el club pudiera tramitar mi ficha. En aquel momento el equipo estaba en la segunda categoría italiana. En mi primer año estaba con los jóvenes, aunque ya entrenaba con el primer equipo de Trieste. También entonces empecé a competir con la selección italiana, y ganamos un Eurobasket en categoría júnior.

¿Cuándo comienzas a trabajar de manera individual con Pino Grdović?

[Hace memoria durante unos segundos] Con Grdović empecé cuando tenía 20 años. Él llegó a Trieste con Bodiroga, que era serbio. Los dos vinieron desde Croacia cuando empezó la guerra. Grdović le dijo a Tanjević que Dejan tenía condiciones para jugar ya en Primera. Tanjević contestó que eso era imposible. Grdović insistió: «Puede jugar, créeme». Y Dejan empezó a jugar.

Bodiroga es un poco más joven que yo. Llegó a Trieste cuando yo llevaba jugando un año en la primera categoría. Entrenaba con nosotros y ya se veía que tenía un talento especial. Al final del curso fichó por el equipo.

A este grupo de trabajo que tenía con Grdović y Bodiroga luego se unió De Pol.

Que sería campeón contigo en el Eurobasket de 1999.

Sí, pasábamos juntos muchas horas. Y Tanjević nos daba oportunidades para jugar con el primer equipo. Él me puso en la cancha con 18 años, siendo Stefanel Trieste un recién ascendido a la máxima categoría. Ahí me encontraba yo, jugando contra Roma y enfrentándome a Rađa. Menudo equipazo…

En aquellos años la competición italiana era potentísima.

Y en mi primer año ya jugaba 20 minutos por partido. Muy pocos entrenadores confían en los jóvenes de esta manera. Tanjević lo hacía.

Tuve mucha suerte de trabajar con él y con Pino Grdović, que ha formado a muchísimos jugadores. Era una gran combinación para mí.

Por las manos de Grdović pasaron también otras estrellas del baloncesto europeo como Komazec, Kukoč, Rađa, Perasović o Vujčić. Para Gregor fue una figura especial; su sombra en Trieste, Milán, Bolonia y Barcelona.

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Viendo el currículo de Pino, su estancia en Trieste tuvo que significar mucho para vuestro desarrollo como jugadores.

Es cierto que yo tenía talento. No lo voy a negar. Ya jugaba en la selección italiana de mi categoría cuando comencé las sesiones con él, pero la manera que tenía de pulir cada detalle te ayudaba mucho.

El trabajo individual es fundamental. Yo lo hacía cada día, a veces durante seis horas: mañana, tarde, mañana, tarde. Sin descansar. No era como ahora, que hay mucho descanso. A mí el trabajo duro ya me gustaba antes de ir a Trieste. Siempre trabajé mucho, también en el Olimpia, con Zmago Sagadin de entrenador. Llegaba cada mañana y hacía trabajo extra.

Tanjević ya me había avisado de que Pino era un entrenador increíble, y de que podía venir a Trieste con nosotros. Al final tuve la suerte de coincidir con él. Con esto no quiero decir que Tanjević no fuese un gran entrenador; lo era, y también trabajaba aspectos individuales, pero Pino era un especialista, ¿sabes? Aunque podía haber sido muy buen entrenador de equipos, más allá del trabajo individual. Había estado en el cuerpo técnico de la Jugoplastika, por ejemplo. Siempre ha demostrado un nivel altísimo y es respetado por todos.

Tanjević sabía que Pino podía dar un gran empujón a los jugadores. Mira el caso de Dejan. Con menos de 20 años era el mejor jugador de la Liga italiana. Una competición en la que estaban estrellas como Kukoč, Rađa, Vinny Del Negro… y Dejan en su primer año era el mejor de todos.

Puedes tener talento. Eso es una cosa. Pero el desarrollo de ese talento no se produce sin trabajo duro. Creo que esto lo pueden decir todos los jugadores que han llegado a lo alto y se han mantenido. Figuras como Michael Jordan, que han trabajado muy duro. Un gran talento puede mantenerte un tiempo, pero sin trabajo se acaba viniendo abajo.

Aunque no ganamos títulos, fueron años muy bonitos en Trieste.

Aquel descarado Stefanel Trieste se presentó al público español, con sus jóvenes figuras, en el Torneo de Navidad de 1993. No ganó el trofeo, pero se dio el gustazo de vencer al Real Madrid (86-96). Muchos descubrieron esos días a Bodiroga y Fučka. Además de las perlas que Tanjević pulía con esmero, la mayor experiencia de jugadores como Ferdinando Gentile aportó un plus imprescindible para que el resto de Europa disfrutase pronto de lo que se estaba cociendo en Trieste.

El Stefanel perdió la final –a doble partido- de la Copa Korać en 1994. Cayó contra el PAOK de Salónica. El PAOK de Branislav Prelević, Walter Berry y Zoran Savić. En semifinales habían apeado al Recoaro Milano de Aleksandar Djordjevic y Antonello Riva, entrenado por Mike D’Antoni.

Gregor Fučka

En 1994 alcanzáis la final de la Copa Korać.

Y luego llegamos otras dos veces con el Stefanel Milano a la final de esa competición. Perdimos las tres veces, pero es que éramos un equipo joven, con jugadores en formación.

En la Korać aquellos años participaban grandes equipos.  

Sí, perdimos esas finales, pero acabamos ganando Liga y Copa en Milán. Creo que Trieste y sus aficionados merecían un título también.

Sería complicado dejar Trieste atrás, con tantos recuerdos…

Fue complicado, sí, porque había estado varios años allí. Es una ciudad más pequeña que Milán, y está un poco al margen del resto de Italia. Es muy, muy bonita.

Junto a la frontera con Eslovenia.

Y con una lengua propia, como un slang. Allí hablan en triestino. Es algo diferente al italiano.

¿Un dialecto?

Sí, exacto. Cuando iba con la selección italiana y hablaba en triestino, todos me miraban en plan: «¿En qué lengua nos estás hablando?». Cuando fui a Milán eso cambió.

Vuelvo a decir que Trieste se merecía de verdad una copa, porque la ciudad estaba volcada con nosotros. El problema fue con el pabellón [desacuerdos institucionales provocaron que el propietario, Giuseppe Stefanel, que quería que el equipo jugase en un recinto más grande, se llevase el club a Milán. La mudanza incluyó a los mejores activos del proyecto: Tanjević, Bodiroga, Fučka, Gentile, De Pol y Cantarello; NdR]. Ya éramos buenos; sólo nos faltaba el último paso. Ocurrió en Milán, pero podría haber pasado cuando todavía estábamos en Trieste.

Tanjević fue construyendo el equipo con jugadores jóvenes. Así se necesita un poco más de tiempo, pero él como entrenador siempre creía en los jóvenes, también para disputar el play-off y los partidos importantes.

Tenía una mirada a largo plazo.

Es así, aunque también necesitas resultados mientras estás creciendo. Y nosotros nos clasificábamos para el play-off casi todos los años.

Yo creo en esta manera de trabajar, pero hoy es más complicado desarrollarla. Todos quieren resultados cuanto antes. Pienso que falta esta visión a largo plazo en el baloncesto europeo. Son muy pocos los equipos que pueden formar a jugadores jóvenes con paciencia. En Euroliga, por ejemplo, tienes exigencia inmediata de resultados.

Antes hemos hablado de cómo trabajabas con Grdović año a año para mejorar tus fundamentos. O cómo lo hacía Bodiroga. En la actualidad, cuando un joven empieza a destacar, enseguida llega la NBA. No se pueden completar los procesos de formación.

Unos a la NBA y otros a las universidades de Estados Unidos. Los equipos ya no invierten en cantera como antes. Antes el club tenía la propiedad del jugador en formación. Ahora no. Ahora uno se puede ir en cualquier momento. Inviertes en un jugador, el jugador se va y el equipo formador no recibe nada. Antes invertías dinero, el jugador era de tu propiedad y llegado el momento lo podías vender. Pasaba lo mismo en el fútbol.

Han cambiado mucho las cosas. También en España es un problema. Sé que hay jugadores jóvenes muy buenos que se han ido a las universidades estadounidenses, donde cobran mucho dinero. Yo creo que en Europa todavía hay espacio para los jóvenes y para trabajar con la cantera.

Barcelona y Real Madrid lo están haciendo, y otros equipos también están invirtiendo. Sigo mucho el baloncesto en España, porque me gustaría trabajar allí. En los últimos años, España ha tenido grandes resultados con sus combinados jóvenes.

Esto es el resultado de una formación y de un trabajo, que permite después que lleguen los resultados del primer equipo, el de Scariolo. Todo el trabajo va orientado a fortalecer al equipo principal. Esto falta en Italia desde hace mucho tiempo: una programación que dé resultados. Es un gran pecado de nuestro baloncesto, porque Italia tiene las mismas posibilidades que España para hacer las cosas bien.

Gregor Fučka

Son países muy parecidos.

Pero en esta cuestión estamos lejos. También faltan inversiones, que llegarían si se creyese un poco en la cantera. Se necesita que haya una conexión: desde abajo se debe preparar a los jugadores para el primer equipo. Si no, la cantera sirve de poco.

Como entrenador pienso de esta manera, con esta idea. Podemos hacer mucho en este sentido. En sitios como España se están haciendo bien las cosas, aunque todos sabemos que en el más alto nivel no se puede esperar a nadie. Necesitas estar preparado cuanto antes.

Se exige rendimiento de manera inmediata.

Sí, y el entrenador es el primero que se va a la calle si los resultados no llegan.

En el caso de aquel equipo de culto que se mudó a Milán, los resultados sí acabaron llegando, y a lo grande. La temporada 1995/96 asistió a un histórico doblete. La coronación en la Lega llegó tras superar en la final a la Fortitudo (3-1 en la serie al mejor de cinco partidos). El desenlace de la competición volteó todas las predicciones. El Stefanel había finalizado la fase regular en quinta posición. En el mes de marzo Fučka había levantado la Coppa, su primer trofeo con un club profesional (tras la victoria ante el Verona). 

En el año del doblete con Olimpia Milano, compartiste equipo con una exestrella de la NBA como Rolando Blackman. ¿Qué recuerdos tienes de esa experiencia? ¿Se integró bien en el grupo?

Rolando fue fantástico. Tenía una seriedad en la pista… y era muy generoso.

Vamos, que su fichaje fue un acierto total.

Era un jugador muy serio, que trabajaba mucho. Y si le decías que defendiese a una estrella del equipo rival, como podía ser Djordjevic, tenías que ver cómo defendía. Fantástico. Un jugador y un tirador increíble. Nos dio ese último impulso que nos quedaba para ganar títulos.

Rolando era una estrella. Pero no una estrella de esas que cogen el balón y no lo sueltan. Era una estrella que entendía que estaba en un equipo joven y que podía ayudarnos a crecer. Era muy inteligente y estaba muy centrado. Siempre he dicho que un equipo gana cuando se consigue que haya química entre los jugadores.

Has trabajado muchos años con Bogdan Tanjević. Si tuvieras que quedarte con una cualidad suya, ¿cuál sería?

Su capacidad para transmitir a los jugadores lo importante que es trabajar duro, y todos juntos, para obtener resultados. Y la importancia de hacerlo con seriedad. Él sabía transmitir esta integridad en la manera de hacer las cosas. No sólo dentro, sino también fuera del baloncesto.

Gregor Fučka

Como un profesor.

Sí, en Trieste nos sentábamos con él para charlar, y nos seguimos sentando ahora. Él es de la vieja escuela. De los entrenadores veteranos se puede aprender mucho. No hablo sólo de Tanjević. Hay muchos otros, como Recalcati, como Aíto en España. Aíto no está entrenando ahora, ¿no?

No ha vuelto desde que dejó el Girona.

Todos necesitamos a este tipo de entrenadores, por todo lo que podemos aprender. Hay personas con 70 años o más a las que no les queda ya nada por enseñar, pero luego ves a entrenadores con esa edad que tienen una cabeza mejor que la nuestra. Casi nunca se invita a estos técnicos para que hablen con las nuevas generaciones.

Muchas veces a la gente mayor se la aparta, cuando precisamente esas personas son las que más conocimientos acumulan.

Yo estuve en Girona, en un entrenamiento de Aíto. Su cabeza es…

Tiene todo el baloncesto ahí dentro.

Le dije: «Coach, ¿qué es lo que tienes dentro de la cabeza? Que quiero cogerlo yo también» [risas]. Joder, estar así con esa edad…

Estos entrenadores deberían transmitir mucho a la gente más joven. Sólo hay que ver la pasión y la experiencia que tienen… Son cosas que necesitamos mucho. No podemos apartarlos simplemente porque sean viejos. A mí esto me duele. Parece que tenemos miedo de estas personas, y creo que tienen un tesoro del que podemos coger cosas.

Miras la experiencia que tienen y la comparas con la que tenemos nosotros… Ellos llevan entrenando 40 o 50 años. ¿Cuándo llegaremos nosotros a esos números? Es una pasada.

El baloncesto ha cambiado, pero sigue consistiendo en coger un balón y meterlo dentro de una canasta [sonríe]. Las reglas han cambiado, pero no tanto. El baloncesto es lo que es. Las bases del juego son las mismas.

En América se habla mucho con los entrenadores más veteranos. Siempre se intenta llamarlos, invitarlos para que hablen delante de gente… Para mí, esto falta en Europa. Ves pocos entrenadores que impartan lecciones, y todos necesitamos escuchar a los que saben.

Está el caso, por ejemplo, de Recalcati. Fue seleccionador italiano y ahora parece que está apartado. No sé qué pasó. Sería muy positivo que un señor entrenador como él ayudase al baloncesto italiano. Necesitamos aprovechar todo este conocimiento. Es lo que pienso.

Instalado en Milán, el Stefanel llegaría a dos finales más de la Copa Korać. En 1995 cedió ante el Alba Berlín entrenado por Svetislav Pešić (y con Saša Obradović de líder en pista). Al año siguiente, fue el Efes de Estambul el verdugo (con un gran equipo que incluía a Naumoski, McRae, Sarica o Türkcan). Fučka logró 20 puntos en el encuentro de vuelta de aquella final, resuelta por un margen escasísimo (146-145 fue el tanteador global).

En su última campaña en el Stefanel, la 1996/97, Gregor rozó el pase a la Final Four de la Euroliga. Perdió en el tercer partido de la eliminatoria de cuartos ante un rival especial, el Olimpija esloveno. Una trayectoria muy meritoria, ya sin Bodiroga en la cancha (había fichado por el Real Madrid) ni Tanjević en el banquillo.

Gregor Fučka

En 1997 acaba tu etapa en Milán. ¿Por qué te decantas por la Fortitudo?

Tenía dos posibilidades: la Virtus o la Fortitudo. Lo primero en lo que pensé fue en los colores de cada club. No es broma. El color negro, por ejemplo, nunca me ha gustado para una camiseta. Piensa en los equipos donde he jugado. Empecé en Olimpia de Liubliana, con la camiseta verde y blanca. Luego en los clubes de Italia, o en el Barcelona, siempre estaban los colores rojo, azul y blanco. En la Fortitudo jugaría de blanco y azul.

Dejando los colores al margen, me atraía mucho la posibilidad de ir a un club que no había ganado nunca títulos importantes. No es que fuese un equipo nuevo, pero en esos años estaba emergiendo. Por el contrario, la Virtus era un club muy consolidado deportiva y económicamente. Algo similar al Real Madrid en España.

En ese sentido, la Fortitudo suponía un desafío mayor. Las dos ofertas estaban a la par y elegí. Quizás en la Virtus hubiese ganado más títulos. Puede ser. Pero sentía más pasión y emoción por ir a la Fortitudo. Recuerdo el primer Scudetto que ganamos. Fue increíble. Es verdad que pudimos haber ganado más, porque tuvimos buenos equipos.

Os faltó ganar la Euroliga.

Es que, de alguna manera, el club estaba por hacer. Nosotros éramos muy buenos como equipo. Uno de los mejores, como la Virtus. Sin embargo, el club no estaba al mismo nivel. Teníamos un gran presidente y había mucha pasión, pero…

¿Era un problema estructural?

Para mí, la organización no estaba preparada en algunos aspectos. Por ejemplo, cuando las cosas no iban bien, no había nadie que dijese: «Hasta aquí» [da un golpe sobre la mesa]. Nadie que marcara una línea clara a jugadores, entrenadores… Había mucha pasión, pero faltaba el rigor necesario en algunos momentos.

Pienso que ahí estuvo la diferencia. Porque si miras los equipos… Eso sí, siempre he dicho que la responsabilidad final es de los jugadores. Ganamos y perdemos los que jugamos. Ya está. Das la mano a los rivales y se acabó.

A quienes más veces dio la mano Gregor en su primera temporada en la Fortitudo fue a los jugadores de la Virtus. La 97/98 estuvo marcada por la profusión de derbis boloñeses. En las semifinales de la Coppa, la Effe salió victoriosa (64-73), camino de una final en la que se impondría a la Benetton. El primer título de Fučka con la Fortitudo podía augurar un curso histórico, pero la Virtus se levantó de la lona y venció en los cuartos de la Euroliga.

El desafío definitivo llegó en la final de la Lega, resuelta en el quinto partido. En los cuatro anteriores había triunfado el equipo visitante. La anomalía se corrigió en el quinto, de una forma increíble (86-77 fue el resultado). La Virtus llevó el encuentro a la prórroga tras una jugada inolvidable de Danilović. Un triple más un tiro libre adicional por una falta de Wilkins.

Con la experiencia y la perspectiva del tiempo que ha pasado, miras atrás y te das cuenta del equipo que teníamos: Wilkins, Rivers, Myers… De hecho estuvimos siempre por delante en el quinto partido. Perdimos esa final de una manera… Era como si una fuerza superior nos dijese que no podíamos ganar. Como si Dios nos dijese: «Hasta aquí».

En el quinto partido, segundos antes del histórico 3+1 de Danilović, fallaste un tiro libre. Tuviste en tus manos la posibilidad de sentenciar aquella final. Supongo que el palo fue tremendo.

Sí, sí. Yo fallé el segundo tiro libre, pero después de la jugada de cuatro puntos pasaron más cosas. Perdimos un balón en una entrada a canasta, y en la jugada siguiente ellos fallaron un tiro para ganar. Yo cogí el rebote y me hicieron una falta que no fue señalada. Fuimos a la prórroga y perdimos. Así es el baloncesto.

Hubo gente aquí que echó la culpa a los dos extranjeros [Wilkins y Rivers], que se fueron del club después de la final. Pero eso es una tontería. Ganamos todos y perdemos todos. Todos tenemos una responsabilidad. Eso es lo primero. Luego ya podemos hablar de mi fallo, del fallo de otro, de esa falta personal, de esa pérdida de balón… Así es el baloncesto, ¿no? Podría haber sido de otra manera, pero así sucedió.

Gregor Fučka

Había muchísima tensión en esos partidos. En la temporada 1997/98, otra de las escenas más recordadas de los duelos contra la Virtus fue la pelea que se generó al final del primer encuentro de cuartos de la Euroliga. Todo empezó con un balón que lanzaste a Savić, con el que ya habías tenido un enfrentamiento en la final del Eurobasket.

Tiré el balón a Savić y todo iba a quedarse ahí, pero llegó Abbio y la situación se complicó. Y eso que éramos compañeros en la selección italiana. Por cierto, él también vive en Bolonia y a veces nos vemos.

Abbio se metió y ahí explotó todo. Después llegaron las expulsiones. Esto a veces pasa en el baloncesto. De todas formas, no me gusta mucho recordar las cosas malas. Las aparto [sonríe]. Prefiero quedarme con lo bueno, porque al final fallamos mucho en la vida, y no sólo en el deporte.

Años después fuiste compañero de Savić en la Fortitudo. Además, Zoran era el mánager general del FC Barcelona en una de las temporadas que jugaste allí. La vida da muchas vueltas. 

Sí, sí. Coincidimos en la Fortitudo y también en el Barcelona. Tenemos muy buena relación.

Para mí la guerra termina en la cancha. Cuando acaba el partido, nos damos la mano y podemos ir a comer juntos. El baloncesto es así. Damos lo máximo en la cancha y al terminar podemos ser tan amigos. Lo que pasó en aquel partido, con Abbio y con otros jugadores, está olvidado.

Con los rivales se comparten muchas horas de enfrentamientos. Es normal que haya roces, pero al final son parte fundamental en la carrera de un deportista. 

Claro. Yo quiero acordarme de las cosas buenas. Cuando haces algo mal, sabes que está mal y que eso no debe ocurrir. Yo como entrenador no podría decir a mis jugadores que esas actitudes son buenas, pero fue lo que pasó.

Además de la oferta el año que te marchaste de Milán, ¿intentó la Virtus ficharte en alguna otra ocasión?

No. Una vez que fiché por la Fortitudo ya no existió nunca esa posibilidad.

Hubo otros jugadores, como Frosini o Jarić, que sí hicieron ese cambio de acera.

La Virtus, como dije antes, es un equipo con mucha tradición, como lo es Milano. Yo fui del Olimpia Milano a la Fortitudo, que es un camino un poco más raro. Cada uno hace lo que considera mejor, aunque no le guste a la gente. Al final somos profesionales y trabajamos para el equipo que nos ficha. No me planteé ir a la Virtus cuando estaba en la Fortitudo, igual que no pensé en ir al Madrid cuando estaba en el Barcelona. Son rivalidades semejantes.

En 1999, tras superar al Real Madrid en la eliminatoria de cuartos de la Euroliga, perdéis en semifinales de la Final Four de Múnich contra la Virtus.

Pienso que estábamos en condiciones de ganar ese partido a la Virtus. Seguro. Pero llegamos en mal momento. Yo no estuve bien. Recuerdo que ganó el Zalgiris ese año. A la Final Four necesitas llegar listo, en un estado óptimo. Si no…

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Te lo juegas todo en dos días.

Si no llegas en buenas condiciones, ‘arrivederci’. Tuvimos muchos fallos en esa semifinal [57-62 fue el resultado; NdR].

En esa Euroliga disteis una gran sorpresa con la eliminación en octavos del Panathinaikos. Era el gran favorito al título.

Sí. Estaba entrenando con Pino [Grdović] y él dijo a nuestro entrenador, que era Skansi: «Mira, vamos a ganar a Panathinaikos». Skansi dijo que no. Lo veía imposible porque eran muy fuertes. Pino, sin embargo, estaba convencido de que íbamos a ganar en Atenas.

En aquel Panathinaikos jugaban Bodiroga y Rađa. Sólo había perdido un partido entre las dos primeras rondas. 

Era un equipazo, pero Pino dijo: «Vais a ganar». Y ganamos 2-0 la eliminatoria.

Creo que ellos se quedaron descolocados, como en ‘shock’, con la derrota en el primer partido [58-63]. Porque en el segundo ganáis de paliza [88-64].

Es que para ellos perder ahí, delante de 20 000 personas… Era difícil para nosotros, ¿eh?

En la temporada 1999/00 estuvisteis cerca de volver a la Final Four. Perdéis en cuartos con Maccabi, que era otro equipo extraordinario.

Los dos primeros partidos eran en la misma semana, con poco margen entre uno y otro. El primero lo ganamos en Tel Aviv [62-65]. Ganar en su campo al Maccabi es como ganar al Panathinaikos en Atenas. Igual. Y luego perdimos en casa.

Cuando lo más difícil estaba hecho.

Sí. Nosotros nos despertamos al día siguiente a las seis de la mañana, para el viaje de vuelta desde Tel Aviv. Creo que tuvimos que hacer una escala en Múnich, mientras ellos fueron en un vuelo chárter a Bolonia.

Ellos pudieron entrenar y prepararse mejor. Perdimos el segundo partido, y de vuelta en Tel Aviv no tuvimos opción de ganar por segunda vez. Si nosotros hubiésemos tenido un vuelo chárter como ellos… Son detalles importantes. La manera de recuperarse tras un partido es relevante.

A estos niveles cualquier aspecto puede marcar la diferencia.

Es que hablamos de detalles fundamentales. Alguien puede decir que son excusas, y puede parecer eso. Yo siempre digo que los jugadores son los que pierden, pero en estas cosas en apariencia pequeñas te juegas estar o no estar en una Final Four, ¿sabes?

Aquel equipo que se quedó a las puertas de la Final Four hizo una Lega 99/00 inolvidable. Bajo la batuta de Recalcati, la Fortitudo de Myers y Fučka, pero también de Karnišovas y Vranković, o de los todavía jóvenes Jarić y Basile, lideró la temporada regular con un balance de 27 victorias y sólo tres derrotas. Y en los playoffs, directamente, arrasó: 3-0 a Siena en cuartos, 3-0 a Verona en semifinales y 3-1 a la Benetton en la final (y eso que el primer duelo cayó del lado de los de Treviso). El primer título liguero en la historia de la Fortitudo llegó por aplastamiento.

En la Lega el curso fue para enmarcar.

Es que teníamos un equipazo… Y además había llegado Vranković para esa temporada.

Por la lesión de Karnišovas, yo tuve que ocupar en la final el puesto de ‘3’, donde jugaba él. Recalcati era el entrenador y dispuso un quinteto alto en la serie. Jugábamos con mucho sentido.

Gregor Fučka

La temporada siguiente, la 2000/01 la Virtus gana Lega y Euroliga [Fučka estuvo en el mejor quinteto de aquella edición; NdR]. En ambos torneos os superó con claridad.

Sí, fue el primer año de Ginóbili en la Virtus.

Y junto a él, Rigaudeau, Griffith, Smodiš, Jarić…

La llegada de Ginóbili marcó la diferencia. Él y Meneghin estaban en el mercado en el verano del 2000. Pudimos elegir, y en la Fortitudo nos quedamos con Meneghin.

Un movimiento que cambió el curso de la historia aquellos años.

Pero es que en ese momento Meneghin ya estaba consolidado. A Ginóbili apenas se le conocía en el baloncesto europeo. Estaba creciendo y nadie imaginaba que pudiese alcanzar el nivel que tuvo después. Fue una cuestión fortuita, porque la Virtus también quería a Meneghin. Fue Andrea el que eligió venir a la Fortitudo. La Virtus fichó a Ginóbili, pero su primera opción era Meneghin.

En 2002 Fučka fichó por el Barcelona. El conjunto catalán ya se había interesado por él el año anterior, con Aíto en el banquillo, pero llegó a la Ciudad Condal con Pešić como nuevo entrenador.

Pasamos al verano de 2002, cuando fichas por el Barcelona. ¿Qué te llevó a dar ese paso?

Pensé que necesitaba cambiar. Llevaba cinco años en Bolonia. En aquel momento me llamaron Baskonia y Barcelona. El Baskonia me ofrecía más años de contrato.

¿Te ofrecía cuatro años, no?

Sí, y el Barcelona sólo dos. Pero yo quería ir al Barça. Ahí estaban Pešić y Bodiroga.

¿Bodiroga te insistió mucho para que le acompañases? Él llegó a Barcelona en julio y tu fichaje se cerró en agosto.

Hablé con él, sí. Me dijo que con Pešić las cosas irían bien, y yo no lo dudé. Acepté la oferta del Barcelona. Era por dos años, pero al final me quedé dos temporadas más. Creo que hice la mejor elección. El primer año ganamos el triplete.

No estuvo mal para comenzar.

[Risas] Exacto.

¿Qué es lo que más recuerdas de aquel año histórico? Enseguida te darías cuenta de la obsesión que había con el título de la Euroliga en Barcelona.

Era normal en un equipo como el Barça, que no había ganado nunca esta competición. Costaba mucho ganar una Euroliga, y ahora sigue siendo muy complicado, incluso más. Ese equipo del 2003 estaba hecho para ganar, y Pešić hizo todo lo que debía.

Teníamos un equipazo, y además había buen ambiente entre nosotros. El hecho de jugar en casa la Final Four fue increíble. El Palau Sant Jordi estaba… Sentíamos que había que ganar. No podías salir de ahí sin la copa de campeón. Ganar o ganar. Era la sensación.

Por otro lado, es difícil jugar una Final Four en casa. Tienes mucha presión, pero ganar ante nuestra afición fue increíble. El Palau Sant Jordi parecía el Camp Nou. Estaba todo teñido de blaugrana.

El 11 de mayo de 2003, Gregor contribuyó con 17 puntos y seis rebotes al histórico triunfo en la final contra la Benetton de Treviso (76-65). Enfrente, viejos conocidos italianos en el banquillo (Ettore Messina) y en pista (Pittis o Marconato).

Dos días antes, ya había sido decisivo ante el CSKA de Moscú (21 puntos). Y, yendo más atrás, aquel fin de semana inolvidable hubiera sido imposible sin la victoria en Atenas frente a Olympiakos. El Top 16 se había puesto cuesta arriba por una derrota en Liubliana, y sólo valía ganar en un ambiente infernal. Fucka, con 17 puntos, fue el líder que permitió sobrevivir a la encerrona helena.

Gregor Fučka

Repasando aquella Euroliga, casi os costó más superar el Top 16 que ganar la Final Four. Ese partido en Atenas con Olympiakos…

Recuerdo que ese día nos movían la base de la canasta mientras lanzábamos los tiros libres. Ganamos por puro carácter.

Acabó 55-58. El resultado lo dice todo.

Y no jugamos en el pabellón habitual. Jugamos en uno pequeño [el Korydallos Sports Hall]. Ellos querían generar la mayor presión posible. Allí demostramos que podíamos ganar la Euroliga. Cuando un equipo vence en un ambiente así de complicado demuestra que tiene calidad para ganar la competición.

Con un roster que combinaba grandes dosis de calidad, experiencia y poderío físico (Jasikevičius, Bodiroga, Fučka, Navarro, Femerling, Dueñas, Nacho Rodríguez, Rodrigo de la Fuente…), el FC Barcelona de Pešić hizo pleno. Completó el histórico éxito en la Euroliga con los títulos de Copa del Rey (ganó al TAU Cerámica) y ACB (3-0 en la serie final contra el Pamesa Valencia).

Lo malo de hacer un primer año tan redondo es que es inmejorable. La temporada siguiente supo a poco ganar únicamente la Liga ACB [3-2 a Estudiantes en la final].

Sí [sonríe]. La Liga puede saber a poco. Yo ese año tuve un problema con el pie, y estuve fuera dos meses. Tenía afectado el peroné, y anduve con molestias bastante tiempo. Me perdí la última parte de la Euroliga. Varejão ocupó mi plaza de extranjero en esos partidos. Después decidí que lo mejor sería hacer la recuperación en Croacia, con mi médico de confianza.

Algunos pensaban que cometía un error. En Barcelona me propusieron operarme y no quise. Me preguntaron que cuándo volvería a jugar, y mi médico aseguró que estaría de vuelta en dos meses. Así fue, exactamente. Regresé para el último partido de Euroliga. Entonces estábamos ya casi eliminados.

Necesitábamos ganar y que se diesen varias combinaciones. El partido era en Treviso, y ahí volví a jugar. En junio ganamos la Liga ACB y renové por dos temporadas. Mi médico hizo un trabajo increíble en esos meses.

En 2005 llega Ivanović al Barcelona. Él te quiso para el Baskonia y años después pudisteis trabajar juntos.

Sí, no fui al Baskonia en su día y acabé junto a él en Barcelona. La 2004/05 fue complicada, con cambios de entrenador, y para la temporada siguiente llegó Ivanović. Con él tuve algunos problemas. Al final jugué los partidos importantes, pero durante la temporada entraba y salía de la rotación. Esto a mí me descolocaba.

No rendí esa temporada como me hubiese gustado. Perdimos en la Final Four [en semifinales, contra el CSKA; NdR], no hubo buenos resultados y acabó mi etapa. El Barcelona apostó por Jordi Trias, que jugaba en mi posición. El Girona me quería y decidí cambiar de club.

Allí viviste un año muy bonito.

En Girona estuve increíblemente bien. Teníamos un equipo muy bueno. Ganamos la FIBA EuroChallenge [actual FIBA Euro Cup]. Tuvimos la sensación de haber ganado algo histórico, aunque no fuese la Euroliga ni la Eurocup. Superamos a equipos potentes. Fue un año muy bonito, para recordar.

La copa a la que se refiere Gregor se conquistó en Girona, sede de la Final Four. El Akasvayu superó a Estudiantes en la semifinal y al Azovmash en el choque definitivo. El conjunto ucraniano impidió una final contra la Virtus.

En la localidad catalana, Fučka coincidió con varios nombres conocidos. Empezando por Svetislav Pešić y siguiendo por una mezcla de veteranos como Darryl Middleton y jóvenes como Marc Gasol.

Gregor Fučka

En Girona coincidiste con Marc Gasol. Fue el año de su explosión, en la temporada posterior al Mundial de 2006.

Ya se veía que el techo de Marc estaba muy arriba. Yo también lo vi en Barcelona. Tenía una muñeca y un talento en las manos… Después era cuestión de trabajar bien y hacerlo con seriedad. Ha hecho grandísimas cosas. Sus años en la NBA y sus logros con la selección española son historia del baloncesto.

En abril fue retirada su camiseta en Memphis.

Es lo lógico. En Estados Unidos ha hecho todo lo que se puede hacer, y también logró un anillo, aunque no fuese en Memphis. Ahora está haciendo grandes cosas para el Girona. No sé cuántos serían capaces de hacer algo así: ponerse a jugar en la segunda división de su país, habiendo sido una estrella de la NBA, y llevar a su equipo a la primera categoría. Además está trabajando para hacer al club sostenible económicamente. El amor que tiene por Girona es tremendo.

Después de la experiencia en Girona, llegó la hora de regresar a Italia. Acudió a la llamada de su viejo socio, Dejan Bodiroga. Acababa de retirarse y había sido nombrado mánager general de la Lottomatica de Roma. Allí volvió a compartir vestuario con Rodrigo de la Fuente, jugó con una futura figura llamada Erazem Lorbek y fue dirigido por el inefable Jasmin Repeša.

Fuisteis finalistas de la Lega 2007/08. El campeón fue Montepaschi Siena, que disputó la Final Four esa temporada.

Roma es una ciudad increíble. Te atrapa. Siempre he dicho que me gustaría volver. Es fantástica y acogedora. Se vive bien. Ese año, en el aspecto deportivo, para mí se quedó un poco corto. Aunque fuimos finalistas de la Lega, tuve la sensación de que podía haber sido mejor, individual y colectivamente.

En 2008 vuelves a la Fortitudo. Allí coincides con Marcelinho Huertas, por ejemplo.

Él sigue jugando en Tenerife, ¿no?

Es incombustible.

[Ríe] Y muy bueno. Ese año en Bolonia fue muy complicado. El club pasaba por problemas financieros, aunque creo que teníamos buenos jugadores. Fue otra experiencia en mi carrera, aunque resultase desagradable.

Pasamos a tu trayectoria con la selección italiana. En 1990 ganaste el oro en el Eurobasket Sub-18, con 25 puntos en la final contra la Unión Soviética, y en 1991 fuiste medalla de plata en el Mundial Sub-19 [Bodiroga, por cierto, logró el MVP del torneo]. Fue un buen prólogo para los éxitos posteriores con el equipo absoluto.

Sí, aunque de esa generación llegaron pocos jugadores a la Absoluta. En Italia en esa época se respiraba baloncesto a todos los niveles. Había muchas ganas de que llegasen los jóvenes, de que jugasen en los primeros equipos. Esto daba resultados. Ahora, las selecciones juveniles italianas no sacan medallas. Cuando yo entrenaba a la Sub-16 quedamos terceros en un torneo [el Europeo de 2019; NdR]. Era la primera medalla europea para Italia Sub-16 en casi 30 años. Sin trabajo e inversión con los jóvenes se pierden las generaciones por el camino.

En España ha sido al revés. Han ido creciendo con el paso de los años y han encadenado muchos resultados buenos con los jóvenes. Como dije antes, creo que Italia tiene potencial para hacer algo similar como lo que está haciendo España. Francia, por ejemplo, marca diferencias en el aspecto físico, pero españoles e italianos tenemos características muy parecidas. En aquel campeonato en el que fuimos terceros, ganó España y Francia fue segunda.

También se invierte menos en la base por lo que hemos comentado antes de los derechos de formación. No es rentable trabajar con los jóvenes y se prefiere fichar a jugadores de fuera.

La derrota con Croacia en los cuartos del Eurobasket de 1995 dejó a Italia fuera de los Juegos de Atlanta. En aquel torneo Fučka ya dejó su firma (16 puntos en el duelo contra el equipo de Aleksandar Petrović), pero habría que esperar dos años para que su evolución individual encontrase un contexto mucho más propicio.

En el Eurobasket de 1997 Italia sorprende. No había estado en los Juegos de Atlanta y un año después, juega la final de ese torneo contra Yugoslavia.  

Creo que teníamos un buen equipo en el Europeo de España, bien dirigido por Messina. Perdimos la final con Yugoslavia, pero competimos y aprendimos para ganarles dos años después. Contra Yugoslavia ya sabemos que siempre es difícil, pero se veía que había una generación capacitada para volver a hacer grandes cosas. Después de ese Eurobasket llegó Tanjević, que nos dio el último empujón. Fue una progresión natural con los años.

Italia acabó sexta el Mundial de 1998, pero Fučka formó parte del quinteto ideal de aquel torneo. Junto a él, dos campeones (Bodiroga y Rebrača), un finalista (Karasev) y el líder en anotación (Alberto Herreros). Ya nadie podía discutir que estaba en la élite del baloncesto FIBA.

Lo mejor, sin embargo, todavía no había llegado.  

Gregor Fučka

¿Es el oro en el Eurobasket de 1999 tu mejor recuerdo como jugador profesional?

Seguramente junto con la Euroliga ganada con el Barcelona. Jugué muchas finales durante mi carrera, pero cuando ganas representando a un país siempre se te queda más grabado en la cabeza. Es un recuerdo para siempre. Por otro lado, el hecho de conseguir la primera Euroliga para el Barcelona es algo inolvidable también, formando parte además de un triplete.

Ese torneo de 1999 tenía un cartel tremendo. Kukoč estaba con Croacia, fue el primer campeonato de Nowitzki con Alemania, Sabonis fue con Lituania, Yugoslavia tenía un equipazo como casi siempre…

Sí, ese año fue también Divac. Era un equipo… Y Lituania era fortísima. De hecho, nosotros perdimos contra Lituania en la segunda fase [Sabonis consiguió 25 puntos y 13 rebotes; NdR]. También contra Croacia, en nuestro primer partido [con una buena actuación de Kukoč; NdR]. Al final nos jugamos el título con España, otra selección que sorprendió a muchos.

Desde luego, era una final con la que nadie contaba.

Y una victoria que se queda ahí para siempre, en el recuerdo de todos los aficionados al baloncesto del país.

En la memoria de muchos siguen también sus grandes actuaciones contra Rusia en cuartos (19 puntos) o la Yugoslavia de Bodiroga en semifinales (17 puntos). Fue el MVP del campeonato y estuvo de nuevo en un quinteto ideal (esta vez en compañía de Meneghin, Myers, Bodiroga y Herreros).

Al año siguiente, Fučka disputó sus primeros Juegos Olímpicos. Italia aspiraba a colgarse un metal, pero perdió en cuartos contra Australia, la selección anfitriona. Los 17 puntos de Gregor no evitaron la derrota (62-65). Un mal día en el peor momento. En la primera fase Italia había vencido a Lituania (que sería medalla de bronce) y Francia (plata).

En el Eurobasket de 2001 las sensaciones fueron peores, y el resultado también. Italia ni siquiera llegó a cuartos. Sería la última presencia de Fučka en un gran torneo con la ‘Azzurra’. El bronce en el campeonato europeo de 2003 y la recordada plata en los Juegos de Atenas llegaron con una selección diferente, con otros referentes. Ante este comentario durante la entrevista, su respuesta fue divertida:

«Ya dije que si nos íbamos los jugadores viejos Italia volvería a tener buenos resultados».

Gregor Fučka

Durante todos estos años, Gregor Fučka ha seguido ligado al baloncesto. Su trabajo ha estado enfocado en los jóvenes (dentro de la Federación Italiana, y en las canteras de Fortitudo y Barcelona), con una breve incursión como entrenador en el Bologna Basket 2016 y alguna experiencia televisiva (comentarista del Eurobasket de Eslovenia, en 2013).

En el día a día, se siente motivado para entrenar los fundamentos del baloncesto en sesiones individuales, en busca de mejoras concretas en los jugadores. Escenas similares a las que él vivió con Pino Grdović décadas atrás.

He leído que estuviste trabajando con Adrià, el hermano pequeño de los Gasol.

Así es. Participó en un campus de entrenamiento de dos semanas que organizamos en Eslovenia. Tenía talento, pero ha enfocado su vida en otras direcciones. Cada uno tiene su camino.

¿Por dónde pasan tus planes de futuro?

Me gustaría entrenar y, si puede ser en España, mejor. Estoy terminando el Curso Superior de Entrenador para ejercer en España. Aquí en Italia lo acabé hace años.

Quiero volver a España. Es la idea que tengo en la cabeza. Luego ya veremos si a Barcelona o a otro sitio. Mi familia y yo estamos preparados para movernos.

3 Comments

  1. Pingback: Gregor Fucka: Malo je falilo da zaigram za Jugoslaviju, dobro se sećam sukoba sa Zoranom Savićem - basketballsphere.com

  2. Gregoooor gregoooor Xucla! Soy una de las personas que participó en las negociaciones para traerlo a Barcelona, lo que no sabe la gente es que tenía un preacuerdo para jugar en el Real Madrid, finalmente el Madrid desistió y no le quedó más remedio que ir al Barça, aún recuerdo sus palabras «Madrid, Madrid y Madrid, nada Barcelona» y cosas de la vida terminó dónde no quería

  3. Que ya no haya selección yugoslava de baloncesto es el mayor crimen de la historia del deporte. «Ju-gos-la-via»-

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