
Hay un cuento infantil alemán titulado Der Suppenkasper (el payaso de la sopa), de Heinrich Hoffmann, en 1845, que tiene como protagonista a un niño que se niega a comer sopa y se va poniendo enfermo progresivamente hasta que se muere. Es un cuento moralizante, bastante duro como se ve, y es comúnmente conocido en el país. Tanto que el término se ha quedado como insulto para alguien que tiene un comportamiento ñoño o infantil, hipersensible o escuchimizado y quejumbroso, también para alguien a quien no te puedes tomar en serio.
En el Mundial de 1986, como contó aquí Julio Salinas, los jugadores desplazados se aburrieron muchísimo. Fue una concentración larguísima en hoteles donde no había apenas entretenimientos. Eso le pasó a España, pero también a Alemania. Con el paso de los días, los jugadores, que eran adultos, comenzaron a convertirse en niños. Sacaban ideas de cualquier cosa para reírse un poco como pudieran, estaban retrocediendo emocionalmente.
En una sobremesa, se inventaron un juego. Nombrar a las personas que estaban en el comedor, solo por unas iniciales. Cuando le tocó el turno al guardameta Uli Stein, dijo «SK». Todos se pusieron a pensar, a nadie se le ocurría quién podría ser. No había ningún jugador ni nadie del cuerpo técnico, ni siquiera los cocineros, con esas iniciales. Entonces, reveló de quién se trataba: «Suppenkasper, que está ahí sentado». Y señaló a Franz Beckenbauer.
Resulta que el entonces seleccionador nacional de la RFA se había hecho famoso en 1974, en su época de jugador por protagonizar un anuncio de sopas Knorr. Todos estallaron de risa. Tanto, que trascendió. Se convirtió en el chiste del año y llegó a la prensa y, en ese momento ya no se pudo hacer nada por pararlo. Fue expulsado de la concentración y multado con 10.000 francos.
Una concentración que ya tenía mala pinta, dado que existía cierta presión de Adidas, -denunció Stein en su biografía-, para que Schumacher, jugador al que patrocinaba la marca, fuera el titular. Sin embargo, muchos periodistas habían calificado a Stein como «el mejor portero del mundo» en ese momento.
No fue el único problema que tuvo la selección. Jakobs, Augenthaler y Dieter Hoeness se saltaron el toque de queda y se fueron a cenar con familias mexicanas que habían conocido. A ellos les llamó «idiotas» y les puso multas de 5.000 marcos. Los tres pidieron volverse de inmediato a Alemania, pero no se lo permitió. Solo dejó que se marchara Stein. Mientras que al capitán, Karl-Heinz Rummenigge, lo trataba de «la mafia de Colonia» por considerarlo intrigante en el vestuario.

Cabe pensar cómo habría sido la final contra Argentina con Stein bajo palos. Sus características más importantes eran sus reflejos bajo palos, era especialmente bueno con los lanzamientos lejanos y también en el uno contra uno. Se posicionaba muy bien para cubrir los ángulos y era especialmente seguro atrapando centros laterales. No era de los que despejaba, sino de los que blocaba. Y la casualidad quiso que Schumacher empezase la final cometiendo un error en un centro lateral y recibiera los otros dos goles en dos jugadas de uno contra uno. Qué distinta podría haber sido la historia del fútbol si él hubiese jugado esa final y tenido una mejor actuación.
Aquello pasó, el dominio del fútbol europeo se desplazó a Italia, con algunas sorpresas llegadas del Este, y Alemania concurrió a la cita de Italia 90 como país unificado, pero sin jugadores de la RDA. Era su cita, igualmente, y Beckenbauer, en 1989, descolgó el teléfono. Stein llegó a su casa tras entrenar con el Eintracht Frankfurt y su mujer le dijo que había llamado «Franz».
El seleccionador dijo que volvería a llamar en una hora. Lo hizo y le preguntó a Stein: «Uli, en 1986 dijiste que te retirabas de la selección ¿no te gustaría volver?». El portero contestó: «Por supuesto, cuando eres futbolista, representar a tu país es lo más grande que puedes hacer».
Beckenbauer contestó: «Bien, me alegra saberlo. El año que viene quiero ser campeón del mundo y para eso necesito a los mejores. Te volveré a llamar. Ahora me voy de vacaciones, en enero hablamos».
Hace cuatro años le preguntaron en televisión a Stein por qué al final no estuvo en el Mundial, donde Bodo Illgner cubrió la portería. Contestó con humor: «Todavía estoy esperando esa llamada».
Esta vez el hecho de que no estuviera no se pudo considerar como decisivo. Argentina solo tiró a puerta una vez en la primera parte.
Qué poco sentido del humor y qué ego más frágil el de Franz. Hubiera sido gracioso que la mujer le hubiera dicho a Stein que le había llamado Suppenkasper.