Entrevistas

Miguel Ángel Román: «Lo que los periodistas debemos procurar es ser honestos, que es algo distinto a la objetividad»

Es noticia

Miguel Ángel Román

En un periodismo deportivo donde la opinión cotiza al alza porque los clubes se han «bunkerizado», Miguel Ángel Román   reivindica   la   honestidad   por   encima   de   una  objetividad imposible. Una de las voces de LaLiga en DAZN y del EA Sports FC repasa  en esta entrevista sus inicios en radios locales, su salto a la élite, la relación con el ‘hate’ en redes sociales y la preparación casi artesanal de quien vive para narrar el juego, consciente de que el fútbol es pasión, pero también un negocio saturado. Suma más de 4000 partidos  narrados, pero sigue defendiendo la esencia irreductible de su oficio: «surfear con las  emociones que provoca un partido».

Cuéntanos tus inicios en el periodismo, tus primeros trabajos.

Como la mayoría de gente de mi generación, comencé en radios locales, que eran la puerta de entrada, en mi caso no tanto al mercado laboral, sino a las prácticas. Era la forma de empezar a conocer la profesión y olvidarte un poco del estudio teórico de la carrera. La facultad, la mayoría de las veces, no ofrece lo que buscamos, porque es una carrera muy poco práctica.

Desde muy pronto, cuando terminé el primer semestre de periodismo, tomé la decisión de entrar en contacto con los medios. Quería trabajar en la radio, ese era mi objetivo. La radio local fue mi puerta de entrada y la forma de empezar a experimentar lo que es el periodismo en los medios.

Empecé en Radio Lleida Cadena SER gracias a un compañero de clase, que era director del Carrusel Lleida. Me ofreció la posibilidad de narrar partidos de fútbol de los equipos de Lleida que venían a Barcelona, ya fueran de Tercera División, Segunda Regional o cualquier otra categoría. Esa fue no solo mi puerta de entrada a los medios, sino también a la narración, aunque en un principio no tenía la intención de ser periodista deportivo ni narrador de fútbol.

Cuando empecé segundo de carrera, en el primer semestre, también comencé a colaborar con otras radios. Mientras narraba partidos en Carrusel Lleida, hacía un magazine de actualidad en Radio Martorell, un programa político, de información local, cultural y otros temas.

Estuve en medios locales desde 1999 hasta 2008. Mi salto al profesionalismo fue en 2004, en una televisión local del Grupo Prisa, Localia Catalunya. Como el gobierno no le concedía una licencia de televisión a nivel estatal, Prisa intentó replicar el modelo de la Cadena SER en televisión, creando una red de emisoras locales. Yo entré a trabajar en Localia Catalunya, que en realidad era una televisión local de Barcelona, aunque se veía en algunos otros lugares.

Ahí, en 2004, empecé a ser profesional del periodismo, pero mi salto a medios nacionales llegó en 2008. Pasé por Radio Lleida Cadena SER durante dos temporadas, por Radio Martorell también dos temporadas, y enseguida salté a Radio Cornellà, que fue mi escuela casi definitiva dentro del mundo de la narración. Porque después de 25 años narrando, sigo aprendiendo. Nunca se deja de aprender, la verdad.

A toro pasado, ¿cambiarías algo de tus estudios? ¿Habrías estudiado otra cosa?

No, no. Yo quería ser periodista. En mi caso, estudiar periodismo era el peaje que pagar para ser periodista. Si hubiera cambiado algo, habría sido la carrera en sí, pero no mi decisión de estudiar otra cosa. Si no hubiera estudiado periodismo, que era un riesgo porque nunca fui un gran estudiante, habría estudiado Derecho o Historia, que eran mis otras opciones. Pero ninguno de esos trabajos me habría llenado de ninguna manera.

Miguel Ángel Román

¿Quizá estudiar una filología te permite dominar mejor la comunicación en uno o varios idiomas?

Hay muchos periodistas con una consideración extraordinaria por parte del público que no han estudiado periodismo. Axel Torres, por ejemplo, empezó la carrera, pero no la terminó. Miguel Quintana tampoco terminó periodismo. Enric González, que es una referencia para cualquiera que quiera contar historias alrededor del deporte (y de muchos otros temas, porque ha tocado muchos palos), no estudió periodismo.

Quiero decir, no es estrictamente necesario. Pero hoy en día, con la titulitis que tenemos en España, estudiar la carrera sí es importante. ¿Hay otros caminos? Claro, puedes estudiar cualquier carrera, como historia o como una filología, y luego hacer un máster en periodismo o en periodismo deportivo para acceder a los medios.

Sí que creo -aunque tampoco estoy completamente convencido, porque en realidad no estoy convencido de nada- que cada vez exigen más el hecho de tener el título o, al menos, haber pasado por la facultad de periodismo. Que te falte una o dos asignaturas para terminar la carrera todavía puede valer, pero cada vez lo exigen más.

Imagino que eso ha cambiado desde que tú estudiaste.

Totalmente. Y, sobre todo, si lo comparas con épocas anteriores. Una o dos generaciones antes que la mía, muchos periodistas no tenían estudios formales. Quizá la carrera de periodismo aún no existía o simplemente no la estudiaron. Entraron en la profesión acercándose a la radio o a la prensa escrita y terminaron aprendiendo el oficio ejerciendo desde la práctica, pero sin un título.

En el periodismo, ¿dónde pones tú el límite entre objetividad y subjetividad? Hoy en día, ¿se da más un periodismo de opinión que de hechos?

Bueno, el tema de la objetividad daría para un debate filosófico. Es algo muy integrado en la cabeza de la gente, pero en realidad la objetividad no existe. La objetividad es propia de los objetos, y nosotros somos sujetos, por lo que siempre seremos subjetivos. Todos tenemos una experiencia de vida y una forma particular de ver las cosas, ya sea la realidad social o la deportiva. Eso, inevitablemente, determina nuestra mirada.

Lo que los periodistas debemos procurar es ser honestos, que es algo distinto a la objetividad y, para mí, lo más importante.

Sobre cómo ha cambiado todo esto con el peso de la opinión, creo que la opinión está cada vez más presente en el periodismo, tanto en el deportivo como en el general. Hablando específicamente del periodismo deportivo, que es lo que más controlo, la opinión ha ido ganando peso a medida que los clubes se han ido bunkerizando. Es decir, antes el periodista tenía un acceso, no total, pero sí diario, a los protagonistas de la información: jugadores, entrenadores… Los árbitros, no tanto, porque nunca hemos tenido demasiado acceso a ellos.

Cuando el contacto con los protagonistas era diario, se podía informar de lo que pasaba en el día a día. Pero hoy en día los periodistas prácticamente no tienen acceso a los protagonistas.

Entonces, ¿cómo ha compensado el periodismo deportivo esta falta de acceso? Llenando muchas horas de programación, muchas páginas de periódico y muchas horas de Twitch con algo muy barato: la opinión. La opinión es un género periodístico fácil de producir, porque solo necesitas contratar a alguien que opine sobre un tema en el que, supuestamente, es especialista.

¿Por qué sucede esto? Porque no podemos acceder a los protagonistas, no podemos saber qué pasa en el día a día del Madrid, del Barça, del Atlético de Madrid o del Sevilla. Los equipos entrenan a puerta cerrada, los jugadores salen por otra puerta, y el contacto con ellos es muy complicado.

Luego, otra parte de este cambio son los nuevos canales de información que han surgido. Pero, en mi opinión, la pérdida de peso de la información frente a la opinión se debe, sobre todo, a la dificultad de acceder a los protagonistas. Si no puedes informar del día a día más allá de la nota de prensa que envía el club tras un entrenamiento, te ves obligado a tirar de opinión, interpretar lo que pasa y darle vueltas a cualquier historia relacionada con el partido o con el día a día del equipo.

Miguel Ángel Román

Me da la sensación de que la transmisión de información era más formal hace unas décadas que ahora. Algo más estructurada.

Sí, pero al final el periodismo está pegado a la calle. Y los cambios en la forma de hablar de la sociedad también se reflejan en los medios. Al fin y al cabo, los periodistas que trabajamos en los medios formamos parte de la sociedad, y nuestra forma de hablar también ha cambiado.

Se habla de otra manera, de forma distinta a como se hacía hace 40 o 50 años. Por ejemplo, la invasión de anglicismos o términos extranjeros que antes no se usaban en castellano se ha ido incorporando poco a poco, y eso se nota en el periodismo deportivo.

Ahora, yo siempre he pensado que el lenguaje del periodista debe ser estándar y evitar ciertos cultismos que puedan alejarlo de su público. Al final, los que trabajamos en medios de comunicación de masas debemos ser entendidos y establecer una conexión con una audiencia amplia. Hay términos o formas de hablar que pueden parecer demasiado alejados o pedantes para el público. Lo que no podemos hacer es convertirnos en una élite que se aleje del público al que nos dirigimos.

Eso es, en parte, lo que le pasa al periodismo político. Se ha convertido en una esfera tan separada de la realidad de la gente que, muchas veces, cuando lees la sección de política en un periódico o escuchas la radio, piensas: ¿De qué están hablando? No es lo que le importa a la gente, es otra historia completamente distinta.

¿Solo importa la audiencia entonces?

Sí, al final la audiencia es lo que importa. Ahora, eso no significa que los estándares de calidad de la información y del periodismo tengan que bajar tanto solo por adaptarse a la audiencia.

Creo que uno de los problemas del periodismo deportivo actual es que ha bajado demasiado al barro. Ha querido mimetizarse tanto con el hincha que, en muchas ocasiones, los programas o productos ya no parecen hechos por periodistas para aficionados, sino por aficionados para aficionados. Y esa barrera nunca debería cruzarse.

Nosotros somos periodistas y tenemos que hacer un producto periodístico para la audiencia, pero sin convertirnos en la audiencia. Porque si nos convertimos en hinchas, llegará un punto en el que no seremos necesarios. Lo único que hará falta será el aficionado, y no el periodista. No tenemos que ser hooligans ni seguidores de un equipo, sino periodistas que hablan sobre ese equipo. Si la batalla es ver quién es el mayor seguidor, el aficionado siempre lo hará mejor que tú.

En cuanto a los nuevos canales de comunicación, como Twitch o YouTube, ¿crees que han dado la oportunidad de ganarse una reputación hablando de los temas que les interesan? ¿O pueden acabar atrapando a personas sin formación periodística que terminan ejerciendo de periodistas sin serlo?

Yo haría una distinción. Porque hay una tendencia en el periodismo a culpar a los nuevos medios de comunicación de todo, pero en realidad estas plataformas no son nada por sí mismas. Son simplemente canales que difunden contenido por internet en lugar de hacerlo por ondas, como la radio, o en papel, como la prensa.

YouTube, por ejemplo, será lo que cada creador quiera que sea. Lo que sí ha hecho es abrir la posibilidad de que cualquier persona cree un canal, tenga éxito y genere contenido sin formación periodística. Como decíamos antes, en muchos casos estos productos son más de aficionado que de periodista.

Pero YouTube en sí mismo no es ni bueno ni malo. Todo depende de cómo cada persona use su canal. Un creador puede rellenarlo con contenido de calidad, adaptado a la plataforma. No es lo mismo la prensa escrita que un vídeo en TikTok, pero eso no significa que el contenido deba ser malo. Todo depende de cómo lo quieras trabajar.

¿La prensa tradicional deja menos espacio para la creatividad y te sujeta más a los estándares del medio?

No solo eso. Por ejemplo, en la televisión formas parte de un equipo, de una rutina de producción ya establecida, de un colectivo que trabaja bajo una estructura en la que puedes influir, pero donde no tienes todo el poder de decisión.

Antes de un partido, hay un grupo de personas que deciden cómo se va a tratar la información de ese encuentro. En esa dinámica de contenidos, tienes que ceder, porque no decides tú solo; hay más gente con voz y voto. En cambio, en un canal de YouTube o Twitch eres tú solo. Haces lo que quieres y decides cómo contar las cosas.

¿Pero hay restricciones en cuanto a cómo se comunica en los medios tradicionales respecto a los medios digitales

No, no. Yo, por ejemplo, trabajo en DAZN y nadie me dice qué contenido puedo o no puedo crear en internet. No tienen voz ni voto sobre eso. De hecho, creo que cada vez más las televisiones y los medios tradicionales, en lugar de limitar, están fomentando que los periodistas tengan presencia en redes sociales e internet. No es que te obliguen a abrir un canal de Twitch o YouTube, pero sí que buscan que tengas engagement y que conectes con una audiencia que ya no consume televisión lineal y que prefiere ver contenido deportivo en su teléfono móvil.

Miguel Ángel Román

¿Qué tipo de audiencia tienes en redes? ¿Ves mucho hate, y si lo ves, te afecta?

Primero, en mi caso, yo no genero contenido en redes pensando en la audiencia. Lo hago pensando en lo que a mí me gusta hacer y en cómo entiendo esta profesión. Nunca he hecho un estudio sobre qué tipo de audiencia me ve en YouTube, Twitch o TikTok. Simplemente subo lo que considero que tengo que subir, independientemente de quién me vea.

Segundo, respecto al hate en redes, haría una distinción. YouTube y Twitch, por ejemplo, siguen siendo relativamente tranquilos. Pero las redes sociales, especialmente se han descontrolado mucho más.

A mí, el nacimiento de X, Instagram, TikTok… me cogieron ya mayor. Nunca me han afectado demasiado. Fui aprendiendo a utilizar las redes sociales a medida que crecían, pero ya me pilló en otra etapa de mi vida.

Claro, hay un ejercicio de contención que debes hacer. Primero, porque trabajas en un medio de comunicación, y en mi caso en un medio de pago. La audiencia merece respeto, pero en la televisión de pago hay que tener aún más consideración con quien decide pagar una suscripción para ver el contenido.

A veces lees ciertos comentarios y piensas en responder, pero hay que saber contenerse. Si alguien dice alguna tontería, lo mejor es ignorarlo.

También hay que contextualizar lo que pasa en redes: ¿qué importancia real tienen estos comentarios? Tengo la sensación de que los medios tradicionales le dan demasiada relevancia a lo que sucede en redes sociales, cuando muchas veces no representa lo que ocurre en la vida real.

Dicho esto, es innegable que hay críticas muy valiosas en internet. Hay gente que está viendo la televisión y puede aportar puntos de vista, datos o incluso corregirte si has cometido un error, porque todos nos equivocamos. Esas críticas son bienvenidas y necesarias.

Pero la mayoría de los comentarios de odio que mencionabas antes no aportan nada. ¿Qué valor tiene eso para mejorar mi trabajo? Ninguno. Ahora, claro, todos tenemos días y hay momentos en los que te puede afectar. Un día te levantas con un problema personal, discutes con alguien o simplemente estás de mal humor. Coges el móvil después de un partido y ves 30 comentarios insultándote. Bueno, hay días en los que simplemente apagas el móvil y no miras más.

Si te afecta demasiado para hacer tu trabajo, lo mejor es cerrar las redes o, si no puedes hacerlo porque hoy en día son necesarias para la marca personal, ponerlas en manos de alguien. ¡Contratas un Community Manager y te desinstalas las aplicaciones! Pero es cierto que las redes tienden a radicalizarse.

¿Crees que esto puede afectar más a generaciones más jóvenes?

Yo creo que tiene más que ver con la personalidad que con la edad. Hay gente de mi generación que abrió una cuenta en X y la cerró a los tres meses porque no soportaban ver, después de un partido, 30 o 40 mensajes insultándolos.

Pero al final, hay que ponerlo en perspectiva. Si ves los datos de audiencia de los partidos que narro, suelen oscilar entre medio y un millón. Si de ese millón, recibo 20 mensajes de gente insultándome, ¿qué representatividad tiene eso? Pues muy poca.

Pero hay gente que lleva 40 años en esta profesión, que ha cubierto Juegos Olímpicos y Mundiales, y que no ha sido capaz de soportar enviar una crónica y recibir 30 comentarios insultándolo solo porque dijo que el penalti que pitó el árbitro no era penalti, o al revés. Muchas veces, las discusiones en redes vienen por cosas tan pequeñas como esa.

¿Cómo funciona ese proceso para escoger a los narradores y a los comentaristas de cada partido?

No he formado nunca parte del grupo de personas que decide quién comenta un partido y quién no. No sé si es un comité o cómo se organiza exactamente.

Pero, desgraciadamente—porque es algo que a mí no me gusta—, desde hace muchos años en los medios de comunicación se ha establecido la costumbre de asignar comentaristas que tengan alguna relación con los equipos que están jugando. Muchas veces son exjugadores.

Por ejemplo, si hay un Celta-Valencia, suelen poner a un exjugador del Celta o del Valencia como comentarista. Esto, inevitablemente, genera polémicas, porque a veces no se encuentra un comentarista vinculado a un equipo, o porque hay dos comentaristas relacionados con un club y solo uno con el otro.

Ahora bien, yo siempre digo que los comentaristas que son exjugadores, al menos con los que yo trabajo o he trabajado, nunca han ido a una retransmisión a defender a un equipo, aunque hayan llevado esa camiseta como futbolistas. Su función es comentar el partido.

Sin embargo, los aficionados muchas veces esperan otra cosa. Algunos creen que, si un exjugador de su equipo está comentando, debe defender los intereses del club. Y cuando no lo hace, o dice algo que no les gusta, se enfadan.

¿Sigues algún tipo de metodología para prepararte para las narraciones o, después de tantos años, ya lo tienes interiorizado?

Bueno, después de tantos años, ya está todo muy automatizado e interiorizado. Pero sigo siendo bastante artesano, por así decirlo, en la manera de preparar un partido.

Hay dos niveles de preparación. El primero es la preparación general. Como periodista deportivo especializado en fútbol y narrador de Primera División, mi objeto de estudio son los 20 equipos de la liga. Durante todo el día estoy consumiendo información deportiva sobre ellos. Esta es la preparación general, porque como periodista deportivo tengo la obligación de estar al día y conocer lo que ocurre en torno a los 20 equipos de Primera. No es preparar un partido en particular, sino tener una imagen global y un contexto de la competición. Y esto lo haces porque es tu obligación, pero también porque te gusta y sientes curiosidad por los equipos con los que trabajas.

Luego está la preparación específica, que es cuando DAZN me llama o me escribe y me dice: Miguel Ángel, el próximo partido que vas a narrar es este, en esta fecha.

Ahí es cuando bajo al detalle. Por ejemplo, si me toca narrar un Sevilla-Valencia, entonces me centro en esos equipos. Hay varias maneras de hacerlo. Si son equipos que no he narrado demasiado esta temporada, veo partidos recientes para trabajar en algo fundamental para un narrador: la identificación de los jugadores. Ver quién es quién, qué cara tienen, cómo se mueven en el campo. También analizo el esquema táctico de los equipos, aunque sin entrar demasiado en profundidad, porque no soy entrenador ni tengo ese nivel de análisis técnico. Para eso están los especialistas, exjugadores o entrenadores, que lo hacen mucho mejor que yo.

En los días previos al partido, trato de llegar al estadio con el contexto bien claro y definido. Para eso, sigo mi rutina habitual. Organizo en una hoja mis ítems básicos de la previa del partido. En un folio, el equipo local; en otro, el visitante. Más allá del esquema táctico, recopilo historias o datos relevantes sobre cada equipo. Escuchar las ruedas de prensa previas al partido me parece obligatorio. Ahí suelen estar los medios locales, que manejan información detallada que a veces no llega a la prensa nacional.

La clave de todo esto es llegar con las notas preparadas, pero olvidarte de ellas durante la narración. Mucha gente me pregunta: ¿Lees todo eso durante el partido? No, porque lo que manda es el partido y el directo.

Si en un momento dado surge la oportunidad de hablar del extremo que busca tal entrenador, lo haré. Pero si el partido toma otro rumbo y no viene a cuento mencionarlo, aunque lo tenga preparado, no lo diré.

Se trata de llegar lo mejor preparado posible para poder narrar con soltura, fluir con el partido y adaptarte a lo que sucede en el campo. Y, si en algún momento necesitas recurrir a un dato o historia, ahí tienes tus notas para apoyarte.

Miguel Ángel Román

Y respecto a la voz, que es tu herramienta de trabajo, ¿sigues algún tipo de preparación?

Con la voz pasa lo mismo que con los partidos: es algo que tenemos que cuidar constantemente.

Los narradores de fútbol y quienes trabajamos con la voz como herramienta principal no somos como un guitarrista o un pianista. Si a ellos se les rompe la guitarra o el piano, pueden comprar otro y seguir tocando. Nosotros, si perdemos la voz, no podemos trabajar.

Por eso, hay que cuidarla. No significa obsesionarse, pero sí minimizar riesgos, porque si tienes un problema grave con la voz, te quedas sin poder narrar.

En mi caso, hago todo lo que puedo y más. Intento economizar la voz y dejé de fumar hace muchos años, especialmente cuando en 2008 empecé a trabajar en Mediapro. Narraba muchos partidos por semana, seis o siete, y para mí era fundamental cuidar la voz.

Pero cada maestrillo tiene su librillo, y como siempre digo, lo que cuento no es la verdad, sino mi verdad, lo que a mí me ha servido.

Además, hacer ejercicio físico y mantenerse en forma ayuda a tener una mejor capacidad pulmonar. También evito lugares muy ruidosos donde tengas que forzar la voz, porque eso es como clavarles un cuchillo a las cuerdas vocales.

Hay un par de cosas muy importantes que uno aprende con los años. Primero, todas las voces tienen un límite. En algún momento, todos lo sobrepasamos, pero si estás continuamente por encima de ese límite, acabarás haciéndote daño. Luego están las normas básicas y de sentido común, como descansar bien, hidratarse bien, no solo durante el partido, sino toda la semana y no abusar de la voz.

Antes del partido, hago algunos ejercicios de calentamiento, pero sin exagerar. Tampoco es necesario un calentamiento muy intenso. Si narras un partido a las 21:00 y te despertaste a las 07:00, llevas todo el día hablando de forma natural, así que no llegas con la voz dormida.

Otro aspecto importante, aunque no tiene que ver directamente con la voz, es evitar comidas copiosas antes de narrar. Son cosas que muchas veces tienen más que ver con el sentido común que con otra cosa.

Y respecto a la cantidad de partidos, ¿no crees que hay demasiados? ¿El fútbol se está yendo de las manos? Da la sensación de que cada vez hay más torneos, más competiciones intercontinentales, más selecciones… ¿No puede acabar siendo perjudicial a largo plazo y hacer que la gente se canse?

Hay dos velocidades en el fútbol en este sentido. Los equipos que no juegan competición europea disputan, más o menos, los mismos partidos que jugaban antes. Un equipo como el Espanyol, por ejemplo, juega sus 38 partidos de liga si está en Primera División, o 42 si está en Segunda. Luego, puede sumar algunos más si avanza en la Copa del Rey, pero ahí se acaba todo. Esto le pasa a 13 o 14 equipos de Primera División.

El problema está en los equipos de élite, donde la necesidad de generar más ingresos ha llevado a la creación de competiciones cada vez más largas y con más partidos. ¿Por qué? Porque las televisiones y los medios que compran los derechos pagan más dinero, y los ingresos aumentan.

Otro fenómeno es que, antes, dejábamos de ver fútbol cuando terminaba la liga y volvíamos a verlo cuando empezaba la Supercopa de España o la nueva temporada. La pretemporada prácticamente no se televisaba, salvo los míticos torneos como el Teresa Herrera, el Colombino, el Trofeo Bernabéu o el Trofeo Gamper.

Hoy en día, el primer partido de pretemporada de cualquiera de los 20 equipos de Primera División ya se está televisando. No hay pausa, no hay descanso, y eso da la sensación de saturación.

Además, las competiciones internacionales han aumentado su duración y el número de partidos para generar más ingresos. Y ahora la última moda es la creación de nuevas competiciones con ese mismo fin. De ahí surgen la Nations League y el nuevo Mundial de Clubes, que se estrena este junio.

Por ejemplo, este año, con el cambio de formato de la Champions League, los equipos pasan de jugar un mínimo de 6 partidos a un mínimo de 8. Y si se concretase la Superliga, los equipos participantes jugarían un mínimo de 14 partidos más por temporada. Más partidos significan más competiciones, más ingresos de televisión y más dinero en el negocio. ¿Esto puede terminar saturando? Sí, es posible.

Otro fenómeno importante es la dispersión horaria de las ligas nacionales, algo que empezó en España y se ha internacionalizado. Antes, la jornada se jugaba comprimida en un solo fin de semana: sábado y domingo. Ahora, las jornadas duran cuatro días, desde el viernes hasta el lunes. Y dentro de cada día, hay partidos a distintas horas: desde las 14:00 hasta las 23:00.

Esto refuerza la sensación de que el balón no deja de rodar nunca. ¿Por qué se hace esto? Por un tema de negocio. Si una televisión paga millones por los derechos de una liga y solo tiene dos franjas horarias en dos días de la semana, es difícil amortizar la inversión.

La solución es dispersar los horarios, en vez de jugar solo sábado y domingo, repartir los partidos en cuatro días y en distintas franjas horarias. Así, la televisión tiene más horas de emisión con partidos en directo, que es lo que realmente genera audiencia y retorno de inversión.

Todo esto ha provocado que la emoción de esperar el fin de semana para ver fútbol se haya diluido. Ya no hay descanso, entre ligas nacionales, europeas, internacionales y selecciones…

¿Te gusta el nuevo formato de la Champions?

¡Yo es que soy un romántico! Recuerdo que cuando se anunció el formato de la Superliga, fui de los primeros en decir abiertamente que no me gustaba. En ese momento, en la guerra civil en la que se han convertido las redes sociales en torno al fútbol, muchos me decían: No te gusta la Superliga porque estás a favor de la UEFA. Y yo respondía: No, no. Es que a mí no me gusta ni el formato de la Superliga ni el nuevo formato de la Champions. A mí me gusta el formato clásico de la Copa de Europa. Pero claro, ese formato hoy en día es inviable: solo los campeones de las ligas que forman parte de la UEFA, a eliminatoria directa desde el primer día. Para mí, ese sería el mejor sistema. Respecto al nuevo formato de la Champions, cuando termine la temporada, podremos reflexionar sobre si funciona o no. ¡Pero yo la he disfrutado!

Comentabas que la cantidad de partidos se debe, en gran parte, a la necesidad de generar ingresos. Eso acaba repercutiendo en el precio que paga el consumidor. ¿Hasta qué punto los precios altos para ver fútbol chocan con la idea de que este deporte es para todos?

Pues chocan de lleno. El fútbol tiene un problema de acceso por lo que cuesta. Y ojo, no es que quiera esquivar el tema porque yo trabaje en una televisión de pago. Es un problema general. Si queremos centrarnos en el precio de los abonos para ver fútbol en televisión, perfecto. Pero las entradas también son prohibitivas. Ir al estadio es carísimo, y no solo para ver a los grandes equipos como Atlético de Madrid, Barcelona o Real Madrid. Si quieres ir a ver un partido del Getafe con tu familia, prácticamente tienes que pedir un crédito. Y no solo eso. Comprar una camiseta de fútbol con el nombre y dorsal de tu jugador favorito te cuesta 150 euros. Entonces, sí, el precio de los abonos de televisión es alto, pero todo en el fútbol es caro. Es un problema que deberían abordar las ligas, las televisiones y los clubes, pero no tengo claro que se esté trabajando en una solución real, porque es un tema muy complejo.

En el caso de las televisiones, los precios son altos, entre otras cosas, porque en España la cultura de pago por contenido ha sido distinta a la de otros países de nuestro entorno. Aquí no se pagaba por ver fútbol hasta los años 90. Antes, la televisión pública y algunas privadas invertían mucho dinero en comprar los derechos y lo emitían gratis. En el resto del mundo, el Pay-per-view y los contenidos premium llevan funcionando desde hace décadas. Pero en España, al crecer con el fútbol gratuito en televisión, cuando se empezó a cobrar por él, surgió el problema.

Si a eso le sumas que el precio ha ido subiendo con los años, se genera malestar entre los aficionados, aumenta la piratería y se crea un círculo vicioso. A mí lo que me da pena es que no veo una voluntad real de solucionar este problema. Es una guerra de «tú eres el malo porque pirateas», y no, «tú eres el malo porque el precio es muy alto». No veo a los actores que pueden cambiar esto sentándose a debatir una solución. Y eso, sinceramente, es una lástima.

Sé que La Liga está apostando fuerte por luchar contra la piratería.

Claro, es que los dos canales que emiten La Liga en España pagan casi mil millones de euros por temporada. Necesitan recuperar esa inversión, así que su lucha contra la piratería es lógica. Si la piratería supone un freno real para rentabilizar esos derechos, es normal que actúen en consecuencia.

Desde hace dos años, junto a DJMario, eres una de las nuevas voces del EA Sports FC. Cuéntanos más.

Mi relación con FIFA empieza en 2018, y fíjate que muchas veces hablamos de las redes sociales solo para criticarlas, pero también tienen una parte positiva: permiten conocer gente y generar contactos. Fue precisamente a través de redes sociales que, en 2018, un narrador de deportes electrónicos llamado Axel Martínez me escribió por Twitter y me dijo: «Oye, Miguel Ángel, me gustaría que narrases la final del FIFA».

Yo le contesté: mira, Axel, te lo agradezco, pero nunca he narrado videojuegos. Y él me dijo: «no te preocupes, tú vente, narras y yo hago de comentarista en el juego para tapar un poco tus carencias en cuanto al funcionamiento del videojuego».

Como soy una persona con curiosidad por todo lo relacionado con la comunicación en el deporte y los eventos en directo, decidí probar. Me tiré a la piscina, hicimos las semifinales del FIFA y la cosa salió bien. Pero ahí quedó todo, no me volvieron a llamar.

Un año después, en las finales de la siguiente edición del juego, pasó algo curioso. Yo no iba a narrarlas porque no me habían vuelto a contactar para nada relacionado con FIFA. Pensé: debí hacerlo muy mal si no me han llamado otra vez. Pero, por cosas del destino, la LVP -Liga de Videojuegos Profesional-, que organizaba el circuito competitivo, anunció el cartel de comentaristas para la final y entre ellos estaba Antoni Daimiel.

A 48 horas de la final, Daimiel se cae del equipo de comentaristas porque él era la voz del NBA 2K en España y, por cuestiones de contrato, no podía narrar también FIFA. Entonces, con tan poco tiempo para encontrar un reemplazo, la LVP me llamó y volví a narrar.

Así estuve durante un tiempo narrando competitivo. Pero nunca tuve la expectativa de ser la voz del videojuego. Ni siquiera me lo planteaba como una posibilidad.

Y entonces, en diciembre de 2021, recibí una llamada de una persona de Electronic Arts. Fue el Día de los Inocentes, además. Pensé que me llamaba para ofrecerme narrar un torneo de FIFA, porque era alguien a quien conocía de la escena competitiva. Pero en la llamada me dijo: Miguel Ángel, estamos pensando en ti para ser la nueva voz del FIFA. Todavía no era definitivo, quedaban meses hasta la confirmación, pero en ese momento estaba comprando fruta—siempre lo cuento porque es verdad—y de repente sentí como una subida de tensión. Me tuve que agarrar al arcón de la fruta porque pensé: pero ¡qué me estás contando! ¿Quieres que yo sea el nuevo Manolo Lama? ¿Tú me has visto la cara?

Miguel Ángel Román

¡Tan mal no lo habrías hecho entonces!

Supongo que si me escogieron es porque, al menos para ellos, mi trabajo les gustaba. Ahí comenzó un proceso de tres meses, porque, aunque la decisión inicial se tomó en Electronic Arts España, cambiar las voces del videojuego suponía un enorme desembolso económico, ya que había que grabar todo desde cero. Por eso, la decisión final tuvo que tomarse desde la central de la empresa.

Cuando finalmente me confirmaron que sería yo, empezó una auténtica locura. Grabar el videojuego desde cero fue la vez que más al límite he estado en mi carrera profesional.

¿Se graba una vez y se reutiliza en las siguientes ediciones?

La base del juego se grabó una vez y se sigue utilizando durante todos los años que yo sea la voz del videojuego, pero en cada edición se graban líneas nuevas. Es decir, primero grabé la base para el FC24, luego las líneas específicas de esa edición y después grabé líneas para la Eurocopa, para el FC25 y, si sigo siendo la voz del juego, grabaré nuevas líneas para el 26, el 27… Ojalá hasta que me jubile. Cada año se complementa con nuevo contenido, algunas líneas desaparecen, otras se actualizan, pueden aparecer jugadores históricos, nuevos futbolistas, etc.

El proceso de grabación fue lo que realmente me llevó al límite. Y sobre ser la voz del FC, es como decía antes: hay sueños que sí imaginas y otros que llaman a tu puerta y te dicen: hola, Miguel Ángel, soy un sueño que no habías tenido y aquí estoy. Formar parte de uno de los videojuegos más populares en España y en el mundo supone entrar en la casa de millones de personas.

Pero más allá de lo que supone en términos de popularidad, lo más importante para mí es lo que significó a nivel personal. Cuando me llamaron para proponerme ser la voz del FC, estaba en un momento profesional delicado, algo desanimado y alicaído. Y cuando alguien te elige, te cambia. No es solo el trabajo en sí, sino el reconocimiento. Es un chute de autoestima, una señal de que, después de tantos años de esfuerzo, algo estarás haciendo bien. Es lo mismo que cuando pocos meses después dejé Mediapro/Movistar para unirme al proyecto de DAZN. Cuando alguien te escoge, te hace ver las cosas de otra manera. Luego, claro, ser la voz del videojuego, narrar los partidos del Barça y del Madrid… Al final es trabajo, y muchas veces genera más desilusiones que ilusiones.

¿Hay algún deporte que no hayas narrado y te gustaría hacerlo?

Soy muy consciente de que soy narrador de fútbol y que, salvo que ocurra algo extraordinario, terminaré mi carrera narrando fútbol. Mi perfil está muy marcado y dudo que mañana una radio o televisión me llame para narrar tenis. Puede pasar, pero lo dudo. Por eso, estoy centrado en el fútbol y solo pienso en el fútbol.

Dicho esto, siempre he sido un apasionado del motor. Antes lo era del fútbol también, pero desde que el fútbol se convirtió en mi trabajo, perdió algo de esa magia. Me sigue gustando, pero es diferente. Si a lo largo de mi carrera pudiese narrar algo relacionado con el motor, como cubrir un París-Dakar, que era mi sueño de pequeño, estaría encantado.

Además, en España, las narraciones de motor son pocas, porque solo se emiten las competiciones de élite: MotoGP y sus tres categorías y la Fórmula 1. Además, en F1 solo tiene gran seguimiento la carrera principal, porque las categorías inferiores, aunque se emitan, apenas tienen público. Y luego está otro factor: la narración de estas competiciones lleva décadas ligada a voces icónicas.

Es difícil imaginar que Antonio Lobato deje de narrar la Fórmula 1, porque es la voz de la F1 en España. Lo mismo pasaba con Ernest Riveras en MotoGP, hasta que lo dejó el año pasado y ahora narra Pablo Juanarena. Pero claro, tanto Antonio como Ernest son historia del periodismo deportivo en España. La gente asocia la imagen de pilotos como Fernando Alonso o Marc Márquez a su voz. Romper esa dinámica y entrar ahí es complicado.

¿Hay algún narrador que realmente te haya marcado, del que hayas aprendido mucho?

Muchos, porque además soy un tío bastante raro en este sentido. Soy un narrador al que le gustan los narradores.

¿Es raro eso?

Sí, sí. Los narradores suelen ser bastante críticos con otros narradores, o por lo menos los que yo conocí cuando empezaba. A muchos no les gusta cómo narran sus compañeros. En cambio, a mí me gustan muchos porque soy muy consciente de lo difícil que es narrar. Ya solo el hecho de narrar un partido de fútbol, baloncesto, tenis, lo que sea, tiene una complejidad enorme, y hacerlo bien es todavía más complicado. Luego, claro, te puede gustar más el estilo de uno o de otro, pero ya solo por el hecho de hacerlo, tengo una gran consideración por todos mis compañeros.

En cuanto a influencias, sí, muchas. José Ángel de la Casa, aunque mi estilo no se parezca demasiado al suyo porque somos generaciones distintas, es la voz de mi infancia, como lo fue Gaspar Rosety.

Muchas veces casi que veo los partidos de fútbol más para escuchar a los compañeros que para ver el partido en sí. He intentado absorber mucho de Carlos, de Adolfo Barbero, de Sixto Miguel Serrano, y de compañeros con los que he trabajado como José Sanchis o Fran Guillén.

Pero si tuviese que decir un referente, sin duda diría Carlos Martínez. Cuando nació Canal Plus, supuso un punto y aparte en la televisión deportiva en España, y Carlos les dio otro aire a las narraciones. No fue una ruptura radical con lo anterior, pero sí un cambio evidente.

Antes hablábamos de que la voz de Antonio Lobato está ligada a las gestas de Fernando Alonso, o la de Ernest Riveras a los éxitos del motociclismo. Pues con Carlos Martínez pasa lo mismo. Su voz está unida a los grandes momentos del fútbol español y de los clubes españoles en Europa desde los años 90 hasta ahora. Y ahí sigue, dale que te pego, ¡y no lo quiere dejar!

Y sobre tu trayectoria, tienes más de 4000 partidos a tus espaldas. ¿Recuerdas algún partido en el que hayas sentido que la clavaste y, al contrario, alguna vez en la que hayas cometido un error en directo?

Errores graves-graves, creo que no. Algún fallo de cálculo en la clasificación de un grupo de Champions, seguro. Siempre he sido de letras puras y las matemáticas no son lo mío, así que alguna vez me he equivocado haciendo cuentas sobre si un equipo estaba clasificado o eliminado.

En cuanto a partidos perfectos, no creo que haya ninguno. Nunca he terminado una narración pensando: esto ha sido impecable. Siempre hay algo que mejorar. Cuando narras, tienes una percepción agudizada de todo lo que haces: notas cada detalle, cada tropiezo en la vocalización, cada error en la identificación de un jugador. Y cuando te equivocas, da una rabia tremenda.

Como comentas, he narrado más de 4.000 partidos desde que empecé, así que es difícil quedarse con solo unos pocos. Aunque algunos, por lo que significaron, siempre se quedan grabados.

¿Qué crees que debería ver la audiencia para entender todo el trabajo que hay detrás de una narración?

La audiencia no tiene que entender nada. A la audiencia le tiene que dar igual las circunstancias del narrador o del comentarista: cómo te preparas, si te encuentras mal, si te duele una muela, si te has peleado con tu familia… La audiencia no está para entender eso, está para disfrutar del partido y para que tú intentes llevar la narración de la mejor manera posible. Yo no le pido a la audiencia un ejercicio de empatía con mi trabajo, porque mi obligación es hacerlo bien. Lo único que me importa es el próximo partido e intentar narrarlo lo mejor posible. A la audiencia de DAZN le da exactamente igual si antes de narrar un partido del Celta me he visto siete partidos suyos. Y le tiene que dar igual. Creo que mis circunstancias no le importan ni le deberían importar demasiado.

Miguel Ángel Román

¿Y crees que la inteligencia artificial puede sustituir a los narradores en el futuro?

Se está trabajando en ello. De hecho, Mediapro tiene un proyecto para usar inteligencia artificial en deportes que no son tan masivos como el fútbol. Me gustaría decirte que no, pero es que no lo sé. Si hace 10 años me hubieras dicho que un teléfono iba a ser prácticamente un ordenador donde lo tendríamos todo, te habría dicho que estabas chalado. Y fíjate en lo que se han convertido los teléfonos hoy en día.

Me gustaría pensar que lo más importante de una narración nunca lo va a poder conseguir una máquina, y eso es surfear con las emociones que provoca un partido de fútbol. Creo que una máquina nunca tendrá la capacidad de transmitir lo que sí pueden los humanos. Esa emoción que te traspasa, que se nota en la voz. Estar en un estadio, que el grito o el silbido de la gente se cuele por el micrófono ambiente y que eso te haga vibrar de una manera distinta… No creo que una máquina pueda lograrlo.

Aunque bueno, me consta que los dobladores y locutores de publicidad han tenido conflictos con agencias y estudios de grabación porque sus voces se han utilizado para entrenar inteligencias artificiales sin su consentimiento. Se trataba de alimentar a las IA con cuantas más voces, mejor, para que aprendieran más entonaciones e inflexiones. Ha habido una batalla porque los actores y locutores decían: vale, si vais a usar nuestras voces, al menos pagadnos y que sepamos lo que está pasando.

Y claro, con todo esto, a veces te preguntas si deberías registrar tu propia voz. A lo mejor es una tontería y suena petulante, pero tal y como van las cosas, no sé si debería hacerlo. Es algo que nunca me había planteado hasta ahora, pero quién sabe.

La temporada ya ha terminado, pero durante buena parte del curso hubo incertidumbre en la lucha por el título. Si te hubiéramos preguntado en pleno campeonato: ¿quién creías que iba a ganar La Liga?

¡Ni idea! Parece que últimamente a los periodistas se nos está añadiendo el perfil de futurólogos, además con un riesgo enorme. La gente te pide pronósticos en agosto, ¡cuando ni siquiera se ha cerrado el mercado de fichajes!

Pero yo soy periodista, no adivino. Suficiente tengo con intentar contar los partidos en directo y ponerles palabras a lo que voy viendo como para predecir el futuro.

Lo que sí sé es que, a diferencia de las últimas temporadas, ha habido un tercer equipo en la lucha por el título hasta hace relativamente poco. Y eso es una gran noticia para la competitividad. Ojalá se hubiese podido sumar un cuarto, porque el Athletic Club estaba muy cerca.

Otra cosa buena que ha pasado en esta Liga es que, a diferencia de otras temporadas, tanto Real Madrid como Barcelona pueden perder puntos contra cualquier equipo. En la época de Guardiola y Mourinho, y las siguientes, eso era impensable. Eran equipos que casi aseguraban 95 o 100 puntos por temporada. Para los aficionados de Madrid y Barça era increíble, porque ganaban siempre, goleaban y dominaban. Pero a la competición le restaba emoción.

Este año, tanto Madrid como Barcelona como Atlético podían ir a cualquier campo y ganar, pero también podían perder. Y eso es bueno para la Liga.

¿Crees que hay más amor por el deporte entre los jóvenes ahora que hay más acceso a él, o crees que eso no ha cambiado en estos años?

Yo creo que sí, que el interés sigue ahí. El problema, como te decía antes, es el acceso, sobre todo para los jóvenes. Pero en cuanto al interés, no veo que haya decaído ni por el deporte en sí ni por la práctica deportiva, que al final es un camino que muchas veces lleva también al deporte profesional. Muchos chavales juegan al fútbol, y muchas veces lo hacen empujados por el reflejo de sus ídolos futbolísticos. Y no solo pasa con el fútbol, también con el baloncesto, el tenis o cualquier otro deporte. Así que el interés sigue siendo positivo. Además, está el rol del deporte como actividad física saludable, lo que también acerca a los chavales al deporte. Hay dos maneras de acercarse: el que juega porque quiere ser como sus ídolos y el que juega simplemente porque disfruta practicándolo.

¿Ibas para futbolista?

¡Ja, ja! No, no, yo era muy mal futbolista. Mi posición ideal era en el banquillo, al lado del entrenador. Nunca quise ser narrador hasta que empecé a narrar, y ahí descubrí que se me podía dar razonablemente bien. Pero de futbolista, nada. Jugué sobre todo a frontenis durante muchos años, y al fútbol, sí, también jugué, pero como era muy malo, me aburría y lo dejé. Siempre he sido mucho más espectador de fútbol que jugador.

¿Se te hacen largos los partidos?

Lo que pasa es que aquí siempre está la eterna discusión sobre si el fútbol debe adaptarse a la audiencia o si la audiencia debe adaptarse al fútbol. Lo hablábamos antes con los medios: hasta qué punto tienes que ajustar el mensaje para que llegue mejor. Si al final tienes unas normas que cumplir, tienes que usar un lenguaje estándar, no demasiado técnico, comprensible para todos.

Si en la tele o en un periódico empezamos a comunicar con «¿Qué pasa, bro?», pues quizás nos estamos alejando demasiado del contexto adecuado. Con el fútbol pasa algo parecido. Es un deporte de éxito mundial, ha triunfado con las reglas que tiene. ¿Que ahora la gente tiene menos capacidad de atención? Vale, pero ¿tenemos que cambiarlo todo por eso? ¿Y si dentro de 30 años volvemos a lo de antes? Es complicado.

Miguel Ángel Román

Entonces, ni hablar de introducir la tarjeta azul.

La tarjeta azul no me gusta. Pero, por ejemplo, el VAR sí. A pesar de todo, el fútbol es mucho más justo con tecnología que sin ella. Si ahora desapareciera el VAR y volviéramos al fútbol sin tecnología, la gente alucinaría. Es más, si vieran partidos de antes de la implantación del VAR, alucinaríamos con la cantidad de injusticias y errores que se producían. Los árbitros son humanos, se equivocan, y arbitrar es muy difícil. Yo esa tecnología no la quitaría. Ahora bien, ¿tarjeta azul? ¿Quitar el fuera de juego? No, eso ya sería matar la esencia del fútbol. La esencia se tiene que mantener.

¿Cambios? Claro, el fútbol se ha ido adaptando poco a poco. Cuando yo era joven, el portero podía recibir un pase del defensa, coger la pelota con las manos y quedarse así media hora. Eso desapareció. También han cambiado los estadios, las normas sobre el césped para que el juego sea más rápido, los balones son más livianos… Pero las normas básicas siguen ahí.

Si hay algo que sí mejoraría es el tiempo efectivo de juego. Que se pare menos con faltas que muchas veces no lo son. Y, sobre todo, que los jugadores se tiren menos. ¡Eso sí que lo cambiaría!

Un comentario

  1. No le habeis preguntado cuantas veces dice la palabra «costado» en un partido…. aunque Carlos Martínez le supera ampliamente en ese aspecto

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*