
Serbia vuelve a estar en el ojo del huracán. Las protestas que están protagonizando los estudiantes del país balcánico están siendo, por su magnitud, históricas. Habría que remontarse a los años de la caída del comunismo en Europa para encontrar movilizaciones similares.
Savo Milošević, ahora es entrenador en Irán del Nassaji Mazandaran tras una experiencia muy breve en el Partizan de Belgrado, pero siempre será recordado por sus años en el Zaragoza y Osasuna, además de Aston Villa y Parma, clubes en los que siempre logró cumplir con su profesión: meter goles.
Pero hay algo más: estos días ha distinguido a este futbolista, natural de Bijeljina, Bosnia, y que logró 37 goles con las camisetas nacionales de Yugoslavia, Serbia y Montenegro y Serbia, su valor. Es uno de esos extraños deportistas que se atreve a hablar claramente de política. No de causas generales altruistas sobre las que hay amplio consenso, sino de problemas actuales, espinosos y que le pueden traer problemas.

Lo hemos podido comprobar en una entrevista en la cadena Sport Klub en la que ha vuelto a recordar con toda claridad e integridad sus posiciones a propósito de los meses de protesta de los estudiantes que está viviendo Serbia.
Primero, ha recordado cuando él tenía la edad de los estudiantes, aunque fuese jugador de fútbol. Lo que hizo como representante de la selección nacional y lo que hacen ahora los que le han sucedido: «Cuando luchamos contra el régimen de Slobodan Milošević, yo fui el único del equipo de fútbol, del ámbito deportivo, que se manifestó en su contra. Creo que solo Vlade Divac apoyó las protestas con un telegrama. Así que en estos 20-30 años, lamentablemente, no ha cambiado mucho».
Y lo mismo ha hecho con los aficionados, que según recuerda en aquellos días tuvieron un papel muy importante para intentar alcanzar la democracia en Serbia: «En aquella época, la lucha contra Slobodan Milošević tuvo un papel muy importante para los aficionados. Hoy en día, los grupos ultras del Partizan y del Estrella Roja están divididos, algunos apoyan al gobierno, otros a la oposición, a los estudiantes o a diferentes causas, pero en ese tiempo los aficionados jugaron un papel crucial en la lucha contra el régimen».
Hoy, además de sus profundos y escalofriantes vínculos con la mafia, se han convertido en algo muy alejado de lo que debería ser una afición deportiva: «Hay amenazas de que la próxima vez que saquen una pancarta en el estadio, alguien va a intervenir y les va a hacer algo. ¿En qué momento dejamos que los aficionados sean utilizados de esta manera?»
Es cierto que en aquellos tumultuosos 90 se la jugó. Hay imágenes suyas, cuando jugaba en el Parma, en las que sale vistiendo una camiseta de Otpor, el movimiento de oposición juvenil al régimen de Slobodan Milošević. Podría haberle pasado cualquier cosa, en esos años se asesinó a periodistas y opositores. Actualmente, Savo no duda de cuál es su postura: «El apoyo a estos jóvenes no es una cuestión política, sino una cuestión de honor, dignidad y moral para cada uno de nosotros». Cabe recordar que el detonante de estas protestas ha sido el hundimiento de una estación recién construida en Novi Sad, que mató a quince personas. La remodelación de la infraestructura se producía en el marco de la Ruta de la seda china, una serie de inversiones con participación húngara, sobre las que aún hay opacidad y una realidad incuestionable: se cayó encima de la gente.

Los estudiantes están exigiendo el presupuesto y plan de la obra, nada más que eso, y el presidente Aleksandar Vučić se lo niega, aunque ya se han llevado por delante al primer ministro. Para conseguirlo, los estudiantes llevan meses sin ir a clase, están poniendo en peligro sus carreras.
Savo está de su lado de forma incondicional: «Lamentablemente, en nuestro país durante las últimas décadas hemos sido testigos de la emigración masiva de jóvenes, y la razón principal de esto es la falta de un sistema de valores (…) Lo que me da un poco de esperanza es que parece que estos jóvenes han decidido quedarse, pero eso no es suficiente; hay que crear oportunidades para una vida normal (…) En esta historia, ellos insisten en la justicia desde el primer momento, y lo hacen de manera inteligente, porque solo con justicia puede surgir un sistema de valores en el que su calidad, potencial, capacidades y talento puedan expresarse».
Como deportista, que ha vestido los colores de su país, para él es una obligación moral posicionarse a favor de una protesta tan cargada de sentido y significado como esta, «si no estamos con nuestros jóvenes, ¿con quién vamos a estar?», se ha preguntado. Porque considera que la actual Serbia, gobernada por el partido nacionalista SNS, se parece demasiado a la que creían haber dejado atrás: «Nada importante ha cambiado en estos 20 o 30 años. Desafortunadamente». Por eso, sin un legado democrático por parte de su generación, considera que no tiene mucho que aconsejarles: «Estos jóvenes lo están haciendo fenomenalmente bien e inteligentemente. No les daría ningún consejo; es mejor que nosotros aprendamos de ellos».
Su posición es clara, pero también critica a quienes le exigen a los deportistas que den la cara: «Esto es hipocresía de una gran parte de la gente. No puedo decir de todos, pero de una gran parte sí. Hipocresía porque se le exige a un deportista que se pronuncie sobre algo, mientras que esas mismas personas llevan décadas ignorando innumerables injusticias en este país (…) Si nos centramos en exigirle a un deportista que hable de algo, mientras nos hacemos los ciegos ante la destrucción de un sistema entero, de la juventud, de todo lo que está colapsando en este país, entonces realmente no tengo nada que decir sobre esas personas. No me interesan».
Declaraciones contradictorias
Hasta aquí, la mejor versión de Savo Milošević. Sin embargo, no ha sido siempre así. En una entrevista de hace un año, matizaba ligeramente sus opiniones sobre Slobodan Milošević. Explicaba que, efectivamente, estuvo con la oposición a Milošević de forma clara: «apoyé al Partido Democrático. Estuve con Boris Tadić y con el fallecido Zoran Đinđić. Mi única intención era que, dado que jugué en Europa y viví en países organizados con sistemas y reglas claras, tal vez pudiéramos aplicar algo de eso en Serbia. No quería dedicarme profesionalmente a la política, sino ayudar en ciertas decisiones que pudieran acercarnos un poco al mundo civilizado. Cuando me di cuenta de que eso no era posible, me alejé de la política y desde 2008-2009 prácticamente ni siquiera leo las noticias».

Sin embargo, ese Savo contrasta con un Savo que, posteriormente, en la televisión KTV de Zrenjanin, dijo que le pediría perdón a Slobodan Milošević, aunque matizó en otra televisión bosnia que se refería solo a «cuestiones económicas», y con la perspectiva de «considerando lo que sus sucesores hicieron después de él en Serbia». Si bien es cierto que simplemente era una forma de hablar: «No era una amnistía para Milošević, sino más bien una crítica a quienes vinieron después de él, más que un elogio». Y salió al paso de las críticas por esas palabras: «Acusarme de glorificar a Milošević es realmente absurdo, porque, repito, fui el único deportista que luchó abiertamente contra él».
Como bosnio, de todos modos, reivindica la pluralidad de su sociedad, con varias religiones, ya que entiende que la diversidad es un valor, algo positivo: «pertenezco a una generación para la cual esas diferencias simplemente no eran importantes. En el fútbol solo existe una fe futbolística, una nación futbolística y un idioma futbolístico. Nos entendemos muy bien entre nosotros. Mucho mejor que la gente común, y ni hablar de los políticos (…) Yo nací y crecí en este país, así que conozco muy bien las relaciones, las reacciones y las emociones de la gente. Bosnia para mí no es solo una patria, es mi patria. Aquí nací, aquí crecí, aquí tengo a mis amigos, aquí todavía está la mayor parte de mi familia».
Haber conocido diferentes culturas le ha enriquecido y no al revés: «Jugué en 9 clubes en 4 países de Europa. Jugué con no sé cuántas nacionalidades y religiones. Eso es mi mayor riqueza. Nuestra diversidad en el mundo debe ser nuestra fortaleza, porque nos da la oportunidad de aprender unos de otros. Imaginen, Dios no lo quiera, si todos fuéramos iguales. Qué mundo más monótono, simple, aburrido e imposible de vivir sería. La diversidad debe ser nuestra riqueza. Soy una persona más rica porque conozco tantas nacionalidades y porque puedo decir que tengo amigos por toda Europa y el mundo».
Savo Milosevic en la Premier
En el apartado de recuerdos, en estos encuentros Savo aprovechaba para explicar que pudo disfrutar del fútbol inglés clásico, muy alejado de los postulados actuales de Pep Guardiola, cuando se jugaba de forma mucho más directa aunque eso supusiera rifar más balones: «Yo llegué a Inglaterra en un momento en el que el fútbol inglés todavía no había cambiado. Seguía siendo muy físico, directo, completamente diferente a lo que yo había aprendido en Partizan».
Hasta el punto de que ese fútbol inglés ni siquiera era el que se aprendía en la escuela yugoslava: «El primer año en Aston Villa fue muy difícil para mí porque tuve que adaptarme a un tipo de fútbol en el que prácticamente no había pausas, en el que el contacto físico era constante y donde no se jugaba con la pelota como estaba acostumbrado».

A ese problema, se le sumó el clima. Pero con todo, considera que esa experiencia tan negativa en principio, le hizo mucho más fuerte: «Además del fútbol, el clima fue un problema grande. Lluvia, frío, viento, días nublados… Eso te afecta más de lo que uno piensa, sobre todo si vienes de un país donde tenemos sol la mayor parte del año. Pero con el tiempo entendí que ese reto fue lo mejor que me pudo haber pasado. Jugar en Inglaterra me hizo un futbolista más completo, me obligó a mejorar físicamente, a ser más fuerte mentalmente y a adaptarme a cualquier situación en la cancha. Si no hubiese jugado en la Premier League, creo que no habría rendido tan bien en España después. Aprendí mucho en esos años, aunque al principio no fue nada fácil».
En España encontró un lugar más parecido a la mentalidad serbia
Todo esto cambió cuando recaló en Zaragoza, un lugar donde encontró la calidez de los vecinos y la gente del entorno, algo que echaba de menos en Gran Bretaña: «Inglaterra y España son dos mundos completamente distintos. En Inglaterra la gente es más reservada, más cerrada. En tres años allí, prácticamente no conocí a ninguno de mis vecinos. En cambio, en España, el primer día en Zaragoza ya tenía varios vecinos que venían a presentarse y ofrecer ayuda”.
Lo mismo ocurrió con la forma de jugar, lo españoles, desde su punto de vista, tienen un fútbol con menos urgencias: «El fútbol en Inglaterra es mucho más físico y directo, mientras que en España todo es más técnico, más pausado, más pensado. Para mí, fue un cambio muy grande pasar de la Premier League a LaLiga”.
Y, por supuesto, la forma de vida en España le hizo sentir realmente a gusto, era mucho menos rígida: «La vida fuera del fútbol también es diferente. En Inglaterra todo es más estructurado, más disciplinado, pero también más solitario. En España, la gente es más abierta, más sociable, y eso me hizo sentir más cómodo desde el principio”.

Porque, en definitiva, España es un país más parecido a Serbia: «El estilo de vida en España se parece más al de Serbia. La comida, la forma de relacionarse, incluso la mentalidad dentro del vestuario. En Inglaterra me costó mucho integrarme, pero en España fue natural, porque entendían el fútbol y la vida de una forma similar a la mía. En Inglaterra respetan mucho a los jugadores, pero mantienen una distancia. En España hay más conexión con la gente, los jugadores se sienten más cercanos a la afición y a la ciudad donde juegan».
Paso fugaz como entrenador del Partizan
Por desgracia, Savo ha abandonado el fútbol europeo. Su salida del Partizan se ha debido a desavenencias con el club y su paso no ha podido ser más breve: «No puedo liderar un equipo en el que no tengo el control de las decisiones que afectan directamente a los jugadores y al funcionamiento del equipo. Si me encuentro en una situación en la que no puedo hacer mi trabajo de la manera en que creo que es correcta, entonces es mejor que no esté allí» (…) «Fui puesto en una posición en la que perdería mi autoridad y mi integridad. Y cuando digo estas dos palabras, tal vez para algunas personas no signifiquen mucho, pero para mí significan todo«.
No cabe duda de que el fútbol serbio se encuentra en crisis, continúa Savo, donde la Superliga ha quedado relegada a ser un mero escaparate: «Nuestra Superliga ya no es una liga de desarrollo. Antes teníamos la segunda y tercera liga como espacios para el desarrollo de jugadores jóvenes, y la Superliga ya era un nivel profesional. Ahora hemos llegado al punto en el que ni siquiera la Superliga es una liga de desarrollo».
Y lo que es peor, una cosa es que salgan los jugadores buenos, otra que es que se los compren cuando todavía no han llegado ni a ser buenos: «En lugar de formar jugadores completos y listos para competir al máximo nivel, estamos creando productos a medio terminar o, peor aún, vendiendo nuestros mejores talentos a precios bajos».