
Antes de empezar con lo histórico, conviene aclarar dos verdades que han sido pervertidas por la corriente de opinión. La primera es que la victoria no depende de la suerte, el estilo o nada que no sea la pura razón futbolística, siendo que el equipo que mejor juega es el que mayor probabilidad tiene de ganar, por lo que es mejor equipo el que más gana. La segunda es que, a igualdad de plantillas, el mejor técnico no será el que, a través de su equipo, cause la sensación de que pueda ganar más partidos, sino que por el contrario lo será el que consiga, sencillamente, mejores resultados.
En una conversación que mantuvimos, Cappa me dijo con ironía que no hay nada que hacer con la gente que se emociona con la música de Julio Iglesias, sólo queda resignarse y dejar que lo disfrute. Efectivamente, puesto que las emociones sobre el juego son personales, no hay debate al respecto. Pero el ser del fútbol, ese meter más goles que el rival y recibir menos, entra en el ámbito de la objetividad, por más que retóricos como Cappa hayan conseguido finalmente llevarlo a su terreno, empujados por el viento de la hora.
Un Athletic bien legado
En la década del dos mil diez, el Athletic encadenó varias de las mejores plantillas de sus tiempos recientes. Hoy sabemos la dimensión real de algunos futbolistas que entonces daban pasos hacia la consolidación. Caparrós legó un equipo donde Javi Martínez o Llorente ya eran internacionales y los pretendía media Europa. Junto a Muniain, titular desde los 18 años, tomaron el lugar de leyendas como Yeste, Etxeberria y Urzaiz.
Con el sevillano al mando, el Athletic había alcanzado la final de Copa en 2009, primera de la entidad en varias décadas. Era una consecuencia natural del nivel de los jugadores disponibles. Dos años después, recordaría Inchaurraga, vicepresidente del club a la llegada del técnico, para el diario Deia: «Hay un dato objetivo: qué equipo cogimos hace cuatro años y qué equipo se dejó el pasado verano. Hay que reconocer el trabajo de Caparrós».
Antes de salir, Caparrós también había logrado una sexta posición en Liga que los clasificaba para Europa League por segunda vez en su etapa. Fue entonces cuando Urrutia ganó las presidenciales a Macua y al banquillo llegó Bielsa, un entrenador de renombre para disfrutar de la competición europea.
Bielsa para triunfar en Europa, a costa de naufragar en Liga
Para alcanzar los ambiciosos objetivos, a Bielsa le mantuvieron las figuras y reforzaron su Athletic con Ander Herrera, quien venía de liderar el centro del campo del Zaragoza en Primera. A sus 21 años, el bilbaíno fue diferencial desde su llegada: y es que el talento se tiene o no se tiene, conseguirlo con el tiempo no es una posibilidad. Se cerraba así, para la 11/12, la plantilla más grande que La Catedral conoció en esa época.
Con esos mimbres, el ex-seleccionador argentino se mantuvo dos cursos en la dirección gracias al impacto de su equipo sólo el primero de ellos, donde el rendimiento en los torneos con eliminatorias fue casi perfecto. Aquel Athletic alcanzó la final de Europa League, que perdió de manera contundente contra un Atleti con mejor alineación. Y también la de Copa, en la que se midió al Barça con parejo desenlace. Nada que objetar, son serrotas lógicas que no enturbian el mérito conseguido.
No obstante, el precio a pagar por ello fue la clasificación liguera, impropia para una plantilla de ese nivel. Un célebre admirador de Bielsa, llamado Guardiola, estaba en lo cierto cuando aseguró que ganar la Premier es más difícil e importante que ganar la Champions, porque denota consistencia y otros muchos aspectos relacionados con el nivel real de un conjunto. Una victoria en Old Trafford dice menos que cinco seguidas en la Liga ante rivales menores. Por eso no hay grandes noches que den títulos ligueros, sino grandes equipos que los ganan.
El Athletic de Bielsa acabó décimo en la competición doméstica con 49 puntos, nueve menos que el curso anterior, teniendo mejores futbolistas. Eso es algo que, a la hora de realizar una evaluación fiel a la realidad, también es preciso recordar.
El empate contra el Barça de Guardiola que santificó a Bielsa
Paradójicamente, fue un partido de Liga lo que aumentó la fama de aquel equipo, incluso sobre las rondas superadas en torneos del KO. Tuvo un relato que quiso ver a Bielsa como principal responsable de una manera de jugar que empezaba a prestigiarse por encima de lo razonable.
En noviembre, bajo la lluvia de Bilbao, el Athletic logró empatar a dos contra el Barça, vigente campeón de Liga y Champions, equipo mundialmente reconocido por su manera de ganar, dirigido por el entrenador de moda. En el postpartido, Guardiola adjudicó el desempeño del rival en buena medida a su homólogo, al decir que «nunca había jugado contra un equipo tan intenso. Por eso Bielsa es tan buen entrenador, ha conseguido que el equipo sea suyo».
En realidad, Guardiola hablaba de sí mismo a través de Bielsa, toda vez que el Athletic consiguió competir aquel día porque confeccionó un buen once y porque el juego del Barça ya no era el de las temporadas precedentes debido a déficits en la alineación, no porque fuera intenso o atrevido. Sin ir más lejos, en los otros dos enfrentamientos del curso se llevó un global de cinco goles a cero. Guardiola también tuvo palabras para los futbolistas, pero como solemos confundir lo esencial con lo accesorio, fue el modo de jugar lo que se popularizó.
A partir de ello, se escribieron numerosos libros que abordaban la idea de Bielsa, publicándose incluso algunos en España sobre la marcha, aprovechando aquella ola. Esos libros, sin embargo, no ponderan que la temporada siguiente el Athletic mantuvo el estilo con Bielsa pero consiguió el peor balance del club en el último lustro, extendiéndose luego cuatro años más.
En la 12/13, sin Javi Martínez pero con Laporte en su lugar y el internacional Aduriz como refuerzo, de una buena plantilla el técnico sacó un mediocre equipo. Poco antes de finalizar la temporada, Bielsa dejó un análisis certero cuya honestidad es de agradecer: «La evaluación es negativa, en la Liga anterior el equipo fue décimo pudiendo salir quinto y en ésta está en el tercio inferior de la tabla estando en condiciones de estar en el tercio superior en cuanto al plantel, lo que quiere decir que el manejo del material humano no es el adecuado».
El Athletic fue décimo segundo con una puntuación casi pareja –un punto y un puesto de diferencia- a la peor de Caparrós, el curso que alcanzaron la final copera. Y esta vez tampoco pudo salvarse mediante la Europa League, donde cayó en fase de grupos, y la Copa, derrotado prematuramente por un Eibar de Segunda B. «Si todos los éxitos del año pasado fueron para Bielsa, los fracasos de este año también son suyos», razonaba Goikoetxea en El País.
Entonces salió el incondicionalmente respetado Bielsa y al banquillo regresó Valverde, silencioso técnico que ya los llevara al quinto puesto en 2004. Y todo mejoró.

El humilde Valverde para mejorar al internacional Bielsa
Si tecleamos «libros escritos sobre Ernesto Valverde» en el buscador, probablemente aparezca un total de cero unidades. Esto se debe a que Valverde no se dedica a departir en ruedas de prensa de maneras como la siguiente: «Hay un camino corto para ganar, que es jugar mejor que el rival, hay un camino más accesible: yo no voy a jugar bien, pero voy impedir que el otro lo haga (…) Es más fácil impedir que el otro lo haga. (…) Cuando intentas jugar bien hay que asumir un riesgo».
Valverde no da discursos que veladamente justifiquen su manera de dirigir equipos, sino que se limita a entrenarlos y conseguir mejores resultados que la mayoría. Por ejemplo, que Bielsa, a quien pertenece la posverdad transcrita líneas atrás. Por ejemplo, antes de volver al Athletic, Valverde consiguió meter en una final UEFA al Espanyol y sólo la perdió por penaltis.
En su despedida, Bielsa había dicho que el Athletic «tiene que estar entre el quinto y el noveno puesto (…) porque hay cuatro equipos que son mejores y diez equipos que son peores». Aquí sí hay verdad analítica. La declaración fue a la vez un lamento y un presagio, habida cuenta de que lo que él no pudo conseguir en dos años lo consiguió Valverde inmediatamente, haciéndolo además de manera ininterrumpida durante el doble de temporadas.
Cómo Valverde mejoró el Athletic de Bielsa
En su segunda etapa, Valverde recibió un Athletic menguado de grandes futbolistas. Ya no estaba Martínez, pero tampoco el campeón del mundo Llorente, traspasado ese verano. Aun así le dio para hacer un cuarto puesto en Liga, clasificación Champions que el club no conocía desde la década de los noventa. Y únicamente fue frenado en cuartos de Copa por el Atleti, a la postre campeón doméstico.
Para explicarnos cómo mejoró Valverde el rendimiento del Athletic hay que atender a su propia personalidad, alejada de exposiciones barrocas y cualquier suerte de pensamiento utópico. «Valverde no tiene ego y siempre va de cara. Transmite mensajes básicos y directos, dando cabida a la autogestión», expuso Moisés Hurtado en El País. Ella refleja su propuesta de juego.
Una vez más, Valverde miró el fútbol con humildad: desde los futbolistas hacia el todo, no al revés. Dio armonía al Athletic desde la detección de calidad y cualidad, hasta encontrar el mejor funcionamiento grupal. Naturalizó un equipo radicalizado y así lo hizo rendir. Nada de mecanicismo, como repiten de Bielsa los futbolistas que dirigió, todo orgánico. Esto es tener un profundo respeto al juego.
Yendo a lo concreto, como aciertos nominales -el fútbol no son más que nombres propios- pueden destacarse los siguientes: descartó al lateral Aurtenetxe, una opción indiscutible de Bielsa cuya carrera demostraría ser mediocre debido a su fragilidad defensiva, y repescó en su lugar al contundente Balenziaga; consolidó como central a un Laporte de 19 años, la apuesta acertada que dejó Bielsa; sacó a De Marcos de la zona de volantes, para la que sus características no eran idóneas, y lo convirtió en el relevo de Iraola, otro internacional que le duró apenas un curso debido a su prematura veteranía; detectó nuevas virtudes en San José, usándolo para varias labores hasta que se convirtió en internacional y acudió a la Eurocopa de 2016. Etcétera.
En cuanto al modelo, eliminó la doctrina combinativa y el tipo de pressing que Bielsa exigía independientemente de quiénes jugasen. La diferencia entre ambas propuestas la matizó San José, para este medio: «Con Valverde a veces presionábamos en un lado del campo y dejábamos el otro lado libre. Con Bielsa, ya podía estar el balón en el córner contrario que el extremo tenía que estar presionando al lateral pegado a la línea».
Valverde propuso alternar alturas y presiones según la situación. El equipo pasó a aprovechar varias vías de ataque y defensa que beneficiaban a sus futbolistas. Entre ellas también las bielsistas, pero cuando su alineación y la del rival lo demandaba. Sirvan, para reflejarlo, las siguientes palabras de Chica sobre su etapa en el Espanyol: «Nosotros teníamos dos estilos: con De la Peña y Tamudo en Liga buscábamos posesión, mientras, cuando jugaba Pandiani, en UEFA, éramos más directos». Eso se llama riqueza. Y es tener un profundo conocimiento del juego.
De este modo, eximido de tanta carga física, se potenció al mejor delantero del equipo, el veterano Aduriz. Con la nueva mirada del técnico, ganó resuello durante los partidos y estuvo en disposición de definir con mayor claridad. Ahora, al excelente ganador aéreo lo buscaban desde los costados y también en largo, como en otro tiempo sucediera con Urzaiz. Algo a lo que más tarde sumó a Raúl García, llegado del Atleti. Aduriz consiguió dos trofeos Zarra y acabó por regresar a la Selección, disfrutando de minutos en la citada Eurocopa.
Valverde también supo suplir la sensible marcha de Herrera al United cara a su segunda temporada, venta que empeoró sobremanera la plantilla. Lo hizo estableciendo un centro del campo con Beñat y Rico, futbolistas de inferior calidad a los que, sin embargo, supo encontrar la complementariedad ideal. Potenció a Muniain en sus inicios, otorgándole una libertad posicional que fue recompensada con goles, hasta que se lesionó de gravedad en 2015.
Ese mismo año promocionó a Iñaki Williams, dándole la titularidad poco después y estableciendo una nueva sociedad entre el canterano y Beñat. Cada sector del campo tuvo sintonía natural entre cercanos y alejados, que no serán apuntadas aquí para no eternizar el artículo.
A través de esas y otras magníficas apreciaciones de entrenador, el Athletic de Valverde fue finalista de Copa en 2015, la tercera que el equipo perdió contra el todopoderoso Barça de Messi. Pero luego le ganó una Supercopa de España, goleándolo por 4-0. Para grandes noches, Bielsa tiene la victoria contra un United venido a menos y Valverde tiene esta, contra el Barça vigente campeón de Europa y que sería ganador del doblete nacional esa temporada.
Además, en esta 15/16 el Athletic volvió a bordar los retos: quinto puesto en Liga, rondas de cuartos de Copa ante el Barça y de Europa League ante un Sevilla que saldría campeón. El debe general de Valverde estuvo precisamente en el desempeño de las competiciones europeas, a las que acudió año tras año porque en Liga nunca bajó de la séptima posición.
Respeto para Bielsa, pero justicia para Valverde
Por todo ello Valverde firmó por el Barça en 2017, donde ganó las dos siguientes Ligas. Mientras en Bilbao lo relevó Ziganda, que acabó la temporada quinto por la cola.
Valverde hoy es de nuevo el entrenador de otro Athletic exitoso, pero el mundillo sigue minusvalorándolo. En una entrevista para El Mundo en 2021, al respecto, le preguntaron que si se le había valorado menos por ser un tipo normal. Su contestación fue reveladora: «eso de que soy un tipo normal me lo dice mucha gente y ya no sé si tomármelo como algo bueno o malo. (…) a veces parece que implica que no haces nada especial (…) El mundo del fútbol es un mundo de locos en el que hace demasiado tiempo la gente se dio cuenta de que los extremos son lo que más vende. Todo el negocio funciona hoy así (…) el entrenador, si se crea un personaje empieza a vender su producto mejor. A mí eso ni me interesa, ni me sale».
Esta es la verdad sin artificios: Valverde y Bielsa son dos grandes entrenadores, pero sólo uno de ellos no tiene prensa y es un verdadero sabio. Hagan de Bielsa la religión que más les convenga, pero denle a Valverde su verdadero lugar en el fútbol.
Por favor periodistas deportivos, dejen de usar mal el verbo mejorar.
«estaba en lo cierto cuando aseguró que ganar la Premier es más difícil e importante que ganar la Champions».
Ya, y batir el récord de los Bulls en temporada regular es más difícil e importante que ganar el anillo (pregúntale a los Warriors que opinan de esto), y ganar Masters1000 es más difícil e importante que ganar Grand Slams, …
La UEFA lo hace mal, en vez de jugar la Champions cuando ganas la Premier debería ser al revés, jugar la Premier si ganas la Champions.
Un buen artículo echado a perder por un dislate de este calibre …
Por cierto, enorme Valverde. La cara opuesta a filósofos de la nada que roban el protagonismo a los verdaderos actores. Espero que sea el Ferguson del Athletic.
Por eso cada temporada la champions la gana un equipo inglés…
En realidad, la gana el Madrid
Podemos identificar tres tipos básicos de entrenador: «el filósofo», que ve poesía en un saque de banda (Menotti, Valdano, Guardiola); «el demagogo», que cuando termina el partido ha hecho más kms. por la banda que sus jugadores (Simeone, Mourinho) y «el campechano», que pone a los once mejores disponibles y que ellos se arreglen (Del Bosque, Ancelloti,). Curiosamente todos ellos han tenido grandes triunfos y grandes derrotas. A ver si va a resultar que no son tan importantes.
No hay por dónde coger el artículo. Como si para alabar a Valverde fuese necesario desmerecer a Bielsa. Digno del resto de prensa deportiva española, la verdad.
No es desmerecer, es poner las cosas en orden. Y no sólo los resultados, también el juego. Y eso que no ha hablado del Valverde del año pasado o de éste.