
Especializado en etapas prólogo y contrarreloj, Chris Boardman estaba especializado en ser el primero en calzarse el maillot amarillo en cada Tour. En 1994, lo hizo, de hecho imponiéndose por 15 segundos sobre Miguel Indurain. Al final, consiguió este objetivo en tres ocasiones, aunque también fue recordado por batir el récord de la hora y por denunciar a los que, a su juicio, hacen trampas en pista. No obstante, durante su época se cometió el mayor fraude a gran escala conocido de la historia del ciclismo y eso tampoco es ajeno a él.
Cuando recuerda la segunda mitad de los 90, explica: «Tuve un par de años en los que simplemente todo se alineó, y mi forma física era buena. Ese año [1996] estaba en buena forma y estaba descubriendo de lo que era capaz. Pero nos vimos atrapados en todo el tema de las drogas a nuestro alrededor, y era realmente difícil saber o predecir qué pasaría después. Aun así, fue un momento en el que pensé: ‘Oh, Dios mío, parece que puedo ganar cosas. Genial, vamos por ello’. Y fue una experiencia maravillosa».
Son palabras recogidas en The Odd Tandem, con Bobby Julik y Jens Voigt, en las que explica que, a pesar del problema que se había generado con el dopaje, encontró un momento en el que todo encajó para él y consiguió alcanzar los logros más importantes de su carrera. Hubiera sido un buen momento para una repregunta, cuando suelta esa frase, pero como tantas otras veces la información sobre el meollo de la cuestión esos años se queda en sombras a interpretar.
Aun así, en los 90, a principios de la década, en Barcelona, consiguió la medalla de oro en la persecución individual, un éxito que le sacó de la vida que había llevado hasta entonces: «Era un carpintero en paro, casado y con dos hijos, no tenía ni un duro, y ese era mi momento, o lo conseguía o no lo conseguía».

A partir de ahí, logró abrirse camino en el mundo del ciclismo profesional, «fue una experiencia maravillosa, pero luego solo quise pasar página y mirar qué era lo siguiente, lo que venía después». Lo que siguió fue la etapa prólogo del Tour de 1994 y, en 1996, el récord de la hora, una jornada que recuerda como perfecta en todos los sentidos: «Hay tres cosas que he hecho (el oro olímpico, el prólogo del Tour’94 y ese récord) y esa fue, físicamente, la mejor forma que he tenido. Incluso tuvimos el día de menor presión de aire registrado en Manchester, fue absolutamente perfecto». Hoy no modificaría nada de lo hecho: «Es probablemente la única actuación en la que miro hacia atrás y pienso que no habría cambiado nada».
La clave estuvo en adoptar las innovaciones que aparecieron en aquel momento, como el túnel de viento, donde comprendió lo importante que era la posición del ciclista y el diseño de la bicicleta: «Tuve mi primera experiencia en invierno de 1991, era un túnel de viento que usaban para probar camiones. Era como pesar guisantes en una báscula, todo muy rudimentario, pero sí que se lograban diferencias si hacías una cosa u otra».
Pronto se dio cuenta de que las ventajas que se conseguían, por pequeñas que fueran, podían ser clave en la máxima competición: «Si tienes un buen deportista y lo entrenas bien, puedes mejorar su rendimiento un 1%, pero si le pones en un túnel de viento y buscas la eficiencia, mejoras del 3% al 4%, incluso un 5%».
Él mismo preparó componentes específicos para la aerodinámica de su bicicleta: «Diseñé mi propio manillar y una horquilla, que se fabricaron en el Reino Unido, con las que conseguir la postura que quería en la bicicleta». No fueron malas ideas, porque pronto se vio que eran decisivas contrarreloj, lo que le permitió obtener asesoramiento de ingenieros y otros profesionales ajenos al deporte: «Trajimos a personas que no sabían absolutamente nada de ciclismo y por eso fueron increíbles. Preguntaban ‘¿Por qué lo haces de esta manera?’ y de repente nos poníamos a pensar de forma diferente».

La satisfacción que le queda es sentirse pionero de toda la revolución ciclista en lo que a las bicicletas se refiere: «Ahora veo a los jóvenes con sus manillares estrechos y las palancas de freno ligeramente inclinadas hacia dentro y pienso ‘Fíjate todo el tiempo que ha tenido que pasar para llegar hasta aquí’».
Sus éxitos no se quedaron en el récord de la hora. También cayeron los prólogos de 1997 y la de 1998, que eran su objetivo. Se convirtió en uno de los mejores contrarrelojistas del mundo. Sumado a que en aquellos años, con el público cautivo de la televisión, se creó un impacto imborrable en generaciones, ha quedado como uno de los grandes de la historia. La fórmula de lograr destacar en esa disciplina, para él, es solo mental: «La mayor parte se trata de ti. No se trata de otras personas, eres tú y mirar hacia dentro, calcular la velocidad a la que vas, cuánto falta y si puedes mantener ese ritmo. No te queda más remedio que hacerlo lo mejor que puedas, cruzar la meta y mirar el tablero a ver si lo has logrado».
Para poder mantener ese control mental, es fundamental no dejarse llevar por las emociones del momento: «Todo consiste en estar al límite todo el tiempo y no excederse». En una gran vuelta, además, tienes que reconocer y respetar tus límites físicos constantemente para estar listo el día de la crono: «Si entras en la zona roja demasiado pronto –y demasiado pronto es antes de los dos últimos minutos- el costo de la recuperación es tan alto que no podrás hacerlo».

En cuanto al calentamiento, para él menos es más. Durante años planificó entrenamientos previos hasta llegar a la conclusión de que lo ideal es que fuesen menores: «15 minutos, dos esfuerzos cortos, y luego parar. Y ese calentamiento tiene que terminar 10 minutos antes de la salida, no más. La parte más difícil es esperar, es muy difícil, en esos momentos de estrés, apegarte a lo que sabes que funciona».
Sobre el ciclismo actual, se sorprende de que siga existiendo el maillot de los jóvenes, porque lo considera «redundante» a raíz del éxito que han tenido los ciclistas de la generación de Pogačar, al que admira en lo profesional y lo personal: «es, obviamente, el hombre. ¿Y no es genial que además parezca ser un tipo realmente agradable? Parece estar disfrutando en lugar de estar estresado y tratarlo como si fuera una guerra».
No obstante, Boardman ha destacado todos estos años de retiro por su activismo. Ha participado en el diseño de Greater Manchester, un plan para desarrollar una red de infraestructura ciclista segura y accesible. Funcionó y el gobierno del Reino Unido acabó pidiéndole un plan nacional que conllevaba inversiones de hasta tres mil quinientos millones de libras.
En Francia, sin embargo, es bien distinto, recuerda: «Anne Hidalgo dijo: ‘Voy a peatonalizar París.’ Recibió amenazas de muerte y fue horrible. Pero en tres o cuatro años, esas mismas personas le estaban dando ramos de flores». Por eso, la clave para poder impulsar el ciclismo cívico, es que la gente se sienta segura: «El secreto para fomentar más el uso de la bicicleta no es hablar de ciclismo. Es hablar de todas las cosas que te importan: ahorrar dinero, la independencia de los niños. Si las personas no se sienten seguras, no cambiarán. Y, de igual forma, si no es fácil, no cambiarán».