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Las mil y una vidas de Roa

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Carlos Roa (Foto: Cordon Press)

«Dios vale más que diez millones de dólares», dijo Carlos Ángel Roa para justificar su decisión de rechazar a ofertas multimillonarias y dejar el fútbol para dedicarse «a predicar el verbo divino». El portero argentino, nacido en Santa Fue en 1969, dio sus primeros pasos como delantero. Pero pronto encontró su sitio bajo palos. Llegó a España en 1997, tras pasar por el Racing Club de Avellaneda y el Club Atlético Lanús. «Los argentinos Carlos Roa y Óscar Mena fueron presentados ayer como nuevos jugadores del Mallorca. El portero Roa y el mediocampista Mena han firmado por cuatro años y tendrán una cláusula de rescisión de 3.000 pesetas», explicó El País en agosto.

Desde Argentina el periódico La Nación destacó que «Mallorca, de España, se convirtió en una sucursal de Lanús», justo antes de Roa y Mena, el equipo balear ya había fichado al técnico, Héctor Cúper. El Lanús había conquistado la Copa Conmebol en 1996, su primer título continental, con Cúper en el banquillo y Roa y Mena en el verde. En esa plantilla también sobresalían el defensa Gustavo Siviero y el mediapunta Ariel Ibagaza, que recalarían en Mallorca en 1998, un año después que Cúper, Roa y Mena.

Antes de fichar por el Mallorca, Roa evidenció sus inicios como delantero al marcar un gol ante José Luis Chilavert. Según contó en 2020 en una entrevista en Infobae: «Habíamos hablado esa semana con Cúper que si había dos penales, algo raro, el segundo lo patearía yo. Y se dio así en el partido. Crucé toda la cancha mirando a Héctor para ver si me decía que tenía que volver. Lo pateé con total confianza y lo pude hacer. Fue una gran alegría. Él se tiró bien, pero fue arriba, cerca del ángulo. Era inalcanzable».

En el curso 1997-1998, la del regreso del Mallorca a Primera tras cinco años en la categoría de plata, Roa jugó 31 partidos, con el dorsal ’17’, y se consolidó como portero titular de la selección argentina. Fue el arquero de la albiceleste en el Mundial de Francia. El equipo venció a Japón, Jamaica y Croacia en la fase de grupos, por 1-0, 5-0 y 1-0. Y a Inglaterra en octavos de final, el 30 de junio en Saint-Étienne. Alan Shearer y Michael Owen remontaron el tanto inicial de Gabriel Batistuta, pero Javier Zanetti restableció el equilibrio antes del descanso. Inglaterra jugó más de una hora con un futbolista menos por la expulsión de David Beckham al empezar la segunda mitad, pero el partido llegó empatado al final de la prórroga y se resolvió en los penaltis. Ahí brilló Roa. El País lo contó así: «El partido más intenso del Mundial se resolvió en la tanda de penaltis. Y el triunfo correspondió a Argentina gracias a la parada de Roa en el último lanzamiento, de Batty. Fue el héroe del partido». El mismo día, Croacia había eliminado a Rumanía.

Roa también paró el penalti de Paul Ince, el segundo inglés. En una entrevista en TyC Sports en 2020 revivió esa tanda: «Antes de arrancar la serie, Passarella se me acercó y me dijo: ‘Ey, que la tenemos que ganar, eh’. Ahí se me vino el mundo encima. Me puso una mochila de 50 kilos, pero terminó siendo una gran satisfacción porque mi nombre quedó escrito en la historia del fútbol argentino y siempre será recordado». Argentina caería en cuartos de final, por un gol de Dennis Bergkamp para Países Bajos en el minuto 89 (2-1). Antes habían marcado Patrick Kluivert y Claudio López. Ese día Daniel Passarella jugó con Roa; Sensini, Chamot, compañero de habitación del portero, Ayala; Almeyda; Zanetti, Verón, Ortega, Simeone; López y Batistuta. Roa añadió en Infobae que jugar el Mundial «fue lo más grande que me pudo pasar como profesional» y que la eliminación «dolió muchísimo» porque «esa fue una de las grandes selecciones del país». «Con el paso del tiempo se me escapan algunos detalles, pero es un lindo recuerdo», dijo.

La temporada 1998-1999 comenzó de la mejor manera. Porque el Mallorca alzó la Supercopa de España, sometiendo al Barça en los dos partidos: 2-1 en el Lluís Sitjar con goles de Dani García Lara y Jovan Stanković para voltear una diana de Xavi Hernández y 0-1 en el Camp Nou con tanto de Dani. El Barça jugó la Supercopa como campeón de LaLiga y el Mallorca, quinto en la competición regular, como subcampeón de la Copa del Rey. Había perdido la final contra el propio Barça, en los penaltis. Fue el 29 de abril en Mestalla. Y el equipo de Cúper se adelantó por mediación de Stanković, pero Rivaldo empató para el cuadro de Louis van Gaal. «Llegar a los penaltis no fue fácil. Sufrimos dos expulsiones en la prórroga, de Romero y Mena, y Jovan se lesionó. Resistimos de manera estoica. Cuando llegamos a los penaltis, quedó claro que no era nuestra noche», relató el portero en 2020 en una entrevista para la revista del Mallorca. Detuvo los lanzamientos de Rivaldo, Albert Celades y Luis Figo y anotó el suyo, el quinto de la tanda, pero Iván Rocha, Iván Campo, Stanković y Xabier Eskurza erraron para el Mallorca y el título voló hacia al Camp Nou. Roa, por cierto, era conocido como «El Lechuga», por su régimen vegetariano.

«Yo fui uno de los primeros que levantó la mano para lanzar. Cúper me dijo que me olvidara, pero yo lo tenía claro», recordó Roa antes de afirmar que «el penalti que pudo ser definitivo lo tiró nuestro mejor especialista. Stanković, nuestro mejor jugador, que le pegaba como los dioses, que venía haciendo goles, que nunca había errado uno, y lo falló. No es fácil cuando tienes que andar 70 metros hasta el punto de penalti, ves a la gente y al portero rival y te empiezan a temblar las piernas por la responsabilidad que llevas en tus espaldas. Es enorme». «Después del partido estábamos rotos. Yo estaba muy mal. Pero con el tiempo aprendí a valorar esa final», enfatizó el portero.

Si la imagen del Mallorca ya había sido extraordinaria en el año 1997-1998, aún fue mejor en el 1998-1999. Roa encajó el primer gol el 1 de noviembre, en la visita al Deportivo de La Coruña (1-1). Se lo marcó Djalminha. El encuentro finalizó con cinco argentinos sobre el tapete de Riazor, los locales «Turu» Flores y Lionel Scaloni y los visitantes Roa, Siviero y «Chupa» López, y cuatro en los banquillos, el local Gabriel Schürrer y los visitantes Leo Biagini, Leo Franco y Ibagaza, además de Cúper. El Mallorca cedió el liderato de Primera al Madrid, pero lo recuperó en la jornada siguiente: el Madrid empató en Mendizorrotza y el Mallorca ganó al Villarreal. «Lo hizo jugando mal y de penalti, pero con los mismos argumentos que ha ido exhibiendo hasta ahora: una gran defensa y un portento de portero, el internacional argentino Carlos Roa», explicó El País.

La semana después del triunfo contra el Villarreal, el propietario del club balear, Antonio Asensio, admitió: «Moralmente es muy difícil retener a un futbolista de la categoría de Roa, hoy por hoy uno de los mejores porteros del mundo». Aquellos días el Mallorca comenzó a trabajar para mejorar y prolongar el contrato del jugador, hasta 2001. «Estamos tranquilos porque tiene dos años más de contrato. Él quiere cobrar más y estamos dispuestos a complacerle, pero a cambio de la prolongación de su contrato», aseguró un portavoz del club a finales de enero. El Mallorca cerró la primera vuelta con solo 13 goles en contra, siete menos que el segundo equipo en dicha estadística.

El Mallorca volaba. En LaLiga y en Europa. El 18 de marzo pasó la eliminatoria de cuartos de final de la Recopa ante el Varteks Varaždin croata. Antes ya había vencido al Hearts y al belga. Pero a los pocos días estalló la bomba. Así lo contó El País: «¿Abandona el fútbol Carlos Roa? La noticia publicada en el diario argentino Olé sacudió los cimientos del club mallorquinista y obligó a un rápido desmentido del meta. La información fundamentaba la retirada de Roa en sus creencias religiosas. Él y su familia pertenecen a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que prohíbe a todos sus miembros realizar alguna actividad remunerada los sábados. Roa ha jugado ese día, de descanso para los adventistas, en varios partidos de Liga, un hecho que no ha sido del agrado del portero. Según Olé, Roa dejaría el fútbol a final de la temporada. ‘Nada de lo publicado es verdad’, explicó Roa. ‘Cumpliré mi contrato con el Mallorca’». Pero la semilla ya estaba plantada.

A comienzos de abril El País profundizaba que Roa, en el mejor momento de su carrera, «un jugador de solo 29 años, edad joven aún para un guardavallas», con «millonarias propuestas de equipos británicos», había confirmado en la Cadena Ser que estaba meditando retirarse al final de esa misma temporada, «por motivos exclusivamente religiosos. Roa profesa el credo evangélico y desea dedicarse más a ese aspecto de su vida». La situación llenó páginas y páginas. «Algunos malpensados han visto en la actitud de Roa una supuesta estrategia para forzar su renovación con el Mallorca o facilitar su traspaso a un club de más entidad», apuntó El País en otra noticia. «También se han alzado voces a favor de las creencias religiosas del portero que sugieren liberar al futbolista de jugar los sábados, como lo exige su iglesia», añadía el texto. Dijo Roa: «El fútbol no lo es todo en mi vida. Hay otras cosas importantes, como la familia y mis creencias. Por ello comunicaré la decisión final el próximo mes de junio».

La temporada siguió avanzando en medio de esa incertidumbre: en abril el Mallorca superó al Chelsea en las semifinales de la Recopa. El 19 de mayo perdió la final, contra la Lazio en el Villa Park. Dani García igualó en el 11′ el gol de Christian Vieri en el 7′, pero Pavel Nedvěd dio el título al conjunto de Sven-Göran Eriksson en el 80′.

En LaLiga, el Mallorca ganó al Celta de Vigo por 2-0 en la penúltima jornada, el 13 de junio, con goles de Ibagaza y Stanković. Fue el primer partido del celeste José Manuel Pinto y el último del Lluís Sitjar. «Deja paso al Estadio Olímpico de Son Moix. También se despidió Héctor Cúper, que será sustituido por Mario Gómez. La tarde de despedidas también tuvo otros protagonis-tas: Roa ha confirmado que abandona el fútbol por la religión, salvo que Mario Gómez le convenza», destacó El País.

La prensa ya daba por hecha la decisión de Roa, «si bien aún no lo ha dicho públicamente con su propia voz». La crónica del duelo del Mallorca de la 38ª y última jornada dijo: «En el último partido de su carrera deportiva, Carlos Roa recibió la mayor goleada de la temporada después de los cuatro goles que el Celta le había marcado en Balaídos en la primera vuelta. Fue un final agridulce para el guardameta argentino, que abandona el fútbol antes de cumplir 30 años a causa de sus creencias religiosas. Se marcha dando la impresión de que aún le quedaba mucho por parar». El Mallorca cayó en Mestalla (3-0), pero acabó tercero con 66 puntos, clasificado para la Liga de Campeones por primera vez en toda su historia, 13 menos que el Barça y dos menos que el Madrid y uno más que el Valencia, dos más que el Celta y tres más que el Dépor.

Fue el equipo menos goleado, de lejos. Acabó con 31 goles en contra: siete menos que el Espanyol, segundo en dicha estadística, 12 menos que el Barça y la mitad que el Madrid. Y Roa, claro, ganó el Zamora, por delante de Toni Jiménez (Espanyol), Santiago Cañizares (Valencia), Richard Dutruel (Celta) e Imanol Etxeberria (Athletic Club). «O ganábamos o empatábamos. Se perdían muy pocos partidos. Si Dios nos hubiera tocado un poquito más con su varita mágica, solo un poco más, imagina todo lo que habríamos podido conseguir. Los títulos de Copa, Supercopa y Recopa y el haber luchado por la liga. Algo que nunca se hubiera podido igualar. Ciertamente, éramos como un engranaje en el que funcionaban a la perfección todas las piezas», dijo Roa en la revista del club balear en 2020.

En dicha entrevista rescataba una anécdota: «En las concentraciones siempre estaba con Mena y con Amato. A Amato le dieron un codazo en un partido y había perdido dos dientes. Se ponía en la mandíbula superior una dentadura y en un partido, celebrando un gol, se le salió la dentadura y se puso a buscarla como un loco en el césped hasta que la encontró. Pero la cosa no quedó ahí y una noche, en el hotel de concentración, fuimos a su habitación y le quitamos la dentadura postiza para que tuviera que ir sin ella por el hotel y atender a la prensa sin los dientes de delante. Lo que reímos aquel día no está escrito».

Como había prometido comunicó su decisión en junio. Fue el viernes 25, dos meses antes de cumplir los 30 años y con una tentadora propuesta del Manchester United encima de la mesa. El United acababa de proclamarse campeón de la Liga de Campeones en el Camp Nou, con dianas de Teddy Sheringham y Ole Gunnar Solskjær en el añadido para remontar la final contra el Bayern de Múnich. También había conquistado la Premier League. Alex Ferguson perseguía un sustituto para Peter Schmeichel, de 35 años, y Roa era «uno de los mejores guardametas del fútbol mundial», según El País y según el fútbol mundial. Pero Roa dejó el fútbol.

«He sido un mal ejemplo, un mal cristiano y no he hecho las cosas como tenía que hacerlas, pero a partir de ahora empiezo una nueva etapa en la cual podré hacer lo que Él me pide y vivir una vida tranquila con mi familia, apartado de todo el entorno del fútbol», argumentó el portero en la sala de prensa del estadio Lluís Sitjar ante decenas de caras estupefactas. Dijo que colgaba los guantes para convertirse en pastor de la Iglesia Adventista, para «vivir plenamente el compromiso religioso» y dedicarse a «transmitir la palabra de Dios» en su Argentina natal. Es-taba «en deuda con Dios» porque le había pedido jugar en Europa y jugar un Mundial y se lo había concedido.

Aseguró: «Hubo un hecho casi definitivo en esa decisión y fue el que la práctica activa del fútbol profesional exige jugar los sábados, justo el día en que Dios descansó tras crear el mundo, según señala el cuarto mandamiento. Eso era incompatible con mis convicciones religiosas y no me quedó otra opción. Ya sé que muchos se sorprenderán de que deje dinero, fama, una carrera en alza, pero en la vida hay cosas mucho más importantes que todo eso. Insisto, no tengo miedo ni dudas. Al contrario». «Renuncio a todo, a más dinero, a firmar autógrafos, a los titulares en los diarios, para dedicarme de lleno a las cosas de Dios. Tengo fe, mucha fe, y sé que Dios proveerá», explicó el portero argentino. También contó por qué había decidido vestir el ’13’ en Mallorca: «El 1 es Dios, la creación, y el 3 porque Cristo resucitó al tercer día».

Se mostró agradecido al equipo balear, «un club chico con un corazón grande». «A todos, mu-chas gracias, y sepan que me voy en busca de cosas mejores. Seguiré el camino trazado por Él y espero encontrar una nueva felicidad», concluyó antes de recibir los aplausos de los presentes. «Una salva de aplausos despide a Roa mientras abandona la rueda de prensa, el mundo terrenal, camino del mundo celestial», relató la crónica de El País de la rueda de prensa de su despedida, bajo el título De la portería al púlpito. Roa se levantó y caminó. Cuando llegó al coche sacó unos ejemplares de una publicación de su iglesia y los repartió entre los periodistas: «Leyendo esto me entenderéis mejor».

A finales de noviembre Olé encontró a Roa en un pueblo de la provincia de Santa Fe, Colonia Margarita, de 500 habitantes. «Estoy feliz sin el fútbol, en paz porque me saqué un peso de encima. Y lo hice por amor. Por lo tanto yo no extraño, no deseo nada de mi antigua vida ni de todo lo que hice», apuntó. Incluso dijo que «nunca» había querido ser futbolista y confesó que había rechazado una propuesta de Cúper para recalar en el Valencia: «Me llamó cuando se lesionó Cañizares, pero sabe que no voy a volver más».

También fue entrevistado en una televisión chilena, con la Biblia en la mano: «Este es mi nuevo trabajo. Mi arma de trabajo: la Biblia». Afirmó que no le apenaba haber dejado el fútbol: «Son recuerdos, pero ya está. Es una vida pasada». Estaba en «el mejor momento» de su carrera y ante «la gran oportunidad de ganar lo que yo quisiera», pero se sentía mal. Porque «el fútbol no es compatible con la religión» y con las enseñanzas de la Biblia. «No es cristiano».

«Para llevar una vida de abnegación y de servicio hacia los demás y para predicar y aprender de la Biblia, uno debe ser cristiano y eso solo se logra dejando muchas cosas que son importantes para uno en lo material y poniendo en primer lugar a Dios. Es la base de todo», reivindicó. Roa también habló de la incompatibilidad entre ser futbolista y un buen cristiano por el hecho de tener que jugar los sábados: «Dios manda que en ese día todos tengamos una completa comunión con él, que dediquemos ese día a servir a aquellos que lo necesitan y a llevar una vida de tranquilidad al servicio de él con la familia, pero no lo cumplía».

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Carlos Roa (Foto: Cordon Press)

En la entrevista de Infobae recordó que se fue «a la montaña. Fue una linda experiencia. Es una vida totalmente diferente a la que había planificado. Estaba tranquilo en mi casa, relajado, con mi familia, tratando de poder asimilar el momento que vivía. Estaba alejado del todo, aunque tenía algunos vecinos cercanos del campo. Convivía con los animales, con las vacas, con los caballos. Me enriqueció en la parte espiritual. Era algo diferente a lo que estaba acostumbrado a hacer. Pasé de estar rodeado del éxito después del Mundial a estar aislado. Pero me ayudó muchísimo y me cambió la perspectiva de la vida».

La siguiente noticia que apareció sobre Roa en El País fue en abril del año 2000, nueve meses después de la rueda de prensa en el Lluís Sitjar. «Carlos Roa anuncia en Argentina su firme decisión de regresar al fútbol», decía el titular. El texto arrancaba así: «Dios y los aficionados sabrán perdonar y comprender. El hijo pródigo de la portería, Carlos Roa, está de regreso». «Cuando me fui quería sentirme libre y feliz. Y ahora vuelvo por lo mismo, porque quiero sentirme nuevamente libre y feliz jugando al fútbol. Esas dos palabras, libertad y felicidad, son muy importantes en mi vida», aseguró el portero en rueda de prensa.

También explicó que su idea era volver al fútbol con el Mallorca, con el que aún tenía contrato. «Mi fe religiosa está intacta y sólo se trata de cómo me siento ahora en relación a cuando dejé de jugar. En ese momento no era feliz. No me sentía libre para cumplir plenamente con mi compromiso religioso. La presión del fútbol me abrumaba. Creo que necesitaba un descanso o al menos alejarme un poco para comprender todo mucho mejor. Ahora es al revés, me siento libre de todo eso, recuperado, y a la vez me da una gran alegría volver a entrenarme y pensar en jugar», reconoció en una entrevista telefónica en El País.

El texto también recogía las palabras de Bruno Raso, pastor de la Iglesia Adventista: «Tal vez antes no lo dejó todo por Dios, como ahora tampoco vuelve sólo por dinero. Pero de ninguna manera lo tomo como una traición a nuestras creencias. Ojalá el Mallorca mantenga la promesa que le hicieron de no jugar los sábados». También recogía una respuesta de Mario Gómez, el sustituto de Cúper, justo después de la retirada del portero: «Roa cree que en 2000 se acaba el mundo. Si no se acaba quizás quiera volver».

Y volvió. Pero con una condición. «Carlos Roa llegó ayer a Palma para incorporarse al Mallorca tras abandonar el fútbol activo durante un año por motivos religiosos. En ese tiempo, permaneció con su familia, aislado del mundo, en una finca de la ciudad argentina de Córdoba. Su pretensión ahora es defender la portería del Mallorca toda la semana y los sábados por la noche, pero no de día, porque sus creencias religiosas se lo impiden. A ese acuerdo llegó con la entidad isleña, según confirmó ayer», explicó El País en julio del año 2000. Roa no disputó el amistoso ante el Hamburgo del stage de pretemporada en Austria por ser un sábado en horario diurno. «Ya sabía que Roa prefería descansar los sábados, aunque sí puede jugar partidos nocturnos ese día», dijo su técnico, Luis Aragonés.

En la primera jornada de LaLiga 2000-2001 fue titular por delante de Leo Franco, en un empate con el Valladolid en Son Moix. Si en el Mallorca había cinco argentinos (Roa, Leo Franco, Siviero, Ibagaza y Biagini) en el conjunto visitante había tres (Albano Bizzarri, Gabriel Heinze y Pablo Ricchetti) más el entrenador (Francisco Ferraro). También fue titular en la segunda jornada, a pesar de que el partido era un sábado. «Porque a las 9 ya se habrá puesto el sol», dijo el propio portero en la víspera de ese encuentro con el Valencia. El reencuentro con Cúper acabó en clara derrota (4-0). Roa disputó dos partidos más, también con derrota, por 0-1 ante el Málaga con gol de Dely Valdés y por 2-1 en San Mamés con doblete de Ismael Urzaiz y tanto de Vicente Engonga. Y en la quinta jornada la titularidad ya fue para Leo Franco. «Carlos Roa sufre una lesión crónica en su hombro izquierdo que podría obligarle a pasar por el quirófano. Roa acudió a una clínica de Madrid, donde se comprobó que la lesión era más compleja de lo previsto», relató El País. Pasó por el quirófano en noviembre y estuvo seis meses de baja. El Mallorca igualó el tercer puesto de 1999, su récord histórico, y obtuvo un nuevo billete a la Champions League.

El curso siguiente Roa jugó once jornadas, de la 21 a la 31. Más dos en la Liga de Campeones, los primeros y únicos de su carrera. Ambos contra el Schalke 04 en la fase de grupos: un 0-1 en Gelsenkirchen con tanto de Samuel Eto’o y un 0-4 en Son Moix. Fue su última temporada en el Mallorca. Porque al acabar contrato no aceptó la propuesta de renovación. «A pesar de tener una oferta de renovación yo sabía que me tenía que marchar para tener minutos. Quería jugar y Leo Franco era el titular», recordó en la revista del club en 2020. En agosto de 2002 el diario As reveló que el Compostela estaba negociando su fichaje, pero al final Roa recaló en el Albacete. Iba a debutar en Segunda, con 33 años.

Jugó 39 de los 42 partidos y el equipo regresó a Primera, con César Ferrando en el banquillo y con Siviero y el joven Pablo Ibáñez por delante del cancerbero argentino. El Albacete finalizó tercero con 71 puntos, a ocho del Murcia y a uno del Zaragoza. Roa fue segundo en la clasificación del Zamora, solo superado por el alemán Andreas Reinke (Murcia).

La temporada siguiente disputó 14 partidos en Primera. Arrancó de titular, pero en diciembre cedió la titularidad a Manuel Almunia. Ya no jugaría más en el fútbol español. En junio terminó contrato y puso fin a una etapa con 89 partidos en Primera y 39 en Segunda, más diez en la Copa. Fueron 97 partidos con la camiseta del Mallorca y 53 con el Albacete.

Pero volvería a ser noticia. En noviembre de 2004 un reportaje de El País descubrió que había superado un cáncer de testículos. «¡Por qué a mi, que soy vegetariano, que no bebo, que no fumo, que no tomo ni vitaminas, que soy el más sano!», lamentó en ese texto de El País. También contó que estaba entrenando con el Constancia de Inca, un equipo balear de Tercera División, para mantener la forma. Aguardaba el mercado de invierno para «colocarse» en un equipo, «en cualquier club». «Preferiría un equipo español, por supuesto, pero estoy dispuesto a jugar en cualquier parte, incluso en algún lugar remoto», confesó. El reportaje terminaba así: «Mientras aguarda esa llamada va todas las mañanas a entrenarse con el Constancia. A cambio, él da clases ‘a los más chiquitines. Es una cosa muy bonita’».

También habló sobre el cáncer en la entrevista en TyC Sports: «Por suerte lo pude contar. Me abrieron la panza y me sacaron tres tumores, del tamaño de una pelota de tenis. Es una enfermedad de mierda. Te consume y hace que tu familia sufra como una condenada. Tuve que hacer casi tres meses de quimioterapia. Llegaba a mi casa después de las sesiones y estaba toda la semana en cama». «Fue un milagro lo que se hizo conmigo», argumentó.

Roa añadió que «era batallar de vuelta contra algo complicado y difícil». En agosto de 1999 ya había contraído la malaria, durante una gira del Racing de Avellaneda por África y a pesar de haber salido de Argentina vacunado. «Fui el único que volvió contagiado. Aquí se desconocía la enfermedad. A los pocos días de regresar jugamos un partido y me empecé a sentir muy mal y con mucha fiebre. Nadie entendía nada en el país del tema. Tuve que estar un mes internado en un hospital y pensé que no iba a poder volver a jugar, pero gracias a mi fe pude salir adelante», afirmó en la citada entrevista en TyC Sports del año 2020.

«Fue por una picadura de mosquito. Estuve casi un año hasta que pude volver a jugar al fútbol. Fue complicado. El mosquito deposita huevos en la sangre y te contamina todo el torrente sanguíneo y el hígado», añadió el mismo 2020 en Infobae. Del cáncer dijo: «Cuando bajas a tierra te das cuenta de que es algo importante, complicado. Viví una etapa muy fea. Hicimos quimioterapia muy agresiva para tratar de regresar lo más rápido posible a las canchas. Podría haber tomado otra de seis a ocho meses, pero elegí una de tres. Ves que se te cae el pelo. Que el color de tu piel cambia a amarillenta. Que bajas de peso porque no puedes comer absolutamente nada y porque vomitas todo lo que comes». En varias entrevistas acentuó que «fue una experiencia terrible». Y que llegó a pesar 72 kilos, siendo un portero de 190 centímetros.

La temporada 2005-2006 jugó con el Olimpo argentino, de la ciudad de Bahía Blanca. En una entrevista en 2006 con el diario La Nueva, de la misma ciudad, admitió que el cambio había sido complicado y duro después de ocho años en España: «Mi mujer quiere volver por la inseguridad. Allí sales con un reloj bueno, que te ganaste trabajando, y andas tranquilo. Aquí te cortan la mano para robártelo. Es muy triste lidiar con las cosas que pasan». También explicaba las diferencias entre el fútbol argentino y el fútbol europeo y español: «Los argentinos viven esto con mucha pasión. Allí es distinto. La cultura es diferente y el fútbol se vive de otra manera. La gente va a la cancha como si fuera al teatro». En este sentido el periodista incluso preguntaba si el fútbol europeo aburguesa un poco al futbolista.

Fue el último equipo de Roa, que actualmente ejerce como entrenador de porteros en el AEK Atenas de Matías Almeyda. Ya le acompañó en su etapa en River Plate, en el Chivas de Guadalajara y en los San José Earthquakes (MLS). Mallorca y Son Moix no han olvidado su nombre a pesar de los años: en 2020 fue votado como el mejor portero de la historia del club, por delante de Ezzaki Badou, Dudu Aouate y Manolo Reina. «Dejó un recuerdo imborrable», dice su perfil en la página web de laLiga. Le define como «un exguardameta argentino que defendió las camiseta del Mallorca y del Albacete en el fútbol español». Pero en realidad fue mucho más. Un hombre con mil y una vidas.

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