Este verano, Richard Virenque ha repasado en TV Monaco toda su carrera y, cómo no, ha hablado de sus años en el Festina. Ha reconocido que, pese a que ya había vestido el maillot amarillo antes, su carrera despegó en el momento de estampar su firma en ese nuevo contrato: «Estaba desempleado a finales del 91 y tuve que encontrar una nueva estructura y ahí la estaban montando con varios ciclistas franceses y grandes nombres. Me uní al Festina con 45 corredores, entre los que estaba Sean Kelly, era una especie de fábrica, como si estuvieras jugando al fútbol y de repente te encontraras en el Real Madrid. Era una formación increíble. Y sí, ahí supe cómo destacar entre los grandes».
Se refiere a aquellas etapas de montaña que hicieron historia: «Conseguí el maillot de la montaña y gané una etapa del Tour ¿pero cómo lo hice? Con más de 100 kilómetros de escapada, fue un espectáculo increíble con Marco Pantani e Induráin detrás, que eran ciclistas que no te daban tregua. Ahí logré ganarme al público».
Ahora, recordando aquellos días, considera que eran unos inconscientes, pero por la seguridad en carretera: «No llevábamos casco, éramos unos inconscientes en los descensos. Yo me limitaba a darlo todo sin pensar en si iba a poder llegar hasta el final».
Sin embargo, su trayectoria ascendente tenía un toque: Miguel Induráin. Iba segundo en 1995 a siete minutos hasta que llegó la contrarreloj. Dice ahí que tuvo «un clic» en su carrera: «estaba segundo en el Tour de Francia detrás de Miguel Indurain, y lo perdí todo en la contrarreloj en los Alpes. Perdí todo, pasé de 2º a 5º en la clasificación general. Y ahí dije: ‘Esto no es posible, hay que trabajar’. En realidad, la contrarreloj me recordaba a los estudios. Hay que estar muy concentrado antes de ponerse. Hay que trabajar en ello. Y eso era algo que no me gustaba, no quería trabajar, me recordaba a la escuela. Pero con esa derrota, me prometí que tenía que empezar a trabajar para mejorar en las contrarrelojes. Por ese motivo, después experimenté un verdadero cambio en las contrarrelojes y en la clasificación general, porque luego fui 3º en el Tour de Francia del 96, 2º en el del 97…»
Aunque no lograse ganar, esos fueron sus años dorados. Hizo cuatro maillots de la montaña consecutivos entre 1994 y 1997. En 1998 se lo llevó Christophe Rinero, del Cofidis, pero Virenque volvió a recuperarlo en 1999. Ese fue el momento más alto de su carrera, cuando además el Festina contaba con nombres como Laurent Brochard, Pascal Hervé, Didier Rous y Neil Stephens: «Éramos un ejército, esa era nuestra fuerza, éramos ofensivos y asustábamos un poco a todo el mundo. Nos querían porque todos éramos franceses, pero éramos un grupo de amigos que se divertían mucho».
Sin embargo, si antes se había topado con Induráin, ahora le tocó con Jan Ullrich. «Estuve a punto de ser el sucesor de Bernard Hinault, porque no faltó mucho para ganarlo. Sacudimos bien al Telekom». El ciclista alemán, no obstante, ha reconocido que todos esos años fue dopado, pero ha subrayado que no era algo individual, que se trataba de un dopaje sistemático de todo el mundo, de todo el ciclismo, y que si no lo hubiese hecho, no habría podido competir. Aceptaba doparse para ir como los demás, pero cree que, sin las ayudas químicas, habría seguido superando a todos por sus condiciones. Llegados a este punto, cabe preguntarse qué tiene que decir Virenque, que en 1998 vio cómo Willy Voet, uno de los empleados del Festina, fue detenido en la frontera franco-belga con sustancias dopantes como EPO, esteroides anabólicos y otras sustancias, lo que puso de manifiesto un dopaje sistemático en el equipo, que fue expulsado del Tour.
Virenque está lejos de admitir cualquier tipo de culpa, ni siquiera aludiendo a un pecado colectivo como Ullrich: «El Tour del 98 me marcó. Si miramos la clasificación, el resumen es que no debería haberse celebrado. Ganó Marco Pantani y ya vimos lo que salió de todo eso. Ese Tour del 98 estaba un poco manipulado, porque cuando me expulsan con el caso Festina me eligieron a mí, fue muy político. Luego, cuando ves las revelaciones del Senado y del Estado, que 15 años después del caso Festina sacan los análisis y demuestran que soy inocente y que Pantani, Ullrich y todos los demás dieron positivo, entonces yo fui el chivo expiatorio del caso Festina. Fue duro, me llevé yo solo todo el peos de la culpa e incluso, a veces, todavía me lo echan en cara, cuando más bien deberían pedirme disculpas por todo eso, porque me quitaron dos Tours, el de 1998 y el de 2001. Pero bueno, así es la vida. Al menos encontré fuerza para luchar y seguir adelante».
Es curioso, porque cuando se celebró el juicio por el caso Festina, sus palabras fueron muy distintas. Iban en la línea de Ullrich, del no había más remedio. Según publicó El País el 25 de octubre de 2000, el diálogo fue así:
Presidente.- ¿Acepta usted esta realidad, reconoce haber tomado productos para doparse?
Virenque.- (Con voz apenas audible) Sí.
Presidente.- ¿Por qué ha tardado tanto tiempo en reconocerlo?
Virenque.- (…) En 1998, la oveja negra tenía que continuar con su oficio. Y además era un sistema practicado por todo el mundo.
Presidente.- Con esta confesión, usted se engrandece y puede volver a mirarse al espejo.
Virenque.- Yo siempre he podido mirarme al espejo, nunca he sido un tramposo.
Sin embargo, pese a reconocer el dopaje, ahora asegura que lo vivió como una campaña contra su persona: «Duró tres años, pero fue más duro para mi familia, para mis seres queridos, aparecía en los Guiñoles y me convertí en el payaso de todo eso. Me eligieron a mí, como si el dopaje solo existiera en mí, no en otros deportes o en otros ciclistas y fui el hazmerreír de todos ¿Cómo lo viví? En un momento me sentí como en la película Rocky, cuando se entrena solo».
Lo siguiente que hace es mencionar a quien fue su salvador, Patrick Lefevere: «Era el corredor mejor pagado del mundo después de casi ganar el Tour en 1997, pero me fui a ver a Lefevere y le pedí un contrato por nada, por el salario más bajo, 3000 euros al mes, y volví al ciclismo, pero solo quería un maillot y una bicicleta para demostrar de qué estaba hecho».
Su regreso y los triunfos en etapas que consiguió los califica como «venganza», por todo lo que le había sucedido antes, e incluso le tira algún dardo a los periodistas: «Estábamos en la era Armstrong. No sé si lo recuerdas, en esa época, para todos los periodistas y organizadores del Tour, Armstrong representaba el renacimiento del ciclismo. Y mientras, yo estaba en la sombra». Sin embargo, cuando en 2003 volvió a vestirse el maillot amarillo, le ardía en la piel: «Para mí, era una carga, porque estábamos en una época en la que todos te cuestionaban. Aunque, ciertamente, quedaba el prestigio de vestir el maillot amarillo. Pero para mí, si yo estaba ahí era para mi maillot de lunares, que me representaba tan bien».
De hecho, según explica, con Quick-Step ni estaba en condiciones de ganar ni a él le interesaba: «Festina, estaba diseñado para ganar el Tour de Francia. Por eso, después, cuando se desmoronó, me quedé un poco huérfano. Para ganar el Tour de Francia, necesitas un equipo dedicado a ello. Y después, aunque estuviera en Quick-Step con buenos compañeros, no tenía un equipo dedicado a ganar el Tour de Francia. Así que, cuando conseguí el maillot amarillo en 2003, sabía que, de alguna manera… Pero estuvo bien llevarlo, además, fue el 14 de julio. Subí Alpe d’Huez con el maillot amarillo ese día, pero hice que el pelotón me dejara atrás a propósito para perderlo y así poder dar mi espectáculo con el maillot de lunares, porque con el maillot amarillo no puedes hacer nada, todos te vigilan. Entonces, tácticamente, dejé de lado los honores del liderato, que sigue siendo el maillot amarillo, para ir en busca de lo que sabía que me representaba: el maillot de lunares, que se ajustaba mejor a mi forma de ser, a mi forma de luchar. El maillot de lunares es eso, es el estilo».
Un estilo que, como en el caso Ullrich, consiste en considerarse víctima al mismo tiempo que se protege a los que te han agredido.
Virgen Virenque fichó por Festina en invierno del 92 al desparecer el RMO, y perdió ese podio del tour en el 94, pues en el 95, etapa, maillot a puntos, pero el podio ni oler. Siempre será un personaje.