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Paco Pavón: «El ADN madridista es complicado: disfrutas el éxito, pero otros lo han hecho antes y otros lo harán después»

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Paco Pavón

Llegó a la cantera del Real Madrid con apenas diez años y subió todos los escalones hasta llegar al primer equipo de la mano de Vicente del Bosque y convertirse en uno de los nombres propios de aquel equipo galáctico. Paco Pavón (1980, Madrid) dio sus primeros pasos en la elite acompañando a Fernando Hierro en el centro de la defensa, ganó una Liga de Campeones en su primera temporada y disfrutó de días de vino y rosas… aunque su protagonismo fue menguando con el paso de las temporadas.

Testigo de excepción de aquel inicio de las giras asiáticas, las llegadas de Zidane, Ronaldo o David Beckham o la salida de Florentino Pérez después de señalar que había «maleducado a los jugadores y se han confundido», el madrileño repasa una trayectoria de la que todavía guarda un notable recuerdo.

Las calles de Getafe como inicio de todo.

Soy de 1980 y como cualquier chico de la época, comencé en la calle con los amigos, metiendo goles por debajo de los bancos y haciendo porterías con un árbol y una mochila. A los nueve o diez años estaba jugando en un equipo de fútbol ocho, la Alhóndiga, pues en esa época no se jugaba al fútbol siete, y era habitual que el Real Madrid tuviera scounting en distintas zonas como Getafe, Leganés, Villalba o Las Rozas.

En algunos casos eran los propios árbitros que mientras ejercían se dedicaban a ver jugadores y captarlos, como fue mi caso. En Getafe había un par de árbitros que estaban con ellos y llamaron para que viniera a verme (Antonio) Mezquita a un partido. Lo hizo y habló con mi padre para ver si quería ir allí.

Él me cuenta que yo en ese momento dije que no, pero me acabó convenciendo y estuve en el Torneo Social con el equipo Tendillo. Jugué un par de fines de semana y ese mismo año, a mitad de temporada, me ficharon para el alevín B. Además, como mi equipo de Getafe no estaba federado, pude terminar la temporada jugando en el Real Madrid y La Alhóndiga.

¿De qué equipo era tu padre?

A mi padre le ha gustado siempre mucho el fútbol. Él era del Atlético de Madrid, aunque ahora también del Getafe porque es socio desde hace muchos años y en aquella época el equipo no era lo que ahora. Tiene ahora mismo ochenta y dos años y cuando yo era niño, me hablaba mucho de Vavá, Peiró… jugadores que él había vivido en la época del Metropolitano antiguo, aunque también de otros como Puskas o Di Stéfano. Ha visto mucho fútbol, lo sigue haciendo e incluso vamos juntos al Santiago Bernabéu en ocasiones.

Es cierto que yo he sido siempre del Real Madrid y esa espina creo que él la tendrá clavada. De hecho, mi tía me regaló una equipación del Atlético de Madrid cuando yo tenía tres o cuatro años, mi primera reacción fue ponerme a llorar, decir que no la quería y nunca me la llegué a poner. Curiosamente, en esa época en la que vino a buscarme el Real Madrid con diez años, también lo hizo el Atlético, pero él dentro de la elección se decantó por el Real Madrid. Entendería que sería mejor, no lo sé.

Yo era muy pequeño y no sé cómo sería el acercamiento por parte de ambos clubes para decirle las cosas. Tal vez, cuando vino Mezquita, le habló de algunos aspectos que desde el otro lado no hicieron. También es cierto que él, en ese momento, a lo mejor tenía consciencia que era la época de Jesús Gil, el Atlético de Madrid pocos años después quitó la cantera y Tote y Raúl acabaron llegando al Real Madrid… A lo mejor, mi padre vio que la infraestructura del Real Madrid era muy potente, con la ciudad deportiva en la Castellana, etcétera y vio que esa era la mejor opción para mí.

¿Cómo son esos primeros pasos en la cantera de un club de esa dimensión para un chaval de diez años?

En esos momentos yo no tenía constancia de la dimensión en sí. Pero de lo que sí te das cuenta es que estás en un equipo como la Alhóndiga, en el que teníamos a dos o tres jugadores importantes y yo era muy bueno comparado con ellos, y llegas a un entorno en el que todos son muy buenos, igual que tú.

El primer año me encontré un poco desubicado, porque como te comentaba antes, estuve en los dos equipos. En Getafe jugaba un poco de lo que quería y en el Real Madrid te advierten: «Esto no funciona así, tú te colocas aquí, en el centro del campo». Yo empecé de mediocentro, al año siguiente me metieron de interior…

Son mejores entrenadores, te van colocando, te van enseñando los fundamentos del fútbol poco a poco en relación a tu edad, los empiezas a asimilar y con más competencia tú vas mejorando todavía más.

Eras un chaval del Real Madrid que por aquel entonces tendría ocho o nueve años, ¿cómo viviste esos traumas del PSV o el AC Milan?

Llorando en casa. Del partido que más me acuerdo es el de vuelta de semifinales contra el PSV en Holanda, con Santillana saliendo en los últimos minutos para ver si se conseguía el gol que diera la clasificación después del 1-1 del Santiago Bernabéu. Fue un partido con muchas ocasiones como la chilena de Hugo Sánchez casi al final y es el que más recuerdo.

Luego, es cierto que al año siguiente con los italianos no tuvimos ninguna opción y te deja todo una sensación de vacío porque eran muy superiores. Me viene a la memoria ver aquellos partidos por televisión tumbado en la alfombra de mi casa, que era muy pequeñita, y a mi padre diciendo: «tranquilo hijo, que ahora remontan». Había veces que remontaban, pero otras no…

Paco Pavón

Cuando el equipo logra la séptima Copa de Europa tú ya estás en la estructura.

Vi aquel partido contra la Juventus con unos amigos de Getafe en un bar y fue algo increíble. Luego no fuimos a Cibeles, pues imagino que al día siguiente tendría un entrenamiento o un partido, pero el recuerdo es imborrable. Es de esos partidos que te gusta verlos con gente, pues si tú estás nervioso, el que está al lado lo está aún más.

Luego te llegó a entrenar Paco Buyo.

Estuve dos años con él, primero en el Real Madrid C y luego en el B. Era un entrenador que llevaba años en la cantera, estaba con chicos más pequeños y subimos una hornada bastante buena con futbolistas como Corona, Julio Álvarez, Aranda o Raúl Bravo. El primer año, en el Real Madrid C, fue muy bueno para todos, creo que quedamos segundos y el único que quedó por delante en la clasificación fue el Coslada.

Éramos jugadores jóvenes que la temporada anterior, en División de Honor, no conseguimos quedar primeros y perdimos la final de la Copa del Rey ante el Betis y el grupo estaba bajo de moral, pero los que subimos al C hicimos un buen grupo con Paco. Él era un entrenador más psicológico que táctico, siempre primaba el bienestar del grupo, que los entrenamientos fueran amenos y los jugadores extrajeran sus propias soluciones para resolver problemas.

Sin embargo, después de un buen primer año, el segundo en Segunda B había más competencia, era más complicado y no conseguimos entrar en playoffs, pues quedamos sextos o séptimos. Sí es cierto que de ese equipo debutaron en el Real Madrid jugadores como Quique Corrales, que jugó cuando se perdió en Toledo en Copa del Rey.

Yo también tuve la oportunidad de debutar en la primera fase de grupos de la Champions ante el Spartak de Moscú, fui con Santos y Leo, que también eran de mi equipo, jugué cuatro o cinco minutos y perdimos 1-0 en un partido en el que estaba todo el pescado vendido, había que rellenar y como hacía mucho frío, la gente no quería ir (risas).

¿Y cómo es el que te entrene alguien que ha sido un ídolo cuando eras chaval?

Te digo la verdad: por dentro tienes una sensación de reconocimiento y admiración. Sin embargo, ese reconocimiento y admiración era mayor cuando era más pequeño y veía entrar a Butragueño con su Fiat, a Hugo Sánchez o al propio Buyo con sus coches desde la valla que había antes en la ciudad deportiva. Luego, a Paco lo conozco con dieciocho o diecinueve años y aunque la visión de ídolo la seguía teniendo, e incluso la mantengo ahora, lo maduras de otra manera.

En ese debut que me comentabas con el primer equipo en 2000 estaba Vicente del Bosque…

Cuando era un crío y estaba en la cantera, al acabar la temporada con el que hablabas era Vicente del Bosque, que era el que te decía si seguías o no, o si subías. Era un hombre muy serio, recuerdo verle siempre con ese bigote, yo ser pequeño e ir a las oficinas para ver qué pasaba el año siguiente.

Claro, en ese contexto, como jefe de toda la cantera, él tenía un conocimiento de todos los chicos ya desde pequeños que no tenía ningún otro. En situaciones en las que despedían a otros entrenadores, él se quedaba momentáneamente hasta que fichaban a otro. ¿Qué es lo qué pasa? Que cuando él sube, sabe las carencias que hay en el equipo, pues una de sus virtudes es que siempre ha visto muy bien el fútbol.

Esto, unido a que conoce perfectamente todo lo que tiene en la cantera, le hace ver qué es lo que necesita para ese momento entre todos los chicos que hay. Eso no significaba que ese chico fuera mejor o peor que otro, sino que es lo que se necesita.

Por ese motivo, cuando subo al primer equipo, tengo suerte de que él sea el entrenador, pues nos conocía muy bien y nos hacía muy fácil entrar en la dinámica. Nos solía llamar para entrenar o para completar en esos días en que varios jugadores se marchaban con la selección: era muy listo, te introducía en el grupo poco a poco.

Además, a nivel psicológico, verlo ahí era la leche. Siempre ha sido tan sencillo, tan humilde y nos ha dicho las cosas de una forma tan transparente que lo hacía todo muy fácil. Ancelotti, sí que es cierto, que entre el carácter que tiene y lo sencillo que es, me recuerda en muchos valores de madridismo, salvando las distancias, a Del Bosque.

Del Bosque era lo más. Yo no lo he visto jugar nunca en directo y todo ha sido por vídeos, pero desde que era pequeño mi padre siempre me decía: «Ese señor jugaba al fútbol y era muy bueno». El más antiguo que yo conocía de haberlo visto jugar podía ser Mino o Tendillo, y más tarde los Manolo Sanchís, Butragueño, Chendo, Fernando Hierro

¿No crees que se echa de menos una figura de este tipo en la actualidad dentro del club?

Seguro que lo hay. La diferencia es que hay muchos más niños. Antes a lo mejor eran cincuenta scouting y la mayoría estaban en Madrid y ahora estoy seguro de que habrá por toda Europa.

Pero llegan muchos menos canteranos a la primera plantilla…

Antes también había un límite de extranjeros, pero sí que siguen llegando. Tal vez los últimos ya están mayores como Carvajal o Nacho. Nico Paz está asomando, Álvaro y Arribas hace dos años… es cierto que quedarse es muy difícil y gente como Carvajal tuvo que irse a Leverkusen y volver.

El Real Madrid sigue trabajando muy bien la cantera y las exigencias en este club siempre son máximas. Sin embargo, a no ser que te encuentres en una situación como la que está viviendo el Barça en estos años, de necesidad económica, o que vaya muy mal la cosa, se dé la temporada por perdida y se intente sacar cosas positivas de la cantera, es muy difícil que un equipo que aspira a todo hasta el final como el Real Madrid empiece a hacer probaturas subiendo a tres chicos.

De hecho, cuando yo subo es porque hay muchísimos lesionados y, además, el equipo no había empezado nada bien la temporada.

Paco Pavón

Tu debut en Liga es la temporada siguiente frente al Athletic Club.

Ese día fuimos convocados cuatro: Raúl Bravo, Valdo, Borja y yo. Recuerdo que Raúl ya sabía que iba a jugar porque Roberto Carlos no estaba, Figo estaba cargado, Iván Campo estaba lesionado, Vicente no contaba mucho con Julio César y sí que estaban Fernando Hierro y Aitor Karanka, aunque este último tenía problemas de sobrecargas.

Finalmente, Raúl Bravo fue titular e hizo un partidazo, luego salió Valdo, que también lo hizo muy bien, y más tarde yo en el setenta y algo. Conseguimos ganar y la sensación por dentro fue de una alegría inmensa. Es cierto que yo ya había debutado un año antes y ese día me fui más contento que nada, pero habíamos perdido uno a cero, era un partido que no tenía trascendencia y este ya era ante tu público, con el Bernabéu animándote, que es la hostia, contra un equipo de la enjundia del Athletic y ganar 2-0 después de una racha negativa que llevaba el equipo…

Fue como arrancar, y además pudiéndolo compartir con compañeros, que mejor que ellos nadie iba a saber lo que yo estaba sintiendo en ese momento. A partir de ahí, en el caso de Valdo no, porque se recupera Luis y, al igual que pasa con Roberto, son tíos que quieren jugarlo todo. Pero, en mí caso, Aitor se termina de lesionar ante el Alavés en Vitoria y tengo que salir al descanso, Iván Campo no se recupera en el resto de temporada, yo empiezo a tener buenas actuaciones y entro en el equipo.

Además, coincide, y eso es así, en que era el año en que tenía que renovar Aitor. Yo soy muy amigo de Aitor y lo he hablado algunas veces con él. Aprovechan que ha salido este chico joven, tú estás aquí, que te queremos renovar, tenemos alguna discrepancia… pues mira, esto es así. Él, al acabar esa temporada, se fue al Athletic.

Aquella primera temporada Zidane fue muy criticado. ¿Le llegó a afectar?

Cuando nosotros subimos al primer equipo, vimos nuestra realidad: para el Real Madrid ir sexto es un auténtico desastre. Entiendo que Zizou cuando está, quería dar más de sí mismo o que los resultados fuesen de otra manera, pero nosotros eso no lo veíamos.

Nosotros, en lo que nos centrábamos, era si teníamos suerte y podíamos jugar más minutos en el siguiente partido. Pero lo que sí es cierto es que tú le veías en los entrenamientos y era un auténtico espectáculo, al igual que Figo. Había jugadores buenísimos como Roberto o Raúl, pero observabas a este y tenía un nivel técnico que era la leche. Nada más verlo jugar pensabas: «A poco que al equipo le vayan las cosas un poco normal, este chico va a triunfar».

Me hablas de gente con un nivel técnico sobresaliente, pero ahí el que la partía era Guti.

Lo que pasa es que Guti… A ver, Guti siempre ha tenido muchísimo talento, pero no sé, tal vez… Es su personalidad: él, a lo mejor, si hubiese sido de otra manera, no habría sido Guti. Pero sí que dejaba en todos los compañeros la sensación de «si das dos pasos más, eres el mejor de todos».

Siempre se ha dicho que si tuviese el carácter ganador de Raúl hubiese sido el mejor de una época entera, porque el talento que tenía era indiscutible: las cosas que se le pasaban por la cabeza, la zurda, el golpeo, la técnica…

De hecho, un año antes de llegar yo, estuvo de delantero centro y se hinchó a meter goles. Daba igual, pues era un chico que tenía tanta calidad que le pusieses donde le pusieses era buenísimo. Lo que pasa es que muchas veces el momento anímico que tenía no era el adecuado, imagino. No sé.

Ha salido por ahí el nombre del 7.

Raúl es el tío que más carácter ganador ha tenido de todos con los que he compartido vestuario. Me acuerdo de ir a Múnich para jugar contra el Bayern, que tenía unos jugadores espectaculares, o a Inglaterra, y a este le daba igual que fueran grandes o pequeños. Era: «te voy a matar, te voy a ganar y voy a ser mejor que tú». Todo mentalidad. Pero esa mentalidad la llevaba al césped y era el mejor.

Era un líder en el campo muy bueno para nosotros, en el sentido de que muchas veces yo recuerdo partidos en los que él iniciaba la presión sabiendo que no iba a robar el balón y era imposible, pero eso arrastraba a todo el equipo y lograba conectarlo. Además, era oportunista, tenía buen remate y mucho gol. Era un ocho o un nueve en todo y un quince en personalidad y carácter ganador.

Él mamó mucho de Hierro en ese aspecto.

Fernando era el líder cuando yo llegué. Lo era con Raúl y por detrás estaban Míchel Salgado, Helguera, Luis… varios jugadores que por jerarquía también estaban. Antes de que yo llegara, también estaba Fernando Redondo, del que he oído hablar mucho y decían que era un líder del mismo estilo que Fernando Hierro. Ellos son los que inculcan a Raúl esa jerarquía y peso dentro del vestuario.

Esa esencia es algo muy arraigado en el Real Madrid y que pasa de generación a generación.

Yo he estado en otros clubes en los que el capitán era el que elegía el entrenador, pero en el Real Madrid eso es inconcebible. Cuando llegas al Real Madrid, el capitán es el más antiguo. Si el más antiguo tiene mucha personalidad, bien, y si no tiene mucha personalidad, pues también bien.

Tiene que ser así. Pero lo que sí que es cierto es que, al que le toca en ese momento, la evolución le ha hecho tener esos valores. Y si no los tenía, los adquiere. Piensa, por ejemplo, en Carvajal y Nacho. Carvajal hace unos años era un tiro por la banda, un fenómeno, pero a lo mejor no iba delante del árbitro a decirle las cosas.

Ahora, hay que verlo en el partido de la última Champions ante el Manchester City, como fue a reclamar y a ponerle las cosas claras cuando notó la necesidad del equipo. El propio club te va dando esa experiencia y los jugadores también lo transmiten. Ahora, Carvajal se lo estará pasando sin que se dé cuenta a los que vienen por detrás.

Paco Pavón

Me hablas con mucho cariño de Fernando Hierro.

Mi padre siempre me hablaba mucho de Franz Beckenbauer cuando empecé, porque yo jugaba de mediocentro antes de pasar al interior diestro y luego a central en el infantil con doce años. Él siempre me recordaba lo bueno que era y su capacidad para sacar el balón jugado, que no era algo habitual para los jugadores en su posición en aquella época.

Pero también me decía que me fijara mucho en cómo lo hacía Fernando Hierro cuando venía de mediocentro a jugar más atrás: «Mira, como ha jugado adelante, sabe jugar con los pies y no tira los balones fuera», algo que luego te van diciendo también en el club. Te comento esto porque desde pequeño te fijas en referentes que te van marcando mucho e intentas imitar lo que hacen, aunque sea a un nivel mucho más bajo. Si ves que este tío intenta bajarla con el pecho y jugarla, pues haces lo mismo. Si se perfila de una manera determinada, igual.

Particularmente, tuve mucha suerte porque el año en que subí al primer equipo, Fernando me coge y dice «tú aquí conmigo y haz esto y esto». Y luego, tuve muy mala suerte porque se fue. Se fue muy pronto. En esos dos años con Fernando, aprendí muchísimo. Fue un curso de la leche. Todavía mantengo la relación con él, es amigo y siempre le voy a estar agradecido. Ahora le veo menos porque está fuera, pero hablamos por teléfono y cuando viene aquí nos vemos.

¿Esa especie de «adopción» que hizo contigo era habitual con los canteranos o crees que notó algo en ti?

Él siempre ha sido muy capitán. De hecho, antepone el equipo a su propia situación y a él mismo, algo que yo no he visto hacerlo nunca a nadie, excepto a él. Es cierto que Fernando ha estado con muchos canteranos y a todos les ha ayudado, pero quizá a mí un poco más porque mi situación era distinta: cuando entré, yo tenía que jugar sí o sí y él como capitán vio que existía la necesidad de que yo funcionase.

Recuerdo que Roberto subía la banda, yo estaba acostumbrado a hacer la cobertura y él me decía: «No, no, nene, tú aquí en el centro conmigo, luego irás allí». Ya con el tiempo te das cuenta y piensas que si iba ahí, iba a estar siempre de lateral izquierdo porque Roberto estaba todo el rato arriba. Jugar con Hierro era la leche.

Iker Casillas.

Era mi compañero de habitación en los primeros años y lo pasábamos muy bien. Ambos éramos jóvenes, también estaba por ahí Tote… éramos un grupo de canteranos que nos juntábamos a jugar a las cartas, a la Pocha en los aviones y disfrutábamos mucho juntos.

Futbolísticamente, qué te voy a contar, desde siempre se notaba esa capacidad innata que tenía y sus reflejos. «Ha tenido suerte». Suerte se tiene una vez o dos, pero cuando lo haces siempre… Hace unos meses jugamos en el Corazón Classic Match e hizo una parada abajo que hay porteros de Primera División que no la hacen: bajó rapidísimo a contrapié y eso es porque te sale.

Pesará cinco o seis kilos más, lleva sin entrenar meses y lo sigue haciendo. Es el mejor portero con el que he podido jugar.

¿Y esa fama de agarradete?

Bueno, sí. Pero creo que cada vez menos. Todo va evolucionando, aunque le cueste, pues si lo tienes innato te costará. Pero ahora ya ha cambiado mucho.

Iker es muy aficionado al mus. ¿Tú también juegas?

Bueno, cojo las cartas.

Todos los que jugamos al mus decimos que somos los mejores del mundo.

¡No! Yo no (risas).

El Centenariazo. Parecía todo escrito para que ganarais aquel partido. ¿Qué paso?

Pues que había un equipazo enfrente, que es el Superdepor. Después de nosotros, ellos tenían la mejor plantilla, ni Barça ni nada. De hecho, yo recuerdo pretemporadas en las que ellos se encontraban con plantillas de treinta o treinta y dos futbolistas y tenían que ceder a siete u ocho.

Estaba Víctor, también Diego Tristán, los brasileños, Naybet… casi todos sus jugadores eran internacionales del máximo nivel y venía de hacer buenos resultados. Nosotros estábamos en casa y frente a nuestra afición, pero no hicimos el partido que deberíamos, pues estábamos en una situación buena, pese a que en Liga nunca llegamos a remontar y a tener ninguna opción.

De hecho, nos centramos mucho en la Champions, pensamos que centrándonos también en este partido nos iban a salir las cosas por todos los condicionantes que te hablaba y al final nos salió un partido como los de Liga en los que no nos iban las cosas bien. Además, tratándose de un equipo bueno, lo normal es que pierdas.

Paco Pavón

Siempre se habla de que el Real Madrid «tira» la Copa, pero en esta ocasión no fue así…

Centenario, Bernabéu… Sí, se tenía mucha ilusión, aunque es cierto que había más por la Champions y por la Liga. Y lo cierto es que hicimos muy buena Champions, pero en Liga fue regular y nos pasó el trago tan amargo en Copa de perderla ante nuestra gente.

Esa primera temporada juegas mucho e incluso tienes minutos en las semifinales de Champions contra el FC Barcelona. ¿Te sorprendió jugar tanto?

Es que no había más. No había otras alternativas, empezaron a funcionar las cosas y por eso jugué. Es cierto que en Champions, Vicente, para los partidos que teníamos fuera de casa y eran muy importantes, sacaba a tres centrales, lo que me daba más opciones y ahí jugaba sí o sí.

Bajaba a Helguera y jugábamos los dos junto a Hierro. Jugamos así tanto en Múnich como contra el FC Barcelona. En esos dos partidos jugué de central y luego en casa no era titular porque era defensa de cuatro. También pasó en la final contra el Bayer Leverkusen en la que Vicente prefirió, y creo que acertadamente porque ganamos, tener más experiencia con Helguera y Fernando de centrales.

¿Eras de leer el periódico para ver que decía de ti el día después de los partidos?

Mi madre los guardaba y había veces que los veía, pero cuando sales de un partido sabes si has jugado bien o has jugado mal. Muchas veces te ponían una estrella y sabías que habías hecho un partido correcto mientras que en otras te ponían tres y pensabas: «hostia, tres con la que he liado».

Hay veces que ves partidos y alucinas. Con Benzema, me ponía de mala leche porque hacía unos partidos espectaculares y la prensa le daba que no veas. Y hay mucha gente que piensa que es malo porque lo lee en el periódico.

¿Cómo se ve desde el banquillo cuando llega Roberto Carlos al extremo, lanza el balón al cielo y Zidane comienza a hacer el escorzo?

Estábamos en el banquillo y te juro que desde que Roberto pega la banana que llega al cielo, el otro ya está colocado para darle. Y lo habíamos visto tantas veces… No ese remate concretamente, pero él, cuando ponía así la zurda, pese a ser diestro, ¡metía unos golazos!

En Liga ya había marcado algunos con la izquierda como contra el Deportivo después de varios recortes. Los mejores goles que puedes ver de Zizou, casi todos son con la izquierda. Según cae el balón, si ves que es a otro, piensas «a ver la que va a liar», pero siendo Zidane sabías que iba a ser una ocasión clara.

Cuando la mete, recuerdo aquellos abrazos que nos dimos todos, porque era un momento muy importante. Pero no se me olvidará que cuando vi el remate de Zidane, y lo he hablado también con compañeros, ya sentíamos que la iba a meter.

Y luego, San Casillas, que tenía un ángel.

Es muy bueno. Y si eres muy bueno y sales en el momento justo, las paras. Seguramente, si hubiera salido otro no hubiera tenido esa actuación, porque al igual que pasó en la final del Mundial del Sudáfrica, son acciones de esas que solo para él. Iker tenía eso, era capaz de aguantar y sacarlas. Eso no se puede entrenar, lo tienes o no lo tienes.

¿Cómo es esa celebración de tu primera Champions? Porque varios de tus compañeros sí que tenían más…

Estaba encantado. Y yo veía a algunos y pensaba «¿y esta gente?», pues para algunos ya era la tercera. Era una celebración como más contenida y alguno decía: «Bueno, chicos, saboread esto que es muy difícil». «Sí, sí, si yo lo estoy saboreando. Sois vosotros los que estáis calmados», pensaba yo. La anécdota fue esa, que al final Zidane, Luis y yo éramos los que más celebrábamos, pues para Aitor, Fernando, Raúl… era como «otra más».

Steve McManaman decía en su biografía que en el Real Madrid casi no se celebraban los títulos.

Era la normalidad. He hablado con compañeros de otras generaciones y tienen la misma sensación que yo: ganabas y era lo normal, habías cumplido lo que tenías sobre el papel y había que centrarse en el próximo partido. Siguiente paso.

Y si empatabas o perdías, era una mierda y tenías que comerte la mierda durante una semana. Era una especie de obligación, ir dando los pasos para conseguir el título, y cuando lo consigues lo celebras, pero hay que seguir. No es el final.

Y eso está muy bien, porque en otros sitios u otros deportes puedes tener una sensación de abandono o de vacío al pensar ¿y ahora qué? Pero aquí no, aquí has dado un paso más en algo que no termina nunca.

Paco Pavón

¿Y eso no genera una frustración en el jugador? ¿No llegar nunca a la meta?

Cuando acabas tu carrera y miras hacia atrás, el recorrido que has hecho es cuando realmente disfrutas. Es el ADN madridista. Es tan sencillo, y a la vez tan complicado, como eso. «Disfrútalo, pero no has hecho nada. Hay mucha gente que lo ha hecho antes y que lo hará después. Este es tu momento, ahora te toca a ti: aporta tu granito».

He estado en otros sitios como en Zaragoza, donde disfruté de un ascenso y esa sensación, pese a haber logrado cosas mucho más importantes, estaba ahí, ahí. La perspectiva lo cambia todo.

¿Cómo era el Zidane compañero?

Era una persona muy reservada con la gente que no tenía confianza o afinidad. En el vestuario tampoco era una de las personas que más hablase, pero siempre estaba contento y ayudaba a la gente. Me vienen recuerdos a la cabeza de él y Roberto Carlos cogiendo el balón antes de los partidos, jugar a dos toques sin que se cayera y que se fuera agregando gente.

Daba igual que luego fuéramos a jugar una final de Champions o un partido de Liga, se ponían a hacer rondos y jugar a hacer dos toques en el vestuario en un espacio más pequeño que una mesa. ¡Qué espectáculo!

La siguiente bomba es Ronaldo, pero es un verano muy convulso por la posible salida de Morientes en plena previa de Supercopa de Europa. ¿Cómo se vivió?

Muy mal. Fue complicado para todos, desde el entrenador, que no sabía si iba a jugar o no Morientes. Moro llevaba tiempo en la plantilla, tenía muchos amigos… Ronaldo era Ronaldo y si llegaba, iba a jugar sí o sí. La situación fue convulsa, porque ese mismo año, digamos que al núcleo más o menos duro del vestuario, que eran Hierro, Raúl, etcétera, se les podía ir una persona que es cercana.

Cuando se acabó marchando más tarde, personalmente creo que a Raúl le hizo mucho daño, porque eran íntimos, una persona de muchísima confianza. Ya es difícil tener amigos entre delanteros, que generalmente van siempre a la suya, pero que además se compenetraran tan bien y de repente metieran un factor extraño, fue una situación complicada.

Pese a que este factor «extraño» fuera el mejor. Nosotros lo llevamos bien, porque la temporada luego fue muy buena. Veníamos de los veranos de Figo y Zidane y todo el mundo sabía que cada verano Florentino traía a alguien, y eso fue lo que tapó un poco el problema que pudiera haber en el vestuario con la situación.

«Antes que jugadores, somos personas», dijo Hierro en zona mixta después de aquella final ante el Feyenoord.

Estábamos en el césped antes de jugar el partido y compañeros le preguntaban al Moro: «Oye, ¿y qué va a pasar el año que viene?». «No se nada, vamos a ver», respondía él. Era una situación complicada. Fue el año anterior a la llegada de David Beckham y el inicio de las giras asiáticas.

Finalmente se concreta el fichaje de Ronaldo, tarda algunas semanas en ponerse a tono, pero primer partido y dos goles contra el Alavés en apenas unos minutos.

Era el mejor. Siempre estaba contento, ayudaba a todo el mundo. Y cuando digo todo el mundo es todo el mundo: al utillero, a mí, a Figo… era un auténtico espectáculo como persona y como jugador es imposible que descubra nada a quien lo haya visto jugar. Es de las mejores personas que me he encontrado en un vestuario.

No le gustaba mucho entrenar si no había un balón por medio. Y en los partidos, Cañizares comentó que en un Valencia – Real Madrid él recorrió más distancia que Ronaldo.

Íbamos a correr en pretemporada y el tío iba el último, era su naturaleza. Pero luego, hacíamos un ejercicio con una especie de láser que permitía ver la velocidad de reacción en unas carreras de rectas de quince o veinte metros y era el primero con diferencia. Sin embargo, te ponías a correr tres mil metros y él iba más despacio.

Fue ejemplo para otros como Roberto Soldado.

Soldado quedó un día detrás de él. ¡Eso es lo peor que he visto yo! (risas). Mientras estaban construyendo Valdebebas, nos dejaron la ciudad deportiva de Las Rozas y allí nos hicieron un test para el tema del ácido láctico y dando la vuelta allí iban los dos juntos. Un físico parecido: no es que no quiera, es que no podía.

¡Pero cuando le caía la pelota!

Además, él, en los propios entrenamientos, se transformaba. Siempre estaba de broma, incluso en los propios partidos, pero llegaba un momento en que cambiaba todo. Recuerdo estar cubriéndole, pensar «no va a hacer nada» y de repente, cuando le salía de las narices, se alejaba un par de metros de mí para recibir el balón, arrancaba y hacía gol.

Ahí ya veías que si quería, lo podría haber hecho en cualquier momento. Lo hacía cuando le daba la gana. Y como en los partidos lo hacía siempre, por eso era el mejor.

Paco Pavón

¿Te invitó a alguna de las famosas fiestas de cumpleaños?

Me invitaba a todas y he estado varias veces en la casa de Ronnie, pero a las fiestas de cumpleaños no fui a ninguna.

¿Qué hubiera sido Ronaldo Nazario sin lesiones?

Para mí, mejor que Cristiano y Messi. Lo que yo le he visto hacer en el Inter… ¡pufff! Igual que, para mí, en su mejor momento Ronaldinho también lo fue. Lo que pasa es que estos dos han sido mucho más continuos. Ronnie, en el Inter de Milán, recibiendo unas patadas increíbles, lo que hace es espectacular. Pero luego vuelve con la rodilla rota y lo hace a un gran nivel.

Tenía una cosa que hacía dudar a los defensas, porque siempre pensaban: va a llegar tres veces y nos va a hacer tres goles. El año en que caemos en las semifinales de Champions League ante la Juventus, él sale en Turín unos minutos porque está lesionado y eso le basta para provocar el penalti que luego falla Luis. Eso te habla de su impacto.

Tal vez fuera más bonito ver jugar a Zidane o al propio Figo, pero este tenía un impacto en el juego definitivo. Y luego, el Ronaldinho del Barça fue una auténtica locura, un espectáculo. ¿Messi? Messi, sí, pero pese a tener una gran superioridad y hacer más goles, yo no le he visto una superioridad tan grande como la de Ronaldinho. Hacía lo que quería y parecía que el balón era un dedo más.

Pero la salida que más dolió fue la de Claude Makélélé.

Claude entendía muy bien el sistema del equipo. Sabía que Roberto subía muchísimo y era él el que se metía por ahí. Dentro del equipo había dos defensas, que eran los centrales, y él. Luego, había otro medio defensa, Míchel, que defendía más que Roberto… y cinco delanteros.

Él era el que ponía el equilibrio. Luego se buscaron jugadores de ese estilo como Flávio (Conceição), pero no encajaban. También estuvo el Cuchu Cambiasso y trajeron a Pablo García, Gravesen, para intentar hacer lo que hacía él, pero no. Yo creo que en el momento no se supo ver la importancia que tenía ese chico y no se le supo valorar.

Con su marcha, el equipo seguía siendo un buen equipo, pero en partidos importantes tal vez faltaba eso. Habría sido mucha casualidad que se hubiera ido él y los éxitos comenzaran a menguar.

Esa Liga 2002/2003 es un punto de inflexión porque en verano también se marcha Vicente del Bosque. ¿Ya erais conscientes de su salida en la celebración?

No. Esa noche fue… A ver: siempre se había ido a la Cibeles y dejaban subir a todo el mundo, pero ese fue el primer año en el que dicen que solo puede subir el capitán o los capitanes en una grúa, ponían la bufanda y los demás no podían. El grupo, por su madurez o las circunstancias de ese momento, dijo: «Pues hemos ganado y hacemos lo que nos da la gana».

La plantilla dijo que no iba a ir a la Catedral o al Ayuntamiento en represalia, quizá por una mentalidad un poco infantil que no es la que debíamos haber tenido en una situación como aquella. Tan solo Hierro comentaba: «Debemos hacer estas cosas». Pienso que a partir de ese arranque de los jugadores es cuando a lo mejor se toma la decisión sobre Del Bosque.

O tal vez ya estuviera tomada. Pero al que sí que le marcó fue a Fernando Hierro, pues la decisión del grupo la hizo suya. ¡Y él no quería eso! Fíjate que puso la decisión del grupo por delante de la suya. Él intentó que obrásemos de otra manera.

Hubo incluso polémica con la vuelta de honor en el último partido ante el Athletic.

La gente estaba decepcionada, pero Hierro comentaba que había que salir, que eso era así. Luego, en la cena, hay un momento en el que dice: «Nosotros mañana hacemos lo que vosotros queráis. Si no queréis salir, yo soy el capitán y se lo transmito a la directiva, pero yo sigo pensando que tenemos que hacerlo».

Al final, salió que no se hacía y él fue y dijo que no. Por eso te digo: en un mundo tan egoísta como el del fútbol, en el que casi siempre cada uno mira por la suya, no he visto jamás un gesto como ese. Me parece un tío de la hostia.

Todo lo que pueda decir de Fernando, ya no solo futbolísticamente, sino personalmente, es bueno. En el vestuario, nadie hubiera hecho eso, ninguno: unos porque se esconden, otros porque no quieren responsabilidad, otros porque van a lo suyo… y lo hizo él.

Eso le costó seguir en el club.

Seguro. A partir de esa decisión, él no sigue. Era sumar dos y dos.

Habría que preguntarle a él, pero: ¿no recibió algunas llamadas de compañeros para pedirle perdón después?

No lo sé, pero yo lo he hablado con él alguna vez y él dice que actuaría así siempre. Es su manera de entender la vida y lo que es un grupo. Si preguntas a cualquiera de los que estuvimos en el Txistu ese día en la reunión te va a decir que este tío es oro. Y el que no te lo diga es un auténtico cabrón.

Salen Vicente del Bosque y Fernando Hierro ese verano y el equipo naufraga. ¿Tanto se notaron sus marchas?

No. Viene Beckham y la mentalidad cambia. No te imaginas lo que era ir a China con este tío. Habíamos ido a la Intercontinental, a Japón con Ronaldo, Figo o Zidane y venían trescientas o quinientas personas, pero hacerlo con Beckham era como los Beatles… él solo. A nosotros nos ponían un collar de flores y a él veinticinco.

El Real Madrid era una dimensión más y David lo subió a una todavía más desconocida en Asia. Con todo esto, el otro tema se olvida un poco. Nos quedamos un poco huérfanos, pero empezamos a jugar y lo hacíamos muy bien. El mejor fútbol que jugamos fue en esa época. De hecho, a finales de febrero le sacábamos ocho puntos al Valencia y estábamos en la final de la Copa del Rey… pero se vino todo al traste.

Luego se escuchaba a gente que señalaba: «Joder con la preparación física, han llegado muy cansados». Bueno, pues viéndolo con tiempo a lo mejor en ese momento nos faltó una figura como Fernando Hierro, que hubiera sabido reconducir la situación. Pero realmente, eso no se puede saber: pasó y pasó. Sin embargo, nosotros empezamos muy bien y el bajón no fue al principio porque se fueran ellos: fuimos hacia arriba e íbamos por buen camino, pero cuando vino la primera mal dada, no supimos reaccionar.

Paco Pavón

Ese verano de Beckham es el del comienzo de las giras galácticas y recuerdo leer críticas de algunos jugadores como Zidane.

Él venía de Italia, que se ponía mucho énfasis en la preparación física. En la gira se intentó cuidar un poco la situación, sobre todo al principio. Habitualmente hacíamos tres semanas o un mes en Austria y en ese verano nos prepararon una ciudad deportiva en Kūnmíng donde estuvimos entre una semana y diez días al estilo de aquí, pero la humedad era brutal.

Además, ya te habías hecho el viaje, que en vez de las tres o cuatro horas de Austria eran más de diez a China. Después de esos días allí ya tenías un partido en Hong Kong, luego otro en Shanghai y más tarde te ibas a Tokio. Era ir, jugar un partido y entrenar. También había muchísimos actos. Pero si te das cuenta, son cosas que a día de hoy son lo normal. Se sacrifican unas situaciones, pero el beneficio es para todos, incluida la entidad, es mucho mayor que el perjuicio que se pueda tener.

¿Cómo se vivió en el vestuario el terremoto de la llegada de David Beckham?

No llegaba al nivel de los Luis, Figo, Zidane o Ronaldo, aunque era muy bueno. Yo veía videos de Ronaldo con las cosas que hacía en Italia o la final del Mundial ante Alemania, cuando se hizo aquel corte de pelo, porque era increíble. Con Beckham, eso no pasaba.

Pero es que ya era muy difícil fichar a otro tío como estos, porque ya casi ni quedaban. Recuerdo que ese verano el FC Barcelona también quería a Beckham y acaba fichando a Ronaldinho y creo que el Real Madrid no ficha a Ronaldinho porque en ese momento era un chaval con el que no sabes qué va a pasar y el club fichaba a gente contrastada.

Se apuesta por Beckham y la verdad es que era un tío supernormal. Nos dimos cuenta que no era normal cuando nos fuimos de pretemporada y vimos lo que arrastraba. Una auténtica celebrity. Y todo lo que le rodeaba: que si anuncios de calzoncillos, que si una colonia, los bulos que se publicaban… eso generaba un monstruo mediático de la leche.

Luego, él era una persona supernormal, muy accesible. Al tener el número 22 y él el 23, me sentaba a su lado y era de lo más normal. Era inglés y le costaba, pero siempre estaba contento, alegre y ayudando. Luego, ibas a cenar con él y había que hacerlo a un sitio reservado por lo que movía, pero era así.

Nunca llegaba al vestuario y decía «estoy hasta las narices de tanto anuncio y tanto evento».

Qué va. No se ha quejado en la puñetera vida. Nunca. Sabía que era jugador de fútbol y además tenía una empresa que era su imagen. Pero claro, llegaba un día, nos íbamos a cenar la plantilla y aparecía con Tom Cruise, que había estado en el palco.

Me hablabas antes de un buen inicio de temporada y que el equipo llega bien a finales de febrero. ¿La final de la Copa del Rey perdida ante el Zaragoza puede considerarse el punto de inicio para la caída?

Puede ser, porque es el primer varapalo. El equipo siempre había sido muy fuerte: en la primera Liga de Campeones que yo gané, estábamos fatal en Liga, sufrimos el Centenariazo, pero nos llevamos esa final ante el Bayer Leverkusen. Pero esa temporada perdimos los últimos cinco partidos de Liga, que creo que eso no ha pasado nunca.

Pasamos de ser primeros a quedar cuartos. Hubo un descalabro brutal, en ese momento no te da tiempo ni a pensar. «Cualquier equipo que venga, nos va a ganar». Estás en una situación superendeble y una tendencia muy negativa en la que no se sabe reaccionar, como se había hecho en otros momentos en los que había otras figuras a las que agarrarse y eran capaces de tirar de ese vestuario tras perder a Del Bosque o Hierro.

Los que eran más veteranos, a lo mejor no tenían esa vocación de tirar del carro. Perdimos con el Zaragoza después de ir ganando y jugar casi toda la prórroga con diez por la expulsión de Guti, luego ganamos 4-2 al Mónaco después de ponernos 4-1 y que marcara el Moro al final e incluso fuera aplaudido, pero ellos nos remontaron en la vuelta.

Después de esa derrota, nos llevaron a todos a Murcia en un stage de cuatro o cinco días para hacer equipo y despejar un poco la cabeza… y el único partido que ganamos desde entonces fue contra el Atlético de Madrid.

¿Raúl?

Raúl siempre ha tenido mucha importancia, pero tal vez en ese aspecto no… o no fue lo suficientemente eficaz. O fuimos muy torpes el resto. De hecho, él es el que marca el 0-1 en Mónaco.

Paco Pavón

¿No crees que se le cargó demasiada presión, incluso extradeportiva?

Seguramente sí. Su núcleo fuerte del vestuario como Redondo, Morientes… se fue y él se vio huérfano, solo. Sí, tenía compañeros y gente con afinidad, pero no es lo mismo tener a gente con la que había estado muchos años y logrado muchas cosas que quedarse solo. Esa situación debe ser muy jodida.

Se hablaba de que la gira asiática os había pasado factura físicamente, pero según te escucho parece más mental…

Fue mental, estoy seguro. Con la calidad que había en ese vestuario, aunque estén tiesos y haya que correr, te ganan los partidos. Eran jugadores que ganaban partidos, pero el equipo estaba desconectado. Nunca he visto entero ninguno de esos últimos cinco partidos de Liga, pero si los viese, seguro que se notarían nervios, negatividad… lo que pasa es que no quiero revivirlo.

¿Era Queiroz el entrenador ideal o le pasó el proyecto por encima?

En esa época, era un entrenador de perfil bajo. El segundo de Ferguson en el Manchester United. Él llegó y el grupo lo manejaba bien. De hecho, aterrizó con un segundo, (José) Peseiro, que era muy majo y hacían muy buen grupo de trabajo.

Querioz se aprovecha también de la tendencia muy positiva que llevaba el equipo con Vicente del Bosque después de haber ganado la Liga el año anterior. Si tienes un Ferrari, a poco que lo manejes va a ir bien. Lo difícil es cuando el coche tiene problemas.

Tal vez él no tenía la experiencia necesaria como primer entrenador para solucionarlos. Luego ha estado en muchas selecciones, seguramente ahora tendrá otras herramientas para afrontar las distintas cuestiones. En ese momento, si a lo mejor nos pasó a nosotros por encima, pues a él también.

Acaba la temporada, llega Camacho y dura tres partidos…

Él tuvo un encontronazo con una manera de pensar del club en cuanto a imposiciones.

¿Qué tipo de imposiciones?

Él lo sabrá. Es un tío muy integro, tiene mucho ADN Real Madrid, hay cosas que no consiente y toma una decisión que él considera adecuada. Era una persona que no tenía que demostrar nada a nadie más que a sí mismo.

¿Habló con vosotros antes de irse?

Habló con los capitanes y les dijo que era una situación que no estaba dispuesto a tolerar. Luego llegó García Remón y cerró la temporada Luxemburgo, que debutó en los seis minutos del partido suspendido ante la Real Sociedad. Es cuando marca Zidane y a mí me saca al final para perder tiempo.

Aquel debut que todos recuerdan por el aviso de bomba.

Recuerdo, sobre todo, el antes. Cuando se suspendió: allí todos en pantalón corto fuera del estadio después de que nos sacaran en un momento. Nos dijeron que ni siquiera pasásemos por los vestuarios y salimos rápidamente esperando a ver qué pasaba junto a los jugadores de la Real Sociedad y nuestros familiares.

Luego, cuando ya nos comentaron que era seguro, entramos a coger nuestras cosas y nos fuimos a casa. En cuanto a esos seis minutos, poco pudo hacer. Estuvo preparando durante la semana para jugar mucho al ataque, poner el balón arriba y generar esas oportunidades de peligro…

¿Qué cambió Luxemburgo? Porque el equipo mejoró en la segunda mitad de temporada.

Cuando se marchó Camacho después de muy pocos partidos, el que se quedó fue García Remón, que no era ni el segundo entrenador. Al final, el jugador no es tonto y piensa: «Si se ha quedado este, a lo mejor valoran que ganamos solos o es que no se tiene interés en el proyecto». Cuando llega Luxemburgo, ya es distinto. Él siempre recordaba: «Yo vengo de ganar con Santos…». Decía que había ganado todo y con él se empieza bien.

Roberto Carlos dijo años después que prohibió las cervezas y el vino en las comidas y junto a Ronaldo le comentaron: «Maestro, tienen sus costumbres. Trate de no cambiar, de lo contrario tendrá problemas»

Puede ser que lo hablase con él y yo no lo viera, pero siempre he visto vino. De hecho, Camacho promovía que antes de comer nos juntásemos todos a tomar una cerveza o una Coca-Cola con unas patatas para hacer grupo. Al final, es cierto que en estos equipos, cada uno va a su habitación, tiene su grupo de amigos, te juntas para no é qué y no conoces a nadie más. Sí que he leído el tema del vino, pero yo lo veía ahí.

Paco Pavón

Es el verano de Walter Samuel, que llegaba como si fuera la hostia.

Es que era la hostia, el tío. Era buenísimo, pero venía de jugar en un sistema en el que estaba muy protegido en la Roma y tuvo que hacerlo en un equipo en el que tenía que defender a campo abierto.

Los defensas del Real Madrid, históricamente, han tenido que saber defender con muchos metros a la espalda y él estaba acostumbrado a otra cosa: a estar cerradito en bloque y que el bloque defendiera. Y aquí no. A él le costó un poco asimilarlo, pero luego en los entrenamientos era un auténtico espectáculo: el uno contra uno, de cabeza… sí.

Además, era muy buen compañero, pero le pasó un poco eso. A Cannavaro también le pasó un poco eso al principio, y eso que vino con un entrenador italiano, un sistema italiano y Emerson y Diarra de mediocentros. La Liga española cuesta y el Real Madrid tiene unas exigencias. En ese sentido, a Walter le costó eso.

¿Mentalmente no? Recuerdo llevarse la mano al oído celebrando un gol contra el Albacete en el Bernabéu.

Puede ser, sí. Tenía mucha presión por demostrar. Al final, era un fichaje importante para ese año y quería quitarse un peso de encima. Él sabía que tenía mucho talento y es jodido llegar, saber que eres bueno y no te salen las cosas o que estás un poco desubicado. Puede que tuviera esa sensación, porque dentro del vestuario era un tío genial y se sentía cómodo.

Parece que la apuesta por los defensas estaba gafada, porque otro caso fue Woodgate.

Woodgate tuvo muchas lesiones. Tuvo muy mala suerte con todo el tema de isquios y el recto, por lo que nunca pudo disfrutar de una continuidad: jugaba un partido o unos minutos de otro y se lesionaba… El chaval, bastante buen humor tenía con todo lo que pasaba, porque otro se podía haber venido abajo.

Woody es muy buen tío, pero ni siquiera en los entrenamientos tuvo la posibilidad de dar una sensación para decir «hostia, qué bueno es». Walter sí. Lo veías en los entrenamientos y te dabas cuenta que era muy bueno.

Y por ahí correteaba también Gravesen. ¿Estaba tan loco como parecía?

(Risas). ¡O más! Tommy era muy buen tío, pero como un niño. Lo recuerdo con Soldado y esta gente, que estaban en el filial. Les gustaba vacilarle, y a él le gustaba también para ir corriendo a por ellos.

A lo mejor, si te pones a correr detrás de alguien, paras a los veinte metros, pero él iba cien y no frenaba hasta que los cogía. Una vez los pillaba, los tiraba al suelo y empezaba a hacerlos perrerías.

Yo me llevaba muy bien con él, era un enamorado de todo el tema del MMA, Fedor Emelyanenko, etcétera… y recuerdo que constantemente me estaba enseñando videos. Siempre estaba de buen humor, quiso integrarse en el grupo desde el principio.

La de Robinho no fue tan en broma…

Esa fue en pretemporada, sí. Le pegó un buen cate. Se hizo un autopase y le dio un buen bofetón.

Y ahora, millonario en Las Vegas.

Cuando vivió en Madrid, no tenía novia ni nada. De hecho, vivía aquí con un amigo danés y su mujer, pero cuando llegaba el verano cogía un hotel en Las Vegas y se marchaba allí. Me comentaba que si te gastas nosecuanto, te pagaban el viaje y el hotel. A él le gustaba jugar en los casinos, ha ido tanto que habrá conocido a gente y las inversiones le han ido bien.

Llega la temporada 2005/2006 y Luxemburgo dura catorce jornadas antes de que llegue López Caro. ¡Vaya caos!

Pese a que el grupo brasileño, que en ese momento era muy importante, le tenía en mucha estima, los resultados no se dieron y al final siempre se acaba rompiendo todo por el eslabón más débil. Fue una temporada complicada, porque también coincide en que luego se marcha Florentino Pérez, llega Fernando Martín, luego Montejano

Para los jugadores hay una sensación de orfandad. Florentino era el presi, el que había hecho posible todas las cosas que habían sucedido. Era el referente. Eso mismo que se piensa ahora de «si se lo propone, lo consigue», también se pensaba antes.

Fue un shock, porque el último que piensas que se va a ir, era él. Pensabas que podían venir dieciocho mil entrenadores más e incluso se hablaba de Wenger o Eriksson. «Va a ir a por el mejor que haya y te lo trae». Pero él decidió eso, cada uno tiene un pensamiento dentro de su cabeza y para el vestuario fue un shock.

¿Os comentó algo?

Si habló con los capitanes, yo no lo sé. Al final, él se despidió, dijo que era lo mejor para la institución y seguramente lo pensaba así en ese momento.

Paco Pavón

Se cerraba una etapa. ¿No crees que se ganó poco para el nivel de esas plantillas?

Seguro. Ese grupo de jugadores era para haber tenido una racha de haber ganado tres o cuatro copas de Europa y cuatro o cinco Ligas en siete años, sí.

Algunas se escaparon por poco.

Sí que estuvimos a punto. En esa que hablábamos antes de 2003, cuando Luis falla el penalti ante la Juve, si hubiéramos ganado la final hubiera sido contra el AC Milan. Luego, al año siguiente, pasó lo que pasó contra el Mónaco. Si hubiéramos ganado alguna de las dos…

¿Cuál es el partido más especial de los que jugaste?

Del que mejor recuerdo tengo, y no porque fuera mi mejor partido, es el 0-2 del Camp Nou. Fue poner pie y medio en la final de la Liga de Campeones y, además, el grupo sabía que la otra semifinal, pese a ser un Manchester United – Bayer Leverkusen, era más floja y que quien saliese de nuestra eliminatoria era claro favorito.

Veníamos de varios años sin ganar allí, ellos tenían un buen equipo en ese momento con Rivaldo, Kluivert, Overmars… pero nosotros teníamos a varios mejores.

Ramón Calderón gana las elecciones.

Ficha a Fabio Capello y con él vienen Cannavaro, Diarra, Emerson y Van Nistelrooy. A mí me quedaba un año de contrato y, en la pretemporada en Austria, comenté a Chendo que quería hablar con el míster, porque me había contactado Llaneza, que en paz descanse, y tenía una oportunidad muy buena para marcharme al Villarreal.

Aquel era un equipo potente, yo venía de jugar menos y buscaba una salida. Entonces, tuve una charla con Capello esa pretemporada, le dije que había chicos por delante y además había llegado Cannavaro, por lo que el Villarreal era una buena solución para mí. Pero él me respondió que no y pese que enviaron un fax al Villarreal diciendo que sí, él me comentó que confiaba en mí y no se hizo.

Pero luego no juegas.

No tengo buen recuerdo, porque pienso que él lo sabía y no sé si en ese momento no salí por un tema de imagen: Zidane se había ido justo ese verano anterior después de la final del Mundial y como fue el eslogan y todo eso tal vez no quisieron dejarlo morir así.

No sé el porqué. Sin embargo, ya en pretemporada lo hueles y por eso yo creía que el Villarreal era una buena oportunidad. No me dejo salir, perdí un año en el que estuve entrenando y no pude hacer nada.

Con Fernando Sanz pasó algo parecido en la primera etapa de Capello, en la que no le dejó marcharse al Sevilla y luego apenas contó con él.

¿Ah, sí? La próxima vez que hable con Fernando se lo tengo que preguntar. A mí me dijo que me quedara y luego jugué dos partidos de Copa del Rey en toda la temporada.

¿Cómo se vive pasar una temporada entera sin jugar?

Lo pasé muy mal ese año. Al final, ganamos la Liga, pero fue una temporada malísima. El equipo estaba hecho una mierda. Tuvimos una reunión porque el presidente salió hablando en una universidad y diciendo que éramos unos consentidos. Estaba todo fatal.

Helguera y Beckham apartados… el ambiente era malo. Y yo, personalmente, estaba jodido después de una pretemporada en la que había visto pasar un tren muy bueno y no me habían dejado cogerlo. Y no porque fuera imprescindible, sino porque al míster no le había salido de las narices que lo cogiera.

Luego, en Navidad, el Levante iba muy mal y Pedja Mijatovic, que tenía relación con ellos, me llama para decirme que quieren que me vaya allí esos seis últimos meses. «No me he ido en pretemporada a una situación muy buena como el Villarreal y voy a hacerlo ahora cedido al Levante con mi contrato acabando a final de temporada…»

Antonio Cassano tampoco jugó mucho con Capello…

Era muy bueno. Un niño. Un talento extraordinario que vino fuera de forma y no consiguió meterse en dinámica de jugar. Lo tenía muy difícil, pues en Italia no tenía competencia y con su talento le bastaba para jugar y estar bien.

Aquí, la competencia era mucho más dura e incluso no jugaba Ronnie porque lo hacía Van Nistelrooy. Aquí no jugaba mucho, por lo que no estaba en forma. Además, era muy joven y no fue maduro para afrontar la situación que le tocó vivir en ese momento, porque calidad le sobraba.

Decía que en Madrid tenía un amigo en el hotel de Mirasierra, y a las diez le pasaba lo que quería de comida a la habitación. Y el le daba 200 o 500 euros.

Recuerdo en pretemporada en Austria, cogía un paquete de galletas María, se lo comía entero con un vaso de leche e iba a por otro. Llegó Capello y dijo: «A este quitadle las galletas…» Y él otro enfadado: «¡Pues no como nada!».

Paco Pavón

Hubo muchos casos que Capello no gestionó bien: Ronaldo.

Llega en una situación en la que hay algunos jugadores que, pese a que a lo mejor no se puede llamar ocaso, si que ya no están a un nivel Real Madrid. A lo mejor, Ronaldo estaba en ese nivel y había también algún que otro caso que tenía que gestionarlo de esa manera. Imagino que también sería difícil para él. ¿Las formas?, ¿cómo lo hace? Me parecen las más desacertadas posibles.

No puedes coger activos del club como Ronaldo y Beckham y hacerlo así. Luego te sale bien porque ganas, pero en cualquier empresa es lo último que tienes que hacer. Lo que no se le puede negar es que es un entrenador que ha venido dos veces y ha ganado dos Ligas. Resultadista es totalmente. ¿El método? Me parece muy malo.

Aquella charla de Ramón Calderón en la universidad trajo cola…

Comentó una serie de cosas que nos hizo pensar «¿cómo puede decir eso?». Entiendo que fuera un círculo en el que pensaba que podía decir eso, pero lo estaba haciendo en un auditorio frente a un montón de gente. Yo creo que no lo pensó demasiado y a partir de ahí las fricciones con él fueron grandes por parte de muchos.

Luego me fui e imagino que como se ganaron los títulos limarían asperezas y se acercarían un poco más, pero la temporada que yo estuve, a partir de este momento…

El inicio del milagro de esa Liga del clavo ardiendo fue en un 3-3 en el Camp Nou, a partir del cual el equipo piensa que es posible ganar el campeonato.

Ese partido lo viví en la grada. La gente del FC Barcelona me puso en el fondo norte, tuve que ir con dos de seguridad y tuvimos que ver la segunda parte en el palco de honor, dentro, con las televisiones, porque era imposible con la gente alrededor e insultándote.

Es un poco culpa de todos, pues el FC Barcelona no puede poner ahí a los futbolistas que no juegan, sino en el palco u otro sitio. Y el Real Madrid no puede consentir que llegue yo ahí con dos de seguridad nuestros. «Aquí no podemos estar, vamos ahí dentro».

¿Dentro del vestuario existía ese convencimiento en ganar la Liga pese a la distancia que llegó a haber con el FC Barcelona?

Sí. Incluso en todas las que hemos perdido y de las que hemos hablado antes, siempre había convencimiento de que se podía lograr. Hasta que matemáticamente era imposible hacerlo, siempre existía el convencimiento. Lo hemos hablando antes: vas partido a partido, no mirando el fin último de ganar la Liga. La consecuencia de estos hechos cortos, te dan el éxito. Nosotros estábamos centrados en el miércoles, sábado.

Y llegó el Tamudazo y aquella vuelta de Ramón Calderón en Zaragoza…

Ramón era directivo de Florentino y siempre viajaba con nosotros y su mujer y era un tío muy comedido. Nunca había… debe ser que aquel día le dio el momento suyo.

Estás siete años en la primera plantilla. ¿No te frustra el hecho de jugar mucho más con veintidós años que con veintiséis, que es cuando un futbolista ya es más maduro?

Yo era mejor jugador con veintisiete años cuando me fui que con veintidós cuando empiezo, pero el Real Madrid es una máquina que evoluciona y te come. Al final, cuando debuto es porque soy el jugador que necesita el equipo. Hay que caer en el momento justo. Pero sí, en esos últimos años yo era mejor que cuando era más joven: físicamente más fuerte, más rápido, mucha más experiencia… pero la situación se da de tal manera que no se puede.

¿Qué se te pasa por la cabeza?

Jugar, por eso quise irme. Antes de la temporada 2005/2006 con Luxemburgo jugaba menos, pero seguía haciéndolo y piensas que puedes disputar veintitantos partidos al año. Venía de jugar mucho, tres o cuatro años, ese año baja mi participación pero piensas en poder revertir la situación.

Sin embargo, con el paso del tiempo lo vas viendo imposible, notas como a compañeros con más jerarquía que yo los apartan directamente sin ningún criterio y piensas: «No voy a jugar aquí en la puñetera vida». Todo eso hace que te frustres y que afrontes ese último año para prepararte físicamente, pues sabía que iba a salir y que tenía que estar en la mejor forma posible para el club donde fuese.

Antes de hablar del salto a Zaragoza, ¿no te parece raro que no te haya preguntado por algo?

La pregunta que me hace todo el mundo es la de Zidanes y Pavones, pero esa ya la he respondido dieciocho mil veces. Luego, cada uno la toma como quiere. Unos piensan que me ha ido bien, otros que mal… yo siempre he considerado que me ha ido bien. Es imposible que te vaya mal un slogan el que te ponen de referente.

¿No te cansa?

Al final, es lo mismo. Tú, por ejemplo, no me la has preguntado. El problema es del que te hace la pregunta. «¿Voy a preguntar a este tío una cosa que ha respondido miles de veces?», «¿me va a responder a mí algo distinto?».

Siguiente etapa, Zaragoza. Teníais un equipazo, pero bajáis.

Totalmente, pero igual que le ha pasado a otros equipos como el Atlético de Madrid cuando tenía a Solari, Baraja, Valerón, Hasselbaink… éramos jugadores que estábamos acostumbrados a estar en situaciones de privilegio y ganar, porque eres mejor, pero te metes abajo, te encuentras en la necesidad de sumar puntos porque hay urgencias, las piernas empiezan a tensarse más, las cosas no son tan fáciles y termina siendo una situación similar a lo que te comentaba antes que nos pasó en el Real Madrid con Queiroz: una dinámica negativa, un contexto que no es el tuyo.

A esto hay que sumar que estás luchando contra unos equipos que sí están acostumbrados a esas situaciones y no supimos revertirlo. Descendimos con 42 puntos. En la penúltima jornada vino el Real Madrid a la Romareda ya como campeón, de celebración, empatamos, tuvimos algunas ocasiones para el 3-2 que nos hubiera dado la salvación y después nos la jugamos en Mallorca y caímos. Pero sí, el equipo era espectacular.

Paco Pavón

Por ahí estaba Ayala.

Este era muy bueno. Ahora lo tendría más complicado, pero saltaba antes que los delanteros, apoyaba la rodilla contra la espalda del otro para que no saltase y él ya se impulsaba todavía más. Era un espectáculo: tenía muy buen timming, iba bien al cruce, era muy agresivo y con una tremenda jerarquía.

También Jermaine Pennant.

Estaba a su bola. Vino con una pulserita electrónica, porque tenía juicios y siempre debía estar localizable. Pero vaya talento con el balón. Muy bueno. Era un estilo de jugador parecido a Mason Greenwood: bueno en el uno contra uno, rapidez para salir, frenar… vino y llegó a un Zaragoza en el que tampoco le entendíamos mucho, él apenas hablaba español.

A los ingleses les cuesta mucho. Menos Macca (McManaman), que al final aprendió, al resto les ha costado mucho. Cuando volvió a Inglaterra, Pennant dejó el Porsche aparcado en la estación de AVE de Zaragoza y le llamaron unos meses después para preguntarle cuando iba a ir a recogerlo.

Él avisó a un chico de Zaragoza que siempre iba con él y le hacía de traductor en su paso por España y le comentó que fuera a recogerlo y se lo quedara para él. Era muy desprendido. Es de estos chicos que dices: «Es para un equipo más grande», porque tenía un gran talento.

En Segunda División juegas bastante con Marcelino pero en la vuelta a Primera dejas de hacerlo.

Juego hasta que se marchó Marcelino en la jornada catorce. En Zaragoza hay una situación muy convulsa. En Madrid vives con una empresa muy seria y en Zaragoza ves que empiezan a pagarte con pagarés. Yo no sabía que era un pagaré. «Tú lo descuentas en el banco y el dinero te llega automáticamente, luego nosotros ya pagamos al banco en seis meses, pero el dinero te lo adelantan sin ningún gasto hoy».

En el momento que bajamos, nos habían pagado la primera mitad, por lo que la segunda estaba pendiente… y ya no la pagan. Empiezan a haber problemas de cobros, nos dicen que la situación es mala y que había que subir como fuera.

Nosotros logramos el ascenso, pero seguía habiendo deudas, pagarés atrasados, mis asesores ya decían que no cobrásemos los pagarés porque el banco ya estaba dando orden de no pagarlos. De hecho, hubo compañeros que tuvieron que devolver ese dinero que habían solicitado. César, Diogo, Ayala, Sergio Fernández, Juanfran, Paredes, Celades, Luccin, Pablo Aimar, Matuzalem, Sergio García, D’Alessandro, yo… fíjate las fichas que había en ese equipo. Con el descenso se van muchos, pero hubo otros que nos quedamos con fichas altas.

Cuando subimos con Marcelino, yo sabía que había muchos jugadores que nos teníamos que ir. De hecho, jugamos un partido de pretemporada precisamente en Getafe, me puso a calentar en la banda y no me sacó. Luego en el vestuario le comenté: «Marce, esto no se hace». «No, es que tú no vas a jugar nada, que lo sepas».

Sin embargo, yo no me fui. Era mi tercer año de los cuatro que tenía firmados y me quisieron mandar a Turquía, al Ankaragücü o uno de estos, pero yo les dije que ahí no me iba y me iba a quedar. En pretemporada no jugué porque seguían insistiendo en que me tenía que marchar, pero como no me fui, Marcelino empezó a sacarme todos los partidos e incluso marqué dos o tres goles en esos primeros choques de Liga.

Sin embargo, después de una derrota en casa ante el Athletic de Bilbao, lo echaron. Vino Gay, siguió con lo mismo, fuimos al Santiago Bernabéu, nos metieron seis y a partir de ahí no jugué más. Pasó lo mismo con Ayala, todos los jugadores con fichas altas dejamos de jugar. Yo creo que en ese momento, Agapito puso un entrenador que hiciese lo que él quería.

Por aquel entonces, Marcelino tenía apenas cuarenta y dos o cuarenta y tres años…

Marcelino es un tío peculiar. Salir a un campo de fútbol y saber qué va a pasar, te lo trabaja durante la semana y sucede. Y lo que hay que hacer para ganar, pasa. Prepara los partidos como no he visto a ninguno. A nivel vestuario, creo que se entrometía demasiado en las situaciones personales de los jugadores. Era muy insistente con el peso, si ibas a comer a un sitio… estaba muy pendiente de situaciones que al jugador le desgastan mucho.

Cuando estás mal y quieres subir, pues tragas. Hay situaciones de equipos en las que quieres a ese tío, como en el caso del Valencia, con jugadores que son muy buenos y sacrifican situaciones porque piensan: «Tengo que salir de la mierda». Pero claro, cuando están bien, como cuando fue a Sevilla, imagino que si seguía igual, Kanouté y esta gente diría: «Este tío qué me está diciendo sobre dónde voy a cenar con mi familia el día que tengo libre. ¿Qué le importa?».

En ese aspecto, imagino que habrá mejorado, porque todos mejoramos, pero era un tío que era un poco tocapelotas, y eso en el vestuario te generaba problemas: un año bien, pero otro año…

Y te vas a Francia.

Terminé esa temporada en Zaragoza, me quedaba un año más de contrato y el equipo estaba en concurso de acreedores. Llegué a un acuerdo y les comenté que si me pagaban todo, me iba. No tenía ningún problema en marcharme, pero yo no busqué equipo y ellos seguían insistiendo con lo de los turcos.

Casi al cierre del mercado llegué a un acuerdo. Esto fue un 29 o 30 de agosto, por eso fue todo tan súbito. Hablé con Mejía, que se había marchado al Arles-Avignon, un equipo que había alcanzado la Ligue 1 después de varios ascensos, contaba con dieciséis jugadores nuevos y me dijo que había esa posibilidad.

Yo en ese momento no tenía representante y me marché a París con mi asesor. Comí con el presidente del club enfrente de la gare de Lyon en un restaurante, me pareció bien la propuesta y firmé.

¿Cómo recuerdas esa etapa?

Personalmente fue una buena experiencia, pues también me permitió conocer otro país, aunque deportivamente: un desastre. Cómo te decía antes, éramos casi todos los jugadores nuevos, cada uno de su padre y de su madre. Había buenos futbolistas como Charisteas, Basinas, Camel Meriem o Ghilas, que había estado en el Celta. Pero el mejor era Rémy Cabella, que estaba cedido por el Montpellier.

Lo veía en los entrenamientos y pensaba «¿cómo no puede jugar?», porque ¡no jugaba nunca! Yo flipaba. Me llevaba muy bien con él y recuerdo decirle: «Creo que no te sacan porque no quieren que te vea nadie y así te quedes en el equipo». Vaya espectáculo. Lo cierto es que teníamos muy buenos jugadores pero un mal equipo.

Paco Pavón

Te retiras muy joven.

Con treinta y uno. Esa temporada en Francia, con Hadžibegić, cuando había entrenamientos de mañana y tarde me tenía que poner a hacer otros ejercicios porque ya se me hinchaba la rodilla. Tengo los meniscos rotos y se me llenaba la rodilla de líquido, tenía que ponerme hielo y hasta el día siguiente no estaba bien.

Por eso, para competir no había problema, pero a nivel de entrenamientos era muy bajo. Después de esa temporada probé para ir a otros sitios, incluso Sam Allardyce me quiso fichar para West Ham por tres semanas, pero yo fui con otras pretensiones debido a los engaños de los representantes, que me dijeron que iba a estar hasta final de temporada, y no firmé.

Estuve entrenando con ellos en la ciudad deportiva, recuerdo que estaba por ahí John Carew y hay una anécdota muy buena con Jorge Larena. Me lo encontré en el hotel y cuando le pregunté que qué hacía allí me comentó que llevaba una semana de esas que era parón de selecciones. «Yo estoy, que voy a hacer los entrenamientos, las pruebas físicas y a ver si se da», le apunté yo.

Él me comentó que estaba entrenando con Sam Allardyce pero señalándome a alguien que no era él. El año del Villarreal, yo estuve a punto de fichar por el Bolton, que precisamente tenía a Sam Allardyce de entrenador y por ahí andaba Iván Campo, había pasado Fernando Hierro, así que lo conocía. «Mira, Sam Allardyce es ese de ahí», le señalé. «¡Pero si a ese no le he visto en toda la semana!», reconoció.

Entrené ese día y salió en los periódicos de allí que iba a jugar, pero cuando llegué a firmar, el contrato que iba a ser hasta final de temporada era para cubrir la baja de uno que se había lesionado y me querían firmar por tres semanas. Quizá yo me equivoqué, porque a lo mejor tenía que haber jugado dos semanas y ver luego lo que pasaba, pero en ese momento dije que no y me volví.

También estuviste a punto de jugar en la selección en agosto de 2003.

Estuve preseleccionado y además coincidí con López Rekarte, Reyes y Fernando Torres. Inauguramos la Ciudad Deportiva de Las Rozas e hicimos un partido entre nosotros. Íbamos a jugar un partido frente a la selección de México pero se acabó cayendo y acabamos jugando entre nosotros. El entrenador era Iñaki Sáez.

Y ahora juegas al golf.

Cuando puedo juego, sí. Tengo un ocho y medio de hándicap, pero para lo que juego tengo el hándicap muy alto, pues intento salir dos o tres veces a la semana y si le dedicas tiempo deberías bajar. También te digo que juego mejor que el hándicap que tengo, pero sí que me gusta mucho.

Paco Jémez será el rival a batir…

Paco tiene un hándicap muy bajo, Cosmin Contra también, que se hizo profesional, y Mista es muy bueno. Casi todos los jugadores se pasan al pádel, pero muchos lo hemos hecho al gol, porque además es un deporte que te engancha.

¿Entonces mejor en el golf que en el mus?

¡Seguro! En el mus hay un factor de suerte que no se puede quitar (risas).

También hay muchos que se ponen a correr.

Sí, los que no corrían cuando jugaban (risas). Está Helguera corriendo ahora, que no le gustaba correr.

Raúl ha hecho maratones.

Pero a Raúl sí le gustaba correr. A Luis Enrique también le gustaba… hay jugadores que sí. También fíjate como Guti se está poniendo muy fuerte, Özil… cuando tienes mucho tiempo libre, intentas focalizarlo en algo y lo mejor es hacerlo en algo que sea útil.

¿Y a qué más te gusta dedicar el tiempo que tienes?

A mis hijos. Estuve en televisión, en la radio… he estado haciendo cosas, pero al final me ocupaba mucho tiempo, ellos van creciendo y lo que me gusta es pasar mi tiempo con ellos. Tengo dos hijos, uno con siete años y el otro con tres. Al mayor le gusta mucho el fútbol, tengo los abonos desde que jugaba y vamos a algunos partidos del Real Madrid juntos e incluso en ocasiones viene también mi padre, como hablamos hace un rato.

Esta pasión por el fútbol se hereda.

Él mayor juega en el mismo equipo en el que yo lo hacía, La Alhóndiga. Le llevo allí a Getafe, porque mis padres siguen viviendo allí y puedo verlos. Lo pasamos bien y, al final el tiempo es lo que te da la vida. Él todavía es pequeño, pero lo importante es que le gusta, hace deporte y los valores que se adquiere practicando deportes en equipo.

¡Y sobre todo que los padres no se metan!

A los padres habría que echarnos fuera a todos. Somos un lastre enorme tanto para el entrenador como para los propios niños. Mira que se dice, se trabaja y las cosas están cada vez mejor, pero los sábados y domingos ves unas cosas increíbles. Además, cuanto mejor es el equipo, las expectativas que le generas al niño…

A tu hijo no le vas a inculcar que sea Maradona. Maradona es Maradona y si lo tiene que ser, ya lo será. No lo va a ser porque tú te metas. Mi padre cuando era pequeño siempre me repetía: «Paquito, somos aves de paso». En la cantera, cuando iban a hablar con Del Bosque, cada año se iban siete u ocho. «Intenta disfrutar, aprender todo lo que puedas y pasártelo bien, porque hoy estás y quizás mañana no».

Y tenía razón: tengo fotos de cuando era pequeño y si comparas la de cada año con el anterior ves como hay algunos compañeros que ya no están. De hecho, cuando llego al filial tan solo está Santos, que luego jugó en el Hércules, de los que empezaron conmigo al principio.

Te he escuchado decir que te divertías más en esos primeros años de cantera que después en la elite.

¡Mucho más! Cuando eres pequeño te diviertes más. Cuando eres pequeño tienes las ganas de divertirte y hacerlo bien, pero luego ya es otra responsabilidad que pesa bastante y provoca que no juegues tan suelto.

Un comentario

  1. Guti no partía nada de nada. Zidane hizo una gran temporada, Raúl fue casi siempre decisivo aunque le moleste a los antimadridistas y otros futbolistas fueron importantes. Guti tuvo una muy buena temporada en la 2000/2001 y no vuelve a destacar hasta que se van los galácticos, con la excepción de algún partido.

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