La selección brasileña vuelve a España, donde va a jugar un amistoso ante el equipo dirigido por De la Fuente. El lema del partido es Una misma piel, nueva versión del clásico No al racismo. «Queremos que el fútbol sea unión y dejar claro que jugamos todos con una misma piel», ha explicado el entrenador español.
El último España-Brasil se disputó en noviembre de 1999. Eran buenos tiempos para los equipos: Brasil habían levantado la Copa América en julio y la España de Camacho ganaba todo en su grupo de clasificación para la Eurocopa. Aunque no tanto para la sociedad.
Roberto Carlos, Rivaldo y Denilson jugaban en la Liga y recientemente habían sido protagonista de un spot de ColaCao en las televisiones nacionales. Cantaban, simpáticos, Los colacao. Dos décadas después, forzado por acusaciones virales como #colacaonosinsulta, la empresa daría un giro a su publicidad racista. Pero en los noventa el Yo soy aquel negrito resultó un éxito comercial y, para la cita en Balaídos, Brasil fue recibida con pancartas contextuales en clave de rivalidad deportiva: «Brasil, esto es España. Menos ColaCao y más jamón».
Dos grandes equipos y un Balón de Oro
Mensajes al margen, los futboleros de la España preglobalizada crecieron admirando el jogo bonito de la pentacampeona del mundo. Ya en los noventa, la capacidad económica de la Liga permitió que los mejores futbolistas brasileños llegaran a clubes españoles y fuesen idolatrados por las distintas aficiones. Por eso temían enfrentarse a la Canarinha.
Aquella Brasil se presentaba al amistoso como vigente subcampeona del mundo. Todos los titulares esa noche jugaban en Europa, a excepción del portero Marcos. En la lista faltaba Ronaldo, Bota de Oro en Paraguay ‘99. También Romario o el propio Denilson. «Brasil tiene cinco o seis bajas en ataque que son las que verdaderamente marcan las diferencias y lo convierten en un equipo élite», indicó Michel en su labor de comentarista para TVE. Sin embargo, desde su segunda unidad aún conseguía ser un equipo fabuloso que disponía de Rivaldo, Balón de Oro aquel año.
Aunque la selección española no quedaba corta de nivel. Cuenta Camacho que desde que se hizo con el cargo en 1998 exigió que la federación organizase amistosos contra los mejores equipos del mundo. Se trataba de competir como si fuesen partidos oficiales, derrotarlos y así liberarse del complejo de inferioridad. A esas alturas de la historia, la selección española sólo había ganado la Eurocopa de 1964. «España quiere ganar este partido por lo que supone de prestigio y por confirmar el nivel de sus últimos partidos», dijo Míchel.
A fin de conseguir el objetivo, aquella noche Camacho presentó prácticamente su once de gala, a excepción del ausente Hierro. Jugaron futbolistas de la talla de Guardiola, Valerón o Raúl. «Esperamos que sea un partido espectacular», continuó Michel. Si bien no en el resultado, sí se dio aquella situación respecto al juego español.
El pressing ahoga a Brasil
Fue la España de Camacho un equipo de altura, de ahí que minimizara a Brasil. El nivel de los seleccionados lo permitía y las consignas de Camacho iban al compás de las características de sus jugadores. «En aquellos tiempos la base de la Selección estaba en el Real Madrid [campeón de Europa a final de curso] y en el Barcelona [vigente campeón de Liga]. Yo intentaba que los jugadores del resto de equipos se adaptaran a esos dos núcleos fuertes. Si alguno tenía una manera de jugar de toque de balón y otro más directa, yo les hacía ver que la selección era un equipo y que había que complementarse para jugar en una línea, pero no trataba de cambiar al jugador», recordó el seleccionador para El Confidencial.
La selección española fue mejor que Brasil desde el inicio y cerca estuvo de marcar. Cada ocasión creada sirve para hablar de las potencias de aquel equipo. Nada fue casualidad. Luis Enrique acarició el gol apenas iniciado el partido. Esa oportunidad, por ejemplo, explica el equipo desde la labor defensiva de sus atacantes.
Adecuándose a las virtudes físicas y mentales de Raúl (22), Etxeberría (22) y Luis Enrique (29), el seleccionador español proponía un pressing desde tres cuartos de campo que evitase la salida brasileña a través de un doble volante compuesto por Emerson y Assunçao, permanentemente auxiliado por el interior Zé Roberto. «Agresiva la presión española para intentar robar el balón o al menos perjudicar el ataque brasileño», explicaba Michel.
Explotadas desde la movilidad, ese trío de mediocampistas condensaba diversas características generadoras de ataque: el pase corto de Emerson, el envío de Assunçao, la conducción técnica de Zé Roberto.
Luis Enrique y Etxeberría bloquearon posicionalmente las salidas laterales hacia futbolistas de máximo nivel como Cafú y Roberto Carlos, para luego saltar a la presión en el centro. Así generaban la superioridad numérica ante los futbolistas más limitados. «Debido a la presión, los centrales Aldair y Antonio Carlos son los que más tienen el balón y quienes más lo están perdiendo, al ser los menos preparados para esas gestiones», explicaba Míchel.
Asimismo, que los intensos atacantes presionaran arriba permitía que Valerón y Guardiola, jugadores inadecuados para ganar duelos en condiciones normales, pudieran aprovechar la situación en la divisoria del campo. Hacerse con un balón incierto de manera frontal los disponía para dar la asistencia, su acción predilecta.
A los cinco minutos, el pressing surtió efecto y un robo de Valerón acabó, tras pasar por Etxeberría, en las botas de Luis Enrique, quien había abandonado el sector izquierdo para atacar el área, explotando así una de sus mejores cualidades. Su chut impactó en el poste derecho.
Los laterales brasileños como fuente de ataque y riesgo en defensa
En lo referente a la propuesta brasileña, el míster Candinho respetaba la tradición: juego ofensivo, combinativo, funcional y de contraataque largo. Un aspecto clásico del fútbol en el país era la Diagonal, proyectándose uno de los laterales como quinto mediocampista mientras el otro se mantenía para asegurar la superioridad numérica defensiva ante delanteras de dos atacantes. De ahí que las convocatorias brasileños siempre contasen con totalidad de laterales de perfil ofensivo. Silvinho fue el suplente aquella vez, sin ir más lejos.
Durante el partido, Michel avisó de que «los brasileños se protegen bien, con dos hombres por delante de la defensa, pero a veces arriesgan en exceso por los laterales con las subidas de Roberto Carlos y Cafú. Es ahí donde España puede adivinar el peligro». Los veteranos centrales elegidos por Candinho tampoco eran veloces para corregir lateralmente, por lo que se daba la situación idónea para que España les dañara.
Antes de haberse cumplido un cuarto de hora, Etxeberría casi adelanta a los suyos aprovechando el espacio huérfano por una subida de Roberto Carlos. Si España robaba atrás, inmediatamente buscaba profundo a un costado. Por eso jugaron Etxeberría y Luis Enrique, expertos en asaltar espacios, en lugar de otros como Mendieta o Fran, futbolistas de mayor apoyo.
La ocasión fue una magnífica jugada de contragolpe combinado que España desarrolló por la izquierda. Sergi arrastró la marca en veloz subida para que Luis Enrique, una vez recibió el pase del fino Valerón, condujese hacia dentro con su pierna dominante. Raúl fue el nexo central de una acción que desenlazó el extremo de Athletic con un mal chut que pudo blocar Marcos. En la segunda parte, Luis Enrique haría otro fuera-dentro que, con el mismo efecto de Sergi, propiciaría otra ocasión. La complementariedad ofensiva de ambos era perfecta.
España «también tiene fútbol»
Como se ha visto, Camacho «también analizaba al oponente y entrenaba cada partido con arreglo a eso. Porque lo que no se puede hacer es obviar las virtudes del contrario». Así lo afirma él. Analizando los defectos del rival fue como Etxeberría casi marca. Y del mismo modo sucedió un par de veces más a lo largo del partido.
No obstante, la complementariedad entre los españoles que permitía esas francas ocasiones de gol no se limitaba al sector izquierdo, sino que se extendía a cada zona y variante del juego.
En fase defensiva, dijo Míchel que España conseguía ejecutar bien la presión porque estrechaba líneas y así se facilitaban las ayudas. En la marcación zonal que empleó Camacho, si Abelardo era válido para defender balones aéreos e iniciar el juego raso conectando con Valerón, eran los veloces Salgado, Paco y Sergi quienes permitían que la zaga en línea se adelantase, corrigiendo a la espalda del central del Barça.
Mientras que en la fase ofensiva, Abelardo, Salgado, Valerón y Raúl daban carácter combinativo al sector derecho, toda vez que las carencias de Paco con el balón dominado eran subsanadas, en el izquierdo, con el posicionamiento de Guardiola como pivote. Expresaba Michel que «España no solamente tiene presión, sino que tiene fútbol. Rápidamente Guardiola y Valerón tratan de conectar con Raúl y crean mucho peligro». Aquella España estaba preparada para atacar de múltiples maneras. Hasta encontrar a Raúl o Morientes.
El mejor Raúl y su complemento
Camacho no dudaba que Raúl era uno de los mejores futbolistas europeos. Por eso hacía lo posible para favorecerlo. Raúl se movía con libertad en zona de mediapuntas y tanto caía para tocar como iba para golear. De cara se le ofrecía Guardiola, a los costados le corrían laterales como rayos y por delante tenía un delantero referencial. «Cada vez que Raúl viene, Emerson no le deja darse la vuelta», apuntaba Michel. Los rivales lo conocían pero no podían evitar su influencia. El objetivo inmediato de España era encontrarlo el mayor número de veces.
En el ecuador de la primera parte, una conexión por la derecha llegó a Raúl desde las botas de Etxeberría y su magnífica maniobra ante Aldair pudo ser el uno a cero. Su cuchara se fue por poco. Ya en la segunda, otra subida de Sergi acabó con un pase atrás y un chut de primeras al poste desde dentro del área, ejecutado por Raúl.
Por su parte, Morientes era el ariete perfecto para complementar al crack y ampliar las opciones de ataque del equipo. Morientes fue un delantero de área con un remate de cabeza sobresaliente y facilidad de gol. Era un desahogo para el juego directo, sobre todo activado cuando participaba el lanzador Hierro. La presencia de Morientes hundía a los centrales y daba espacio a Raúl. Cuando a Urzáiz le tocaba jugar, ejercía similares labores.
Cualquier balón centrado desde los costados encontraba la cabeza del 9. Desde la ubicación natural de Morientes en la derecha de la doble punta, la primera mitad remató dos centros de Sergi, que extrañamente no fueron dentro. Sergi aprovechaba para percutir «la posición prácticamente de extremo de Cafú”, en palabras de Michel. Entre Sergi y Luis Enrique dieron una de las peores noches al zaguero de la Roma, quizá el mejor lateral derecho de la historia del fútbol, quien acabó amonestado.
El partido cambia de signo y aparece Rivaldo
España no consiguió abrir el marcador, perdió fuelle físico en el ocaso de la primera mitad y entonces Brasil conectó con sus delanteros. «El cansancio de Guardiola está afectando al juego español», sentenció Michel. Aunque sólo una maniobra técnica de Elber, iniciada lejos del área, llevó algo de peligro.
Desde la zona técnica, Camacho indicó a sus volantes que no cayesen a las bandas y alternasen alturas en fase defensiva, independientemente de la circunstancia. La presencia de Rivaldo condicionaba todo. Camacho quería una atención por delante y otra por detrás del 10 del Barça. Entre Guardiola y Valerón lograron alejarlo del área.
Rivaldo participó mucho en la reanudación pero lo hizo en zonas de menor influencia, donde no podía aprovechar su chut. Sólo logró dispara en dos ocasiones. «Le cerraron bien Abelardo y Etxeberría, porque en esas condiciones Rivaldo suele ser letal», dijo Michel. Y más tarde ingresó Engonga para asegurar la contención.
Sucedió que Rivaldo no encontraba socios. Sin Leonardo, Djalminha o Denilson, futbolistas técnicos que atrajesen a los volantes en zona de aceleración de jugada, a Rivaldo no se le aclaraba el panorama. Anderson y Elber estaban, en consecuencia, desasistidos. La entrada de Giovanni por Zé Roberto en la segunda mitad no lo mejoró, habida cuenta de que el ex del Barça tampoco era un futbolista creativo de primer nivel.
El ingreso del tanque Jardel y las ocasiones de Brasil
Anderson tuvo una clara antes de que Candinho variase el plan de ataque. Era el minuto 20 de la segunda parte cuando Brasil recuperó el balón en su mitad de campo y Assunçao ejecutó un pase medio a la espalda de Abelardo, que Anderson chutó de zurda a las manos de Molina. Esta vez fue la selección brasileña quien identificó los defectos de España e incidió sobre ellos.
Acto seguido ingresó Jardel para potenciar el juego directo e intentar que la finalización se ofreciese desde fuera, con centros de Roberto Carlos y Cafú. Se emparejó con Paco, a quien sacaba alrededor de 20 centímetros. De esa forma, una segunda jugada que ganaron Giovanni y Jardel acabó en un chut al travesaño de Assunçao. Y a falta de cinco minutos, el goleador del Porto casi remacha en el área chica un remate de Elber a centro de Cafú que Molina no atajó en primera instancia.
Por parte de España hubo un triple cambio. Engonga, Munitis y Urzáiz relevaron a Valerón, Etxeberría y Morientes. «Como en el día Chipre, Camacho pone a Munitis en lugar de Etxeberría con la intención de aprovechar su velocidad y regate en corto para superar a Roberto Carlos, así como que con su pierna buena, la izquierda, pueda disparar desde la frontal», expuso Michel. Munitis sólo tuvo tiempo de amonestar a Rivaldo, cuando el brasileño cortó una contra zancadilleándole por detrás.
Un empate a cero con ritmo de partido oficial
El partido no daba respiro. Cafú tuvo otra antes del final, pero Molina voló al ángulo corto y la desvió a córner «La mejor parada del partido, sin duda alguna», dijo De la Casa desde la narración. El portero estrenaba titularidad y su noche fue notable.
Entraron Zé Elías por Brasil, Mendieta y Alfonso en España. Fue la vuelta de Alfonso a la selección después de haberse lesionado en Chipre, casi año y medio atrás. No tuvieron tiempo de influir en un partido que no perdió ritmo y acabó en empate sin goles. «Aunque sea un amistoso, se nota que ningún equipo quiere perder», sentenció Michel.
El España-Brasil de 1999 fue un partido oficial disfrazado de amistoso. Y el combinado español, con más ocasiones de peligro generadas, ganó a los puntos.
Sí al arte, no al racismo
Esta noche, el Bernabéu acogerá a la Brasil dirigida por Dorival. Son tiempos híperglobalizados y al estadio irán aficionados del mundo entero que esperan vivir un espectáculo de creatividad y competición.
En ausencia del lesionado Neymar, la estrella del equipo es Vinicius. No cabe duda de que su juego se disfrutará tanto como en 1999 se disfrutó el de Rivaldo. Como dijo Sábato, el arte no cambia a lo largo del tiempo, siendo el de Joyce tan bueno como el de Homero.
El partido ha sido acordado por la lucha contra el racismo debido principalmente a las vejaciones recibidas por Vinicius en algunos estadios. El futbolista de la selección española Grimaldo lo tiene claro: «hay que luchar día tras día para que esas cosas no le pasen ni a Vinicius ni a nadie».
El racismo se extiende en el tiempo quizá porque el alma humana tiene una parte defectuosa. En la lucha social que recalca Grimaldo, al menos se ha avanzado algo. Ya se persigue a los responsables y no se contempla anuncio o pancarta alguna que banalice el problema.
En cuanto a la competitividad del partido, cabe acogerse al del último precedente. Nuevamente se verán dos grandes equipos. Y con tamaños futbolistas frente a frente, todo se vuelve una cuestión de orgullo.
¿Y que dijo Michel entonces?