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¿Será contagioso el déficit de atención de Gerard Piqué?

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Gerard Piqué
Gerard Piqué en The Sunday Times

Dicen los expertos que formar deportistas de elite desde que son pequeños es una mala estrategia para fomentar la actividad física, porque los rigores a los que tienen que someterse para alcanzar un nivel top matan lo más importante del juego: la diversión. Eso parece que es lo que le pasó a Piqué. Al menos es lo que explica en la entrevista que ha dado en The Sunday Times cuando ha reconocido que seguía jugando porque se divertía haciéndolo con el Barça, pero que entrenar le mataba. «Tácticas, saques de córner, ese tipo de cosas en las que hay tantas interrupciones, para mí era difícil tener que hacerlo todos los días».

Citaba el ejemplo de ese tipo de niños metidos en vereda desde una edad temprana, que al cabo de veinte o treinta años jugando como profesionales no son capaces de ver fútbol ni por televisión. Y eso que si por algo se caracteriza la cantera del Barça que instituyó Paco Seirul·lo era por tratar  de que los chavales nunca perdieran lo más importante del fútbol: pasárselo bien.

Lo que parece evidente es que Piqué es hiperactivo, su Kings y Queens League, su Copa Davis, sus Supercopas de España en Arabia… el fútbol a nivel usuario está claro que le quedaba pequeño. En su honor hay que decir que las lió pardas. No fue ese perfil de profesional del deporte que guarda silencio sobre todo lo que le rodea como una formación rocosa, sin que nada le perturbe hasta que le dan la orden de que algo le tiene que importar, porque lo importante es seguir vendiendo relojes y perfumes. Piqué no, dijo lo que pensaba y salió tarifando de muchos sitios. Aunque no se simpatice con sus posiciones, hay que simpatizar con que no fuera otro robot.

Pero el tema clave de esta entrevista que ha echado a volar en las redes sociales es el elefante en la habitación de la atención y el fútbol. Dice Piqué que creó la Kings League cuando vio que sus hijos no eran capaces de seguir más de diez minutos un partido de fútbol fijando la atención en lo que ocurre en el campo, que la mente se les iba a sus tablets y teléfonos, que tenían que hacer algo simultáneamente.

Luego Piqué reconoce cuáles son sus hábitos, que no difieren de los de muchos aficionados. Vio el Barça – Napoli, pero no se pone los partidos de liga. Como mucho, ve media hora. En lo que insiste es algo que sabe todo el mundo: el fútbol no compite con otros deportes, sino con Netflix, Amazon, YouTube, TikTok…

Ese diagnóstico está entendido. El problema está en cómo abordarlo. En su Kings League, como reveló Pablo Berguer en esta publicación, quería llevar las normas «a más tipo balonmano». Lo reafirma en esta entrevista, «hay que encontrar formas de marcar más goles o de que no se pueda terminar un partido en empate», «que no haya empates ¿por qué no? En béisbol y baloncesto no hay empates. Vas a un partido y termina en empate y la sensación que te queda es ¿Quién ha ganado».

Aquí surgen varias preguntas pertinentes. Si el fútbol estuviese por detrás del baloncesto o del balonmano, sería lógico pensar que aburre porque hay empates, pero no es el caso. «El fútbol tiene miedo al cambio. Tiene una enorme historia, es muy tradicional, pero el cambio sucederá, tiene que suceder. Un partido de 90 minutos que puede acabar 0-0 es difícil de entender para las nuevas generaciones».

Ocurre que esas generaciones todavía no son decisivas. El inmenso segmento de población de aficionados que se enganchó a este deporte como consecuencia de la fiebre desatada por la televisión por cable o por satélite, todavía sigue formando la inmensa mayoría de los espectadores. Las cifras que da la UEFA de seguimiento del fútbol europeo siguen batiendo récords y hay un reparto proporcional de las audiencias, los supuestos encuentros de segunda categoría, también se ven y esos estadios también se llenan.

El problema sigue ahí, la generación más joven necesita más estímulos. Para eso está el seguimiento con doble pantalla, siguiendo los comentarios de las redes sociales en la pantalla del móvil o de los amigos en una app de mensajería. Las gafas de Realidad Aumentada o Realidad Virtual pretenden llevar ese seguimiento multipantalla a formatos inmersivos. Las estadísticas en tiempo real y los biomarcadores que pronto llegarán a formar parte de las retransmisiones también añadirán más estímulos. Por la parte tecnológica, hay una revolución en marcha. Por la táctica, cada vez se rifa menos el balón y el juego fluye con más sentido. Las estadísticas de todos los torneos europeos lo atestiguan.

El gran secreto del éxito del fútbol es que apenas ha cambiado sus normas en más de un siglo. Quizá lo que haga falta es racionalizar las competiciones y adecuarla mejor al público con una oferta más selecta sin perder la unidad del fútbol, que el más pequeño pueda llegar a enfrentarse al más grande, tan solo que exista esa posibilidad aunque sea igual a 0,00001. Porque también hay otra pregunta que cabe realizarse. ¿Aburre el fútbol o no es normal que los niños no puedan centrar la atención? En lugar de adaptar todo a una concentración fragmentada, caprichosa, voluble e inconsistente ¿no sería más lógico mejorar la educación?

Un comentario

  1. Pues no estoy de acuerdo para nada. Lo que aburre a los jóvenes es el cero-cerismo y los mil pases hacia atrás. Las audiencias de la Premier se superan año tras año porque los partidos son muy divertidos de ver. Juegan a toda velocidad y su objetivo es marcar goles. En España parece que el objetivo es no perder («dominamos porque tuvimos más posesión»). El ManU – Liverpool del otro día es un ejemplo claro. No se dejaron nada y lo disfruté como un niño pequeño en una tienda de juguetes porque me daba igual quien ganara, no quería que esa locura se acabara.
    Luego te pones uno de LaLiga y a la mitad lo tienes que quitar del aburrimiento.
    Entrenadores cobardes, planteamientos cobardes.

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