Entrevistas Balonmano

Lorenzo Rico: «Contra la Metaloplastika en Yugoslavia hice el mejor partido de mi vida ¡Y perdimos por siete!»

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Lorenzo Rico (Colmenar Viejo, 1962) fue el muro del balonmano español durante quince años. Referente bajo los palos, primero del Atlético de Madrid y más tarde del FC Barcelona, él fue el dueño de la portería de la selección durante tres lustros en los que tan solo le faltó conseguir la medalla en un gran torneo. Sí se multiplicaron los títulos a nivel de club, donde puede presumir de un excepcional palmarés que incluye un sinfín de Ligas, Copas, Supercopas, Recopas y una Copa de Europa que se le resistió en el Atlético de Madrid pero logró en la ciudad condal.

Nos vemos las caras en el restaurante Marbella, en la madrileña calle Príncipe de Vergara, para repasar la carrera de uno de los grandes impulsores del balonmano en nuestro país, uno de los motores del cambio y clave para los éxitos logrados por la selección años después en este deporte.

¿Cómo es tu primer contacto con el balonmano?

Mi familia era de Colmenar y yo nací allí, pero a los nueve años nos vinimos a vivir a Madrid, muy cerca de donde estamos ahora. Soy el mayor de dos hermanos, estamos hablando del año 1971, y hubo dos motivos para este cambio. El primero fue laboral, pues mi padre montó la oficina aquí. La segunda razón fue para que nosotros estuviésemos en Madrid.

Cuando yo vivía en Colmenar, ni sabíamos que existía el balonmano y al empezar el colegio aquí, en los Agustinos, en cuarto de EGB, era algo que estaba empezando. Un deporte que trataba de meter gol con una pelotita muy pequeña y yo con nueve años: ¿quién es de pueblo y no sabe tirar piedras? Para mí, era muy sencillo y comencé a jugar.

Por aquel entonces, había un entrenador, Jesús Alcalde, que estaba creando una escuela de balonmano. En el colegio San Agustín, en aquella época, éramos tres mil alumnos, todos varones y se crearon equipos de alevines, benjamines, infantiles… Dentro del colegio había una competición entre las distintas clases, y además los jugadores que más destacaban iban al equipo que representaba al propio colegio.

La verdad, no entiendo muy bien por qué, Jesús Alcalde me vio y pidió que fuera a entrenar. Y el primer día que fui a entrenar, me anunció: «A la portería». Yo era muy bajito, pues el estirón lo di a los dieciséis años, que es cuando empiezo a crecer un poco. Pese a que no he sido pequeño, tampoco he tenido una estatura muy grande, aunque 1’86 para mi época estaba bien. Y así es como empiezo, aunque el porqué de la portería Jesús nunca lo ha contestado públicamente y a mí tampoco me lo ha dicho.

¿No había otros deportes en aquella época en el colegio?

Sí. Había fútbol y había baloncesto, pero el balonmano fue prácticamente lo primero que hice en el colegio. Jugábamos también a otros deportes, pero era en los recreos, pues practicar el balonmano en los recreos era muy complicado. Yo era muy buen portero de fútbol, porque también sabía jugar al fútbol, pero cada uno de los deportes tenía un cura, o un padre, que era un poco el responsable de esa sección. Y es verdad que una vez que empecé en el equipo de balonmano, el padre Emiliano jamás me dejó cambiar a otro deporte y los nueve años que estuve en el colegio jugué al balonmano.

Vas quemando etapas y acabas en el Atlético de Madrid…

Cuando me eligen ya para el equipo con nueve años, disputamos una competición benjamín y creo recordar que el primer partido que jugamos no me marcaron ningún gol. Además, tuvimos dos o tres partidos y no sé qué es lo que pasaría ni qué partidos serían, pero al acabar el curso vino el padre y nos entregó una medalla que habíamos ganado en la competición escolar de aquel año 1971/1972. Todavía recuerdo esa medalla porque era muy peculiar, bastante artística, con un poco de escultura, el oso y el madroño… de esas medallas que merece la pena guardar.

Al año siguiente volvimos a la competición escolar y ya éramos alevines. Yo era el más bajito de los diez jugadores que componíamos el equipo y quedamos campeones de Madrid en los dos años de alevines, infantiles y cadetes.

También jugamos finales de España en infantiles de primer año, pero en infantiles de segundo año nos eliminaron porque el padre fue con los libros de familia en vez de las partidas de nacimiento y no sé porque, nos excluyeron. Los dos años de cadetes fuimos finalistas pero nos ganó Maristas de León, que tenía una trayectoria tremenda a nivel de balonmano, y es precisamente después de cadetes cuando el Atlético de Madrid se fija en mí.

En aquella época, yo ni sabía lo que era el balonmano profesional ni tenía intención de jugarlo, así que me quedé en el colegio y el año siguiente ya jugué en juveniles, que en este caso ya era federado. En esa categoría sí que nos enfrentamos a Atlético de Madrid y Leganés y quedamos terceros.

¿Y luego?

Acaba mi ciclo en el colegio, hago COU, las pruebas de selectividad y mi idea es seguir jugando al balonmano. ¿Y dónde? Yo no era consciente de lo que era el Atlético de Madrid, aunque ya había debutado con la selección promesas en 1978 y había jugado con la selección española junior ante Rumanía en 1980.

Curiosamente, tiempo después, Juan de Dios me dio un recorte de esa final del campeonato de la Copa Latina en la que ganamos a Rumanía. Aunque yo fui como tercer portero, acabé jugando como primero. Y siendo un crío, pues yo era el único jugador de todos que no estaba en División de Honor. En aquella época, yo quería seguir jugando, pero como ocio, pues había empezado a estudiar Caminos, pero acabé fichando por el Atlético de Madrid.

Durante tu formación, aquellos primeros años, ¿tuviste un entrenamiento específico de portero?

Ahora ya hay entrenadores específicos de porteros, pero entonces era distinto, te decían cuatro cosas. Sin embargo, he tenido la suerte de hacer mucho entrenamiento específico. A los catorce años, siendo infantiles, fuimos a la última concentración del deporte escolar católico en el año 1976 en Pamplona. Allí éramos dos mil deportistas, había hasta de ajedrez. En balonmano había un equipo de veinte jugadores infantiles de toda España y cuarenta cadetes.

De aquella concentración salieron muchos jugadores como (Javier) Cabanas, (Eugenio) Serrano, (Juanín) Aguirregomezcorta o yo. Allí fue donde empecé con un entrenamiento específico de porteros, comencé un poco con la técnica y lo cierto es que me gustaba.

Además de tener a un gran entrenador en mi época escolar, como Jesús Alcalde, luego también tuve suerte de que Juan Hernández, Juanito, exportero del Atlético de Madrid, era el entrenador del equipo que venía justo por detrás en el colegio.

Además, él era también entrenador en un equipo de División de Honor B y a los dieciséis años yo entrenaba con él martes y jueves de diez a once en el Polideportivo de la Plaza del Perú. Era un entrenamiento específico y aprendí mucho, pues él entrenaba a los porteros, pero se ponía conmigo. Luego, cuando ficho por el Atlético de Madrid lo hago bajo la tutela del propio Juan Hernández.

Él hizo mucho para que yo fuera allí, con muchas recomendaciones y muchos consejos. Una vez en el club, durante los tres o cuatro primeros años, él estaba a mi lado, seguía corrigiéndome y enseñándome, lo cual me permitió aprender muchísimo.

Del mismo modo, siendo segundo portero del Atlético de Madrid debuto en la selección en 1981 en un torneo y ya en 1982 juego el Campeonato del Mundo en la República Federal Alemana con Emilio Alonso y César Argiles, que además de profesor era un gran entrenador con mucha pedagogía y entrenaba a los porteros. Y la verdad es que también aprendí mucho. Se conjugaba el hecho de hacer algo que te gusta y un entrenamiento muy específico, que era divertido.

¿Cómo afronta un chaval tan joven fichar por el Atlético de Madrid?

Es una época en la que había nada más que uno o dos extranjeros, por lo que ocupar una de las plazas con un portero era quitar la oportunidad de, por ejemplo, tener a un goleador, por lo que no era fácil. Estaba la historia de que el Atlético de Madrid quería fichar a (Andrzej) Szymczak, el gran portero polaco de finales de los setenta, aunque nunca lo fichó.

Sí es cierto que el año en que yo ficho, el Atlético de Madrid también ficha a Juan Pedro de Miguel, que era el segundo portero de la selección española, y en teoría a mí como tercero, pues el segundo portero era Ángel Cobo.

En un primer momento, Juan de Dios dice que quiere ficharme, pero como tercer portero para no jugar. Y yo le dije que «para no jugar, no ficho». «¿Entonces qué hacemos?», me preguntó. Le respondí que «Ya veremos quién juega y quién no juega».

No era muy consciente de lo que significaba el Atlético de Madrid, lo que era ser tercer portero, y en mi cabeza no entendía el deporte para no jugar. La verdad es que esa pretemporada estuvimos jugando Ángel y yo, Juan de Dios se decidió por mí y empecé como segundo portero.

Dices que no eras consciente de lo que significaba el Atlético de Madrid. ¿No veías mucho balonmano profesional?

No. Tengo el recuerdo que, siendo un crío, nos dieron entradas para ir a ver un partido de la selección española al Palacio de los Deportes contra Austria. Vi el partido, me gustó mucho, vi a Perramón meter un gol de portería a portería, pero no… Era algo que me gustaba, una cosa que practicaba, pero no era muy consciente. De hecho, yo no seguía la Primera División, no tenía ni idea de lo que era.

Mientras juegas en el Atlético de Madrid estás matriculado en Ingeniería de Caminos. ¿Fue complicado compaginar?

Imagino que si no hubiera ido a la selección, no hubiera estado tantos meses fuera cada temporada, etcétera, igual hubiera sido más factible. En primer lugar, entrenábamos por la tarde, por lo que iba a una academia por la mañana y daba dos clases por la tarde, de cuatro y cuarto a seis y cuarto, ya que tenía permiso de Juan de Dios para llegar un poquito más tarde desde la Escuela de Caminos a Magariños.

En los primeros parciales, mal que bien podía hacer los exámenes, pero luego, ese primer año debuté con la selección en Sofía (Bulgaria), estuve en el Mundial junior en verano y se complicó todo. Después de dos años me pasé a Obras Públicas, donde digamos que era un poco más sencillo porque estudiaba por la mañana, pero la verdad es que prácticamente desde que empiezo a jugar en el Atlético de Madrid estoy en la selección y pasaba cinco meses fuera.

Entre los fines de semana, Copa de Europa, selección, selección junior… se hizo todo un poco complicado. Aunque intenté seguir estudiando Obras Públicas, cuando ficho por el FC Barcelona, en Barcelona no hay Obras Públicas y allí soy consciente de que el balonmano es mi profesión y lo dejo. No es fácil. Aunque hay gente que lo ha hecho, en mi caso fue difícil.

Cecilio Alonso me comentaba que uno de los grandes secretos de aquel equipo era la camaradería y esos terceros tiempos después de entrenar.

De repente, te haces mayor. En mi caso, yo era el más pequeño del equipo, por lo que te haces mayor de repente. Además, yo no sólo estaba en los entrenamientos, sino que también empecé a viajar a los partidos de Liga, de Copa de Europa… Recibes un poquitín de dinero, que en mi caso no era mucho, pero sí para poder tomar una cerveza.

Además, el horario de entrenamientos era bueno porque era de seis y media a ocho, por lo que indudablemente, después de entrenar sí que había la costumbre de tomar algo. Digamos que se entrenaba prácticamente cuatro días y había varios bares a los que podíamos ir, pues cada uno vivía en una zona y conocía alguno.

Así que, sí, salíamos de entrenar y tomábamos una cerveza y una ración de bravas y unos zarajos en Los Chicos de Guzmán el Bueno, también íbamos a una marisquería en la calle Vallehermoso, una cervecería de Almería, el 808… eran varios sitios y lo pasábamos bien.

Bueno, a Cecilio lo conocía todo el mundo, esa es la realidad. Además, en aquella época jugábamos por la mañana en Magariños a las doce y media y muchas veces nos íbamos a comer juntos. Es verdad que había jugadores de fuera e incluso yo algunos días también comía en casa, pero empiezas una vida distinta. Era todo muy divertido y un ambiente muy familiar.

El frío de Magariños…

Era un polideportivo muy acogedor, tremendamente cercano. Es verdad que hacía frío, pero para mí era todo nuevo y muy divertido. Fíjate, de entrenar en el colegio desde los nueve años, al aire libre a las siete y media u ocho de la mañana, lloviera o no lloviera, sobre cemento, a hacerlo en un polideportivo era un cambio importante.

Y toda la grada repleta de aficionados con camisetas en cada partido.

Esta es una realidad del Atlético de Madrid de toda la vida. Hoy, tú vas al fútbol, y no hay ni un veinte por ciento que vaya sin camiseta, pues el ochenta restante sí la lleva. Da igual el estrato social, padres, hijos, sobrinos, peñas… siempre se lleva algo identificativo del Atlético de Madrid. En aquella época, evidentemente, también había mucho de esto.

Juan de Dios Román, un hombre con mucho carácter.

Con Juan de Dios, digamos que las broncas se las llevaban prácticamente los mismos. Siempre se las llevaban los jóvenes, pero era muy respetuoso con los buenos, con las figuras, con los importantes. Era una persona con mucho carácter, pero lo que pasaba es que en el Atlético de Madrid también había jugadores con mucho carácter.

Yo no he sido de los que más ha regañado, pero porque en cierto modo formaba parte del núcleo de los importantes incluso desde joven. Él era un enamorado del balonmano y consiguió hacer un gran equipo, el primer español que logró llegar a una final de la Copa de Europa fue un Atlético de Madrid suyo, una escuadra que había hecho a su medida, con sus chicos, y que tenía una calidad defensiva descomunal. Para el portero, era una suerte tremenda, pues tener una defensa al lado como la de ese equipo era un plus y tenías que estar a la altura de ese juego.

¿Qué tenía aquel Atlético de Madrid para ganar tanto en aquellos años?

Estuve siete años en el Atlético de Madrid y ganamos cuatro Ligas y tres Copas del Rey. Mi primer año en el club, el Atlético de Madrid venía de no ganar nada la temporada anterior y ese año ganamos Liga y Copa. En aquella época el FC Barcelona también estaba a un nivel sensacional, los partidos se ganaban por uno o dos tantos e incluso hubo Ligas que se ganaron por la diferencia de goles.

También teníamos una defensa como no tenía ningún otro equipo español y muy buenos jugadores, pues además de Cecilio también estaba Uría, Juanón en el pivote, Nogales, Agustín Milián, Paco Parrilla, los extremos. A estos se fueron sumando jóvenes que subían del juvenil como (Javier) Reino o Chechu (Fernández), que todos cogían muy pronto lo que era el carácter del Atlético de Madrid: «esto es un equipo».

El Atlético de Madrid ganó porque funcionaba como un equipo y además teníamos a Cecilio. Es verdad que algunas temporadas él estuvo roto como sucedió con el tendón de Aquiles. Fue una pena, porque cuando él se lesiona el hombro a principios del 86, antes del campeonato del mundo de Suiza, en ese momento Cecilio era el mejor jugador del mundo.

¿Qué hubiese sido Cecilio Alonso sin las lesiones?

Pues hubiese sido lo que hubiese deseado. Para mí, cuando se lesiona es el mejor jugador del mundo. Y lo he dicho muchas veces, pero es cierto. Él solo, gana a Yugoslavia. Fuimos con la Selección a un torneo en San Sebastián de los Reyes preparando el Mundial e hizo un segundo tiempo espectacular y ganó el partido. Después tuvo la desgracia de salírsele el hombro en una disputa con Juanón de la Puente.

Ganáis mucho en España, pero a nivel europeo siempre se recordará aquella derrota en la final de la Copa de Europa con la Metaloplastika en 1985…

Es una final que si la hubiéramos jugado cien veces, la hubiéramos perdido cien veces. Hay equipos muy difíciles de batir, y yo creo que aquella Metaloplastika era imbatible. Ese momento, los jugadores que tenía…

El recorrido para llegar fue complicadísimo.

Para llegar a aquella final, ganamos a los mejores. Prácticamente todos habían sido campeones de Europa: Dukla de Praga, Magdeburgo… Es verdad que la eliminatoria ante el Magdeburgo fue curiosa, ya que ellos vinieron muy apretados, prácticamente la noche antes y no sé si pudieron descansar bien, pero el caso es que les ganamos por doce. Sin embargo, en Alemania, a falta de once segundos perdíamos por once y yo había parado cinco o seis penaltis.

¡Y la bronca de Juan de Dios en el descanso de semifinales ante el Dukla!

Juan de Dios tenía su carácter y estábamos a las puertas de jugar una final de Copa de Europa, algo que no había conseguido nadie, y es verdad que aquí habíamos ganado por dos y en el descanso del partido de vuelta perdíamos por seis. Lo que es curioso es que al final ese partido lo ganan los chavales y lo gana Juanón de la Puente, que provocó dos o tres faltas en ataque.

También salió Claudio y paró un penalti, metió un gol Quique García en el último minuto de esos que no se sabe bien ni cómo… Es cierto que estuvieron los chavales un buen rato, pero cuando de repente el partido vuelve a estar con opciones, los minutos finales vuelven los veteranos. Con ese gol de Quique, perdemos por uno y nos clasificamos para la final, aunque era una hora muy mala, porque jugamos a las diez de la mañana.

¿Cómo recuerdas la final ante la Metaloplastika?

Jugamos primero allí, en Šabac, y yo creo que, posiblemente, es el mejor partido que he hecho en mi vida. ¡Y perdimos por siete! Si tuviera que enseñar algún partido a mis hijos o a alguien que me preguntara que cómo era, le diría que viera este. Lo que se para, cómo se para… y perdimos por siete. Es verdad que su portero, Mirko Bašić, también paró un montón y ellos defendían una barbaridad. Digamos que en ese partido hubo jugadores nuestros que no estuvieron a la altura, pero es que tampoco te dejaban. Posiblemente fue de nuestros peores partidos en ataque.

Después de la derrota de la ida, ¿pensabais que la remontada era posible?

En el partido de vuelta hubo muchas cosas que no facilitaron nada. Yo estuve en la cama desde el lunes hasta el día del partido e incluso fui con fiebre. Claudio, que era el otro portero, se había roto un dedo. Ángel Cobo tampoco podía jugar, habíamos perdido por siete en la ida… era complicado, y eso que expulsaron a Vujović pronto.

¿Os pudo pesar la responsabilidad de hacer feliz a tanta gente que había ido al Palacio?

La responsabilidad ya la tenías y la idea era hacer un partido bueno. Un gran encuentro. Ese partido lo recordamos todos, pero stoy convencido que todos los aficionados que fueron allí lo recordarán siempre. Mucho más que cualquier partido de fútbol, a no ser que hayan estado en la final de la Copa de Europa.

De ese partido recuerdo que habíamos perdido, estábamos en el vestuario y la gente seguía ahí. Tuvimos que salir a saludar, nos hicieron un pasillo y tengo en la memoria a todo el mundo dándote palmadas, que te las podían dar en la espalda o en la nuca. Recuerdo que llegué al centro, y entre eso y que yo estaba de aquella manera…

Todo fue un reconocimiento al gran logro que era llegar a aquella final y que supuso tanto para el balonmano español como para el Atlético de Madrid. La afición lo supo ver y todos los valoramos en su justa medida.

Leía que Vujović se quedó muy impactado por el ambiente y ese fue un factor clave para que luego viniera a España a jugar.

Eso hay que preguntárselo a Vujović, pero también hay que preguntarle sobre el ambiente que había en Šabac, que era tremendo. Era un sitio pequeño, pero yo recuerdo ir caminando por la calle el día del partido y era una gente completamente metida en su equipo. Te veían y hacían así (abriendo las dos manos). Yo preguntaba: «¿Qué quieren decir?». «Pues que nos van a meter de diez para arriba». «Joder». Pues al final conseguimos que fuera de siete, no de diez.

Varios jugadores yugoslavos comenzaron a hacer algunas acciones (botes de balón, etc,) para burlarse de vosotros.

Sí, pero eso es algo que también lo pueden hacer ahora los daneses… Lo que sucede es que en aquella época, Yugoslavia, en deportes de equipo, era buena en todo: waterpolo, baloncesto, balonmano, voleibol…

En 1987 perdéis otra final europea. ¿Un nuevo chasco?

Es curioso, porque llegamos a una final de la EHF, con Jordi Álvaro como entrenador, en la que ya no estaba Juanón, tampoco estaba Uría, Cecilio estaba lesionado… fue contra el Granitas Kaunas y aquí empatamos a 23. Lo que más recuerdo es el partido de vuelta, donde después de haber empatado también y caer por la diferencia de goles (18-18, ndr), había pasado una hora u hora y media y yo seguía jadeando.

Creo que es el partido en el que más me he cansado en mi vida. Fue un gran choque, pero de una exigencia tremenda para mí. Fíjate que he jugado partidos, pero el que recuerdo acabar más cansado fue ese. Es algo comparable, en distinta medida, a cuando preparando los Juegos Olímpicos de Barcelona con Javier García Cuesta, hicimos un 400 metros lisos en un entrenamiento.

Es una prueba que tenías que hacer a tope y en los últimos cien metros parecía que corrías para atrás, se acumulaba el ácido láctico, y ya no pude hacer nada más en toda la mañana. Después teníamos que hacer una prueba de 100 metros y me desfondé. El partido de Kaunas lo guardo así en la memoria. No sé si estaba cansado porque, aunque no perdimos, tampoco ganamos y no conseguimos un título europeo que hubiera sido la bomba, pese a que fuera una EHF…

Luisón García tuvo la última jugada para ganar el título.

Sí me suena que hubo una jugada que pudo cambiar el resultado, pero no lo recuerdo. Hay muchos partidos que me tienen que contar cómo fueron o verlos. Es una final y debería acordarme, pero también he visto una final de la Recopa con el FC Barcelona y no sabía ni contra quien la había jugado.

Me llama la atención, porque cuando nos juntamos los del Atlético de Madrid, que lo hacemos unas tres o cuatro veces al año para comer o cenar, te sientas con Paco Parrilla y se acuerda de todo. Recuerda qué es lo que pasó, cómo botaba el balón… le da igual el partido. En ocasiones le pregunto «¿Yo jugué ese partido?» y el responde: «Joder, Lorenzo, parece mentira que digas eso».

Alfonso Cabeza.

Él era el presidente cuando yo ficho por el Atlético de Madrid. Era una persona muy extrovertida, dicharachera. Muy del Atleti y de disfrutar. En esa primera temporada con él de presidente, la 1980/1981, el Atlético de Madrid de fútbol puede ganar la Liga porque iba líder a falta de cinco partidos, con una buena ventaja y no lo acaba haciendo. Sin embargo, el Atlético de Madrid de balonmano logró Liga y Copa del Rey. Era un espaldarazo.

Le gustaba motivaros con primas.

Las primas las negociaba quien las negociaba y en esos dos primeros años yo era de los jóvenes y de «lo que digan los jefes». Sí recuerdo que aquella temporada, como fuimos campeones de Liga y Copa, me llevé cuatro veces más en primas que lo que gané por sueldo.

¿Era muy distinto a Vicente Calderón?

Cuando vuelve Calderón regresa también esa directiva con Alejandro Ortega, Felipe Ruiz de Velasco y Francisco Alférez y nosotros estábamos muy arropados por ellos. El primer año con Cabeza ganamos Liga y Copa y en el segundo la Copa. Cuando él se va y regresa Calderón ganamos tres Ligas seguidas (82/83, 83/84 y 84/85). Después de ganar ese tercer título consecutivo, en 1985, es cuando se va Juan de Dios, se marcha Juanón, entra Jordi Álvaro, se retira Novales… hay un cambio.

Curiosamente, en la temporada 1986/87, con un equipo de circunstancias, ganamos la Copa del Rey en Badajoz sin Cecilio y quedamos cuartos en Liga. Ese fue, un poco, el fin del ciclo, pues Cecilio Alonso se marchó, yo tenía un compromiso con el Atlético de Madrid pero no se cumplieron las condiciones y me fui al Barcelona.

En el Atlético de Madrid no había contratos.

No recuerdo tener ningún contrato. Ese contrato era la ficha. Es más, al acuerdo al que yo llego con el Atlético de Madrid, porque en teoría me iba a quedar más, era un contrato de cobrar unas cantidades que no estaban rubricadas en ningún sitio, no había nada escrito y no se cumplieron, y yo me fui.

¿Cómo es esa charla con Jesús Gil antes de marcharte al FC Barcelona en 1987?

Cuando llega, Jesús Gil nos conocía a Cecilio Alonso y a mí. Me conocía porque tenía el Club Financiero en Príncipe de Vergara 4 y mis suegros viven en Jorge Juan. Un día, estando por allí, me metió en el Club para explicarme cuál era su proyecto en el Atlético de Madrid antes de ser presidente.

Ese verano fueron las elecciones y salió vencedor mientras yo estoy jugando un torneo internacional en Bitola (Yugoslavia). Pero antes de ese torneo, me había concentrado en Barcelona y el Barcelona había venido a hablar conmigo, por lo que cabía la posibilidad de firmar con ellos.

Nada más regresar de Yugoslavia, me estaban esperando Jordi Álvaro y Paco Parrilla, como entrenador y capitán del equipo, y nos fuimos a ver a Gil. Es curioso, porque yo tenía la intención de quedarme en el Atlético de Madrid renunciando a dinero, pese a que la oferta que tenía del Barcelona era muy buena.

Pensaba «si me dan tres o cuatro millones menos en el Atlético de Madrid, me quedo». Afortunadamente, Jesús Gil me preguntó «¿La oferta es buena?» y yo le respondí que era «excepcional», así que me contestó: «Aprovéchala». Salí, había un montón de prensa y les comenté que lo normal es que me fuera al Barcelona, pero por allí no se encontraba la cadena en la que estaba José María García.

Esa noche, José María llamó a Francisco Alférez y hablamos de mi fichaje. La verdad es que García me puso a caer de un burro. Paco Alférez decía que yo tenía un compromiso con el Atlético de Madrid de cara a seguir, y es cierto que lo tenía, pero era un compromiso que el Atlético de Madrid no cumplió, no tenía nada escrito, había ido para quedarme y el presidente me había dicho que me fuera.

Creo que García me habrá entrevistado un par de veces, quizá alguna más cuando he estado en los campeonatos del mundo, pero recuerdo la primera, cuando fiché por el Barcelona, que tuvo que llamar mi suegro Joaquín Peiró en directo, porque me estaba poniendo… De la misma forma que esa vez me dijo unas cuantas cosas, cuando me retiré estuvimos hablando una hora y cuarto repasando mi carrera y el programa fue la antítesis de aquel primero. Es curioso como con el tiempo cambian las cosas.

El FC Barcelona ya te había intentado fichar años antes.

El Barcelona me intentó fichar cuando yo ficho por el Atlético de Madrid. Justo antes. Acabé de juveniles en el colegio y el Barcelona vino a por Juan Pedro Muñoz Papitu del Leganés y también a hablar conmigo. Estuve hablado con Rovira en el Eurobuilding y la exposición que me hizo, que era para jugar en el segundo equipo, no la vi.

¿Cómo recuerdas a Jesús Gil?

Yo tengo tres momentos con Gil. El primero es cuando estuve con Jordi y Paco y ellos le estuvieron explicando la importancia que yo tenía en el equipo, pero él me comentó que si la oferta del Barcelona era buena, la aprovechara. Ese primer año en el Barcelona para mí fue de muchísima responsabilidad.

Había salido en la prensa el dinero que iba a cobrar, que claro, no era en un año, sino en cinco. El año anterior el Barcelona no había ganado nada y ese primero en el que yo estoy en el club logramos Liga y Copa. Por aquel entonces yo era joven, tenía veinticinco años, estaba recién casado, iba a ser padre, había cambiado de equipo… no sé hasta que punto me cargué de responsabilidad y aunque la supe llevar bien, tenía que estar muy concentrado en los partidos.

La primera vez que me enfrenté con el Atlético de Madrid fue aquí en Madrid, ganamos por ocho o nueve y recuerdo estar duchándome y tener que salir de la ducha con una toallita porque había bajado Jesús Gil al vestuario a saludarme y darme la enhorabuena porque había hecho un gran partido, algo que me sorprendió muchísimo.

Cuando acaba esa temporada, preparando los Juegos Olímpicos de Seúl, me rompo el quinto metatarsiano y tenía tanto la mano como el pie escayolados. Era verano y Bruce Springsteen actuó en el Vicente Calderón, por lo que hablé con Agustín (Milián) a ver si conseguía unas entradas. Las consiguió, pero no sabía ni dónde iban a ser.

Imagina cuando me vino a buscar, entro al palco con mis muletas y la primera persona con la que me encuentro es a Jesús Gil y Gil. Lo primero que me espetó fue: «Si lo llego a saber, tú no te vas del Atlético de Madrid». Tiempo después, Michael Jackson actuó en el Vicente Calderón y Jesús Gil me invitó al palco también.

¿Qué te convenció para marcharte al FC Barcelona?

En aquel momento, la oferta era muy buena. El equipo, además, era más potente. Ten en cuenta que el Atlético de Madrid había fichado a Ricardo, a Mateo Garralda… era un equipo muy joven. Gil intentó revitalizarlo, pero el Barcelona era un proyecto más sólido. Yo estaba recién casado, tenía que valorar un montón de cosas y la posibilidad de ganar. Igual era el momento. Sinceramente, fue un grandísimo acierto. Un acierto total y absoluto.

¿Estaba lejos la estructura del Atlético de Madrid de la del FC Barcelona?

A años luz. Es pasar de la noche a la mañana. Sinceramente. Con los servicios médicos del Atlético de Madrid, tenías una lesión, ibas al estadio Calderón y te veía el doctor Ibáñez o por la tarde el doctor Aparicio. Te veían, pero luego tenías que ir si te mandaban una radiografía… Además, en el Atlético de Madrid cobrabas cuando cobrabas. Siempre cobrabas, pero lo mismo estabas cuatro meses sin hacerlo.

Recuerdo que en el Barcelona, el señor Ventura me pidió disculpas porque no me había dado una cantidad de anticipo por el fichaje. Cobrabas al día, los servicios médicos que te atendían lo hacían tanto al jugador de balonmano como al infantil de fútbol o el cadete del baloncesto. Eran los mismos médicos que trataban a la primera plantilla.

Y luego estaba el trato. En Barcelona, ser del Barça es como una visa oro, las cosas como son. Es curioso, porque cuando fichamos Cecilio y yo, ese verano estuvimos un mes en un hotel mientras encontrábamos casa y comíamos y cenábamos fuera, en un restaurante, y tenían un trato excepcional con nosotros. En Barcelona te conoce todo el mundo, en Madrid te conocen, pero los cuatro aficionados. Allí te conocía todo el mundo y el Barcelona en ese sentido, en cuanto a nivel de atención, es otra cosa.

Lo que es curioso es que en Barcelona, pese a tanta modernidad, cada jugador se llevaba su ropa de entrenamiento a casa a lavar. Sin embargo, en el Atlético de Madrid sí que es verdad que nos la traían ya lavada. Allí estaba ya Juanón de la Puente, y fue llegar Cecilio y yo y decir: «¿Por qué no ponemos una cantidad y qué se haga aquí?». No recuerdo si llegamos a poner esa cantidad porque la entidad se dio cuenta, y a nivel club, la infraestructura del Barcelona era muy superior.

También exportasteis desde el Atlético de Madrid al FC Barcelona el afterwork para hacer un poco de piña con el equipo.

Había muchos jugadores, entre los que había algunos jóvenes, como me pasó a mi cuando empecé en el Atlético de Madrid. Había un buen horario para entrenar y podíamos ir a tomar una cerveza o una Coca-Cola. Sí es verdad que se empezó a instaurar esta costumbre, al igual que sucedió con las comidas, irnos todos juntos a comer de vez en cuando.

Además de los de casa, en aquel equipo había varios jugadores de fuera como Cecilio, Uría o yo, los extranjeros… con lo cual te obligabas un poco. Es tu refugio, tu equipo, tu familia y fomentamos eso.

¿Cómo notaste el cambio entre Madrid y Barcelona en otros aspectos?

Hace mucho que no voy y no sé cómo está, pero Barcelona era una espectáculo. Un auténtico espectáculo. En Barcelona, ser del Barça es como un bonus, aunque fuera balonmano. Yo tenía un buen contrato y tuve la suerte que al acudir un día a los servicios médicos, porque tenía unas pequeñas molestias, comenté al fisio que estaba buscando un piso para comprar, pues por aquel entonces estaba de alquiler.

Unos días después, ese mismo fisio me comentó que se lo había dicho a Francesc Pulido, y él se había comprometido a acompañarme para darme su opinión de experto en lo que yo estaba viendo. Se habla mucho de Núñez como promotor, pero Francesc Pulido también era promotor y construía a nivel un poquitín más alto.

Había visto unos pisos por la parte baja de la Diagonal, cerca del Corte Inglés, y él me expuso: «Te voy a enseñar lo que hago yo». Primero me enseñó unos pisos que me gustaron mucho, pero estaban todos vendidos. Luego, fuimos a ver otros, muchísimo mejores y él triple de caros. Nada más verlos, lo vi: «Esto es lo que yo quiero». Él fue claro y me comentó: «Mira, Lorenzo, está todo vendido, pero hay un señor que ha comprado tres, igual se echa para atrás con uno y si lo hace, cuenta con él, pero no te puedo hacer descuento».

Ese mismo fin de semana viajé a Madrid pensando que ya teníamos casa y el lunes me lo confirmaron. Mi padre mi ayudó un poco, acabamos comprando el piso y, si el contrato con el FC Barcelona fue fantástico, la compra del piso fue un pelotazo. Vivimos allí durante siete años y lo seguimos teniendo. Ahora está alquilado, y ten en cuenta que si hace veintiocho años que me retiré, el piso ha debido estar alquilado durante veintisiete.

Estuve durante ocho años en Barcelona, dos de mis hijos son nacidos allí y el club se portó conmigo de una forma espectacular. Aunque yo tenía un año más de contrato cuando decido retirarme por mi lesión de cadera, el club me pagó ese año de contrato. Si lo piensas luego, es lo normal, pero en aquel momento pensaba que no tenían por qué hacerlo. La verdad es que conmigo el Barcelona se ha portado excepcionalmente bien.

Si yo te preguntara: ¿eres del Atlético de Madrid o del FC Barcelona?

Soy muy del Atlético y muy del Barcelona. Me alegro muy mucho de los triunfos del Barça como tengo muchas ganas del que el Atlético de Madrid gane una Copa de Europa en el fútbol.

En Barcelona ganas la Copa de Europa ¿Eso te quita la espinita de no haberla ganado con el Atlético de Madrid?

No. Es que la final de la Copa de Europa con el Atlético de Madrid, es posible que como logro, sea tan grande como ganar la Copa de Europa con el Barcelona. Indudablemente siempre es mejor el título, pero en el recuerdo, aunque no soy mucho de vivir del pasado, tiene muchísimo valor jugar la final de la Copa de Europa con el Atlético.

Piensa que, un año antes de ganar al Proleter, también perdimos una final de Copa de Europa con el Barça frente al SKA Minskque, sinceramente pienso que esa sí deberíamos haberla ganado. Que un equipo español ganara una Copa de Europa costó muchísimo, luego vinieron todas seguidas.

Erais una de las secciones más queridas y ganáis la Copa de Europa antes que el fútbol. ¿Se notaba en el trato?

El trato del Barcelona fue excepcional desde un primer momento, lo que pasa es que tienes que responder a ese trato con unas actuaciones dentro del campo. La satisfacción en el deporte es ganar. Pero también está el jugar bien y la alegría de transmitir esas cosas. Nunca he pensado que por una cosa eres más importante o menos. Todo lo contrario.

¿Cómo recuerdas el día después de ganar esa primera Copa de Europa con el FC Barcelona?

No me acuerdo. Creo recordar que lo celebramos con una cena en el Princesa Sofía y que Joan Gaspart me dio un puro para celebrarlo. No soy fumador de puros, pero recuerdo que me lo dio y me pidió «que no se entere nadie». Bueno, fue la primera Copa de Europa, indudablemente un gran logro, pero no sabría decirte. No tengo recuerdo de algo excepcional al día siguiente.

Valero Rivera.

Es el que apuesta ciegamente por mí. Previo a mi fichaje, estaba concentrado con la selección en Barcelona, antes de ir con la selección al torneo de verano de Yugoslavia (Bitola) y quedé a tomar un café después de comer con Juanón de la Puente, que estaba jugando en el Barça, y le dije que no tenía nada firmado con el Atlético de Madrid para seguir.

De la Puente no me desveló nada, pero llamó a Valero para comentarle que yo estaba libre: «¡no fastidies!». Y esa misma tarde tuve una llamada. La oferta era buenísima, era una apuesta clarísima. Ganamos cinco Ligas seguidas, se ganó una Copa de Europa… fueron ocho temporadas con él realmente buenas.

Como te comentaba antes, en mi último año yo ya estaba con la cadera, hablé con Valero y la idea era que siguiera. Estaba Barrufet, que para mí es el mejor portero que ha habido en España con diferencia. También se había fichado a Tomas Svensson, y Valero me señaló que quería que yo estuviera para hacer un poco de equilibrio y, aunque jugara menos, iba a ser importante. Él siempre se ha portado conmigo de una forma excepcional.

Sin embargo, si la cabeza manda órdenes, el cuerpo tarda ya décimas de segundo y no llegas… Yo lo empezaba a notar. Cometí el error de entrenar más y eso cargaba más la cadera. Pero volviendo a Valero: él es el que me ficha, el que me protege, el que me apoya, el que me da toda su confianza y al que intento responder. Fue protagonista del comienzo de una etapa triunfal.

David Barrufet.

Yo, cuando viene Barru el primer año, lo vi: «Este chaval me quita el puesto». Sus padres me adoran, bueno o me adoraban, que imagino que lo seguirán haciendo, y en aquella época ya les comentaba que «vuestro hijo es buenísimo».

Es de los pocos que he visto y he dicho «qué bueno es». Él ficha en la temporada 1988/89 y era muy bueno, pero en los primeros años, es verdad -sin que se me enfade Barru- que yo entrenaba más o es que él me veía todavía como muy bueno y no se veía con la capacidad de quitarme el puesto. La verdad que yo lo he apoyado siempre, porque era muy bueno.

Pasó una cosa curiosa en el Mundial de 1993, con Valero como seleccionador, y que es la vez en la que yo he estado más cerca de ganar un campeonato del Mundo pero se nos fue de las manos. Como porteros fuimos Jaume Fort, David Barrufet y yo, y en esa época Barru estaba jugando más que yo y era titular en el Barça.

Cuando fuimos al campeonato, creo que Valero habla con Barru y le dice «este es el campeonato del Mundo y es posible que tengas que jugar tú, pero me la voy a jugar con Lorenzo». En ese campeonato, yo soy nombrado mejor portero, pero en cierto modo es posible que lo normal es que hubiese jugado Barru.

¿Por qué Barru es tan bueno? ¿Por qué un portero es tan bueno? Un portero no es bueno porque pare más o pare menos. Un portero es bueno porque tiene el respeto, no sólo de los suyos, sino principalmente del contrario. El influjo que Barru tenía sobre los jugadores contrarios era tremendo: se les agarrotaba el abrazo.

Igual, en ese momento no, tal vez no tenía esa especie de reconocimiento internacional que después ha tenido, porque yo he visto a extremos incapaces de ver portería por ningún lado y él parándolas de todos los colores. Por eso se convirtió en el mejor portero del mundo.

Veselin Vujović.

Era un jugador distinto, pero como lo fue Cecilio antes de romperse. Cecilio tenía esa capacidad, pues no es que tirara muy fuerte, ¡pero tenía una muñeca! Es curioso porque el portero siempre estaba al lado contrario al que tiraba la pelota. Ambos eran unos grandísimos jugadores subiendo al contraataque, los dos defendían, los dos muy jugadores de equipo.

Vujović era el mejor del mundo e hizo grande al Barcelona. Ha enseñado mucho, tenía un carácter muy especial y era un grandísimo jugador, de una elegancia tremenda. ¡Cómo tiraba! Para lanzar cogía la fuerza desde la uña del dedo gordo del pie. ¡Uf! Tremendo. Era muy bueno y sabía que era muy bueno. Pero también tenía respeto por los grandes jugadores.

Cuando yo debuto con la selección Mundial, nos juntaron a doce jugadores, no porque en ese momento fueran los mejores del mundo, sino porque tenían una carrera y unos méritos suficientes para formar parte. A esa selección Mundial fuimos Jaume Puig y yo por España, como también fue Karchakievic, que era un extremo de la URSS que se había retirado unos meses antes, Fraat, Ivanscik… un total de doce con Frank-Michael Wahl como capitán.

Era el año 1991 y en aquel equipo algunos estábamos en plenitud y otros ya en declive. En esos momentos Vujović era el mejor del mundo, todos sabíamos que lo era, pero él mostraba un gran respeto y reconocimiento a los veteranos. Dentro de los logros que puedo recordar, uno de los que más orgulloso me siento es haber estado en esa selección.

Háblame de esa selección Mundial.

Se cumplía el sesenta aniversario de la Federación de Balonmano de Suecia, que era campeona del Mundo y nos juntaron a doce jugadores con un entrenador rumano (Ioan Kunst) y otro yugoslavo (Ivan Snoj), de los maestros, ya viejos. Nosotros ni entrenamos, jugamos al futbito el día de antes y aunque teníamos el Globen Arena de Estocolmo para entrenar al día siguiente, hicimos mental training, no fuimos a entrenar y el objetivo del partido era intentar no perder por mucho.

En el primer tiempo salió Basic y al descanso ganábamos por 7, pero salí yo en el segundo tiempo y en el minuto diez íbamos empate. Y dices «Joder que contraste, podemos defender un poco». Finalmente, paré dos o tres, defendimos un poco y ganamos por 5. Y eso que los suecos eran los campeones del mundo. Fue un espectáculo. Con el alemán Fraatz, con (Aleksander) Tuchkin, Vujović… Jaime Puig que hizo un partidazo y particularmente sentías que formabas parte de lo más de lo más en balonmano.

Te retiras en 1995 por una lesión. ¿Habían comenzado los problemas mucho antes?

Empiezo con los problemas en la temporada 1994/95. Ya el doctor Gutiérrez me había dicho que iba a tener problemas con la cadera porque tenía una descompensación en las piernas, ya que una era doce milímetros más larga que otra y con veinte años en el Atlético de Madrid ya había tenido una osteopatía de pubis.

Antes era todo distinto, las recuperaciones no eran igual. Posiblemente, la lesión de Cecilio se hubiera operado de otra manera y también se hubiera recuperado de un modo diferente. Yo me operé de pubis, no hice una recuperación correcta y enseguida estaba jugando. Igual son pequeñas cosas que van dejando una huella, pero yo en la última temporada empiezo a notar que me duele la cadera, hacemos unas placas y los médicos ya me aconsejan que lo mejor es que me retire.

Imagínate un doctor decirle a un deportista que se retire, pero yo les dije que no se preocupasen porque la decisión la iba a tomar yo. No quería, no podía seguir jugando, porque estar a un nivel que no es el tuyo… cuando tu cabeza manda cosas y tu cuerpo no responde.

¿Qué fue peor, el dolor o no sentirte al 100% para parar?

Noto que, yo veo el lanzamiento, mi cabeza manda órdenes y el cuerpo reacciona con décimas de segundo de retaso, que es lo que hace que la pares o no la pares. Vas a parar seis, pero es que hay que parar ocho. Decido retirarme, pero no sabía que el Barcelona me iba a pagar.

Podría haber decidido seguir porque tenía un año más de contrato, pero yo era muy consciente de cómo estaba, por eso te digo que estoy muy agradecido al Barça por muchas cosas. Pero fíjate, yo tomo la decisión de retirarme porque no estoy al nivel para jugar.

¿No pensaste alargar tu carrera un año más y estar en los Juegos Olímpicos de Atlanta?

No. Es cierto que, cuando renuevo por dos años, es porque quería jugar los Juegos Olímpicos de Atlanta, pero no me veo. Luego, además, vengo de ese Mundial de Islandia (1995) con Cruz Íbero donde no juego ni un minuto, quedamos los doce o los catorce y ¡uf!

Es curioso que tengas una carrera tan buena y retirarte en un campeonato del Mundo sin jugar ni un minuto es un poco, no sé si borrón. Pero es verdad que me retiro en la selección, que es donde quería retirarme y donde di mi discurso de retirada.

Te retiras muy joven en comparación con muchos de los que vinieron después. Sin embargo, nada menos que 245 partidos con la selección.

Es verdad que juego con la selección desde los 18 años. Los 15 años que jugué entre Atlético de Madrid y FC Barcelona estuve en la selección. Me perdí dos concentraciones, de dos días, curiosamente con Cruz María Íbero.

Si tuvieras que quedarte con un momento en la selección. ¿Cuál me dirías?

Los vídeos que tengo es porque Juanón de la Puente se los ha dado a mi hijo Lucas, que también fue portero de balonmano y además es su ahijado. Yo tenía unos poquitos en casa y como a Lucas le gustaba, Juanón le pasó muchos en DVD. He visto algunos y hay casos en los que no recuerdo ni haberlos jugado, pero si hay un par que partidos que he visto tres o cuatro veces.

Uno es la final de la Copa de Europa contra la Metaloplastika allí y otro el primer partido mío con la selección como titular que fue contra Rumanía en Alemania en el año 1982. Rumanía era la máxima favorita para jugar la final del campeonato del mundo, nosotros no nos jugábamos nada y lo normal es que nos ganaran. Antes de empezar me dicen: «Lorenzo, juegas de titular». Ese primer día jugué de amarillo, hice un partidazo, ganamos (22-20, nrd) y lo recuerdo como un día muy especial.

Hubo otros menos positivos, como sucedió en el Mundial de Suecia en 1993. Primero nos ganó Francia (21-23) después de que fuimos ganando todo el partido y en caso de haber ganado íbamos a la final directamente. Luego teníamos a Suiza y nos jugábamos disputar el tercer y cuarto puesto. Pues íbamos con el resultado a favor y le llegó el balón a un extremo suizo a falta de diez segundos y me metió gol por el corto (28-29). Recuerdo que a ese partido llegué muy cansado mentalmente.

Hubo partidos buenos y otros malos, pero a mi la selección me motivaba muchísimo. Me has preguntado antes que si el Atlético de Madrid o el Barça y te respondía que soy de los dos, pero la selección española siempre ha sido especial.

Has disputado tres Juegos Olímpicos, pero los dos primeros no son demasiado positivos.

La concentración de 1984 me coge muy joven. Y siendo joven te puede sorprender todo lo que te rodea. En Los Ángeles compartíamos convivencia con toda la delegación española y recuerdo que nosotros entrenábamos mañana y tarde: eso suponía una hora para ir y otra para volver por la mañana, así como otra hora de ida y de vuelta por la tarde.

Sin embargo, los de baloncesto, que luego quedaron medalla de plata, entrenaban allí mismo, hacían táctico con cuatro árboles e igual iban un día a tirar un poco. Había un boicot contra los países del Este y nosotros íbamos como favoritos y venga a entrenar. Los partidos frente a Dinamarca y Alemania los empezábamos ganando en la primera parte, pero luego los perdíamos en los segundos tiempos y creo que terminamos octavos.

No estuvimos a la altura de lo que debíamos estar. Cuatro años más tarde nos clasificamos para Seúl, y entendíamos que Juan de Dios había aprendido de los errores. Sin embargo, repetimos los mismos problemas que en Los Ángeles, no había fluidez y volvimos a quedar regular.

A Barcelona llegáis como organizadores, pero tampoco hubo medalla.

La verdad es que Barcelona se preparó fenomenal con Javier García Cuesta. Se hizo un preolímpico en el año 1991, con las que iban a ser las directrices de los Juegos Olímpicos y ganamos ese torneo oficioso en el que estuvieron los mejores.

Estábamos muy contentos por cómo se estaba desarrollando todo pero cuando comienzan los Juegos Olímpicos, en el primer partido ante Francia íbamos ganando por dos a falta de ocho o diez minutos, nos quitaron un balón de las manos en una jugada que acaba con gol suyo y de ahí perdimos el partido. Ya nos pusimos a contracorriente y se complicó todo.

Disputar unos Juegos Olímpicos en casa, ¿cambia algo?

Estas en tu ciudad, en tu país, que lo conoces, pero el nivel de concentración es el mismo. Es una responsabilidad grande, pero el problema es que en el primer partido se chafa todo. Además, venias de la preparación con un optimismo y te deja algo tocado.

Vosotros estabais entre los equipos que podían ganar una medalla.

A ver, en el deporte puedes ganar y puedes perder. Es verdad que hay favoritos, porque los hay, pero puedes tener un mal día por lo que sea y tuvimos un mal día.

Te retiras, y un año después España logra la medalla en Atlanta. ¿Qué hubiera significado para ti ganar esa medalla?

Curiosamente, es en 1996 cuando se consigue la primera medalla en unos Juegos Olímpicos. Se logra después de disputar un Europeo en España en el que la selección queda subcampeona con Juan de Dios de entrenador y Cecilio Alonso de asistente. Ya había una mayor experiencia.

Yo, particularmente, disputé tres Juegos Olímpicos, a los que llegué con una madurez distinta, pero es cierto que si algo me hubiera gustado tener es una medalla con la selección española, ya fuera en un campeonato del Mundo, un Europeo o unos Juegos Olímpicos.

¿Cómo ha sido la relación con el balonmano después de retirarte?

Dejo el balonmano y ese año el Barcelona me nombra embajador para la Copa de Europa, un poco por seguir vinculado. Iba a los sorteos de Copa de Europa, a los partidos de la competición que se jugaban en Barcelona… digamos que estuve implicado.

Además, en la época en que me retiro se había creado la Comisión de Atletas Olímpicos para doce exatletas o deportistas, y yo entré como el once después de hablar con Corbalán y Mercedes Coghen. Era una Comisión en la que ya estaban Álvarez Cervera, Paquito Fernández Ochoa, Garriga y donde Miguel Induráin se retira el año siguiente y entra como doce. Ahí estuve una serie de años, luego se desarrolló, hubo unas votaciones y se creó una Comisión de Atletas Olímpicos Europea.

Aquí, también seguí vinculado con el deporte porque mis hijos entran a estudiar al Colegio San Agustín, y aunque son pequeños, el que es más mayor empieza a jugar balonmano con diez años, Lucas, que es el segundo y portero, empieza a hacerlo a los siete u ocho años. Martín, el tercero, sigue un poco la saga de su abuelo Joaquín Peiró y se decanta por el fútbol.

También, durante cinco años estuve en televisión en los campeonatos de Europa, Mundiales y Juegos Olímpicos de la selección española y fue muy divertido. Alguna columna para algún periódico, pero ya como algo más esporádico… Es verdad que después de la retirada descubres lo que es un fin de semana libre para ti y tu familia.

 

¿Sigues jugando al golf?

Cuando me retiré, empecé a jugar al golf en Barcelona y ha sido un deporte que ha supuesto el nexo de unión para juntarnos muchos exdeportistas. Bernardino Lombao, que en paz descanse, creó una competición en la que cada equipo estaba formado por cuatro jugadores que tenían que haber sido internacionales en el mismo deporte.

Por aquel entonces, el golf me apasionaba, tenía un buen hándicap y Lombao me dijo que fuera capitán. Juanón empezó a jugar y lo metí en el equipo, Cecilio Alonso, Agustín Milián. Y es una pena porque Masip jugaba y lo dejó. En esos torneos había una serie de sponsors, se buscaba que la gente fuera y ¿quién no sabe quién es Corbalán, Llorente, Paco Fernández Ochoa, Berasategui o Arteche, Sarabia o San José?

Si buscas por Internet hay varias fotos tuyas pateando en torneos.

En septiembre se ha jugado la Solheim Cup en la finca Cortesin. Pues, desde hace años, los hermanos Salmeron, Ignacio que es un humorista, y Guillermo que es periodista de Marca, organizan la Salme’s Cup, es un torneo entre dos equipos compuestos por toreros, deportistas, actores y gente relativamente célebre.

La primera Salme’s Cup se celebró precisamente en esa finca Cortesin, recién inaugurada y fue una pasada. Me invitaron para formar parte de uno de los equipos, porque yo jugaba bien. Sigo teniendo un hándicap bajo, pero lo cumplo de Pascuas a Ramos. Llegué a 8,4 y ahora soy 11,5 u 11,2. Y ahí, desgraciadamente, tengo uno de los últimos recuerdos con Juan Carlos Arteche, que era un tío excepcional. Hay una entrevista espectacular que debe estar circulando todavía por Youtube de ese torneo, de lo maravilloso que fue.

¿Arteche era el deportista con el que mejor relación tenías?

Con el que mejor me llevaba no, pero con Arteche tengo muy buenos recuerdos porque me llevaba muy bien con él. Pero también me llevaba muy bien con Corbalán, con Isidoro San José… De cualquier modo, con los que más trato tengo son los de balonmano.

¿La relación con la plantilla de fútbol del Barcelona era más alejada que la que había con la del Atlético de Madrid en tu época de jugador?

No era más alejada. A ver, muchos jugadores venían o nosotros íbamos al fútbol, pero no bajábamos a los vestuarios. En Barcelona, los jugadores de fútbol saben quién eres como tú sabes quienes son los jugadores de fútbol. Y a veces coincidías, te veías en el Godó, o venían a ver un partido, te alegrabas y saludabas.

No es que fuera una relación intensa, pero cuando coincides te saludas y hablas. Sí que es cierto que era más fácil con los jugadores de baloncesto, porque entrenaban después que nosotros, pero como pasaba con el Estudiantes cuando entrenábamos en Madrid.

¿Cómo ves el balonmano actual?

Ahora el balonmano es mucho más rápido, más físico y hay un mayor desconocimiento de los jugadores de balonmano por parte de la población, de la sociedad española. Es cierto que hubo un momento que fue algo más conocido por lo que supuso Iñaki Urdangarín, que también coincide con los éxitos de la selección en cuanto a medallas olímpicas y campeonatos del Mundo. Ahora veo a la selección española y algunos jugadores no sé dónde juegan y tengo que preguntar quiénes son o de dónde han salido.

Lo sigo, si por ejemplo es una final de la Copa del Rey en Madrid. Pero además de ir por ver los partidos en sí, lo haces por saludar a la gente, buscar una excusa para reencontrarte con personas con las que has convivido durante tiempo, ya que muchos de ellos sí que siguen metidos en la dinámica del balonmano, ya sea a nivel de entrenadores, directivos, gerentes o gestores.

Tú generación es la del inicio de un cambio, pero ¿no os sentís olvidados por los estamentos?

Eso es una cosa que no merece la pena ni hablarlo, porque esto viene de siempre. Ha habido, no sé, hasta celos a los exjugadores. A diferencia del baloncesto, que siempre ha aprovechado, o ha rentabilizado, el reconocimiento de la sociedad a los grandes jugadores que ha tenido España, parece que en el balonmano daba un poco temor, o celos, a los directivos hacerlo.

Juan de Dios (por aquel entonces presidente de la Federación, ndr), cuando se celebra el campeonato del Mundo en España en 2013, con Valero como entrenador, y se consigue ese segundo Mundial, se rodeó, y sí que es verdad que Cecilio y yo fuimos embajadores en Madrid, Barrufet y Barbeito en Barcelona… todos de forma altruista y sin cobrar un duro.

Y ahora sí que creo que hay algunos jugadores metidos. El actual presidente de la Federación sí que es consciente de ello y lo está haciendo mucho mejor, sin celos, y los resultados están ahí. No es lo mismo, a parte de que ahora los jugadores están más preparados: saben idiomas, han jugador fuera, hablan alemán, inglés… parece que no, pero yo he estado retransmitiendo para televisión un campeonato del Mundo y he tenido que hacer de traductor de la propia Federación.

Te recuerdo apoyado en el poste, en cuclillas, mientras tu equipo atacaba y siempre me preguntaba qué estabas pensando en esos momentos.

Antes me has preguntado sobre la diferencia del balonmano actual. Estoy convencido que ahora no tienes tiempo para pararte a pensar: qué es lo que has hecho bien, qué es lo que has hecho mal o si eres uno más, cómo hacerlo para ver a quién dejas tirar…

En mi caso, ponerme así era un poco para abstraerme, estar metido, ver lo qué iba a pasar, cómo iba el partido o estar pendiente de que hubiera un contrataque. Si estás muy metido es cuando más en cuclillas estás y más estás viendo.

En aquella época, de profesionales que os ayudaran en el tema mental ni hablamos…

No teníamos ni psicólogo, ni masajista, ni fisio. Bueno, fisio sí que había, pero no tiene nada que ver con lo de ahora, que es otra cosa. Es verdad que ojalá hubiera habido alguna vez un psicólogo, porque ha habido grandes jugadores que han sido excepcionales a nivel de club pero que en la selección no han estado a la altura de lo que se esperaba de ellos.

También otros que eran grandes jugadores de selección pero en su club no brillaban tanto o no eran importantes. Lo que sí que es cierto es que ahora no te imaginas un equipo de alta competición, del más alto nivel, sin un psicólogo, sin dos fisios, tres entrenadores…

5 Comentarios

  1. Que recuerdos!! 😍😍😍 💙💛

  2. Una gran entrevista y un enorme entrevistado. Gracias!

    • Yo recuerdo ver desde el sofá, en la tele aún en blanco y negro, y ponía METALOPLASTIKA-ATLETIKO, así con k, posiblemente fuese el principio del partido y de hecho creo que acabó perdiendo el Atlético de Madrid. Esto sería año…. 86?87?por ahí. No habían llegado aún los triunfos del Barcelona, Bidasoa (mi equipo). Pero era muy mítico

  3. Rolando Cardeñosa Carballo

    Fantástica entrevista . Le tenía pérdida totalmente la pista a Lorenzo Rico y me ha hecho recordar muchos momentos de aquel balonmano.

  4. Qué alegría saber de Lorenzo Rico. Yo soy aficionado del Atlético de Madrid por el balonmano, aunque la sección haga siglos que no existe. Me encantaba verlo en la tele, porque no vivía en Madrid en aquella época. Tengo muchísimos recuerdos de esos míticos partidos internacionales. Me alegro de que le vaya bien y que tenga salud. Por último, un tirón de orejas para el periodista: hay algunas faltas de ortografía en el texto. Pese a ello, gran entrevista.

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