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Óscar Cano: «A los entrenadores nos aterra reconocer que no somos los protagonistas del fútbol»

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Óscar Cano (Foto: cdcastellon.com)

Óscar Cano entrena desde hace dos décadas. Equipos históricos como Granada, Salamanca o Badajoz pasaron por su mano. Con el Castellón ascendió a Segunda. Tiene varios libros publicados sobre fútbol analítico y es ponente habitual en cursos, másteres y congresos de Europa y Sudamérica. Entrenadores reputados vienen a España para reunirse con él al objeto de charlar sobre su visión del juego y metodología. Ha dado formación para entrenadores de La Masía. También para el Benfica, el Sporting y el Milan.

La temporada anterior estuvo a cargo del Deportivo de la Coruña. Lo cesaron a falta de dos jornadas y con la fase de ascenso garantizada. Sin él, el equipo no pasó la primera ronda. Fue seleccionador sub-19 de Qatar cuando Xavi jugaba en el Al Sadd. El hoy entrenador del Barça solicitó acudir a sus entrenamientos y así se convirtió prácticamente en parte del staff técnico. «A veces entrenaba como un jugador más y era alucinante. No tenía gestos altamente complejos, pero todos los futbolistas eran mejores cuando Xavi intervenía. Jamás vi de cerca nada igual», recuerda Cano para Jot Down Sport. Nunca le han confiado un banquillo de Primera.

¿Qué os sucedió en el Dépor?

El Deportivo es un club con una historia enorme y una masa social muy numerosa, fiel y que ha vivido cosas maravillosas. Allí han visto ganar la Liga, la Copa de Rey y llegar a semifinales de la Champions. La situación actual del club, en cuanto a la categoría en la que compite (1aRFEF), está lejos de esos momentos inolvidables. Se genera entonces una presión brutal para todos los profesionales que pasan por allí.

Eso hace que un empate sea catalogado de insuficiente, que cualquier tropiezo genere un ruido excesivo. Si las urgencias en el fútbol actual son excesivas en todos los lugares, imagínate cómo serán en un club de la dimensión del Dépor. Así, cuando perdimos las opciones de ser campeones, aun estando clasificados para el play-off, decidieron prescindir de nosotros. Estar sometido a esa exigencia, en el fondo y a pesar de cualquier cosa, te hace mejor.

Con el Castellón sí lograsteis el ascenso. ¿Cuál fue la clave de aquel buen desempeño?

Sería muy pretencioso si tratase de definir clave alguna. En fútbol infinidad de cosas suceden por cuestiones que se escapan a nuestro pensamiento, que son casuales y que no estaban dentro de nuestras intenciones. Lo que si te diré es que, como siempre, lo importante estuvo en reconocer las cualidades que había en el equipo y tomar decisiones respecto a fichar a jugadores que pudiesen conseguir que eso que ya existía se pudiese expresar.

En la respuesta creo apreciar su mirada de entrenador. Y me viene a la mente que en alguna ocasión usted dijo, en defensa de Ancelotti, que benditos sean los alineadores.

Como entrenadores, debemos saber que la optimización del rendimiento individual tiene su origen en la calidad de las interacciones. Cada jugador tiene unas características y la manifestación de ese talento, en un deporte colectivo, tiene su dependencia en las habilidades del resto de compañeros. Dicho de otra manera: para que cada cual pueda expresar lo mejor de sí mismo necesita acompañantes que lo permitan, socios que le sean complementarios. Por tanto, la principal capacidad de un entrenador está en encontrar esa armonía entre los jugadores que componen el equipo, identificar y proponer esas sinergias que estimulen las capacidades existentes en cada cual.

De este modo, lo que sabe hacer Kroos lo facilita Modric, mientras que Vinicius y Rodrygo aún saben realizar lo de temporadas anteriores pero ahora no lo manifiestan del mismo modo porque ya no está Benzema, entonces el desvelamiento de cualidades tan rotundas se ve limitado. Los que portan el saber son los jugadores y ese conocimiento está siempre abierto a nuevas relaciones y complejidades. Hay una frase de Ron Israel que sintetiza la idea: «Hay partes de mí que sólo existen cuando estoy contigo».

Óscar Cano en el Deportivo de la Coruña (Foto: rcdeportivo.es)

¿Qué me dice de la disposición táctica?

La táctica son ellos, los futbolistas. El objetivo de la táctica es proponer contextos en los que encontrar ventajas respecto al rival y así poder resolver de manera eficiente las coyunturas inesperadas. Los dibujos tácticos son sólo números, una manera pobre de definirlo. Por ejemplo, hay muchos equipos que juegan en 4-4-2 y ninguno juega igual. ¿Hacía lo mismo Van Basten que Virdis en el Milan de Sacchi? ¿Hace lo mismo Latasa que Williams? Uno viene, mientras que el otro va. Cuando los entrenadores encontramos armonía entre los intervinientes, lo decisional y lo ejecutivo es de calidad. Si las interacciones son buenas, todo está garantizado. Esa es la táctica.

A propósito de Sacchi, dijo Marcelino ser admirador suyo. Marcelino, como pasaba con el italiano, prácticamente siempre usa el 4-4-2 lineal porque dice que es «el sistema que menos especificidad necesita en los jugadores y que permite los automatismos». También pienso en Bordalás.

Sacchi, Marcelino o Bordalás diseñan sus plantillas para poder jugar así. Para mí, a veces se pierden riqueza que tienen en sus plantillas por ser deterministas. Por creer que hay patrones regulares en un deporte de habilidades abiertas dada su naturaleza incierta. Por sentir la necesidad de preestablecer y creer que las cosas pasan por eso.

En general, esa necesidad de asignar causas deterministas a los efectos es la gran enfermedad de nuestro tiempo. La naturaleza de lo vivo no se presta a ser comprendida desde paradigmas simplistas. Es necesario concebir las relaciones y el juego en términos de movimiento, de flujo, de cambio. Luis García Montero dice, con acierto, lo siguiente: «Que todo esté en su sitio es el mayor desorden que pueda imaginarse».

¿Puede un entrenador automatizar acciones de sus equipos?

Las puede automatizar pero generará distorsión con lo real, con lo natural. No se puede ser eficaz automatizando respuestas en un contexto que es esencialmente incierto y de alta complejidad. Eso es ir contra natura.

Además, la mecanización nos hace previsibles, empobrece algo que es inherentemente rico. Creo que a partir de lo que somos sí podemos tener unos marcos flexibles que generen seguridad sin que esto impida que se dé la espontaneidad. Y es que en los equipos se depende del engaño, de lo que los hace inesperados.

¿Y el estilo de juego? ¿Tiene Óscar Cano alguno concreto que imprimir a sus equipos?

Óscar Cano, como cualquier otro, tiene unas preferencias, una sensibilidad y un cierto apego hacia algo. Si es por esto, le gustan los equipos que juegan en campo rival, que tratan de someter ordenándose con el balón (aunque todos se ordenan con él aunque sus secuencias de pase no sean extensas). También valora los defensores capaces de generar estabilidad y rebajar el estrés de sus compañeros. Pero, ante todo, lo que no quiere ser es alguien ideológico, sino que pretende ser alguien lógico.

La lógica en fútbol indica que la identidad de un equipo se fundamenta en las condiciones de sus jugadores; por tanto, debemos partir de sus capacidades, de las formas en las que podemos ser competitivos a través de que se junten los que más mezclan. Ahí radica todo, en buscar conexiones de alta calidad, formas coherentes de relacionarse.

¿Ha tenido que adecuar su gusto en algún equipo que haya dirigido?

Claro que he tenido que variar las intenciones propias al encontrarme con jugadores que sabían hacer cosas distintas a las que yo pretendía. Y eso es sanador porque te muestra la realidad, te resta ego y te permite intervenir con mayor acierto.

En la UD Melilla, por ejemplo, teníamos una pareja de atacantes tan distintos como complementarios, que además tenían un nivel individual determinante para la categoría (2ªB). Entonces, adaptamos todas las intervenciones a lo que ellos necesitaban porque esa era la mejor manera de competir. Cuanto menor era la duración de los ataques más peligro generábamos. Eso iba contra mis gustos, pero al funcionar muy bien, lo disfruté mucho.

En la rueda de prensa previa al partido de Liga de Campeones ante el Shaktar, insistía Xavi en que las bajas son solventables porque el modelo de juego es lo que importa. Es una manera de ser reconocible, algo que se prestigia mucho actualmente.

Yo huyo del término «modelo de juego» y prefiero hablar de identidad. La identidad es aquello que somos. No sé Xavi, pero yo en mis equipos lo único que pretendo es que los jugadores sean ellos mismos y el juego no parezca una coreografía sobreaprendida. El objetivo de todo entrenador debería ser encontrar aquello que somos capaces de hacer juntos de forma eficaz, entendiendo siempre que el contexto nos propondrá constantes cambios. No se trata de ser reconocibles, sino de que nos reconozcamos jugando.

Huye de referirse al modelo de juego y sin embargo tiene dos libros publicados que se titulan El modelo de juego del FC Barcelona (2012) y El modelo de juego del Real Madrid con Mourinho (2013).

Todos hemos tenido esa etapa en la que creímos que lo que pasaba en el campo era producto de la implementación de conceptos. Pero la realidad es otra y tiene que ver con que, independientemente de las formas elegidas, el denominador común de todos los grandes equipos de la historia es la coincidencia de muchos grandes jugadores bajo una misma camiseta.

Entonces, ¿no existen conceptos inalienables al juego del fútbol?

Lo peor que los entrenadores podemos hacer es creer que hay una forma concreta y exitosa de proceder en fútbol. Esto no es así. Para conceptualizar habría de ser de obligado cumplimiento esperar a que los jugadores, con su juego, nos definan las cosas. Los conceptos son nombrados a partir de las conductas de cada futbolista. La homogeneización es ilusoria porque el ser humano es heterogéneo.

Y ¿qué es eso de «entender el juego»? Suena a que existen manuales.

El juego tiene una lógica que está escrita en el reglamento, pero no es nada en sí mismo. El juego sólo cobra vida a través de quienes lo juegan. Por eso la forma de llevar a cabo esa lógica es siempre distinta, porque depende de quienes la manifiestan.

Claro que existe la circulación de balón, el despeje, el desmarque y el acoso, pero no hay una forma exitosa de desmarcarse ni una fórmula mágica para acosar al poseedor del balón. Benzema, Mbappé o Halland son altamente eficientes y cada uno realiza las acciones en función de su propia motricidad. Las posibilidades de movimiento, la genética de cada uno es lo que determina cómo pueden realizar cada cosa. Eso nos debería hacer sentir que lo prioritario es saber de jugadores.

Óscar Cano en el Deportivo de la Coruña (Foto: rcdeportivo.es)

¿Saber de fútbol es, esencialmente, saber de futbolistas?

Esta es una obviedad que a los entrenadores nos asusta porque nos pone frente a la realidad. De ahí ese esfuerzo actual, que roza el friquismo, donde se trata de hablar del juego obviando al jugador. Le hemos hecho creer al mundo que somos los que permitimos los éxitos. Así pues, cuando llegan los malos resultados estamos en el foco.

¿Esto no era así cuando usted empezó a entrenar?

No. Antes se miraba casi exclusivamente hacia lo que había dentro del terreno de juego. Hoy se anuncian los partidos a través de la confrontación de ideas de los entrenadores. Ya no juega el City contra el Liverpool o el Arsenal, sino que juega Pep contra Klopp o Arteta. Parece que las opciones de ganar pasan por las pizarras, por los planes de partido. Los partidos parece que los juegan los entrenadores, que curiosamente no pueden ingresar al campo. Está todo distorsionado, deformado y alejado de la realidad.

¿Por qué cree que ha sucedido?

Porque los entrenadores tenemos un miedo atroz a relacionarnos con la verdad de las cosas, con lo factual. Nos aterra saber o reconocer que no somos los protagonistas en un medio tan mediático como el fútbol profesional. Entonces se da un análisis interesado, que genera noticias y viene bien a nuestro relato. La culpa no es sólo de los entrenadores, sino de todos los que están relacionados, pero nosotros lo alimentamos porque estamos muy a gusto en esa burbuja.

En relación a ese «friquismo» que apunta, me vienen a la mente los analistas y tuiteros, entre quienes me incluyo. ¿Un partido no se gana, como solemos decir, porque el entrenador haya ubicado a un futbolista dos metros adelante o a la derecha?

Todas esas decisiones técnicas tienen su incidencia, claro. Modificar los espacios de intervención modifica las cosas, pero no sucede por lo geométrico o lo geográfico, sino que el cambio en el partido se consigue porque la red de relaciones se altera, habiendo ahora jugadores que empiezan a acercarse más a otros o a alejarse de quienes tenían cerca. Ahí está el verdadero cambio, en la dimensión social, no en otro tipo de análisis.

Óscar Cano en el Castellón (Foto: cdcastellon.com)

En esos análisis da la sensación de que miramos el fútbol desde lo exclusivamente posicional. Al respecto, usted también escribió El juego de posición en el FC Barcelona.

El juego de posición es sólo una manera de definir una forma de jugar. Para mí, es marketing.

¿Marketing?

La realidad de esa forma de jugar tiene que ver con juntar un enorme grupo de futbolistas capaces de disponer del balón y de desequilibrar de múltiples formas al adversario. Casi todos los futbolistas de, por ejemplo, aquel Barça dirigido por Guardiola tenían una extraordinaria capacidad para jugar haciendo jugar. Y Messi permitía que casi todo acabara produciendo gol.

Esa es la realidad última de ese equipo: muchos buenos jugadores interactuando. Eso es lo que ordena todo. Pero el marketing quiso decirnos que era producto de ocupar unos espacios concretos o recibir el balón con una pierna determinada. Y en nuestra obsesión por ponerle nombre a las cosas, acabamos llamándolo juego de posición.

Entonces, ¿el Barça de Guardiola no se distingue conceptualmente en nada del Madrid de Zidane o Ancelotti?

Claro, juegan distinto. Hacen cosas distintas porque sus jugadores son distintos. Y se puede ser igual de bueno haciendo cosas distintas.

Al respecto, cierto día entrevisté a un futbolista llegado al Barça, al que ubicaron de extremo. Me contó que en sus anteriores equipos nunca le habían dicho que se mantuviera en la posición hasta que le llegase la pelota. Esto sí parece indicar que se trata de una manera concreta de proceder.

Si le indicaban que se quedase abierto es únicamente porque su principal talento era el desborde. Esa es la clave. Hay unos entrenadores más intervencionistas que otros. Ancelotti es menos que Guardiola, por ejemplo. Pero finalmente unos y otros dependen de lo mismo.

¿A qué cree que se refería Henry al decir que con Guardiola aprendió de nuevo a jugar a los 30 años?

A que le ayudó a descubrir talento propio que estaba dormido. El buen entrenador es aquel que hace que mires dentro de ti.

¿Esa es la verdadera virtud de Guardiola?

Pep deja un legado maravilloso, pero no es el juego de posición ni son los títulos. Es conseguir formar equipos que dominan, que someten y en los que nadie juega de algo que no es. Él no ha intentado que en el Bayern o el City los centrocampistas se parezcan a Xavi o a Iniesta, sino que ha modificado el equipo para encontrar las relaciones adecuadas que permitan conseguir el dominio que él pretende sin desvirtuar lo que cada jugador es. Y cuando eso ha tornado imposible, no dudó en ir al mercado a sustituir unos futbolistas por otros.

Óscar Cano conversa con Xavi Hernández.

Pero el zaguero Stones ahora ejerce de volante distribuidor de juego, algo que a priori lo desvirtúa.

Cancelo y Lahm jugaban por dentro, mientras que Abidal no. Si se lo pide a Stones será porque Stones sabrá hacerlo. De todos modos, yo prefiero usar a un centrocampista a hacer ese tipo de cambios.

Hablando de Ancelotti y Guardiola, ¿tuvo Óscar Cano algún maestro en sus inicios en los banquillos?

Maestros no existen fuera del campo de juego. Los genios sólo son los que juegan. He tenido, y aún tengo, a mucha gente a mi alrededor con la que he aprendido y me han resultado vitales para alimentar mis inquietudes: conversar con Raúl Caneda siempre es enriquecedor y Lillo ha sido la persona que más me ha generado. También he aprendido del Barça de Cruyff o del de Guardiola. Pero ante todo he crecido admirando a los que juegan. Eso sí que son los verdaderos inspiradores.

Prefiero un partido donde jueguen Busquets y Pedri juntos a una charla de cualquier entrenador del mundo. Prefiero ver cómo, a través de su inagotable calidad, generan por sí mismos superioridades Rodri, Bernardo Silva y De Bruyne que charlar con entrenadores. Me fascina muchísimo más un pase de Modric o un regate de Coman que escuchar a cualquiera habla de un concepto. En tiempos donde prestigiar al entrenador es algo dominante, yo prefiero seguir creyendo que esto del fútbol es de los que juegan.

Óscar Cano en el Badajoz (Foto: clubdeportivobadajoz.es)

Qué me dice de Lillo, por tantos cuestionado y por tantos otros admirado.

Mantenemos una gran amistad. Nadie que haya tenido contacto con él puede decir que no se haya sorprendido de su capacidad y enorme talento para observar y describir la realidad. Recuerdo un día que hablábamos por teléfono y, tras dos horas explicándome cómo pretendía jugarle con su Almería al Barça de Guardiola, se quedó dormido. Había analizado hasta cómo presionar en función de hacia dónde orientaba su control Víctor Valdés. Lillo ha inspirado a muchos de los que hoy son consideradores grandes entrenadores, eso lo dice todo.

También me consta que se nutrió de Seirul·lo.

Cada cierto tiempo tengo una visita obligada con él. Paco Seirul·lo es un crack al que han interpretado mal. Lo que él ha querido decirnos siempre es que el talento es lo prioritario. Nos ha dirigido la atención hacia lo relevante, es decir, hacia las capacidades de interacción de los futbolistas. Pero sucede que, interesadamente, nos hemos creído que él nos habla de métodos, conceptos y toda esa parafernalia que hoy predomina.

¿A qué se refiere con «interesadamente»?

Hay un interés claro por parte del entrenador actual: querer que crean que lo que hacen los jugadores es producto de una metodología concreta, creada por alguien externo, el entrenador en este caso. Pero resulta que si la metodología fuese la causante, estarían tardando en fabricar otro Iniesta, otro Messi o algún Busquets.

Esas respuestas me llevan a La Masía y al famoso ADN del Barça.

El mérito real de La Masía es el mismo que el de todos los clubes: seleccionar a los que mejor saben jugar. A partir de ahí, su grandeza está en que les permiten entrenar y jugar a lo que son, sin pretensiones de otro tipo. Ese es el verdadero mérito.

Citaba antes a Pedri. Le oí decir que, en el Barça, si falta él falta en realidad medio equipo. ¿A qué se refiere?

A que ese tipo de jugadores son muy expansivos. Su presencia hace mejor al resto y en su ausencia a los demás les cuesta encontrar coyunturas idóneas para exhibir su mejor nivel. Los buenos son generosos por eso, porque permiten que puedan destacar con aquello que tienen.

Junto a Paco Seirul·lo

¿Cree que a un Pedri podría descubrirlo el big data?

El big data lo venden como algo trascendente, que ayudará a elegir mejor a los jugadores a fichar y comprender mejor las cosas. Yo de momento sigo viendo los mismos resultados. Creo que la ayuda real es tener una buena observación de cómo es un futbolista y cómo puede desenvolverse en el contexto que estamos creando. Prefiero la inteligencia natural a la artificial.

Al hablar de Pedri he recordado unas declaraciones recientes de Kaká, donde dijo que en el fútbol tan físico y táctico que hoy se desarrolla, con las líneas juntas y adelantadas, él no sabe en qué zona hubiera podido jugar. ¿De verdad hay fútbol antiguo y moderno?

El fútbol es siempre el mismo porque siempre se impone lo real: futbolistas buenos y complementarios. El fútbol sigue permitiendo que futbolistas muy distintos tengan éxito. El lento puede ser bueno y malo; el rápido, igual. Lo importante es, y siempre ha sido, saber jugar.

¿Jugaría hoy entonces Kaká?

Kaká jugaría con la gorra. Mentimos tan bien que le hemos hecho creer cosas increíbles hasta a los que mejor saben jugar.

¿Es usted un filósofo o un romántico del fútbol, como algunos le acusan?

Yo no creo siquiera que eso exista en el mundo del entrenador. A mí me encantan los buenos futbolistas porque con ellos se juega bien al deporte que me apasiona y huyo de los discursos tacticistas porque me alejan de lo esencial. Me gusta lo bien hecho y eso tiene su dependencia en el nivel de quienes lo hacen. Me encanta ganar porque es el objetivo final de todo acto competitivo. Y de paso, cuanto más exitosa sea la temporada, mi familia vive mejor.

11 Comentarios

  1. Al final en un 90%. suelen ganar los buenos.

  2. Madre mía, cuánto humo. No se ve nada.

  3. ¿Pero cómo se puede dar tanto la chapa, por favor?

  4. Pingback: La reflexión de Óscar Cano sobre el "ruido excesivo" ante cualquier tropiezo en el Deportivo

  5. No entrenó nunca al histórico Badajoz. En la 2021-22 estuvo al cargo del actual Badajoz, fundado en 2012, y que nunca ha pasado de tercera categoría (de 2017-18 a 2022-23). No mezclemos churras con merinas…

  6. Del Depor te echaron antes de acabar la temporada porque ya se sabía que contigo no subían. En casa jugando a lo justo y fuera renunciando a ganar. Y encima es un tío que no ve el talento aunque tuviera luces de neón. Lejos de Coruña, por favor.

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