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Querido narrador, seguramente no eres gracioso

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Andrés Montes.

La semana pasada, las redes hicieron viral la narración de un partido de Primera RFEF, una de esas nuevas categorías que uno no sabe muy bien cómo pronunciar. ¿Ustedes son de los que dicen «Primera Ref», de los que dicen «Primera Refef» o de los que dicen «Primera Federación»? Hay una posibilidad más: que nunca haya tenido que mencionarla jamás en una conversación. Si hacemos caso al narrador en cuestión, esta última opción es la más extendida. Permítanme que no diga su nombre: no he sido capaz de identificarlo. Esto tiene su parte buena, para él: así no tendrá que ponerse el candadito en la cuenta de Twitter —o como se llame ahora—, como decidió hacer el objeto de esta columna un par de semanas atrás —yo creo que ya te lo puedes quitar, Antonio, que tampoco te cayó tanto—.

El narrador, a quien en lo sucesivo nos referiremos como «nuestro hombre», decidió poner un poco de pimienta a un partido que le estaba aburriendo mortalmente. «He dicho partido, perdón, quería decir partidazo del siglo», ironizó nuestro amigo sobre el duelo celebrado en el estadio Pinilla: «93 años en pie… la mitad de lo que parece que está durando este partido». Y así hasta el final: «Cuatro minutos de añadido para que termine este auténtico partidazo. Y ojalá no terminase nunca, pero todo lo bueno se acaba. El árbitro dijo: ‘Yo por mí me quedaba aquí un par de días más, pero voy a subirlo solo 240 segundos. Ya me veo en médico porque yo… estoy a punto de superar un infarto. Aquí en el estadio Pinilla y en sus casas, aún en estado de shock, intentando recomponerse del auténtico partidazo que acaban de ver».

En las redes sociales, nuestro hombre dividió al personal. Unos lo consideraban un genio y otros parecían indignarse como si compitieran en un concurso para designar al aficionado más puro. Si a alguien le interesa, yo creo que tuvo poca gracia. La ironía va perdiendo sutileza a medida que uno la estira, y nuestro hombre no pudo resultar más reiterativo. La mejor prueba de que a la causticidad no le acompañó el talento fue el chiste que hizo en una nueva alusión a la fecha de inauguración del estadio Pinilla: «Se fundó en 1930. En esa época, Jordi Hurtado era adolescente». Sólo le faltó algún chascarrillo sobre Kiko Rivera para cantar el bingo del graciosillo.

Hace ya décadas que los derechos de emisión marcan las líneas editoriales. Narradores y comentaristas ponen un gran empeño en convencernos de que cada partido que vemos es un partidazo. Cada gol se canta como si fuera el de Iniesta en Johannesburgo, aunque sea el del honor en un 4-1. Resulta todo bastante ridículo. En este panorama que no parece tener vuelta atrás, sería de agradecer que alguien, de vez en cuando, tratara al espectador con algo más de inteligencia y al menos le guiñara un ojo. Por desgracia, nuestro hombre fue más burdo. Más allá de sus comentarios sobre la calidad del partido, chirriaron otros sobre la cantidad de gente que lo estaba siguiendo: «¿Hay alguien ahí?», se preguntó, por supuesto también varias veces. «El hashtag #TeruelArenteiro está colapsando», se burló en otro momento. Igual nuestro hombre se pensaba que le habían llamado para narrar las semifinales de la Champions League y no un partido de la tercera división del fútbol español.

Carlos Pouso, histórico entrenador de estas categorías, lamentó en su día –y esta ironía era más fina, por lo que mucha gente no la entendió– el daño que Pep Guardiola había causado al fútbol: tan bien jugaba su Barça que hasta los equipos menos dotados querían imitarlo. Y se la acababan pegando, claro. Viendo la proliferación de comentaristas limitados de ingenio pero propensos a creer que sus diálogos de instituto tienen gracia, y puesto que este lunes se cumplieron catorce años de la muerte de Andrés Montes, habrá que denunciar también el daño que hicieron Montes y Daimiel, esa pareja genial e irrepetible que todos hemos querido remedar alguna vez con algún amigo y nulo éxito, claro. La irrepetibilidad es lo que tiene.

 

Un comentario

  1. Si hay un imitador de Andrés Montes con el que se pase bochorno, ese es el periodista de la Cadeba Ser en Vigo Jacobo Buceta. Buceta es a la originalidad y a la profesión lo que Roncero es a la objetividad. Hace que el infame Eugenio Eiroa parezca Iñaki Gabilondo.

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