Ciencia

Thyrax y ciclismo, o más madera, que es la guerra

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Los mayores casos de dopaje que recuerdo siempre han venido del mundo del ciclismo. Lo sé, es un prejuicio tan injusto para esta práctica deportiva como la de imbricarla con las siestas de verano, aunque según leo en algunos estudios, no voy del todo desencaminado. El ciclismo es, junto al atletismo, el deporte con más casos de dopaje en términos absolutos, y aunque otras disciplinas como la halterofilia o la equitación[1] los superan en porcentaje, las sospechas o constataciones más famosas han acostumbrado a venir de la mano de los Lance Armstrong, Alberto Contador y compañía. Si incluso HBO lanzó en su día un mockumentary titulado Tour de Pharmacy en el que se pitorreaban de los escasos controles que se realizaban con estas drogas allá por los noventa, podríamos decir que, en este caso, el río sonaba porque agua llevaba (y muy sucia, además).

Desde hace unos meses, el nuevo salseo en el mundillo ciclista viene de una noticia del portal neerlandés WielerFlits donde, desde un preventivo anonimato, muchas voces supuestamente destacadas de este deporte afirmaban que el nuevo medicamento de moda es el Thyrax o Eutirox, medicamentos habitualmente empleados en casos de hipotiroidismo. Según explicaban, profesionales de todos los niveles están disfrutando de las ventajas de un producto fácilmente accesible a nivel comercial y que, de momento, se salta las restricciones impuestas por las asociaciones antidopaje al no estar dentro de las listas de sustancias no permitidas ¿Qué tiene esta droga de especial?

Thyrax es el nombre comercial de la levotiroxina, una hormona que cubre el déficit de la hormona tiroidea propio de condiciones como el mencionado hipotiroidismo o pasar por quirófano por culpa de un cáncer de tiroides. Quien tenga memoria, recordará las lágrimas de Ronaldo en el anuncio de su retirada, comentando que su sobrepeso era debido a una glándula tiroidea que no hacía el trabajo que se esperaba de ella y la necesidad de tomar precisamente este medicamento que, según el astro brasileño, estaba prohibido en el deporte profesional[2].

Teniendo en cuenta que esta hormona aún no está en la lista de las sustancias dopantes, ¿cuál es el problema de emplearla y por qué tanto secretismo?

Empecemos por entender cómo el Thyrax desencadena esas supuestas mejoras en el organismo. Dado que la levotiroxina acelera el metabolismo general (digamos que se consume más energía), esta suerte de hipertiroidismo artificial provoca, en primer lugar, una pérdida de peso que, a su vez, permitirá ingerir más alimento. Y eso, visto en términos energéticos, acaba por aumentar la potencia por kilogramo del cuerpo de los deportistas que recurren a esta ayuda. Perder peso sin perder potencia, dicen algunos testimonios, lo que equivale a aumentar el rendimiento y ha hecho que las distintas agencias antidopaje hayan puesto su atención en este medicamento que, tal vez más pronto que tarde, acabe por ingresar en su famosa lista de prohibiciones.

El problema de este desbarajuste metabólico deliberado es que, partiendo de niveles normales (como es el caso de los ciclistas), aumentar este tipo de hormona activará demasiado el cuerpo, aumentando el ritmo cardíaco, la temperatura corporal e incluso la descomposición ósea, amén de la posibilidad de desarrollar estados de ansiedad o insomnio. Un acelerón sintético para el cuerpo que, como podemos suponer, puede llegar a poner en peligro la vida del ciclista. No hay que olvidar que nuestro cuerpo funciona de manera natural dentro de unos parámetros homeostáticos de seguridad que, de ser ignorados, pueden llevar a doblar la servilleta al deportista más sano del pelotón.

A partir de aquí, será cuestión de ver cómo avanzan las distintas autoridades en la materia y hasta dónde están dispuestas a llegar para prohibir la sustancia. Por un lado, los que quieren cortar de raíz el uso de este medicamento arguyen lo peligroso de aumentar el metabolismo de un cuerpo sano sin otro objetivo que ganar esa punta de velocidad o fuerza. Por el otro lado, quienes lo emplean a día de hoy siguen sin tropezar con la piedra del dopaje mientras la normativa no cambie y no se detecte ninguna anomalía médica en su uso[3].

¿Tiene sentido todo este jaleo? Según dicen algunos deportistas, la sensación es la de que quienes prueban el Thyrax vuelan en la carretera, lo que animará a muchos a seguir usándolo y a muchos otros a animarse a arriesgar su vida o, como mínimo, su salud, si con ello logra un buen resultado en la competición. Todas estas personas probablemente vengan aconsejadas y guiadas por médicos que son muy conscientes de los límites de cada persona, pero los riesgos no dejan de estar ahí. Y, con ellos, la reflexión sobre hasta dónde somos capaces de llegar para lograr el éxito en la práctica de cualquier disciplina. Un éxito adulterado, sí, pero éxito al fin y al cabo. Y con eso basta ¿No?

 

[1] En efecto, si has venido hasta aquí es con toda probabilidad para aclarar esa duda que te ha surgido y que a mí también me surgió al leerlo: ¿dopaje en equitación de cuál de sus componentes? ¿El humano o el équido? ¿Tal vez ambos? No pienso responder, vivo mucho más feliz en este estado de incertidumbre cósmica.

[2] Quien disfrute de las polémicas, deberá saber que tal como hemos dicho en el segundo párrafo, la levotiroxina no estaba ni está dentro de la lista de sustancias prohibidas de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), por lo que podemos suponer que ese no fue el motivo real ni exclusivo de la retirada. También, por sumar incongruencias en el testimonio del futbolista, en el hipotiroidismo se produce un aumento de peso que no es realmente significativo y sobre todo centrado en áreas que no vendrían a ser la zona abdominal.

[3] Tal vez estas irregularidades sean el caballo de Troya que sirva a las agencias antidopaje para colarse en esta guerra. La levotiroxina suele tomarse en un cóctel junto con la cortisona, un corticoide prohibido durante la competición y días previos, pero no fuera de ella. Por otro lado, no todos los países permiten tomar Thyrax sin receta médica.

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