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Deportes para parecer listo

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De vez en cuando, desde que escribo libros, tengo que parecer listo. No es un asunto sencillo, aunque he observado algunos truquillos. Algunos son superobvios (las gafas, la barbita, el fular, la Moleskine o fumar en pipa), pero otros sorprenden desde el ámbito deportivo.

Es una tarea constante, la de intentar parecer listo. No te puedes despistar en lo de parecer listo. Cada situación depara una oportunidad para parecer listo. Un partido de baloncesto, por ejemplo: en un partido de baloncesto hay que estar atento en la grada por si hay una falta un poco fuerte y pedir enseguida antideportiva, con el gesto típico de los árbitros. Tú estás en la cancha, ves a alguien hacer el gesto, certeramente levantado junto a la grada de pista, y piensas «este tío pilota, este tío domina». Este tío es superlisto.

Lo de parecer listo con el baloncesto tiene bastante mérito, en realidad. En otros deportes parecer listo es facilísimo. No hace falta ni verlos ni jugar, simplemente basta con usarlo de atrezzo. Basta con salir a la calle con un tablero de ajedrez bajo el brazo, como estilismo. Tú ves a alguien con un tablero de ajedrez bajo el brazo y automáticamente piensas «qué tío más interesante, qué tío más listo». El ajedrez es al deporte lo que el jazz es a la música. «Oh, le gusta el jazz, seguro que tiene un mundo interior infinito». Tú piensas todo eso sin querer, aunque luego el del ajedrez juegue realmente a la oca y el del jazz sea un cretino. No falla: tú de entrada piensas que son superlistos.

Para los que venimos del fútbol recomiendo ese giro. Esta semana leí en El Mundo una entrevista a Dani Olmo. El futbolista contaba que jugaba al ajedrez con Unai Simón, compañero de la Selección. Si en la vida real jugar al ajedrez te convierte en una mente maravillosa, bajar del autobús de la Selección con un tablero te convalida media ingeniería. A partir de ahora veré los partidos de Olmo y Simón esperando movimientos maestros y astutos en cada lance. «¿Qué buscaba con ese despeje a la grada? Seguro que esconde una estrategia». «¿Y ese fuera de juego? No puede ser casual ese fuera de juego porque juega al ajedrez y es superlisto».

En el fútbol es muy complicado parecer listo porque nos rodean los prejuicios. No es como el rugby, que basta con decir lo del «deporte de villanos jugado por caballeros» para acumular guiños. Nosotros los del fútbol no tenemos prestigio. Aun así, en el fútbol hay gente especializada que encuentra el camino. Gente que puede parecer lista incluso en los cuartos de final de la Champions. Y lo consigue porque, si hay dos eliminatorias el mismo día, elige ver el partido que no tiene equipos españoles. Es una jugada maestra esa, inapelable e imprescindible para parecer listo. No eres como la masa aborregada que elige ver un Real Madrid-Manchester City, tú eres distinto. Tú flotas por encima, tú ves un Atalanta-Leipzig y lo tuiteas. Y brillas.

Genio, genio, ta ta ta. Como diría Dani Olmo: jaque mate.

Lo siento, pero ya termino: otro complemento ideal para convertirte en intelectual es el cubo de Rubik. Voy a comprar un cubo de Rubik para dejarlo junto al ordenador en la mesa del trabajo. Me otorgará un aire de inteligencia superior, con la variante de experto en tecnología. A esto sumaré otra reciente incorporación: el termo. Desde que llevo un termo al trabajo y lo poso sobre mi ejemplar de Jot Down, me ven como una persona dinámica, con ideas e iniciativa, alguien que ve series con subtítulos. Alguien que sabe de lo que escribe, incluso, e insisto.

Un comentario

  1. En fútbol los jugadores se tiran para que piten la falta. En el rugby, los jugadores suplican al árbitro que no pare el partido por la falta.

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