Fútbol Femenino

Una despedida que jamás estará a la altura de Iraia Iturregi: Crecer es ir quedándose cada día un poco más huérfanos

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Iraia Iturregi durante un entrenamiento (Foto: Humberto Bilbao)

No se me dan bien las despedidas. Y eso que una, a base de años, daños, tropiezos y puertas giratorias, lleva a sus espaldas todo un catálogo de adioses y hastaluegos. Sin embargo, cada vez que alguien se va, queda ese vacío de pensar «y ahora qué». Ahora se supone que la vida sigue y que es la misma que hace cinco minutos, cuando recibí en el WhatsApp un mensaje de Mamen Hidalgo con el tweet del Athletic despidiéndose de Iraia Iturregi.

A Iraia no la considero amiga, porque para eso hacen falta muchas más cervezas, una parrilla que aún no se ha encendido y alguna paella más a pies del Cantábrico, pero ojalá serlo. A Iraia la considero referente de todo, aunque le guste serlo en nada. Con ella fuera del banquillo del Athletic se van las ruedas de prensa que me escuchaba hasta en euskera, las horas hablando de fútbol que daban igual lo largas que fueran, aprender a tratar a las jugadoras dentro y fuera del campo, a respetar un estilo de fútbol, el estilo de Lezama, el amor a la cantera y a un escudo.

El 8 de marzo me decía en una entrevista que fue más una encerrona sin preparar que si tuviera que irse del banquillo del Athletic le gustaría irse a un filial. Que lo más bonito que le había regalado el fútbol es formar a jugadoras a las que ese día entrenaba en el primer equipo. «Sé que algún día esto se va a acabar», me decía «que los entrenadores y las entrenadoras cada vez tienen ciclos más cortos, que las jugadoras se cansan antes de las entrenadoras, que también nosotras nos cansamos antes de los proyectos», y aquello me dolió porque sonaba a lo que no quería escuchar.

Para ella lo importante era encontrar un proyecto que la motivara, que su ambición no era llegar a un Madrid, un Barça, una Selección Española, «ese no es mi objetivo. Mi objetivo en el día a día es intentar sacar el máximo rendimiento de mis equipos y mis jugadoras. Ver a jugadoras que entrené en el infantil ahora en Primera División, que son tías que las entreno desde que tenían 12 años, y eso es la leche. Para mí lo importante es identificarme en los proyectos». Y ese proyecto lo ha encontrado en la casa, rompiendo un techo más, siendo la primera entrenadora mujer en un equipo masculino. Se va al Baskonia y nos deja huérfanos de su palabra y de su fútbol.

Iraia Iturregi entrenando (Foto: Humberto Bilbao)

Tampoco le gusta a Iraia eso de significarse como rompedora de puertas, a las que dice que muchas veces no entramos por no llamar. Lo hizo llegando al Athletic como jugadora, también como entrenadora del primer equipo femenino, y lo hace otra vez dando el salto a donde todas aspiran llegar. Para ella el fútbol no tiene género, pero qué bien supo entender y explicar las diferencias de ser mujer futbolista y entrenadora. Ahora tiene la lupa encima, y un reto personal y profesional de altura para demostrar que quienes saben no se equivocan confiándole un banquillo una vez más. Se llevan a la mejor entrenadora de la Liga F, que supo bailar con las bajas y tirar de la cantera que formó para salvar dos temporadas difíciles en una liga que cada año se aprieta más. Deja un legado y una oportunidad al que venga, o a la que venga, y deja una nostalgia agridulce en el aficionado que ya no se sentará en Lezama a verla de pie 90 minutos dando instrucciones, con una pizarra inmaculada y un pundonor imposible de fabricar.

Aunque Iraia no lo sepa, va a doler verla sin estar rodeada de las jugadoras que la miraban con admiración, las suyas y las rivales. Porque lo bueno de tener a ex futbolistas históricas en los banquillos es que el respeto se contagia. Que ya ponías un pie en Lezama sabiendo quién estaba allí y lo que significaba para este deporte. Pasa con muchas, con todas, pero con ella el sentimiento era especial, subyacía el sentido de pertenencia, el saber que la leona que dominaba esa manada lo hacía desde el amor. Se llevan, sin saberlo, a una parte del escudo, de la Historia, a un pilar de este fútbol nuestro. Que la cuiden, la respeten y la quieran tanto como hacemos los que hoy nos sentimos un poco abandonados, pero que miramos al futuro, al suyo y al nuestro, con la misma ilusión que ella nos enseñó a sentir.

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