Segunda División

El largo, largo viaje del Racing de Santander

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Grada visitante en un Burgos – Racing (Foto: Cordon Press)

El Racing ha logrado mantener la categoría en la Segunda División. Tal ha sido el devenir de los cántabros en la última década cochambrosa, que una noticia de este calado —algo que hubiera sido un fracaso entre 1993 y 2011— se ha convertido en un hito. Nada más y nada menos que 12 años sin que los inquilinos de El Sardinero lograran una permanencia en el fútbol profesional.

El viaje no ha terminado para los verdiblancos. Los racinguistas están recorriendo el camino inverso que Frodo Bolsón realizara entre La Comarca y Mordor para destruir el anillo único. El Racing, desde aquel aciago 2011 donde comenzó el saqueo masivo del club, y su destrucción desde dentro, se vio sumido en las calderas ardientes del Monte del Destino. Un escudo para dominarlos a todos a punto de diluirse en la lava corrosiva del expolio y la corrupción.

El Racing se ha hecho acreedor a dos sexenios en materia de supervivencia. La obsesión era salir de Mordor para regresar a La Comarca. Una tierra verde y fértil comparable a la Cantabria que lo vio nacer en 1913. Una tierra fresca, de clima atlántico y abundante en viandas… una Comarca a la que se la conoce también por el sobrenombre de Primera División.

Frodo y Sam tardaron 445 horas andando en recorrer los 2.172 Km que separaban el inicio y el fin de la gran aventura que surgió de la privilegiada mente de Tolkien —sí, hay gente que se ha dedicado a hacer mediciones de distancias y tiempos en la obra—. Nuestros protagonistas llevan bastante más tiempo… la travesía se asemeja más a la desorientada estancia de Moisés en el desierto, que a la de los medianos.

Caer a las ardientes fosas en 2013, salir por la vía rápida y creer que ya estaba todo hecho. Expolio, destrozo y descenso al abismo de la B parecían ser dos años de mal sueño. Pero oye, que en la Ciénaga de los Muertos se trabaron y vuelta a empezar.

Cinco temporadas les costó volver a salir de las mazmorras de la gran torre del señor oscuro y, cuando hacen lo más difícil… otra vez enfangados en la dichosa ciénaga. Game Over.

Joder, ¡Gollum os dijo que no siguierais las luces! Pues nada, pasión por el autoboicot y unas faltas de profesionalidad —a todos los niveles— que no podían tener otro desenlace diferente al de perecer al poco tiempo de poner el pie en la Segunda División.

Lo peor estaba por venir. El Racing se acomodaba a arder y la locura se instalaba en la planta noble de El Sardinero, con decisiones más que controvertidas. Si hubiera un balcón inferior a la caldera del Monte del Destino, nuestros protagonistas se hubieran asomado peligrosamente a él en 2020. La sombra de la Segunda RFEF se cernió durante un tiempo por Santander. Escaso pero suficiente para desquiciar aún más a una afición que veía en un director deportivo: Amorrortu y en un técnico: Solabarrieta, a los terroríficos Nazgul.

No sabemos muy bien cómo… ¿se acertó con los fichajes? ¿Se acertó con Guillermo Fernández Romo? ¿Se acertó dando galones a un chavalito llamado Pablo Torre? ¿Un poco de todo lo anterior? El caso es que el Racing volvió a fugarse de las mazmorras y volvía a tener ante sí la prueba más dura: La jodida Ciénaga de los Muertos encarnada en la Liga Smartbank.

Hubo titubeos, durante un tiempo se pensó que la volverían a liar… Gollum ya había dimitido, pasaba hasta de hacerles de guía. Ellos solos tenían que encontrar el camino y, tras algún traspiés que le terminó costando el puesto a Romo, encontraron otro cicerone que llevó al equipo por el camino más corto hacia el éxito. José Alberto Fernández llegó como un personaje secundario y se ha terminado convirtiendo en Samsagaz Gamyi. Un héroe inesperado que ha firmado números de playoff para dejar al cuadro montañés acampado en las llanuras de Rohan.

Lo del míster asturiano ha sido algo inaudito. Llegó sin hacer ruido y con un ambiente enrarecido. El entorno demandaba un entrenador «de renombre» para revertir una situación que se tornaba peligrosa. En Santander se miraba la clasificación con una paranoia y un miedo atroz. La sombra del señor oscuro era alargada y su maligno ojo parecía que se situaba —otra vez— sobre los descuidados por las autoridades, Campos de Sport de El Sardinero.

Su inicio fue esperanzador. El equipo que no marcaba, se impuso 0 – 3 en Cartagena. A partir de ahí, los verdiblancos —con lógicas pequeñas recaídas— avanzaban por la Smartbank como una disciplinada columna de guerreros Uruk-hai sedienta de sangre y fuego.

Esta vez sí, los racinguistas se han sabido imponer al miedo escénico y a los fantasmas del pasado, para lograr una estabilidad que habían olvidado.

Lo vivido en El Sardinero tras la victoria ante el Eibar, sólo es entendible para la afición cántabra.

Una afición que vio cómo su equipo estuvo básicamente muerto en 2013, casi muere en 2015 y en 2020 repitió coqueteos con La Parca. Una afición que pasó de viajar del Parque de los Príncipes de París, a la bella villa marinera de Luanco.

Una afición que vio cómo se quiso destruir, masacrar y exhibir el cadáver de una entidad con 110 años y que de no ser por la lucha que llevaron a cabo, no hubiera soplado las 100 velas. No es hipérbole de periodista, es lo que sucedió de manera literal. Estuve allí y lo viví desde dentro.

Ese domingo para el recuerdo, más de 15.000 personas gritaron al unísono que la venganza contra todos los que quisieron destruir el club de sus amores, se había completado. Y saltaron. Saltaron como nunca, sin el peso de una mochila cargada con toneladas de decepciones, barro y plomo.

Sí, se celebró una permanencia en Segunda División como si fuera un título. Hay equipos tan pobres que sólo tienen dinero y Copas. El Racing es tan grande que no necesita de ninguna de las dos cosas para poner patas arriba a toda una comunidad autónoma, la cántabra; que es pequeñita, no tiene muchos habitantes y está ahí perdida por el norte… casi nadie se acuerda de ella. Pero amigas y amigos, esa comunidad autónoma es orgullosa como pocas y apegada a lo suyo como ninguna.

El domingo 14 de mayo no se celebró cualquier cosa, se celebró que el Racing había vuelto para quedarse. La última permanencia en fútbol profesional databa de 2011, en Primera División y con los grandes culpables de la demolición (des)controlada, en el palco: Francisco Pernía y aquel títere —que no personaje principal en la trama— llamado Ali Syed.

Es curioso, porque aquella campaña hubo que recurrir a un recambio en el banquillo. La vuelta del mago gris, Marcelino, cambió el rumbo del equipo y lo mantuvo en la máxima categoría. La curiosidad viene dada porque ese fue el último cambio en el banquillo a mitad de temporada satisfactorio para el Racing, hasta el 12 de diciembre de 2022 con la llegada de José Alberto. Curiosamente también, otro asturiano.

Ahora afrontan un verano con confianza plena en el mago blanco, un Mikel Martija que escudriña el mercado con su base de datos y al que se le debe buena parte del éxito. Sus hechizos más poderosos en una campaña para el recuerdo fueron dos: Aritz Aldasoro y Roko Baturina.

El centrocampista vasco ha hecho recordar, a los de mi generación, a otro tipo (también vasco) que vino sin hacer ruido y que, desde el centro del campo racinguista, arrasó medulares enemigas como una carga de jinetes Rohirrim: David Billabona.

En cuanto al goleador balcánico, se convirtió en una de las piezas clave para la consecución de la permanencia, merced a sus 4 goles y 2 asistencias en 856 minutos jugados, hasta ese Racing – Eibar. Siempre que tuvo la oportunidad, el Racing pudo contar con su hacha, su arco y su espada. Él (y Martija) confió más en sí mismo que un entorno al que le costaba asimilar que un croata cedido por el Ferencvaros al Maribor esloveno, tenía que ser la referencia ofensiva. Y vaya si lo fue. A lo futbolístico se le une un carisma que enamoró a los parroquianos de El Sardinero casi desde que debutó. De ser mirado con recelo a convertirse en uno de los ídolos de la temporada, en cuestión de dos días y dos goles.

Aunque si hablamos de magos, hay que hacer un crossover entre sagas y mencionar al Harry Potter de Derio: Íñigo Vicente. El jugador vasco ha capitalizado el juego ofensivo del equipo de José Alberto. Los aficionados han acabado rendidos a la magia del vasco y agradecen que alguien en Ibaigane tuviera tan mal ojo para dejarlo salir, rumbo a Santander, con la carta de libertad bajo el brazo.

También va a ser un verano de incertidumbres en lo que respecta a la propiedad. El runrún sobre una posible venta de la entidad, planea desde hace tiempo en la ciudad. Mexicanos, italianos… muchos rumores. Y desde que el día 2 de mayo El Correo de Burgos publicase en una noticia referente a la posible venta del Burgos que «a los cambios de mando en Burgos y Granada les seguirán otros como el del Racing de Santander, quien tiene muy avanzadas las conversaciones con un empresario argentino», esa sombra se ha vuelto más densa. Los precedentes no son precisamente alentadores y la masa social pina las orejas y afila los colmillos.

Aún así, el clima que se respira en torno al Racing es de esperanza. Las bases deportivas son prometedoras y la confianza en el trabajo de la dirección técnica, plena.

¡Cuidado! Confianza no es conformismo y, con la humildad que te ha dado verte con el fango por las orejas durante muchos años, todo el mundillo verdiblanco tiene claro que esta permanencia es la primera parada. No se puede saber si será una trilogía o se alargará más en el tiempo, pero aún falta liberar el abismo de Helm, y volver a plantarse delante de la puerta negra para desafiar al mismísimo Sauron. Este viaje no ha terminado para el Racing. Lo que Santander quiere y necesita es ver cómo su equipo regresa a la élite.

Aunque —ahora ya hablo incluyéndome— sabemos de dónde venimos, tenemos aún más claro dónde queremos y debemos estar. Porque como se canta en El Sardinero: Volveremos a Primera, como en el 93.

Es cuestión de tiempo, pero todo el racinguismo confía —ahora sí, con argumentos— en llegar a esa última gran superproducción titulada: El Retorno del Rey.

4 Comentarios

  1. Aúpa Racing

  2. Tremendas penalidades y sufrimientos que hemos pasado los racinguistas desde aquel día en que descendemos a Segunda. Yo me pregunto, porque el súper potente Banco de Santander no patrocina, aunque sea algo al equipo de su tierra mientras esta patrocinando a otros como Alonso en la F1 gastando grandes cantidades de dinero? La respuesta esta muy clara: no es igual de rentable. Pero, donde estaría el Racing si estuviera patrocinado por BS? Señora Botín, ruego lo reconsidere y ayude al equipo de su tierra a devolverle al lugar donde merece estar.

    • El BS no es santo de mi devoción ni mucho menos. Y que podría hacer mas si lo considerase oportuno, está claro. Pero que yo sepa si que lo está patrocinando «algo», si no me equivoco las camisetas llevan el nombre de la empresa en el cuello. Creo…

  3. Pingback: Racing de Santander: Summer of 23

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