Historia del fútbol español

Cuando España volvió para reinar en el fútbol mundial: 25 años de Nigeria 1999

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«La medalla de oro y la réplica de la copa de campeones están en casa. Mis hijos juegan a hacer carreras en casa y el que gana se lleva la copa y el que queda segundo se lleva la medalla», sonríe José Javier Barkero (Aretxabaleta, 1979). Lea tiene cinco años, Pau tiene cuatro años y Eira tiene un año. Hace justo 25 años su padre conquistó el primer y único Mundial sub20 de la selección española, en Nigeria.

«Siempre he sido un fanático de la geografía. Con siete años o así comencé a estudiar las capitales del mundo con mi hermana y me las aprendí todas. Con sus libros del cole y un atlas de esos que ya se han perdido. Siempre había uno en casa y era de donde tirabas porque no había otra cosa. No había internet. Las cosas no se actualizaban al momento como hoy en día y quizás era del año 1980. Cuando había una guerra seguías viendo Yugoslavia en lugar de Serbia, Croacia y todos los países nuevos, por ejemplo», asiente Barkero con nostalgia. Voló a Lagos como futbolista de la Real Sociedad.

Viajó con los porteros Daniel Aranzubia (Athletic Club) e Iker Casillas (Real Madrid); los defensas Pablo Coira (Compostela), Carlos Marchena (Sevilla), Fran Jusué (Osasuna) y David Bermudo (Barcelona); los centrocampistas Fernando Varela (Real Betis), Pablo Orbaiz (Osasuna), Xavi Hernández (Barcelona), Rubén Suárez (Sporting de Gijón), Gonzalo Colsa (Logroñés), Fran Yeste (Athletic Club), Álex Lombardero (Lugo) y Álvaro Rubio (Real Zaragoza) y los atacantes Pablo Couñago (Numancia, cedido por el Celta de Vigo), Gabri García (Barcelona) y David Aganzo (Real Madrid), el sustituto de última hora de Gerard López. El futbolista catalán, cedido en el Alavés por el Valencia, estaba llamado a ser el referente de la selección en Nigeria y, de hecho, había clasificado a España para el Mundial sub20 con un tanto en el minuto 88 contra Lituania que evitó el sonrojo en el Campeonato de Europa sub18 de 1998.

Pero el 30 de marzo, justo un día antes de volar a Nigeria, Gerard sufrió un golpe en el pómulo izquierdo durante un encuentro de la sub21 en Enschede, en los Países Bajos, que le obligó a quedarse en Europa. «En su lugar Iñaki Sáez decidió llamar a Aganzo. Su llegada a Nigeria acompañado por el preparador físico Carlos Lorenzana fue el perfecto ejemplo del caos organizativo imperante en el país anfitrión: a pesar de que la FIFA se encargaba de todos los traslados de los participantes, un error en la comunicación de los horarios hizo que nadie acudiera al aeropuerto para recoger a los dos españoles y tuvieron que buscarse la vida por sus propios medios para llegar al hotel de concentración en la ciudad de Calabar», narra un reportaje de CIHEFE.

Aranzubia (Foto: RFEF)

El torneo arrancó el sábado 3 de abril con un empate entre Costa Rica y Nigeria, con los culés Samuel Okunowo y Haruna Babangida. La edición del Mundo Deportivo de ese día relataba en la página 21 que «en 1995 la FIFA suspendió el Mundial sub20 que se debía jugar en Nigeria por considerar que no se cumplían los requisitos de seguridad y salubridad [un mes antes de la fecha de inicio prevista por brotes de malaria y meningitis y por la estabilidad política y social]. En esta ocasión el máximo organismo futbolístico ha considerado que Nigeria está preparada para acoger el evento. De todas formas todos los participantes están recluidos en hoteles y no se les permite salir a la calle. La primera medida del gobierno nigeriano ha sido prohibir la prostitución mientras dure el torneo. Sesenta prostitutas fueron detenidas en la jornada de ayer».

El periódico añadía que los jugadores españoles habían llegado a Calabar tras ser «vacunados contra todo: la fiebre tifoidea, el paludismo, la difteria, el tétanos».

Afirma Aranzubia (Logroño, 1979): «Sí que nos sorprendió e incluso asustó la cantidad de vacunas. No sé cuántas fueron, pero creo recordar que no nos podíamos ni vacunar cada uno en nuestras ciudades. Fue en Madrid. Y sí que es verdad que nos hacía pensar: ‘Pero joder, ¿adónde vamos? ¿Qué nos puede pasar para que sean necesarias todas estas precauciones?’ Pero por la inconsciencia de la juventud esa duda nos duraría 15 o 20 minutos. Luego se nos quitaron todas las precauciones. Si yo con 44 años tuviera que aparecer en la Nigeria de aquella época sería mucho más consciente, pero con 19 años no ves tantos peligros».

Aunque sí habla del «pánico» que sentían a los mosquitos: «Era como ver un escorpión aquí». «Para tener una protección contra la malaria debíamos tomar cuatro pastillas al día, pero eso no significaba que estuvieras inmunizado y que no pudieras contraerla», matiza Barkero. Un árbitro holandés tuvo que ser hospitalizado tras contraer la malaria, según contó El País.

«No recuerdo sentir mucho miedo a las vacunas. Más bien pensar que haría lo que hiciera falta para ir a jugar un Mundial con España. Era todo bastante caótico, pero la ilusión de jugar y de disfrutar un Mundial hacía que cualquier cosa así nos diera un poco igual. Lo tapaba todo», arranca Couñago (Redondela, 1979).

(Foto: RFEF)

De los días previos al viaje también recuerda que «vino al hotel gente de El Corte Inglés a cogernos medidas para los trajes. Era la primera vez que me pasaba. Fue como: ‘Buah, estamos en otro nivel’. Fue divertido». También recuerda una anécdota con Iñaki Sáez, el seleccionador: «En esa época llevaba el pelo muy largo y me dijo que por salud y por el calor y la humedad me lo cortara. Si me hubiera pedido que me rapara también lo hubiera hecho».

Estaban avisados del calor, pero les superó. Asegura Carlos Marchena (Las Cabezas de San Juan, 1979): «Yo soy sevillano y con el calor que hace aquí en julio y agosto hay días que son duros, pero el clima de ahí me impactó muchísimo. El calor, la humedad. Recuerdo la sensación de mareo del primer día. Decir: ‘Yo no puedo’».

En la misma línea Fernando Varela (Dos Hermanas, 1979) reconoce que «en Sevilla estamos acostumbrados a las altas temperaturas, pero lo que encontramos ahí no era normal. Te faltaba el aire. No hacías nada y ya estabas sudando. Y te duchabas y te tenías que volver a duchar. Era algo anormal y surrealista. En algunos sitios el calor era infrahumano».

Aranzubia todavía conserva «el recuerdo del primer golpe de calor, nada más salir del avión. Cuando salí del avión y pasé al finger miré hacia arriba por si había alguna máquina de aire caliente, como las que hay en los centros comerciales o en el metro. Pero no había nada. Era el calor que hacía ahí». «Nos fuimos a un país lejano un poco sin saber muy bien ni adonde íbamos ni la importancia que tenía ese torneo», admite.

«Recuerdo que los empleados del aeropuerto sacaban las maletas con la mano. No había ningún tipo de cinta ni nada. Y era el aeropuerto internacional de la capital. Ahí nos empezó a chocar un poco todo. La FIFA quiso dar ese Mundial a un país africano para ir ayudando a que el continente se integrara en el fútbol internacional, pero en cuanto llegamos vimos que el país no estaba preparado», apunta Aranzubia.

Xavi explicó en una especie de diario en Mundo Deportivo: «Solo pisar suelo nigeriano nos damos cuenta de que el nivel de vida es muy bajo. ¡Y eso que Okunowo nos había dicho que no estaba tan mal! Vemos niños descalzos y decenas de motos con nigerianos subidos de tres en tres y gente jugándose la vida por hacernos de escoltas».

El Mundo Deportivo del domingo 4 de abril relataba que «el trágico naufragio de un transbordador frente a Port Harcourt marcó la primera jornada. La embarcación, en la que viajaban 300 pasajeros pese a que su capacidad era de 200, se hundió a causa de una tormenta y ayer solo había noticia de 25 supervivientes. Fue hallada una veintena de cadáveres. Por otra parte, las prostitutas de Lagos se están organizando para desafiar el control del Gobierno y dicen que «nadie nos parará y buscaremos a jugadores y directivos».

(Foto: RFEF)

El Mundo Deportivo del lunes 5 de abril añadía que cuatro jugadores de Honduras «fueron víctimas de lo ajeno», de ladrones que asaltaron las habitaciones de su hotel, el mismo que el de España, y que «dos cámaras de televisión belgas fueron asaltados por una banda armada, que les retuvo hasta despojarles de todo el dinero que llevaban encima. El botín ascendió a 7.000 dólares, más de un millón de pesetas». «En los estadios no solo hay que tener cuidado con los mosquitos, sino también con los orines voladores. Los diarios aconsejan a los espectadores que se protejan contra las bolsas llenas de orina lanzadas por gamberros», decía otra noticia.

Ese mismo día se produjo el debut de España, contra Brasil en Calabar y en directo por La 2. Ambas selecciones se habían enfrentado en febrero de 1998 en Uruguay: ganó por goleada el equipo suramericano (3-0), liderado por Ronaldinho. «Recuerdo verle en una rueda de prensa y pensar que era un mierdas, un canijo, que solo tenía dientes. Nos lió una traca de la hostia. Nos pasó por encima», reconoce Couñago.

Brasil había conquistado el Mundial sub17 de 1997. Pero en Nigeria el triunfo fue para España, por 2-0. Coge la palabra Orbaiz (Elcano, 1979), el capitán de la selección: «Ese tío era especial, pero no fue el mejor jugador del torneo. Fue un fenómeno, pero Xavi lo fue más. Xavi marcó la diferencia entre un equipo campeón y un equipo que hacía cosas buenas. Tenían unos jugadores increíbles como Matuzalem o Fernando Baiano, pero fuimos un bloque muy fuerte. Ese día jugamos muy bien, fuimos muy contundentes con Ronaldinho y nuestra gente de arriba fue muy eficiente. El triunfo nos dio confianza: ‘Joder, ojo, si hemos podido parar a esta gente quizás también tenemos algo que decir».

Gabi celebró los dos goles de España: en los minutos 15 y 33. El primero se lo dedicó a unos amigos de su pueblo, Sallent, con una camiseta interior con la inscripción Pa vosotros, Valdivia, Diego, Noguera. El portero brasileño era Julio César y además de Ronaldinho, «el otro Ronaldo» en las páginas de Mundo Deportivo, Matuzalem y Baiano también jugaron Edú, después futbolista del Celta y el Betis, y Geovanni Deiberson.

La crónica de El País destacó que «España presentó ayer su candidatura al Mundial». Sáez armó un 4-2-3-1 con Aranzubia; Coira, Marchena, Jusué, Bermudo; Varela, Orbaiz, Xavi, Barkero; Gabri; y Pablo Couñago. Jugaría con ese equipo en cinco de los siete partidos.

El segundo encuentro fue el día 8. Contra Zambia, que en la primera jornada había superado a Honduras. Y contra el horario, a las 4 de la tarde, y el termómetro, que llegó hasta los 40 grados. «Debido a las altas temperaturas reinantes en Nigeria los jugadores pierden un promedio de cuarto kilos por partido», relató Mundo Deportivo.

El marcador del  estadio de Calabar no se movió. Según la crónica de Luis Gómez en El País: «Una cosa es hacer una exhibición ante Brasil, que es un acto de rebeldía, y otra muy diferente es actuar bajo el peso de la responsabilidad. Zambia trató con mucho respeto a España. La trató de usted. Y España acusó el tratamiento. Es la factura que hay que pagar por empezar un Mundial haciendo tanto ruido». Pero España acusó sobre todo el calor.

Barkero fue sustituido en el minuto 59, por Rubén Suárez. Él fue «el jugador que más ha acusado la fatiga durante el torneo» y «decaía visiblemente en las segundas partes», según observó Santiago Segurola en El País. Admite que  «soy una persona que lleva muy mal el calor. Fatal». «Me costó mucho aclimatarme. Yo solo disfruté los últimos tres partidos. Los tres primeros lo pasé fatal. Contra Zambia pegaba una carera y me moría. Era imposible. Era increíble: no me daban las piernas. Ellos corrían como locos y yo estaba tieso. No me podía mover. Hasta cuartos de final lo pasé fatal. Acababa los partidos reventado. Notaba como que no me entraba el aire. Pegaba una carrera y me costaba cinco minutos recuperar. Cinco minutos de reloj. A mí no me daban las piernas al principio. Se notaba y por eso me cambiaba Iñaki. Porque me veía tieso», sonríe.

(Foto: FIFA.com)

«Esa humedad te mataba. No te dejaba respirar. Sufrimos mucho. Lo pasamos mal», confirma Couñago. Xavi escribió en Mundo Deportivo: «El calor era tan asfixiante que incluso se me puso la piel de gallina. Las piernas no me respondían».

José Pekerman, seleccionador de Argentina, la campeona de las dos ediciones anteriores, arremetió contra la FIFA «por tolerar que jóvenes deportistas actúen en estas condiciones absolutamente inhumanas». Esos días también lamentó, según la hemeroteca de Mundo Deportivo, no tener «un nuevo Maradona».

Luciano Galletti se quejó de «la falta de higiene de Nigeria. No puede ser sede». La selección argentina, con jugadores como Gabriel Milito, Esteban Cambiasso o Aldo Duscher, cayó en octavos de final: por 4-1 ante el México de Rafael Márquez y Gerardo Torrado.

Los dos primeros encuentros de España fueron en Kaduna. «El hotel es sencillamente tétrico. No podemos llamar por teléfono. Prácticamente no llevamos dinero en metálico, porque confiábamos en la Visa, pero nos explican que aquí las falsifican con una rapidez increíble y no las podemos utilizar», relató Xavi en Mundo Deportivo.

Dice Barkero: «Ahí nos metieron un poquito el miedo de que no saliéramos del hotel porque había posible contagio de malaria. Un día fuimos a un mercado y ver cómo estaban sobre todo los pescados y las carnes, rodeadas de moscas, nos impactó muchísimo. Es algo que hoy en día igual puedes ver en internet, pero en aquella época no tenías el conocimiento de que había países que podían vivir así. Aunque te lo contasen no lo veías. No estábamos preparados para ese tipo de situaciones que vivimos con 19 años y fue duro. Era estar en un mundo muy, muy diferente. En ese momento te das cuenta de lo que tienes. Lo valoras. Todos decíamos lo mismo. ‘Joder, siempre nos quejamos de lo que vivimos nosotros y no nos damos cuenta de lo que vive la gente que no tiene las posibilidades que tenemos nosotros ni por asomo. Tener nuestras posibilidades es un sueño para ellos’. Aprendimos mucho».

Coge la grabadora Marchena: «Fue una experiencia que a mí me cambió la vida. A nivel deportivo sí, sí, pero sobre todo a nivel personal. Me cambió mucho la forma de ver la vida. Todo el mundo recuerda el éxito deportivo, pero la experiencia personal fue muy fuerte para nosotros. Éramos muy niños y estábamos acostumbrados a vivir en un país muy bueno. Cuando llegas aquí le das valor a poder dormir bien, a levantarte y tener un desayuno. A lo más simple. La comida, los medios, los servicios sanitarios, el colegio, la electricidad: ahí por la noche se apagaba y parecía que no había nada en la ciudad y de repente amanecía y era un hervidero de gente, de ruido, de movimiento. Eres un niño y al vivir aquí has tenido poca vida y son cosas que te te chocan. A mi me cambió».

(Foto: RFEF)

España despidió la fase de grupos como líder con una clara victoria contra Honduras en Port Harcourt con goles de Pablo, Varela y Rubén, minutos para los menos habituales y grave lesión de Álvaro Rubio, una rotura del ligamento del tobillo izquierdo, como única nota negativa.

«Desde la comodidad, administrando el esfuerzo, optimizando los recursos, la selección española refrendó con autoridad su clasificación para octavos», reivindicó Ramon Besa en El El País. España pasó ronda como primera de grupo, mientras las selecciones de Alemania e Inglaterra regresaban a casa eliminadas: el conjunto inglés, con Ashley Cole y Peter Crouch, volvió a Londres con cero puntos y cero goles.

Justo antes del duelo entre España y Honduras la selección brasileña goleó a Zambia por 5-1 en el mismo estadio. «Los integrantes de la selección canarinha no reconocieron su propio himno, interpretado con menos ritmo del preceptivo», según Mundo Deportivo. Y al cabo de unos días la organización decidió «prescindir de la banda de música del ejército por desafinar durante la interpretación de los himnos. El comité de ceremonias se limitó a indicar que los himnos se habían tocado «con poca precisión» y aclaró que recurrirá a «grabaciones musicales».

El rival español en octavos de final fue Estados Unidos, el 15 de abril en Port Harcourt. En la víspera Mundo Deportivo explicó: «Los estadounidenses se han traído un cocinero e incluso un agente de seguridad que fue miembro de la CIA. Aunque se alojan en el mismo hotel los jugadores apenas se relacionan con los españoles, a cuyos familiares ha tranquilizado Jorge Guillén tras el brote de cólera en Kano, donde han muerto 20 personas. «No significa que estemos en peligro. Pueden estar tranquilos», asegura el médico.

La noticia de El País recogía las declaraciones de un funcionario del Ministerio de Sanidad nigeriano: «Hay un problema, pero estamos intentando no hablar demasiado de ello. Por el Mundial». Kano era sede del Mundial: acogió el partido de octavos entre Nigeria e Irlanda (Damien Duff y Robbie Keane), con alegría del combinado anfitrión ante la vigente campeona de Europa sub18.

Si contra Honduras España marcó tres goles en 31 minutos contra Estados Unidos marcó tres goles en 32 minutos: uno de Xabi y dos de Couñago. El meta rival era Tim Howard. Taylor Twellman acortó distancias para la selección americana en el 49′ y en el 90′, pero Estados Unidos no supo hacer peligrar el triunfo español.

La noche anterior, según CIHEFE, se había producido un tiroteo a pocos metros del hotel de España, en unos disturbios provocados por los altos precios de las entradas. «Estábamos en un hotel muy alto, quizás en una quinta o sexta planta, y se veía correr a la gente y se oían disparos. Ese momento fue surrealista. Piensas que no puede estar pasando lo que ves. Que eso pasa en las películas. Y sin embargo lo estábamos viendo desde el balcón», dice Orbaiz.

Orbáiz (Foto: RFEF)

Barkero recuerda el olor a neumáticos quemados. Couñago recuerda los gritos: «No éramos muy conscientes de donde estábamos ni de lo que pasaba a veces. Muchas veces preguntábamos y no sé si nos decían la verdad o no». «Creo que muchas cosas ni nos las contaban para no asustarnos», afirma Aranzubia. Estaba prohibido salir del hotel.

Orbaiz recuerda los soldados armados en los pasillos para evitar que nadie saliera y que nadie entrara: «Estaban de vigilantes e ibas entablando relación». Alguno le pidió ropa y él regaló alguna camiseta. Alguno le pidió que se lo llevaran con él a España, primero de broma y después en serio. «La situación vista con los ojos de hoy es muy extraña. Que se celebrase ese Mundial allá supongo que hoy sería imposible», reconoce. Se llevó veinte o treinta barritas energéticas de Navarra, «porque no sabíamos cómo íbamos a comer». Y fueron pocas.

Continúa: «Era comer lo que podíamos. No se respetaba la alimentación propia de un deportista. Recuerdo comer filete con patatas algún día de partido porque no había otra cosa. O jamón. El doctor nos sacaba jamón y embutidos que llevaba en una maleta metálica de la federación. Era sobrevivir, adaptación a los medios, a la inseguridad de que muchas veces la comida no sabías cómo se había cocinado. Íbamos salvando los días cómo podíamos. Y también es verdad que cambiábamos mucho de hotel: cuando te tocaba un hotel un poco peor tirabas de recursos como el jamón, las barritas o lo que podías. Y si en un hotel enganchabas un buen pan comías más pan y si en un hotel enganchabas un buen filete comías más filete y si algún día la pasta tenía buena pinta comías más pasta». Todos perdieron peso entre sudar mucho y comer poco. «La comida era poca y mala», dice Marchena.

Prosigue Barkero: «Un día nos pusieron unos espaguetis que no se los podía comer ni el peor animal. Los tengo en la cabeza aún. He comido espaguetis un millón de veces, pero como esos ningunos. Como esos ningunos. Como esos ningunos». Lo repite hasta tres veces.

Varela recuerda la orden de no beber agua del grifo o no embotellada bajo ningún concepto para evitar posibles enfermedades, además de la orden de dejar las ventanas de la habitación siempre cerradas para que no entraran animales ni ladrones: «En las comidas y las cenas nos ponían jarras de agua con hielo y el doctor las retiraba. Las botellas tenían que estar siempre cerradas».

También recuerda que alguna vez, de camino a un entreno o a un partido, los policías que abrían paso a la expedición hacían circular el autobús en contradirección, haciendo señas con las manos a los coches para que se apartaran. O que una vez había tanto tráfico que empezaron a golpear los coches con látigos para que dejaran paso: «Nosotros flipábamos en colores. Era surrealista».

«El tráfico era terrible y para llegar al estadio había días que tenías que estar una hora y media en el autobús para recorrer diez kilómetros, sobre todo en la capital», añade Barkero. También recuerda el episodio con los látigos: «Nosotros flipábamos. Pensabas: ‘¿Pero qué es esto? Dejadlos en paz’. Porque encima era un embotellamiento increíble: estaban moviendo al coche de delante, pero el coche de delante estaba quieto. Les daba igual si hacían daño a la gente. Tenían que cumplir órdenes y a rajatabla las cumplían».

Orbaiz recuerda haberse duchado más de una vez y de dos con botellas de agua. Todos hablan con asombro de los hoteles en los que durmieron. Y sobre todo del primer hotel de Kaduna, sede de la eliminatoria de cuartos de final ante Ghana. Aquella primera noche en Kaduna las habitaciones eran de dos personas, como en el resto de hoteles. Pero solo tenían una cama, de matrimonio, con «un colchón como una piedra», y los futbolistas tuvieron que dormir juntos. «Ese fue uno de los puntos críticos de la concentración. No por el hecho de dormir juntos, sino porque cada día era un problema. Cada día era un problema nuevo. Ese día era dormir juntos sumado a que en ese mismo hotel quizás habíamos comido o cenado mal o poco. En muchos hoteles había bichos por todas partes. Quizás no en las habitaciones, pero salías fuera y había unos lagartos que eran como cocodrilos. La gente de ahí los veía y ni se inmutaba, como aquí cuando ves una mosca», dice Aranzubia.

Aganzo

Couñago jura haber visto lagartos de medio metro en Nigeria. Marchena, de un metro: «A veces daba miedo entrar solo a la habitación. Entrabas siempre con el compañero para que te ayudara a espantar lo que pudiera haber. Los ruidos por la noche eran un poco desconcertantes».

Esa noche las habitaciones, según rememora Barkero, «eran como bungalows: abrías la puerta y estabas en la calle. Ese día pasamos miedo. Porque dentro de un hotel es más difícil que entre un mosquito, pero ahí sí había peligro real. Ese día pasamos miedo». Muchos durmieron con chándal para protegerse de las picaduras de los mosquitos, de la  malaria. «Y porque no llevábamos cazadora», sonríe Couñago.

La federación presentó una queja oficial ante la FIFA. Tampoco gustó la comida: «Espaguetis y pollo rebozado servidos en unas neveras portátiles redondas y de aspecto lamentable. Pidieron salsa para la pasta y les trajeron aceite en unas bolsitas», informó Mundo Deportivo.

La selección cambió de hotel a la mañana siguiente, pero el ánimo estaba bajo mínimos. Según Couñago: «Fueron situaciones que fueron llenando la botella y al final la botella estalló. Pero no estalló en un conflicto, sino en algo que cada uno pensaba por sí mismo y que se notaba en el ambiente. ‘Si se acaba se acaba y se acabó. Ya hemos hecho bastante. Nadie se esperaba esto. Ya lo hemos dado todo y se acabó’».

«Estuvimos a punto de decir: ‘Nos volvemos a casa y se acabó este sufrimiento. Perdemos el partido de cuartos de final y nos vamos a casa porque no aguantamos más’. Era algo que verbalizábamos entre nosotros, sí, pero no fuimos adonde el cuerpo técnico a decir nada porque sabíamos que luego iba a llegar el momento del partido y lo íbamos a dar todo. Cuando sales al campo todo se olvida y vas a full», argumenta. «La gente echaba mucho de menos casa», asiente.

Continúa Marchena, en la misma línea: «La idea era que no merecía la pena estar ahí. ‘No merece la pena. No hagamos mucho por quedarnos aquí’. Por la edad no teníamos perspectiva y veíamos la vida muy a corto plazo. A esa edad se ve la vida muy a corto plazo y no sabíamos la repercusión que podía tener llegar lejos. Ya no digo ser campeones. Pero sí. Es cierto que la idea en ese momento era: ‘Aquí no aguantamos’.

Cuando entra la competición se olvida todo y quieres ganar. Yo tengo un niño y me enfado cuando pierdo con él y no lo dejo ganar. Así que imagínate en un partido de una competición como un Mundial y con la camiseta de tu país. Pero una vez pasa la competición y es día normal y el partido está lejos te apetece regresar. Lo que te apetece es volver y recuperar tu vida de aquí, tan cómoda, tan placentera. Ahí hay momentos de dudas. Se nos hacía largo estar ahí».

Carlos Lorenzana, preparador físico, y Sáez detectaron ese momento de desánimo y actuaron, con charlas. «Carlos se enteró y nos cantó las cuarenta. Nos dijo que era jodido, pero que había que seguir y que había que crecerse ante la adversidad y que si ganábamos estaríamos en una semifinal de un Mundial y entre todos tiramos para adelante. Pero sí, sí, ese momento de debilidad existió», acepta Barkero. «Nos transmitieron que estábamos viviendo algo único, algo que pasa una vez en la vida. Nos vino bien para darnos cuenta de la realidad, de que estábamos a diez días de poder hacer historia y de que pasarlo mal unos días o no estar todo lo cómodos que queríamos podía valer la pena porque estábamos ante una oportunidad única de hacer algo muy bonito», dice Couñago.

El equipo se sentía en deuda con Sáez: su madre, Marcelina, había fallecido el día 6. Murió de una larga enfermedad y el técnico había podido despedirse de ella antes de viajar a Nigeria, sabiendo que el desenlace era próximo. El técnico contempló la opción de volver a España para asistir al entierro, en Getxo, pero tuvo que descartarla por la complejidad de los enlaces aéreos y se quedó con el equipo, que jugó con un brazalete negro ante Honduras.

«Cuando el míster nos dice que había muerto su madre y que no se iba, a pesar de nuestra juventud y de nuestra inconsciencia, dijimos: ‘Si el míster ante una situación como esta decide quedarse aquí con nosotros nosotros tenemos que hacer todo lo posible para llegar hasta lo más lejos», narra Aranzubia. «Fue un momento de unirnos y de decirnos que el míster lo merecía todo y que todo lo que hiciéramos por él sería poco», profundiza Marchena.

El defensa fue el peluquero de Xavi en Nigeria: «Tenía la costumbre de cortarles el pelo a mis amigos y, claro, estuvimos ahí mucho tiempo y no había peluquero. No sé cómo salió el tema, pero dije que me atrevía. Normalmente pelaba a máquina, pero ahí lo tenía que hacer con tijeras. Con las tijeras del botiquín».

De vez en cuando podían hablar con sus familias. Orbaiz recuda llamar a casa al inicio del Mundial, «pero la llamada fue tan, tan cara que nunca más volvimos a llamar». No recuerda si pagó la llamada con dólares o nairas nigerianas. Aranzubia recuerda cambiar pesetas por nairas: «Me llamó mucho la atención porque por 5.000 pesetas igual te daban 800.000 nairas. No recuerdo las cantidades, pero sí que cambiabas un billete de pesetas por un fajo de nairas que era un taco como de cinco centímetros. Eran una burrada de billetes, pero con eso igual solo podías comprar dos tarjetas para hablar cinco minutos». «Recuerdo que nos dieron una tarjeta de 100 dólares a cada uno para hablar con la familia, pero 100 dólares eran diez minutos. Llamabas dos o tres minutos para decir que todo iba bien y que en tres o cuatro días volverías a llamar. Pero eso duraba nueve o diez días y estuvimos 23 o 24 días», asegura Barkero. La mejor forma para hablar con los de casa, sin móviles ni internet, era mediante los periodistas que llamaban desde España. «Cuando terminábamos una entrevista preguntábamos si por favor nos podían conectar con la familia. Les dábamos el teléfono y ahí aprovechábamos un poco», apunta Marchena.

El 18 de abril España, única superviviente europea, se enfrentó a Ghana, en cuartos. Según la previa de El País, «un adversario de mucho empaque. Es la actual campeona de África, dispone de un equipo muy experto y además está acostumbrada a soportar el calor». Barkero hizo el 1-0 en el minuto 54, pero Ghana empató en el 90′. «Todo, absolutamente todo, lo había puesto España: la clase, el fútbol y el único gol del partido. Pero también la mala suerte. Se disputaba el tiempo de descuento cuando el árbitro señaló un falta cerca del área española. El disparo no tenía otro destino que la barrera. Y a la barrera se fue. Pero resulta que allí se había colado otro jugador ghanés, en cuyo rostro impactó el balón. Al suelo se fue, dolido, el futbolista africano y a la red el balón. Media hora después, tras la prórroga, los penaltis pusieron las cosas en su sitio», relató la crónica de El País. Xavi, Lombardero, Yeste y Jusué anotaron sus penaltis, pero Gabri había fallado el cuarto lanzamiento español. Ghana tenía la clasificación a un paso, pero su quinto tirador falló y la tanda se decidió en la muerte súbita. Hicieron falta 18 penaltis.

Bermudo, Marchena, Orbaiz y Varela no fallaron: «Yo no esperaba tirar y recuerdo los nervios de pensar que si fallaba se iba el Mundial», reconoce Varela. Casillas, titular contra Honduras y contra Ghana, detuvo el noveno penalti de Ghana y dio el pase a España. España no vio ese penalti porque un apagón cortó la señal televisiva. Se oscurecieron las pantallas y solo la voz del comentarista sacó a los espectadores de dudas. Nada sorprende en el Mundial del disparate. Ya ayer, antes de que la televisión se quedara sin imágenes, se había producido otro apagón, esta vez en el estadio, que se quedó a oscuras durante diez minutos. El problema es que no resulta un hecho aislado, por cuanto no fue el de España el primer partido que se quedó sin luz. En su momento a la FIFA le pareció que Nigeria podría ser un magnífico anfitrión de este Mundial. Pero desde el inicio todo lo ha gobernado el caos», dijo El País. «No debe sorprender en un Mundial lleno de historias propias de Mortadelo y Filemón», añadía.

En los primeros días del Mundial un directivo de la compañía nacional de electricidad de Nigeria había estado entre la vida y la muerte «tras ser apalizado por aficionaos enfurecidos por los cortes de fluido que les impiden seguir los encuentros por TV sin sobresaltos», según Mundo Deportivo.

Sobre el apagón que dejó el estadio a oscuras al filo del descanso del partido contra Ghana Mundo Deportivo explicaba que «el corte no se subsanó antes porque si se hubieran vuelto a prender los cuatro focos gigantescos sin haberlos dejado enfriar hubiesen podido explotas». Esos días Mundo Deportivo también hablaba del aburrimiento de los jugadores y sus métodos para combatirlo: «Un día, Xavi, bromista donde los haya, y Coira, el tipo más despistado del mundo, estaban aburridos y para evitar depresiones, a Coira se le ocurrió montar un striptease en la habitación de Varela. Los demás se morían de la risa». «Pablito era un fenómeno, un máquina», rememora Varela.

Vuelve a coger la palabra Barkero: «En el partido contra Ghana nos dimos cuenta de que íbamos a ser campeones. Yo tuve claro que ese era nuestro torneo y que ese equipo iba a ser campeón. El cambio de chip al acabar fue tan tremendo que todos empezamos a decir que teníamos que ser campeones. Ya no quedaba otra. Porque ahí ya sí que nos teníamos que quedar sí o sí una semana más. Porque teníamos que jugar la semifinal y si perdíamos había el partido por el tercer puesto. Ahí ya había una fecha de caducidad». «En ese partido nos sentimos invencibles. Cambió el chip: del ‘ya está, ya podemos perder’ al ‘ahora vamos a por todas’», confirma Couñago.

Tan seguro estaba el equipo de sí mismo que en la previa de la semifinal Orbaiz, «el Bakero del Dream Team» según Sáez, dijo: «Ganaremos a Mali y después nos colgaremos el oro». Antes del partido con Mali el seleccionador celebró que «supimos levantar la moral de unos futbolistas que estaban hundidos y que ahora están en el mejor momento. Cansados físicamente, pero tan estimulados que difícilmente quedaremos fuera de la final». En la víspera también habló Xavi: «Nos ha costado tanto llegar hasta aquí que ahora no podemos volver sin el oro».

España también encarriló la semifinal en la primera media hora, con dos goles de Varela: uno a los 67 segundos y uno a los 26 minutos. «Junto con mi debut como verdinegro ha sido el día más bonito de mi vida», dijo después del partido. «Es un día de los que no se olvidan, de los que siempre están en la memoria», dice ahora. Mali marcó el 2-1 en el 52′, pero Xavi sentenció en el minuto 90. «Pasé miedo cuando el cuarto árbitro levantó el cartel que indicaba que se añadían cinco minutos. En cinco minutos más ante un rival africano puede pasar de todo», afirmó.

«Estos chicos hacen bien sus deberes, responden correctamente a los problemas y escriben con buena letra. No parecen estrellas, no llaman la atención individualmente, pero son impecables en el trabajo. El grado de solvencia de la selección se puede medir por la claridad con la que han dejado atrás a Brasil y a medio continente africano», resaltó Lluís Gómez en la crónica de El País. Según Mundo Deportivo, «el fuerte viento de la segunda parte se llevó la marquesina de plástico que cubría el banquillo de España. Ésta actuó de blanco a petición de los árbitros: ellos iban de rojo y no querían cambiarse».

En la otra semifinal Japón dio la sorpresa al batir por 2-1 a Uruguay. El conjunto charrúa, con Fabián Carini bajo palos y Diego Forlán y Javier Chevantón en ataque, había eliminado a Brasil en cuartos de final, con un gol de Fabián Canobbio en el 86′, y a Paraguay en octavos de final, en otra larga tanda de penaltis que se decidió por un fallo de Roque Santa Cruz. Japón había llegado a semifinales después de vencer a Portugal (Simão Sabrosa y Marco Caneira) en octavos, por penaltis, y a México en cuartos. Dijo el entrenador mexicano, Jesús del Muro: «No es cierto que hayamos caído en los cuartos de final por culpa de las mujeres y del vino. Si alguno de los muchachos hubiera participado en una fiesta así hubiera sido expulsado. Las normas son muy estrictas y no se toleran este tipo de aventuras».

Una crónica de un periodista japonés recogida por Mundo Deportivo denunciaba que «decenas de prostitutas negras se mueven cerca de las habitaciones de nuestros jugadores con malas intenciones» y pedía al seleccionador «vigilar día y noche a los jugadores hasta después de la final. Si lo consigue seguro que ganaremos a España». Philippe Troussier, el técnico nipón, se había quejado de que «a partir de las 5 de la tarde van llegando 200 señoritas que no hacen más que subir y bajar por las escaleras». La noticia de Mundo Deportivo decía que «el sexo oral en la capital africana cuesta una media de 1.000 pesetas y en Tokio es difícil conseguirlo por menos de 70.000».

En la previa de la final de El País Txiki Begiristain, entonces jugador del Urawa Red nipón, avisaba que «la selección japonesa cuenta con buenos jugadores» y añadía que «algunos futbolistas tienen una gran calidad, especialmente Ono, una especie de Iván de la Peña con pelo».

Pero Ono no pudo disputar la final por sanción. «De los días previos recuerdo la ilusión de estar en una final y que veníamos de jugar contra Brasil y Ghana, dos potencias, y de haber eliminado a Mali, otra de las selecciones africanas fuertes, y que encontrarte a Japón te daba cierto respeto porque no impone lo que podrían imponer Alemania o Argentina, por ejemplo, pero si estaban ahí era por algo», argumenta Couñago. Recuerda que antes del partido un medio de comunicación reunió por teléfono algunos jugadores con algunos futbolistas de la selección sub20 que habían disputado la final del Mundial de 1985, con derrota ante Brasil por un gol en el minuto 92 y en la URSS. España había sido cuarta en la edición de 1995, jugada en Catar.

Antes del partido, el sábado 24 de abril a las 6 de la tarde, Mariano Rajoy, presente en Nigeria por su condición de ministro de Educación y Cultura, se acercó a Couñago para darle El Faro de Vigo, con una foto de su familia en la portada: «Pensé: ‘Hostia. ¿Qué pasa aquí? ¿Qué hacen en la portada?’ Fue impactante. Nosotros sabíamos que estábamos haciendo ruido, pero desconocíamos la que realmente estamos liando en España».

Antes del partido alguna persona de la expedición española le informó de que si marcaba dos goles podía ganar la Bota de Oro. La ganó. Marcó en los minutos 14 y 30: fueron el 2-0 y el 3-0. Durante la celebración del primer gol se secó el sudor con el banderín de córner. Barkero había adelantado a la selección española en el minuto 5: 13 de los 16 goles de España en Nigeria fueron en la primera parte. El 16º fue en el minuto 51 del encuentro ante Japón, obra de Gabri a pase del propio Couñago. España se coronó campeona vestida de blanco. Más de 35.000 personas vieron el partido en directo, en Lagos. 4.500.000 españoles vieron el partido en directo por Televisión Española.

Sigue Couñago: «Me robaron la mitad de la fiesta porque me tocó el doping. Sí la viví, pero no fue igual. Recuerdo estar con Marchena y dos japoneses y que nosotros intentábamos acabar lo antes posible. Me cambié la equipación entera con uno de los japoneses, el número ’10’. Todavía la tengo aquí». «Me cogieron nada más pitar el árbitro y no tengo ningún recuerdo de la celebración. Recuerdo pelearme con el de la FIFA para que me dejara ir. No entendía que no me dejaran disfrutar. Encima me llevó mucho rato porque había perdido mucho líquido y no podía mear porque estaba deshidratado. Me era imposible», rememora Marchena.

Orbaiz alzó la copa: «Es un momento para toda la vida. Quizás sea uno de los momentos más especiales que me ha tocado vivir. Ya no deportivamente, sino humanamente. Para mí fue increíble. Y cada vez me hace más ilusión». Fue la primera copa que entregó Joseph Blatter como presidente de la FIFA, según CIHEFE.

Mientras tanto Lluís Gómez cerraba la crónica de El País: «Hecho está. Con la diligencia de costumbre, sin dudas de su parte, pero con una firmeza fuera de lo común en el acto decisivo. No es habitual firmar una goleada en la final, cerrar un campeonato sin conceder un átomo de esperanza al rival, dejarle tan claro a Japón que había llegado demasiado lejos. España se adjudica sin discusión posible el Mundial juvenil, el primero de su historia, gracias a la cosecha del 79, que se bautiza con todos los honores, con una mención especial en su etiqueta: suceda lo que suceda con estos chicos en el futuro, se estanquen o progresen, disfruten de una vida discreta unos, alcancen la élite otros, nunca se les olvidará que fueron campeones del mundo, que fueron los primeros, que otros no hubo hasta que llegaron ellos, que a su manera fueron pioneros. Su éxito abrirá un debate momentáneo, la estéril discusión entre canteranos y racionalistas, un detalle costumbrista muy propio del fútbol español».

«Ahora vendrá a empujones la promoción mediática de estos chavales, de estos personajes anónimos hace apenas un mes, de estos ahora, ya, campeones del mundo, los únicos del aparatoso fútbol español. Sabremos de sus padres y de sus madres, de sus aficiones e inquietudes, de sus estudios quien los tenga, de su ingenua aspiración por llegar a la Primera División un día de estos, a la élite, los coches lujosos y los contratos de nueve cifras. Llegarán hoy a Madrid y podrán leer cuanto se escribe de ellos, cómo les persiguen los cámaras, cuán populares son. Es la fama a los 20 años, la fama que otros viven con rutina en otros sitios y ellos no entienden por qué hay que esperar tanto por estos pagos. Qué bien les va a saber… aunque sea efímera para sus merecimientos: dentro de una semana les espera la rutina, si acaso una entrevista en el periódico local», concluía el texto.

En la rueda de prensa posterior el entrenador japonés subrayó que «ningún equipo habría podido derrotar a España en esta final» y Sáez dedicó el título a su madre: «Me estará viendo desde allá arriba. Mi medalla de oro está en el cielo». Rajoy, según la hemeroteca, explicó: «Aznar me pidió que viniera, pues era un momento muy importante para España».

Y Ángel María Villar subrayó que ese éxito debía servir «para reivindicar que los equipos de Primera den más oportunidades a los chavales». Xavi dijo: «Ahora podemos reivindicar que podemos jugar en Primera, en cualquier equipo. Yo vuelvo al Barça, un equipo con muchos holandeses. Pero esta victoria reivindica la calidad del fútbol español». Con la medalla en el cuello le dijo a Gabri: «Pellízcame, a ver si es verdad». En el palco Michael Platini le había preguntado a Franz Beckenbauer quién era ese ‘8’ de España «tan fantástico».

En la celebración del título en el vestuario los futbolistas gritaron: «¡Menos extranjeros y más españoles!». «Espero que ahora los clubes miren más a las canteras y no haya tantos extranjeros», enfatizó Varela al aterrizar en el aeropuerto de Sevilla. De hecho una semana antes del Congreso había aprobado con 294 votos a favor y cuatro abstenciones una proposición no de ley del PSOE «para reducir el número de extranjeros no comunitarios en los clubs de fútbol españoles».

Rajoy afirmó en el pleno que «el número de extranjeros es demasiado grande». El triunfo en el Mundial abrió la puerta a días de reivindicar el talento nacional. De apostar por la autarquía futbolística: «Algunos de ellos eran promesas ayer y hoy, convertidos en evidentes realidades, merecen ser el mañana de nuestros equipos de Primera y Segunda División, eternamente empeñados en buscar lejos de nuestra tierra jugadores peores que los que ahora, como antes, surgen ante sus narices», afirmaba una carta al director publicada en El País ese abril.

Javier Clemente, seleccionador absoluto hasta el año antes, aseguró: «Este campeonato debe suponer una reflexión para todos y en especial para los presidentes. Ellos son los que tienen que fijarse en el éxito de los chavales y darles más oportunidades a los de casa. De lo contrario poco se puede hacer. De momento, hay demasiados extranjeros en el fútbol español y por tanto pocas oportunidades van a tener los futbolistas de la cantera».

La noche de ese 24 de abril se celebró la cena oficial y se entregaron los trofeos individuales. Couñago recibió la Bota de Oro y, sin esperarlo, el Balón de Bronce: «Recuerdo levantarme para coger el trofeo de pichichi, sentarme y que volvieran a decir mi nombre. No entendía nada». Al recoger el título y los dos premios pensó en su padre, fallecido ocho antes. También fue incluido en el once ideal del campeonato, junto a Marchena y Xavi.

Todas los pronósticos auguraban que el Balón de Oro sería para Xavi. En una encuesta de Mundo Deportivo todos los integrantes de la selección señalaban su nombre como el MVP del Mundial a excepción de Casillas (Marchena), Jusué (Barkero), Barkero (Gabri), Aganzo (Varela) y el propio Xavi (Gabri). Y Sáez reconoció que «sabe más de fútbol que yo» y que «es el mejor con diferencia y además ha evolucionado muchísimo este año. Tiene una musculatura impresionante. Es mil veces mejor que Iván de la Peña». Pero el Balón de Oro fue para Seydou Keita.

Así lo vivió Orbaiz: «No sé si era una condición o un mandato que alguna jugador africano fuera el MVP o alguna selección africana ganara el Mundial, pero sin ninguna duda el MVP fue Xavi. Lo que hizo Xavi en ese Mundial fue tan, tan insultante y tan, tan clave en el éxito de la selección que no tenía sentido que alguien que no fuera él tuviera el Balón de Oro. Keita fue espectacular, pero es que Xavi fue increíble». Los futbolistas españoles se levantaron de sus asientos en señal de disconformidad. «Fue muy bestia», resume Couñago.

Después de la cena Óscar Washington Tabárez, técnico de la FIFA en ese Mundial sub20, interrumpió una partida de billar de Xavi y sus compañeros. Según Mundo Deportivo, «se lo llevó a un aparte y charló con él durante diez minutos. Sencillamente le pidió perdón «porque sin duda con muchísima diferencia has sido el mejor jugador del Mundial». Además comentó al azulgrana que el día anterior «todos los técnicos de la FIFA ya le habíamos elegido». «Pero hablar de la FIFA es hablar de política. Los equipos africanos se tenían que llevar un premio y se decidió que fuera ese. Fue una decepción para Xavi», escribió la periodista Cristina Cubero.

El día después comieron paella en casa del embajador español en Nigeria: «Decíamos en broma que nos tenían que haber llevado ahí a vivir. Devoramos la paella. Fue increíble. Fue volver a la normalidad estando en Lagos. Estuvimos en un oasis de Lagos», acentúa Barkero. Aranzubia ríe: «Era una paella gigante. Después de estar un mes sin comer algo decente quizás nos supo mejor de lo que era». «Dije: ‘Hostia, esto no es lo que yo he visto aquí durante un mes. Esto es diferente. Este barrio es muy diferente’», explica Marchena. Él, Xavi y Casillas serían campeones del mundo absolutos en 2010: «A nivel deportivo puedo decir con rotundidad que me dio más a Nigeria que Suráfrica. Me cambió más la vida ser campeón del mundo sub20 que ser campeón del mundo absoluto, por el aldabonazo que nos dio. Las vidas van cada una por su destino, pero casi todos tocamos el fútbol profesional».

Los jugadores recibieron un total de 3.650.000 pesetas en primas. «No me acuerdo de qué hice con la prima, pero se lo daría a mi madre. Siempre lo llevaba a casa», cuenta Orbaiz. Couñago, que poco antes había aprobado el carné de conducir, se compró un BMW Serie 3, «mi primer coche», con las primas de la federación y de Umbro, su patrocinador.

La sede en España estaba en Redondela, su pueblo. «Un año antes se firmó un contrato con mi agente. Yo no lo había visto en mi vida, pero sabía que tenía 50.000 pesetas o así por partido jugado con la selección. Un día fui a Umbro para saludar, enseñar los trofeos y tal porque me llevaba muy bien con ellos. Me esperaba recoger 300 o 400.000 pesetas y de repente me encontré con más de un millón, porque mi agente había puesto unas primas increíbles por si ganaba el Mundial y por si era el máximo goleador. No lo recuerdo, pero era algo así como medio millón por ser campeón y medio millón por ser pichichi. Yo ni siquiera sabía que tenía esas primas», dice.

España levanta el título de campeona del mundo sub’20 (Foto: RFEF)

Perdió el avión de vuelta a Vigo por una entrevista en un telediario. Admite que se dio cuenta de la repercusión y de la magnitud de lo conseguido al aterrizar en Madrid y recuerda con felicidad la llegada a casa, tras tantos días: «Llegué a Redondela que parecía no sé qué. Nunca pude imaginar llegar al aeropuerto y encontrarme tanta gente. Fue un momento feliz para todos, con un pero para Marchena: «Me puse malo al llegar y la duda era si traía malaria. Era blanco y en botella porque los síntomas eran de malaria y llegaba de ahí, pero no lo fue. Quizás me puse malo de lo mucho que comí cuando llegué». Nada más pisar Barajas tras 14 horas de aviones, Rubén Suárez dijo: «Lo primero que haré nada más llegar a Gijón será celebrarlo con una buena fabada y una sidra de la tierra».

Concluye Barkero: «Somos de la generación que creció con Oliver y Benji y su ilusión de jugar un Mundial. El sueño de Oliver siempre era jugar un Mundial y te identificabas mucho con esa historia. Ahora me pongo a pensar en lo que he hecho y a veces me digo: ‘Hostia, es que yo jugué un Mundial. No, no jugué un Mundial. Gané un Mundial’. Es la ilusión de todo crío pequeño. Se está jugando un partido de fútbol en cualquier campo de fútbol del mundo y todos los que están ahí sueñan con jugar un Mundial. Pues nosotros lo jugamos y ganamos. Y encima con un gol mío en la final. El primero. Y encima después de haberlo pasado mal. En ese momento no cabía en mí mismo. Fue increíble. En ese momento de tu vida eres un elegido. 500 millones de personas más querrían estar en tu sitio. Y tú eres el elegido para estar en ese momento concreto. Es la hostia si lo piensas. En ese momento no lo piensas, pero ahora sí. Ahora lo pienso y digo: ‘Buah, la suerte que tuve fue increíble’».

Y mientras tanto Lea, Pau y Eira, sus tres hijos, hacen carreras por los pasillos. El que gana se lleva la copa.

Un comentario

  1. Gran repaso, es una pena que los 25 años de este éxito fundacional estén pasando casi totalmente desapercibidos. Hay material de sobra para libro o serie documental. Veremos el Vintage que anuncia TVE, aprovechando que Paco Grande estuvo allí.

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