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Aleksandr Sizonenko: El triste destino del Gulliver soviético.

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No fue una superestrella del deporte. De hecho, ni siquiera llegó a ser internacional con la selección de la URSS. Pero su vida merece ser recordada. Fue invitado a un programa sobre las personas más inusuales del mundo y a filmar una película. Se le ofreció una alta cantidad de dinero por su cuerpo después de su muerte. Entró en el libro Guiness de los Récords como el hombre más alto de la URSS. En el momento de fijar el récord su altura era de 239 centímetros y, al final de su vida, alcanzó los 245. Era 30 centímetros más bajo que Robert Wadlow, el hombre más alto de la historia, pero a cambio vivió 30 años más que el norteamericano. Sucede que a pesar de su popularidad, Sizonenko podría reclamar el título de persona más desafortunada del mundo. La felicidad fue un invitado de corta duración en su vida ¿Por qué su destino fue tan trágico?.

Infancia

Hasta lo más profanos en geografía habrán escuchado en los últimos meses hablar del pueblo ucraniano de Zaporozhye, enclavado en la región de Kherson, la pequeña patria de Aleksandr Sizonenko. En la región vecina de Nikolaev, hubo un homónimo, el escritor Aleksandr Sizonenko que vivió durante 93 años. El 21 de marzo de 1958, en el seno de una familia común formada por un operador de máquinas y una dependienta, llegaba al mundo el protagonista de nuestra historia. Su crecimiento fue el de un niño cualquiera en sus primeros años de vida. La vida familiar se desarrolló con tranquilidad hasta el día en que descubrieron que su hijo crecía muy rápido.

A diferencia de su hermano mayor, de estatura y físico estándar, el crecimiento de Aleksandr parecía corresponderse con una historia extraída de un cuento de hadas. Con 11 años había alcanzado los 170 centímetros de estatura. Por razones que no estoy en condiciones de esclarecer, sus padres tardaron tres años en llevarle a un médico. Con 14 años Aleksandr se acostó por primera vez en la mesa de operaciones. Un año después, llegó la segunda operación, ambas con trepanación del cráneo. Fue diagnosticado con acromegalia, una enfermedad asociada con la disfunción de la glándula pituitaria anterior. Pero no puede decirse que la cirugía fuese de gran ayuda: la predicción médica fue que a Sizonenko le quedaban unos 20 años de vida.

Inicios en el deporte

Como suele suceder en estos casos absolutamente inusuales, los deportes acudieron al rescate. Empezó en el baloncesto de forma accidental. Concluida la escuela, comenzó su formación como electricista sin pensar ni por un segundo en una carrera como atleta. El punto clave de sus inicios en el deporte se encuentra el día en el que de alguna manera tuvo que acudir a Novaya Khakhovka, y a la hora de regresar a casa, acabó en el mismo autobús que el equipo del Spartak de Nikolaev. El entrenador no pudo resistirse a los encantos que un tío de casi 220 centímetros ofrecía, así que se acercó a Sasha, habló con él y le invitó al equipo. Pero el rumor de la presencia de un gigante de su tamaño, pronto llegó a oídos de uno de los muchos ojeadores que poseía Vladimir Kondrashin, entrenador del Spartak de Leningrado. Como resultado, sin haber jugado un solo partido en Ucrania, Sizonenko acabó en otro Spartak, en este caso el de Leningrado, la única oposición real al CSKA en los años setenta.

Sizonenko en Leningrado

Kondrashin y Sasha Belov, los dos campeones olímpicos en 1972, le tomaron bajo su protección y rápidamente Sizonenko demostró en la cancha que no era indigno de jugar en aquel Spartak. En su primer entrenamiento, asombró a propios y extraños anotando 19 tiros libres sin fallo, lo que dejó perplejos a sus compañeros, puesto que en aquel entonces no era habitual encontrar jugadores altos con un buen tiro de media distancia. Se estimaba que aquel gigante que a los 17 años medía 2,17 tendría un gran futuro, pero las cosas no resultaron ser exactamente así.

Desde 1976 hasta 1978, jugó con dignidad en el Spartak donde no tardó en abrirse paso hasta el equipo principal. En el equipo de Kondrashin logró ser plata en el campeonato de la URSS y ganar la Copa de Rusia, no obstante no pudo conservar por mucho tiempo su lugar en el equipo. El innovador Kondrashin buscaba en ese momento que el Spartak mostrase un juego más rápido, un estilo en el que Sizonenko no podía encajar. Disponía de un inusual buen juego posicional y un buen primer pase, pero en verdad Kondrashin siempre confió más en Silantyev como sustituto de Sasha Belov. Pudo haberse asentado entre el grupo de jugadores con buen futuro de no haber sido por el incidente que marcó el final de su estancia en Leningrado.

En 1978, a la edad de 26 años, fallecía Sasha Belov a consecuencia de un angiosarcoma en el corazón. La tragedia provocó un endurecimiento en los controles médicos para deportistas con problemas de salud. La muerte de Belov golpeó doblemente a Sizonenko: no solo perdió a su mejor amigo y mentor en el equipo, debido a su problema en la glándula pituitaria, el Spartak le rechazó. Kondrashin le aconsejó irse a un equipo provincial donde le sería más fácil pasar desapercibido y jugar. Por consejo del venerable entrenador, Sizonenko se mudó a Kuibyshev, la actual Samara.

Etapa en el Stroitel de Kuibyshev

En 1978 el Azot de Togliatti se trasladó hasta Kuibyshev. Aquel equipo estaba liderado por Genrikh Primakov, un entrenador con una gran reputación después de haber hecho bastante ruido en la Primera División Femenina con el Novosibirsk Sibiryadka. Un entrenador con altas miras que logró convencer a los propietarios del equipo renombrado como Stroitel de Kuibyshev para luchar por dar el salto a la gran liga soviética. El conocido árbitro Oleg Gorbatov, le aconsejó incorporar al gigante procedente de Leningrado, así que gracias a la mano de uno de los mejores colegiados de la URSS, a los 20 años de edad, Sizonenko acabó a orillas del Volga. Con su llegada el Stroitel se convirtió en un equipo más diverso y rico tácticamente.

En la baraja de Primakov, Sizonenko era el as ganador. Con su inestimable colaboración en dos años el Stroitel irrumpió en lo más alto del baloncesto soviético. Nunca llegaron a luchar por las medallas, aunque eran un equipo capacitado para darle un susto a cualquiera. Tkachenko, Belostenny, Sabonis, Derugin… todos los grandes pívots soviéticos fueron alguna vez taponados por Sizonenko. En cierta ocasión, cuando Tkachenko todavía jugaba en Ucrania en otro Stroitel, en este caso el de Kiev, sólo pudo anotar dos puntos en un partido ante Sizonenko. Estaba acostumbrado a dominarlos a todos, hasta que se encontró con el «Himalaya» que representaba Sizonenko. Ante Sabonis hizo en una ocasión 42 puntos en Lituania. Fue en un partido amistoso que se jugó sin apenas espectadores en las gradas. Brezhnev había muerto justo antes del partido.

Hay una extendida leyenda que sugiere que en esos años Aleksandr Gómelski le invitó a ir con el equipo nacional a unos partidos amistosos a disputar en Puerto Rico, planes cancelados por unos supuestos problemas de visados. Sin embargo, traspasada la pregunta por estos acontecimientos a Vladimir, hijo del legendario técnico, la respuesta no da lugar a concesiones narrativas: «Mi padre nunca planeó incluir a Sizonenko en la selección nacional. El estado de salud de este pívot era bien conocido por todos los entrenadores de la URSS».

Últimos años en Kuibyshev

En 1985 falleció Primakov. Ese hecho coincide con la entrega de un apartamento de dos habitaciones en un edificio en el centro de Kuibyshev. Pero el dolor era ya insoportable. Con los años las lesiones en las piernas se agravaron, después llegó un fallo hormonal. Tampoco puede decirse que los sucesores de Primakov estuviesen particularmente interesados en la salud de un jugador que había sido clave en el equipo. En resumen, después de concluir la temporada 85-86, Sizonenko decidió abandonar el deporte.

Quizás en otro país hubiese recibido una pensión vitalicia de acuerdo a su condición de persona excepcional y única. Pero en plena «Perestroika», las autoridades de la URSS lo juzgaron de forma distinta, asignándole una modesta pensión de 63 rublos y 50 kopeks soviéticos. Un pensionista común ganaba alrededor de 100 rublos mensuales. En el Stroitel había disfrutado de un salario de 250 rublos mensuales, el nivel salarial propio de un jefe de empresa de la URSS. Para nuestro «Gulliver», el problema no estaba tanto en comprar ropa como en comer regularmente con la pequeña pensión con la que luchaba por sobrevivir.

A lo largo de los años dedicados a los grandes deportes, Sizonenko no acumuló capital. Y nadie le reclamó en la vida posterior al baloncesto. No encontró trabajo a pesar de disponer de dos diplomas: uno de una escuela técnica vocacional en la que se graduó en Ucrania antes de pasar al baloncesto; el otro de la facultad planificada del Instituto Económico de Kuibyshev. Pero solo la generosidad de sus compasivos vecinos alimentaron a Sizonenko. Narraba en Samarskiye Izvestia su amigo Serguéi Volkov las visitas que Sizonenko le hacía.

Por sentido de la dignidad, rechazaba la cortesía de su vecino hasta que casi con lágrimas en los ojos admitió: «Hay falta de dinero para comer». Volkov tomó la iniciativa y en 1987 apareció en Sobesechnik un artículo suyo que conmocionó a toda la URSS. Funcionarios de todos los niveles entraron en razón y a Sizonenko se le otorgó una pensión de 120 rublos. También se le dio una nueva cama, un sastre local le hizo un traje a medida y los médicos comenzaron a tomar cuidado de su salud. El estudio de TV local de Kuibyshev filmó una película titulada Es difícil ser Gulliver, proyectada en los cines como un cuento de hadas con final feliz. Incluso una estudiante de Leningrado llamada Svetlana Gumenyuk, corrió a Kuibyshev lista para ayudar al gigante en apuros. Después de un tiempo, Aleksandr y Svetlana contrajeron matrimonio.

Salida de Kuibyshev hacia San Petersburgo

Antes de que en 1992 Kyubyshev devolviese su nombre a Samara, a Sizonenko le llovieron invitaciones para varios espectáculos: el estudio de cine checo «Barrandow Film» le invitó a interpretar el papel de gigante en la película The brave little tailor. El famoso médico alemán Gunther Von Hagens le invitó a ir a Alemania bajo el falso pretexto de recibir tratamiento médico, pero en realidad resultó que Hagens no le necesitaba con vida. Quería quedarse con su cadáver después de su muerte para exhibirlo en su infame museo.

Le ofreció una pensión vitalicia de 400 marcos alemanes al mes a cambio de su cuerpo después de muerto. También unos 100 marcos para su esposa e hijo. Aunque no tenía dinero, Sizonenko, hombre de profundas creencias religiosas, respondió con una categórica negativa: «Soy una persona creyente. Quiero ser enterrado como todo ser humano. No me van a exhibir como si fuese un espantapájaros», fue su respuesta. Jamás se retractó de sus principios, ni siquiera en los tiempos más oscuros. La historia no acabó ahí: pasado un tiempo Hagens elevó su oferta: 40,000 marcos inmediatamente, y otros 400 mensuales para el resto de su vida. Sucede que los principios de Sizonenko no podían comprarse con dinero.

Cinco años de matrimonio feliz pasaron volando. Pero la prosa de la vida resultó ser mucho más complicada. No había suficiente dinero para vivir, por lo que tuvieron que pedir prestado. El dinero se fue tal como vino, y a la hora de la verdad, pagaron con un cheque falso. Descubierto el engaño, se abrió un caso penal contra Svetlana en el que recibió varios años de libertad condicional como castigo. La pareja vendió el apartamento, y regresó a San Petersburgo. El dinero restante fue invertido sin éxito en una constructora que al poco tiempo quebró. Los rublos sencillamente volaron.

Vida en San Petersburgo

Durante un tiempo, Sizonenko vivió junto a su mujer y los padres de ella en el pueblo de Gorelovo dentro de un hogar sin agua caliente ni calefacción. El padre de esposa estaba en contra de tal convivencia y varias veces puso las cosas de Sizonenko en la puerta creyendo que el gigante trataba de ocupar su espacio vital. Al final, tuvo que alquilar un apartamento. No había mucho dinero, de tal forma que a pesar de ocupar las habitaciones más baratas no pagaban el alquiler, esperando la comprensión de los propietarios.

Ese fue el punto de inflexión en una vida familiar que se resquebrajaba. Después del nacimiento de su hijo en 1994, Svetlana se divorció de Sizonenko. Se quedó solo y únicamente pudo ser rescatado por el Comité de Deportes de la Ciudad de San Petersburgo y el apoyo personal de la tricampeona olímpica Tatiana Kazankina. Consiguieron una habitación para «Gulliver» en un departamento comunal de las autoridades. El problema era que los techos eran tan bajos que el gigante decidió cambiar la vivienda por dos habitaciones en una casa construida en el año 1882 ubicada en la esquina de las calles Vosstaniya y Uliana Grumova.

La Tortura de vivir

Las únicas alegrías que la vida le ofrecía a un Sizonenko que se movía con dificultad con la ayuda de unas muletas, eran los recuerdos de los logros deportivos de su juventud y las visitas de su hijo los fines de semana. En el año 2007, Sizonenko apareció en un torneo femenino en San Petersburgo. Le llevaron a saludar a unos viejos colegas del Stroitel de Samara. Para la prensa fue un shock. ¿Cómo sigue vivo Sizonenko? Incluso los médicos de Kuibyshev predijeron una corta vida para él. Y contra todo pronóstico, Sizonenko todavía luchaba por vivir. Fue terrible mirarle a la cara ese día.

Nuevamente, parecía la momia encorvada con ropa andrajosa y zapatillas gastadas. ¡Pero qué feliz se puso aquel día por poder ver a sus antiguos amigos de Samara! Una oleada de publicaciones recorrió de nuevo Rusia. El viejo Spartak de Leningrado estaba vivo en esos momentos. Funcionarios y fundaciones benéficas locales comenzaron de nuevo a preocuparse. Sus viejos amigos de Samara también respondieron a la llamada. Desafortunadamente, la ayuda llegó tarde. Cuando volvió a enfermar, le pusieron en pie de nuevo, pero por desgracia, no por mucho tiempo. El Spartak le envió a un centro de rehabilitación, pero unos días después, regresó a casa; no había dinero ni para el tratamiento ni para tener a una enfermera cerca. Volvía a estar solo con la única compañía de los cuervos de una muerte que Sizonenko presentía inmediata.

Sizonenko y Georg Wessels (Wikipedia)

Durante sus últimos días de vida estuvo irritable y enojado. Su ex-compañero en el Spartak Mijaíl Silantyev recuerda que en el momento en el que le llamó para decirle que llevaría unos ungüentos más tarde lo previsto, escuchó una enojada respuesta: «No tienes que venir. Moriré aquí solo. No necesito a nadie». En Nochevieja del año 2010, Sizonenko ya no pudo levantarse de la cama. Su cuerpo agotó sus recursos. El día después de Año Nuevo se entregó a su fatal destino: casi dejó de comer y beber. Murió mientras dormía, de la misma forma en la que vivió; en silencio, sin molestar a nadie, haciendo casi literalmente honor a Anton Chéjov cuando escribió «del mismo modo en el que estaré solo en mi tumba, vivo esencialmente solo». A su lado solo estaba su hijo Sasha , de 17 años de edad.

Los médicos dijeron que se desprendió un coágulo de sangre. Seguramente tengan razón, aunque es bastante probable que la inhumanidad de nuestro mundo tuviese también algo que ver. Para todo el planeta hubiese sido una persona única, en Rusia solo fue uno más entre tantos. El dinero para su entierro fue recolectado de forma espontánea. Reunieron todo el que pudieron. Para un ataúd de su tamaño pedían 120.000 rublos. Solo se llegaron a reunir 80,000 rublos.

-Tengan compasión. Que la falta de un poco de dinero no impida enterrar a nuestro amigo- imploraron en la funeraria.

– Estos son sus problemas- escucharon en respuesta.

Así es el mundo en el que vivimos. Aleksandr Sizonenko fue enterrado en el cementerio del Norte de San Petersburgo, no muy lejos de donde descansan para siempre Vladimir Kondrashin, Aleksandr Belov y otros veteranos del Spartak. Solo unas pocas personas fueron a despedirse de él.

2 Comentarios

  1. Google Translator funciona fatal últimamente.

  2. Pingback: La adopción y la genealogía del abandono - Jot Down Cultural Magazine

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