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Qué mal ha envejecido la lona de Laporta en el Bernabéu

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Laporta y Pere Aragonès en el palco del Girona
Laporta y Pere Aragonès en el palco del Girona (Foto: Cordon Press)

Cuatro años después de que Joan Laporta colgara una lona gigantesca enfrente del Santiago Bernabéu en la que se podía leer «Ganas de volver a veros» el presidente presenció desde el palco del estadio Montilivi cómo el Girona marcaba cuatro goles a su equipo, le arrebataba la segunda posición en la tabla y propiciaba que el Real Madrid se proclamara campeón a cuatro jornadas del final.

El cuatro es, sin duda, el número. Cuatro le marcó el PSG en Montjuïc para echar al Barça de la Champions, cuatro el Madrid para ganar la Supercopa y cuatro el Athletic para hacer lo propio en la Copa del Rey. Cuatro años cumplirá Laporta también el que viene como máximo dirigente azulgrana y el asunto pinta tan malamente, resulta tan deprimente, que echando la vista atrás, a aquella lona, da hasta cierta lástima lo mal que ha envejecido.

No hace falta irse tan lejos, tan solo retroceder dos semanas, para acordarse de un Laporta eufórico, emocionado hasta las lágrimas, en la rueda de prensa en la que confirmó, sentado al lado de Xavi Hernández, que el técnico continuaría. Venían ambos de una semana trágica, eliminados de la Champions y derrotados en el Bernabéu-ya sabían que la temporada era un fiasco- pero vendieron ilusión, unidad y proyecto mientras proclamaban a los cuatro vientos lo megaculés que eran los dos como argumento irrefutable de lo acertada que era la decisión porque el equipo estaba en clara mejoría competitiva a pesar de que todos los recientes hechos y resultados demostraban lo contrario.

Tres días antes, el presidente se había grabado un vídeo en su despacho mientras leía un discurso (él que era capaz hasta no hace mucho de improvisar de forma brillante durante media hora) en el que amenazaba con recurrir hasta donde fuera necesario porque los árbitros les habían robado el título de Liga. Puso en modo ebullición a los fanáticos, a los muy cafeteros, mientras el resto trató de disimular el sonrojo en una reacción absolutamente lógica a la vergüenza ajena que provocaba la imagen de un presidente desmadejado en una pésima actuación intentando hacerse el indignado para tapar las vergüenzas. Patadón y tentetieso.

Porque gracias al vídeo, eso sí, y a la rueda de prensa junto a Xavi, el foco dejó de estar en el estrepitoso fracaso para situarse en un futuro prometedor, estimulante, fascinante… que ha durado justo dos semanas: hasta que fueron a Girona y todo se ha ido a hacer puñetas.

¿Que qué pasará ahora? Nadie lo sabe. Seguramente ni siquiera el propio Laporta, que se marchó dicen enfadadísimo de Montilivi justo antes de que su entrenador afirmara en rueda de prensa que habían sido mejores al Girona y al Real Madrid. Ambos viven en una realidad paralela, en una galaxia muy lejana en la que los dos son estupendos, unos genios, un par de linces en vías de extinción acosados por el madridismo sociológico. La cuestión es si son conscientes de haberse convertido ya en carne de meme porque la crisis deportiva e institucional es galopante y ninguno parece darse por enterado a estas alturas, que es lo que preocupa hasta el escalofrío.

Ahogados económicamente, en manos de fondos de inversión, desapegados emocionalmente de una masa social que se autoexilió de un estadio de Montjuïc donde los guiris hacen la ola al tuntún día sí y día también, con la fuga persistente de perfiles profesionales en puestos ejecutivos y directivos y la improvisación por bandera aguantando la respiración a la espera de cuál será la última ocurrencia de un Laporta rodeado de mariachis que le ríen las gracias y tocan bien amaestrados lo que les pida sin discutirle una nota. Así andan.

Xavi ya no le sirve de parapeto así que no es descartable que lo despache como entrenador, pero tratar de hacer predicciones significa intentar ponerse en la piel y en la mente de un presidente volcánico, imprevisible y testosterónico que cambia de opinión por impulsos emocionales imposibles de descifrar y por vínculos afectivos o profesionales con personas y personajes como su ex cuñado Alejandro Echevarría -que no tiene cargo en el club pero es el perejil de todas las salsas- o el agente André Cury que le vendió a Vítor Roque por 60 millones. Un disloque, vaya.

Mientras, el Real Madrid tiene el problema de qué momento le va mejor para festejar el título de Liga, está a un partido de volver a plantarse en una final de la Champions si el Bayern no lo remedia y a no se sabe cuántos días de presentar a Mbappé. Las comparaciones son odiosas y terriblemente dolorosas y dañinas para una entidad, un club, que apostó por una lona, un eslogan, una ilusión, que se está dando de bruces una y otra vez contra una realidad decadente, ensimismada, acrítica e indulgente que se está cavando un hoyo tan enorme como la pancarta de hace cuatro años, cuatro.

3 Comentarios

  1. «eslógan», dice.

  2. Gemma Herrero escribe «eslógan» porque ella lo vale.

  3. Creo que el gran problema del barsa es la falta de autocrítica.
    No puedes salir en rueda de prensa y decir que has dominado en los 4 partidos (perdidos!) contra los dos de arriba mientras gritas «robo» y «trampas». Han tenido errores imperdonables (hola Cancelo!) en un equipo de ese nivel y decir «hemos sido superiores» no sirve de nada. Hay que currar mas y hablar menos!

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