Historia del ciclismo

La subida a Lagos de Covadonga, cuando piensas que cada metro será el último, cuando quizá sea mejor darse la vuelta

Es noticia
Denis Menchov y Roberto Heras en 2005

Ese lugar en el que se mezcla culto e historia. Ese lugar de rampas imposibles. Ese lugar donde saboreas el metal de la sangre en cada pedalada, que cada metro de La Huesera piensas que será el último, que mejor dar media vuelta. Pero qué hago yo aquí. Ese lugar tan bello y terrible a la vez. Ese lugar.

Señoras y señores, con ustedes los Lagos de Covadonga.

N. del A. No esperéis en esta pieza un análisis técnico de porcentajes, kilómetros y mejores marcas de la subida. Para las mediciones tenéis las páginas de los locos de las altimetrías y para los tiempos eso que se llama Strava.

Es que yo esperaba que repasases todos los ganadores, Eneko.

Pues consulta la Wikipedia.

Ah, y como toda historia, incluso la de los libros de texto, puede ser que las cosas no sucedieran con total exactitud a las aquí contadas. Así que sentaos y disfrutar, leñe.

Cuando yo era guaje, que sí, de verdad, que fui guaje. Hace 4 décadas ya de aquello, pero lo fui. Pues eso, que cuando era guaje al menos una vez al año subíamos a los Lagos. Si venía un familiar de Iruña, algún amigo allende Pajares o simplemente porque tocaba, nos plantábamos allá arriba. Unas veces en el R12 de mi padre, otras en el Simca 1200 de mi tío Félix. Un mantel, algo para comer y rumbo al Ercina. Una tradición, más allá del 8 de septiembre, entre todos los asturianos peregrinar a Covadonga. Basílica, Cueva, Lagos… Un viaje al Oriente de la tierrina que, en aquellos tiempos, carreteras y coches era toda una expedición (y prueba para los estómagos).

También cuando era guaje contaba Don Jenaro, maestro de Luanco, que los Lagos eran 3. Enol, Ercina y uno fantasma, que aparece y desaparece en función de la nieve caída, el Bricial. Explicaba, además, que hubo un señor llamado Pelayo que se lio a mamporros y pedradas con unos moros que tenían conquistada casi toda la península y, que en ese momento, comenzó una expulsión que duró varios siglos. Años después esas visitas a la joya asturiana están más controladas por aforo y protección del entorno, hay más teorías sobre el inicio de la llamada Reconquista y el lugar de culto se ha convertido, además, en escenario de mítines políticos cara al sol.

Pero aquí hemos venido a hablar de bicicletes y, cuando yo era guaje, también las había (la mía roja como la de Gorospe).

Situémonos. Año 1983, con la resaca del Mundial de Naranjito, el PSOE arrasando en las elecciones generales y una sociedad consumida entre movida y heroína. El Athletic ganaba la liga, tercer año de hegemonía vasca, «Gandhi» arrasaba en los premios Oscar de Hollywood y el «¿Quién maneja mi barca?» de Remedios Amaya se quedaba sin puntuar en el Festival de Eurovisión celebrado en Múnich. Algo parecido al Spain cero points eurovisivo le pasaba al ciclismo español. Se añoraban las escaladas en el Tour de Bahamontes. O las locuras de ese asturiano de Limanes llamado José Manuel Fuente y apodado El Tarangu. Y Ocaña, ay, Ocaña. Que se había largado a Francia, pero oye, que a veces sus victorias las sentíamos nuestras. A veces. Hacía cuatro años que Unipublic toma el volante de la organización de La Vuelta con la osada intención de, en algún momento, sentarse a comer en la misma mesa que las rondas galas e italianas. Empresa difícil. No era la favorita entre las grandes estrellas del pelotón, por más que los Merckx e Hinault ya contaran con victorias en nuestra carrera. Para agravar la situación, en la edición anterior cuatro corredores del Top 10 fueron descalificados por dopaje, entre ellos el ganador final, Ángel Arroyo. Vamos, todo un escándalo que hacía difícil el crecimiento pretendido por ese grupo de soñadores encabezado por Enrique Franco.

Javier Murdguialday en la etapa Santander – Lagos de Covadongade la Vuelta 1993

Ahora que hablamos de soñadores dejadme que os presente a uno. Roberto Frassinelli, alemán él de mediados de Sg XIX. Condenado por sus actividades revolucionarias huye hacia España, a Madrid, donde trabaja como marchante y ciudad en la que conoce a la familia Miyar, natural de Corao, pueblo del oriente asturiano muy cercano a Covadonga. Se casa con un miembro de esa familia, Ramona, y se van a vivir a la casa familiar en Asturias. Y es allí donde no solo cambia su vida, sino la de muchos asturianos. O al menos eso pretende. Este curioso personaje, al que le gustaba escribir en una cueva, rodar por la nieve de los Picos de Europa y bañarse en los lagos de las cumbres (tres cosas que hacía tal cual vino al mundo) es el principal culpable de que Covadonga sea destino de peregrinaje de cientos de miles de personas al año. Aunque ya fuese lugar de culto precatólico, no vivía sus mejores momentos en aquella época, más allá del incendio sufrido en el templo colgante años atrás. Frassinelli, el alemán de Corao le decían, se empeñó en que Covadonga, por historia, por belleza, por tradición debía ser sitio de referencia, de orgullo, de identidad de Asturias. Construye el nuevo camarín, la Santa Cueva, para alojar y rezar a la Virgen y diseña la futura basílica, sustituyendo estos planos a los que ya había presentado el arquitecto ciempozueleño Ventura Rodríguez. Cuando el nuevo obispo Martínez Vigil descubre que el alemán no tiene titulación en arquitectura, desconfía de él y encarga diseñar y construir la actual basílica a Federico Aparici, dejando solo la cripta para Frassinelli.

Pero volvamos a la década de los 80 del Sg XX.

Mi cabeza imagina las reuniones de Franco, el de Unipublic, y su equipo durante aquella época cual escena mítica de la película La vida de Bryan. ¿Qué tiene el Tour que no tengamos nosotros? Dinero… Bueno, además de dinero, ¿qué más tiene el Tour que carezcamos? Televisión en directo… Vaaale, televisión en directo. Pero además del dinero y de la televisión en directo, ¿qué más tienen, eh? Corredores de prestigio… Sí, sí. Corredores de prestigio. Ya lo sé. Pero a ver, listillos. Además de dinero, televisión en directo y corredores de prestigio, ¿qué más tienen, eh? Venga, venga, decirme. ¿Qué más tienen los franceses? Montañas míticas.

Montañas míticas. Claro.

El Tour tiene su Tourmalet. Su Galibier. Su Ventoux. Y nosotros… Hasta ahora muchos puertos, pero sin apenas finales de etapa. Pajares, Formigal, hace cuatro años descubrimos Peña Cabarga y Sierra Nevada. La sierra madrileña, los montes de Cantabria… Pero no calan. No son unos puertos de entidad. No tienen el pedigrí de las montañas francesas. Necesitamos encontrar nuestro Tourmalet.

Me imagino a Ramón Mendiburu, director técnico de La Vuelta en 1983, cual alemán de Corao (pero con ropa). Soñando. Imaginándose esa subida única que ayude a poner La Vuelta en el lugar donde merece. Pero… ¿dónde? A Euskadi llegaban algunos corredores amateurs con los ojos desorbitados tras su última carrera. «Hay un puerto en Asturias con rampas imposibles, que incluso te tienes que bajar de la bici» decían. «Es un puerto largo, empinado, bello, que nada tiene que envidiar a los colosos alpinos y pirenaicos del Tour» comentaría el director de aquel equipo. «Sueño con llevar a La Vuelta allí», cuentan que decía Ramón. Iniciar la Reconquista del ciclismo español. Allí, en Covadonga. En los Lagos de Enol.

Los Lagos de Enol.
Así se les llamaba en aquel entonces.

Pero no fue todo un camino de rosas. Dificultades muchas. En 1918, D. Pedro Pidal Bernardo de Quirós, Marqués de Villaviciosa de Asturias, declara la Montaña de Covadonga Parque Nacional, pionero en el Estado. Como era (y es) un paisaje protegido, llevar allí una carrera ciclista contaba con innumerables trabas. Hubo ediciones en las que se prohibió la subida de coches para ver la carrera, lo que hacía que el número de espectadores en los últimos kilómetros fuese prácticamente nulo y restara espectáculo. El estado en el que quedaba el Parque no ayudaba a calmar los ánimos de los que se oponían a su celebración hasta el punto de que cada edición parecía siempre ser la última. Pero con el esfuerzo y cesiones de unos y otros, La Huesera será testigo de grandes gestas hasta convertir esta ascensión en mito que ya cumple cuarenta años.

Grandes ciclistas y escaladores estamparon su firma junto al Ercina. Perico; Lucho Herrera; Vladimir Efimkin. Allí se vivieron las más grandes de las batallas y alguna que otra situación cuanto menos cómica. Recuerdo una de ellas, jugándose La Vuelta de 1992, cuando ese colombiano residente en Candás, Fabio Rodríguez, dinamitó la carrera. Encabezaba el grupo de los favoritos con su maillot del CLAS, endureciendo la carrera para reducir al máximo el paquete. Y cumplió su misión. Vaya si la cumplió. El grupo iba perdiendo uno a uno sus integrantes. Volaba el colombiano. Era su momento, cumplía lo pactado. Máxima excitación del deber bien hecho y verse con esa fuerza en el mito asturiano. En casa. Con su gente de Candás. Destrozando el pelotón. Destrozando a un Fede Etxabe, compañero de Fabio, que le empieza a gritar desde atrás. «¡PARA, FABIO, PARA!» Fabio que no le oye. Etxabe que se queda porque no puede aguantar y porque su líder (y el de Rodríguez) Rominger tampoco era capaz de seguir el ritmo de su colega. La desesperación de Fede y Tony contrastaban con la alegría con la que ascendía el ciclista de Cundinamarca. En Asturias conseguiría su mayor éxito como profesional, ganando la Vuelta a los Valles Mineros un año después, edición en la que presenciamos la mayor pájara de Miguel Induráin. Pero eso es otra historia.

Tony Rominger en la llegada a Lagos de Covadonga de 1992

También sirvió esta ascensión para descubrir nuevos talentos. Incluso para redescubrir a otros ciclistas, como el caso de Laurent Jalabert. Hasta 1995, veíamos en Jajaa un corredor rápido, capaz de ganar a los mejores sprinters del mundo y de hacer un buen papel en clásicas y carreras de una semana sin grandes puertos. Pero un año antes, en las Montañas de Covadonga, ya daba un primer aviso de que podía hacer cosas grandes en la alta montaña venciendo en la cima. Bueno, es que iba en una escapada y se aprovechó de ello. Empezando a subir con los favoritos perderá una minutada. Era el argumento de los más escépticos y sí: el tuyo y el mío también. No me vengas ahora de que ya veías a Laurent como posible ganador de una Gran Vuelta. Y también. En dicho 1995 nos cerraba la boca al conseguir la general de la ronda española. Y, como no: un año después nos estampaba que sí que era capaz de levantar los brazos en la meta de Lagos empezando la subida en el grupo principal. Era el corredor más completo de la época. El sucesor de Kelly, decían.

Pero no todo iba a ser hablar de victorias, arrancadas y gestas en estas líneas. También hay lugar para episodios que nunca querríamos haber vivido. A pocos kilómetros de empezar la ascensión, muy cerquita de Cangues, un hotel se hizo muy famoso. Fue en 1996, el 29 de septiembre. Aquella Vuelta que le habían obligado a correr. Esa que no quería aunque se la habían puesto en septiembre para convencerle. Sin alergias. Sin frio. Ese día esperábamos que lo del Tour hubiese sido un mal sueño. Que lo del día anterior en el Naranco y la crono de Ávila lo podía recuperar en las rampas de La Huesera. Estaba a poco más de dos minutos de Zülle. Algunos esperaban en el Mirador de La Reina ver aparecer en solitario el maillot de Banesto. Otros, desde el sofá, pegados al televisor. Los primeros no presenciaron ese dorsal 21 abrirse paso entre la multitud. A los segundos se nos encogería el corazón cuando le vemos hacerse a un lado, a la cuneta derecha, cruzar la calzada, bajarse de la bici y entrar en ese maldito hotel. Veíamos cómo daba sus últimas pedaladas en esa Vuelta y, no sabíamos, en su carrera. Ese día y en ese lugar, Miguel Induráin, dejaba el ciclismo profesional.

Todas estas historias y muchas más, en 1983 eran todavía impensables. Soñadas, pero con mucho camino que recorrer y sin haber dado el primer paso. Para hacer que La Vuelta fuese grande y sentarse a comer en la misma mesa que Tour y Giro, quedaba mucho trabajo.

Solventado el tema del recorrido, había que solucionar otro hueso duro. La participación. Contaban con un buen número de corredores españoles, pero sin muchas garantías para brillar con luz propia. Quizás Alberto Fernández, «El Galleta» le decían por ser natural de Aguilar de Campó, era quizás el ciclista más fiable para la disputa de una prueba de tres semanas. Estaba Marino Lejarreta, que se quería reivindicar y demostrar que es capaz de ganar una Vuelta sin sanciones de por medio. Ángel Arroyo estaría mirado con lupa y continuamente cuestionado. La progresión de Pino, la juventud de los Delgado o Laguía. Nombres muchos pero ninguno, a priori, con un nivel a la altura de lo que Franco (Enrique, director de Unipublic) pretendía para el (re)nacer de la carrera.

Necesito figuras, diría el mandamás. Vamos a ver, quién hay por ahí… ¿Quién es el campeón del mundo? Giuseppe Saronni. Venga, telegrama a Del Tongo y que se vengan. Queremos que esto se vea en Bélgica, tierra de grandes corredores. Pues mira, le diría el otro. Fred De Bruyne tiene un equipo en el que están Hennie Kuiper y Eric Vanderaerden. Dicen que el primero tiene opciones este año en Roubaix. Pues a qué esperas, diría Enrique, para contactar con ellos. Pero todo esto es poco. Quiero más, más. ¿Cómo se llama el caimán este francés? Sí, hombre, el que lo gana todo. ¿Hinault? Sí, ese. Bernard Hinault. Lo quiero. Pero a ver, le decía alguien menos soñador. Que ahora Guimard pedirá dinero, no es como hace cinco años. ¿Cuánto? Dicen que 8 millones de pesetas. Pues diles que sí. Que se vengan con lo mejorcito que tengan que perras hay.

Perras hay, pero dónde.

Como empresarios que eran, sabían que para conseguir el dinero que trajera a las grandes figuras mundiales del ciclismo, necesitas vender tu producto. La prensa escrita no dedicaba muchas columnas que digamos al deporte de las dos ruedas y, aunque mucho más que ahora, no era precisamente el medio preferido por el pueblo. El privilegio lo compartían radio y televisión, así que había que colocar el juguete en ese escaparate. El periodista de moda era José María García. Hacía unos meses había estrenado programa nocturno, un bombazo para aquellos años. Ahora todas las emisoras tienen este formato, pero en 1982, durante el Mundial de España, el locutor asturiano sorprendía a los oyentes con una propuesta totalmente vanguardista. Sí, García es uno de nuestros hombres. Pensemos en la tele.

La tele.

Desde 1958, la televisión francesa retransmitía todos los finales de etapa del Tour en directo, aunque 6 años antes ya habían experimentado con algunos parciales. ¿Te imaginas? Todos los días por la tarde después de comer poner los últimos kilómetros de nuestra carrera en todos los hogares. Lo tenemos.

Geoffrey Bouchard en 2021

Se presentó al público aquella Vuelta de 1983 con los Lagos de Enol como principal atractivo del recorrido. Tampoco se le dio tanto bombo como pasó años después con la otra cima mítica del ciclismo asturiano, L’Angliru, con gaiteros techno-pop de por medio, que diría el otro. Pero sí que se intentó atraer el interés por medio de la radio y la televisión.

2 de mayo de 1983, el día de la cita. Todos los ingredientes estaban en la olla. Los que dependían de la organización (recorrido, participación, escaparate) y los que esos actores principales, los corredores, debían introducir desde la carretera. Alberto Fernández llegaba como líder. El máximo favorito, Bernard Hinault, se dejaba la minutada padre en la cronoescalada de Panticosa. Era el día en que tenía que remontar el Tejón. Había que escribir para la historia que en los Lagos de Enol resurgía de sus cenizas el caimán para conseguir su segunda Vuelta. En los Lagos de Hinault, que escribirían ese día muchos periodistas en sus columnas.

Pero…

Pero un junco natural de Bérriz, dolido por haber perdido el maillot amarillo días antes, motivado porque quería celebrar su segunda victoria en la ronda española en lo más alto del podio y no en los despachos. Atacaba casi desde inicio de la ascensión. Por delante, Carlos Machín en cabeza, único superviviente de la escapada del día, alentado desde el coche por un joven Alejandro Torralbo, mecánico entonces del equipo Hueso, con más de medio cuerpo fuera del vehículo. Adelanta Marino a Machín en las rampas más duras. Por detrás solo Hinault pone ritmo de caza, para reducir una ventaja que kilómetro a kilómetro parece cada vez más imposible. Últimos metros, pancarta del Gran Premio de la Montaña. Línea de meta. Brazo en alto. Es el primero de muchos. El que abre la lista de los que después vendrán. El que inaugura el palmarés de la cima soñada. Marino Lejarreta.

Se quejaba Hinault de la poca ayuda que tuvo para abortar la escapada del vasco. Esa rabia la tradujo en fuerza los días que quedaban de Vuelta. Bajando Pajares camino de León (ay, Alberto); en Serranillos, cerca (o lejos) de Ávila (ay, Gorospe). Todo ello para llegar a Madrid vestido de amarillo y firmar una remontada a base de esfuerzo y garra (ay, la rodilla, ay, el quinto Tour). Pero eso, también, es otra historia.

La que aquí queda es la del día en que unos locos y soñadores pensaron en una subida para incluirla en el olimpo del ciclismo. Décadas después se empeñan en seguir buscando rampas imposibles, nuevos mitos. También en Asturias. L’Angliru, Gamoniteiru como los más significativos. Les Praeres o Cuitu Negru menos simbólicos…

Pero siempre quedará ese lugar, en el concejo de Onís, nada más atravesar La Riera, pasando al lado de la Santina y la Fuente de los siete Caños, sufriendo las rampas de La Huesera y pararte a contemplar el paisaje en el Mirador de la Reina… para coronar un templo del ciclismo a orillas del Enol y Ercina.

Ese lugar.
Los Lagos de Covadonga.

13 Comentarios

  1. ¿Hay algo peor que Marcos Pereda? Sí, los imitadores de Marcos Pereda.

  2. Buen artículo, por mucho que diga el escocido del comentario anterior. Más legible que los escritos por el del otro lado del Deva, que por cierto, a mí no me parece que haya imitación ninguna.

    ¡Puxa Asturies!

  3. Lagos. 1992. La última gran victoria del gran ídolo. La última del periquismo. Con los asturianos apoyando al suizo. Los Lagos siempre serán el emblema de la Vuelta, incluso por delante del Angliru.

  4. Por asombrosos que parezca a Pereda le están saliendo malas copias (que ya es decir). Alucinante . Me alegra no ser el único que se ha percatado

  5. Una maravilla de artículo.

  6. Pingback: Chechu Rubiera: «El dopaje no era necesario, pero cuando sancionan a Armstrong no le dan los tours al segundo»

  7. Agustín Estébanez

    Grande Eneko, sin duda sabes de lo que hablas. Buen articulo

  8. Pingback: Carlos de Andrés: «Siempre me he sentido muy afortunado, quienes hemos tenido oportunidades no nos podemos quejar» - Jot Down Cultural Magazine

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*