Gemma

Terminar el año hablando de árbitros no es un buen augurio, pero nos distrae una barbaridad

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José Luis Munuera Montero

La resaca del fin de año con la vuelta de LaLiga está siendo de las de dolor de cabeza y por favor os lo pido un poco de silencio. Hay un ruidazo tremendo que tapa cualquier debate futbolístico. ¿Que de qué se habla? Pues de árbitros, claro. El Real Madrid ganó en Valladolid en un partido que le salvó Courtois cuando estuvo contra las cuerdas y después de que el colegiado, Munuera Montero, pitara un penalti tras revisar el VAR y ver cómo la pelota impactaba en el brazo de Javi Sánchez, que estaba de espaldas. El Barça, un día después, empató ante el Espanyol con una actuación estelar de Mateu Lahoz con quince amarillas y dos rojas que desquició a todos. Curiosamente, Xavi Hernández le había elogiado en la previa. Afirmó que le gustaba pese a que venía ya de liar la marimorena en el Mundial en el partido Argentina-Países Bajos con rajada de Messi incluida.

Terminar así el 2022 no parece un buen augurio. Nos van más las polémicas que a un cerdo un charco y todas las críticas pasan por berrinches cuando hay algunas que quizás deberían ser atendidas. «¿Pero de verdad sabe la gente lo que es mano en posición antinatural? Pero si saltas con cuatro y estás desequilibrado… Estoy cansado, estoy indignado.  Que piten todas las manos y así sabemos por dónde vamos», exclamó el técnico del Valladolid, Pacheta tras el partido. Y no le falta razón. Se suponía que el VAR iba a facilitarnos la existencia, aclarar dudas e impartir justicia y estamos más despistados que nunca en jugadas claves que unas veces son penalti y otras no. Los jaleos, eso sí, también tienen la virtud de esconder carencias y nos distraen una barbaridad. Mientras el árbitro acapara titulares y comentarios encendidos en las redes sociales, se aleja el foco del resto.

Así, ahora en el Barça se pueden tirar tres días hablando de Mateu Lahoz –aún siendo cierto que no hay quien le entienda y es un desastre– en lugar de del tristísimo papel que hizo el equipo en el derbi. El Barça fue ganando 1–0 con la ley del mínimo esfuerzo durante un tramo larguísimo del partido y se durmió en los laureles hasta que Joselu empató en medio ya del show de Mateu. Los azulgrana se conformaron con una renta escasa, un juego pobre y un sopor generalizado. Xavi no atinó con los cambios, De Jong se cabreó y la eterna apuesta por Dembélé al que sigue señalando como un crack ya hace tiempo que chirría. Al menos el técnico no se excusó después en el desbarajuste de Mateu para explicar el pinchazo, pero mucho debe mejorar su equipo debe para que las palancas no se conviertan en una chufla recurrente.

Real Madrid y Barça parecen destinados a jugarse el título en un mano a mano y sobre los culés recae una mayor presión. El «tenemos un plantillón» que dijo Xavi hace apenas tres meses cuando Joan Laporta le compró todo lo que quería excepto Azpilicueta y Bernardo Silva, le va a perseguir. Fuera de la Champions por segunda temporada consecutiva, el campeonato nacional es ahora una obligación y no ganarlo un fracaso para un proyecto, el de Laporta, que necesita trofeos para justificar el entusiasmo con el que todavía se maneja a pesar de los sopapos que se ha llevado desde que fue elegido por mayoría como presidente. No habrá árbitros suficientes para silenciar el estrépito si la Liga vuelve a escapárseles y encima la gana el Madrid.

Mateu Lahoz enseñó quince tarjetas amarillas. y dos rojas –anuló una tercera en el VAR– durante el derbi barcelonés

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