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El penalti: imágenes de un duelo

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Uli Stielike llora tras fallar su penalti contra Francia en el Mundial de España 1982

Del llanto de Stielike en 1982 a la carambola de Modric en 2018, se definieron treinta partidos por penales en la historia de los mundiales. Después de los primeros seis partidos de octavos de final en Qatar, sumó uno más. Se patearon doscientos ochenta y siete y hubo ciento noventa y cuatro goles, los arqueros atajaron sesenta y tres. En los palos pegaron siete, en el travesaño siete y diez salieron afuera, tres por los costados del arco y siete por arriba. Uno de esos siete definió Estados Unidos 94, cuando el italiano Roberto Baggio erró el noveno de la serie y Brasil ganó su cuarta copa del mundo.

En su autobiografía Una puerta en el cielo, Baggio cuenta que durante la caminata desde el mediocampo «estaba todo lo lúcido que se puede estar en esos momentos» y que decidió pegarle arriba y al medio porque sabía cómo se tiraba Taffarel. La pelota toma más altura de la prevista y la imagen siguiente es la del diez italianos con las manos en la cintura, las trencitas quietas, parado en el mismo lugar donde detuvo su marcha para patear, buscando explicaciones en el suelo mientras el arquero corre, se arrodilla y agradece al cielo. «No hay religión que importe, ese día podría haberme suicidado y no habría sentido nada», dijo en 2021 en una entrevista a La Repubblica.

Dos italianos más erraron esa tarde, Massaro y Baresi, sin embargo, el estigma le quedó a Baggio: estaba listo para consagrarse como el mejor del mundo y un penal por arriba del travesaño marcó su carrera. Platini en el 86 y Maradona en el 90 también fallaron, pero sus selecciones terminaron ganando esas series y quedó en anécdota. Errar el último, en cambio, es garantía de foto icónica, la imagen definitiva que se mezcla con el baile de Shakira en el videoclip de Waka Waka.

La canción oficial de Sudáfrica 2010 empieza con otro italiano pateando un penal, Fabio Grosso, que en Alemania 2006 tuvo el final feliz que se le había negado a Baggio y definió 5 a 3 la final contra Francia (la única definición que ganó Italia de las cuatro que disputó). Esa noche, en Berlín, el que erró fue David Trezeguet, pateó el segundo y lo estrelló contra el travesaño: «Quería colocar bien el penal y lo hice, sólo faltaron unos centímetros». Al comienzo de ese partido también hubo un penal que pegó en el travesaño, la diferencia es que cuando bajó al piso picó adentro. Fue a los siete minutos del primer tiempo y lo chutó Zidane de una manera que inventó el delantero checo Antonín Panenka para ganar la Eurocopa 1976: llegar corriendo a la pelota y, en lugar de pegarle de lleno, picarla con una emboquillada leve al medio del arco con la certeza de que el arquero se va a tirar hacia un costado.

Antonin Panenka celebra el penalti con el que estrenó una manera inimitable de chutar las penas máximas. 1976

La primera vez que un jugador pateó a lo Panenka en la definición de un mundial también fue en 2006 cuando Milevskiy metió el primero de Ucrania contra Suiza. El tercero que lo intentó fue el ruso Smólov en 2018 y se lo atajó el croata Subašić, pero el que realmente hizo la de Panenka fue el segundo que lo imitó: el uruguayo Sebastián Washington Abreu en 2010.

Faltan veinte segundos para que termine el alargue que define quién pasa a la semifinal y Uruguay empata a uno con Ghana. El árbitro cobra foul para los africanos y los uruguayos bajan todos a defender. El centro no es bueno, la respuesta de los defensores tampoco, el arquero Muslera pifia un puñetazo y la pelota queda picando a dos metros del arco. El área chica se convierte en un flipper. Luis Suárez saca una con el pie y otra con la mano. Penal y expulsión. Penal, travesaño, se termina el partido y llega el momento Panenka de Abreu. Uruguay está match point porque Muslera atajó dos y allá va el Loco Abreu: pateó unos sesenta penales en toda su carrera y picó veinticinco, de los que sólo le atajaron dos. «Es capaz de picarla este anormal», dijo en Canal 10 de Montevideo el comentarista Toto Da Silveira. «¡La picó! ¡Uruguay nomá’, Uruguay nomá’!». Gol y a semifinales contra Holanda.

De las treinta y una definiciones, diecinueve cerraron con festejo del que patea, en cuatro erró el último y en ocho atajaron los arqueros. El primero en quedarse con el mérito final fue el argentino Goycochea en Italia 90 y su historia es la del héroe impensado. Era el tercer arquero de su selección pero la renuncia del segundo y la lesión del primero lo dejaron como titular. Lo salvaron una mano de Maradona contra Unión Soviética y los palos contra Brasil, hasta que llegó el momento de los penales. A Yugoslavia en cuartos le ataja dos y a Italia dos más en la semifinal. El último es el de la gloria: detiene la pelota con las manos, la aplasta con el cuerpo y la deja ahí, como un recordatorio. Aldo Serena se da vuelta para no verla.

«Estaba sentado y cuando me paré, me di cuenta que nada funcionaba de forma normal». Serena presentía en el cuerpo lo que iba a suceder y así se lo contó al periodista Simon Hart en el libro El mundo en movimiento, la historia interna del Mundial 90: «No podía sentir las piernas; no pude darle el ángulo correcto al tiro y el arquero lo atajó. El mundo colapsó alrededor mío». El relato parece dramático pero es nada comparado al de los yugoslavos. El técnico Ivica Osim ha dicho alguna vez que un triunfo de su selección podría haber evitado la guerra de los Balcanes: «Creo que las cosas en el país hubiesen sido distintas si hubiésemos jugado la final o ganado el mundial, quizás no hubiese habido guerra. Cuando me acuesto en la cama cada noche pienso en ello».

El penalti de Baggio se fue muy alto

La primera vez

La definición por penales se estrenó en España ’82 en la semifinal entre Alemania y Francia. ¿Cómo se resolvían los empates en partidos definitorios hasta ese momento? Si ningún equipo ganaba en los noventa minutos ni en tiempo suplementario, estaba previsto que se jugase de nuevo unos días después. Esa situación se dio una vez en 1934 y tres veces en 1938 (en el 98 y el 2002 se probó también con gol de oro). La única vez que Alemania perdió un desempate fue en un segundo partido, desde que hay penales se volvió infalible. Jugó cuatro y ganó siempre: contra Argentina en 2006, Inglaterra en 1990, México en 1986 y Francia en 1982.

En el Sánchez-Pizjuán de Sevilla, Alemania y Francia terminan empate a uno. En el alargue, Tresor y Giresse convierten para Francia, parece que lo gana, pero Alemania empata con una atropellada de Rummenigge y una chilena de Fischer. Penales. Convierten todos y llega el turno de Uli Stielike. Toma carrera en línea recta y alterna algunos pasos caminando con otros al trotecito, llega a la pelota con las piernas cruzadas, descuajeringado, como si tuviera el cuerpo más preparado para revolearla lejos que para patear con precisión. El arquero Jean-Luc Ettori ataja sin demasiado esfuerzo y Stielike se desploma de rodillas en el piso. Lleva sus manos a la cara, esconde la cabeza, no puede contener el llanto. Tony Schumacher lo levanta, Littbarski trata de consolarlo y lo abraza mientras mira lo que pasa en el arco porque la serie sigue aunque la transmisión se queda con la imagen de Stielike en el hombro de Littbarski. Es por el festejo del delantero que nos enteramos de que Schumacher acaba de atajar el remate de Didier Six.

Alemania no erró más, ni ese día ni las quince veces de los mundiales siguientes.

En 1986 Francia tuvo la revancha contra Brasil, que pudo ganarlo cuando le dieron un penal en el minuto setenta y cuatro, el arquero Bats se quedó con el tiro de Zico y el mejor partido del mundial fue a los penales. Le atajaron a Socrates, falló Platini, pero el hito de ese día salió de los pies de Bruno Bellone.

Seguramente no haya amantes del fútbol que no se emocionen con el videoclip de la canción de Italia 90, Un’estate italiana. O tal vez sí: Carlos Roberto Gallo, el arquero brasilero en México 86. En el minuto 3:41’, cuando baja la música y prácticamente a capela repiten el estribillo por tercera vez, Gianna Nannini canta «sotto il cielo, di un’estate italiana na na na na». Ese momento de quiebre del tema se monta sobre la imagen del tiro de Bellone que pega en el palo, rebota en la espalda de Carlos y se mete en el arco. Y el na na na na está sincronizado con los puñetazos de bronca que el arquero pega en el suelo.

Algunos jugadores de Brasil le reclamaron al árbitro rumano Ioan Igna que lo considere como penal errado pero no prosperó. Aunque todavía hoy se discute si el gol debió convalidarse, la FIFA en su momento respaldó la decisión de Igna y modificó la letra del reglamento para dejar en claro que en una situación como esa debía cobrarse el gol y evitar de ese modo interpretaciones ambiguas en el futuro. Lo que permanece inalterable en el tiempo es la frustración de los arqueros cuando alcanzan a tocar un remate pero entra igual, como le pasó al ruso Akinféyev contra Croacia en 2018. En el sexto penal de la serie toma la pelota Modric y patea al ras del piso a la derecha del arquero, que se tira para el mismo lado, la toca con el brazo, la pelota se levanta y dibuja un rombo: pega primero en la parte interna del palo, después en el travesaño y se termina metiendo por el costado izquierdo. Esa fue la última definición del último Mundial, en la primera de Qatar los croatas volvieron a ganar.

Nunca un árbitro hizo repetir un penal, ni siquiera cuando un arquero se adelantó de manera evidente. Hubo dos casos que lo hubieran merecido: el de Lee Woon-Jae contra el español Joaquín en 2002 y el de Julio César contra el chileno Pinilla en 2014. Ambos arqueros atajaban para el país anfitrión. Con la incorporación del VAR, ¿es posible que se vuelva a dar una situación así en Qatar?

¿Patear o atajar primero?

Se dice que el equipo que arranca pateando tiene ventaja y están las estadísticas para ratificarlo: el catedrático Natxo Palacios-Huerta viene estudiando el tema desde hace años con aportes de la Teoría de los Juegos del matemático norteamericano John Nash y, después de analizar once mil penales, entre otras cosas concluyó que el 60 por ciento de las definiciones las gana el equipo que patea primero. Sin embargo, en los mundiales se quebró esa tendencia desde el partido entre Costa Rica y Holanda en 2014, las últimas siete las ganó el equipo que empezó atajando y por ahora hay ventaja de los que arrancaron atajando.

Palacios-Huerta trabajó con la selección holandesa en 2010 y para la final había preparado un informe sobre el modo en que pateaba cada jugador español. El detalle lo tenía el arquero suplente Michel Vorm, que estaba mentalizado para reemplazar al titular Stekelenburg antes de que termine el tiempo suplementario. Su misión eran los penales. Una corrida de Jesús Navas, algunos rebotes, un pase justo de Fábregas y un disparo perfecto de Iniesta rompieron el empate, le dieron la copa del mundo a España y dejaron a Vorm sentado en el banco.

Holanda debió esperar cuatro años para activar su estrategia. En los cuartos de final de Brasil 2014, Louis Van Gaal puso a Jim Krul en lugar de Jasper Cillesen un minuto antes de que terminara el cero a cero contra Costa Rica. «Yo no sabía nada, el cambio fue una sorpresa para mí, estaba un poco enojado por haber salido», dijo Cillesen después del partido en conferencia de prensa conjunta con su reemplazante. Krul eligió el lugar correcto en los cinco tiros que le patearon y atajó dos, estirándose bien abajo contra el palo izquierdo. El primero en llegar corriendo para abrazarlo en el festejo fue el propio Cillesen. En la semifinal contra Argentina, Van Gaal no repitió el cambio de arquero para los penales y el titular no atajó ninguno; alcanzó a tocar el último pero la potencia del tiro de Maxi Rodríguez le venció las manos.

Jasper Cillessen, Michel Vorm y Tim Krul

«Le quería arrancar el arco. Cuando llegué al punto de penal ya había decidido tirar al medio: le apunté a la cabeza del arquero para romperlo todo», dijo esa noche el 11 argentino. Aunque el principal protagonista aquella vez fue un jugador que no pateó ningún penal: Javier Mascherano, por la frase de su arenga previa al arquero Chiquito Romero: «Hoy te convertís en héroe».

Esa contra Holanda fue la quinta serie que disputó Argentina, la selección que más veces definió por penales. Ganó todas, excepto cuando tuvo enfrente a Alemania en 2006. Los que padecen los penales son los ingleses, pierden casi siempre y tienen una efectividad del veinticinco por ciento. Recién en 2018 contra Colombia pudieron ganar una serie después de tres eliminaciones (también sufren en las Eurocopas, como la última final contra Italia de 2021 donde cayeron tres a dos).

Del 82 para acá

Hay dos evoluciones muy notorias a lo largo de estos diez mundiales. La primera es la resistencia física: hace cuarenta años los jugadores terminaban el alargue exhaustos y llegaban a los penales con la última reserva de energía. Entre el final de los ciento veinte minutos sin un ganador y el comienzo de la tanda, se veía un desparramo de voluntades con las espaldas en el piso y las piernas en alto sostenidas por algún compañero para elongar isquiotibiales y gemelos, masajistas sin guantes frotando y sacudiendo cuádriceps para aliviar calambres y evitar desgarros. Todo en cámara lenta, sin apuros ni arengas ni ceremonias, nada de reunirse en círculo para darse ánimo a los gritos. No se podía gastar la fuerza en eso, tampoco en mantenerse de pie y abrazados en fila mientras un compañero iba a patear, era mejor quedarse sentados en el piso mezclados con los rivales, compartiendo el sufrimiento.

Con el paso del tiempo y la sofisticación del entrenamiento físico los jugadores fueron llegando cada vez más enteros al final de los partidos y eso les permite patear con mayor potencia. En las primeras definiciones había más remates suaves, a colocar, la confianza del arquero estaba puesta más que nada en adivinar hacia dónde tirarse. Y acá viene la segunda evolución notoria: una mayor destreza de los que atajan. Con la velocidad de sus piernas pueden llegar a cubrir todo el arco en una estirada y no necesitan anticipar su decisión, hoy tienen la chance de esperar qué resuelve el pateador.

Lo que no cambió es la naturaleza excepcional del uno contra uno.

No existe en el fútbol una instancia semejante. No son iguales a los penales durante un partido: dos personas cara a cara en soledad, con reglas precisas y un ritual que debe respetarse. Un desafío donde el arma es la fortaleza mental de los contendientes. Cada tiro es un duelo.

Instante en el que Fabio Grosso anota el penalti que hace a Italia campeona del Mundial 2006

2 Comentarios

  1. Impresionante este raconto, gracias por su difusión

  2. espectacular. gracias

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