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El día que un aficionado inglés cortó la bandera nazi de White Hart Lane

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El 4 de diciembre de 1935, las selecciones de fútbol de Inglaterra y Alemania disputaron un partido amistoso en Londres. Cuadrando fechas y el significado estricto de la palabra «amistoso», podríamos pensar que se trata de una paradoja. Por aquellos años, las naciones del Viejo Continente miraban con atención los movimientos de un canciller alemán que había ascendido al poder dos años atrás y se hacía llamar führer. A pesar de que pocos meses antes se habían aprobado las leyes de Nuremberg, por las que se comenzaron a considerar a los judíos ciudadanos de segunda, no todos los países rechazaban tener vínculo alguno con la nación de Adolf Hitler. Así, este evento provocaría que la bandera nazi ondeara por primera vez sobre Londres. Y un vecino de Londres se encargaría de arriarla.

La celebración del encuentro no estuvo exenta de polémica ni debate social, las crónicas de la época dan testimonio de acaloradas conversaciones acerca de si debía acogerse a los nazis o no en Londres. En 1933, las relaciones entre Inglaterra y la Italia de Benito Mussolini se habían agrietado después de que el conflicto político bajase al césped y el partido se recrudeciera con patadas y jugadas poco deportivas. Había que evitar cualquier roce político.

En esta cita, Alemania llegaba a la capital del reino británico por invitación de la federación inglesa de fútbol (FA), no del gobierno. De hecho, no se contó con la opinión del laborista Ramsay MacDonald, que ejercía de Primer Ministro, ni de su ejecutiva. Al gobierno al final no le quedó más remedio que adoptar una postura tibia con el partido: la de separar la política del deporte, tarea que no pudieron completar contra Italia. La lógica de no condenar la celebración del partido atendía a que el equipo alemán lo conformaban deportistas, no políticos. Sin embargo, el balompié ya se conocía como una útil herramienta propagandística para los fascistas. Primero con Mussolini y la victoria doméstica en la Copa del Mundo de 1934, instrumentalizada para mostrar el músculo transalpino al mundo,  y más tarde con el ministro Goebbels. 

Un segundo argumento del gobierno de MacDonald, complementario al ya nombrado, es que, si cancelaban el partido por motivos ideológicos, los nazis podrían utilizar ese veto para enemistarse con Inglaterra y decir que los británicos censuraban a sus futbolistas. Los más reacios a suspender el partido recordaban que, meses antes del encuentro, Londres había acogido un concierto de la Orquesta Filarmónica de Berlín. ¿Por qué no íbamos a permitir que vinieran los jugadores de fútbol?, se defendía en prensa. Además, cuatro días después, el 8 de diciembre, celebrarían otro concierto en el Royal Albert Hall de la capital.

En la calle, había posiciones favorables y contrarias

Periódicos y ciudadanos se sumaron al debate. Los distintos actores sociales y mediáticos se movieron por todo el espectro de opinión para referirse al polémico partido. La posición más favorable a llevarlo hacia delante la ocupaba la Unión Británica de Fascistas (BUF), encantada de recibir a los jugadores teutones. La prensa se colocó por todo el arco. Había diarios, como el The Yorkshire Evening Post, que secundaron la oposición al partido; y otros, como el Western Mail, tomaron por válido el argumento gubernamental de no dejarse influir por la política para ver inconvenientes en disputar el encuentro. Pero los más reacios fueron quienes iban a recibir el encuentro, los vecinos del norte de la capital.

Autobuses de los aficionados alemanes (Fuente: British Pathé)

La federación inglesa había decidido celebrar el encuentro en el actualmente demolido White Hart Lane, hogar del Tottenham Hotspur Football Club. Los spurs, como es conocido, tienen una gran tradición judía a su espalda. Los hebreos han estado presentes en la vida del club desde que la comunidad semita procedente de Rusia se asentara en el norte de la capital, entre los barrios de White Hart Lane y Tottenham Hale, a inicios del siglo pasado.

Los días previos al partido, la afición del Tottenham se manifestó radicalmente en contra a celebrar el encuentro en su casa. Las leyes discriminatorias aprobadas por el Reich fueron usadas como posición más contundente para suspender la cita. Es interesante subrayar, para ser los años 30, hasta diez mil alemanes se desplazaron desde su país para presenciarlo.

Código nazi de conducta para los aficionados

El día del partido se imprimieron miles de folletos con mensajes en oposición al régimen nazi y al partido que fueron retirados por los agentes de la política británica. En los aledaños al estadio se llevaron a cabo protestas y manifestaciones de intimidación contra los visitantes. Goebbels y su equipo habían preparado un estricto protocolo de comportamiento que sus compatriotas debían seguir en todo momento: cada individuo podía llevar diez marcos, tenían prohibido responder preguntas políticas, debían abandonar el país antes de la madrugada y tenían que llevar una indumentaria discreta.

Con todos los aficionados en el estadio y los combinados dispuestos, nada parecía entorpecer la celebración del partido. Durante la función de los himnos nacionales, un aficionado y seguidor del Tottenham se ofendió al ver la esvástica nazi ondeando sobre el antiguo tejado de la grada central del estadio. Ernie Wooley, un fabricante de herramientas del barrio de Shoreditch, del que no constaban actos políticos previos, aprovechó que la atención estaba desviada sobre el espectáculo, escaló por uno de los canales del tejado de la West Stand para encontrarse con la esvástica, sacar un cuchillo y cortar la cuerda que la tenía amarrada a la asta. 

La bandera cayó al graderío y Ernie Wooley fue detenido mientras descendía. Su respuesta al policía fue un vacile: «Tienes miles de policías en el terreno pero nadie para vigilar la bandera». Nunca fue juzgado por ello. Gracias a las crónicas del partido, sabemos que Inglaterra ganó por 3–0, aunque que la bandera fue colocada de nuevo.

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