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Del Sancheski al Longboard, medio siglo de skate en España

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Rampa del Colegio Ramiro de Maeztu.

¿Ha tenido infancia quien no se ha tirado sentado en un monopatín por una cuesta? ¿Conoce la frustración quien pidió un skate para Reyes y le trajeron una tabla de planchar del Corte Inglés con la que no podía hacer trucos ni Silver Surfer ni skate? ¿Qué mola más, perder la virginidad o hacer tu primer ollie?

Si has contestado a estas preguntas con una sonrisa cómplice, tienes que ver el documental Monopatín de Pedro Temboury que se estrenó hace tres meses. Cuenta los orígenes del skate en España con testimonios de primera mano y unas imágenes de soltar la lagrimilla. No hace falta haber hecho handplants esculturales para disfrutar como un crío con el relato de una época en la que uno podía ser feliz como un cochino solo con un trozo de madera con ruedas. Además, ya era hora de que alguien alzase la canción «Monopatín» de la Banda Trapera a la categoría de lo que es, un himno generacional.

José Antonio «Caribbean» es quien más documentación ha aportado a la película. Tiene una colección ingente de fotos y vídeos en Super-8 y Beta que haría las delicias de un concejal de Cultura presentable, si es que eso existe. Lleva patinando prácticamente toda la vida y lo que te rondaré morena. Queremos que nos haga un sencillo repaso, con afán didáctico más que otra cosa, a la historia del skate en España, una figura imprescindible de la cultura popular desde hace décadas.

¿Fuiste el primer skater de Madrid?

El primero de Madrid no creo, no lo sé, pero sí que empecé a patinar antes de que hubiese monopatín, que el primero en España lo patentó Sancheski en 1965 o 66. Yo nací en el 53, ahora tengo sesenta y un tacos. Mi padre patinaba en el Retiro con patines de correa, rollers, y así empecé yo. Luego patinando fui haciendo amigos y con ellos hacía algo parecido a las goitiberas, carrilanas, que es una cosa muy habitual del País Vasco. Cogíamos una plataforma de madera y le poníamos rodamientos de camión que comprábamos en el Rastro, te tirabas por las cuestas y frenabas con los pies. Hacíamos un ruido espantoso porque las aceras entonces tenían como cuadraditos, eran como tabletas de chocolate, al menos en la zona de Huertas y Retiro que es donde yo vivía. Este fue el pre-skate en Madrid. Aunque en el País Vasco siguen haciendo competiciones de carrilanas muy sofisticadas, es muy divertido.

Y llegó el primer monopatín a las tiendas.

Sancheski desde 1933 vendía patines de ruedas de estos con correas, textil de fútbol, equipamientos para gimnasios, espalderas, anillas todo ese tipo de cosas… También fueron los primeros en fabricar esquís, si ves documentación de la época en el Desfile de la Victoria de Franco, los esquís que portaba la agrupación de montaña eran Sancheski.

En 1965 patentaron el monopatín en España. No fue un invento nacional, era un prototipo basado en monopatines americanos que ya existían desde el 55 pero mejorado. En los Estados Unidos ya había tablas de madera entera con ruedas de aluminio. El padre de Javier Sánchez, ya fallecido, fue un visionario y emprendedor como ninguno en aquellos años. Pero le pasó como a mí cuando abrí la tienda, que traía cosas raras y me las tenía que comer. Como los forros polares, que ahora todo el mundo sabe lo que son, pero cuando yo los traje la gente los veía y decía ¿pero esto qué es? Con los monopatines Sancheski, al principio pasó igual, no los compraba casi nadie. Pero con los años la familia Sancheski con Javier y José Mari hicieron popular el monopatín con su modelo «Top Naranja»

El caso es que yo, creo recordar, a finales de los sesenta, principios de los setenta fui un día a una tienda que había antiguamente, Deportes Todo, que estaba en Preciados y tenía tres o cuatro plantas, vi un Sancheski y me lo compré. Hasta ese momento solo había visto alguna foto de alguien bajando de pie en uno. Era de madera de haya. Girar, no giraba mucho. Y yo ya no era un niño y pesaba, así que a los diez días de dedicarme a bajar la cuesta de la calle Espalter como un loco se me salió una rueda. Fui a por repuestos y me dijeron que no había recambios. Y como soy muy cabezota y estaba entusiasmado con mi monopatín, me fui a la Cámara de Comercio de Madrid, pedí la dirección de Sancheski, le mandé una carta donde le decía lo que me había pasado y a la semana me contestaron mandándome los repuestos gratis y explicándome cómo conseguir los repuestos si me pasaba otra vez.

Skate TOP Sancheski naranja, un mito.
Skate TOP Sancheski naranja, un mito.

Pero el primer patín bueno te lo traes de Estados Unidos.

Sí, tuve la suerte de ir a Berkeley a un curso de inglés dos meses. Me coincidió con la época de la mili y tuve que ir con un pasaporte especial por si me escapaba. Al volver hice veinticuatro meses de mili en el Cuartel General del Ejército, e incluso me tocó desfilar en el entierro de Carrero Blanco. Te digo esto para que encajes las fechas, creo recordar que fue 1973.

El caso es que en Berkeley, el segundo día de universidad, salí a la calle y vi a un tío que me pasó lanzado con un monopatín que no hacía ruido. Salí detrás de él, le pregunté qué era eso y que dónde lo había comprado. Coincidió que por esas fechas, no sé si 72 o 73, en Estados Unidos habían pasado de las ruedas de caucho, baquelita, hierro y madera, como eran aquí también, a ser de urethano, a las que se les acopla un rodamiento industrial de precisión. Con eso conseguías una velocidad brutal y nada de ruido. Así que fui a la tienda y me gasté toda la pasta que me había dado mi padre para los dos meses en un Mike Weed y un Hobie Flex.

Cómo disfruté. Me iba desde Fisherman’s Wharf por toda la costa Bay St, Marina Blvd, Golden Gate Park hasta Ocean Beach, al final de todo, y luego me volvía por todas las cuestas subiendo y bajando. Una experiencia… Entonces me volví a España y me pasó lo mismo que al chico que vi yo en Estados Unidos. Cuando iba por la calle patinando todo el mundo me paraba a preguntarme dónde me había comprado eso.

Fue tanta la gente que se interesó que decidí ponerme a escribir cartas a las marcas de monopatines para importar a España. Entonces patinábamos en los jardines de los Nuevos Ministerios y bajos de Azca, yo tenía un SEAT 133, que tenía el maletero delante, lo llenaba de material y vendía ahí. Luego me dejaron una esquina en Cimarra Sport y… así empecé con lo que fue Caribbean.

¿Qué trucos hacíais a mediados de los setenta?

De quienes más aprendíamos era de la gente que estudiaba fuera, en Inglaterra, EE. UU., que cuando venían de vacaciones traían un montón de trucos y nos enseñaban cómo se hacían. No había documentación de vídeos, hacíamos lo que veíamos en revistas, como SkateBoarder Magazine o Skateboard World. Veíamos las fotos e intentabamos hacer lo que salía en ellas, estilo libre, salto de altura, salto de longitud, slalom y rampas con patines muy pequeñitos, muy cortitos y planos. Consistía básicamente en bailar sobre el skate. El slalom nos encantaba porque al final lo que más nos gustaba era deslizarnos, ya que antes teníamos patines que no giraban, como los que venden ahora en las grandes superficies, que los niños se aburren con eso que no veas.

Nos divertíamos muchísimo. Recuerdo patinar con Clipper, el hijo de Kiko Ledgard, el que presentaba el 1,2,3Álvaro RivasÁngel MorenoMercedes ResinoMarcos Corrales, Juan y Cristina LacoutureJaime Armero, los hermanos LagunaLuis MatesanzLuis CorchadoJulián SanzJavier CorcobadoJosé RamónRoberto SoriaLuis Moreno, etc. Y había de todo. Éramos mezcla de todas las edades y clases de gente. En este deporte solo gastas el primer día, el resto es gratis.

Luego cuando vimos los bowls americanos, los skate Parks y todo esto, empezamos a hacernos rampas nosotros. Cogíamos un tablón de madera y lo poníamos en un banco de la calle como si fuese una rampa. Íbamos a la entrada del Ramiro de Maeztu, que tenía cuestecilla. Nos colábamos en el patio del Colegio Maravillas, que yo era exalumno y sabía cuándo nos podíamos meter porque no estaban los curas. También a la iglesia con el sombrero mexicano (Nuestra Señora de Guadalupe, frente al parque de Berlín), nos subíamos al tejado. Cualquier cosa que tuviese curva nos servía. Y los que tenían espacio, como la gente que vivía en La Moraleja, pues se construían halfpipes enormes pero totalmente caseros.

¿Os influenciaban las películas? yo recuerdo Thrashin’ como un fenómeno.

Sí, tenían mucha influencia, y muy buena. La primera que hubo fue Skateboard en 1978 con Leif Garrett. Tengo todavía guardados los carteles. Como no había nada, aquello fue alucinante. Llenamos el cine entero.

¿No os dabais golpes duros con el free style?

No nos pasaba nada. Y como dice Roberto Soria en el documental, «talegazo» y te volvías a levantar, y otra vez, «talegazo» y así constantemente. Las lesiones normales de aquella época eran romperse el escafoides. Yo me lo rompí en el 76. Podías operarte o pasarte un año con escayola y yo opté por la escayola. La mayoría de la gente que hace skate tiene estas lesión, o el menisco, pero ya a un nivel muy alto.

Tú montabas una pista en el centro de Madrid.

Yo pasaba las vacaciones de verano en el País Vasco, en Fuenterrabía. Los vascos siempre han estado muy avanzados en todo esto por el tema de la frontera, sobre todo en Guipúzcoa. Les llegaba todo de Francia, iba mucha gente a hacer surf y también traían sus skate. En Francia el skate tuvo mucho apoyo de la Administración y había muchos skate park. Así surgió el de Erroinardie en San Juan de Luz, Francia, donde asfaltaron un terreno con montículos e hicieron un pequeño half pipe copia de los americanos.

Por estos circuitos conocí a la gente del Team Sancheski. Como la casa no vendía muchos monopatines, tenían mucho interés en ir a todas las ferias a mostrar cómo funcionaban y dar a conocer lo que era. No había medios audiovisuales, así que hicieron unos rampones de la leche que aguantaban lo que les echases y se presentaban por todas partes. Yo llevaba al equipo Sancheski de Madrid. Cuando íbamos a Barcelona nos pagaban la pensión y nos lo pasábamos muy bien. Salíamos a tomar algo, y por las mañanas temprano cuando desayunábamos antes de ir al Ferial coincidíamos con los travestis del Paralelo que no te puedes ni imaginar. Los que eran jóvenes recuerdan todo esto como la mejor época de su vida.

Pues resulta que los del Team Sancheski tenían una rampa al lado de los Grandes Almacenes Mamut, hablé con Javier Sánchez «Sancheski» y me la dejaron traer a Madrid. Esta rampa yo la guardaba en un almacén que tenía en la calle Pajaritos y la montábamos cada domingo en Nuevos Ministerios. Nos pasábamos todo el día patinando, hasta que se ponía el sol. Estuvo funcionando hasta que cambiaron a la Guardia Civil por vigilantes jurados. Ellos nos dijeron el primer día que ahí no podíamos estar, que eso era privado, que tururú y que quiénes nos creíamos que éramos.

Un figura en aquellos tiempos fue Javier Corcobado.

Cuando empezamos a hacer el documental busqué biografías suyas por Internet y no mencionaba el skate, como si no hubiese existido en su vida. No le daba importancia, o se la quitaba. Me extrañaba porque era un crack, dominaba todas las disciplinas. Todos los saltos y el slalom. A mediados del 2000 o por ahí volvió a retomarlo. Cuando yo le conocí, muchas cosas se las enseñé y a las pocas horas ya me estaba enseñando él a mí, en poco tiempo me daba sopas con hondas.

¿Fue la primera época dorada, en los setenta?

En esos tiempos Sancheski empieza a vender muchísimo, como te he comentado, el TOP, un patín de plástico, que se hizo famoso el que era de color naranja. En el País Vasco no lo llamaban patín, decían directamente «déjame el Sancheski». Pero los principios del skate en España duran poquísimo, fue del 75 al 79, porque de repente se hundió. Desaparecieron todas las marcas y distribuidoras europeas. En Francia hubo hasta gente que se suicidó, empresarios y gente que publicaba revistas. Es que en Francia estaban desesperados. Me venían hasta Madrid con sus Citröen Tiburón con el maletero lleno de ruedas y decían: «¿Qué me das por esto?».

Javier Corcobado
Javier Corcobado

¿Por qué hubo esa crisis?

En Estados Unidos empezaron a desaparecer todos los skate park por problemas de seguros. Y el resto fue en cadena. La revista Skateboarder a la que yo estaba suscrito tuvo que suprimir durante algunos años por falta de anunciantes. Como los americanos eran muy serios, me mandaron una revista de BMX del mismo grupo porque estaba suscrito para cinco años.

Recuerdo que estuve en Estados Unidos de viaje de novios, por el 83, y no quedaban ya skate parks. Llevaba una lista de trescientos o cuatrocientos para visitar y solo localizamos cinco, y de esos cinco, solo uno operativo. Porque estaban taladrados, cerrados, precintados para que nadie los pudiera usar y quitarse de problemas de responsabilidad civil.

Y surge el skate park del Parque Sindical de Madrid.

Don Tomás Moreno fue el mecenas, es el tío que más ha hecho por el skate en España. Iba todos los domingos al parque a jugar a pala, a las cartas y conocía al director del parque de hablar con él. Así surgió pedirle que cediera unos terrenos que había para montar un skate park. Se hizo por los skater de la época, que fundaron un club y pagaban unas cuotas y algunos curraron como nunca lo habían hecho. El planteamiento se hizo siguiendo lo que habíamos visto en fotos. A mí me tocó alguna vez hacer mallazo a mano. Se hizo un drenaje natural. Todos aprendimos algo de albañilería, gracias a don Tomás. Como anécdota decir que un día apareció en los terrenos un obús de la Guerra Civil. Y don Tomás conseguía arena de los camiones del Ejército que la sacaban del río, les llamaba y los soldaditos en lugar de tirarla en otro lado se la daban.

Se hizo un bowl pequeñito que no valía para casi nada, era para enanos pero se patinaba. Y una pista de free basada en dibujos y planos que teníamos por ahí, porque los americanos te vendían los planos. También un quarter que tuvo muchísimo éxito, estaba muy bien hecho y era muy divertido.

Y en el transcurso de esto, un día estaba con Javier Sanchez «Sancheski» en una feria de material deportivo en Barcelona y llegó un señor, Joaquín Roig, a presentarnos unos planos de un skate park que quería hacer en Barcelona. Nos quedamos acojonados porque eran unos planos de la leche, como los americanos. El hombre iba preguntando en los expositores que tenían skate, que eran Sancheski, Vecar y poco más, qué les parecía. Así se construyó el primer skate park público en Madrid 1979 y uno privado, el skate park de Arenys de Munt, en Barcelona, que a los pocos años tuvo que cerrar, debido al hundimiento del skate.

¿Llegó a haber dos escuelas de patinar diferenciadas?

Creo que no, pero sí existió diferencia entre la década de los setenta y de los ochenta. Para analizar la esencia real del skate de aquellos días falta documentación. Mucha gente ya no está, otros se han ido al extranjero, otros no se han enterado de que se estaba recopilando material. Aunque poco a poco surgen cosas, vídeos en Super-8 mezclados con la comunión de alguien, todo amarillento, en muy mal estado. Pero, por ejemplo, después del documental hay quien ha dicho que en Valencia también había un movimiento, otros preguntan que por qué no ha salido Málaga. Sí, había movimientos allí, pero no hay documentación. Me quedé alucinado cuando me mandaron por Facebook todo el movimiento que había en Palma de Mallorca.

Ángel Moreno, Javier Corcobado, Luis Matesanz y Sims Glove.

¿Cómo pasasteis la crisis de principios de los ochenta?

Mi tienda sobrevivió por el surf, roller y por el BMX sin dejar el skate. A los patines de cuatro ruedas se les empezaron a acoplar zapatillas deportivas, desaparecieron las correas. Sancheski hizo ahí una plantilla muy buena. Luego llegó el in line, como una evolución natural. El roller fue un rollo más urbano. Aunque como la gente se enganchaba a los autobuses hasta que se mató un chico, la policía municipal empezó a perseguir el tema.

Con el BMX fue lo mismo, otra vez don Tomás Moreno ve unos terrenos del Parque Sindical que estaban inactivos y se diseña el primer circuito de Madrid. Yo colaboré, tengo todavía las facturas de la excavadora que movió la tierra, la señalización del circuito, etc. Era un circuito de la leche. Hicimos un campeonato a nivel nacional con una asistencia de participantes y público brutal, creo recordar que Joaquín Almunia entregó los trofeos en alguno de los campeonatos de skate o de BMX.

¿Cuándo llega la segunda oleada?

Fue del 84 al 90. Fue la mayor fiebre del skate que ha habido en toda la historia. Te hablo de que todos los niños de España tenían un patín. Fueron los años también de Tony HawkTony AlvaChristian HosoiLance MountainRob RoscoppSteve CaballeroCorey O’brien y toda esa gente, fue brutal. Vendíamos treinta tablas diarias, ahora no haces esos números ni de coña. Fue la época de las tablas asimétricas, con cóncavos de cuchara y tail elevado. Las introduce el mercado americano. Eran más anchas que lo que había hasta el momento, permitían más estabilidad en los trucos y movimientos.

Había skaters por la calle que estaban esponsorizados.

Sí, pero desde mi punto de vista en España creo que llegó un momento en el que hubo «esponsoricitis». Ya sabes, mucha gente que sin tener ni puta idea ya quería un sponsor. Luego otros que mercadeaban con el material que les dabas. Yo llegué a la conclusión de que para esponsorizar había que hacer un contrato de forma algo más seria y tener una complicidad entre el skater y la marca. Si la marca lanzaba un producto, el sponsor debía de testar el producto y promocionarlo llevándolo, y si no te gusta y no se adapta a tu estilo, no estés con la marca. Punto. Porque en el skater hay un concepto algo anárquico y muy libre y es difícil que la gente cumpla. Del año 75 al 80 la gente era muy guay. Realmente éramos amigos todos, luego seguimos siéndolo, pero aparecieron los intereses comerciales y la gente empezó a decir que si ellos valían esto o lo otro, que si yo valgo más…

¿Había estrellitas?

Ha habido algunas estrellitas que no lo han asumido bien y a esos había que decirles que realmente que tengan un sponsor es posible gracias a los demás, a los que compran y pagan el producto de la marca. Si algo se vende, a ti te patrocinan, si no, pues la cosa se complica. Todo se empezó a pudrid a mediados de los ochenta con el trapicheo económico y las rencillas comerciales. Pero hay de todo, realmente hay mucha gente muy valida, muy buena y amigos de sus amigos y que si tienen que echarte una mano lo hacen. En definitiva la gente del skate está muy unida.

¿Cómo evolucionó el skate en los noventa?

Desapareció en parte el old school. Pasamos a una tabla simétrica, estrecha. El asimétrico era un patinaje más tranquilo, te podías meter en un halfpipe, hacer unos aerials, algunos trucos, etc., pero no mucho más. Fue un estilo que desapareció de la mano de los skate parks y surgió una forma de patinar más agresiva, de calle, con estas tablas te permiten hacer burradas por las calles utilizando el mobiliario urbano como un elemento más. Antes había que tener más aptitudes y constancia para aprender, sobre todo en la modalidad de free style, con las simétricas evolucionabas más, ahora con el longboard el patinaje está tendiendo o siguiendo la misma evolución o trayectoria.

José Antonio «Doc» Caribbean

El longboard es la última moda

Este tipo de tablas empieza con un público no tan joven, las pide normalmente un tío de menos de treinta tacos. El comienzo del long es propio de gente que había patinado en los ochenta, está casada, con un trabajo fijo, con hijos, que ya no puede hacer lo que hacía con con quince, y quiere algo con lo que la gente no le diga «ya no eres un niño para ir por ahí haciendo el gilipollas». Que es lo que piensa mucha gente de dar saltos con el skate. Así que te pillas este, que no hace ruido, que no es el concepto algo más agresivo del street. Además, ya puedes gastarte pasta, cuando eres joven dependías de tus padres y tal. También, igual sus hijos empiezan a patinar y le gusta irte con ellos. Con este tipo de perfil de consumidor empieza la fiebre del long.

Realmente, llegó en el 95. Los había en los ochenta pero aquí no vendían, solo eran populares en zonas californianas y proximas a la costa. En España podías ver alguno en los paseos marítimos de San Sebastián, en Francia, Biarritz, San Juan de Luz, Hendaya, en esas zonas que como te he dicho siempre han estado más avanzadas por su trayectoria surfera, pero nada más.

E igual que todo, ahora mismo los americanos están cambiando el concepto del long pasando de un rollo muy tranquilo a, otra vez, una forma de patinar muy agresiva. Los ejercicios empiezan a ser más radicales. Creo que el long se está convirtiendo en un nuevo street. Además están saliendo tablas y conceptos diferentes, por lo que pronto tendremos algo nuevo.

El Parque Sindical lo han enterrado.

El skater suele tener una mentalidad de que nadie le tiene que decir dónde patina ni cómo y ni mucho menos que tiene que pagar por patinar. Yo no lo comparto, pero es así. Entonces, en el Sindi yo me acuerdo de que había que pagar cinco pesetas y había gente que se colaba. No era una burrada, era muy poco, pero… Así llega un momento en que la Administración acaba hasta las narices. Luego empiezan que si el botellón, las pintadas… Si la cosa da problemas, pues les sale mejor poner cuatro pistas de tenis o de pádel hasta que se pase de moda y pongan… yo qué sé.

En este rollo hay gente sanísima, pero siempre conlleva un rechazo social por ese toque anárquico del skater. Igual no es esa la palabra, que suena como revolucionario, llámalo inconformista o espíritu libre. En mi opinión el skate park del Parque Sindical ha desaparecido por eso. Aunque lo bueno es que solo lo han enterrado, igual llegan las nuevas generaciones, sacan las piedras y está igual.

Y es lo que está pasando ahora en el de Móstoles. Si no eres empadronado creo que cuesta tres euros y si te suscribes un año te cuesta ocho. Porque todo cuesta dinero. En el de Móstoles tienes duchas, servicio médico, vestuarios, está vigilado… pero la gente prefiere colarse.

¿Qué sentiste cuando Tony Hawk y los demás vinieron por primera vez a España?

Los primeros que vinieron fueron Hosoy, Lance Mountain, Rob Roscopp, Steve Caballero. Lo tengo todo en una Sony si no me ha desaparecido, que tengo algunas beta que las pones y sale todo negro, con nieve, se han perdido. Recuerdo a Montain tranquilo, a un Caballero currante. A Rosco patinando como un señor, con un estilo muy clasicote, con trucos muy planchados, muy marcados. Hosoy era la agresividad absoluta, radicalismo total. De locos. Hacía arials de dos metros o dos metros y medio. Luego Tony Hawk vino un verano. Dicen que había mucha gente, pero yo creo que éramos menos.

Estos son mitos. Algunos ya ni están, otros han tenido problemas de drogas, otros lo han ido dejando, pero a los que quedan, ahora les sigo viendo hacer con cincuenta años lo que hacían con trece y me parece brutal. Hay generaciones detrás muy buenas, pero estos son los verdaderos mitos porque fueron los primeros.

¿Y tú? Patinando hasta que el cuerpo aguante

Yo cuando estoy patinando en competiciones de slalom, me subo a la rampa de salida y me quito el casco, la gente me ve las canas y flipan. No se creen que siga patinando con sesenta y un años. Obviamente, ya no hago lo que hacía con quince, tengo el problema de la edad. Yo en su día pasaba conos haciendo el pino y ahora no me aguantan los brazos, ni en parado, saltaba 1,50 m, hacía free style, truquitos, ramp, etc. Posiblemente, si fuera a un gimnasio igual sí podría hacer más, pero no tengo mucho tiempo libre y me da mucha pereza. Y luego me hincho a plátanos, porque me dan unos calambres por la noche que se me quedan los músculos como una piedra. A veces en casa me tengo que ir al baño arrastrándome para que el frío del suelo me calme esos calambres. Pero la vivencia con el skate es que sales a patinar y aunque estés solo, te lo pasas cojonudo, y si hay más, pues mejor, porque nadie te rechaza. El monopatín, en realidad, es un conjunto de sensaciones difíciles de expresar, es libertad…

Imágenes cedidas por José Antonio «Caribbean»

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