Perfiles

Isco y mi abuelo

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Isco (Foto: Cordon Press)

Veo jugar a Isco y recuerdo a mi abuelo. Mi abuelo murió poco antes de que yo hiciera la primera comunión. Después de leer este texto ya me dirán si, algo que suelo afirmar, su muerte fue una verdadera pena. Como lo será en su momento la retirada de Isco, dicho sea de paso.

Mi abuelo era sevillano y no le gustaba el fútbol pero sí los tatuajes y sobre todo la existencia. La pura, no la impostada. También callejear de la mañana a la noche, de ahí su viveza. Cuenta mi padre que llevaba el escudo del Betis tatuado en un hombro y el del Sevilla en el otro. Cuando conocía a alguien, antes de que se llegara al inevitable debate entre Cardeñosa o Blanco, se adelantaba a preguntarle de qué equipo era, entonces enseñaba el hombro adecuado y ya había ganado un amigo.

Isco es malagueño y jugó en un Málaga de Primera. Cuando yo estudiaba en Málaga, cada temporada veía operativos policiales en torno a la Rosaleda al visitarla el Sevilla, puesto que se declaraban partidos de alto riesgo. La gente saca el riesgo de debajo de las piedras pero a mi abuelo y a Isco estas actitudes le pasan de largo. Por eso el crack del Arroyo fue luego a jugar al Sevilla como si, en lugar de ser afición esquinada para un malaguista, le hubieran criado los propios biris. Rechazó Catar, su pompa y estilo de vida para volver a Andalucía. «Nunca le voy a dar prioridad al dinero, si no, no me hubiese ido al Sevilla», aseguró en Marca.

En el Sevilla era titular cuando dejó el club a mitad de curso. Jugaba como en sus buenos tiempos de Madrid o Málaga. Contó en Marca que echaron a Lopetegui y desde ese momento quisieron desprenderse también de él. Que Monchi le mintió y difamó, entonces decidió irse perdonando su contrato. Y yo le creo. Hay cosas más importantes que el dinero. Concretamente todas, si tienes el imprescindible para vivir con dignidad.

Y aquí vuelve a entrar en juego mi abuelo. Entre otra serie de actividades, se ganó la vida como pintor de brocha gorda. Se ve que tenía buena mano y solían requerirlo. Él nunca hablaba de honorarios, sólo iba y pintaba. Una vez acabada su faena, la charlota y el cartón de vino del durante le eran suficientes. Había realizado un buen trabajo y eran dos personas contentas. El dinero que siempre acababa por recibir, la voluntad, le hacía el apaño al volver a casa, donde un ama de casa y tres hijos saldrían adelante otro día más.

Mi abuelo tuvo la suerte de no nacer en un mundo explotado por el capital y regido por el prestigio. Y a lo largo de su vida mantuvo el juicio suficiente para no colaborar de ello cuando la cosa se empezaba a poner fea. Lo de Isco es algo distinto, pero no demasiado. En su infancia ya soñaba con ser Romario. Una estrella futbolística del primer nivel. Lo contó en El Noticiero de Benalmádena a los seis años. El pequeño Isco fue hijo de su tiempo.

A Isco lo captó el Madrid a los veintiuno. Jugar en el Real, oh, títulos, riqueza, estatus. Pero de la vorágine salió pronto y de manera natural. Su naturaleza se ciñe a la pelota. «Tengo ganas de jugar, de competir, de divertirme», declaró recientemente y en otras ocasiones. No cabe duda que todo futbolista desea medirse contra sus iguales: un atacante quiere sortear defensas y un gran atacante quiere sortear grandes defensas. Es parte de la gracia del juego. Competencia sí, dice Isco, pero siempre divirtiéndose. Y es que lo genuino se encuentra en lo que uno está dispuesto a dejar por el despiadado camino de la competición. Profesionalismo malinterpretado, extremismo físico, ego táctico, desmedida presión ambiental. No pervertirse es lo complejo, y lo honesto.

Isco llegó al Madrid y expuso lo siguiente: aquí está mi condición física, hasta aquí mi límite por ser el mejor y aquí al lado, impoluto, mi fútbol. Así me han fichado porque así soy. Y no cambió nada durante nueve cursos.

La cosa le fue bien hasta los veinticinco. Pero desde 2018 el equipo empeoró y entonces las acusaciones de vago y desinteresado se dispararon. «Siempre me he dejado la piel, he jugado lesionado, era de los que más corría en cada partido. Siempre he demostrado mi compromiso». Con esas palabras se defiende actualmente sobre hechos que le son impropios.

Isco (Foto: Cordon Press)

Cuenta Valdano que, en su etapa como técnico del Valencia, le costó horrores que sus futbolistas entendieran que Romario no entrenaría igual que ellos pero tenía que jugar. Hablaba del talento pero también de respetar la esencia de cada futbolista, de cada persona. En la adversidad de los resultados, el merengue quiso ver en Isco algo de la evolución cíborg que le ofrecía Cristiano. Pero él siempre brilló como antítesis del atleta. Isco nunca fue Cristiano pero tampoco ha sido el irreverente Bale o el abandonado Hazard.

Si se mantuvo tanto tiempo en el club a desmedro de su imagen fue por la simple razón de que era feliz. Isco cuenta que, cuando dejó de ser importante en los partidos, le llamó Bartomeu para fichar por el Barça «pero estaba en el Madrid muy bien, con mis compañeros, con un ambiente increíble en el vestuario». En Barcelona tuvo la oportunidad de seguir compitiendo al máximo nivel sin necesidad de ofrecer esa distinta actitud que le demandaban, satisfaciendo así las expectativas que el entorno siempre le impuso. Pero ya no quiso contentar al otro, sino atender a sí mismo. A fin de cuentas entrenar es jugar a diario, se dijo. Y aquí sigo disponible, sin lesiones y con el espíritu intacto, por si el técnico lo considera.

Ahora Isco conseguía ser feliz sin que le acompañaran los parabienes y los focos. «He intentado pasar un poquito inadvertido», dijo para Marca en 2023, su primera entrevista en cinco años. En un buen acuerdo, perdió parte del reconocimiento social que nos mueve y carcome a cambio de respetar su ser. La calidad no le dio para aguantar en las alineaciones del exigente Madrid, pero finalmente honró, acaso sin pretenderlo, lo esencial en su ídolo Romario. Tras su salida aseguró no sentirse injustamente tratado. Hubo paz y no rencor. Entendió sin más las circunstancias del fútbol profesional y de la vida. Puede llamársele madurez.

Ahora ha llegado al Betis. Aún con 31 años, esta vez rechazó la caudalosa Arabia. «Quien me fiche se va a encontrar con un Isco trabajador y con muchas ganas de jugar, de hacer goles, tirar caños y divertirse», dijo en Marca. Una para el trabajo y cuatro para el fútbol. Isco ha pasado media carrera en lo más alto y todavía lo primero que piensa es tirar caños. Eso es alguien con alma.

Isco (Foto: Cordon Press)

Con su fichaje por el Betis dio otro giro inverso a la rueda de las enemistades y los tabúes. En su decisión no hay ánimo de revancha contra el Sevilla. Lo dirige Pellegrini y comparte campo con William o Fekir: únicamente se trata de pasión por la pelota. En Heliópolis la está rompiendo. Lleva cinco MVP en ocho partidos de Liga, todos como titular. «Sólo trato de disfrutar del fútbol y ayudar al equipo», reitera. Los medios se muestran impactados y, para justificarse, dicen que Isco es otro, que está a tope físicamente. En realidad está como siempre, entrena como siempre y juega a lo de siempre, sólo que ahora no tiene que ganarle el puesto a Modric y compañía. «Siento que tengo una carrera privilegiada, he disfrutado mucho del fútbol», zanja cuando le preguntan el oportunista y tendencioso ¿Crees que podías haber dado más?

También cuenta mi padre que mi abuelo malvendió la Vespa, su único medio de transporte. Cierto día, un vecino le dijo que la necesitaba y mi abuelo le creyó; aquel le ofreció un billete al paso y se llevó la llave. Entonces mi abuelo tuvo que vérselas en casa con mi abuela. Aguantó la bronca, encendió su pipa y esperó la cena.

 

5 Comentarios

  1. Lux Interior

    Buen artículo de personas que estropea meter a Valdano y no mentar que Isco creció como futbolista y persona en el Valencia.

  2. Increíble. Me ha parecido muy bueno, lo tuyo no son los artículos, son las historias, los libros, eres un crack.

  3. Muy bueno el artículo, mi hijo y yo pudimos verlo jugar en el Málaga y vajo la dirección de Pellegrini y ponía al campo en pie

  4. jose antonio

    Esta claro que hay gente que no sabe contar historias o articulos o relatos y hay otra gente que te lo cuentan de maravilla, esta claro que estamos en el segundo caso,no tengo ninguna duda. Felicidades Javiii, eres un maquina.

  5. Pingback: Isco e meu avô - Ponto Futuro

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