Las recomendaciones de Google funcionan cada vez mejor. Gracias a esta afilada herramienta he podido leer en Sport que a los futbolistas del Barça les han prohibido jugar a pádel, con el objetivo de evitar alguna lesión. No me parece ni bien ni mal, la medida del club, pero qué sé yo. Si yo fuera futbolista del Barça y me prohibieran jugar a pádel en mis horas libres, recurriría a una respuesta tan clásica como certera: «¿Nos nos dejáis jugar a pádel? Pues nos drogamos».
En realidad, nunca he jugado a pádel. Soy consciente de que esto me convierte en una excepción. No es que tuviera nada en contra del pádel, pero simplemente no se dio. Cuando mis amigos empezaron a jugar a pádel, yo estaba centrado en la evasión. Cuando mis compañeros de trabajo empezaron a jugar a pádel, yo seguía centrado en la evasión. Cuando mi hijo pide ahora jugar a pádel ya estoy demasiado cansado y mayor. Los del trabajo, además, siempre quedaban para jugar a pádel por la mañana, antes de ir a la redacción, y mis biorritmos nunca han funcionado del todo a esas horas, sobre todo cuando estaba centrado en la evasión. Bien lo sabe Dios.
Así que nunca he jugado a pádel y, ya que he llegado a los 40 años sin hacerlo, lo mejor será no jugar jamás, aunque solo sea para tener algo que contar. Lo cierto es que ahora que he dejado la evasión tengo tres hijos y demasiado trabajo: no tengo tiempo para jugar. Esto es sin duda lo mejor de la paternidad: una justificación verosímil y respetable. No tener que mentir para abandonar la vida social.
Además, esto del pádel tarde o temprano tendrá que aflojar. Quizá un día inventen un juego de raquetas superior, como sucedió en su momento con el frontenis o el squash. Quizá un día veamos las pistas de pádel abandonadas en las urbanizaciones como vemos ahora un viejo parque de atracciones, repletas de espíritus fantasmagóricos con acento argentino y agujeros en la red, y localicen allí un capítulo de Scooby Doo, también. Quizá un día veamos las pistas de pádel como vemos ahora los frontones junto a restaurantes de carretera, que se están perdiendo en este país los jugadores de frontenis y los restaurantes de carretera. Deberíamos empezar a expandir una nueva máxima –si ves un frontón junto a un restaurante es que ahí se come bien-, que complemente y mejore el conocido «si hay camiones en el aparcamiento es que se come bien».
Ojalá un jurado de Masterchef formado por camioneros y jugadores ocasionales de frontenis. Esto también.
Sea como fuere, con esto de los camiones en el aparcamiento como garantía de buen comer se me ocurrió una idea de negocio que comparto altruistamente aquí y ahora, otra vez. La brillante idea de negocio consiste en alquilar camiones a restaurantes de carretera. Dejas los camiones en el aparcamiento y los clientes que estén al volante y vean los camiones aparcados pensarán «si hay camiones en el aparcamiento es que se come bien», y pararán en masa a comer. Nada puede fallar. Salvemos la hostelería: éxito asegurado al cien por cien.
De hecho, igual algún futbolista del Barça, ahora que no puede jugar a pádel, acaba invirtiendo en esto. «¿No nos dejáis jugar a pádel? Pues invertimos en las ideas de negocio de Ballester». Ellos verán. De la droga al menos se puede volver.
Hoy en día, si ves muchos camiones aparcados en la puerta de un restaurante no es que se coma bien, es que tienen buena conexión Wifi