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Marcus Cooper Walz: «Todo lo que hagas te va a acercar o alejar del resultado: el entrenamiento, el sueño ¡hasta cómo pestañeas!»

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La final del K1-100 de Rio de Janeiro 2016 es el típico vídeo con un título llamativo en que se alerta de una enorme remontada deportiva. En él, se ve cómo un joven rubio, sobre una piragua blanca, recorta más de dos segundos a sus rivales en apenas dos cientos metros y pasa de la quinta a la primera plaza para ser oro olímpico. Un español nacido en Oxford, criado en Mallorca y de sangre inglesa y alemana, concretamente.

En los pasillos de las redacciones de deportes minoritarios, se dice que, para París 2024, el abanderado español responde al nombre de Marcus Cooper Walz. El palista español, ganador de una medalla de oro en Rio de Janeiro con veintiún años, recibe a Jot Down con una tranquilidad que mantendrá en la hora larga que dura la entrevista. Antes de la charla, le pedimos hacer una sesión de fotos en el río Guadalquivir, lugar habitual de entrenamientos, antes de perder la luz del sol. Cuando este equipo de redactor y fotógrafa fue a preguntar si podía acceder a un club deportivo para hacer esas instantáneas, sin la mediación de Marcus, nos derivaron a un cuestionario en no sé qué web del gobierno autonómico. Cuando llegamos con él, bastó un respetuoso «Perdona, mira, que si pueden hacerme unas fotos, ya sabes, será un momento» para que rodara el torno y nos recibieran con la mayor de las amabilidades.

A pesar de su temple, Marcus confiesa ser un culo inquieto. Antes de contarle qué es Jot Down Sport, confiesa habernos espiado mucho. «Nosotros a ti también, en tu web oficial». Qué vergüenza, dice. Ese portal lo está construyendo él mientras aprender a programar. Esta afición tecnológica la compagina con sus entrenamientos y las cinco empresas que tiene en propiedad. Una máquina de dar paladas y de aprovechar el tiempo.

La primera vez que se monta en una piragua es con doce años.

No es del todo pronto, tampoco es más tarde, pero no es muy pronto. La mayoría de los chicos que han llegado a un nivel alto en el piragüismo empezaron antes que yo. Antes de iniciarme en este deporte tenía una vida completamente normal. Nada extraordinario. Siempre me han gustado los deportes, la actividad física. En el colegio, la hora de Educación Física para mí era la favorita. ¡Y ya era muy competitivo! Sobre todo, conmigo mismo. Un día, cuando todavía era muy pequeño, le pedí a mi madre que me llevara a un gimnasio, para hacer pesas. Aunque me llevó, el mismo entrenador personal le dijo que no, que era demasiado pequeño para empezar con las mancuernas. Así que probé con el baloncesto y con el fútbol, por ese orden. Pero no me llegaron a enganchar. Todo lo contrario a lo que me ocurrió con la piragua, que me encandiló desde el primer momento.

Querías algo más duro.

Quería un deporte que me pusiera forma físicamente, que fuese muy duro, sí. No digo que el baloncesto y el fútbol no lo sean, pero en ese momento vi que la piragua lo era más. También se practicaba en un entorno acuático, a mí siempre me ha gustado el mar, la playa, el puerto… Era un deporte que encajaba perfectamente en mis gustos.

Empecé a probar este deporte porque me apunté a un campamento de verano y había deportes acuáticos. Justamente se me dio bien. A este campamento llegué porque un amigo mío de la infancia se había apuntado antes que yo y me uní a él. Solo era piragüismo de recreo, de veraneo, pasarlo bien, digamos, simplemente me gustó. Por eso, al principio solo era navegar por el agua en verano. Luego vi que había una parte en el club que era de competición, con chicos y chicas que estaban en forma, que entrenaban. ¡Y me piqué! Enseguida quise probarlo, quería hacer algo más que dar vueltas por el puerto.

La crónica dice que desde el primer momento se te empieza a dar bien.

Sí, no sé si se llama lo don, pero claro, cada uno tiene su genética, tanto física como mental; su forma de ser, es un antes y un después cuando encuentras cuáles son tus virtudes y las sabes explotar bien. De hecho, cuando se me pregunta cuál creo que es mi fuerte, te digo la mentalidad. Me gusta ser muy perfeccionista y, te digo, me puedo volver muy obsesivo cuando tengo un objetivo en la cabeza.

Sin duda, hay que tener algo especial para destacar en el panorama deportivo nacional sin ser futbolista.

Estoy de acuerdo, pero creo que los españoles valoramos el piragüismo. No tanto como el fútbol, por supuesto, pero sí que cada vez más se valora el piragüismo. Los buenos resultados que estamos obteniendo en Olimpiadas y mundiales está provocando que, cada vez, se nos reconozca más. ¡Aunque se nos sigue confundiendo con el remo! España lleva dos Juegos Olímpicos seguidos en que la piragua es el deporte rey en cuanto a número de medallas conseguidas. Esto hace mucho.

Cuando empiezas, no lo es tanto. Necesitabas a un verdadero enamorado de este deporte, héroes de la formación base, para empezar a forjar al campeón que ahora eres. Joel Badía es tu primer entrenador.

El deportista le debe mucho a su entrenador, sus resultados dependen mucho de sus formadores. Y no hablo solo de la planificación del entrenamiento. En la formación de los deportistas jóvenes, es importante darle a una dosis de competitividad para que el crecimiento sea constante.

Joel tenía una mentalidad muy competitiva de profesionalidad, me contagié de eso enseguida. Nos tenía firmes, nos tenía motivados y nos inculcaba tener las cosas claras, las competiciones. Es fundamental cuando, desde muy pequeños, tenemos esa mentalidad –sana– de competitividad. Íbamos a competir, con ganas de dar lo más de nosotros mismos.  Nuestro primer objetivo era pasarlo bien, sin más, pero dando lo mejor que teníamos. Ganar no era obligatorio ni fundamental. Coincidir con él supuso un impulso inicial fuerte, él me empujó hacia la Selección Española un par o tres de años después de estar apuntado a piragua.

Insisto en que tu crecimiento en las palas es rapidísimo e imparable.

A partir de los tres, cuatro años, conseguí estar entre los diez mejores juniors del país, que es cuando ya me cogen para la selección. Ahí me voy a Asturias, pegadito a Avilés. Fue un antes y un después, estamos hablando del momento de mi profesionalización. Ya no era un simple deporte.

Aunque siempre me lo tomé muy en serio, mi hueco en el deporte cambió por completo. Era emanciparme con quince años, irme de casa y estar concentrado al cien por cien. Por supuesto, con los estudios. Pero ya era para mí un trabajo. Estaba contentísimo con esta situación, lo llevaba muy bien. En mi entorno costó algo más, echaba de menos mi casa, mis amigos, pero me adapté rápido a ese estilo de vida.

Mi madre me echó bastante de menos, hay que decirlo, pero a la vez se notaba que estaba muy contenta y me apoyaba mucho.  De hecho, he tenido la suerte de que mi familia siempre ha estado apoyándome mucho. Les sorprendía que avanzara tan rápido, que mejorara tanto. Me siguen mucho, les cuesta perderse una competición internacional, viajan conmigo a todos los países en que pueden verme competir.

Es decir, que en el campeonato del mundo junior, cuando ganas el K4 1000 en Alemania, están allí. A los cinco años de montarte en una piragua, ¡ya eres campeón. del mundo!

Además, en la categoría junior hay dos años: junior de primero y junior de segundo. Y compiten juntos. Yo era junior el primer año y conseguí estar entre los cuatro mejores juniors de primero y de segundo en España. Entré a representar a mi país junto a Javier Cabañín, Juan González y José Javier Cano y lo ganamos.

Imagínate cómo estaba: mi primer año de junior, mi primer año de estar en la Selección Española junior y ya era campeón del mundo, ¿no? Menudo súper resultado. Otro antes y después en mi vida. Ahí pienso que puedo aspirar a cosas muy grandes, a mi alrededor empiezo a escuchar el runrún de los Juegos Olímpicos. Eso todavía queda muy lejano para mí, hablamos del año 2011, pero esas emociones ya me impresionan mucho.

Entre 2011 y 2015, ganas: cuatro oros en categorías inferiores, tres en campeonatos mundiales y uno europeo; dos platas, una mundial y una europea; y dos bronces. A las puertas de Río te cuelgas nueve medallas. Te dolería el cuello.

Esos años son de vértigo, desde luego. Ocurre la curiosidad de que, aunque llevaba toda mi vida viviendo en España, solo tenía la nacionalidad inglesa. No había necesitado la española para nada, aquí podía hacerlo todo sin ella. Pero, claro, cuando las opciones para ser olímpico son, cada vez, más reales, quería representar a España y para ello necesitaba la nacionalidad. Esa peculiaridad hizo que se hablara más de mis posibilidades de ir a los Juegos, por la necesidad de empezar los trámites para hacerme español por los papeles. Es un proceso largo. Se tardaron cinco años en el cambio de nacionalidad, va súper lento y menos mal que lo iniciamos con dieciséis años. Con veintiuno fui a Río de Janeiro. ¿Te imaginas que no consigo acabar los trámites para 2016? No sabríamos qué sería de ese oro olímpico y del resto de éxitos.

Aparte de eso, fui muy año a año durante esa época. Hasta el mismo año 2016, nunca había pensado en los Juegos. Todos los años tenemos Campeonatos de Europa, del Mundo, Copas del Mundo, que son algo menos importantes, pero donde iba cosechando resultados muy interesantes todos los años. Desde que fui al primer campeonato del mundo absoluto, o senior, ya me subí en el pódium con diecinueve años y desde entonces no me he bajado. De hecho, no me he bajado nunca desde entonces.

Como digo, iba año a año y obteniendo un buen palmarés. De repente, justo antes de empezar la temporada 2016, tomé la decisión de entrenar al máximo, de forma obsesiva, para conseguir el mejor resultado posible en Brasil. A ver qué pasa, pensé. Ya lo tenía todo, así que había que probar. O todo o nada.

¿Cómo es esa nueva etapa de formación? Ya no eres junior, donde obtienes enormes resultados. Te toca pelear con los grandes del deporte. Además, cambias de entrenador por esa época. A José Seguín, concretamente.

Llego muy joven a los Juegos, sí. A esa edad, todavía no somos maduros para forzarnos a tener la profesionalidad y la disciplina que exige tener un campeón olímpico. No conseguimos valorar lo que podemos conseguir siendo estrictos y serios. Nos sale más jugar a la videoconsola, salir por las noches y ya está, no pensamos de forma madura. No miramos más allá, son bastante cortoplacistas.

Por eso, me forcé a madurar mucho. Creo que fue parte del éxito ya que, a una edad temprana, ser serio y de verdad disciplinado fue un complemento diferencial en la preparación física obsesiva. En la parte mental fue en la que más trabajé, para tener cualidades casi impropias de mi edad. En lo físico solo tenía que hacer la progresión natural.

Además, la federación apoya mucho. Tiene la responsabilidad de una parte importante del resultado de los deportistas. No todo depende de nosotros, hay que tener un equipo que forme parte de ese resultado. Así como el entrenador, el médico, nutricionista, psicólogo y lo que se nos ocurra, también es fundamental tener una institución bien organizada y gestionada. Depende de ella nuestro lugar de residencia, de entrenamiento, las dietas y nuestra financiación. Mientras estamos concentrados, tenemos pocos gastos o casi ninguno para poder entrenar. No nos pagan ningún sueldo mensual, pero sí que nos intenta cubrir todos los gastos y facilidades.

El entorno, en ese momento en que vas a dar el salto a la profesionalización, supongo también es fundamental.

Soy una persona que siempre he sido algo independiente, no he necesitado del afecto de mi entorno, pero no voy a decir que no me ha ayudado. Mi familia y amigos se han unido al éxito, me han apoyado y lo han vivido conmigo. Es importante, sin duda. No sé si llaman lo suerte o que te juntas con gente parecida a ti. Del mismo modo, aunque me viene muy bien, quiero pensar que mi entorno no es imprescindible en mis resultados.

¿Qué es más importante, entonces?

Ser muy metódico, muy minucioso con los detalles. Entre todos los detalles, no sabría poner uno por encima de otros para determinar cuál es más diferencial. Quizás, tener la consciencia de que uno está veinticuatro horas entrenando.

No he visto a nadie hacer lo que he hecho yo, sobre todo en el año 2016. Es más, no he hecho un año como 2016 todavía. Es decir, no he repetido tal nivel de disciplina. El año 2016 fui un robot, no puedo decirte un detalle que no fuera perfecto de ese año. Me refiero a toda la temporada. No solo es importante el entrenamiento en sí, en el agua, sobre la piragua o el gimnasio. Cuando ya vas a competir, eres tu cuerpo y tu cabeza, y vas a rendir más o menos según lo que has hecho durante toda la temporada.

El hecho de cuidar la alimentación cuando sales del entrenamiento, el sueño, ¡hasta cómo pestañeas! Por exagerar. Todo lo que hagas te va a acercar o alejar de ese resultado. Todo el mundo sabe entrenar, todo el mundo puede ir con una piragua o puede ir a correr; puede ir a sufrir, esforzarse, puede ir a jugar, pero, claro, hay muchas formas de hacerlo. Luego está la manera de pensar en sacar un extra de todo esto, de marcar la diferencia, y es cuidar todos esos detalles que yo, por lo que veo, la gente no cuida. Piensan que no tiene importancia, que es simplemente el entrenamiento en sí.

En 2016, me iba a dormir a la misma hora siempre, me despertaba a la misma hora, siempre era el último en irme del gimnasio porque me quedaba estirando; calentaba de forma ideal antes de los entrenamientos, durante el entrenamiento descansaba lo que tocaba, me hidrataba con perfección toda la suplementación deportiva, a rajatabla cada día; la alimentación, no me permití ni un lujo, no me salía de la dieta, pero ni una sola vez en todo el año. Fue una obsesión suprema. Todo por ver hasta dónde podía llegar, para saber dónde estaba mi límite. Merece muchísimo la pena.

Como Michael Phelps para Pekín 2008.

Que se metía todos los días en la piscina, sí. Ese fue su éxito, entre otras cosas. Depende de las rutinas de cada uno, yo no entrené todos los días porque cada deportista tiene su rutina y en la nuestra –del equipo– estaba descansar un día a la semana. Lo importante no es entrenar más días, más horas, sino ser extremadamente disciplinado con el método que te marques. A lo mejor viene mejor descansar equis tiempo, yo intentaba descansar y recuperar también dándole la misma importancia que lo que era el entrenamiento en sí.

¿Te formaste para controlar esos detalles? La alimentación y el sueño, por ejemplo.

Sí, por supuesto. Además, siempre nos hemos rodeado de especialistas. Aunque no estamos forzados a tener control de todo, sí que tenemos nutricionista, médico, psicólogo, fisioterapeuta y el propio entrenador en sí. Tenemos medios para formarnos. Soy bastante curioso para el tema nutricional, deportivo en general, porque me gusta. Siempre me ha gustado. De hecho, si yo no hiciese deporte de alto nivel como hago, yo seguiría haciendo ejercicio, seguiría cuidándome. Cuando me cuido la dieta, por ejemplo, no lo hago pensando en el piragüismo sino en mí.

Me gusta ver estudios y teorías sobre el entrenamiento, la alimentación, cómo estirar y demás. Incluso hasta me gusta probar, por ejemplo, dietas por mí mismo. A veces, ves teorías que dicen que hago dietas buenas, otras que no, entonces yo lo que hago es probarlo y veo yo mis propios resultados. Soy un poco friki de lo teórico, de cómo sacarme el máximo rendimiento de todo.

Y con todas estas frikadas y cuidados en la preparación, te plantas en los Juegos. Oro.

Oro. Voy a empezar diciendo que, aunque sea muy difícil de creer, la regata de la final –del K1 1000 masculino– es una de las competiciones donde menos nervioso me he puesto en mi vida. Hay que partir de la base de que ese año yo entrené de forma perfecta para mí, y perfecta no solo quiere decir físicamente, sino que mentalmente también.

Ese día estuve totalmente a mi bola, a mi rollo. No me molesta que haya gente a mi alrededor, pero no necesito para nada que alguien esté apoyándome y todo el rato dándome ánimos. Para mí es casi molestia, sin que suene egoísta o desagradecido. En el equipo, de todas formas, se suele respetar mucho al que compite y se le deja muy tranquilo.

Entrar en la final, quedar en los cinco primeros… yo no había pensado en ningún resultado. Mi objetivo era tan sencillo como simplemente hacer la mejor regata de mi vida. Me daba igual el resto, me da igual el entorno de los competidores, tenía muy claro que yo tenía que estar preparado lo mejor posible para estar en la línea de salida y hacer el mejor kilómetro de mi vida, tenía que llegar lo antes posible a meta. Me da igual quedar primero que último.

Al final si lo he dado todo, ya está, ese es mi resultado. Punto final. Ese día tuve esa mentalidad desde que me desperté. Dormí muy bien la noche anterior porque no pensaba en ningún momento en la competición del día siguiente. Suena mal decir esto, pero es que me daba igual el resultado. Quería relajarme, descansar y al día siguiente hacer la mejor actuación de mi vida. Sé que muchos deportistas están muertos de nervios. Ser tan robótico me permitió estar muy tranquilo, desayunar como tocaba, mantener la calma y respirar igual que el resto de días del año.

Así fui al campo de regatas para prepararme, vestirme e ir calentando como toca en cada momento, sin pensar en el entorno, en la gente que pudiese estar mirando hacia mí o los miles de mensajes que me podían llegar al móvil. Una vez que arranca la carrera, lo mismo. La estrategia era la misma que llevaba preparando todo el año: salí muy fuerte al principio, luego conseguí llevar un ritmo medio, no tan fuerte, un poco más aliviado para seguir con un ritmo de transición y luego subir muy fuerte al final para vaciarme.

No miré hacia los lados en ningún momento. No sabía que, en un momento de la carrera, iba quinto. Solo iba a ceñirme exactamente a lo que había entrenado. Supe que iba en primer lugar cuando crucé la meta, no antes. Cuando dejé de dar paladas, me di cuenta de que, además, había llegado primero. Fue la mejor regata de mi vida y la gané. Oro olímpico con veintiún años. No sabía ni cómo celebrarlo, qué hacer y cómo reaccionar a todo eso.

No había preparado nada porque no había pensado en la victoria. Estas cosas se suelen preparar cuando sabes que estás con posibilidades para conseguir algo grande, esperar un montón de cámaras y a la gente gritando. Enseguida me vino a la cabeza el mérito por el esfuerzo que había hecho. ¡Es que había hecho un año perfecto! De verdad, no creo que ninguno de estos competidores hubiera entrenado mejor que yo. Habrían entrenado más, de otra manera, pero es que mejor era imposible. No descuidé ni un solo detalle en toda la temporada. Pasé de no ser ni siquiera el mejor de mil metros de España a ser, de repente, el mejor del mundo.

Se dice que, para un deportista, no hay nada parecido a vivir la experiencia olímpica.

Sin duda, los Juegos Olímpicos es una película aparte para deportistas y público. Cualquier persona que haya vivido ese pedazo de evento te lo puede decir. Es único por el ambiente deportivo. Notas que todo el mundo está motivado y con ganas de exprimir esa sensación de «nervios», de disfrute de los buenos valores que te da el deporte. Para nosotros, los deportistas, vivir esa experiencia en la Villa Olímpica es muy impresionante. Juntas a los mejores deportistas de todos los países en un complejo de viviendas, de un comedor enorme común para todo el mundo, de actividades de ocio… es muy, muy impresionante. Toda la ciudad se transforma para ese evento, hasta calles que están cortadas por un carril para que el deportista pueda llegar rápido a competir, por ejemplo. Estás en el Olimpo, nunca mejor dicho.

Durante los Juegos, ¿exprimís al máximo la rutina del entrenamiento o se entiende que ya está todo hecho y que es importante descansar?  

Ambas. Vivimos con bastante buen rollo la semana de competición. De por sí, los cuatro que llevamos el K4 –Saúl Craviotto, Rodrigo Germade, Carlos Arévalo y él– nos llevamos muy bien, no sólo deportivamente sino también personalmente. Estamos bastante de cachondeo muy muy a menudo. Esa semana es como que sigue, la verdad que se mantiene así. Quizá sí que estamos algo más serios, no te voy a mentir, por no gastar energía de más. Estamos enfocados al 100%, o sea, no salíamos de lo que es la pista de cuando había que entrenar, volvíamos a la villa a descansar, a estar relajados. Así.

Tus compañeros no se dirigen a ti por el título «Señor Ilustrísimo», ¿o sí? Después de los Juegos, te dieron la medalla de oro de la Real Orden del Mérito Deportivo. Deberían hacerlo.

[Se ríe] ¡Y con la nacionalidad recién estrenada! Fue chocante, no me lo esperaba porque tampoco sabía cómo funcionaba ni quién otorgaba tal distinción. Para mí fue un honor, imagínate. Me siento español como el que más, pero bueno, no le he pedido todavía a nadie que me trate así. ¡Ni creo que pase! Lo importante es que se me haya reconocido de esa manera, que se me haya añadido a la lista de condecorados, que se me tenga en cuenta de esa manera y el sentir que se valora mi deporte. Pero la vida sigue.

Y sigues colgándote medallas. Con una mentalidad tan ambiciosa como la tuya, habiendo tocado techo con veintidós años, ¿no da vértigo pensar que, quizás, ya no hay nada más grande? Hay que buscar una nueva motivación. Además ganaste en K1, es decir, solo.

Tuve una pequeña época de pensar, ¿y ahora qué?, me decía. De pequeño, cuando empecé a ver que ya conseguíamos los resultados, me acuerdo que siempre me invitaron a pensar en el oro olímpico a largo plazo. Ya lo tenía, mucho antes de lo esperado además. Me retiro, cumplo en el deporte y voy a otras metas en mi vida, lo que sea.

Mi forma de seguir motivándome es con retos distintos. Hay más modalidades, en 2020 que ponen el K4500 como modalidad olímpica. En cada Juegos Olímpicos meten y sacan modalidades, no me preguntes por qué, porque yo no lo haría así, pero bueno, marean un poco. Para Tokio, que entraba ese K4500 y mi distancia favorita son los quinientos metros, aunque suene feo decirlo, me marco esa meta. Además, veía que los palistas de España estábamos bastantes fuertes. Podíamos montar un buen K4, a todos nos parecía estimulante. Mi manera de motivarme es superándome con pequeños o no tan pequeños retos.

A día de hoy sigo, intentando cosas nuevas, me pongo más y más retos y voy cumpliendo retos pequeños. El año pasado, por ejemplo, me puse un objetivo en la Copa del Mundo que tuvimos en República Checa. Conseguimos el oro en K4. Como los horarios estimaban que, media hora después de la final de K4, era la final de K1 500, o sea, que es muy jodido estar en plena forma para disputar dos finales, pero lo intenté. Para empezar, es difícil llegar a estar en las dos finales, en dos medallas que están, por horarios, muy seguidas, pero bueno, era mi horario. ¡Y quedé tercero media hora después! Otro reto conseguido.

Ahora tengo un reto, el más ambicioso de mi vida, que es llegar a París para luchar por dos medallas y conseguirlas. Quiero aprender a ser muy ambicioso y, al mismo tiempo, valorar grandes resultados, aunque estén un poco por debajo de lo que me había marcado. En la República Checa no me traje dos oros, ¡pero está muy bien oro y bronce en media hora! Disfrutar eso.

La personalidad.

Yo soy eneatipo 7. No me gusta catalogar a las personas, no soy nada místico y me considero por completo ateo, pero me gustó hacer esa prueba de personalidad. A los eneatipo 7 nos gusta que la gente de nuestro alrededor esté a gusto, crear un buen entorno a nuestro alrededor. Yo soy el tipo que, cuando salimos a cenar, me gusta invitar o tener un detalle, aprovechar que puedo permitírmelo, pero uno de los mayores miedos es enfrentarse a la incertidumbre personal. Es decir, cuando gané el oro con veintiún años me dije que, desde la cima de la montaña, el mundo se ve muy bonito, pero que ya no había más. Uno se siente así, con cierta incertidumbre en tocar techo demasiado rápido.

Por eso, a veces, cuando no sé hacia dónde ir, hago varias cosas a la vez. En vez de tener un pájaro en mano y no cientos volando, intento coger los cien. Por eso también emprendo mucho, de una manera bastante ambiciosa, además. Estoy con proyectos que requieren mucho tiempo, energía y que son de bastante riesgo, pueden no funcionar.

Tienes una cita en Men’s Health que dice, en el deporte, se cree que lo importante es el cuello para abajo, pero más lo es la cabeza y que va dentro de tu trabajo estar bien psicológicamente. ¿Te acompaña la salud mental?

Y mi viene bastante bien. Es mi fuerte. Aunque nunca he acudido a un psicólogo por voluntad propia. De momento, he confiado en mi forma de pensar y de interpretar mi entorno, de ser psicológicamente. Más joven, se me obligaba a mí y a todo el equipo a ir a un psicólogo simplemente porque sí. Me sentaba delante de él y no sabía ni qué contarle, él también estaba incómodo, no sabía cómo atenderme y al final era rellenar fichitas para nada.

De momento, me lo he tomado como una parte de mi trabajo que trato de trabajar de forma autónoma. En Tokio, hubo una deportista muy famosa que, por lo que leí, tenía demasiada presión. Para mí eso, no sé cómo decirlo sin que suene mal, no es excusa. Tienes que prepararte para soportar la presión en el deporte de alto rendimiento, es nuestro pan de cada día. Si vas a hacer un examen importante de oposición, llegas con nervios y presión, va dentro del pack. Como todo en la vida. En el caso del deporte de alto nivel quizás se acentúe más, pero va dentro de ello. No es todo físico en el deporte, tienes que ser consciente de ello. Si hay otro deportista que mentalmente es más fuerte y te gana por ello, no mereces la victoria.

En Tokio haces plata. En K4-500. Es decir, mantienes esa mentalidad.

Sí, ya coges una experiencia. Sabes cómo hacerlo, cómo gestionar la presión y la preparación. Son años bastante monótonos, todas las temporadas son prácticamente iguales; el mismo mes de vacaciones, todo. Te metes en una rueda en la que lo conoces todo, prácticamente somos autómatas. Así, sabemos estar al máximo nivel todos los días. Las temporadas que son diferentes solo son las de los Juegos. Por eso, intento ser consciente del mérito que tiene mi trabajo para no perder la motivación o caer en la desilusión por la monotonía.

Cada poco, veo deportistas que lo van dejando porque ven que no les vale la pena sacrificar tanto por equis motivo. Sé que es meritorio mantenerse a ese alto nivel, no solo mantenerse. El piragüismo, además, requiere concentrarse en determinadas zonas, donde el agua sea una lámina; no es un deporte de pabellón, hay que sacrificar tiempo con la familia, amigos, parejas o hijos.

Pues queda un año para preparar ese K4 ilusionante de Tokio. Y la medalla de K1, que la quieres de nuevo.

Sí, y lo preparamos con mucha ilusión. El K1 lo hacemos por libre, cada uno pulse sus detalles. Cuando tocan los entrenamientos más específicos del ritmo competición, de mayor calidad, sí que nos juntamos y hacemos el K4 al ritmo de competición: el gesto técnico, la copla que es tan importante en el piragüismo, la sincronía… Para ello, es muy importante la convivencia y la profesionalidad. Nos llevamos bastante bien los cuatro. Sabemos que podemos lograr algo grande y hay que ser generosos y solidarios. con nuestros compañeros, por eso vamos al máximo. Si no entrenas como toca, lastas al K4 al completo y viceversa. Vamos a intentar pulir los detalles juntos, lograr cumplir un objetivo y conseguir un resultado impecable.

También es fundamental que esa chispa de profesionalidad sea compartida por las cuatro personas, que tengan esos valores y no es fácil de conseguir. En estas cosas, uno más uno no siempre es dos.

Saúl Craviotto va. Además de un fantástico palista, es un estandarte del deporte español. ¿Cómo es él?

Tiene una experiencia añadida que nos aporta mucho, esa veteranía y esos galones son muy importantes para el equipo. Da gusto porque es un temperamento bastante, tranquilo, profesional y humilde. Es humildad no solo es buena para la convivencia, también para seguir manteniendo un ritmo de motivación y entrenamientos constante. Él sabe que tiene que seguir entrenando para seguir consiguiendo buenos resultados. Además, es un portento físico y lo mantiene con la edad que tiene. Tiene mucho mérito lo que hace. Se dijo que después de Tokio levantaba las manos y va a seguir hasta París. Llegar a unas pruebas olímpicas de piragua con cuarenta años es impresionante. Todo va en su forma de pensar, de extremar el cuidado de los detalles. Es un deportista ejemplar.

Las quinielas te dan como próximo abanderado español para los Juegos.

Eso está por ver, aunque parece que sí puede ser así. Soy el siguiente chico con mejor palmarés, quitando a los que ya han sido abanderados. Entonces me tocaría a mí por ese ranking. Sé que no es cien por cien así, aunque se suele por regla, no sé siquiera si está escrita, pero se coge al mejor deportista por resultados. En fin, que puede ser que ocurra y que no. Nunca me gusta firmar nada hasta tenerlo ahí.

Igual que las dos medallas de París es mi objetivo, pero no digo que lo vaya a conseguir, no importa decir que es otro reto personal, y además bastante bonito, portar la bandera de tu país en el desfile de unos Juegos Olímpicos.

Me acuerdo en una entrevista que me hicieron hace no mucho, dije que uno de mis objetivos, y lo vuelvo a decir aquí firmemente, si soy el abanderado pues ser el que más alza la bandera, el que más arriba lo levanta, de todo el resto de los países. Una cosa, es por supuesto, conseguir un oro olímpico, pero otra cosa otra sensación increíble, otro orgullo personal, es ser abanderado. El oro está al alcance de muy poco, pero portar la bandera es todavía más difícil. De hecho podríamos decir que incluso tiene más mérito porque en España hay más de un oro olímpico. Para la bandera necesitas un palmarés destacado, que traspase los méritos olímpicos.

¿Te va a beneficiar que, esta vez, solo haya que esperar tres años para los Juegos?

Me gusta más que sea más rápido, es un ciclo olímpico menos largo porque, aunque disfruto del camino, espero con más ganas la competición más grande que me puedas poner, en este caso los Juegos Olímpicos.

Tienes tiempo de ser el deportista español con más medallas olímpicas.

Pues he de reconocer que nunca me ha obsesionado la idea de agrandar mi vitrina, este objetivo o hecho no preocupa en absoluto. Quizás lo consiga, es cierto que, por edad, puedo conseguirlo. Un piragüista puede llegar bien a los cuarenta. Además, en la piragua es donde los deportistas españoles han cogido más metales –David Cal y Saúl Craviotto tienen cinco–.  Ojalá Saúl consiga otra medalla, porque va a ser conmigo. [Risas]

Siempre me he sentido ambicioso, en el sentido de que nunca he visto un límite, nunca he tenido miedo a ganar o a fracasar. Desde muy pequeño, sea el nivel que sea, sea el reto que sea, no he tenido miedo a probar y a luchar por algo sin miedo al fracaso, pero he de decir que no tenía ninguna idea de adónde quería llegar. Ahora quiero pensar en cosas extradeportivas, me gustaría tener una empresa, mi propio negocio. Veré de qué.

Te puedes dedicar al tiro olímpico. Tienes el permiso.

¡Sí, sí, me piqué! Siempre me han gustado las armas, no quiero que suene violento. Detesto la función que hacen, de matar, pero su mecánica sí me interesa mucho, poner una diana y probar la precisión. Por eso, al ver que existía una disciplina olímpica de tiro, me saqué el permiso. Voy poco a galerías de tiro, pero intento hacerlo. Mi madre se preocupó mucho, qué quería hacer, me decía. ¡Cómo si no hubiera mil formas de hacer violencia!

Vamos acabando. ¿Dónde te moverás en el mundo empresarial?

A mí me gusta intentar invertir el dinero que gano, no soy de gastar tontamente. Otros deportistas sí que lo hacen, a mí me gusta hacer gastos un poco más de capricho. Cosas puntuales. Quizá en un futuro gaste más, o no tenga tantos miramientos, pero ahora mismo quiero invertir mi dinero. El piragüismo no es para siempre, se puede vivir muy bien de él incluso un tiempo después de retirarte si estás a un alto nivel, pero no calculo que me vaya a dar para toda la vida.

Tengo cinco empresas a día de hoy, ¡creo que se me va un poco la pinza! Me ocupa todo el día. Cuando no estoy en la piragua, estoy sentado ante el portátil. Me gusta tener varias cosas a la vez, a veces con socios y otras solo. Ya te digo, debo apuntar a muchas cosas distintas para sentirme vivo, motivado.

 

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