Entrevistas de baloncesto

Johnny Rogers: «En todos mis años, no he visto a nadie como Obradovic, ni en la NBA ni en Europa»

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Johnny Rogers
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Cuando Johnny Rogers aterrizó en España en el verano del 88, creo que ni él mismo se imaginaba el futuro que le esperaba en el Viejo Continente. Aunque poseía un gran potencial para haber hecho carrera en la NBA, prefirió continuar jugando al otro lado del océano, llegando a rechazar suculentas ofertas de la mejor liga del mundo.

Este pelirrojo de 2,07 m, que podía desenvolverse tanto de 3 como de 4, dejó un gran recuerdo en todos los clubes en los que estuvo. España, Italia y Grecia fueron los países donde dejó su sello a lo largo de tres décadas (los 80, los noventa y los 2000). De nacionalidad estadounidense y española, llegó a ser internacional con la selección española en los Juegos Olímpicos de Sídney y fue dos veces campeón de la Euroliga con Panathinaikos.

Hay muchos capítulos en la vida deportiva de Johnny Rogers desde sus comienzos en la High School hasta que finalmente se retiró de las canchas en la 03/04, cuando había sobrepasado la barrera de los 40 años. La NBA, su año en el Real Madrid de Fernando Martín y Drazen Petrovic, Valencia, Italia, Murcia, Cáceres, Olympiacos, Panathinaikos, Lleida. Además, fue entrenado por los más grandes de la época, Lolo Sainz, Mike D’Antoni, Obradovic o Ivkovic.

Johnny Rogers es sin duda uno de los históricos de la ACB y del baloncesto europeo, un jugador que siempre ha estado muy comprometido con todos los clubes en los que ha estado y que posee un palmarés envidiable. Un tipo genial, siempre amable, cercano y atento, y del que todo el mundo habla bien.

Actualmente, Johnny Rogers está afrontando una nueva temporada trabajando en los Washington Wizards. A pesar de que es un hombre muy atareado, nos atiende de manera muy generosa durante 2 horas desde los Estados Unidos.

¿En qué consiste tu trabajo actual en los Washington Wizards?

Cuando llegué a los Wizards, no existía un departamento de scouting para profesionales. Solo había un área dedicada a los jóvenes talentos. Me contrataron para construir un departamento desde cero: organizar, fichar directores y scouts, y coordinar el seguimiento de jugadores profesionales. Aunque mi trabajo ha estado más centrado en los profesionales que en el Draft, este verano nos planteamos nuevos objetivos en esa área.

Desde que te retiraste, no has parado. Tu vida sigue muy ligada al baloncesto.

Es cierto. Aunque al principio no tenía claro si quería seguir en el baloncesto, surgió una oportunidad con el Valencia Basket. Después de retirarme, mi familia y yo nos mudamos a Valencia; ya teníamos casa allí, mi mujer es de la ciudad, y el club tiene un gran potencial. Desde entonces, he estado vinculado tanto al Valencia Basket como a la NBA. Nunca ha habido un año en el que haya estado inactivo.

¿Vienes a menudo a España?

No tanto como quisiera. Los viajes que hago suelen ser por motivos de scouting. Vengo unas dos o tres veces al año, normalmente por pocos días, porque intento maximizar cada desplazamiento: cuatro días en España, tres en Francia, dos en Serbia… Siempre estoy en movimiento. Por desgracia, no he podido venir de vacaciones.

Tu hijo, Jordan Rogers, está jugando en el Cartagena, que ascendió recientemente a Primera FEB.

Sí, fue emocionante verles ascender. Es un gran logro para ellos.

En una ocasión mencionaste que tu suegro era de Fuente-Álamo, en la provincia de Albacete.

Así es. Aunque ya no está con nosotros, solía hablar mucho de su tierra. Tuvimos la oportunidad de visitarlo y es un pueblo precioso.

También formas parte de la Asociación de Veteranos del Real Madrid.

Sí, de hecho, jugamos un partido en Albacete hace unos diez años aproximadamente.

Jugaste hasta los 40 años, algo poco común. ¿Cuál era tu secreto? Apenas te lesionaste a lo largo de tu carrera.

Tuve mucha suerte con las lesiones, pero creo que la clave fue siempre amar lo que hacía. Disfrutaba de cada aspecto del baloncesto: no solo los partidos, sino también los entrenamientos, la convivencia diaria con los compañeros. Nunca lo vi como un trabajo. Esa pasión es algo que también buscamos en los jugadores cuando evaluamos su perfil.

Además, nunca dejé de entrenar, ni siquiera en verano. Siempre mantenía la rutina: pesas, correr, lanzar, jugar partidos informales. Darryl Middleton, un gran amigo y excompañero, era igual. Si amas lo que haces, no cuesta nada. Se convierte en parte de tu vida.

¿Fue difícil retirarte?

Muchísimo. Incluso años después me preguntaba si había tomado la decisión correcta. Tenía 41 años y aún podía rendir en la cancha, pero había disfrutado mucho de mi carrera y surgió la oportunidad de trabajar en el Valencia Basket. Decidí que era el momento de priorizar a mi familia, que siempre me había acompañado a todas partes. Establecernos en Valencia tenía sentido: estar cerca de los suegros y darles estabilidad a mis hijos.

Cuando llegaste al Real Madrid sorprendió tu mecánica de tiro, poco común en esa época. Incluso creaste un campus de tiro en Valencia.

Mi mecánica siempre fue constante en lo esencial: dedos, muñeca, brazo y la prolongación del movimiento. Sin embargo, al inicio de mi carrera en España, tuve problemas de rodillas y cambié mi estilo. Solía saltar mucho para tirar, algo habitual antes de la línea de tres puntos. Ahora el juego ha cambiado: los tiradores como Stephen Curry lanzan mientras suben en el salto, no al alcanzar la máxima altura.

El campus de tiro surgió porque veía que los entrenadores de mis hijos no tenían tiempo para enseñar la técnica de lanzamiento. Decidí dedicar una semana de verano a enseñarles los fundamentos a niños y niñas. Creo que cualquiera puede ser un buen tirador si tiene la mecánica correcta y entrena lo suficiente, sin importar su altura o físico.

En el campus también aprendí mucho. Analicé a tiradores como JJ Redick, estudié técnicas y enfoques mentales. No se trata solo de técnica; la mentalidad es fundamental. Lo disfruté enormemente, tanto enseñando como aprendiendo de los entrenadores y visitantes que nos acompañaron.

Ya no organizas tu campus de tiro. Imagino que no te queda tiempo.

No, y es una pena, la verdad. Cuando vivía en Valencia, ayudaba en un club en L’Eliana. Estaba allí tres o cuatro veces a la semana trabajando con equipos de benjamines, alevines e incluso sénior. Echo mucho de menos ese tiempo con los jóvenes, compartiendo mi pasión por el baloncesto y disfrutando del día a día.

Hablando de técnica, ¿por qué ha cambiado tanto la forma de tirar? Antes se saltaba mucho para lanzar, incluso tú, que eras un jugador alto. Ahora apenas se salta.

La principal razón es la línea de tres puntos. Hoy día el tiro de larga distancia domina el juego, pero cuando empecé en la universidad ni siquiera existía esa línea; la incorporaron después. En la NBA, la distancia era mayor y recuerdo que al principio no llegaba cómodamente a la canasta desde allí. Los entrenadores priorizaban tiros cercanos a la pintura, mientras que ahora ese es el peor lanzamiento que puedes hacer. Los jugadores, sean bases o pívots, necesitan anotar desde el triple. Es un cambio total.

Tu mecánica de tiro, con tanto salto, no era ideal para distancias largas como el triple.

Exacto. En mis primeros años en España, apenas tiraba desde la línea de tres puntos, quizás una o dos veces por partido. La mayoría de mis lanzamientos eran desde unos cuatro o cinco metros. Entonces, ese era un buen tiro; hoy es más eficaz retroceder unos pasos y tirar desde más lejos. Lo que siempre enseñé a los niños en el campus es que el tiro empieza en los pies. La fuerza proviene de las piernas, no de los brazos. Si dominas esa base, puedes llegar más lejos con eficacia.

Cambiando de tema, ¿cómo comenzó tu relación con el baloncesto y cómo fueron tus años en la NBA, en Sacramento y Cleveland?

De niño jugaba al béisbol y al baloncesto. En el instituto, compaginaba ambos deportes a nivel semiprofesional. En aquella época no era necesario especializarse tan pronto como ahora, donde los niños tienen que decidirse por un deporte muy jóvenes. Cuando fui a Stanford, la idea era jugar ambos, pero me lesioné al final de la temporada de baloncesto y no pude unirme al equipo de béisbol, así que me centré en el baloncesto.

Después de dos años en Stanford, decidí transferirme a la Universidad de California en Irvine, que tenía un estilo de juego más rápido y dinámico, más parecido a la NBA. Fue una decisión acertada porque me seleccionaron en el número 34 del Draft de 1986. Estuve un año en los Sacramento Kings y otro en los Cleveland Cavaliers.

Llegaste a la NBA en una época dorada: los Celtics, los Lakers, los Pistons y los primeros pasos de los Bulls de Michael Jordan.

Fue un sueño. Crecí viendo los partidos de los Lakers contra los Celtics en los ochenta, y de repente me encontraba jugando contra ellos. Era surrealista estar en la pista del Forum de Los Ángeles enfrentándome a jugadores que idolatraba. Lo mismo me sucedía al jugar en Boston Garden contra leyendas como Larry Bird.

En esa época no había internet ni League Pass, solo algunas revistas y retransmisiones limitadas. La primera vez que vi a Michael Jordan en directo fue inolvidable. Ya había oído de él por un compañero suyo de universidad, quien decía que era impresionante, pero verlo en la cancha fue otra cosa. Su superioridad atlética era abrumadora; llegaba antes que nadie a cualquier balón, dominaba cada aspecto del juego. Era como si estuviera a otro nivel.

Jugar contra equipos como los Lakers no solo era un desafío, era una experiencia especial. Antes de ser profesional, era un gran aficionado al baloncesto y a otros deportes, pero enfrentarme a ellos fue cumplir un sueño.

Johnny Rogers
Johnny Rogers (Foto: Cordon Press)

Naciste en California, y estar con los Lakers era un sueño para ti.

Eso es.

En la temporada 88/89 abandonas la NBA después de un año en Sacramento y otro en Cleveland, y fichas por el Real Madrid. ¿Por qué decides venir a España y fichar por el Real Madrid?

En el verano estaba en el Campus de Portland y mi representante me dijo que había un equipo muy bueno y que podía ir allí a ver si me gustaba, y que, si no, habría tiempo de volver a la NBA. En esa época jugaba poco en Cleveland. Lenny Wilkens fue de los mejores entrenadores que he tenido jamás, pero él tenía una rotación de ocho jugadores, nueve como mucho, y prácticamente no jugaba. Encima tenía vergüenza porque no jugaba los partidos, y yo quería jugar al baloncesto.

No sabía nada de Europa, ni del baloncesto que se jugaba allí. Me habían informado de algunos jugadores que habían ido a jugar a Europa, pero realmente no sabía nada porque, como te he dicho, entonces no había internet ni vídeos que se pudieran ver. Me tenía que fiar de lo que me decía mi representante, y él me dijo: «Si vas allí y te gusta, te quedas, y si no, vuelves y sigues en la NBA». Bueno, fui y estaba encantado. Me gustó todo mucho, sobre todo mis compañeros. Esto fue durante los Juegos Olímpicos de Seúl, y más de la mitad del equipo no estaba, pero estaban Quique Villalobos, Pep Cargol

Fernando Martín.

Sí, Fernando Martín estaba, y yo le pregunté un poco por la NBA, pero no había casi nadie. Estaba Clifford Luyk, que me ayudó mucho, también Lolo Sainz. Estaba muy a gusto cuando llegué al equipo, era una cosa impresionante. Creo que Fernando Romay también estaba.

Supongo, porque no fue con la selección española a Seúl ya que no se había recuperado de una lesión.

Sí. Entonces estábamos entrenando Fernando Romay, Fernando Martín, Pep Cargol, Quique Villalobos, más o menos. Estaba muy a gusto. Yo recuerdo que Fernando Martín tenía un corazón impresionante. Era un hombre muy intenso, pero muy cariñoso. Y Fernando Romay, lo que ves en la tele es él: siempre alegre, siempre bromeando, nunca tenía un mal día. Él siempre disfrutaba de todo, veía la gracia en todo, en lo bueno y en lo malo. Después, Quique Villalobos y Pep Cargol también me hicieron sentir muy cercano a ellos. Yo estaba muy a gusto.

¿Qué te pareció el nivel del baloncesto europeo?

Cuando empezamos a jugar me di cuenta enseguida de que aquí hay mucho nivel. Era otro tipo de juego, otro estilo. Era un poco más, digamos, sucio jugando, más físico. En muchas maneras, más físico. En Europa, si podías coger a alguien de la camiseta o si podías hacer una cosa, lo hacías. Mientras que en Estados Unidos era un juego más limpio, y si alguien hacía cosas de estas, se paraba y se empezaba a pelear a puñetazos.

Es decir, en Estados Unidos era una cosa que no se hacía, pero en Europa era una cosa normal. Era un juego totalmente distinto. Mis primeros cinco o seis años en Europa siempre prefería jugar contra los americanos. Que me defendiera un americano o yo defender a un americano era más fácil que defender a un jugador internacional.

O sea, el juego en Europa era más físico, había más contacto, incluso empujones y agarrones de camiseta, pero no solía llegar la cosa a más. No acababa en pelea. Mientras que, si esto mismo ocurría en la NBA, se liaba bien gorda y acababais a puñetazos.

Sí, sí, exacto. Los jugadores eran mucho más sensibles en la NBA. También lo que parecen pasos en Europa, no lo eran en Estados Unidos. Tú ves los partidos ahora de la NBA y parece que todo el mundo está haciendo pasos. En Europa era al revés. Yo pensaba en mis movimientos en el poste y decía: «Esto son pasos», y no lo eran.

También cuando estaba por fuera como alero y hacía salidas con bote, no podía hacer salidas abiertas, siempre tenía que hacerlas cruzadas; si no, eran pasos. Eran cosas pequeñas, pero importantes, a las que tenía que acostumbrarme viniendo de la NBA a Europa.

Tengo entendido que los entrenamientos en el Real Madrid eran muy intensos, casi más que los partidos.

Sí, te explico por qué. Es muy fácil: ponías un equipo con Dražen Petrović, Chechu Biriukov, Fernando Martín, Joe Llorente y todos los que teníamos, y todos queríamos ganar, ¿sabes? Entonces, daba igual en qué equipo estuvieras en los entrenamientos, querías ganar contra quien tuvieras enfrente. Los entrenos eran muy físicos y muy intensos, nadie quería perder.

Tenías a Fernando Martín, Fernando Romay… todo el mundo pegándose. Antonio Martín, aunque era joven, ya tenía mucho talento y también era muy intenso. Y Dražen, contra todos, era increíble. Sí, era un equipo lleno de estrellas, pero estrellas que eran ganadoras.

Erais muy populares por entonces, ¿no? Creo que era muy difícil salir a la calle y pasar desapercibido.

Sí, recuerdo que en uno de los primeros torneos de pretemporada fuimos a Calpe y, aunque no estábamos el equipo al completo, la gente ya estaba esperando nuestro autobús al llegar. Había un montón de personas en el hotel esperándonos, y eso pasaba en toda España. Jugamos en Puerto Real contra Jugoplastika, también estaba el Barcelona, y la gente nos esperaba en el aeropuerto, corriendo después detrás del autobús.

Donde íbamos había aficionados del Real Madrid. En todos los sitios, menos quizás en Barcelona, siempre había gente esperando al equipo. Incluso después de los entrenamientos había aficionados. Había mucha afición y nos sentíamos muy queridos por la gente.

Háblanos de Fernando Martín.

Fernando… Solo con su manera de hablar… no sé cómo explicarte, pero tenía una mirada que transmitía mucho. Cuando él hablaba conmigo, yo sentía que… no sé, él siempre quería cuidarme fuera del campo. Era muy generoso; me decía: “Mejor haz esto, o ve a este sitio para comer, o deberías probar esto, o intentar visitar tal lugar…”. No sé cómo explicarlo, pero era súper cariñoso, un gran amigo, pero no quería llamar la atención.

Él no podía ir a ningún sitio sin que la gente estuviera encima de él, y eso era algo que no disfrutaba. No le gustaba toda la atención. Prefería estar con su gente, en grupos pequeños. No era alguien que hiciera cosas para ganar más fama, no sé si me explico.

Sí, perfectamente.

Recuerdo que tenía pasión por los caballos, al igual que Antonio, y hablábamos de eso y de otras cosas fuera del baloncesto.

También coincidiste aquel año en el Real Madrid con Dražen Petrović, quien, al parecer, fuera de la cancha tenía una personalidad muy diferente a lo que se veía cuando jugaba al baloncesto. Creo que era muy bromista.

Sí, sí, era bromista, muy abierto y extrovertido. Generalmente era muy alegre, como Fernando Romay. Disfrutaba en el autobús haciendo bromas, siempre con una gran sonrisa. Pero era completamente diferente cuando empezaban los partidos. Bueno, incluso antes de los partidos, en el vestuario, era muy serio, con una concentración absoluta en lo que tenía que hacer.

¿Entrenaba tanto como se ha dicho?

(Risas) Puede que incluso más de lo que se ha dicho. La persona que lo sabe mejor que nadie es Clifford Luyk. Muchas veces entrenábamos solo una vez al día porque había tantos partidos, pero en las mañanas libres, Dražen se iba a tirar. Lo que me llamaba la atención era que tiraba saltando al máximo, moviéndose antes de cada lanzamiento, muy concentrado y con la misma intensidad que en un partido. Es decir, entrenaba a la velocidad de un partido, y eso no es normal.

Nunca había visto a nadie entrenar tanto. Pensaba, sinceramente, que nadie entrenaba más que yo, porque siempre entrenaba, pero cuando vi a Dražen (resopla), me di cuenta de que estaba en otro nivel. Nunca había visto algo así, ni antes ni después. En todos mis años como profesional, nadie trabajaba como él. Su nivel de compromiso era impresionante.

Tengo entendido que Darryl Middleton también era de los que entrenaban mucho.

Dražen Petrović trabajaba más que todos, más que Middleton, más que yo, más que cualquiera. Su nivel de compromiso era único. Creo que, en esa época, Dražen estaba tan fuerte físicamente que podía permitirse ese ritmo.

Con 30 o 40 años, como Darryl o yo más adelante, no puedes hacer tanto; tienes que descansar más o ser más inteligente con los esfuerzos. Pero Dražen, siendo tan joven en el Real Madrid, podía entrenar intensamente: no solo tirando, sino también corriendo y haciendo movimientos en la cancha como si estuviera en un partido. Nunca he visto a nadie así.

Johnny Rogers (Foto: Cordon Press)
Johnny Rogers (Foto: Cordon Press)

Tú, que eras un trabajador nato, te encontraste a tu llegada al Real Madrid con alguien que trabajaba más que tú. ¿Recuerdas algún momento especial de Dražen Petrović relacionado con su ética de trabajo?

Recuerdo bromear con Clifford Luyk, diciendo: “Pobre Clifford”. Acababa agotado entrenando con Dražen, porque tenía que rebotear y pasarle el balón constantemente. Siempre bromeábamos sobre cómo Dražen le machacaba con sus entrenamientos personales. Pero eso era su día a día, no algo puntual. No recuerdo un momento específico porque siempre era igual: entrenaba al máximo todos los días.

¿Hacías muchas cosas juntos en el Real Madrid fuera del baloncesto?

Había tantos viajes y tantos partidos que, lo más probable, es que compartiéramos muchos momentos juntos: las comidas antes del partido como equipo, los viajes… Después de los partidos, entre semana, recuerdo estar mucho con Joe Llorente, Quique Villalobos y algunos más.

Quedábamos con tres o cuatro personas, íbamos a un bar, luego a otro, y después a cenar. Cuando llegábamos a cenar, creo que ya éramos 10 o 12 personas en total. Era una manera de vivir distinta a lo que yo estaba acostumbrado: había más compañerismo, más convivencia, incluso con amigos de fuera del equipo. Fueron muy buenos tiempos, la verdad.

¿Y Dražen se integraba en esas salidas o vivía por y para el baloncesto?

Él se cuidaba más. Guardaba bastante el descanso cuando podía. Salió algunas veces a cenar con nosotros, pero muchas otras estaba con su novia o descansando. Sin duda, cuidaba mucho más ese aspecto.

Se ha hablado mucho de la relación entre Fernando Martín y Dražen Petrović. ¿Se ha exagerado mucho con ese tema?

Yo siempre he pensado que se ha exagerado mucho. Uno respetaba al otro, había respeto mutuo. No tenían una amistad fuerte, pero sé que Dražen quería mucho a Fernando, y también sé que Fernando apreciaba a Dražen. Quizás no siempre estaban de acuerdo en todo.

¿Con la manera de entender el baloncesto de Dražen Petrović?

Sí, Dražen era más showman, tenía momentos así. Hacía cosas como muchos artistas.

El pase entre las piernas…

Sí, sí. Si podía hacer un pase, lo hacía más difícil. Y Fernando no era así.

Era más práctico.

Exacto, mucho más práctico. Los dos eran ganadores natos, ambos querían ganar ante todo. Fernando estaba acostumbrado a resolver los partidos, y Dražen también. Por eso, ambos tuvieron que sacrificar un poco por el otro. Sé que Dražen se preocupaba por Fernando. Si Fernando no estaba a gusto o no se sentía cómodo, eso le importaba. De hecho, Dražen me preguntó si Fernando estaba bien o si había pasado algo. Se preocupaba por él porque era su compañero.

Creo que mucho de lo que se dice vino a raíz del famoso partido de la final de la Recopa.

¿Qué pasó ahí? El Real Madrid derrotó en la prórroga al Snaidero Caserta con un partidazo de Dražen Petrović, que se fue hasta los 62 puntos, pero al parecer aquel exceso de individualismo del croata no sentó del todo bien al resto de los compañeros. También se habló mucho de lo que ocurrió en el avión de vuelta.

Hay que mirar lo que pasó antes.

Bueno, hay que decir que Fernando jugó aquel partido con un dedo roto y un vendaje camuflado.

Sí, Fernando tenía el dedo roto. Creo que Chechu también estaba tocado, aunque no estoy seguro. Muchos llegamos a ese partido con problemas físicos. Fernando, además del dedo roto, puede que tuviera problemas de espalda, no lo sé con certeza. Lo que recuerdo es que no estábamos bien físicamente, y Fernando especialmente.

Creo que Dražen hizo todo lo necesario para ganar. Si no hubiera jugado así, no habríamos ganado. Se tiró todos los tiros que tuvo que tirar, y los metió. Su porcentaje en ese partido fue bestial, impresionante. Después… (resopla) no sé. Hay fotos en las que se ve a Fernando tras ganar el partido, y no parece muy contento.

Estaba muy serio.

Sí, puede que Fernando no sintiera que había sido una victoria de equipo, no lo sé. Pero él hizo todo lo que pudo, dadas las circunstancias físicas en las que estaba. Luego, creo que los periodistas echaron un poco de leña al fuego con preguntas como: “¿Qué te parece Dražen haciendo todo esto?”. Pienso que todo aquello se exageró mucho; no era para tanto como se ha dicho.

En otra ocasión me comentaste que durante la final de la ACB 88/89, antes del segundo partido en Barcelona, a Dražen se le iluminó la cara al ver aparecer por sorpresa a Fernando Martín en el hotel, cuando parecía que no viajaría por estar lesionado.

Sí, Dražen fue el que más contento se puso de todos. Recuerdo que dijo: “¡Vamos, vamos, vamos a ganar!”. Todo era por ver a Fernando.

Estabais comiendo cuando apareció por sorpresa Fernando Martín, ¿no?

Sí, era una comida del equipo. Fernando llegó desde Madrid, y nadie lo esperaba. Dijo que iba a jugar, y la cara de Dražen, y de todos, fue de sorpresa total. Dražen estaba eufórico: “¡Vamos, vamos, vamos a ganar, vamos a ganar!”. También le decía: “¡Vamos, Fernando, vamos!”. Y Fernando se emocionó al ver que era tan querido y tan importante para el equipo.

Aquello fue algo épico, porque aunque Fernando Martín no disputó muchos minutos, ganasteis el partido.

Sí, sí, sí. Fernando era muy importante para nosotros.

Un amigo de Fernando Martín, Nacho García Bonilla, me comentó que aquel día Fernando estaba fatal con la espalda y que le dijo que se iba a Barcelona a jugar sí o sí. Nacho tuvo que ayudarle a ponerse los calcetines y el calzado porque apenas podía agacharse. Ese era Fernando Martín.

Me lo creo perfectamente. Muchas veces Fernando jugó sin estar al cien por cien, con molestias. Siempre hacía un gran esfuerzo para estar en la cancha durante la temporada.

Solo estuviste una temporada en el Real Madrid. ¿Por qué se produjo tu salida? Fuiste un jugador que rindió muy bien y además eras muy querido por todos: compañeros, aficionados…

Yo había firmado solo por un año, pero hubo muchos cambios. Vino George Karl en lugar de Lolo Sainz, y George quería un americano, Ben McDonald, que también había ido a la misma universidad que yo y había estado en la NBA con él. A George le gustaba mucho Ben, era un jugador importante para él en la universidad, así que lo ficharon para el Real Madrid. En esa época solo podían jugar dos extranjeros por equipo, y fueron Dražen y Ben.

También, durante tu temporada en el Real Madrid, se produjeron muchos rumores sobre posibles sustitutos tuyos. Se habló, por ejemplo, de la llegada de Volkov. ¿Cómo te afectaban esos rumores? Supongo que no sería fácil.

Las exigencias en el Real Madrid eran altísimas. Siempre querían tener el mejor equipo posible, y parecía que estaban buscando fichar a Volkov. Recuerdo que Mendoza quería a los mejores, a los «galácticos», y el club siempre estaba buscando las mejores opciones. Menos mal que yo no entendía mucho el castellano y no leía mucho la prensa. Me llegaron algunas cosas, pero no estaba demasiado preocupado.

¿Se os exigía más a los americanos? Durante aquellos años, los americanos que pasaron por el Real Madrid no permanecieron mucho tiempo: Linton Townes, Brad Branson, Wendell Alexis, Larry Spriggs…

Sí, pero creo que en mi caso, si Lolo hubiera seguido como entrenador, yo también habría continuado en el Real Madrid. La llegada de un entrenador nuevo fue determinante para mi salida.

Recuerdo que lloré en nuestra última comida con el equipo. Éramos como una familia. Habíamos perdido y parecía que iban a hacer cambios, y yo estaba muy afectado porque estaba muy a gusto. Fue una temporada muy buena, teníamos un gran grupo, pero al final no llegamos completos para poder ganar al Barcelona en la final de la ACB.

Tu última comida con ellos llorando.

Sí, sí, llorando al final.

¿Y qué te decían tus compañeros?

Bueno, yo los abracé a todos. Sobre todo recuerdo a Joe Llorente. Las siguientes Navidades las pasé con él y su familia. Yo estaba en Valencia, pero me fui a Madrid para pasar la Nochebuena con ellos. También estaba Quique Villalobos, porque su mujer es hermana de la mujer de Joe. Había mucha gente, incluso Toñín Llorente, eran cenas de 60 personas en su casa. Estuve al menos tres Navidades con ellos; eran como mi familia.

Después, en verano, los Llorente vinieron a visitarme a California, y Dražen también. Eran muy buenos tiempos, estábamos muy unidos.

¿Quién fue tu compañero de habitación en el Real Madrid?

Antonio Martín.

¿Qué tal con él?

Antonio era fenomenal, un muy buen hombre, muy educado, impresionante.

Del Real Madrid te vas a Valencia. ¿Por qué Valencia?

Valencia era un equipo con mucha ilusión. Querían hacer crecer el club y formar un equipo más grande. Brad Branson estaba allí, él también había jugado antes en el Real Madrid. Parecía una buena opción, así que fui. La verdad es que el grupo humano era impresionante: los compañeros, sus mujeres… Era un grupo muy unido. Disfruté mucho aquel año.

Tuvimos altibajos, pero creo que fue una buena temporada. Además, pasé otro año en España y pude conocer otra parte del país. Estuve muy a gusto.

Johnny Rogers (Foto: Cordon Press)

Por entonces jugabas de alero, de 3.

Sí, jugaba de 3 hasta que fui a Milán con Mike D’Antoni. En esa época, los equipos solían tener dos jugadores grandes en el interior, y los otros tres estaban fuera. Era muy diferente al juego actual, donde, como mucho, hay un interior, y a veces ni eso.

En la NBA jugaba siempre de 3, y los bases, como Magic Johnson, eran muy altos. Los aleros tenían una altura como la mía, alrededor de 2,05, 2,06 o 2,07. Los 4 eran más pesados, altos y grandes, y todos los equipos tenían uno o dos jugadores de más de siete pies. Ahora, en cambio, el juego ha cambiado completamente.

En tu segunda temporada en Valencia (90/91), solo aparecen cuatro partidos disputados en las estadísticas oficiales.

Después de mi primera temporada en Valencia, por muchas razones, intenté volver a la NBA. Fiché por los Timberwolves, pero me cortaron antes del primer partido de liga. Me quedé sin equipo y, en ese tiempo, alguien en Valencia se lesionó, creo que Brad Branson o Larry Micheaux, no recuerdo bien, y me llamaron.

En esa época, solo se podía jugar con un equipo por temporada, no como ahora, que puedes cambiar de equipo durante el año. Yo estaba muy a gusto en Valencia, así que pensé: «Bueno, no me importa, quiero volver». Tenía entendido que iba a jugar un mes, pero pedí que el contrato fuera de al menos tres meses, aunque no fuera toda la temporada, para poder entrenar y estar allí. Ellos aceptaron.

Jugué esos partidos y, cuando se cumplió el contrato de tres meses, no podía jugar con ningún otro equipo. Llegué a un acuerdo con el club para quedarme entrenando con el equipo hasta el final de la temporada. Me pagaron el piso y los gastos, pero no cobraba nada. Sin embargo, no me importaba; quería entrenar y quedarme allí.

Cuando terminó la temporada, volví a Estados Unidos. Estando allí, me llamó Mike D’Antoni desde Milán. Ellos estaban jugando una liga de verano en Atlanta y después en San Antonio, y querían ficharme como prueba. Fui a jugar con ellos, lo hice bien, y en San Antonio me ofrecieron un contrato para la siguiente temporada.

¿Qué te ofrecía Milán?

Hablando conmigo, Mike D’Antoni me explicó: “Tenemos un 4 ya, vamos a tener a Darryl Dawkins. Nuestro 3 es muy bueno, tenemos a Riva y Pittis. Queremos que salgas del banquillo jugando de 4. Dawkins estará dentro, queremos dejarle espacio, y tú puedes tirar desde fuera. Vas a defender a un 4, pero en ataque queremos jugar abiertos”.

Era algo completamente nuevo. Nadie jugaba con un 4 abierto en esa época. Todos los 4 solían postear cerca de la canasta, pero Mike decía: “Tira de 3, queremos jugar rápido”.

Acepté ir a Milán, incluso teniendo una oferta garantizada de los San Antonio Spurs. Estaba tan a gusto con Mike y pensaba que teníamos una oportunidad real de ganar la Euroliga.

¿Qué te hizo decidirte por Milán en lugar de seguir en la NBA?

Después de irme de Madrid, echaba mucho de menos los partidos importantes: los de Copa, los playoffs… Los extrañaba muchísimo. Tenía muchos vídeos de partidos que veía en casa, pero no era lo mismo que jugarlos. Milán era un club histórico, y valoré más la posibilidad de jugar esos partidos que seguir en la NBA.

Cuando lo pienso ahora, una parte de mí cree que estaba loco. ¿Cómo es posible no seguir en la NBA?

No todo el mundo rechaza un contrato garantizado con un equipo de la NBA para jugar en Europa.

Sí, lo sé. Tenía esa oferta, pero estaba muy a gusto con Mike. Durante la liga de verano, primero jugamos en Atlanta, donde ganamos muchos partidos, y luego en San Antonio. Fue allí donde recibí la oferta de los Spurs, pero también tenía propuestas de Forlì y Milán. Opté por Milán. Por entonces había ligas de verano en muchos sitios.

Después de tres años en Italia, jugando en Milán, Varese y Forlì, regresas a España, concretamente a Murcia en la temporada 94/95.

Yo, la verdad, estaba esperando tener mejores opciones, pero al final no podía haber mejor opción que Murcia. Todo salió redondo allí. Teníamos a Michael Anderson y Bobby Martin como los otros dos americanos, y a Oleart como entrenador. Éramos un equipo que luchaba mucho, muy unido, y que jugó al límite de nuestras posibilidades. Creo que fue una gran temporada.

Fue una temporada histórica para el Murcia porque, además, estrenabais el Palacio de los Deportes. Pensabas que no se podía llenar, y vaya si se llenó.

Sí. Recuerdo que fui allí cuando el pabellón aún no estaba terminado, y al verlo pensé: “Madre mía, este sitio es enorme, es imposible que lo llenemos”. Incluso pensé que podría ser una desventaja jugar en un lugar tan grande pero vacío. Siempre es mejor jugar en un sitio pequeño, con mucha afición y mucho ruido. Pero la gente llenó el pabellón, nos apoyó, y fue espectacular. Tuvimos algunos partidos increíbles en casa, ganándole a los grandes.

Tengo entendido que José María Oleart era un buen psicólogo, que os motivaba con bromas e incluso jugando al mus.

Sí, sí. Una cosa que nos tocaba en Murcia eran los viajes largos en autobús. Recuerdo que teníamos que ir a sitios como Andorra, muy lejanos, y siempre viajábamos en autobús, nunca en avión. Teníamos un autobús de dos plantas y pasábamos los viajes viendo vídeos o jugando al mus. Era muy divertido.

Oleart era increíble preparando al equipo. Además, nos daba mucha confianza a todos. El presidente, Valverde, también contribuía mucho. Siempre venía con apuestas y nos decía cosas como: “Si ganáis 2 de los próximos 3 partidos, os doy esto; si ganáis solo 1, esto otro; y si no ganáis ninguno, me lo pagáis vosotros a mí”. Estas pequeñas metas nos mantenían motivados, y siempre ganábamos cuando teníamos que ganar.

Todo este tipo de cosas os mantenía motivados.

Sí, sí. Valverde y toda la junta directiva del equipo eran fenomenales. Lo pasamos muy bien esa temporada.

Me has comentado que ganasteis a los equipos grandes en Murcia, pero quiero destacar tu partidazo contra el Taugrés, un partido en el que poco antes de comenzar no sabías si ibas a jugar por una lesión.

Sí, recuerdo que la noche anterior dormí en el suelo, sobre el mármol, porque mi espalda estaba muy mal. No entrenaba, no podía moverme. No sé cómo fue posible que jugara. Creo que fue un partido con dos prórrogas.

Sí, jugaste los 50 minutos, consiguiendo 36 puntos y 33 de valoración. El resultado fue 120 a 117 para vosotros. Además, también ganasteis en vuestra casa al Real Madrid y al Barcelona.

Sí, eran otros tiempos. También como cuando estaba en Madrid, no era muy normal hacer rotaciones como ahora. Aquel año en Murcia, creo que mi promedio de minutos jugados era más de 40 por partido. Y dices: “¿Cómo es posible?”. No estoy seguro, pero creo que era un poco más de 40 minutos por encuentro.

Pues mira, aquel año en Murcia jugaste 1488 minutos en 38 partidos, los 38 como titular, según las estadísticas oficiales de la ACB. Por tanto, te sale una media de 39,1 minutos por partido.

Sí, pues casi 40 minutos por partido.

Aquel partido contra el Taugrés lo jugaste infiltrado, ¿no?

Sí, era normal. Recuerdo que también lo hice en Madrid, en Valencia… En todos los sitios he jugado infiltrado. He jugado con 38º de fiebre, y también en Valencia jugué con un tobillo que era imposible. Decían: “¿Cómo es posible que juegues con esto?”. Jugué con el tobillo enorme y la gente se quedaba alucinando. Era algo que, no sé, me han educado así. Siempre era: «Si puedes andar, juegas». Era otra mentalidad a la de hoy en día.

Ha cambiado mucho el baloncesto en este sentido.

Sí, sí. Nadie pensaba en el futuro, todo era el momento, el presente, y se arriesgaba bastante.

Tengo entendido que en Murcia comiste la mejor paella que has probado nunca, a pesar de haber estado en Valencia.

Sí, sí (risas). Creo que se llamaba Mi Casa. Aún está allí, y mi hijo podría ir a disfrutarla. Era un restaurante un poco en las afueras de Murcia (pregunta a alguien si el restaurante se llamaba Mi Casa). Sí, sí, se llamaba Mi Casa. El dueño era muy aficionado al equipo y llegó a abrir un restaurante en Madrid. Decía que llevaba agua de Murcia porque la paella no sabía igual con el agua de Madrid que con la de Murcia.

Era impresionante esta paella: muy finita, con sangre de conejo. La paella era enorme, pero el arroz quedaba muy fino. He ido allí… no sé, mil veces, muchísimas veces.

La temporada siguiente te vas a Cáceres, una ciudad más pequeña. El entrenador era Manolo Flores y había jugadores como José Antonio Paraíso.

Sí, era una ciudad pequeña, pero con mucha afición. Vivían el baloncesto intensamente, y la afición era muy buena. Pero recuerdo mucho frío; el pabellón no tenía calefacción. Entrenábamos fuerte. Fue un año con altibajos, pero tuve la suerte de coincidir con un grupo humano estupendo. Pablo Martínez estaba allí, Enrique Fernández… Tenía muy buenos compañeros.

Al año siguiente regresas a Valencia, el equipo donde más tiempo has permanecido en España. Creo que con Sergio Coterón hacías muchos 1×1 en los entrenamientos.

Sí, sí. Sergio era un 3, y como era tan rápido… No sé, Sergio Coterón era mejor jugador de lo que la gente pensaba. Era muy buen jugador, rapidísimo. Sin duda, él me hizo mejor jugador. Entrenando contra él me mejoró muchísimo.

Esta última temporada en Valencia también coincides con un joven Nacho Rodilla, ¿no?

Sí, estaba Nacho Rodilla, Víctor Luengo, Berni Álvarez, Jesús Fernández, Iñaki Zubizarreta, José Luis Maluenda y… ¿quién más?

Y Miki Vukovic de entrenador.

Sí, Miki Vukovic era el entrenador. Creo que superamos las expectativas del equipo aquel año, porque venían de EBA; acababan de subir. Era un equipo en el que casi nadie tenía experiencia en la ACB.

En Valencia también coincides con Brad Branson, un jugador con el que tienes cosas en común. Ambos llegasteis del Real Madrid antes de fichar por Valencia y los dos tenéis doble nacionalidad, estadounidense y española. ¿Teníais más cosas en común?

Sí, teníamos muchas cosas en común, también con Clifford Luyk. Los tres terminamos casándonos con españolas, así que sí, bastante en común. Pero Brad era diferente, muy buen tipo. Hacía muchas cosas fuera de la pista, tenía muchos negocios, siempre estaba ocupado con algo.

También hacía muchas cosas para los discapacitados.

Sí, hacía mucho en ese sentido. Durante mi época de jugador, yo no quería hacer nada más que jugar. No quería distracciones, estaba completamente enfocado en entrenar y jugar.

Al acabar tu tercera y última temporada en Valencia te vas a Grecia, primero al Olympiacos. Allí juegas dos años y tienes a Ivkovic de entrenador, y compañeros como Fassoulas, Karnisovas, Tarlac o Nakic.

(Resopla) Era un nivel impresionante. El nivel de todo: los compañeros, nuestro pabellón, la camiseta de juego, el entrenador… Todo era de un nivel súper alto. Salías a la pista convencido de que ibas a ganar a cualquier rival, y al principio fue así. Empezamos la temporada ganando los primeros 19 partidos, pero después se lesionaron Fassoulas, Tarlac, Karnisovas… prácticamente todo el mundo.

Al final no conseguimos nada. Fuimos a la Final Four el segundo año, pero no tuvimos suerte. También jugamos el Open McDonald’s contra los Chicago Bulls. Pasé muy buenos momentos allí, pero no logramos ganar una Euroliga ni ningún título importante.

Después fichas por el eterno rival, Panathinaikos. ¿Cómo se vivían los duelos entre estos dos equipos, tanto siendo jugador de Olympiacos como de Panathinaikos?

Hay que verlo desde dentro para entenderlo, porque era mucho más que una rivalidad. No es como la del Real Madrid contra el Barcelona; no tiene nada que ver. La rivalidad entre los dos equipos griegos alcanza un nivel demasiado alto. No importa si es en waterpolo, voleibol o cualquier otro deporte, existe un odio entre estos dos equipos que nunca he visto en ninguna otra parte.

Pero bien, en Panathinaikos viví quizá los mejores tres años de mi carrera. Ganamos dos Euroligas, fuimos a la Final Four, ganamos ligas de Grecia… tuvimos mucho éxito. Yo ya estaba casi al final de mi carrera.

Fue un premio, el gran colofón a tu carrera.

Sí, sí. Salí de allí con 38 años. Fue muy bonito todo.

¿Cómo era entrenar día a día con Obradović? ¿Por qué ha ganado tantos títulos? ¿Cuál es su secreto?

De todos los entrenadores que he tenido, ya sea en la NBA o en Europa, él ha sido el mejor entrenador durante los partidos. En los tiempos muertos… nunca he visto a nadie igual. Es un genio para hacer cambios.

Planeaba una estrategia para cada partido, pero si las cosas no funcionaban, tenía la capacidad de cambiarla sobre la marcha. Leía los partidos mejor que nadie. Sabía cómo hacer los cambios necesarios en el momento adecuado. En todos mis años, no he visto a nadie como él, ni en la NBA ni en Europa.

Otra cosa que hacía mejor que nadie era manejar la confianza y el estado físico del equipo. Sabía cuándo el equipo debía estar al máximo. Por ejemplo, entendía que había que llegar en plena forma para la Copa, los Playoffs y el final de la temporada.

Recuerdo que un año empezamos ganando muchos partidos, y él nos dijo: “No quiero ver a nadie del equipo en cuatro días. Os vais a casa, pero nadie viene al pabellón”. Habíamos empezado demasiado fuertes, y él sabía que era imposible mantener ese ritmo.

Obradović sabía cuándo machacar al equipo en los entrenamientos y cuándo bajar la intensidad. Justo antes de una Final Four o de los Playoffs, empezaba a dar confianza a todos, y a lo mejor los entrenamientos ya no eran tan exigentes. Pero todo lo que hacía estaba dirigido a que el equipo llegara en el mejor momento posible.

Todos los éxitos que ha tenido no son casualidades. Puede parecer que, por ejemplo, ganó con Partizan gracias al último tiro de Djordjevic o con Joventut casi por suerte. Pero no es casualidad. Obradović es un genio y hace las cosas mejor que nadie.

Johnny Rogers (Foto: Cordon Press)
Johnny Rogers (Foto: Cordon Press)

Creo que su relación con los jugadores fuera de la cancha era muy especial.

Sí, sí, eso es algo que la gente normal no puede imaginar. Los aficionados le veían y pensaban: “¿Cómo es posible? ¿Cómo grita así a los jugadores? ¿Cómo les maltrata?”. Pero fuera de la pista era una persona completamente diferente.

Era muy atento, tenía muy buena relación con nosotros, bromeaba, era cariñoso con sus jugadores. El público no veía eso, solo le veía gritando durante los partidos, y pensaban: “¿Cómo es posible?”. Pero fuera del campo era impresionante, tenía una relación magnífica con todos.

¿Qué nos puedes destacar de Ivković, que fue tu entrenador en Olympiacos? Tuviste a dos de los más grandes entrenadores en Grecia: Ivković y Obradović.

Ivkovic daba miedo, hablando claro. Tenía una voz muy fuerte, y cuando hablaba, parabas lo que estuvieses haciendo para escucharle. Era el mejor entrenador que he tenido para preparar a un equipo antes de un partido. Cuidaba todos los detalles, incluso los más pequeños. Tenía una manera de preparar al equipo para jugar de forma disciplinada, y controlaba absolutamente todo, dentro y fuera de la cancha. Era un maestro.

O sea, Obradović era el mejor durante el partido e Ivković lo era antes del partido.

Sí, sí.

Fuiste compañero de Fassoulas en Olympiacos y de Bodiroga en Panathinaikos. ¿Qué nos puedes contar de ellos?

Bueno, Fassoulas… Antes de que fichase por Panathinaikos, Ioannidis llegó como entrenador a Olympiacos en lugar de Ivković, así que no iba a renovar con ellos porque había un cambio de entrenador y estaban haciendo ajustes en el equipo. Entonces me llegó una oferta de Obradović para fichar por Panathinaikos. La primera persona a la que llamé fue a Fassoulas para preguntarle: “Mira, ¿es posible? ¿Puedo hacer esto? Sé que nadie cambia de equipo así”.

Fassoulas me dijo: “Uf, en tu caso puede ser diferente. La gente te respeta, no eres griego, quizá te puedan perdonar más que a un jugador local. Además, saben que has dado todo lo que tenías por Olympiacos, y los aficionados entenderán que te vayas allí”.

¿Y fue así?

Sí, era cierto. Mis compañeros de Panathinaikos bromeaban: “¿Cómo es posible que los aficionados de Olympiacos todavía te quieran, siendo ahora jugador de Panathinaikos?”. Pero era así, y salió bien para mí.

Dejan Bodiroga fue mucho más que un compañero de equipo; éramos muy amigos. Tenía una gran relación con él y con su mujer, Ivanna. Salíamos mucho, fuimos varias veces a su casa. Cuando decidió irse de Panathinaikos, yo también lo hice ese mismo año. Él se fue a Barcelona y yo a Lleida. Aunque tenía una oferta para seguir en Panathinaikos, el hecho de que él también se fuera influyó en mi decisión.

Dejan para mí fue mucho más que un compañero, incluso más que un amigo. Era como un hermano. Dejan es impresionante, pasamos mucho tiempo juntos fuera de la cancha.

En el día a día, entrenando, debía ser increíble por todos los recursos técnicos que tenía.

Nadie podía hacer las cosas que hacía él. Nadie. Es que nadie podía pararle. Prácticamente no hacía mates, creo que hizo dos o tres en toda su carrera, pero nadie le hacía tapones. Siempre engañaba a todos. Él decía: “Mis pies no son muy rápidos, pero mi mente va más rápido que nadie”. Y era cierto, porque se anticipaba a todo.

No tengo dudas de que podría haber destacado en la NBA. Si hubiese ido, estoy seguro de que habría tenido éxito.

¿Te comentó algo sobre la NBA?

(Resopla) No mucho. Tenía un poco de curiosidad, pero veía el juego en Europa como más serio que el de la NBA. Además, dominaba Europa y disfrutaba aquí. Estaba muy a gusto con el fútbol, el jamón serrano, los vinos de España… Vivía bien y disfrutaba de la vida.

Casi nadie por entonces se atrevía a irse de Olympiacos a Panathinaikos o viceversa. Fuiste de los primeros.

Sí, fui de los primeros. Creo que Paspalj también lo había hecho.

Sí, Žarko Paspalj lo hizo un poco antes que tú.

Había uno o dos, pero no muchos. Después de mí, lo hicieron otros, pero no era algo normal en aquella época.

¿Sentiste miedo en algún momento por el hecho de haber cambiado de equipo o por jugar en las temibles canchas griegas?

Sí, he pasado miedo en algunas canchas, como en Ankara. También sentí miedo a veces jugando con Olympiacos, porque tiraban cosas a la pista. Sí, sí. No puedes controlar lo que pasa, te pueden pegar fácilmente.

¿Jugando con Panathinaikos en la cancha de Olympiacos?

Sí, jugando en la cancha de Olympiacos. Pero también recuerdo partidos en Turquía… Parecía que lanzaban bombas. Tiraban piedras pequeñas que me llegaron a impactar. También lanzaban baterías, móviles, de todo… Menos mal que nunca pasó nada grave.

¿Tiraban móviles?

Sí, recuerdo que una vez tiraron un Motorola de los grandes, cosas bastante grandes.

¿En qué cancha ocurrió aquello?

Creo que fue en Salónica, que también era un sitio muy fuerte. Recuerdo otra vez en Turquía, donde nos odiaban tanto por la rivalidad política entre Grecia y Turquía. Ivkovic era muy listo para estas cosas. Nos dijo: “Hoy vamos a salir a la pista 45 minutos antes para que tiren todo lo que quieran y después podamos calentar tranquilos”.

Salimos con 45 minutos de antelación, tiraron de todo: piedras, objetos… Luego tuvieron que limpiar la pista, y más tarde hicimos nuestro calentamiento normal con los 30 minutos habituales. Fue una cosa bestial.

Ivkovic era un maestro también para gestionar estas situaciones.

Sí, exacto. Después de ese partido, nos rompieron las ventanas del vestuario. Tiraron cosas, y algunos incluso pisaron los cristales de las ventanas rotas. Fue increíble.

También recuerdo, cuando estaba en Panathinaikos, en el segundo partido de la liga griega, mi último año allí, que atacaron nuestro autobús con piedras. Fue un auténtico atraco al autobús por parte de los aficionados de Olympiacos.

¿Os atracaron el autobús? ¿Se metieron dentro?

No, no, nos tiraron cosas y rompieron los cristales. Recuerdo que parecía que nos estaban disparando con pistolas, y todo el mundo se tiró al suelo. Había cristales rotos por todas partes. Pepe Sánchez me cogió, pero Alvertis gritó: “¡Todos al suelo, todos al suelo!”.

Paramos el autobús y estuvimos allí mucho tiempo. Teníamos coches de escolta, y al final nos dijeron: “Sí, podéis salir ahora”. Salimos, pero estábamos en un lugar donde había una colina, y la gente nos tiraba cosas desde arriba. Fue una sensación tan extraña… Pensábamos: “¿Nos están apuntando con fusiles o qué?”.

No jugamos ese partido. Pararon la liga durante 4 o 5 días después de aquello.

¿Eso fue antes del partido?

Sí, fue mientras íbamos al partido. Entonces decidieron parar la liga. No jugamos, y estuvimos unos días sin competir. Fue cuando los jugadores de Panathinaikos dijimos: “Esto ya ha llegado a su límite”. Dejan tenía ofertas del Barcelona, y todos empezamos a plantearnos: “Esto ya no vale la pena”.

Muchos de nosotros cambiamos de equipo después de eso. Aquel fue mi último año en Panathinaikos.

¿Qué recuerdas de tu etapa con la selección española? Debutas en los Juegos Olímpicos de Sídney.

Mala suerte, más que nada. Las cosas no salieron en la pista como queríamos. Fue una lástima. También había un nivel de selecciones muy alto: Canadá, Lituania, Francia, Estados Unidos y Serbia. No pudimos meternos entre los primeros ocho.

Recuerdo que jugamos contra la China de Yao Ming y ganamos, pero fue para acabar novenos, creo. Fue una lástima.

¿Cómo te sentó que se dijese, con el paso de los años, que tu lugar en Sídney tendría que haberlo ocupado un joven Pau Gasol por entonces, aunque su explosión llega la temporada siguiente, la 2000/01?

Sí, esto es una anécdota, pero como dices, la explosión de Pau fue la temporada siguiente. En aquel momento estaban también Juan Carlos Navarro, Raúl López

Jorge Garbajosa.

Sí, Garbajosa también. Mirándolo ahora y viendo que no lo hicimos bien en ese campeonato, tenía más sentido haber llevado a los jóvenes. Pero la idea entonces era luchar por algo más alto.

No sé, ha sido una lástima. Me sabe mal. Pau ha tenido una carrera inmejorable. No creo que pudiera haber hecho más cosas de las que ha hecho. También quiero destacar lo que Pau hace fuera de las canchas. Es un ser humano impresionante, muy generoso con todo.

Te retiras en Lleida en la temporada 03/04. Hay muchos jugadores que se retiran en otras ligas menos potentes, pero tú lo haces en lo más alto, jugando en un equipo ACB.

Recuerdo que la afición de Lleida era súper buena, nos apoyaron mucho. El primer año jugamos en Europa, y eso nos desgastó mucho. Sufrimos en la liga ACB porque competimos en todas las competiciones.

El último año hubo un cambio de entrenador; vino Petrovic, y sufrimos hasta el final. Jugamos el último partido para mantenernos en la categoría y, al final, ganamos. Mantuvimos la categoría. Yo, la verdad, no estaba a un nivel muy alto ese último año, pero creo que el último partido fue uno de mis mejores. Seguramente el más importante de esa temporada. Sabía que, si jugaba bien, el equipo podría mantenerse en la ACB.

Johnny Rogers (Foto: Cordon Press)
Johnny Rogers (Foto: Cordon Press)

Un bonito final para tu larga y exitosa carrera deportiva. Tenías 40 años, ¿no?

Sí, tenía 40 y medio, o algo así. En ese último partido metí 16 o 18 puntos.

Sí, 18 puntos, tu tope en Lleida.

Y fue un partido con muchísima presión. Hay más presión cuando juegas para no perder que cuando juegas para ganar. Si estás jugando por un título, hay menos presión que cuando juegas para no descender porque (resopla)… Yo no podía vivir conmigo mismo si estando en un equipo descendíamos. No podía.

Eso afecta a tanta gente: a los trabajadores del club, a los aficionados. Al final, los jugadores se van, pero la gente del club tiene que quedarse y seguir adelante. Para mí, era muy importante mantener la categoría.

¿Eras maniático cuando jugabas?

Sí, quizá tenía algunas manías, pero más que nada intentaba siempre seguir una rutina, hacer lo mismo cada vez. No cambiar mucho en ese sentido.

2 Comentarios

  1. Me gustó mucho este jugador. El Madrid era y, de alguna manera sigue siendo un devora jugadores. Es verdad que coincidió con una crisis muy larga e importante; vinieron y se marcharon jugadores que ni les llegamos a conocer. Rogers, en definitiva, gran tipo y, la conversación esta, una maravilla. Olé

  2. Juan Francisco

    Espectacular entrevista a un gran tipo muy querido en España por su talento y más como persona, me ha encantado como mi pelirrojo preferido se ha abierto a contar sus vivencias y yo disfrutarlas, gracias otra vez más Javier por ese pedazo de entrevista, un saludo.

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