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Sandra Pastor: «Las madres deportistas lo son gracias muchas veces a que el marido las ha apoyado»

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Sandra Pastor (La Paz, Bolivia, 1975) le prometió a sus hijas un gato si ganaba el mundial de Mountain Bike XCO de su categoría, Master 40. Era el año 2021 y en ese momento estaba coja y entrenaba con la pierna escayolada. «Pero mamá, si no vas a ganar», le decían sus hijas. Por supuesto, ella tampoco pensaba que lo conseguiría, por eso les prometió el gato, pero acabó ganando el campeonato del mundo durante dos años consecutivos, en 2022 y en 2023.

Sandra tiene una forma de hablar muy pausada, como la de una profesora de yoga o una locutora de documentales. Su tono es tan sereno que cuesta imaginársela envuelta en barro y yendo a toda velocidad con su bicicleta por caminos de piedras. La atmósfera tranquila y silenciosa de su centro de fisioterapia en Boadilla del Monte, donde nos encontramos, tampoco es que me ayude mucho a visualizarla en plena competición, esquivando raíces, derrapando, subiendo y bajando cuestas, persiguiendo a «la rubia de la coleta que sale en todas tus pesadillas» y luchando con todas sus fuerzas por mantener el maillot de campeona del mundo un año más.

Nos acomodamos en una pequeña sala de la clínica y, antes de comenzar la entrevista, le muestro la cicatriz de mi cuello. Le cuento que me acaban de operar de una hernia discal cervical. Sé que ella está operada de una hernia discal lumbar, así que chin-chin, las dos estamos en ese club, las dos conocemos ese dolor. Es más, le confieso que mi interés por conocerla surgió cuando leí que había empezado a entrenar y que había conseguido todos sus títulos después de su operación de hernia. La experiencia del dolor es tan reciente, que necesito encontrar en sus logros y en su historia un impulso para mi propia recuperación.

Hablamos de eso, del dolor que se va y del dolor que se queda, del barro y de las lesiones, de los cuchillos y las carnicerías, de las victorias y los llantos, de la infancia y las cicatrices, de lo importante que es que las mujeres reivindiquen en sus familias, sin atisbo alguno de culpa, tiempo y espacio para ellas mismas, para entrenar, para sentirse mejor. Todo eso me lo cuenta Sandra Pastor, bicampeona del mundo de mountain bike XCO de la categoría Master 40, en un tono muy sereno en un rincón muy tranquilo de un centro de fisioterapia silencioso.

Sandra, te operaron de una hernia, como a mí. La mía era cervical, la tuya lumbar. La verdad es que después del dolor que he pasado antes de operarme, la cicatriz es lo que menos me importa (le enseño mi cicatriz).

Bienvenida sea la cicatriz. Yo tengo cicatrices por todos los lados y todas son para bien. Tengo el calcáneo roto, la hernia discal…

¿El calcáneo?

Sí, un hueso del pie. Es la lesión que me animó a ir al mundial en 2021. Pero la lesión que a mí me sube a la bici es la hernia discal. Mi vida es de cicatrices.

Tu vida es de cicatrices… ¿Cómo fue tu infancia?

¿Mi infancia? Travesuras, inquietud, búsquedas, animales, a veces miedo, valor. Siempre he estado descubriendo. Mucha calle, mucho campo. Siempre he vivido en pueblos y siempre estaba buscando animalitos, plantas, jugando a restaurantes con las hojas… Siempre en el campo, no soy de ciudad. Yo no sé andar en asfalto. Yo soy rural.

¿Dónde naciste?

Nací en Bolivia, pero nos vinimos a España cuanto yo tenía cuatro o cinco años.

¿Lo recuerdas?

No, no me acuerdo de nada. Te cuentan todo y entonces ya lo cuentas así, pero no. Además, soy de esas personas que empiezan a recordar muy tarde. Mi hermana, por ejemplo, se acuerda de cosas de muy pequeña. Yo creo que hasta los nueve años no me acuerdo de nada.

¿Nada? ¿Y recuerdas la primera vez que montas en una bici?

No, porque no es algo que yo lleve haciendo desde muy pequeña. No era mi deporte de cuando yo era pequeña.

¿Eras deportista?

Era deportista. O sea, yo sabía que se me daban bien las cosas porque siempre iba con chicos, y corría más que ellos o jugaba a la pelota con ellos. Siempre he sido muy deportista, pero sin competición. La competición no la conocía. Esa es mi infancia, pero la bici no. De hecho, no te podría decir cuál fue mi primera bici ni de qué color era, y posiblemente las usaba, ¿eh? Sí recuerdo cuando se la regalaron a mi mejor amigo, que vino a enseñármela. Fíjate, ahora me has movido ahí…

¿Qué pasó?

Me acuerdo de que era de noche y él llegó. Yo era la hija del médico. Vamos, nosotras. Era de noche y apareció Eduardo con su bici, que tenía uno de esos sillones alargados y creo que las ruedas eran de algún color. Y llegaba emocionadísimo con su bici y yo emocionada por él, pero, vamos, la bici me daba exactamente igual. Me acuerdo de ese momento. Fíjate que no me acuerdo de nada casi, pero son ráfagas de cosas así. Si me tengo que acordar de alguna bici, es de la de mi amigo, por la ilusión que le hizo a él.

¿Cómo te imaginabas entonces que ibas a ser de mayor?

Yo decía muchas tonterías.

Bueno, como todas.

(Risas) A mí me cuentan, y creo recordar también, que iba a la carnicería y decía que yo quería ser carnicera, porque los veía coger la carne y moverla y cortarla… Me sigue pasando. O sea, esa sensación de cortar, con esa magia… ¿Yo? Yo me quedo hipnotizada. Y ahora más o menos hago eso, pero sin cortarla.

Claro, manipulas trozos de carne. Eres fisioterapeuta.

Me llamaba muchísimo la atención. Y encima sabía que ganaban dinero, porque todo el mundo le daba el dinero al carnicero. Yo pensaba «este hombre tiene que ser rico, porque todas las señoras le dan todo su dinero al carnicero». Y entonces yo le decía a mi padre «yo voy a ser carnicera». Pero ya te digo que eran las ocurrencias de una niña. No he tenido esa pasión de decir «pues voy a ser actriz». Yo no. Yo siempre cosas difíciles o irreales.

¿Hay deportistas en tu familia?

Sí. Mi padre era nadador. Él era campeón de Bolivia de natación y mi tío también era muy atleta. Él hacía atletismo y mi padre hacía natación.

¿Tu madre también?

No, mi madre no hacía deporte. Es verdad que tiene un carácter luchador. Fíjate que si yo me identifico con alguien es con ella, por su garra.

¿Sí?

Sí, porque ella ha luchado siempre, no le ha tenido miedo a nada, como que es una mujer totalmente vulnerable, pero luego de repente saca una fuerza que dices «pero… ¿esta mujer?» O sea, mueve montañas y es una santa. Normalmente la gente así suele tener personalidad o genio, pero ella tiene una fuerza especial. Yo creo que la genética me ha podido ayudar por la parte de mi padre, pero lo que realmente… A ver, todo es importante, tanto la genética como la garra.

La garra.

Sí, sí, el tener un objetivo y cumplirlo, el ser comprometida contigo misma, el no rendirse, no sufrir, esas cosas. La genética, eso está muy estudiado, son unos valores que no se pueden modificar. Tú de ahí puedes mejorar un 25%, un 20%, pero no más. Si tú estás en el 50%, te vas a mover al 60% o al 65% como máximo, con esa genética. Pero si tú tienes una buena genética, tu salto es mejor.

Puedes mejorar ciertas cosas, pero es un 20%. La genética te da un porcentaje muy alto de lo que tú puedas adquirir. Yo creo que esa parte sí la he heredado de Bolivia. Además, que luego estamos a 4.000 metros de altitud, no es lo mismo desarrollar un organismo a 4.000 metros del nivel del mar que a 700 metros. Tus glóbulos rojos son mucho mayores, la poliglobulia, el esfuerzo…

¿Crees que te ha podido beneficiar eso?

Yo creo que sí. A ver, no sé si todos los bolivianos vienen aquí y todos son excepcionales, no lo sé, pero supongo que juntando todos esos valores también es un factor importante. No es lo mismo uno que se cría en un ambiente hostil para el organismo que uno que se cría a nivel del mar.

¿Por qué estudiaste fisioterapia?

Pues porque iba a hacer medicina.

Como tu padre.

Como mi padre. Pero luego mi padre me dijo: «Olvídate de la medicina; te vas a pasar la vida estudiando para nada». No sé, me desanimó. Yo sacaba buenas notas y pensé: «¿Y qué hago?» No tenía prisa por nada ni pasión por nada. Había que hacer algo. Había que estudiar una carrera y luego ya se vería. En la misma facultad había Fisioterapia, y pensé: «Pues venga». Además, es parecido; te convalidan Anatomía… Pues ya está. Ahí que me metí.

¿Te gustó desde el primer momento?

Sí, desde el primer momento. La medicina ya me gustaba también. Entender tu cuerpo es lo más bonito que hay.

¿Qué deportes has practicado a lo largo de tu vida, antes de dedicarte al ciclismo de montaña?

Pues he esquiado, he hecho patinaje sobre ruedas, sobre hielo… Todo lo que sea deslizamiento creo que se me ha dado siempre bien. Atletismo, yo corría… De hecho, mi primera copa, medalla, llámalo como quieras, fue en un pueblo perdido de Madrid, en Cenicientos.

Y me cogieron todas las del pueblo. «¡Vente, que vamos a correr a San Martín de la Iglesia!» Y yo dije: «¿Qué? Pero si yo nunca he corrido».

«¡Tú corre!» «¿Y si me pierdo?» «Que tú corras». Y claro, me puse a correr como una loca y, para no perderme, iba detrás de las que iban más rápido. Cuando llegué, dije: «¿Ya ha terminado?, ¿qué ha pasado?» «Has quedado la primera?» Y yo: «¿Qué dices? ¿Cómo voy a quedar la primera?»

Ya mostrabas unas condiciones físicas muy buenas.

Sí, sí, yo no lo sabía.

¿En serio? ¿No lo sabías?

 Nunca.

¿Cuándo te empiezas a dar cuenta?

Yo nunca lo he sabido. O sea, yo corría y dices: «Vale, pues se te da bien». Luego me cogieron y me llamaron para todas las carreras y las ganaba todas.

¿De atletismo siempre?

De atletismo. Pero luego ya nos cambiamos de pueblo y ya nadie corría, así que yo tampoco corría, y nunca más volví a hacer ningún deporte así. Y con la bici me ha pasado lo mismo. Mi objetivo era fortalecer mi espalda.

Vamos a la bici. ¿Cómo empiezas? Bueno, háblame de la lesión que te sube a la bici. ¿Qué pasó?

Yo tuve dos hijas. Bueno, tuve un tercera también, pero el daño, digamos, que ha sido por los dos primeros embarazos. Durante esos embarazos yo trabajaba. O sea, yo trabajaba con el bombo hasta que daba a luz. A veces el día que daba luz yo estaba aquí trabajando.

El día que diste a luz estabas trabajando.

Sí. Pero vamos, que es que yo iba así por la vida. Luego daba a luz y a la semana ya estaba aquí atendiendo gente. Ponía a mis bebés ahí en el suelo porque sentía el compromiso de estar aquí. No era por necesidad económica, sino por mi necesidad de hacer bien las cosas.

¿A la semana de dar a luz?

Sí. Tengo fotos en ese mismo pasillo. Una colchoneta y mi bebé, pues eso, boca abajo, porque no sabía darse la vuelta. Y yo: «que aprenda» (risas). Ellas se han criado boca abajo, boca arriba, en una colchoneta, pero me las traía

¿Por qué? ¿Porque sentías la necesidad de hacer tu trabajo?

De hacer mi trabajo, sí.

¿Te veías capaz?

Me veía capaz, claro. Siempre me he sentido capaz de todo. Yo creo que es eso lo que me ha conducido a donde he llegado. Yo me sentía capaz. Yo venía y me organizaba. Yo ahora, si tengo que hacerlo, no sé si lo haría igual porque… Yo sabía que tenía que darles el pecho.

¿Y esto con lactancia materna?

Sí, sí, sí. Yo les daba todo. Yo le decía al paciente: «Espero que no se despierte, pero si se despierta, ¿no te importa…?». Claro, así hice la familia que hice. Al final, nunca pasaba nada. Yo creo que siempre he podido compaginar todo.

Confiabas en que podías con todo a la vez.

Y se daban las cosas. Al final, creo que la suerte te sonríe y te ayuda un poco en esas situaciones. A la segunda no me la traje tanto, porque como me estaban ayudando con la primera en casa, que ya tenía dos años, a la segunda ya no hizo falta traerla.

También creo que fue un poco la locura de las madres: «No me voy a separar de mi hija en ningún momento». Entonces, bueno, ese maltrato físico después de un embarazo, con la musculatura totalmente atrofiada, ponte a trabajar, muévete… O sea, que este es un trabajo duro. Tienes que hacer fuerza. Y yo hacía fuerza, vamos, ni cuarentena ni nada. Eso yo creo que me ha hecho daño.

Te pasó factura.

Sí, eso pasa factura al final. Así dos años, porque mis hijas se llevan dos años entre una y otra.

Si pudieras volver atrás, ¿volverías a hacerlo de la misma manera? ¿Volverías a pasar por el dolor de la lesión lumbar?

Sí, porque todo eso te hace fuerte. Yo pienso que no podemos evadir los malos momentos; hay que enfrentarse a ellos. Gracias a esos momentos, luego vienen otros, y estás pensando: «Si he podido con esto, ¿cómo no voy a poder con lo otro?» Entonces, ya tengo un cúmulo de «si he podido con». Al final, eso de las supermujeres y supermadres parece que… Pero es que es así, al final, te vas haciendo tú de esa manera.

¿Y qué pasa cuando tienes a tu tercera hija?

Me operan en el 2011. En el 2007 nació la primera, en el 2009 la segunda. Ahí ya empiezan los dolores y ya es un dolor muy insoportable. De hecho, yo trabajaba, no he dejado nunca de trabajar. Me apoyaba así en la camilla y con la otra mano trataba. Pero yo me tenía que agarrar a la camilla.

Acabo de pasar por algo así. Me queda muy cerca el dolor que describes.

Claro, pero es todo lo contrario. A tu cuerpo le tienes que decir que eres capaz de todo, porque si le dices «no te muevas», él te responderá «no» y cada vez hará menos, porque estamos mejor así. Y es mentira, es todo mentira.

¿Y finalmente?

Finalmente, ya estaba medio paralítica, no podía alzar a mis hijas ni sacarlas del carrito. Dije: «Me voy a operar». Y claro, me opero, se me quita el hormigueo en las piernas y los calambrazos, pero no estoy fuerte, sigo teniendo dolor.

¿No se te quitó el dolor después de la operación?

No, no se me quitó el dolor totalmente. Sí la parte neurológica, pero la física no. Y entonces, ahí ya digo: «Venga, pues pilates. Venga, pues ejercicios. Venga, pues no sé, lo que sea, caminar». Y nada. Y, de repente, un día tuvimos una boda y bailamos esa noche. A la mañana siguiente, me dolía menos la espalda y yo dije ostras, yo creo que mi cuerpo lo que quiere es…

¿Bailar?

Es moverse, es bailar, es algo parecido a eso. Mi marido montaba en bici los sábados, como todo chico que tiene hijos y se escapa los domingos para hacer su deporte. Entonces, yo le dije: «¿No tienes tú un amigo que es biomecánico? ¿Y si intento montar en bici?» Y él, encantado, respondió: «¡Te compro una bici ahora mismo!» Dije: «No, no, no».

¿Un biomecánico?

Sí, un biomecánico es el que te coloca encima de la bici. Ellos tienen ciertos conocimientos para que tu postura sea la correcta mientras das pedales. Entonces, yo cogí al biomecánico y le dije: «A ver, esta es mi espalda y lo que yo quiero conseguir es…». O sea, le expliqué la parte teórica de lo que estaba pasando en mi cuerpo y lo que no se podía hacer encima de la bici.

Y él dijo: «Venga, creo que podemos hacer algo». Movió la bici para arriba, para abajo, para adelante, para atrás y me subió encima de la bici. Y mi marido le dijo: «¿Podrías sacarla, por lo menos una vez a la semana, para que ella salga con alguien y se mueva?» Porque yo no podía, estaba trabajando. Y entonces me sacaba los miércoles.

¿Por carretera?

No, por campo.

Pero ahí hay mucho impacto, ¿no?

No, pero tú vas bien sujeta y la bici tiene una suspensión trasera que absorbe. Todo eso estaba dentro de mis planes. O sea, si me subo en una bici, tiene que ser con una suspensión atrás para que el impacto de las piedras no te…

¿No te planteaste ir por carretera? ¿Directamente al campo?

Yo al campo. La cabra tirar el monte (risas). No me lo planteé.

«Vamos por las piedras, por favor».

Directamente a la montaña. Entonces, me llevaba por sitios facilitos y, de repente, un día me mete en una bajada así, con curvas y piedras, y yo hago pi, pi, pi, pi, pi.

Y se queda así y dice: «¿Qué acabas de hacer?» Y yo: «No sé, bajar. Tú me has dicho que baje por ahí y yo he bajado». Dice: «Pero tú eres un diamante en bruto. Lo que acabas de hacer no lo hace cualquier persona». Era entrenador y biomecánico, ciclista… Y entonces, claro, le llamó muchísimo la atención y dijo: «¿Y te gusta?» Y yo: «Sí, me encanta. Vamos a por más piedras».

Y nada, pues me llevaba a Cercedilla, me llevaba a sitios ya de verdad, y el tío alucinaba. Cercedilla es el sitio más pedregoso, de raíces y de todo. Él me llevaba a caminos por los que ahora sigo pasando y sigo pensando que son complicados.

¿No se resentía tu espalda?

Es que de repente me empezó a dejar de doler. A dejar de doler. Radicalmente. O sea, no sé si también era un poco la parte de la serotonina que te genera el estar a gusto en el entorno del campo. Estás haciendo algo que te gusta, que a mí me generaba esa sensación de que estoy disfrutando. Y mira lo que hago y mira cómo lo hago. Y él, que era otro chico lleno de alegría, de pasión y me festejaba todo… Y claro, entonces todo eso creó en mí un cambio rotundo. Nunca más me dolió la espalda.

Entonces la bici empezó a formar parte de tu rutina.

Claro, yo dije «no me puedo bajar a la bici». Digo, «si es que ahora ya me estás obligando a estar encima de la bici». Y este David me dijo (ahora está en Tailandia, pero me sigue todo el rato y es mi fiel seguidor ya): «¿Por qué no te apuntas a una carrera aquí en Galapagar? Es muy típica, la hace todo el mundo, es del Open de Madrid, pero hay que federarse».

Y yo: «¿Qué es eso de federarse? Lo que tú me digas». A mí me daba igual, así que me apunté a la carrera.

¿Tenías…?

Era 2015. Tenía 39. Iba a cumplir 40 a final de año. Era febrero o marzo del 2015.

¿Y qué pasó?

Quedé la penúltima. Pero claro, para quedar penúltima, tuve que adelantar a una, porque dije: «Yo no voy a quedar la última».

Gran logro, ¿no?

Sí, sí, sí. Se lo contaba el otro día a una niña que monta en bici. Estaba hecha polvo porque había quedado la penúltima. Y le digo: «Esa fue mi primera carrera: la penúltima».

Es una victoria, si lo piensas, ¿no?

Es una victoria, es la mejor victoria. Recuerdo ese momento. Además, tengo esa foto. Fue un sprint…

Pobrecita, la que adelantaste.

Parecía que había ganado el campeonato del mundo. Todo un logro.

Y saliste contenta.

Y salí súper contenta. Y me dice: «¿Qué tal estás?» Y yo: «Muy bien». «¿Cómo te encuentras?» «Fenomenal». «¿No te duelen las piernas?» «No, estoy muy bien» «¿No te duele la espalda?» «No. ¿Cuándo es la próxima carrera?» O sea, me encantó. Y ahí que fui, a la siguiente carrera, y a la siguiente carrera, y así una detrás de otra. Entonces, yo estaba feliz, porque tenía un objetivo cada mes o cada mes y medio que me obligaba a estar un poquito encima de la bici. En esas épocas tampoco entrenaba como ahora, pero por lo menos dos veces a la semana.

¿Qué querías?

Mis objetivos eran llegar, hacer esas carreras y no sufrir. Es que… No, tampoco era no sufrir. No sé, no sabría decirte cuál era mi objetivo. Pasarlo bien, quizás. Ahora es cuando he aprendido que el entrenamiento te da esa paz de sufrir menos en carrera, pero en esos estados de físico, no sabes lo que es estar fuerte. Eso es una supervivencia. Mi objetivo yo creo que era mantenerme encima de la bici. Tener una excusa.

¿Cuándo empiezas a ganar y a darte cuenta de que la competición te gusta?

Claro, me engancha. La primera vez que me subí a un podio fue en 2016 o 2017. Es que fue rápido. En el 2017, en una de las del Open de Madrid, que es que ahora ya no hay ni Open de Madrid, ahora se llama Copa de Madrid, había varias carreras, y en una había tanto barro que todas las chicas (bueno, muchas chicas) se rajaron, no fueron.

¿Ah, sí?

Claro, o sea, si llovía no iban las chicas.

¿Ah, sí?

Sí, es que somos un poco así. Entonces yo dije: «Si a mí me encanta el barro, ¿por qué no voy a ir?» «¡Si está lloviendo!» «Que no pasa nada». «¡La bici se rompe!» De hecho, había una que decía: «Venga, nos ponemos todas de acuerdo y no salimos ninguna». Y nos miramos una que ahora es superamiga mía, nos miramos y yo: «Qué coño. Vamos a hacer la carrera. O sea, yo he venido hasta aquí…» Además, era en Arganda. Era por ahí, por Arganda, yo creo. Yo he venido hasta aquí madrugado, digo: «Hagamos lo que sea».

Suena un poco raro, porque si estás dedicándote a la mountain bike, que estás en el campo…

Sí, claro. Es lo lógico. Es como yo lo veo. Lo que pasa es que es verdad que, bueno, las chicas en eso, es verdad que fallan un poquito, porque, bueno, a veces… A lo mejor antes más que ahora. Yo creo que ahora las chicas ya son un poco más guerreras.

¿Más guerreras con el tiempo?

Yo creo que sí, pero quizás por el ejemplo que vamos dando, ¿no? O sea, si tres no se rinden, pues la otra dice: «Venga, pues yo tampoco». Pero claro, si todas hubieran hecho caso a esa chica, no se hubiera hecho la parte de tías y hala, tan contentas. O sea, yo eso no lo acepto en mi vida. No me he retirado de una carrera en mi vida ni lo voy a hacer, y, o sea, es que no entra dentro de mis valores. Y entonces, bueno, pues seríamos cuatro chicas o cinco, como mucho, en esa carrera.

¿Y ganaste?

No, quedé tercera.

¿Te acuerdas?

Me acuerdo perfectamente, porque yo debía de ir segunda, pero me pasé recto y dije: «Ay, que me he equivocado». Y cuando estaba volviendo, vi llegar a una, la rubia de la coleta, esa que sale en todas tus pesadillas… Yo es creo que todas las rubias que tienen una coleta larga van superrápido. Yo les tenía un miedo a todas. Y yo la veía ahí, a la rubia, y decía: «Ay, Dios mío». Yo iba con la cadencia altísima, porque la cadena ya no funcionaba. Y yo «Tengo que cogerla, tengo que cogerla»: La bici no andaba, o sea, estaba reventada. Y yo la veía cómo se alejaba, se alejaba, y al final, bueno, pues tercera. Era mi primer podio.

¿Qué sentiste?

Jolín, me encantó. Dije: «Pero, ¿qué es esto?» La primera vez. ¿Cómo se sube aquí? Ay, qué experiencia. ¡Cómo mola!

Claro, fue un podio.

Claro. Yo las veía a las chicas y mi entrenador, el chico que me subió a la bici, me dijo: «A ver, Sandra, nunca vas a poder llegar a ser como estas chicas».

¿Por qué?

Bueno, entiende cómo me conoció. Él me conoce con una lesión de espalda y, a lo mejor, pues para situarme un poco, me dijo, a ver, que estas son de otra clase, ¿vale? Para que no me desanime en el momento en el que… No pretendas ser como ellas porque ellas son chicas que andan mucho.

¿Tú ya soñabas con hacer podio?

No, no lo soñaba. Pero en el momento en el que me subí, ya dije: «Ostras, esto mola». Y te va cambiando el chip. Pero no es algo que yo siempre haya soñado, que quería subir a un podio, para nada. El veneno del podio aparece cuando tú empiezas a subirte a él.

¿Qué veneno?

El veneno de querer cada vez más podios. El veneno del podio. Tu nivel de exigencia, ¿no?

¿Va subiendo?

Claro. Yo lo llamo veneno, porque es veneno.

Qué buena expresión. Una vez que has tocado podio, por debajo de eso…

Ya te cabreas contigo, ya no te gustas, ya te exiges. Al menos, la gente autoexigente, ¿no?

¿Cómo te definirías, Sandra?

Pues así, muy exigente con todo lo que me rodea. A ver, no con las personas, sino con todo lo que hago. Exigente, perfeccionista. Pero bueno, si me tengo que definir, pues soy muy pasional, muy emocional, muy sensata, muy tranquila.

¿Eres muy competitiva?

Pues se ve que soy competitiva, pero yo nunca me he considerado competitiva.

Cuando dices «se ve que», ¿a qué te refieres?

«Se ve que» porque yo no lo sabía.

¿Es algo que has descubierto?

Lo he descubierto.

Eres competitiva.

Sí, pero luego, contando historias… Hoy mismo me decía mi fisio (bueno, una chiquita que trabaja para mí): «A mí me da miedo, cuando eres fisio, lo que me cuesta asumir es que no puedes gustar a todo el mundo. Que hay pacientes a los que no les va a gustar cómo les tratas». Como que es algo que tenemos que asumir, ¿no?» Y entonces le digo: «Sí, es normal». Y, sobre todo, si hay más fisios a tu alrededor, pues el otro quiere estar con el otro fisio y tú te quedas ahí… Es un sentimiento como de desprecio, pero es que es normal. O sea, no tienes que gustarle a todo el mundo.

Y me dice: «¿Y a ti qué te pasaba?» Y digo: «Pues es que a mí me pasó lo contrario. Yo quería ser mejor que mi jefe». O sea, yo ese sentimiento no lo he tenido nunca porque yo decía: ‘Voy a hacer que todos queráis ir conmigo. Yo quiero ser mejor que todos los que están a mi alrededor». Y, según se lo contaba, estaba alucinando porque nunca me habían hecho esa pregunta. Y digo: «Ostras, entonces yo he sido competitiva toda mi vida y no me había enterado». Realmente, en mi trabajo, no lo sentía así.

A ver, eres bicampeona del mundo.

Sí, sí. Ahora sí, pero yo antes no sabía que podía ser capaz de llegar a esos sitios. Que llegar, llegaba, porque profesionalmente me ha pasado algo así. Yo empiezo humilde, aprendiendo de los mejores, pero yo quiero ser mejor, quiero saber más que mi jefe, quiero tener una clínica mejor. O sea, siempre he ido avanzando a pasos agigantados en todo lo que hacía.

¿Qué es la motivación para ti?

¿La motivación? ¿Qué es la motivación?

¿De dónde nace?

De la pasión. Yo creo que nace de la pasión.

Hay que tener pasión, ¿no?

Hay que tener pasión porque… Mi dolor de espalda nunca ha sido la razón por la que yo me subí a la bici. O sea, ahí es donde se define.

¿Y entonces?

Es verdad que me hacía bien. Pero yo no me subía a la bici para no estar… Yo me subía porque sentía pasión haciendo lo que hacía. Yo era feliz encima de la bici. Y si de paso me quitaba el dolor de espalda, bienvenido sean, pero lo que me mantenía allí encima era lo que yo sentía encima de la bici.

¿Qué era?

Pues eso, emoción, pasión… Eran todo emociones intensas que no te aparecen en cualquier sitio.

¿Emociones que no tenías en tu día a día?

Siempre busco esas emociones. Profesionalmente siempre busco pacientes difíciles para luego sentir que lo he conseguido. Siempre voy buscando eso. No es que no lo tenga en mi día a día. Todo lo contrario.

¿Si tuvieras que quedarte con una carrera?

Mi carrera más difícil ha sido la de este mes pasado.

¿Qué ha pasado ahí? Fuiste campeona del mundo en 2022, campeona del mundo en 2023. Y este año…

Este año iba a revalidar y ha sido muy difícil, porque he tenido un año… He tenido mucho dolor.

¿Y eso?

Pues me ha nacido, todavía no sé qué ha pasado, pero empezaron a dormirse mis piernas. Así, de repente. Y yo digo: «A ver, ¿qué ha pasado?» Digo: «A lo mejor lo de la espalda ahora va…» Pero me hice una resonancia de espalda y estaba todo bien. Y dije: «Si no es de la espalda, pues ya se pasará». Pero tengo el mundial y no voy a dejar de entrenar por nada del mundo.

Yo seguía entrenando, pero llegaba a casa, me venía aquí a trabajar y llegaba a casa con las piernas más dormidas todavía, con calambrazos… Yo pensaba que había bichos en mi cama y los buscaba. Y yo decía: «¿Qué pasa?» Unas sensaciones horrorosas. Me subía en la bici, no me dolía, podía seguir entrenando, pero… Mucho dolor.

Cambio de sillín, cambio de biomecánica, he tocado todo, pero yo calladita. Yo decía: «Tengo el mundial y voy a llegar a mi mundial». Y entonces se me ha hecho muy largo el entrenamiento. No tenía motivación porque sufría encima de la bici.

Sabía que después de bajarme de la bici iba a tener muchísimo dolor. Y que ahora no era momento de ponerme a trabajar en esa cura, porque a lo mejor la cura era descansar de montar en bici, pero yo no podía descansar de montar en bici. Porque entonces ya mi entrenamiento se acaba y no llego al mundial.

Era un momento muy complicado para corregir nada. He llegado psicológicamente muy hundida. Pero digo: «Yo puedo, yo soy Sandra Pastor y yo puedo con todo y voy a hacer lo que pueda».

¿Has sacrificado, quizás, tu salud por llegar al mundial? ¿La has puesto en un segundo plano?

Yo sé hasta dónde puedo llegar. Sacrificar mi salud… No soy tan inconsciente, pero sí sabía que podía tirar, porque, a ver, si encima de la bici no me dolía, o me dolía menos, no me estoy jugando nada.

Me daba más miedo las horas de avión, porque eran veintitrés horas de avión sentada. Me daba más miedo el avión que la competición. Digo: «Voy a llegar paralítica a Australia. Me voy a morir». Entonces bueno, pues he llegado, he hecho lo que he podido, pero me he dado cuenta de que no he dado… O sea, no es que no haya dado mi cien por cien, sino que no he podido dar mi cien por cien.

Ahí había algo en mi cuerpo que no funcionaba. Yo normalmente me siento al cien por cien siempre y lo doy todo y lo siento y lo peleo, pero aquí lo sentí, lo peleé y todo, pero yo sabía que algo no había estado bien, y entonces eso me dolió, me dolió mucho. Entonces bueno, pues ahí está, un tercer puesto.

Has hecho podio.

Claro, he hecho un tercer puesto y por eso te digo que es la carrera más importante para mí, porque he hecho un podio que podía haber sido una anulación. Podía no haber llegado. Me ha sabido a gloria porque he descansado del maillot de campeona del mundo, del título de campeona del mundo, que también es algo que hay que llevar, que hay que respetar, que hay que estar a la altura, que tienes que estar demostrando…

Estaba empezando a dejar de disfrutar de mi deporte favorito, decías en Instagram.

Sí, eso es lo que me había pasado. Todo el entrenamiento hasta el mundial lo he hecho sin disfrutar de mi deporte favorito, y eso me ha partido el alma. Pero luego, bueno, he llegado tercera y me he sentido feliz de haber llegado en el puesto que menos hubiera deseado de toda mi vida. O sea, todas queremos llegar siempre las primeras, y más una campeona del mundo, que siempre quiere ser solo la primera. Me he alegrado por mi rival.

Simona

Simona. Ese nombre no se me va a olvidar jamás. Y yo se lo he dicho: «Vamos, gracias a ti…»

¿Sin nuestras rivales no somos nada?

No somos nada. Y ella me respondía: «A mí me pasa igual». A ella no la ganaba nadie; ella iba por el mundo con todos los maillots hasta que llegué yo. Y ha tardado dos años en ganarme. De hecho, ella lloraba en el podio. Eso es muy fuerte, es un honor para mí. Eso es un honor. Entonces es más significativo eso que estar ahí arriba y decir: «Es que estoy más fuerte que el vinagre», como si fuera todo matemáticas. Pero es que el otro día no fueron matemáticas, fue el corazón el que llegó ahí.

¿Ha sido mucha la rivalidad con ella?

No, ha sido competencia pura y dura.

¿Admiración también?

Sí, sí, sí. O sea, a ver quién puede más. Yo sé que es fuerte y, de hecho, en el año anterior, en 2023, ella siempre sale delante de mí, y en el momento que vi, la ataqué y dije: «Ya no me coges». Y le saqué dos minutos en la carrera. O sea, es una pelea de decir: «Yo a ti te tengo que tratar así en carrera, porque si no, no hay otra manera de ganar. Eres tan fuerte que o te hago esto o para eso no salgas». Entonces, yo sé cómo tengo que competir con Simona. Todo el mundo sabe cómo tiene que competir con Simona, porque es… Es feroz.

¿Es la mejor del mundo?

Sí, sí.

¿Qué te dijo?

No, me quiere mucho, me abraza, enhorabuena, estás muy fuerte, de verdad, lo has hecho fenomenal. Qué pena que no hayas podido hacerlo mejor…

¿Hay compañerismo entre vosotras?

Sí, sí, sí.

¿Cómo es el ambiente en la competición?

Bueno, a ver, los primeros días son tensos. Antes de la carrera el ambiente es muy tenso.

Porque no vais en equipo, vais sueltas.

Vamos sueltas.

Con vuestro entrenador, ¿no?

No, los máster solemos ir solos. Mi entrenador, casualmente, hacía la carrera también, pero yo el primer año fui sola sin conocer a nadie.

Vas sola

Vas sola y vas haciendo amigos por si te pasa algo, para que alguien te ayude, pero nada más. Lo que pasa es que, año tras año, vas conociendo a más gente y, al final, eso se hace familia. Este año ha sido como volver al pueblo. Estaban todos ahí en Australia y ya es otro entorno. Pero entre rivales, es verdad que hasta el día de la carrera intentas no verla.

¿Por qué?

Para que no te desconcentre.

¿Intentas no ver a Simona?

Sí, la intento evitar porque a mí me desconcentra mucho.

¿Por qué?

Porque yo tengo que estar pensando que yo soy la mejor del mundo y que yo la voy a ganar.

¿Y si se cruza por delante de ti?

No quiero interpretar nada de ella. Ni si se siente mejor, ni si se siente peor, ni si le duele la cabeza, ni si no le ha dolido nada en todo el año.

¿Tú crees que ella te evitaba también?

Sí, sí, sí, nos evitamos mutuamente. De hecho, una mira para un lado y la otra mira para el otro. Yo no sé si a todas nos pasa lo mismo, pero posiblemente. De verdad, es que son muchos nervios.

¿Son muchos nervios?

Sí, estás muy nerviosa. Las 48 primeras horas son horrorosas. Te empiezan las inseguridades y cómo estará ella… De hecho, en todos esos años, yo pensaba que Simona ni había venido. De verdad, dije: «Qué bien, no ha venido la italiana». Y la cabrona aparecía ahí en la parrilla salida.

La cabrona estaba allí preparada.

Nos evitamos todas muchísimo. Nosotras queremos ver a las malas para decir: «Esta no me va a coger y esta tampoco». Y cuando ves a la otra dices: «Joder, este año viene muy fina… Yo qué sé». Lo que se transmite. Y ella tampoco querrá verlo de mí. Es algo que al menos a mí me desconcentra. Lo podría preguntar en otros entornos.

¿Tú has sentido el síndrome del impostor?

No sé cuál es ese síndrome

Bueno, sentir que no mereces tus logros, que estás en un lugar o haciendo algo que no te corresponde.

Bueno, cuando eres madre de bebés, sí te castigas un poco. Y entonces dices: «¿Qué hago aquí? Yo tendría que estar cuidando de mis niñas». Pero luego, rápidamente en mi cabeza digo: «Esto es bueno para todos». Y tienes que luchar contra ello. Pero no, nunca me he sentido fuera de lugar.

Sobre ese sentimiento de culpabilidad tan propio de las madres… ¿Consideras que la percepción pública hacia las madres deportistas es diferente a la de los padres deportistas?

No.

¿Crees que no?

No. Al revés. Normalmente las madres deportistas lo son gracias muchas veces a que el marido las ha apoyado. Tú tranquila, que si un hombre no te apoya en esto, no eres campeona de nada. Necesitas el equilibrio. O sea, necesitas el apoyo de esa persona. Yo lo tengo, vamos…

De hecho, en los momentos más difíciles estoy yendo a unas carreras a quedar la número 14, y mi marido, al revés: «No te preocupes, venga, las niñas están bien, vamos. Tienes que hacerlo, que te lo vas a pasar bien, que no sé qué…». Él ha sido el que me ha empujado todo el rato. Y, claro, luego ya, cuando empiezo a ganar, pues imagínate, al revés: «Tienes que entrenar. Yo me quedo con las niñas, vete». Y él entrena también y está súper fuerte, pero la que hace los podios soy yo. En su categoría, claro, hay tropecientos mil hombres más fuertes. Es una categoría muy difícil.

¿Qué categoría es la de tu marido?

Es la 45B. Es la más fuerte ahora mismo casi de todas.

¿Has tenido que enfrentar comentarios sexistas en el ámbito del ciclismo?

Nunca, para nada.

¿Ningún tipo de discriminación? ¿Es está superado entonces?

No, hombre, a ver… Cuando vas atrás… Depende de los niveles. En un nivel de poco rendimiento, les molesta un poco que una chica les adelante. Entonces tú lo notas, que se pican y te adelantan fuerte, como para decir: «A mí una tía no me adelanta». Y te ríes porque piensas: «¿Qué te vas a creer?»

Pero ahora ya, que voy un poquito más adelante, dicen: «Ostras, ¿qué hace una chica aquí?» Entonces, al revés, te animan y… Por eso te digo que depende de los niveles de ciclismo. Un chico que anda bien te lo encuentras cuando tú también andas bien. Cuando no andas, te encuentras a la gente que no anda, te encuentras con ese tipo de personajes que no valoran y que les jode que una chica les adelante.

Pero allí adelante dicen: «Ostras, cómo mola que estás aquí y qué bien lo has hecho». Y siempre, al final, todos te dan la mano, te felicitan y te animan. Alguno me ha llegado a decir: «Venga, que la traes ahí cerca». O sea que… No, no.

Me interesa mucho cuando te haces campeona del mundo. ¿Qué pasa? ¿Te lo esperabas? ¿Te veías preparada?

No. Preparada me sentía.

Y ganas.

Y gano y no me lo esperaba.

¿Qué pasa en tu vida? ¿Qué recuerdas?

En mi vida no pasó absolutamente nada. No te pienses que llegas y en el aeropuerto te reciben.

¿No estaban los reyes ahí esperándote?

(Risas) Para nada. Para mí, mi fiesta era el haberles demostrado a mis niñas… A ver, previo al primer campeonato del mundo está el accidente del pie, por el que me operan en 2021. Y entonces, en la misma playa en 2021, yo cojo el calendario y, con mi pata chula, me pongo el objetivo para abril. Y digo: «Perfecto, nueve meses». Llego. Estaba con la pierna escayolada (se ríe). Y claro, mis niñas viven mi proceso de aquí la coja: haciendo pesas, para arriba, para abajo, montando en bici con escayola, montando en bici con muletas…

¿Estabas montando en bici con escayola?

En la estática, sí. Y luego, en la de carretera, me iba con las muletas y me subía en la bici. Todavía no podía apoyar, pero pedales sí que puedes dar. Yo he hecho muchas burradas, es verdad, por mis conocimientos. O sea, yo eso a un paciente no se lo haría jamás. Pero a mí misma sí, porque, obviamente, el riesgo lo corro yo y todo salió fenomenal. Yo hice todo al límite. Apoyé un mes antes, fortalecí mucho antes, o sea, adelanté todo cinco meses. Mi tratamiento fue un poco mi experimento Dije: «Jo, a nivel profesional mola».

¿Y cómo fue tu preparación?

Primero, tenía que preparar mi pie para que funcionara. Y luego, un fortalecimiento para llegar a ganar a la famosa italiana, que todo el mundo sabía que esa, pues lo mismo que es ahora, era la máquina. Y yo, pues eso, pues entrenar.

¿Cuánto entrenabas?

Eso lo organizó mi entrenador, que fue el que se rompió el cerebro de mala manera, porque en realidad él nunca había entrenado a una chica para ganar un campeonato del mundo, como comprenderás. Una chica de 47 años, coja, con hijos, con trabajo (se ríe a carcajadas). Le dije a Héctor: «Me voy al Mundial». «Vale». Era muy seco, muy frío.

-Voy a hacer el Mundial de Argentina.

-Vale. ¿Quieres que te prepare, no?

-Sí.

-Vale.

Ya está. Nunca más se habló del tema y a mí me iban llegando los entrenamientos y yo iba haciendo. De vez en cuando venía a revisar.

¿Eran muy duros los entrenamientos?

No te creas que es de los entrenadores que te vuelves loco. Es que lo hace muy bien. No sabría decirte… Entrenas duro, a lo mejor, tres veces a la semana, pero luego, entre medias, tienes recuperación activa. Es verdad que él trabaja mucho la recuperación. Valora más la recuperación que los machaques.

¿Cuánto tiempo le dedicabas a la semana o al día?

Era todos los días. Solo descansaba un día. Yo creo que eran como quince horas a la semana o cosa así, pero nunca dices para llegar a un nivel. Es hacer las cosas bien.Hacer las cosas bien también es no fallar en la alimentación, descansar todos los días, intentar no enfermar e intentar no adelgazar demasiado.

¿Tenías que cuidar mucho el tema de la alimentación?

No, es que no se te vaya la olla. Yo como igual siempre. Esto es un hábito de vida ya. No es que diga: «Tengo que comer así porque hago deporte». Si yo no hiciera deporte, comería lo mismo. Entonces, ¿qué tienes que cuidar? Pues, a lo mejor, en los restaurantes, no pedir postre y no comerte el pan. Ahí es donde mido.

Cuando como postre y como el pan es cuando estoy despreocupada por competiciones, pero si hay competiciones cerca, no me lo planteo, porque sé que es una energía que no me va a aportar nada. Luego habrá nutricionistas que digan: «Te viene bien esa dosis de azúcar, no pasa nada». Bueno, vale. Se trata de cuidarte en ese sentido y, sobre todo, no adelgazar demasiado, que parece que los ciclistas siempre tenemos que estar súper delgados.

¿Por qué no hay que adelgazar demasiado?

Porque tienes más propensión a enfermar. Tienes que mantener ese equilibrio. No te vuelvas loca a adelgazar ahora, que pierdes el músculo y encima enfermas. Eso es lo más peligroso en un deportista. Si tú dejas de entrenar una semana porque has cogido un resfriado fuerte, ya no puedes hacer un entrenamiento duro. A ver, no pasa nada, pero no es plan. Cuanto menos te enfermes, mejor.

«Solía sentirme mal por dedicar tiempo a otra cosa que no fueran ellas (tus hijas). Pero cuando escuché frases mías en sus palabras entendí que todo esto sí tenía sentido». ¿A qué te refieres aquí?

Sí, ahí es donde te iba a contar del primer Mundial. Yo llego al Mundial, coja. Yo les decía a mis hijas: «Chicas, voy a hacer un Mundial, dejadme entrenar, no me…», porque ellas siempre decían: «Jo, otra vez te vas a entrenar, ya nos dejas…» y te hacen sentir fatal. O sea, son unas malditas. Son tres tías y las tres estaban así. Y entonces les pedí: «Mirad, es en abril, ¿vale? Dejadme este tiempo, porfa, que…»

—Pero mamá, ¿para qué vas a ir al Mundial si vas a perder? Estás coja.

Gracias, hijas.

O sea, la sinceridad de un niño. Y yo les decía: «¿Y por qué lo sabes? Si no lo intento, no lo voy a saber nunca, entonces voy a intentar ir ahí para ganar».

¿Era la primera vez que ibas a un Mundial y ya ibas con la intención de ganar?

Sí, claro. Sí, sí, sí. Y yo les dije: «Si yo me lo preparo, es para ir a ganar. Si no, no me lo preparo». Pero no te creas que yo lo hacía forzado, era lo que sentía, ¿eh? No es algo programado que me dijo mi entrenador que pensara. Todo lo contrario, es algo que te nace, es decir, lo quiero hacer para ganar. Es que es la única manera, y al final es como tenemos que proponernos las cosas. Es como mejor salen.

¿Con un objetivo?

Con un objetivo ambicioso. No con un objetivo de a medias, porque el de a medias luego ya se va haciendo más pequeño.

¿Hay que pensar a lo grande?

Hay que pensar siempre a lo grande, que luego te vas a quedar un poquito más abajo. O te pasas y genial. Mis niñas me decían: «No vas a ganar». Y yo les decía: «Ya veréis». Hasta les llegué a decir: «Si gano, os compro un gato». Era como lo imposible, ¿no? O sea, «Mamá no nos va a comprar un gato ni de broma».

Ahora tenéis un gato, ¿no?

No, he fallado, maja. Bueno, la cosa es que llego allí, gano, y lo primero que pienso es en el aprendizaje para ellas. El decir «mira lo que acabo de hacer». O sea, no es ni el maillot, ni la ciclista, ni la entrevista, ni el gato ni nada. O sea, eso que yo he hecho se ha metido en los genes de estas niñas hasta ahora mismo. Esto ya es para toda la vida.

Mira cómo son las cosas. La coja, la mujer, la que no podía alzar a las niñas, mira lo que ha hecho. Entonces yo pienso que ellas ya no se van a rendir nunca ante nada solo por haber vivido esto, porque ellas me han visto levantarme a las 7 de la mañana, salir con frío, salir con nieve, entrenar coja, con una bolsa de plástico en la piscina y animarme. Ellas lo han visto en primera persona todo.

Eso es lo único que me nace decir: «Qué maravilla». Y mi marido, encima, qué orgulloso va a estar de su mujercita. O sea, dentro del mundo del ciclismo, vamos, un pavo real era. Ellos eran los únicos en los que pensaba. Realmente, ese tipo de logros te llevan a ello. Lo demás, además, no sabes lo que va a pasar. No sabía ni lo que era el maillot de campeonato del mundo, ni cuándo había que ponérselo, ni qué significaba. De verdad, no tenía ni idea.

Cuando ganas por segunda vez el Mundial, la experiencia es distinta, claro.

La experiencia es distinta, pero también fue intensa, porque cuando tú ganas una primera vez, piensas que es casualidad. Y entonces dices: «Simona tuvo un mal día, Simona no sé qué». Las victorias individuales son más dudosas que las colectivas. Entonces, yo ahí me sentía con el compromiso de demostrar que realmente era la campeona del mundo. Porque no era casualidad.

Además, la del primer año fue una carrera en barro, con lluvia, con nieve. Entonces, las situaciones se descolocan. Como mi primera victoria también fue en barro, claro, vas descalificando y al final queda la tercera. Entonces, ahí sí que yo creo que entrené el doble. No el doble, pero me exigí muchísimo también. Y, en efecto, llegué más fuerte que ella e hice una carrera excepcional. No llovió, no nevó, fue un terreno perfecto y yo volé.

Y Simona…

Y Simona se quedó bocas y dijo: «La siguiente no me ganará». Además, lo dijo en la prensa: «Este año Sandra ha llegado más fuerte otra vez, pero no me voy a rendir». Qué jodía. Y ahí estaba en Australia.. Y seguirá. Ella, por suerte, es una chica dura.

Durante estos años, desde que comenzaste en 2016 hasta ahora, ¿has considerado en algún momento retirarte o abandonar tu carrera? ¿Ha habido ocasiones en las que hayas pensado en dejarlo todo?

Pues cuando he tenido este dolor tan fuerte, dije: «A ver si voy a tener que parar». Antes de este tercer mundial dije: «Ostras, a ver si este es mi fin». Pero lo veía muy lejano. No, no podría.

¿Cómo enfrentas el futuro? ¿Este tercer podio ha significado para ti una retirada o despedida?

Es una despedida de la categoría Master 40. Yo paso a Master 50 el año que viene. Entonces, es verdad que la categoría Master 40 es la más fuerte que hay ahora mismo. De todas. Entonces, a mí me da pena porque yo ahora paso a una categoría en la que tampoco hay tantas mujeres que… Simona va a pasar a Master 50 el año que viene, no, el siguiente.

¿La vas a estar esperando?

Pues yo la voy a estar esperando y ya está. Luego van a ir entrando y tal, pero es verdad que en España no hay casi Master 50. Y claro, a mí no me va a dejar tampoco entrenarme. Tú para ir a un Mundial tienes que entrenar con rivales, y en XCO, en esta disciplina, nos sacan por categorías. Entonces, bueno, a mí me sacarían con las Master 40. Pero igualmente, las Master 40 siguen siendo las mismas que he dejado. O sea, que sería mi misma carrera.

¿Te lo estás planteando?

Me estoy planteando dejar XCO, pero me duele en el alma porque es la disciplina que realmente me gusta. Me planteo dejarla porque no me entrena; no saco el rendimiento que yo quiero sacar. Yo podría ir a los mundiales entrenando otras cosas y ya está, pero por la experiencia de hacer un mundial, porque es bonito hacer un mundial: prepararte para algo ambicioso, encontrarte con los de siempre… Pero claro, en tu día a día tienes que tener rivales para luego estar fuerte e ir a ganar.

Mi idea era hacer XTM, que es Cross Country Marathon. En esa disciplina, por lo menos, salimos todas las chicas juntas. Aunque mi categoría sea la 50, yo voy a intentar ganar a la de 30 o a la que sea. Por lo menos en parrillas salimos todas juntas y entonces ahí sí entreno. Pero claro, es otra disciplina.

¿Te lo estás pensando?

Lo estoy pensando y ya estoy un poco haciendo mi cuerpo a esa disciplina, porque es otro cuerpo. El cuerpo del XCO es un cuerpo explosivo y el cuerpo del maratón es un cuerpo de resistencia. Incompatibles casi, y más a esta edad, que en los cuerpos se saca lo que uno puede.

¿Cuánto entrenas ahora al día?

Pues con XCO, dos horas y media al día. No es mucho. Porque para XTM van a ser entre cuatro y cinco horas, por lo menos tres veces a la semana. Y los demás días, dos horas. Esas son muchas horas más.

¿Te apetece?

En el fondo no.

Si no te apetece… Me decías antes que hay que tener pasión.

Claro, eso es lo que me da miedo. Si encuentro la pasión de estar cuatro horas encima de la bici… Lo que pasa es que yo creo que mi entrenador inventará algo para motivarme, porque me conoce ya lo suficiente. Y, además, a él le pasa lo mismo. Él tampoco soporta estar tantas horas encima de la bici. Es que es horroroso. Lo que pasa es que si me emociono y ya es por ganar una carrera, a lo mejor eso sí que me motiva. Yo creo que va a ser cuestión cerebral.

¿Con esto se gana dinero? ¿Has ganado o has perdido dinero?

He perdido dinero. Pierdes todo tu dinero.

¿Y patrocinadores?

A ver, patrocinadores, si quieres los puedes buscar y te pueden ayudar con material.

Una bicampeona del mundo.

Sí, yo podría haber tirado de mi palmarés o de mi maillot, pero eso es algo que no soporto.

¿No has buscado patrocinadores?

No quiero. No quiero por nada del mundo, porque no quiero deberle nada a nadie. Quiero ser dueña de mi tiempo y de mi exigencia.

¿Por qué?

Si un patrocinador te dice: «Yo te doy esta bici o este material», es para que tú vayas y lo enseñes. Lo primero es que el logo es mío (se señala su camiseta) y siempre va a ser el protagonista. Yo necesito que alguien tape este logo o que sea más pequeño. Esa es la primera razón.

Y luego, la segunda razón es que si esa persona te da un material, es un dinero para que tú vayas a carreras y des visibilidad, etiquetes, hagas fotos y lo enseñes. Yo no quiero estar vendida. O sea, bastante tengo con estos y con mis niñas como para tener encima que corresponder a un calendario o a una visibilidad.

Pero eso es lo normal, ¿no?

Eso es lo normal, pero yo no quiero. Al revés, yo lo he evitado.

¿Has podido hacerlo tú sola?

Claro, claro. Si no hubiera podido, quizás no hubiera hecho el deporte a este nivel y ya está.

¿De esto no se puede vivir, entonces?

No, no, no. En absoluto. Hay muy pocas, no sé, te las podría contar con una mano que cobren por montar en bici ¿eh?

¿A qué categoría te refieres?

A todas.

¿En mountain bike?

Sí, hay muy pocas.

¿Entonces cómo se hace?

La Federación, que yo sepa, porque de los masters no quieren saber nada, pero la Federación a lo élites en la Copa de España o en el Campeonato de España les da la equipación, el alojamiento y el transporte.

¿Y para el Campeonato del Mundo?

Es que a veces ni van al Campeonato del Mundo, depende de… No, no se puede vivir de esto. Se buscan sponsors o tiran de su patrimonio. Normalmente te lo pagas tú. A ver, lo único que hay en España es el equipo BH Coloma, y ellos sí, pero ¿quién les pagan a ellos? Sus patrocinadores. Ellos van buscando sponsors y con ese dinero hacen la bucha para ir al Mundial, para pagar a este, para pagar al otro. Entonces, ahí tienes que tener alguien que mueva cielo y tierra para conseguir todo ese dinero. Y es que no es tan fácil. Y Coloma lo hace porque es quien es, pero como alguien intente hacerlo, no hace ni la décima parte.

Bueno, en tu caso no has tenido esa necesidad.

A ver, no he tenido la necesidad, entonces me doy el lujo de asistir a estos eventos, de poner yo mi logo, orgullosa y sin deberle nada a nadie.

España no cuenta con ninguna representante en la categoría femenina de mountain bike para los Juegos Olímpicos. ¿Qué te parece?

Pues una pena.

Miquel Zavala decía que Rocío del Alba no podía estar y que el resto han tenido sus antibajos.

Yo creo que es esta generación que ha tocado, pero yo estoy segura que si lo hacen bien con las que vienen por debajo, pues a lo mejor sí hay otro espíritu, otra… Es que no ha sido fácil. Yo creo que en ciclismo femenino tenemos un pasado muy escaso y muy corto, porque Marga Fullana ha hecho lo imposible, pero es como la extraterrestre. Imagínate todo lo que ha hecho, pero ninguna se puede comparar con ella. Ha habido también chicas que han podido, pero si es que no han podido ni vivir de esto. Es que al final, ¿qué haces? Si lo hacen mejor para estas chiquitas que vienen ahora…

¿Y tus hijas? ¿Han cogido la bici gracias a ti?

No, la odian gracias a mí.

¿Qué les pasa?

Sí, sí, sí. Montan muy bien porque las hemos enseñado desde chiquititas, pero no quieren saber de bici.

¿Son deportistas?

Son deportistas. Todas tienen grandes habilidades y genes. Una hace atletismo, otra esquía a nivel casi profesional, y otra juega al voleibol. O sea, lo que les pongas, son buenas.

Una frase tuya: «Si sirve de consuelo para alguna madre que esté en mi situación, adelante».

Sí. Que sí, que sí.

¿Qué le dirías a una madre desbordada?

Que busque su espacio. Que hay que buscar el espacio y el lugar. De hecho, hace poco he hablado con una chica sobre esto mismo. Eres igual de importante, o más, que cualquier miembro de la familia. Tú eres la que tiene que estar entera para cuidar a estos elementos.

Entonces, para estar entera y cuidarte, tienes que hacer deporte. Tu cabeza tiene que estar bien, tu cuerpo tiene que estar bien. Y que cuando llegues a casa, todos deben den por hecho que eso forma parte de tu vida y que tienen que respetarlo. Si la culpa la tenemos nosotras normalmente, porque nos esclavizamos, ¿no? Te aseguro que no se muere ninguno. Ninguno. De hecho, una chiquita en una cosa de bicis que fui, se me puso a llorar, maja. Yo me volví loca.

¿Por qué?

Dice, porque estoy en la misma situación que tú, y tú has sido el ejemplo de todos estos años para yo estar encima de la bici, porque me emociono cada vez que te veo. O sea, la tía llorando. Y a todo esto, mis hijas lo vieron todo. Dije: «No me lo puedo creer». O sea, la piel de gallina.

Llevamos la culpa muy dentro.

Al extremo la llevamos. Y yo lo veo aquí en camilla todos los días.

Una madre presente no es aquella que está presente físicamente delante de los hijos todo el tiempo, ¿no?

Al revés. Si es que yo creo que cuanto más estamos con ellos, menos calidad les damos. Porque ellos ni valoran tu trabajo ni tu esfuerzo. ¿Por qué? Porque piensan que es tu obligación. Pero cuando ellos ven que tú estás ahí, ya no por obligación, sino porque ahora te toca, porque ya has hecho lo que tenías que hacer, te valoran mucho más. Yo cuando entro por la puerta es una fiesta.

Y cuando antes estaba todo el día en casa, es que ni te miran a la cara. Es verdad. Y a cualquier madre que le preguntes. O sea, que yo hablo con tropecientas mil que están aquí boca abajo con las contracturas y todas te cuentan lo mismo: «Soy el último mono de la casa», y yo les digo: «Porque tú lo consientes».

Aquí te cuentan cosas, ¿no?

Claro. Yo soy psicóloga también. Sí, sí.

¿Próximo reto?

Encontrarme en una categoría. Ver qué voy a hacer. Yo creo que sí sé. A ver, supongo que el año que viene, pues en la categoría Master 50 e intentar encontrar mi sitio. Encontrar mi sitio en XCM, prepararme en XCM e intentar disfrutar encima de la bici 5 horas. Yo creo que voy a poder porque soy una cabezona.

 

 

 

 

 

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