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Toni Muñoz: «En el incidente de Pizo Gómez lo raro es que no cogiera el coche y tratara de echarlos de la carretera»

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Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Estuvo en la órbita del Atlético de Madrid cuando era un cadete y terminó desembarcando en el filial rojiblanco con veintiún años después de brillar en las filas del Córdoba. Apenas una temporada después, Toni Muñoz (Córdoba, 1968)  ya estaba debutando en la primera plantilla del equipo madrileño y cimentando el inicio de una historia de amor que todavía perdura: primero en el césped, luego en los despachos y siempre en el corazón.

Reconvertido a lateral zurdo por un Luis Aragonés que fue clave en su carrera, el andaluz logró tres Copas del Rey siendo protagonista y fue uno de los grandes referentes del histórico conjunto que logró el doblete en la temporada 1995/1996 a las órdenes de Radomir Antic. Ahora, Toni Muñoz repasa con nosotros una trayectoria que también tuvo momentos duros como el descenso del 2000 que condenó a los rojiblancos a Segunda División.

El Naranjo.

Es mi barrio. Mis hermanos y yo nacimos allí y es donde empecé muy pronto con el futbol, ya con ocho o nueve añitos. Recuerdo que cuando acababan las clases siempre iba a la calle a jugar con la pelota y organizábamos partidos entre nosotros. Fue así como comencé también a jugar en el Zoco, el equipo del barrio, en el campo del Castillo de Maimón, que era un colegio de Maristas.

Te puedo decir que me pasé casi toda la infancia jugando en aquel equipo, que era de lo mejorcito de Córdoba y por donde han pasado muchos jugadores importantes como Pepe Murcia o Valentín. Era un equipo federado y había categorías de alevín, infantil, cadete y juvenil, yo las fui pasando todas hasta que llegué a cadetes y ya pasé al Córdoba.

¿Cuándo tenías esos diez u once años notabas que eras mejor que el resto de chavales?

Jugaba de 10, era zurdo, tenía buen golpeo, metía muchos goles y sí es verdad que los equipos buenos -el Zoco era muy bueno- siempre me querían ya desde infanti, aunque yo siempre dije que estaba muy a gusto en mi barrio y con el equipo de mis amigos. Fue así hasta que ya el Córdoba me quiso de cadete, y dado que era el equipo de mi corazón, de la tierra, fue ahí cuando me marché.

¿Cuál es el primer partido del que tienes recuerdo?

Yo veía bastante fútbol, la verdad. Iba mucho a ver al Córdoba al Arcángel de la mano de mis amigos. También a ver a la selección española en el Benito Villamarín, eso sí que me gustaba. ¡Cómo disfrutaba! Ahí veía yo a un señor muy chiquitito con un micrófono y unos auriculares grandes que cada vez que pasaba por la banda la gente se levantaba y aplaudía. «¿Y ese quién es?», pensaba yo.

Fui a ver un España – Brasil y también me acuerdo de un España – Irlanda en el que tendría unos catorce años, me llevó mi hermano y lo pasé muy bien. Es cierto que había más fútbol de Primera en Sevilla que en Córdoba.

¿Del Mundial de 1982 tienes recuerdos?

Lo vi por televisión en los bares de mi barrio.

Pierdes muy pronto a tu padre.

Mi padre se mató en un accidente de tráfico cuando yo tenía nueve o diez añitos y nos quedamos mi madre y los cinco hermanos, por lo que tuvimos que hacer todavía más piña. Tras esto, mi madre se puso a trabajar; mi hermano Tomás, que jugaba en el Córdoba, lo dejó y se puso a trabajar y mi hermana era la que cuidaba de nosotros.

Es una historia muy compleja porque yo dejé el colegio para ponerme a trabajar como panadero, de repartidor y pastelero, por lo que me saqué el graduado escolar yendo únicamente a los exámenes. Tendría entre trece y catorce años, luego ya me puse a trabajar por la noche y cuando empecé a cobrar mis primeros sueldos en el Córdoba lo dejé porque no podía compaginarlo. Dormía cinco horas.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Estuvo en Holanda trabajando y jugaba al fútbol. Pero imagino que tus recuerdos suyos serán muy difusos.

Era portero, pero yo era muy pequeño y lo sé por las fotos que me explican y lo que me ha hablado la gente. Era un hombre muy generoso, de campo, pero cuando cogía una portería, aunque fuera entre dos piedras, ahí se tiraba. Era muy bruto.

Tengo tres hermanos más mayores y otro más pequeño y mucho de lo que sé es por lo que me dicen los más mayores, pues recuerdos de mi padre tengo muy poquitos. No se me olvida que con nueve añitos sí que nos levantaba a mi hermano mediano y a mí a las seis de la mañana cuando había que recoger patatas antes de ir al colegio para ganarnos veinticinco pesetas para polos o lo que fuera.

Eso forja el carácter.

Eso es lo que tú tienes, no me puedo quejar, porque he disfrutado mucho mi infancia y mi juventud.

Cuando triunfabas en el mundo del fútbol, ¿todo ese trabajo siendo un niño no te servía para tener los pies en el suelo y transmitírselo a tus hijas?

Sobre todo a mis hijas y los que me rodean. Yo siempre he ido a mi casa, a mi barrio y con mis amigos. Toda mi familia y mis hijas saben que si hoy no estudian, no trabajan y no son personas serias y honestas, las cosas no funcionan. Y todo va en la personalidad de cada uno.

Las partidas de dominó en el Naranjo.

Totalmente: partidas de dominó con mis hermanos, con mis amigos del barrio… cada vez que estoy allí disfruto muchísimo.

¿Mus?

Al mus juego más en Madrid. Me gusta, porque es algo que te divierte, es una excusa para estar con los amigos y te libera de otras cosas.

¿También dices que eres el mejor, cómo todos los que jugamos?

Sobre todo aquí en Madrid. Todos los campeones de mus están en Madrid, pues no he visto ningún deporte en el que haya más campeones que en el mus (risas).

El Atlético de Madrid siempre te tuvo en el punto de mira.

Cuando estaba de cadete en el Córdoba, el Atlético de Madrid ya vino a por mí y yo todavía estaba trabajando de pastelero. Mi madre estaba en casa, mi hermano en la mili… y yo dije que no, porque estaba muy a gusto y muy tranquilito. Luego, cuando pasé a juveniles, el club me cedió al Valdepeñas mientras hacía el servicio militar y al volver con diecinueve, en el primer año en Segunda División B el Atlético de Madrid mandó a Ovejero a ver a un jugador del equipo, Ricard, que era muy bueno y luego acabó en Primera División en el Murcia.

Dio unos buenos informes míos y fue ahí cuando me firmaron. Estuve un año en Segunda B, cogí mi mochila y me vine. La pérdida de un padre cuando eres tan joven, a veces te hace alcanzar tu grado de personalidad y madurez mucho más pronto.

Es verdad que, en el trabajo en el que estaba, las decisiones las tomaba con mi hermano mayor o una persona que siempre ha estado a mi lado, Castro, que es un amigo y como si fuera mi padre. Eso hacía que yo pudiera tomar decisiones muy pronto, por lo que cuando fuimos al Córdoba y vimos que no apostaban todo lo que tenían que apostar, me vine.

En aquel Córdoba también jugaba Paco Jémez.

Paco es un chico sensacional. Era muy valiente, tremendamente echado para adelante. Fíjate que cuando empezó, pese a ser central, conducía mucho, pero tenía un físico que le permitía hacer todo. Ha sido un grandísimo jugador, lo que pasa es que luego se calienta (risas).

¿A esas alturas, cuando te ficha el Atlético de Madrid, tú seguías siendo interior?

Sí, a mí me fichan como interior. Es más, yo juego con Josu Ortuondo en el Atlético Madrileño en Segunda División de interior, porque antes no se atrevían a  hacer línea de cinco con carrileros.

Cuando subí el primer año con Tomislav Ivic, me ponía por delante de Juan Carlos y fue Luis Aragonés el que puso línea de cinco con Carlitos Aguilera y yo a los lados. Hoy ya casi todos los laterales son interiores o extremos reconvertidos, tanto en derecha como en izquierda, pero antes no era así y se jugaba con interiores más físicos… 4-4-2.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

¿Cómo es esa adaptación del puesto de interior creativo al de lateral?

Al final es entender el juego. De lateral siempre estás de cara y es mucho más fácil, entre comillas, jugar así que de espaldas.  Los que juegan de espaldas lo tienen más complicado porque reciben así, técnicamente tienen que ser mejores, la visión que tienen del campo es peor… pero cuando lo haces de cara, si tienes buen físico, te respetan las lesiones, técnicamente tienes condiciones y eres bueno, los conceptos que dice el entrenador los vas cogiendo y los aplicas.

Además, vuestro equipo era muy rápido y eso favorecía.

Exactamente, para nosotros, cuanto más ofensivo se jugara, mejor. Si defendíamos atrás nos costaba.

¿Cómo fue cambiar Córdoba por Madrid?

Se notaba más en el cambio de vida, como el tema de los amigos. Cuando vengo aquí no es precisamente brindar con champán. Dejé a mi madre llorando, por aquel entonces yo ya tenía novia, la que ahora es mi mujer y a la que conocí con dieciséis años, por lo que la verdad es que costó mucho, pero era mi ilusión y era lo que quería probar para ver si lo conseguía.

Al principio me vine sólo, estuve tres años así y luego me casé. Esos primeros años nada más llegar y antes de casarme fueron de adaptación a la vida de aquí, viviendo en un piso con compañeros de equipo como Agustín Expósito, un chico de Eibar,  e Iñaki, de Barakaldo, aunque  más tarde vino mi amigo Gonzalo.

Aquel Atlético Madrileño al que tú llegas en Segunda había sido diseñado un año antes por Gil y se logró el ascenso, pero vosotros bajáis.

En aquella época había grandes equipos en Segunda División. Además, nosotros jugábamos en el Vicente Calderón, creo que nos pesaba un poco porque siendo un filial era un equipo que jugaba más abierto y fuera de casa nos costaba un poco el juego.

Es cierto que se quedó gran parte del bloque que logró el ascenso, pero también vino mucha gente, pues Jesús Gil empezó a firmar chicos jóvenes que creía que podían servir en el futuro para la primera plantilla como Joao Pinto.

Teníamos un buen grupo, con Diego de portero, Carlos Guerrero… había gente de la cantera muy buena. Pese al descenso fue una experiencia muy bonita en el Madrileño, donde estuve tan solo un año antes de subir al primer equipo.

En aquella temporada en el filial no entrené con el primer equipo y únicamente jugábamos algunos partidillos contra ellos los jueves. Eran encuentros a los que iba más nervioso que en Liga: te jugabas más en un partido de entrenamiento contra el Atlético de Madrid que en los otros.

¡E imagina que se te escapaba alguna patada!

Antes no te frenabas tanto. Ahora yo creo que frenan mucho más a la hora del contacto con el compañero, pero antes hasta te lo exigían los entrenadores: tenía que haber contacto físico porque te lo ibas a encontrar el domingo, por lo que cuanto más acostumbrado estés a saber cómo reaccionar cuando un tipo viene fuerte, lo vas a entender mejor en el partido.

¿Cómo fue tu reacción cuando te dicen que haces la pretemporada con el primer equipo?

Es un momento que estás deseando que llegué, aunque no sabes cuándo y siempre tienes dudas, pero yo tenía mucha confianza y fe. La verdad que fue todo rápido y muy bien, hice una buena temporada en el filial y luego en la pretemporada me fui haciendo mi pequeño sitio poquito a poquito. Además, los compañeros del primer equipos nos acogieron fantásticamente a todos los chavales que llegamos desde la cantera. Fue todo maravilloso.

Tomislav Ivic.

Era un entrenador bueno, adaptado a su tiempo y práctico. También era poco cariñoso, poco empático, entrenando sí que era muy duro, parecía que los entrenamientos no acababan nunca y a los jóvenes nos mataba. Tenía a Paulo Futre, Manolo, jugadores de mucho nivel y la verdad que él quería jugar exclusivamente para Paulo, que era el más determinante y el que rompía los partidos.

Eran otros tiempos si lo comparamos con la dulcificación de muchos técnicos actuales.

Antes te miraba un entrenador con cara de mala leche y tenías que saber qué te estaba diciendo. Ahora, necesitan preguntarle siete mil cosas: ¿y cómo me perfilo? ¿y es mejor que me ponga así o así?… antes los entrenadores no perdían el tiempo en eso: «Hazlo y demuéstralo».

No se explicaban tanto las cosas y hay una frase: «Enseñar es recordar a los demás que saben tanto como tú». Había pocos entrenadores que enseñasen, pues estaban para sacar resultados y hoy en día los entrenadores enseñan mucho más ya desde la base. Si desde la base van enseñando un hábito y unas costumbres, el jugador ya las va a ir asimilando.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Pero esta falta de pedagogía por parte de los entrenadores acababa limitando que el jugador alcance su potencial.

Totalmente. Antes se trabajaba mucho más el tema físico, el carácter y la personalidad. Luego, la inteligencia y todo eso, no. El «si tú te colocas aquí, la distancia con tu defensa es esta, hay que hacer esto», no se explicaba hasta que llegó Arrigo Sacchi, que era un entrenador mucho más completo y nos quedamos muy impactados.

Tengo muy buena relación con él y recuerdo que nos exponía las soluciones en distintas situaciones: «Es así y así porque el juego viene de aquí». Era un tipo que teniendo buenos futbolistas jugaba muy bien y también cometía muy pocos errores porque lo tenía todo muy bien estudiado.

¿Cómo son las horas previas al debut como titular?

Fue un partido contra el FC Barcelona. Tomislav Ivic dio la alineación justo la mañana anterior y yo tenía a Abel de compañero de habitación. Después de conocer el once, tuvimos la comida y nos fuimos a echar la siesta, pero claro, a ver quién duerme en esa situación y sabiendo que eres titular.

Abel apagó la televisión para echar su siestecita y yo para arriba y para abajo en la cama con los nervios y pensando en el partido. Después de un rato así, me fui para el espejo y me puse a hablar solo: «No la cagues con todo lo que te ha costado llegar aquí, no seas cagón…».

Me quedé un buen rato allí sólo, tranquilo y reflexionando para no encender la televisión y despertar al gato. Ese partido fui titular y a los diez minutos del segundo tiempo, me cambió. Nos puso a Juan Carlos y a mí ahí para marcar a Andoni Goikoetxea y Stoichkov, en el otro lado no recuerdo a quien puso, y arriba sólo Paulo Futre.

Cuando sales del campo vais 0-0…

Te voy a contar algo: como te decía antes, en el Córdoba jugaba de interior, y mi debut de titular fue a los pocos partidos ante el Medinense en su estadio. En aquel equipo estaba un futbolista que se llamaba Cela, que era un jugador de banda muy bueno, y luego estuvo jugando en el Sporting de Gijón y el filial del Barça.

Miguel Ángel Portugal, que era compañero mío y había estado en el Real Madrid, decía: «Toni puede ser un buen lateral, porque sale muy bien…», así que comencé de lateral para marcar a Cela… Pues él marcó a los ocho minutos y en el descanso me quitaron. Recuerdo que tiré aquellas espinilleras para no ponérmelas más… y las botas porque las estrenaba. Fíjate las manías que se cogen.

¿Eras muy maniático?

Tampoco mucho, aunque sí que tenía algunas cosas, pues siempre salía con la pierna derecha, que era costumbre de mi madre y también tenía costumbre de tener siempre mi sitio para aparcar. Eran cuatro cositas.

¿Y esa charla frente al espejo se convirtió en recurrente?

No. Siempre he sido un tío muy tranquilo, aunque es verdad que los nervios los llevo por dentro.

Hubo un partido contra el Burgos en el que Paulo Futre se negó a salir cuando se lo pidió Ivic, Sabas estaba esperando en la banda para entrar y al final fue Alfredo el que acabó saliendo. ¿Cómo era para los compañeros tener a una estrella con tanta influencia?

Es lo que te decía antes: si esa pregunta la haces cuando estaba Paulo, ni existe. Pero no sólo era Paulo en el Atlético de Madrid, imagínate Maradona, Cruyff… en todos los equipos había una jerarquía con ese tipo de jugador al que se le daba la autoridad, pero también toda la presión era para él.

Era el referente tanto para lo bueno como para lo malo, pero todos nosotros lo teníamos asimilado. Si iba a haber un cambio y Paulo decía que no, el entrenador se daba la vuelta y no pasaba nada. Luego en el vestuario se dirían cuatro cosas y listo. Con los jugadores de peso pasaba eso, nosotros teníamos un grupo muy bueno y no le dábamos ninguna importancia. Lo peor es que llegara el Sabas de turno o Alfredo o yo y le dijéramos al entrenador «eres un cagón» o tal.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Fue el año del récord de imbatibilidad de Abel.

Ya ves tú, teníamos a un entrenador que decía: «Todos atrás y el balón a Paulo Futre».

Jesús Gil dio el brazalete a Paulo Futre, pero luego hubo voces muy importantes en el vestuario como Roberto Solozábal.

Roberto es un tipo muy inteligente y que argumentaba con mucha lógica y sensatez ante cualquier tipo de problema o cualquier cosa que surgiera, pero Paulo Futre venía de muchos años como capitán del Atlético de Madrid. No sólo lo puso Jesús Gil, que lo pondría, pero lo pusieron también sus compañeros.

Paulo Futre, tanto dentro como fuera era un crack, un tipo sensacional. También estaba por ahí Abel, que era un segundo gran capitán, Manolo Sánchez Delgado… eran jugadores que nosotros hemos coincidido con ellos y eran capitanes. Luego, con el cambio generacional cuando se fue Paulo, entró Roberto Solozábal y yo con él.

Nosotros éramos mucho más abiertos, queríamos que hubiese tres o cuatro capitanes para analizar todo, consensuarlo y que el grupo se sintiera representado, no que fuera sólo uno.

Ese carácter volcánico de Jesús Gil: acabó a sillazos con Ivic.

Tenía los dos picos: te daba cariño a su manera y luego era muy bruto. Las formas eran a lo mejor las que le perdían, pero era un tipo que iba de frente tanto para lo bueno como para lo malo: era blanco o negro.

Además, Jesús Gil era un ganador, quería ganar, era una bestia, tenía fuerza, ganas y no se conformaba, pues perdíamos dos partidos y le entraba el cangrejo, como digo yo, y no veas como se ponía. Sí es verdad que cuando eres muy visceral, en el grupo se nota, y cuando hay gente que no lleva el tiempo suficiente lo nota, como sucedió con el austriaco Rodax, que no terminaba de entender eso de que bajara al vestuario y dijera cuatro barbaridades.

Cuando bajaba al vestuario, unos se escondían en la ducha, otros se habían ido ya… era tremendo. El año de Ivic, ese final de temporada es Ovejero el que coge al equipo y ganamos la Copa en Mallorca. Luego, para la temporada siguiente vino Luis Aragonés, con el que volvimos a ganar la Copa y estuvimos para ganar la Liga hasta que faltaban tres jornadas. Yo creo que también podía ser un poco el ansia de Jesús por ganar la Liga, competirla con el Real Madrid…

Fue muy sonada la del Tren Valencia, aunque luego apareció con un coche para él en la puerta de su casa, me comentó.

Se lo dejó a su disposición, pero no se lo regaló. Además, si él no sabía ni conducir. Él, el coche no lo llevaba. No echaba ni gasolina (risas). El Tren Valencia era vecino mío y era yo el que lo llevaba a entrenar. «Ya no te llevo más. Te coges un coche, te lo alquilas o contratas un chófer, que para eso cobras» (risas).

¡Uf! El Tren Valencia… tiene un hijo que juega muy bien y él era muy bonachón, lo que pasa es que no se enteraba. Cuando hables con él, pregúntale por mí, si ha venido incluso a verme: «Hermano, hermano».

Uno de los rasgos de Jesús Gil fue su poca paciencia con los entrenadores. ¿A vosotros o afectaba tanto cambio de técnico?

Totalmente. Tú no puedes tener diez entrenadores en una temporada. Cuando son dos, ya trastoca todo, y eso que es porque buscas una solución o un cambio, ya que o los jugadores no han comprendido al entrenador o el propio técnico no ha entendido lo que necesita el equipo o a los futbolistas que vienen…

Pero cuando tienes diez entrenadores, no se puede llevar, pues al final el mensaje que estás mandando es que cada entrenador que estás trayendo es más malo que el anterior y no se tiene una confianza y una seguridad.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

¿No había una voz discordante que pidiera un poco de calma a Gil en este aspecto?

Él, lo que intentó al meter a su hijo Miguel Ángel después, fue para que no se hicieran las cosas tan viscerales y creo que empezaron a estructurar un poco lo que era el club y no hacerlo tan presidencialista.

¿Esa inestabilidad podía provocar que el jugador se entregara menos?

No se trata de entrega, porque sales a un campo como el Calderón y al final la gente te va a exigir correr y ganar. Si haces las cosas bien, generalmente vas a ganar, y si no, lo va a hacer el equipo contrario.

Si pierdes en una salida de balón porque el sistema de juego es así,  luego cambia el entrenador y pegas el pelotazo y no llegas arriba, y no defiendes porque uno lo hace en zona y el otro marca… son muchas cosas las que el técnico tiene que hacer.

Como comentabas antes, fue precisamente con Luis Aragonés en la 1991/1992 cuando estáis muy cerca de ganar la Liga. Futre señalaba que «Yo no quiero ser victimista, pero si ese año hay VAR somos campeones» sobre una derrota por 3-2 en el Bernabéu. ¿Piensas lo mismo?

No, yo creo que nosotros tuvimos un empate con el FC Barcelona en casa después de ir ganando dos a cero que fue un error cuando marcó Bakero. Por aquel entonces la victoria valía dos puntos y ahí nos dimos cuenta que podíamos haber perdido opciones.

Ese año fue precisamente en el que también ganamos la Copa del Rey, al Real Madrid, en el Bernabéu. Sabíamos que siempre íbamos a tener que pelear para estar arriba y poder competirles una Liga o una Copa del Rey tanto a Real Madrid como más tarde al FC Barcelona. Pero nosotros también confiábamos en que teníamos buen equipo, buenos jugadores y lo único que necesitábamos era un poco de equilibrio y que las cosas funcionasen.

Tus dos primeros años y dos Copas del Rey. ¿Con cuál te quedas?

La que marca más es la que ganas al Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Eterno rival, finalísima, nosotros llegábamos muy bien con Bernardo y Paulo… esa se te queda mucho más clavada, aunque la del Mallorca también, pues es en mi primera temporada con el equipo.

Las dos fueron muy bonitas y precisamente en el Bernabéu, porque la tercera, que es en el año del doblete ya fue en Zaragoza contra el Barcelona de Johan Cruyff. Luego, ya pensaba todo el mundo que podíamos ganar las Ligas, también se lo creía Jesús Gil…

También hubo decepciones europeas contra Politehnica Timisoara, OFI Creta…

Vuelvo a lo mismo de antes: éramos un equipo muy convulso con los entrenadores y quieras o no, esa confianza en el terreno de juego, el equipo no la tenía. Cuando tú tienes confianza, el rival te puede ganar, pero si eres superior, vas a ganar tú.

El año que más cerca estáis fue en 1993 contra el Parma.

Esa temporada la había comenzado Luis Aragonés en el banquillo, pero nos entrenó también Ovejero, Pastoriza y Heredia. En aquella ida de semifinales, ellos nos ganaron aquí y tenían un equipazo con Asprilla y cuatro o cinco jugadores de la selección italiana. Nosotros, en Italia hicimos un gran partido, ganamos 0-1 y creo que le hicieron incluso un penalti a Roberto Solozábal. Fue el año en que Jesús Gil se cabreó con la puerta del árbitro y casi la tiró cuando acabó el partido.

Asprilla hizo el partido de su vida en la ida con dos goles.

Tengo por ahí su camiseta. De hecho, uno de los balones que tengo por ahí guardados es el de esa eliminatoria. También guardo otros como cuando jugamos contra el Manchester United en 1991 y empatamos allí a uno con un gol de Bernardo.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Después de ese partido en Mánchester hay una situación que refleja muy bien cómo era Luis Aragonés…

Ese día de Mánchester en el que nos clasificamos, yo fui titular e hicimos un partidazo. Sin embargo, apenas tres días después viajábamos a Valencia, salió la convocatoria de la selección española y Luis vio que estaba Soler.

En aquella época yo era compañero de habitación de Roberto Solozábal y Luis se pasó por la habitación junto a Ovejero para vernos: «¿Qué tal estáis?», dijo. Luego, me miró a mí: «¿Y usted?». «Yo bien, míster», le respondí. «Usted mañana no va a jugar. Pero siga así, que no pasa nada”.

Yo en ese momento lo acepté sin ningún tipo de problema, no sabía porque lo hacía. Fue luego cuando ya supe que era porque habían convocado a Soler para la selección y él le tenía que dar ese partido. Era un entrenador que manejaba los tiempos perfectamente.

¿Cuánto ha influido Luis Aragonés en tu carrera?

Ha sido el entrenador que más ha influido en mi carrera, tanto en mi carácter como en mi personalidad en el terreno de juego. Nos cambió el chip, era un entrenador muy directo, de los mejores que he tenido y el que más me ha enseñado.

Lo hacía con sus formas, pues era un tipo peculiar y que tenía sus cosas, pero a mí me marcó para bien. Me encantaba su exigencia, como cuando llegaban los partidos y te decía si jugabas o no jugabas, que siguieras…

¿Cómo te llamaba?

Depende cómo le diera, porque él no repetía mucho. «Niño» o «chiquito»…

Luis era de los que sabían llegar al jugador.

Era muy directo. De hecho, no era nada cariñoso y te marcaba las distancias, pero luego daba a cada uno su sitio, no escondía nada e iba de frente. Cuando decía las cosas lo cumplía y sólo con mirarte a los ojos era capaz de transmitirte lo que quería de ti.

Era todo personalidad y un excelente motivador que con cuatro frases te llegaba. Era único y su mensaje hablando se asemeja al del Cholo, que aprendió mucho de Luis después de tenerlo de técnico.

También tienen en común que son un poco «especiales» para el tema de colores y algunas manías.

Luis, el hombre, el color amarillo no lo podía ni ver. Y como viese que iba un amigo suyo al entrenamiento y esa semana no se ganaba, ese amigo ya no volvía más al entrenamiento o al partido. Con Diego también pasa un poco así con el tema de la ropa.

Donato.

Era de esos fichajes que hacía Jesús Gil cuando era el Carranza, porque lo incorporó después de verlo allí. Cuando yo llegué, él era muy amigo de Baltazar, pero este se fue y él se quedó como único brasileño.

Donato era un encanto y tenía siempre una sonrisa en la cara muy dulce, noble. Además, jugaba tremendamente bien al fútbol. Quiso marcharse y finalmente llegó a un acuerdo con Jesús Gil para hacerlo. No era de mis mejores amigos, pero era un gran compañero, un tipo profesional y serio, fíjate los años que estuvo luego en el Dépor.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Sobre Baltazar, Otero dijo que una de las primeras veces que coincidieron en el autobús del Celta le regaló una Biblia.

«Deja de repartir tantas Biblias y marca más goles», le dijo una vez Gil.

Aquellos años os enfrentáis primero al Madrid de la Quinta y luego al Dream Team de Cruyff, pero ¿cuál fue el jugador que se convirtió en un quebradero de cabeza para ti?

A Míchel, si te descuidabas, le dabas un metro y sacaba el centro con la diestra, era medio gol. Además, en aquella época comenzaron a salir unos partidos nuestros contra el FC Barcelona que eran casi todos muy bonitos.

El sistema del FC Barcelona, al ser rápido, de toque y movimiento, con los desmarques de los extremos hacia dentro se sufría mucho, pues la concentración debía ser máxima, ya que Hristo no era un tío que te cogiera el balón como Figo, pero era gente que tiraba el desmarque y cuando te enterabas ya lo tenías cara a cara, pues tenían a Guardiola, Amor, Begiristain que jugaban como los ángeles. Luego, también estaba por ahí Onésimo, que tenía el  balón, te regateaba y encima luego te esperaba. «Pero bueno, vete, que encima te voy a dar».

Esos choques contra el FC Barcelona era auténticos partidazos. Tú no estás, pero el 4-3 remontando los tres goles de Romario es inolvidable.

Ese día no jugué, pero recuerdo que lo hizo Pedro y marcó un auténtico golazo a Andoni Zubizarreta. La verdad es que los dos equipos éramos muy valientes en ataque y no le perdíamos la cara al partido. Marcase quien marcase ninguno de los dos se echaba para atrás, jugábamos de una forma muy similar y por eso eran partidos tan bonitos y tan disputados.

La historia cambiaba contra el Real Madrid.

Contra el Real Madrid eran partidos diferentes, siempre pasaba algo que te condicionaba y en nuestra mentalidad había más ansia por ganarle que al Barcelona, lo que era un error, pues a veces con menos puedes rendir mucho mejor.

Eran choques especiales por todo lo que representa cada equipo, pues te enfrentas al máximo rival y es al que siempre quiere ganar tú afición. Jugar ese tipo de choques es especial por lo que conlleva, la historia, lo que se genera durante la semana previa… si ganas, es la victoria que más vas a disfrutar.

Aquel «Pizo, eres mi ídolo» no sentaría nada bien.

Depende de cómo te lo tomes. Lo cogieron ahí, y luego Pizo que es de sangre caliente… es normal, van los cinco y se ponen a hacerle burla… lo raro con Pizo es que no cogiera el coche y tratara de echarlos de la carretera.

Cuando jugaba en el Rayo hizo que expulsaran a Stoichkov a los seis minutos.

Tengo muy buena relación con él y nos vemos cada vez que voy a Pamplona, pero era un tocahuevos. Era un tocahuevos con nosotros en los entrenamientos, así que imagínatelo con los contrarios.

Allí iba él con su cigarro y un teléfono móvil gigante…

El primero que tuvo teléfono de estos que eran auténticos cacharros fue él. Nosotros nos reíamos mucho: «¡Pero dónde vas con eso!». «Sí, pero yo llamo a mi mujer y a mi familia y vosotros no. Esto es el futuro», nos contestaba.

Precisamente a ti te quiso el Real Madrid cuando Benito Floro era el entrenador. ¿Te llamó el directamente?

Él directamente no, en ningún momento. Fue en la temporada en la que empecé a ir a la selección y jugábamos en Europa con el Atlético de Madrid entrenados por Luis Aragonés. Desde el Real Madrid contactaron con el club, con Jesús Gil, y también conmigo.

Incluso vino una persona a mi casa en Las Rozas para decirme que estaban interesados en mí y que si yo también lo estaba. Yo les respondí que eso tenían que hablarlo con el club, fue justo el año que me casé y precisamente el que renové.

Yo no me quise ir, Jesús Gil no me quiso vender, zanjó todo rápido y nos quedamos todos tan felices. Venía de ganar dos Copas, de ser internacional, también se oía del FC Barcelona…

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

¿El FC Barcelona te contactó?

No, fue más tema de prensa.

¿Y tú qué tal te llevabas con la prensa?

A mí no me gustaban las entrevistas y a la prensa siempre la he tenido respeto, pero desde la distancia. En ese aspecto era poco dado, nunca me ha gustado, no disfrutaba, y ahora tampoco.

¿Lo estás pasando mal ahora?

No. En una conversación distendida no, pero si se utiliza una frase para tal, la típica pregunta que tienes que hablar bien de alguien, el otro periodista que va por otro lado…

Eres atlético de cuna o cuando eras chaval pensabas en otro equipo.

Mi padre era del Real Madrid, pero yo era como la mayoría de los niños y lo que quería era jugar al fútbol. Yo era del Córdoba, también del Betis por los colores y porque jugaba Rafael Gordillo, que era uno de mis grandes ídolos junto a Diego Maradona. Luego, me he hecho del Atleti estando aquí, el equipo me entró en el corazón, soy puramente atlético, lo son mis hijas, y eso ya no cambiará nunca.

Diego Maradona son palabras mayores. Precisamente jugaste contra él.

Sí, cuando estaba en el Sevilla. Es verdad que lo encuentras en su decadencia futbolística, pero aun así era un genio y poder disfrutar de esos minutos con un tipo tan grande, que había conseguido todo lo que había conseguido y ser un referente, fue algo importante para mí.

Después de esa segunda Copa del Rey  no puedes jugar los Juegos Olímpicos por unos meses.

No pude ir por un mes y pico, porque cumplo años en febrero, pero me llamó Vicente Miera. Para las convocatorias estaba limitada la fecha hasta diciembre, por lo que tan solo podías ir si habías nacido antes de ese mes. Al final fue Rafa Berges, que también es de Córdoba.

Debutaste en la absoluta con el propio Miera.

Vicente Miera me llamó por primera vez para un España – Estados Unidos en Valladolid y en toda mi carrera jugué diez u once partidos, lo que pasa es que me lesioné en un España-Inglaterra en Santander y luego en un entrenamiento con el Atlético de Madrid tiempo después choqué con Paunovic y tuve que operarme el tendón rotuliano.

Eso coincidió con un año malo en el Atlético de Madrid con muchos cambios, la salida de Luis Aragonés y me costó mucho recuperar la temporada. Además, encadené varias lesiones y apareció Sergi. Más tarde, el año del doblete andaba muy bien, pero no volví.

También fuiste convocado por Javier Clemente, con el que no coincides por muy poco en el Atlético de Madrid.

Sí, él estuvo en el Atlético de Madrid como técnico del primer equipo el año que yo llegué al Madrileño. Luego, en la selección española con él estuve en ocho convocatorias, la fase de clasificación para el Mundial de los Estados Unidos, pero con la lesión no pude ir. El trato con Javier en la selección era realmente muy  bueno y con él como entrenador estuve fenomenal.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Comenta Otero que muchas de las actuaciones de Clemente eran para liberar de presión a los jugadores.

También lo hacía Luis Aragonés, y en parte Johan Cruyff, para proteger un poco a los jugadores llevándose el foco de atención de las críticas. Pero el peaje que hay que pagar…

Marcaste casi los mismos goles en la selección española que en el Atlético de Madrid…

¡Vaya! Tiré dos penaltis (risas).

Para un jugador que había sido interior marcaste pocos goles en el Atlético de Madrid.

Me prodigaba en ataque, pero me gustaba centrar. Eso lo tenía muy interiorizado Luis Aragonés, que me pedía: «Usted, siempre que llegue a banda, centre, que hay un delantero para meter gol».

Tras aquellos dos primeros años con dos Copas del Rey, os pasáis tres años sin títulos. ¿Cómo se vive esa situación en el vestuario?

Si analizas la historia del Atlético de Madrid, no ha tenido periodos de cinco años ganando títulos y había picos. Nosotros habíamos logrado las Copas, luego hubo años buenos en los que pese a no lograr títulos estábamos ahí.

Lo que no podías hacer es ganar un título, al año siguiente ser segundo o tercero y luego ser decimocuarto, porque esos picos desestabilizaban a todo el mundo. Si tienes una línea constante, que es la que está manteniendo ahora el equipo es distinto, pues ganar títulos lo hacen muy pocos, pero lo que se quería conseguir en el Atlético de Madrid era esa regularidad y poder mantener ese estado para que la gente estuviera ilusionada: entrenador, jugadores, aficionados… todos.

Y llegó Antic. ¿Qué cambió?

Era un tipo que simplificaba mucho tanto los ejercicios como las ideas, era mucho más ofensivo que defensivo y se notaba en el terreno de juego. Veníamos de un año horrible, y con su personalidad y su carácter nos impulsó.

Además, tuvimos la suerte que todos los jugadores que vinieron se acoplaron muy bien, teníamos un grupo espectacular de gente maravillosa con una edad muy buena, muy competitivos y unos veteranos que también sumaban. El míster dio con la tecla en el juego, lo entendimos muy rápido y salió todo a las mil maravillas. Ya en pretemporada jugamos ocho partidos, no perdimos ninguno y ganamos todos los torneos. Y luego la Copa y la Liga.

Después de esa buena pretemporada a la que aludes, ¿vosotros pensabais que podíais ganar la Liga?

No estaba en la cabeza de ninguno bajo ningún concepto.

¿Cuándo empezáis a creer en la posibilidad?

En la primera vuelta, con nuestro juego, la seguridad que teníamos en los partidos tanto dentro como fuera de casa, empezamos a pensar «cuidado, que esto va». Luego, con el paso de las semanas, nos dimos cuenta que el Madrid no estaba por la Liga porque tenía demasiados problemas, y que aunque teníamos una ventaja muy buena de puntos estaba el Valencia de Luis Aragonés y el Barcelona de Cruyff, cuando ganamos en el Camp Nou (1-3 jornada 37 de 42, ndr), dimos un golpe en la mesa.

Kiko.

Kiko es un crack. Y no sólo te hablo como jugador, sino como persona. Es de Jerez, gaditano, y parece que tiene toda la gracia, pero luego va más allá y es un compañero noble y fiel. Por desgracia tuvo muchas lesiones, pero él era puro talento y a nosotros nos daba mucho, porque hacía jugar bien a los compañeros y parecía que tenía ojos en la espalda. Fíjate que por su físico era un tipo que no era goleador, pero daba muchas asistencias y para nuestro juego -y para el de Radomir- era ideal.

En su recta final se llegó a escuchar «Kiko muérete» en el Calderón. ¿No crees que parte de la afición no trató bien a Kiko?

Han sido muy injustos, la verdad. Kiko no se merecía eso. Cuando se operó, tuvo que aprender a andar. Hizo muchísimo sacrificio por el equipo y siempre lo dio todo por los colores anteponiendo el club a todo.

Cholo Simeone.

Fuimos compañeros de habitación durante tres años y era muy pesado. ¡No me dejaba ni dormir la siesta! «Tienes que marcar a este, que va a salir por la derecha», «cuando tengas el balón, dámelo antes», «¡cómo vas a dormir! si vas a marcar a nosequién»… yo en esos momentos era más veterano, capitán, pero era lo que él sentía.

Realmente tenemos una relación muy buena, y una amistad tremenda, igual que con Kiko, Roberto, Carlos Aguilera, Molina o Santi. Todos ellos son gente maravillosa y no hace falta que nos veamos para compartir momentos. Date cuenta que hemos convivido en la mejor edad de nuestra vida, haciendo lo que más nos gustaba, disfrutando y compartiendo momentos maravillosos de nuestras etapas personales y familiares. El Cholo era un enfermo, un tío de carácter.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Caló pronto en el vestuario pese a ser un recién llegado.

Él en el terreno de juego lo daba todo, no escatimaba ni en esfuerzo ni en sacrificio. Este no se lesionaba, se cuidaba, echaba la bronca al compañero porque él lo daba todo y quería que el compañero también lo diese.

No te duermas en un partido, que este te va a despertar. Ese era el Cholo. Te tenía siempre en estado de alerta, de intensidad, de concentración. Se ponía las botas dos horas antes del partido, abrochadas. Y a lo mejor otros compañeros se abrochaban las botas veinte minutos antes. Era futbolista 24/7, luego nos íbamos a cenar con él y se ponía a explicar las posiciones con los panecitos: «si te pones ahí…»

Se veía entrenador ya desde que jugaba…

Yo no sé si se veía entrenador o no, pero que iba por ahí, sí.

Pantic fue la sorpresa de esa temporada.

No lo conocíamos ninguno. El único que lo conocía era Radomir, y la verdad  que Milinko hizo un año maravilloso. Tenía un guante en la pierna. La verdad es que como teníamos un grupo tan bueno, él se adaptó muy rápido.

Era un chico muy introvertido, pero luego a nosotros nos dio todo a balón parado. Nos pusimos una vez a entrenar a tirar faltas al borde del área y decía, «¿venga quién se queda?» Y como te quedases con él, te ridiculizaba. O dentro o al palo. Era una maravilla.

Curiosamente, al año siguiente cambia el balón de la Liga y Pantic dejó de marcar tantos goles.

Se cambió el Tango, que era el balón oficial de la Liga, porque yo tenía aquí en casa el del día del Albacete, cuando ganamos el campeonato, y se lo di al Atleti para el museo del club.

Penev, tenía otra personalidad, estaba más separado.

Penev era buenísimo. Lubo era uno de los mejores delanteros tanto de espaldas, para el equipo, para jugar… Técnicamente era muy bueno y con nosotros hizo una campaña sensacional.

Uno de los problemas de la siguiente temporada fue su salida, que no se entendió mucho.

Bueno son las decisiones que tomaron, o que tomó el entrenador. Te las dicen y bueno, a veces no las entiendes, pero no era nuestra responsabilidad decidir quién se quedaba y quién no. Pero Lubo Penev hizo una campaña… y además no dio nunca un problema en el vestuario. Se entregó al máximo estando aquí.

Ganáis la Liga. ¿Cómo es la noche previa al partido contra el Albacete?

Uff la noche antes, imagínate. El Cholo nos iba despertando de habitación en habitación durante la siesta, imagínate la noche. Estábamos en Los Ángeles de San Rafael, donde nos concentró Radomir Antic antes del partido.

Lo peor son las horas antes, porque tu cabeza empieza a pensar: «Ahora no hay que fallar», «¿quién es el árbitro?», «¿a qué hora jugamos?», «el campo va a estar lleno, la gente»… Luego veías la prensa, te montabas en el autobús e íbamos todos con los ojos… Menos mal que Kiko cogió el micrófono, amenizó un poco y se puso a bromear. Nos empezamos a reír, pusieron música, y luego el ambiente cuando llegamos al Calderón, el túnel de la M30, fue… ahí ya dijimos, sí o sí.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Marca un gol Kiko y se lo dedica a Solozábal, que no estaba.

En aquel partido estaba yo de capitán. Roberto Solozábal tuvo mala suerte porque se perdió de capitán el último partido de Albacete, el pobre, en el que también le dedicó el gol el Cholo, que era muy amigo. También la tuvo el día de Zaragoza, en la final de Copa ante el FC Barcelona, donde acabó expulsado y terminé yo de capitán.

Eso es una muestra del compañerismo que había.

Fíjate, en la final de Copa del Rey en Zaragoza éramos capitanes Roberto y yo, y por respeto y por toda la historia que tenía, le dijimos a Tomás que levantara el trofeo.

¿Lo hablasteis antes?

Sí. Hablamos Roberto y yo. Fue antes, comentamos que si ganábamos la Copa le íbamos a decir a Tomás que la cogiera, porque aunque ni jugó nada, nosotros creíamos y entendíamos que le teníamos que dar ese sitio.

¿Todavía hay relación con aquellos compañeros del Atlético de Madrid?

Pues mira, tengo relación con los compañeros que tenía en el Córdoba: Gonzalo, Berges, Paco, Miguel Ángel Portugal, Pepe Murcia… nos juntamos todos los años y hacemos una comida, ya sea en Navidad o bien en la Feria de Córdoba, que solemos bajar todos y nos juntamos veinte o treinta.

En Madrid mantengo muy buena relación con el grupo del doblete, también con Manolo, Abel o Paulo Futre. Con Roberto Solozábal, Kiko, Carlitos Aguilera, Roberto Fresnedoso, Santi, Molina, por cercanía estamos en contacto.

Tenemos nuestro grupo de whatsapp, nos juntamos y si hace un tiempo que no nos vemos nos contamos nuestras cosas, nos bebemos una Coca-Cola y nos ponemos al día.

Algunos de ellos estuvieron en un viaje de veraneo en Acapulco en 1993. ¿No fuiste?

Yo me casaba. Se marcharon estos cabrones, yo no me pude ir e incluso ellos vinieron directamente de México a mi boda (risas).

Vino Esnáider para jugar donde Penev, Prodan donde Solozábal… el verano después del título llegan varios jugadores llamados a ocupar el hueco de los titulares y hubo compañeros que no lo entendieron.

A ver, cuando tienes gente que te ha respondido tan bien y te ha dado tan buenos resultados, y además teníamos una edad idónea para decir: “Oye, tenemos una plantilla para cuatro o cinco años, ¿qué vamos mejorando?, ¿qué vamos potenciando?”… A veces aciertas con unos, como con Milinko Pantic, y con otros no aciertas en esa mejora.

Algunos compañeros no acabaron contentos con Antic.

Es normal. A veces el éxito confunde a mucha gente y yo creo que ese éxito al míster, en la toma de decisiones, fue clave y errónea.

Algunos comportamientos del entrenador chocaban para ser un equipo que venía de un doblete…

Totalmente, pero bueno, de todas maneras a los entrenadores también hay que conocerlos cuando se pierde. Nosotros conocimos a Antic sólo ganando.

Entonces, ¿vosotros descubrís a otro Antic en la siguiente temporada porque perdéis?

Yo creo que lo descubren todos. El año siguiente no es malo, está muy bien porque competimos Champions League y demás, pero al otro ya quería cambiar hasta el vestuario.

Aquel partido del Ajax en Champions fue una oportunidad histórica.

La verdad es que fue una grandísima decepción porque teníamos una confianza brutal. En la fase de grupos nos tocó el Borussia de Dortmund y perdimos aquí, pero les ganamos allí y fue campeón de Europa. Estábamos en una inercia muy buena y fue un pequeño detalle porque en Ámsterdam nos pusimos ganando 0-1, aunque es verdad que el Ajax nos sometió mucho y consiguieron empatarnos.

Pero el de aquí, yo creo que es el partido con más errores puntuales que hicimos. Porque, aunque luego no es un error que Dani te la meta desde 40 metros por la escuadra, nosotros tuvimos varios fallos e incluso un penalti. Pese a que ellos tenían un equipo buenísimo, el partido lo disputamos muy bien y fue una pena no pasar a la semifinal.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Por poco no llegaste a coincidir con Dani en la plantilla años después.

No. Él llegó al año siguiente del que yo me retirara. Curiosamente, vivía aquí, en el ático. No sabes la que tenía liada.

Tras Radomir Antic, Arrigo Sacchi.

Es verdad que el Arrigo Sacchi que llegó al Atlético de Madrid no era el Arrigo Sacchi del AC Milan. Es una pena. Vino con predisposición, ganas e ilusión, pero no le daba su cuerpo para un reciclaje tan diferente. Allí lo tenía todo mecanizado y aquí el desgaste de enseñar a la gente, a la concentración…

Se cabreaba porque en la cena del día anterior de un partido alguien se riera. Se riera ¡eh! No lo entendía. El equipo tenía que estar concentrado, el futbolista tenía que estar pensando. Se tiraba dos horas y media preparando todo antes del entrenamiento.

Analizaba todo y si algún jugador necesitaba mejorar algo, cuarenta y cinco minutos antes había un técnico allí para irse con él y ayudarle en las carencias. Y después del entrenamiento igual. Puso gimnasio cuando no había gimnasio, máquinas que no te puedes hacer una idea, las Technogym… en una época en la que el jugador no iba al gimnasio.

Vino con su preparador físico, Vincenzo Pincolini, y contado por él, le respondieron mejor los jugadores españoles, que le habían dicho que tenían mala fama por no entrenar, que los italianos que tenía aquí: Jugovic, Torrisi, Venturin… menos con Michele Serena, que era un encanto y muy profesional.  Sacchi era un tío muy preparado, muy culto. Y luego, un tipo sencillo, nada arrogante ni soberbio.

A partir de Sacchi tú empiezas a bajar minutos, ¿a qué lo achacas?

Me rompí el tendón rotuliano, me tuve que operar y luego, aquí con 30 años parecía que… además me fastidié el cruzado posterior y a lo mejor tenía ya en la cabeza que podía salir. Tuve la oportunidad de irme al Celta, pero no quise, y como estaba tan cómodo y tan a gusto, asumí mi rol de que si venía alguien era suplente y estuve hasta los treinta y tres años.

Llega el palo del descenso del 2000. Para un equipo acostumbrado a estar arriba, ¿cómo es la sensación de ver vivir esa inercia tan negativa?

A ver, ahí hay que separar varias cosas. Fue el año de la intervención y eso perjudicó mucho al equipo, a la plantilla y a jugadores que habían venido ese año y ya se querían ir en diciembre, casi todos. Decían: «¿Pero esto qué es? ¿para qué he venido aquí?». El entrenador se fue. Luego, la toma de decisiones de la persona que había cogido el club, Rubí.

Que si había contratos, que nosequé… imagínate ese cócktail ahí. Y encima sal y gana. Todo, con jugadores que no estaban acostumbrados… Eso se notaba en el terreno de juego, independientemente de que estuviera Jimmy Hasselbaink, el equipo y la plantilla que teníamos. En diciembre se fueron cuatro. «Bueno, pero si viene un entrenador…», decían.

Mira, vino Radomir Antic, que conocía la casa y a los jugadores y se acabó bajando. Fue un año en que el jugador no estaba a lo que tenía que estar. Todo eran problemas. Reuniones con el Consejo Superior de Deportes, reuniones con abogados que llegaban aquí y decías tú: «Dejadnos a nosotros jugar al fútbol en paz y tened los problemas vosotros». Fue muy difícil, el equipo no era capaz y ese miedo te iba consumiendo. Y por desgracia, caes.

Oviedo.

Fue el día más duro. Hay una imagen de Canal+ que me cogen llorando al final del partido. El que lleva aquí un año, alguien que viene de Italia… pues coge, se va y sigue su camino. Pero los que hemos vivido toda nuestra carrera aquí, hemos pasado tanto tiempo y tenemos ese sentimiento, es distinto. Tengo amigos que son muy atléticos, mis hijas, personas muy queridas con las que he compartido mucho.

Y unos días después, derrota en al final de Copa frente al Espanyol.

Después del año tan malo que llevábamos, nos dijimos que teníamos que poner todo para darle una alegría a la gente, ganar esa final de Copa y por lo menos tapar un poco todo lo que había pasado. Sin embargo, no se dio, aunque es difícil de olvidar a toda esa gente que fue allí y se quedó en el campo cantando después de la derrota. Fue algo increíble.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

¿Vosotros mentalmente estabais para jugar una final?

Si. El problema es que cuando tienes otro golpe, el gol, te cuesta mucho más superar la adversidad otra vez. Pero teníamos una plantilla con muy buenos jugadores y, de hecho, si no se comete ese error, lo teníamos ahí.

Tú tampoco jugaste esa final, igual que la del año anterior ante el Valencia.

He estado en cinco finales: tres que he jugado, tres que he ganado, además de la Liga.

Pese al descenso, te quedas. ¿No te planteaste la retirada?

Al bajar, justo al contrario. Se dio la circunstancia y dije: «Si queréis que ayude…» Si el equipo se hubiese mantenido, yo me hubiese marchado, pero  al descender pensé: «Estoy un año y dejo al equipo en Primera», aunque fue un año muy duro, convulso.

Un año después sí decides retirarte pese a que llega Luis Aragonés. ¿Llegó a llamarte?

Que va, yo estaba jugando muy poco y mi cabeza estaba ya pensando más en hacer otro tipo de cosas que en seguir jugando. De hecho, podría haber ido a México con el Atlético Celaya, donde estaban Míchel y Butragueño.

Me llamaron y dije que no: prefería quedarme en casa con la familia. Yo había disfrutado mucho y en ese momento ya no lo hacía, estaba sufriendo, la rodilla no me tiraba y pensé que con treinta y tres años para qué iba a operarme.

Decidí dejarlo y por circunstancias de la vida a los quince días me llamó Miguel Ángel para el fútbol base del Atleti. En aquel momento estaba en Marbella, escayolado porque en el partido de Zaragoza de Copa, mi último allí, me había hecho un esguince de tobillo. Hasta con las muletas fui para allá.

¿Cómo fue lo de Celaya?

Fue por medio de Míchel. El presidente del Celaya era un asturiano, Enrique Fernández Prado, que fue el que llevó allí a Butragueño y el propio Míchel, quien precisamente me avisó de que me iba a contactar el presidente. Luego, el presidente me llamó y me hizo la oferta por teléfono. Era un dineral, pero ¡puf! mis hijas eran pequeñas y dije que no.

¿Fue tu única opción en el extranjero?

También me pasó con el Fenerbahçe cuando Arrigo Sacchi era el entrenador del Atlético de Madrid. Ellos me querían, ofrecían un dineral para la época, estuve a punto e incluso a mi amigo, Castro, que te he dicho que es como mi padre, le saqué el pasaporte y todo para que se viniera conmigo, pero al final dije que no. Mi hija mediana estaba a punto de nacer y Arrigo Sacchi lo agradeció.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

Pero con él tampoco jugaste mucho.

La verdad que no, jugaba algún partido, tenía que estar, me tenía de ejemplo, no me perdía ni un entrenamiento.

¿Cómo definirías tu carrera?

He sido muy feliz. Ha sido una carrera con dificultad pero con mucho optimismo, porque soy un tío que ve siempre el vaso medio lleno, que si hubiese sido pesimista y viviese con miedos nunca hubiese venido a Madrid con diecinueve años y me habría quedado en Córdoba tranquilo.

Me comentabas que poco después de la retirada vuelves al fútbol base.

Es quitarte el pantalón corto y ponerte un traje, meterte al despacho y tratar con los chicos, que era algo que me gustaba mucho. Y lo cierto es que me sigue gustando todo el tema de la formación de los chavales en la etapa cadete, juvenil, ver sus caras de ilusión, las ganas de mejorar… Era un reto, porque son muchos equipos y fue una fase de aprendizaje muy buena antes de la dirección deportiva.

Luego eres el sucesor de Paulo Futre en la dirección deportiva. ¿Había cambiado mucho el club?

Cambiaron cosas y ya había un departamento de marketing, otro de comunicación… pues Miguel Ángel había tomado consciencia de todo eso. Quieras o no, aunque económicamente el club no estaba muy boyante, los jugadores siempre quieren venir al Atlético de Madrid, y lo único era acertar con las piezas.

Emergía un niño como Fernando Torres, teníamos una herramienta muy importante con los chicos de la cantera, porque luego salieron Molinero, Manu, Arizmendi, Gabi… muchos, pues en el Atlético de Madrid siempre han salido chavales de abajo.

Un gran golpe fue el de Sergio Agüero cuando era apenas un niño.

Los Sudamericanos sub’17 y sub’20 son dos torneos a los que la mayoría de clubes europeos llevan a sus ojeadores para ver a los jugadores, pues en torno al ochenta por ciento de esos chicos de Brasil, Argentina, Uruguay, etcétera, que van a llegar a Europa están allí y es donde se pueden comprar más baratos.

Nosotros vimos a Agüero en un Sudamericano sub’17 y luego estuve yendo a Argentina durante un año entero para verlo jugar, verlo calentar, estar con el representante, con el papá…

¿Qué viste en él?

En el terreno de juego era diferencial. Estuve en el partido de su debut y luego también en un Independiente – Racing en el que la lio con apenas diecisiete años. Al final, cuando has analizado varios partidos del chico y ves lo que hace en el terreno de juego, con esa determinación, hay pocos jugadores que tengan eso.

Era muy bueno, y eso lo veías. Lo bueno es comprarlo barato. Fíjate por lo que lo compró el club y por lo que lo vendió.  Hablamos de un chico al que veías jugar y ¡buah!, lo que pasa que el físico te decía otra cosa, porque tenía un físico muy raro para Europa. Pero al final, entre los informes que teníamos y lo que habíamos visto, convencimos al club, a Miguel Ángel, porque si no se hubiera ido a otro equipo.

El Villarreal lo quería, luego el Madrid lo quiso también… pero él ya estaba convencido de que quería venir y que el Atlético de Madrid era el club idóneo para su crecimiento. Mantuvimos muchas conversaciones y, de hecho, aunque luego me marché al Getafe mantuve una buena relación con él y nos íbamos a comer.

¿A qué jugador te quedaste con las ganas de fichar?

Ha habido muchos, pero por distintas circunstancias no podíamos. Piensa que vas a por un jugador que crees que lo puedes firmar económicamente y luego no puedes hacerlo, es un chasco. Estás muy limitado. O un jugador que piensas que quiere venir al Atlético de Madrid y no quiere hacerlo y prefiere otro equipo.

Quise firmar a Forlán cuando estaba en el Manchester United, lo tuvimos casi cerrado y por las circunstancias al final no se pudo. Fue el verano en el que finalmente se marchó al Villarreal y nosotros teníamos a Fernando Torres. También quisimos Riquelme cuando estaba en Boca Juniors, pero ahí no podíamos. Fui a ver a Deco en Oporto, pero imposible…

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

¿Tienes por ahí guardado el teléfono con el que llamaste al Cholo como el Barcelona la famosa servilleta de Messi?

Si Miguel Ángel hubiese cogido el teléfono y lo hubiese llamado él, habría pasado lo mismo. La llamada fue fácil, él estaba por ahí de vacaciones con sus hijos en Punta del Este y tardé dos minutos en convencerle.

Miguel Ángel me había puesto en antecedentes en cuanto a lo que quería y pidiéndome que lo convenciera, yo en esa época estaba trabajando en el Getafe, el verano anterior estuve a punto de volver al Atlético de Madrid y me quería traer al Cholo. Hablé con él y ya les transmití: «Vosotros seguid, pero por favor que no se sepa nada». Luego, cuando pasa el tiempo ya se pueden contar las cosas…

Cuando aquel día llamé al Cholo, él estaba montando a caballo: «¡Anda que estás sufriendo!» (risas). Estuvimos una hora charlando, comentando que la plantilla no estaba dando resultados pero que era buena, hablando distintas cuestiones sobre el cuerpo técnico, cambios… y así fue. Como te decía antes, seguramente si Miguel Ángel le hubiese llamado…

Hablas con mucho cariño de Simeone. ¿Es el mejor amigo que te ha dejado el fútbol o hay más?

Tengo a Kiko, Aguilera, Patxi Ferreira, Ricard, Gonzalo… tengo muy buenos amigos. Comparto más tiempo con Kiko, con Carlos Aguilera, a los que tengo aquí, como a Santi o Moli, que con otros compañeros con los que también tengo muy buena relación.

Al final, tienes una vida con tu trabajo, tus hijos… ya no compartes lo que compartías durante veinticuatro horas en un vestuario. Realmente, la amistad esa de aquellos años se rompe un poco por el tiempo y la distancia, pero se mantienen muchos vínculos. Cholo y yo hemos compartido mucho tiempo, nuestros hijos iban juntos, él no salía con otra persona a comer que no fuera yo junto a nuestras mujeres y nuestros niños.

¿Cómo es ese cambio de tu casa de toda la vida para irte a la dirección deportiva del Getafe?

Tenía mucha amistad con Ángel Torres. Él siempre me llamaba para pedir algún que otro jugador de la cantera del Atlético de Madrid, les cedimos a Gabi y teníamos relación. Cuando salí del Atlético de Madrid, quise parar un poco, ver fútbol tranquilo y formarme.

Me llamaron varios clubes para ofrecerme el puesto de director deportivo, yo soy una persona muy familiar, muy centrada y luego me vino Ángel para decirme que si me iba con él. Tuvimos una charla en un bar de Getafe y salió todo adelante: «Venga, vamos a trabajar juntos». Nueve años.

El presidente tiene las ideas muy claras y es alguien al que le gusta el fútbol, lo ama, es valiente, ganador y jugón en el sentido en que le gusta lo bueno y arriesga. También es un tipo que dedica veinticuatro horas al equipo. Hablamos de un club muy chiquito, muy familiar, pero con la idea y el criterio muy claros.

Ángel es muy presidencialista y todo está hecho a su orden y semejanza, por la edad y por su historia. Él no tiene ordenadores, tiene teléfono. Es una persona desconfiada, pero como te decía antes, es valiente, le gusta el fútbol y para mí es uno de los mejores presidentes que hay. Para tener un buen equipo con buenos jugadores tienes que arriesgar, apostar, que te salga bien la jugada y también que todo el entorno entienda eso.

Toni Muñoz, del Atlético de Madrid

¿Y por qué dices hasta aquí después de casi diez años?

Porque quería un cambio, te absorbe mucho tiempo. No es sólo el teléfono, son muchas horas de reuniones, viajes… no tienes vacaciones. Necesitaba cambiar, hacer otro tipo de cosas y tener más tiempo. Decía Roberto Solozábal una frase que me gusta: «Lo más importante es comprar el tiempo». A veces, no es todo trabajar y dinero. Si no tienes tiempo, para qué lo quieres. Llega el COVID, te trastoca un poco, quise cambiar, y aunque seguí trabajando en lo que me gusta, lo hice dedicando más tiempo a mi mujer y mis hijas.

Durante esa etapa de Getafe se habló de un interés de otros equipos como Betis o Sevilla.

Sí, la verdad que hablé con casi todos los clubes de Primera y también tuve la posibilidad de algunos proyectos de fuera, pero me sentía muy cómodo y muy bien aquí, por lo que no tenía ni la obligación ni la necesidad de irme.

Ahora a qué dedicas tu tiempo.

He estado en varias empresas, en fondos de inversión para invertir en chicos jóvenes y ahora he creado una empresa yo sólo. Estoy viendo jugadores, haciendo intermediación…

¿Y qué le pides al mañana?

Salud.

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