Brillantes ascensos, dolorosos descensos, el paseo por Europa gracias al fairplay… Si hay un jugador cuya trayectoria resume gran parte de los cien años de historia del Rayo Vallecano, ese es Jesús Diego Cota (Vallecas, 1967). Irrumpió en el primer equipo cuando todavía no había alcanzado la mayoría de edad para lograr el ascenso a Segunda División con unas botas prestadas por el «Matagigantes» Uceda y, apenas tres años después, se hizo con el lateral derecho donde es historia.
Con más de 458 a su espalda, es el jugador que más partidos ha defendido la historia de la Franja y puro ejemplo de amor a unos colores. Soñó con la UEFA, pero Juande Ramos le impidió ser titular en el primer partido que los vallecanos jugaron en competición continental y la mala suerte se encargó de cercenar lo que debería haber sido una temporada histórica para él. Porque si alguien merecía pasear el nombre del Rayo por Europa luciendo brazalete, ese era Cota.
¿Te siguen llamando Susi?
¿Y tú cómo lo sabes? Pues hemos empezado bien la entrevista (risas). Eso es de cuando tenía doce años. Mis padres tenían un negocio en el número 9 de Pedro Laborde, una frutería, y toda la gente que trabajaba en la galería en vez de Jesús comenzó a llamarme Susi. Por eso, cuando a estas alturas alguien me llama Susi me quedo muy sorprendido.
Con esto quiero decirte que vuelvo la cabeza rápido, porque no es una cosa normal. Antiguamente, cuando era un crío y empecé a jugar en el primer equipo con diecisiete años, alguno sí que me decía también en plan de cachondeo: «verdulero», «frutero»… por eso, si ahora alguien me llama así, me doy la vuelta pensando: «Alguno de estos que todavía sobrevive…»
Me comentabas que tus padres tenían una frutería.
Ellos se dedicaban al tema del comercio. Tenían tres puestos de frutería juntos y fue ahí donde empezaron a trabajar. Soy el mayor de tres hermanos, pues detrás de mí vinieron un hermano y una hermana mellizos, y ya desde pequeño ayudaba a mis padres. Cuando era un chaval ya estaba descargando camiones con mi padre, iba al Legazpi antiguo y me encantaba estar allí.
Había una cafetería, estaba todo lleno de gente… era como un mundo nuevo para mí. Era muy jovencito, por aquel entonces tendría diez o doce años, ¡pero eso era como ir a un módulo del Bronx! Gente en manga corta pese a estar dos grados bajo cero, bidones llenos de carbón con gente alrededor…
Todo se hacía con carretillas y no había las modernidades de ahora de toros y esos temas. En aquellos años veía allí mucha gente pluriempleada y la mayoría eran policías, taxistas, etcétera, que trabajaban también en el Legazpi. Tú contratabas a un tío, le pagabas lo que acordaras con él y se ponía contigo.
Nosotros contratábamos a un vecino que era policía, Manolo, que llegaba con su carretilla cuando venía nuestro camión, cobraba un dinero por cada cajón y nos ayudaba con la descarga. Y te hablo de cuando los cajones de tomate eran cajones en condiciones, no lo que son ahora. Eran cajones de madera muy grandes que pesaban un quintal.
Tengo la imagen grabada de mi padre metiendo las manos por debajo para llevar cuatro de estos cajones a la espalda, con una cinta en la cabeza para tirar hacia adelante, y subir las escaleras así.
El barrio.
¡Buf! He vivido muchas épocas allí, unas mejores y otras peores. He conocido las casas bajas, el campo de San Andrés, al lado de Palomeras, donde jugábamos con cuatro piedras y empezamos jugadores como Rocha, Cuevas… Mi tía, la hermana de mi madre, vivía en una chabola en el parque de las siete tetas, convivíamos con los gitanos, he ido al Colegio Santo Domingo, que estaba allí al lado… Del barrio era también Polí Díaz: éramos del mismo año, los dos del 67 e incluso años más tarde le he ido a ver con mi tío al Campo del Gas.
Hay una persona que hizo mucho por el barrio. Se llama Juan Mújica, que para mí se merece un monumento. Aunque nunca le hayan puesto nada, los chavales del barrio se lo han sabido valorar e incluso le han hecho algún homenaje.
Y te voy a explicar el porqué de su importancia: todas las tardes, los chavales del barrio hacíamos una quedada en el campo del San Andrés y él se dedicaba a llevar a todos para que pudiéramos jugar. Éramos una familia, estábamos locos por salir del colegio, ir allí y jugar al fútbol. Imagina la labor social que hacía este hombre. Te digo más, a mi hermano lo metió a trabajar en su empresa, luego fue otro amigo de mi hermano y más tarde otros chavales del barrio hasta llegar por lo menos a veinte.
Por eso, todo el mundo lo quiere con locura. Ese es el tipo de gente que debería tener la insignia de oro más grande, aunque por desgracia su nombre no suena tanto como el de otros que se ponen el cartel. Sin embargo, para mí sí que ha sido un hombre muy importante.
Aquellas primeras patadas al balón no se olvidan.
Empecé a jugar al fútbol a través de un amigo de mis padres que se llamaba Daniel Jimeno, que años más tarde llegó a estar de presidente del Rayo Vallecano en funciones con la familia Ruiz Mateos. Cuando yo era un niño, él tenía un taller de chapa y pintura en Palomeras. Mis primeras patadas al balón fueron en el colegio, pero él fue el que me señaló en su día: «Joder, tú eres un portento físico, juegas bien y tienes que hacer las pruebas del Rayo, que yo tengo mucha amistad con los hermanos Peñalva».
A los hermanos Peñalva siempre hay que nombrarlos cuando se habla de la historia del Rayo, porque han sido fundamentales, verdaderos vallecanos y verdaderos rayistas, no de los que se cuelgan medallitas. A Manolo luego lo tuve de entrenador en el primer equipo porque ejerció en algún momento, pero el primero fue a Ángel.
Ambos estaban muy ligados a la entidad, siempre estaban buscando chavales en la cantera y pendientes de todo lo que pasaba en el barrio, incluso sin ningún tipo de interés, pues he visto que Manolo trabajaba para el Rayo y no cobraba un duro. Recientemente, tuve la fortuna de volver a ver a su hijo y volvimos a rememorar todos esos años.
Daniel estuvo varios días intentándome convencer y cuando me veía por el barrio insistía: «¡Venga, Susi, coño, que tienes que hacer la prueba!». Al final, de tanto insistir, acabó convenciéndome y fui.
Cuando hice la prueba, los hermanos Peñalva me comentaron: «Mira, tienes condiciones pero no vas a jugar, ni mucho menos. De cualquier modo, te hemos visto bien y vas a estar aquí con nosotros». Todo lo que me señalaron me pareció muy justo, pues acababa de llegar, necesitaba trabajar y es lo que iba a hacer. Por aquel entonces tenía trece años.
Ahora que hablamos de esto me viene a la cabeza que en esos primeros años tenía un profesor, se llamaba don Tomás, y si no jugaba con el equipo del colegio me suspendía Sociales, por lo que tenía que estar sí o sí. Sin embargo, cuando le informé de que había fichado por el Rayo, el hombre ya me dejó que jugara con ellos solo cuando pudiera.
Fíjate lo que son las circunstancias de la vida, pues pasé de ser un pieza de museo en el colegio a que años después me llamaran para dar una charla en el salón de actos a todos los chavales. «Si me queríais echar y ahora me llamáis para esto». Es curioso y bonito.
Y de ahí a hacerte dueño del lateral derecho del Rayo Vallecano.
Siempre he jugado de lateral, aunque por Vallecas pasaron jugadores como Pizo Gómez, Alcázar… Cuando llegaba gente con la que luchar por el puesto, resultaba muy motivador para mí y sabía que tenía que trabajar mucho más. Tanto las críticas como la competitividad me han motivado, nunca me han hecho bajar la guardia.
Psicológicamente, siempre me he venido arriba en ese aspecto. Hubo una época en la que Felines me lo puso muy difícil. Fue en verano de 1993, cuando llegó Alcázar y me señaló que era un fichaje importante para el club y que no tenía mucho que hacer.
Fueron unas palabras que me sorprendieron, pero decidí ponerme el mono de trabajo, como siempre hacía. A lo largo de mi carrera he tenido muchos obstáculos, pero los he solventado.
¡Y Alcázar fue el que acabó de lateral izquierdo!
Sí señor, pero Alcázar era derecho. Acabó en la izquierda porque los dos teníamos unas condiciones muy buenas y el entrenador pensó que quería tenernos a los dos en el campo. No éramos futbolistas muy altos, pero teníamos velocidad. Y es lo que buscaba: un lateral con velocidad, que además de subir tuviera tiempo para cerrar.
Sabíamos cuál era nuestro trabajo y que además de subir teníamos que volver a bajar. Lo que para otros era un recorrido de veinte o treinta metros, el nuestro era de cien. Los laterales son los jugadores que más trabajo tienen en un partido… y los más importantes, que ya lo dice Simeone.
Muchas veces, Onésimo se ha metido conmigo: «¡Qué te he hecho triunfar!». Como es tan cachondo, siempre está con esas cosas. Es como David Vidal, a todos los ha sacado él (risas). Pero no, somos los laterales los que os hemos hecho triunfar a vosotros, porque tener un lateral así, que te dobla para que tengas opciones después de darte el balón y tú puedas devolverla o quedártela… aunque normalmente no te la daba, el hijo de su madre (risas).
Pero volvamos a aquel Cota niño. ¿Cómo son esos primeros pasos en la cantera?
Muy complicados. Nosotros entrenábamos en el campo del Urbis, de tierra, y fue difícil. Fue allí donde también hice la prueba y si echo la vista atrás me acuerdo de juntarme con compañeros y que el primer día me soltaran: «Tú aquí no te sientas, niño».
Acababa de llegar, no tenía ganas de ir porque me daba un poco de reparo e imagínate cuando aterrizo y me dicen que ahí no me siento. Había gente muy chuletilla, éramos muy tal… aunque luego acabaron siendo mis mejores amigos. De cualquier modo, aunque esos primeros años fueron difíciles, poquito a poco fui haciéndome con un puesto de titular. Y cuando lo logré, lo tuve claro: «Me tienen que cortar la mano para sacarme de aquí, que esto es lo que me gusta y lo que quiero».
Desde ese momento, poco a poco fui subiendo de categorías. Entré en el Infantil B con Ángel Peñalva, cuando fui ascendiendo no había División de Honor, la máxima categoría de juveniles era Liga Nacional, y ahí tuve la gran suerte de coincidir con el que para mí ha sido uno de los grandes artífices de que yo haya podido triunfar en el Rayo junto con los hermanos Peñalva y Daniel Jimeno: Fernando Zambrano, que para mí fue vital.
De hecho, los tengo a todos enmarcados y sus nombres puestos en un cuadro que antes estaba en el restaurante y ahora en mi casa. Volviendo a Fernando, él era un hombre que se movía muy bien en esas categorías, conocía a gente de la selección española y aquel año fue apoteósico, pues fue uno de los que más internacionales tuvo el equipo, como Javi Rey.
Desde que comencé con él, Fernando Zambrano me prestó mucha atención. Después de los entrenamientos se quedaba enseñándome y me tenía lanzando a portería, centrando… el hombre daba todo por los chavales y nos quedábamos ahí un tiempo más para mejorar.
Y llega la oportunidad del primer equipo.
El mismo Fernando Zambrano había hablado muy bien de mí a Eduardo Caturla, que por aquel entonces era el entrenador. Él puso el punto de mira y empecé a entrenar con el primer equipo. Es increíble, pero cuando llegué a los diecisiete años, se cumplieron un montón de sueños que tenía en mi mente: debuté con el primer equipo, logré mi primer ascenso y unos meses después fui internacional con la selección española sub’20 a las órdenes de Chus Pereda. Ese año fue todo rapidísimo y estaba como en una nube.
Al llegar tan deprisa, ¿no se te fue un poco la cabeza?
He sido un tío muy centrado. Desde chiquitito me ha gustado el deporte y mi vida la he centrado en ese tema. Y eso que Vallecas estaba muy complicada. He tenido primos con los que iba y estaban metidos en temas de drogadicción. Pero siempre he dicho que a mí lo que me ha salvado, y por eso insisto en que es tan importante para el barrio, es que me gustaba el deporte y se cruzó el Rayo Vallecano en mi vida.
Esa pasión y esa ilusión que yo tenía son lo que me apartaron de mis primos, de los amigos, para quedarme con lo que me gustaba. Además, mucha gente no lo sabe, pero también entrenaba en el cuerpo de bomberos que estaba al lado del Alcampo de Vallecas. Eran clientes de mis padres en la frutería, siempre hablaba con ellos y me iba a entrenar ya con trece o catorce años porque quería ser bombero.
Me gustaba esa fusión entre el deporte y poder ayudar a la gente, por lo que si no llego a ser futbolista, hubiera sido bombero o policía de los GEO. No me ha gustado la policía de poner multas: lo respeto, pero a mí me gustaba la aventura, la acción. Y esos dos trabajos eran los que yo tenía en el horizonte hasta que me salió el fútbol.
Debutas con el primer equipo frente al Alcoyano y subes a Segunda.
Me iba con el equipo de Liga Nacional a jugar contra el Leganés un partido superimportante porque queríamos ganar la Liga, pero a Zambrano se le ocurrió indicarme cuando estábamos ya en marcha que le había comentado Eduardo Caturla que me quería para la convocatoria del primer equipo. «¿Y cómo eres tan cabronazo y no me lo dices antes?» (risas).
Fui corriendo al conductor, le pedí que parara y me fui corriendo desde Nueva Numancia hasta las puertas del vestuario. Una vez allí, entré y le dije a Caturla lo que me había transmitido antes Zambrano. «Pues muy bien, siéntese», me respondió él. Pero mi sorpresa no fue solo esa.
La más grande fue cuando dio el once titular, dejó a López y Eutiquio en el banquillo, que eran dos laterales con experiencia para un partido de ascenso contra el Alcoyano, que era un equipo muy duro, y dice que yo soy titular. Me quedé flipado. No me lo podía creer.
Como había bajado deprisa y corriendo desde el autobús, me había olvidado las botas, así que me probé las de Amieiro, que eran unas Puma, y otras de Uceda, que fue finalmente las que me puse porque son las que más me gustaron. Fue un partido duro y yo iba a todo lo que veía moverse, porque tal vez otra cosa no, pero conmigo el trabajo y la constancia estaban asegurados. Ganamos 1-0 y ascendimos. Mi primer ascenso.
Y, por curiosidad, ¿cómo quedó el Liga Nacional contra el Leganés?
También ganó, no les hizo falta que estuviera yo.
¿Cómo fue cuando llegaste a casa?
Abrazos, alegría… no se lo podían creer. Nadie sabía que iba a jugar. De hecho, no lo sabía ni yo. Fue un día especial y uno de los más bonitos en mi carrera. Es cierto que ha habido muchos días importantes, pero ese principio fue único para mí.
Para ese regreso a Segunda se apuesta por Héctor Núñez.
Héctor Núñez no contó mucho conmigo ese año. Sí que lo hacía con Javi Rey, al que delante de mí llegó a indicarle: «Te voy a hacer jugador de Primera División». A mí me tenía así medio, medio y por eso me fui a la mili. Curiosamente, recuerdo que años más tarde él vino a Vallecas cuando estaba entrenando al Valencia en 1994, yo ya estaba consolidado en el Rayo, y fue sincero: «Cota, me alegra haberme equivocado contigo». Eso le honró.
Antiguamente, en el club costaba mucho que te hicieran ficha profesional y era la asignatura pendiente de todos los chavales. ¿Qué pasó? Pues que ese año yo no lo tenía muy claro, acababa de subir, no contaba para Héctor Núñez y mi padre me recomendó hacer el servicio militar de voluntario. A mi padre no le hacía caso nunca, como para hacérselo en esa ocasión.
La cagué, porque hice más mili que el palo de un churrero. Así que me puse con el servicio militar y me fui cedido al Pegaso, que eso tampoco lo sabe mucha gente. El equipo estaba en Tercera División esa temporada, compartí vestuario con mucha gente muy buena y el entrenador era José María Martínez, el «Chispa». En esa época, los equipos debían tener dos sub’19 que tenían que jugar obligatoriamente aunque fueran unos minutos, y ¿sabes cuál era el otro?
Pues si era del 1967 como tú… ¿Alfredo Santaelena?
¡Has acertado! Éramos los dos sub’19 de aquel equipo: el interior derecho y yo lateral derecho. Imagínate la banda e intentar pasar por ahí. Éramos dos pulmones. Aquel año jugué ahí, hicimos un temporadón y quedamos segundos. Llegaba a jugar después de una guardia de veinticuatro horas y encima rendía.
Todavía no tenía mi ficha de profesional con el Rayo Vallecano, pero después del ascenso con el Pegaso, me llamó un directivo, Olmedo, para comentarme que querían que volviera al club. Y yo, con dos cojones, le respondí: «Cota sí quiere al Rayo, pero si el Rayo quiere a Cota, quiero ficha profesional».
Sabía que tenía que echar un órdago para no estar dando tumbos y terminé firmando por cuatro temporadas para acabar vistiendo la única camiseta que a mí me gustaba. A partir de ahí comenzó todo.
Cuando regresas, el entrenador ya es Felines.
Imagina lo que era para los chavales que estuviera de entrenador una persona que ha significado tanto, aunque ahí también quiero poner en valor a Potele, que entró con trece años en la cantera. Es verdad que Felines tiene mucho marketing, es un tío muy carismático y una leyenda del club, pero Potele es mucho Potele.
Desde pequeñito siempre he oído hablar de Felines y, de hecho, cuando ya llevaba cien partidos en Primera División me decían: «Joder, es que tienes que parecerte a Felines». Y yo digo: «Pero si Felines ha jugado diez partidos en Primera».
Como entrenador, Felines era un tío accesible, llano y que transmitía mucha alegría. Ya lo conoce todo el mundo, con esa forma de ser tan dicharachera que siempre ha tenido. Felines era alegría. Además, en el banquillo no lo hacía mal y le gustaba entrenar.
Ese 2-1 en Vallecas contra el Deportivo de La Coruña que os lleva a Primera División.
Hay mucha gente que no lo sabe, pero yo estaba lesionado. Ese partido, Jesús Diego Cota jugó con una rotura fibrilar y una infiltración. Mira, incluso tengo aquí una operación (me enseña una cicatriz en el muslo). Ese encuentro fue muy importante para mí, pero poder vivir mi primer ascenso a Primera División y la ilusión que tenía, me llevaron a cometer el peor error de mi vida: infiltrarme para poder jugarlo.
Pero, joder, estaba todo el campo lleno, repleto de peñas, no podíamos ni entrenar… ¿Tú sabes la ilusión que yo tenía en ese momento? Así que cuando me ofrecieron infiltrarme dije que sí. No podía ni tocar el balón debido al dolor. Yo era un jugador superrápido y ese día me jodí.
Creo que, sin darme cuenta, me hice polvo a mí mismo. Me di cuenta luego. Una cosa es que te infiltres y juegues, pero está el después y, de hecho, no disfruté de aquel ascenso como debería haberlo hecho. Mis compañeros, sí. Yo disfruté, pero de otra manera, pues estaba jodido, me dolía todo, no pude ir a la fiesta…
Faltando veinte minutos para el final del partido, no me pude cambiar, pero tenía un dolor tremendo. Íbamos con un resultado muy justo, encima el Deportivo nos marcó un gol nada más empezar, lo pasamos fatal y menos más que Sánchez Candil y Soto lo remediaron y fue un triunfo apoteósico. Mi primer ascenso a Primera División y el segundo del equipo después del Matagigantes.
Por ahí estaba Hugo Maradona, que decían que se escondía detrás de los árboles cuando ibais a entrenar a la Casa de Campo…
Bueno, él no tanto. Se escondía Botella. De hecho, Botella y yo tuvimos muchos problemas, aunque luego nos hicimos muy amigos. Yo me he pegado con muchos jugadores en el Rayo. Por el Rayo, me pegaba con cualquiera. Había gente que, a lo mejor perdíamos un partido, venían riéndose y a mí eso no me gustaba.
Muchas veces, ya me impliqué tanto que el entrenador me decía: «Tienes que hablar con estos porque salen por la noche» y yo iba a charlar con ellos. Me complicaba la vida. Ejercía una función entre capitán y padre.
Por eso, muchas veces llevar el brazalete implica muchas cosas más. Se lo comentaba hace tiempo en la cena de veteranos a Óscar Valentín e Isi, que vinieron: «A veces no viene bien el brazalete, porque veo que tenéis más responsabilidad de la que teníais antes. Pero antes dabais más resultado que ahora. Y os lo digo yo, porque he estado de capitán y sé que es que te lo echen todo encima».
Cuando mis compañeros se escondían, yo he intentado dar la cara siempre, llevar el balón arriba, participar… y no me salían las cosas bien porque quería hacer más de lo que tenía que hacer.
La temporada del ascenso, Maradona tuvo un gran rendimiento.
Hugo era un superclase. Tenía una calidad de la hostia y le sobraba talento. Además, tampoco estaba exento de trabajo. Le gustaba recibir el balón, la buscaba… el chaval se involucró mucho en el Rayo.
El problema que yo veía en Hugo es que estaba muy a la sombra de su hermano y eso le tapaba. Pero Hugo Maradona era un jugador excepcional y a mí me gustaba mucho más que el otro, Lalo, al que marqué cuando estaba en el Granada y no teníanada que ver. Hugo era mucho mejor. Hugo era Maradona.
Laurie Cunningham.
Cunningham era un espectáculo. Si hablamos como jugadores, tanto él como Hugo eran muy buenos. Pero es que si hablamos como persona, Cunningham era la leche. La gente lo criticó mucho, diciendo que le gustaba mucho la fiesta porque lo pillaron un día en el Pacha con la pierna escayolada, hicieron unas fotos y lo machacaron.
Es verdad que le gustaba salir, pero ese hombre era un espectáculo. ¡Y te bailaba hasta un tango! Tenías que ver como bailaba. Precisamente en el ascenso del año 1989, no veas como bailó el tango con la mujer de Mendiondo, que era también bailarina. Nos quedamos flipados: «¿Cómo es posible? El cabrón es guapo, tiene un cuerpazo, baila el tango…» (risas). Y jugando era elegancia pura, una gacela.
¿Cómo te enteraste del accidente?
Estaba con mis padres de vacaciones y fue un palo durísimo. Estaba todavía durmiendo y mi madre me despertó corriendo en cuanto lo escuchó en la radio. Me quedé pálido, porque tenía una gran relación con Cunningham. Él me quería mucho y siempre me insistía: «Cotita, si tú tuvieras a Cruyff, serías internacional absoluto».
Por el barrio se hablaba siempre de un interés del FC Barcelona. ¿Llegó a haber algo?
Se escuchaba que estaba por ahí el FC Barcelona, el Español, luego el Atlético de Madrid o el Sevilla. El Real Madrid, nunca. Sonaron muchos equipos y, de hecho, tengo recortes de periódicos por ahí. A mí me han querido muchos equipos, pero los que verdaderamente conocen al club, saben cuál era mi deseo en el Rayo.
El otro día fui a por unas entradas para el partido del centenario y estaba por allí Jesús Fraile (consejero en la etapa de Ruiz Mateos, ndr), que otras cosas le fallarán, pero la memoria no. Me reconocía: «Eres el único jugador en el Rayo, que desde que yo he estado, nunca ha querido irse a otro equipo».
Y eso es lo que a mí me hace un jugador único y que nunca lo ha habido en el Rayo. De hecho, a los treinta y cinco años, cuando el club ya no contaba conmigo, tuve la oportunidad de irme al Getafe y al Numancia, tenía todo hecho y no me quise marchar. Pensé que después de haber ascendido con mi equipo desde Segunda B a Segunda División en 1985 y dejarlo en Primera División en 2002, para mí era lo más.
Me comentaba Pedro Riesco que a él le hubiera gustado ser tú en el aspecto de pasar toda su carrera en el Rayo Vallecano.
Pedro ha sido un chaval que también ha nacido en la casa, un auténtico rayista. Además, era un muy buen futbolista, con un talento y una calidad tremendos. Muchas veces, son las circunstancias de la vida. Al principio, todos los jugadores queremos el mejor futuro para cada uno, y quien diga lo contrario está mintiendo.
Y el mejor futuro cuando empiezas en el Rayo, no es en Segunda B, pues lo que quieres es jugar en Primera División y con el mejor equipo del mundo. Otra cosa es que pasen cuatro o cinco años y ya no veas más allá ni pienses en otro equipo porque lo que quieres es esto. Sobre todo cuando viene la familia Ruiz Mateos y te empieza a valorar.
No antes, cuando no cobrabas un puto duro y eras el último de la fila. Sin embargo, cuando llega la familia, te valora, empiezas a cobrar más, te sientes mejor… No sé cómo explicarte, pero como te decía antes: yo he tenido momentos de pegarme con compañeros por el Rayo cuando he visto que no han hecho las cosas bien.
Ellos lo pueden decir. Y he hablado con ellos y luego han sido mis mejores amigos y mis mejores compañeros, pero cuando he visto una cosa en contra del Rayo, no lo podía evitar. A mí me ha llegado a venir Isi, el utillero, para contarme ciertas cosas de entrenadores: «Mira lo que dice este, que al Rayo le den por culo». Y yo me endemoniaba.
Es que nosotros somos rayistas, somos de Vallecas y nosotros no vemos al Rayo de la misma forma en que lo ven otros. No voy a poner nombres, pero imagina que escuchas decir a un entrenador que el Rayo le importa una mierda cuando a ti te importa todo y eres el capitán. Y te lo cuenta el utillero, que también es de Vallecas…
Hay mucha gente con muy poca cabeza que me pregunta: «Cota, ¿tú de qué equipo eres?», y me ofenden. «Pero vamos a ver, chaval, ¿cuántas veces te lo voy a tener que decir? Yo solo tengo un equipo, que es el Rayo Vallecano». Y la siguiente pregunta es: «Sí, pero también serás del Atlético de Madrid o del Real Madrid». «¡No! Del Rayo. ¿Pasa algo?, ¿es tan raro?».
Además, echando la vista atrás, hubo una época en la que hubo jugadores que no salimos porque la afición mandaba. No había una Sociedad Anónima y mandaban las peñas. Yo he visto echar a Pedro García de las oficinas y meterse las peñas. «Cota es de la cantera y no se mueve de aquí». A lo mejor era el momento en que yo podría haber salido, en mis principios. Al final es como te decía: las circunstancias mandan.
El tema de los presidentes merece un capítulo aparte.
En el año 1989 hubo elecciones y estaban de candidatos Pedro García y Pedro Ruiz. Cada uno exponía sus argumentos, ofrecía cosas y peleaban por la presidencia del club. ¿Qué es lo que pasa? Pues que ese año fue un poco problemático para el Rayo en el sentido de que al haber unas peñas a favor de uno y el resto a favor del otro, se dividieron y hubo una desunión, que era precisamente lo que no se quería que pasara.
Al haber dos candidatos, la afición se dividió un poco hasta que se creó la Federación de Peñas, que fue el momento a partir del que volvió la tranquilidad.
El dinero iba en bolsas de plástico.
Es cierto que Pedro García, el hombre, hacía gestiones como podía para pagar. ¡No había dinero! Y que mejor manera que esa: cuando tú vas con un dinero para pagar, lo llevas agazapado en un maletín con un candado y tienes cara de susto, se te nota. Pero si lo llevas así y sales tan tranquilo… A ver, eran épocas no tan buenas económicamente y por eso al final él tuvo que dar el pase del Rayo Vallecano a la familia Ruiz Mateos.
Era la época de los fichajes de los rumanos Sabou y Viscreanu, que estaban como refugiados en un albergue de Cruz Roja.
A ambos se les dio asilo político y el Rayo les abrió sus puertas como si fuera su casa. Eran muy buenos futbolistas y Sabou, que tenía una zurda espectacular, fue cedido una temporada al Castilla después de la que tenía que volver con nosotros. Sin embargo, en aquella época podía hacer un cambio de residencia y largarse, que es lo que hizo para dejarnos y jugar en el Tenerife.
Hoy, por desgracia, me parece que tiene la ELA y está bastante mal. En cuanto a Viscreanu, se quedó aquí y luego estuvo trabajando en una marisquería que se llamaba El Faro porque el chaval estaba hecho una pena y se había metido en cosas que no debía.
De hecho, yo les quité una prima, pues no me parecía correcto repartirla con gente que no iba convocada y además no aportaba nada en los entrenamientos. No eran malas personas, pero sí que es verdad que empezaron a salir y veíamos que no se involucraban. Para mí, un compañero que no juega se merece todos los respetos, pero si luego no te involucras en los entrenamientos y estás de cachondeo…
Cuando ascendéis a Primera en 1989 llega Sabas desde el Pegaso, se convierte en máximo goleador del equipo y se marcha al Atlético de Madrid.
Sabas era un espectáculo de futbolista. Rápido, habilidoso y rompía las defensas como quería. Es de los mejores delanteros con los que he compartido equipo. Además, era un chaval muy abierto, aunque luego se cabreaba mucho cuando en los otros equipos que estuvo los entrenadores lo sacaban veinte o treinta minutos. Aun así, lo sacaban ese tiempo y se cascaba un partidazo porque era de los mejores que había.
Ese año en Primera fue el del 4-4 frente al Atlético de Madrid.
Estuve detrás de Paulo Futre todo el partido y recuerdo que era un ir y venir de goles. Un verdadero partidazo. ¿Vamos a aguantar? Nada, nada, a por ellos. Lo recuerdo como uno de los mejores encuentros que he vivido. Su portero por aquel entonces era Abel, que luego jugó con nosotros y llegó a ser compañero mío de habitación.
Cuando estuvo en Vallecas, recuerdo que era el sistema de los dos puntos y nos vino de lujo, porque era balón de Abel a Alcázar o de Abel a Cota, le devolvíamos la pelota para que la cogiera, porque en aquel entonces se podía, y cuando íbamos ganando 0-1 era la hostia (risas). Era un tío con muchísima experiencia, que venía de dónde venía y había logrado aquel récord de imbatibilidad.
Esa temporada 1989/1990 fue la última de Botella en el equipo.
A Botella lo trajo Pedro García y era amigo del presidente. Le gustaba salir por las noches, pero él fue uno de los principales causantes de que el Rayo lograra el ascenso en el año 1989. Hizo un temporadón. Era jugador de Primera División, pero también un pieza de museo: le gustaba salir, estaba un poco crecido al ser amigo del presidente y tuvimos que córtale las alas.
Yo fui uno de los que le cortó las alas y me pegué con él en un entrenamiento delante de Felines. Él era muy importante dentro del equipo, pero aunque yo era joven, ya había cogido también algo de peso. Me dijo una serie de cosas y tuvimos problemas, aunque luego fue a la frutería a pedirme perdón con dos cojones y lo acepté: «Cota, vengo aquí a brindar por la hostia que me has dado». «Pues olé tus cojones».
Luego me soltó: «Mira qué coche me he comprado», un Audi Coupe precioso, porque antes tuvo un XR2 que partió por la mitad. A partir de ahí cogimos una buena confianza y a triunfar. Hay mucha gente que viene de fuera y no entiende que tiene que ir por su sitio y no ser más que los que somos de Vallecas. Y eso siempre lo he llevado a cabo.
Con Onésimo y está gente, me he pegado. Y con Sánchez Candil. Hay que pegarse para ser buenos amigos. Yo era un tío muy impulsivo, algo que ahora con la edad ya no soy tanto, tenía muchas ganas de triunfar y cuando viene gente y te levanta los brazos delante de tu afición, duele. Eso no se lo consiento a nadie, por lo que ha habido momentos en que he tenido que parar los pies a muchos.
Botella llegó a tirar unas botas a Felines.
Botella podía tirar las botas a Felines y a quien quisiera. Botella era un escándalo. Pero al final es buena persona, y te quedas con eso, con su fondo. Sobre todo, cuando te das cuenta de que tiene esa capacidad de reaccionar y rectificar. Eso era clave, saber rectificar para que lo importante fuera el grupo: el Rayo Vallecano.
Estábamos trabajando para un escudo, éramos todos iguales y nadie era más que nadie. Botella no quiso ser jugador de Primera División, pero lo era. Y le tengo muchísimo cariño. Jugamos hace poco un partido en Villarrobledo, vino él y coincidimos. Está muy bien, tiene una escuela de fútbol, una vida tranquila después de dar muchos tumbos por muchos lados y ahora se ha estabilizado. No es el Botella que yo conocí, sino el verdadero Botella.
Dentro de la locura que todos teníamos cuando éramos jóvenes, el que más perdió fue él, porque era jugador de Primera División. Otros podíamos serlo o no, pero él lo era y todos lo sabíamos. Cogía la pelota y hacía una jugada de gol, era rapidísimo, calentaba a los defensas… esa temporada 1988/1989 fue el gran protagonista del ascenso.
Igual que te puedo reconocer que en algunos momentos era un poco conflictivo, también te digo esto. Él sí que le decía a Olmedo en la Casa Campo: «Qué corran los que no saben». Imagíname corriendo y escuchar cómo un compañero dice eso.
Perdéis 7-0 en el Camp Nou, pero tú no estás.
A lo mejor si estoy hubiéramos perdido por más (risas). Era una época distinta en la que nosotros éramos unos novatos, teníamos un buen equipo, pero no teníamos experiencia en Primera División. El Barcelona era el Barcelona, el Madrid era el Madrid… cuando jugábamos contra ellos, sabíamos que íbamos a perder por goleada.
Todo lo contrario de lo que pasa ahora, que es un momento en el que tenemos nuestras propias armas. Hemos crecido de muchas maneras y sabemos cómo afrontar los partidos. Cuando años después pudimos ganar en el Bernabéu o en el Camp Nou, fíjate lo que fue para nosotros.
En 1991 llegan los Ruiz Mateos.
Ellos vienen a través de Pedro García porque había una situación económica muy mala. El propio Pedro García y el periodista José María García fueron los que convencieron a José María Ruiz Mateos para que entrara. Hace poco estuve con Pedro García y le apunté: «Menos mal que ese año tomaste la mejor decisión que has tomado en tu vida. Tu mejor gestión».
Es verdad que ellos no entendían de fútbol, pero dieron tranquilidad. Nosotros necesitábamos esa tranquilidad tanto deportiva como extradeportiva y ellos nos la dieron. Al principio no, pero la gente comenzó a querer a la familia Ruiz Mateos por su forma de ser y el comportamiento que tuvieron con los vallecanos.
Los vallecanos no somos tontos y cuando hay gente que se deja la piel, independientemente de que sepa de fútbol o no, lo valora. Si ven que hacen una cabalgata de Reyes, que vienen con los nietos y los jugadores tirando caramelos y balones por todo Vallecas; o hacen el tema de la Cruz Roja en la Avenida de la Albufera y está ella al frente junto a todos los jugadores.
Todo ese tipo de actos y ese acercamiento fue lo que hizo que la gente del barrio empezara a valorar a la familia desde otro punto de vista.
Este intentar entender al barrio desde la directiva, ¿no choca con lo que está pasando ahora?
Raúl es una persona un poco especial. Cuando lo conocí en mi restaurante, que lo regentaba en ese momento, él vino con treinta y cinco años, o así, yo hablé con él y las explicaciones que me dio eran buenas. Las expectativas, también. Él me comentó que tenía ganas de trabajar con la cantera, etcétera: valores que compartimos los vallecanos, pues yo he salido de la cantera.
Viene un presidente nuevo y no le conoces, pues no le puedes cerrar la puerta y confías en él. Y eso fue lo que se hizo. Por un lado, es verdad que deportivamente no lo está haciendo mal con el primer equipo, pero por otro, todos los domingos le están gritando. ¿Por qué? Es una pregunta que se debería hacer a sí mismo.
Yo ya he hablado con él muchas veces. ¿Qué pasa? Que cuando los jugadores o las personas, sea quien sea, decimos algo negativo hacia él, somos enemigos. Y está muy equivocado, igual que cualquiera que no admite una crítica constructiva. Porque yo diga que necesitamos un presidente más cercano, que lo diga Trejo o cualquiera, no pasa nada.
Lo que sucede es que yo creo que él prefiere que se lo comentes a él directamente, aunque también lo hemos hecho así. Es una persona especial y los vallecanos, o una mayoría, se han sentido desilusionados.
Tú conoces la historia del Rayo Vallecano, nos hemos tirado muchos años para conseguir una ciudad deportiva. Yo he entrenado por todos los campos de Madrid, me he recorrido toda la periferia: Santo Domingo, Las Rozas, Somontes, Parque Sindical, el Pozo, Nuestra Señora de la Torre… todo.
Cuando tuvimos la ciudad deportiva que consiguió Ruiz Mateos a través de Esperanza Aguirre, nos dieron las llaves y ya poseíamos nuestra casa, un sitio donde entrenar todos los días, donde los chavales podrían entrenar al lado de esos jugadores que para ellos eran ídolos, era el momento para poder hacer un buen trabajo con la cantera, con todos los equipos entrenando en el mismo lugar y mejorando. Y ves que eso no es así.
¿Estás a favor de no mover el estadio?
Yo soy partidario de, si se puede dejar el campo donde está, que se deje. Hay que ver las necesidades del club, pues si el equipo crece, a lo mejor hacen falta 15.000 espectadores más. ¿Se puede hacer ahí el campo? Pues si se puede hacer ahí, perfecto. El estadio es precioso, ahí en medio del barrio. Recuerdo hasta haberme colado allí para ver algunos conciertos de rock.
Basta con echar un vistazo cuando sacan esas fotos aéreas, es espectacular. Eso sí, hay que hacerlo nuevo todo, no parchear. Y si se tiene que hacer un campo nuevo en otro sitio, evidentemente, tiene que ser en Vallecas. Buscar un sitio allí. Lo que es el Rayo Vallecano en sí, nadie nos lo puede quitar, porque es un sentimiento, pero la gente está acostumbrada a su estadio.
También hay que tener en cuenta en la categoría en la que esté el equipo, pues si es en Segunda División, a lo mejor con la capacidad que hay ahora te sobra, pero si quieres optar a cotas más altas en Primera División o volver a jugar la UEFA, ¿qué pasa? Cuando nosotros jugamos la UEFA, veía a gente del Atlético de Madrid que se querían hacer abonados del Rayo y pensaba que les íbamos a robar aficionados tanto a Atlético de Madrid como a Real Madrid, porque esa gente se había ilusionado con nosotros.
Yo he visto como viajaban aficionados del Madrid a Rusia para vernos jugar en Europa. «¿Y tú que coño haces aquí si eres del Madrid» «Bueno, es que mi Rayito…»
¿Cómo recuerdas a Ruiz Mateos?
A Ruiz Mateos lo tengo aquí metido (se señala la sien): «Cotaaaa, qué bueno ereeees», «¿por qué perdemos tantoooo?», «¿qué ha pasaooooo?» (imitándolo). Todos los lunes teníamos reuniones en Somosaguas y la propia doña Teresa nos servía personalmente los tés y los cafés.
En ese sentido, siempre había un protocolo a seguir y una seriedad. Muchas veces he pensado «voy a criticar a la familia Ruiz Mateos», pero me he respondido a mí mismo: «¿En qué les puedo criticar?» He ganado más dinero, me han pagado todo y la mayor parte de mi carrera la he hecho con ellos, ¿en qué les puedo criticar?
¿Qué no sabían mucho de fútbol?, ¿qué no sabían que era un fuera de juego… pero yo he visto que tenían buenas intenciones. ¿Qué es lo que pasó? Que hubo un momento en que se les fue de las manos y Ruiz Mateos se cansó. Hubo un problema con la afición en Somosaguas y ahí él rompió: «no quiero saber nada más del Rayo».
Destituyen a Eusebio Ríos después de que pillaran a parte de la plantilla en una discoteca de Las Palmas después de una derrota.
No me acuerdo exactamente de que fuera así. Sí que sé que perdimos 3-0 en Las Palmas, me expulsaron e incluso se dijo que la derrota había sido culpa mía por la expulsión, pero cuando echaron a Eusebio Ríos, nosotros éramos cuartos o quintos.
Él era una buenísima persona, pero lo pasó bastante mal en el Rayo e incluso le dio un pequeño infarto o un amago cuando jugamos contra el Castilla en su campo. De hecho, cuando se confirmó su salida, a mí me pareció raro, porque el equipo no estaba tan mal como para echar a Eusebio Ríos.
Y llegó Camacho.
A la familia Ruiz Mateos siempre les gustó coger a gente muy conocida e incluso se comentó alguna vez que se quería reforzar la plantilla con Martín Vázquez o Butragueño. Al final, se apostó por José Antonio Camacho, que nos sorprendió muy gratamente, pues yo nunca había trabajado sistemas de presión de esa forma, con él lo comenzamos a hacer y en Primera hacíamos una presión perfecta.
Además, el comportamiento que tenía en los entrenamientos: todo era competición. Daba igual que fuera una pachanga o centros y remates, nos ponía a unos con peto, a otros sin peto y no valía eso de tirar el balón arriba, porque te costaba la pasta. Nos jugábamos las tortillas todos los días y el que perdía las pagaba.
Esto hacía que todo el mundo quisiera meter el balón entre los tres palos, pues no se contemplaba el perder. Con Camacho, competir era primordial. Luego hay una cosa que no conoce mucha gente: Camacho cambió las camisetas. Teníamos una segunda equipación que era roja con la franja blanca y él la cambió por una azul con la franja blanca porque decía que nos daba mala suerte y siempre perdíamos con ella.
Un entrenador con mucha personalidad.
A Anton Polster lo tuvo castigado un mes subiendo cuestas y sin jugar porque no le veía bien. Me sorprendió que a un tío de la talla de Polster lo tuviera un mes castigado… ¡y qué el otro lo aceptara! Subiendo cuestas en el polideportivo de Palomeras. A Anton Polster, que es uno de los mejores delanteros que he visto en mi vida.
Tenía una fijación en los entrenamientos para que Paco Jémez no condujera y la sacara de primeras.
Paco ha sido su niño bonito. ¡Vaya jugador era! Por arriba era infranqueable y lo daba todo en el campo. No estaba como ahora, porque tenía su pelito largo, pero ha sido un jugador que se lo ganaba a pulso porque era un currante. Cuando venía un balón alto no nos dejaba ir a nadie, eran todos suyos. Tenía un compromiso total con el equipo.
Por ahí estaba también Wilfred, por el que recuerdo ver a los porteros de los futbolines del barrio pintados de negro.
Wilfred era un tío muy noble, que se hizo querer, vivía en Vallecas y compartía sus momentos con los vallecanos. Y luego, al cabrón, tenía que llevarle todos los días al entrenamiento. «Cota, mi amigo», me decía. «Sí, sí, soy tu amigo, pero no tu padre» (risas).
Es verdad que le tenía un cariño tremendo y me lo llevaba a entrenar a él y Callejo en una Renault Express que tenía mi padre para la fruta. A parte de llevarlos al entrenamiento, los dos volvían allí después y mis padres les daban peras, manzanas… fíjate lo que era el Rayo Vallecano de antes. Esa cercanía y esa unión que siempre hemos mantenido y no queremos que se pierda.
Creo que Wilfred te abrió una ceja por accidente en un partido contra el Palamós, pero ¿qué te pasó a ti con Pedro Riesco en un entrenamiento antes de Navidad?
Eso fue un entrenamiento fatídico. Estábamos en una pachanga, el campo estaba helado porque había nevado, con la mala fortuna de que hice una entrada a Pedro, cayó de mala postura, se fastidió la clavícula y estuvo unos meses de baja. Tiene todavía una marca importante y ya le dije: «Ya nunca te vas a olvidar de mí y cada vez que te mires el cuerpo te acordarás de Cota» (risas). Lo estuvimos hablando hace poco y me enseñó la señal.
Me comentó que te llamaban Tutifruti porque ibas muy conjuntado con los colores…
¡Eso era él! Y a él lo llamábamos La abuela por la cara que tiene. Que no saque cosas a relucir porque todos tenemos… Pedro era muy chaval y muy buen futbolista, pero el otro día le regañé porque tiene que estar más con los veteranos.
Te referías antes a Martín Vázquez y Butragueño, pero el que sí llegó fue Hugo Sánchez. Con él bajáis a Segunda en 1994.
Era una persona que venía después de haber jugado en el Real Madrid y con una edad avanzada, pero se cuidaba mucho e hizo como diecisiete goles. Sin embargo, nos costó mucho involucrarlo y la única forma que encontramos fue jugando a los chinos después de comer y jugándonos los cafés, que por cierto el muy cabrón no perdía nunca.
Onésimo, que tampoco perdía nunca, es un tipo muy hablador y muy cercano y siempre estaba con el «venga mexicano» para que se incluyera más en el equipo. Al final lo conseguimos de este modo.
Hugo no hizo una temporada mala, pero hubo ahí un contratiempo con la familia Ruiz Mateos, pues José María le dijo algo en una charla en la promoción contra el Compostela, él se sintió ofendido y eso nos pasó factura, pues le expulsaron y falló un penalti. Igual que en otros momentos Ruiz Mateos tuvo unas charlas muy afortunadas, en ese momento no lo fue.
Se comentó que no cobraba.
Tuvo problemas para cobrar y creo que llegó a denunciar.
Otro delantero de primer nivel fue Guilherme, con el que subís un año después de ese partido contra el Compostela.
¡Ay, el brasileño! Nada más llegar, le cogí con la familia, lo llevé a un piso que yo tenía en Las Rozas, se lo alquilé y le empezamos a dar cariño. Ya sabemos lo que son los brasileños, pero era muy buen chaval, muy buena persona y llegó aquí con mucha humildad.
Recuerdo que hizo una temporada espectacular, porque hablar de Guilherme era hablar de goles. Él mismo se generaba sus propios goles y también se aprovechó mucho de las circunstancias del equipo, porque cuando Onésimo se iba por banda, se llevaba a cuatro o cinco futbolistas.
Le comentábamos: «One, si te da por centrar a la primera, nos inflamos». Le dio por hacerlo y Guilherme siempre estaba sólo. El brasileño era un espectáculo, le daba igual darla de exterior, de interior… tenía unas cualidades tan buenas que estábamos todos asombrados con él.
En aquel 1-2 del Santiago Bernabéu marcó los dos goles.
Llegamos después de una temporada anterior en la que habíamos logrado el ascenso cuatro jornada antes, totalmente sobrados, y ese partido en el Bernabéu él fue el principal artífice de que lo ganáramos. Hicimos un partidazo. En el Rayo, ganar Ligas y eso no, pero echar entrenadores… porque ese año además de cargarnos a Jorge Valdano después de ganar allí también lo hicimos con Benito Floro con un 1-2 en Albacete.
Hicimos historia, pues el Rayo Vallecano nunca había ganado en el Bernabéu. ¡Y no te quiero decir nada de cuando años más tarde ganamos en el Camp Nou y dejamos sin Liga al FC Barcelona!
¡Alcázar, Bota de Oro!
Álcazar ha sido un futbolista infravalorado al que la gente no le ha dado la importancia que realmente ha tenido en el club. Yo sí se la he dado porque he estado de compañero y lo sé, pues es un jugador que ha estado nueve temporadas en el Rayo Vallecano.
Hay otros futbolistas, como comentábamos antes, que tienen mucho marketing, y Alcázar nunca lo ha tenido. Él era un tío callado y serio, pero hacía un trabajo enorme. Por eso, todos los compañeros que lo hemos visto y hemos estado con él sabemos su verdadero valor, que era el trabajo.
Alcázar, además, es uno de los jugadores con más partidos en Primera División con el Rayo Vallecano. Cuando la gente comenzó a llamarlo «Bota de Oro» se lo había ganado a pulso y para mí debería haber sido mucho más valorado de lo que fue.
Pizo Gómez.
Un portento físico. Fue otro jugador que llegó con un poquito más de nombre, en principio, para jugar en el lateral derecho y terminó jugando más adelante porque Camacho lo colocó ahí. Muchos compañeros me comentaban: «Joder, Cota, eres un pesado», porque cuando los entrenadores daban las alineaciones eran Cota y diez más.
Yo, cuando venía un jugador como Pizo Gómez para ocupar mi puesto, trabajaba más. Cuando llegaba Alcázar, trabajaba más. Nunca bajaba los brazos y ese ha sido mi éxito.
Esa temporada se acaba complicando todo al final y jugáis la promoción contra el Mallorca y os acabáis salvando en Vallecas.
Después de perder en la ida, recuerdo que tuvimos una comida en el hotel Barajas en la que Ruiz Mateos dio una charla, que al contrario de la que te comentaba antes con Hugo Sánchez, fue muy fructífera.
Llegó allí y nos dijo que si queríamos bajar a Segunda División y éramos jugadores de Segunda División, allá nosotros. «¿Vosotros sois jugadores de Segunda? Pues bajad a Segunda». Todos los compañeros empezaron a rebelarse, a gritar que ellos eran de Primera, a motivarse, nos vinimos todos arriba y salimos como toros en ese partido.
1-0 a favor, con diez todo el partido y llega el gol salvador de Onésimo.
Recuerdo ir a celebrarlo y meterle a Onésimo hasta hierba en la boca y en el culo. «Pero cabronazo, si tú nunca tiras fuera del área, me cago en la leche». Le cogimos entre todos, le zarandeamos… no nos lo podíamos creer. Lo primero, poder darle la vuelta a la eliminatoria después de ver cómo se nos puso. Lo segundo, que One fuera capaz de marcar desde fuera del área.
A mí me dijo que estaba muy cansado y sólo le quedaba tirar…
¡Vale! Pues fue la mejor elección en toda su vida. Menudo golazo, aunque normalmente no llegaba a portería.
También comentó que al marcar, girarse y veros a todos, tenía miedo de que le agarrases.
¡Es verdad! Yo le puteé mucho, pero es que ese gol, con todo lo que significó, era para hacerlo. Además, él sabe que yo iba a por él muchas veces.
¡Vaya jugador era Onésimo!
Estuvo en el FC Barcelona con Johan Cruyff, con eso te digo todo. A nosotros nos vino de miedo. ¿Tú sabes lo que era darle un balón a Onésimo y estar diez minutos así (se cruza de brazos) descansando mientras él está en la banda? Era un chollo.
El año siguiente sí que bajáis en la promoción contra el mismo rival, pero durante la temporada marcas un golazo en el Calderón en una victoria por 1-3 ante el Atlético de Madrid.
Ese ha sido uno de los mejores partidos que me salieron en mi carrera. Y eso que me solían salir muy buenos partidos contra el Atlético de Madrid. Creo recordar que además del gol, los pases de los otros dos también los di yo.
Mi gol fue una pared con Andrijašević, la paré, me salió Toni y la pegué a la escuadra de Molina. Tengo precisamente una foto de ese partido en la que también aparece Simeone. Fue un día muy grande y, de hecho, los aficionados del Atlético de Madrid se metían mucho conmigo: «Joder, con el Madrid nunca juegas así. A ver si lo haces igual cuando sea contra ellos».
¡Pero esa temporada también le ganasteis al Real Madrid de Capello por 1-0!
Sí, pero yo no marqué gol y no tuve ese partidazo como contra ellos. Aquel partido, el Real Madrid venía invicto desde que había empezado la temporada y les ganamos con un gol de Ezequiel Castillo en Vallecas. Vaya fiesta.
Esa temporada la empezó Paquito.
Iba a entrenar a Las Rozas en metro con su camisa de cuadros, de leñador. Era un hombre al que le encantaba jugar bien al fútbol y que nos daba toda la libertad para que hiciéramos lo que quisiéramos en cada momento, con organización. Nunca se me olvidará su frase cada vez que hacíamos rondos: «Al del al lado, que tiene menos pecado», pues ponía mucha importancia en no perder el balón.
Él también se metía en aquellos rondos pese a su edad, jugaba muy bien y le llamábamos «el abuelo de Heidi» con todo ese pelo blanco. En el vestuario quería que recogiéramos toda la ropa porque no le gustaba que estuviera por ahí tirada y siempre nos estaba contando algunos cuentos antes de los entrenamientos como el del burro y la rana. «Joder con los cuentitos de los cojones», decíamos (risas).
Era una persona muy campechana y lo que más importaba de él en sí era su idea de que nos divirtiéramos jugando. Para él, el jugador debía estar alegre y contento, y eso se notaba luego en el terreno de juego. He tenido otros entrenadores que me cohibían a la hora de subir, pero él no: «Cuando tú lo veas, sube. Se queda Alcázar o el que sea». Libertad de movimientos, que a mí me gustaba mucho. No he tenido muchos entrenadores así.
Además de Guilherme, estaba por ahí Diego Klimowicz.
Klimowicz era el típico delantero argentino con un poderío espectacular, pero no jugaba mucho de titular. Le costó mucho trabajo entrar y después de un par de años con nosotros se marchó al Valladolid. Un tío muy fuerte y tremendamente contundente dentro del área. Además, para la altura que tenía y cuerpo, era muy habilidoso y la pegaba muy bien. Le recuerdo con mucho cariño, también a Ameli, que jugaba atrás.
También coincidiste con otros como Quinzinho, Makinwa o Mandra, que apenas jugaron.
Eran buenos, pero teníamos muy buenos futbolistas en el equipo. Teníamos un gran bloque y era complicado jugar. Ya te digo que Klimowicz era muy bueno y le costaba mucho entrar.
Me ha venido ahora el nombre de Luis Fernando Vergara, que marcó un golazo en Compostela el año del ascenso con Juande Ramos.
Joder, qué memoria tienes. Todavía tengo amistad con Vergara y hablamos muchas veces. Ese día, cuando marcó aquel golazo, todos se lo decíamos: «¿Cómo es posible que hayas hecho este gol?». Fue un gol tipo Maradona, pero él no era ese perfil de jugador, pues era más delantero y no era un futbolista rápido. Hizo una serie de regates ahí desde el centro del campo, se fue de todos los futbolistas que le salieron y nos quedamos todos alucinados.
Era el primer año de Juande. ¿Qué cambió para dar comienzo a ese ciclo tan bueno?
Cuando él llegó aquí, lo hizo desde el Lleida después de haber descendido el año anterior al Barcelona Athletic, así que vino un poco entre comillas, pero luego como entrenador vimos que era un gran estratega. Muchos partidos los solucionamos con jugadas a balón parado, aunque también es cierto que teníamos jugadores muy buenos para ese tipo de juego.
Mami Quevedo entraba como un tiro, Jean François Hernández las tocaba todas… Hacíamos una jugada en banda que era una falta lateral que la lanzaba Luis Cembranos, hacíamos un barrido al primer palo, Míchel estaba en el punto de penalti, también iba al primer palo pero se volvía al segundo y terminaba quedándose solo en el punto de penalti cuando le llegaba el pase de Luis. Así hicimos algún gol y si no era gol era jugada de uy.
Ese año del ascenso llega Luis Cembranos en el mercado invernal… comienza el germen del Rayo europeo.
Luis era un futbolista diferente. Para mí, aquel equipo que luego acabó jugando la UEFA ha sido uno de los mejores que hemos tenido. Era una plantilla muy equilibrada, con futbolistas con mucha capacidad de trabajo: Poschner, Hélder, luego Mingo, Ballesteros…
Ese del año 1999 es el primer ascenso que se celebra en la fuente de la Asamblea.
Una Champions League para nosotros. Fuimos en autocar tirando camisetas, calzoncillos, medias, calcetines… la gente nos pedía de todo. Lopetegui, Van den Bergh… todos sin camiseta. Nos subimos a la fuente, mirábamos y estaba todo lleno.
Era la primera vez que teníamos una fuente en Vallecas para celebrar como el Madrid tenía Cibeles o el Atleti a Neptuno. ¡Nuestra fuente! Para mí ha sido una de las celebraciones más bonitas. Esta vez sí que lo celebré con ganas y estaba bien, no como en 1989.
¿Le hubierais ganado al Rayo actual?
Probablemente. Teníamos jugadores muy fuertes. Éramos un equipo similar, muy bien compensado en todas las líneas, algo que ahora también. Pero, desde luego, Bolo estaba en racha y hacíamos goles, si no se lo preguntamos al Girondins de Burdeos con Dugarry y compañía.
Jon Pérez Bolo son palabras mayores.
Bolo era un tío flojo psicológicamente. Lo recuerdo así. Había que hablar mucho con él, pero era buen compañero. Ha sido uno de los delanteros que, sin tener tantas cualidades como podían tener otros, dio mucho al equipo. Y el que diga lo contrario, miente.
A Bolo no le podías decir: «No metes un gol ni al arcoíris», sino cosas buenas. Él lo sabe, que yo comentaba: «Bolo, con Hugo me he ido a Segunda y contigo a la UEFA». ¡Y metía todo! Es que las marcaba hasta con el culo.
Subís a Primera y el sueño sigue, porque empieza la temporada y en la jornada 11 sois líderes. Para frotarse los ojos.
Fue algo completamente inesperado. La primera jornada vale, la segunda… pero llega esa jornada once, somos líderes y jugando bien. Hubo un momento en el que nos hicimos hasta unas camisetas de las que todavía tengo alguna por ahí con la clasificación, porque eso debía estar grabado de por vida.
Nunca habíamos estado de líderes en Primera División y con esa solvencia. Antes, yo de cachondeo daba la vuelta a la clasificación y decía «qué vamos los primeros», pero ahí no hizo falta.
Esa jornada 11 os gana el Real Madrid en Vallecas después de poneros 2-0.
Nosotros siempre empezábamos muy fuertes, sorprendíamos a todos los equipos, fuera el que fuera y marcábamos en los primeros minutos. Lo que pasa es que los equipos grandes luego comenzaban a venirse arriba, a jugar bien al fútbol y cambiaban el chip. Fue una pena, porque perdimos un partido que tuvimos prácticamente ganado.
Julen Lopetegui.
Lopetegui fue otro jugador que se involucró tanto en el Rayo y vivía tanto en el rayismo que te costaba creerlo. Había pasado por la cantera del Real Madrid, por el FC Barcelona… pero se convirtió en un vallecano más.
No te puedes imaginar lo que llegó a querer a la camiseta y al escudo del Rayo Vallecano. Yo, que era capitán, hablaba con él, con Mami, con Jean François, y todas las decisiones las tomábamos juntos para que los jóvenes lo vieran. Por eso hicimos un gran trabajo, llegamos a triunfar y vivimos momentos históricos.
Se os escapa entrar en las semifinales de Copa del Rey con un gol de Baraja para el Atlético de Madrid casi en el último minuto en Vallecas.
Fue un partido que nos dio mucha rabia a todos, porque nos veíamos ahí. Si algo he ansiado en el Rayo después de lograr tantos éxitos era ganar un título, y uno que veía cerca era el de la Copa del Rey. Lo tenía en la mente, pero creo que ese partido no jugaron todos los que lo solían hacer habitualmente.
No estaba Bolo, que marcó los dos goles en la victoria sobre el FC Barcelona en el Camp Nou…
Fue una temporada soñada, inimaginable. Ese partido era la antepenúltima jornada, con el Barcelona jugándose la Liga, les ganamos 0-2 y acabó llevándose el título el Deportivo de la Coruña. Y encima, nuestra primera victoria en el Camp Nou: hicimos una fiesta increíble, porque no era normal.
Nos quedamos allí a dormir, pero salimos y celebramos. Juande Ramos tampoco era un hombre muy expresivo a la hora de celebraciones, pero él tampoco se lo podía creer.
Acaba la temporada, llega el verano… y entráis en la UEFA por juego limpio.
Toda mi vida quise jugar competición europea con el Rayo Vallecano. Cuando conseguí asentarme en Primera División y jugar muchos años ahí con la familia Ruiz Mateos, mi objetivo era la UEFA. Ese año, hice un borrador de las primas expresamente para estar lo más arriba posible y después de que mis compañeros lo aceptaran se lo transmití a la directiva.
Nosotros siempre hacíamos las primas enfocadas al objetivo de la permanencia, y eso era algo que a mí no me gustaba, pues cuando estábamos salvados, bajábamos un poco los brazos. Hablé con la familia Ruiz Mateos y el gerente y les transmití que queríamos crecer y enfocar las primas de otra forma. «Sí, pero no os vamos a mantener la prima por salvación y además daros otra por puestos».
«No, nosotros nos la queremos jugar: queremos la mitad del dinero por la salvación, pero cuanto más arriba quedemos, más dinero». Eso fue lo que se firmó y al final quedamos novenos, mejor clasificación de la historia hasta entonces y con el añadido de que sonó la flauta y nos clasificamos para Europa por fairplay.
¿Cuándo se celebró el sorteo de la UEFA sabías que existía esa posibilidad?
No, nadie lo sabía, por eso la sorpresa fue todavía mayor. Yo estaba en Benidorm, porque tenía un apartamento allí, y me enteré por medio de Sofía Martín, del diario Marca. Ella fue la primera que me llamó, ya que yo era un brasas con el tema de Europa y tenía una pelea con todos tus compañeros porque me decían que estaba chalado cada vez que comentaba que iba a jugar la UEFA con mi equipo.
En cuando ella se enteró de lo que había pasado en el sorteo, al primero que llamó fue a mí: «Sofía, no me vaciles». Pegué un grito desde el piso veintiuno: «Síiiii». Una alegría que no te puedes ni imaginar. Se me cayeron hasta las lágrimas: «No me puedo creer que vaya a jugar la UEFA con el Rayo».
Os toca adelantar las vacaciones y en previa os enfrentáis al Constel•lació Esportiva, al que le endosáis un global de 16-0. ¿Sabíais de su nivel?
No. Sabíamos que no se trataba de un equipo potente porque era más desconocido, pero fíjate que salimos allí tan fuertes que ganamos 0-10. Teníamos una mentalización tal que no les dimos ninguna opción.
Ese partido de ida lo inicias en el banquillo. Tú, qué eras clave en el equipo y tanto habías soñado con la UEFA, ¿recibiste alguna explicación por parte de Juande Ramos?
No me dio ninguna explicación y nadie lo sabía hasta el momento en que dio la alineación. Todos mis compañeros comenzaron a mirarme en el momento que se conoció el once, imagínate. Sabían cuál era mi tristeza en ese momento. Juande Ramos tiene mis respetos, ya ha pasado todo lo que ha pasado, pero nunca llegué a entenderle.
¿Qué es lo que tenía guardado de mí para hacerme eso aquel día cuando yo había jugado todos los partidos de titular la temporada anterior? Hubo un par de momentos con Juande Ramos que me dejó un poco dubitativo como persona. No como entrenador, sino como persona. Lo primero es que, aunque luego me sacó, con mi suplencia consiguió que esa primera foto con el Rayo Vallecano en la UEFA no la tuviera.
Míchel ha desvelado que Stuani va a llevar el brazalete del Girona el primer partido de la Champions de la temporada que viene y precisamente he hablado de esto con él después de que lo dijera. Creo que, en los valores de Míchel, ese día lo dejó marcado.
Cuando habla conmigo, Míchel me comenta: «Cota, en muchas cosas de las que he aprendido, tú eras mi referente». De hecho, al marcar el primer gol en ese partido él viene a dedicármelo y fue un bálsamo para mí. No tengo aquella primera foto, pero fíjate que detalle de mis compañeros.
Hacías referencia a dos momentos con Juande. ¿Cuál fue el otro?
Dijo una cosa en el diario As que no me gustó e incluso lo hablé con él: «El Barcelona tiene a Kluivert y nosotros tenemos a Cota». No estuvo muy bien y esas fueron las dos cosas que me desilusionaron de Juande Ramos. Pero yo, luego con los veteranos he ido a un homenaje suyo en su pueblo (Pedro Muñoz) y cuando jugamos el partido del centenario, lo saludé y no hay ningún problema.
Míchel brilló mucho con Juande Ramos.
Le llamábamos el «niño» y tiene unos precedentes muy parecidos a los míos, pues sus padres son fruteros y salió de Vallecas. A él le costó mucho trabajo llegar a conseguir un puesto en el primer equipo, pues todo el mundo le achacaba que no tenía cuerpo y no era un tío corpulento, pero tenía una gran zurda.
Tenía una pierna izquierda increíble, una habilidad, una calidad y un talento envidiables que a muchos nos hubiera gustado tenerlos. En el año de la UEFA, Míchel destapó el tarro de las esencias, fue primordial aquella temporada y demostró el carácter y la personalidad que mucha gente había dicho que no tenía. Juande Ramos vio a un Míchel distinto, que se había ganado el puesto y supo aprovecharlo cuando lo tuvo.
Llega precisamente el partido de vuelta y te lesionas de gravedad.
Si ves las imágenes, es como un muro de contención. Yo voy en velocidad, hago una pared con Glaucio, estoy muy motivado por las circunstancias que habían ocurrido, me mete el balón en profundidad con la mala fortuna que me pilla la pierna de apoyo Jonás, choco, caigo y quedo como recto.
Al chocar, freno de golpe y quedo como clavado, se puede ver. Cuando me miré, vi un agujero en la pierna y sabía que me había fracturado la tibia. Mis compañeros sabían de sobra quién es Cota, porque todos me conocían. Todos. «Si Cota no se levanta, chungo».
Lo pasé fatal, fuimos al vestuario, la Cruz Roja no tenía las prótesis para ponerme, fui hasta Fremap en Majadahonda y fue complicado con todos los baches y sin estabilización. Sin embargo a mí eso no me dolía, lo que me dolían eran otras cosas porque yo estaba pensando que no iba a jugar más. «Joder, la UEFA, coño, algo que tanto he ansiado». Eso sí me dolía, la pierna no.
Parece una maldición.
Fue como decir: «yo te voy a dar esto, pero a cambio…» En la vida, a mí me han sorprendido muchas cosas. Esto no lo sabe nadie, pero estaba una noche en un restaurante, vino una persona hacia mí, me comentó que era vidente y me conocía: «Vas a tener una lesión fuerte». Mi contestación fue: «No te acerques a mí, no me gustan estas cosas». Y luego la tuve. Me quedé flipado.
Siempre dijiste que querías jugar la UEFA con el Rayo y fue precisamente un partido de UEFA el que te causa la lesión más grave. ¿Hubieras cambiado que el Rayo no jugara la UEFA y así no lesionarte?
No. ¡No! Yo tenía tanta ilusión por jugar la UEFA que valoré que tenía que disfrutarla desde la grada. Fui a ver todos los partidos, estuve junto a mis compañeros y disfruté mucho del juego y de la pedazo de UEFA que hicieron. Además, noté que ellos tenían mi nombre en el corazón, sacaban mis camisetas de «Ánimo Cota». No estaba en el campo, pero es como si lo estuviera y eso me llenó mucho.
Nos decía Luis Cembranos que eran viajes como en familia.
Iban amigos de Luis, amigos míos, de Lopeteguí… tenías que ver la gente que vino del Real Madrid y del Atlético y la ilusión que tenían con nosotros. «No me pierdo un partido en Europa con el Rayo». Teníamos un apoyo total y nos llevaban en volandas.
Ver a tanta gente rayista en Dinamarca o en Francia te dejaba sin palabras. Tengo guardada una foto de esa época a la que le tengo mucho cariño. Cuando fui a ver el partido a Burdeos frente al Girondins me pasé por el hotel para saludar al equipo junto a mi mujer y uno de mis socios del restaurante.
Al llegar allí estaba Teresa Rivero y vino directa: «Jesús, tú a comer aquí con nosotros». Nos sentamos allí en una mesa grande todos juntos. Éramos una familia y eso es lo bonito, que una presidenta tenga un detalle así. Es ahí donde el futbolista y la persona se siente querida.
Tardas más de un año en volver a jugar.
Me costó mucho trabajo. Hicieron conmigo una serie de pruebas, decían que la fractura era limpia y querían que soldara por sí misma, magnetoterapia con Pedro Guillén… yo confiaba mucho en ellos y tardé mucho tiempo en recuperarme. Luego, el proceso de recuperación también fue enorme, estuve subiendo gradas ahí en la Peineta como un loco y luché al máximo.
Llegaron a ofrecerme la invalidez y no la quise. Era un jugador muy impulsivo, de hecho me cabreé con el gerente y con el médico, y dije que Cota se retiraba en el terreno de juego. Logré recuperarme, debutar y ganar a la Real Sociedad, lo que pasa es que estaba Gregorio Manzano y él no me supo dosificar bien. Me quiso meter todos los minutos desde el principio y ahí yo creo que no anduvimos muy bien, pues debíamos haber empezado poco a poco.
Acaba la temporada y te retiras.
Es el club el que decide no contar conmigo. No tuvo el detalle de preguntarme si yo quería seguir un año más y resuelve que mi último partido tiene que ser el día del Celta de Vigo en la última jornada. Salí con mi hijo de la mano y ganamos uno a cero, pero la decisión de retirarme fue del club junto a Lopetegui, Alcázar y algún compañero más, todos juntos.
Otros equipos intentaron ficharte.
Primero fue el Getafe, de la mano de su presidente (Ángel Torres), que por cierto tenía a Felines de entrenador. Sin embargo, hubo una serie de circunstancias que prefiero no contar y por las que se estropea todo un poco.
Luego llegó el Numancia, y como no tenía ganas de ir empecé a exigirles casa, dinero… cuando Máximo Hernández, que en paz descanse, me dijo que aceptaban todo lo que les había pedido fue cuando me di cuenta que no tenía ilusión y le fui sincero: «Te agradezco todo lo que has hecho por mí pero ya no tengo ilusión por vestir otra camiseta».
Es cierto que podría haberme ido a otro equipo, pero decidí retirarme. Sin motivación, no era nada.
¿Y ahora?
Pues hace poco he dejado mi segundo negocio de hostelería, que ya estaba cansadísimo. Como sabrás, el primero fue el Restaurante, que eran mil quinientos metros y le llamábamos el templo rayista.
Me fui a una fábrica de cerámicas, puse todos los escudos de las peñas del Rayo en la entrada e hice todo para que fuera un referente y después de dieciocho años decidí dejarlo. Raúl Martín Presa se metió por ahí y se lo dejé a él, pues lo consideraba la mejor persona para llevarlo, ya que aunque había otras opciones, el club mandaba mucho sobre el restaurante y tampoco veía meter a otra persona.
Pero el club lo dejó morir.
Sí. Está prácticamente cerrado. Imagínate, después de tirarme tres años haciendo obra que ahora esté así…
¿Duele?
Duelen muchas cosas.
Y con el negocio traspasado, ¿a qué dedicas tu tiempo?
Ahora mismo me estoy dedicando más tiempo a mí y voy a intentar hacer todo lo que no he hecho antes, como el deporte, que es lo que me gusta. Y si veo alguna inversión que me apetece hacer, pues adelante. Pero las cosas que haga quiero que sean a mi aire y sin un compromiso de estar todos los días a todas horas, sino más tranquilo.
¿Cómo es ese día siguiente después de dejar el fútbol?
Lo peor que hay son esos primeros años después de dejar el fútbol. Vives en una nube, no sabes qué hacer y te dedicas a distintas cosas, pero al final no se puede llenar todo ese tiempo que tenías. Mi misión no era ser entrenador, porque estaba harto de los viajes. Date cuenta que yo con el Rayo venía de hacer viajes a Figueras o Palamós, viajes de doce horas, hoteles… y eso no lo quería.
Para mí, aunque sea fundamental, lo más importante no es el dinero, y además me pasó una cosa que no me la esperaba.
A lo mejor, por esa presión, por ese estrés, padecí de acúfenos y estuve tres o cuatro años al borde del caos y con depresión. Eso me alejó mucho del fútbol y de la vida en general. Mucha gente no lo sabe, aunque sí algunos compañeros. Es algo muy jodido.
Me empezó una noche a las tres de la mañana, me desperté con ello en los dos oídos, fui a urgencias y fatal. Te vuelves loco, pues el tema del acúfeno es muy desconocido tanto para los médicos como para las personas que lo padecen, ya que no logras asimilarlo ni quieres hacerlo.
Ahí está el verdadero problema, cuando no lo asimilas. Dentro de los acúfenos los hay severos y menos severos, pero si es muy severo, que lo escuchas durante el día, es mortal. Al cabo de dos años estaba tomando Orfidal para dormir, antidepresivos y hay un informe médico que está ahí.
Un día fui a farmacia en Coslada y una persona que había allí me vio la cara y vino hacía mí para preguntarme qué me pasaba, porque estaba desencajado. «Estoy al borde del caos». Me pidió que pasara a la oficina que tenía en la propia farmacia, le conté todo y me explicó que tenía una consulta en la calle Ibiza y se dedicaba precisamente al tema de acúfenos.
Yo pensaba que iba a venderme humo y aprovecharse de mis circunstancias, pero me vendió unos audífonos que me vinieron muy bien, ya que antes por la noche no podía dormir debido a que sentía un pitido agudo y él desde el ordenador me enviaba un sonido grave que trataba de contrarrestarlo.
No me lo llegaba a quitar del todo, sino que trataba que mi cerebro se acostumbrara a ello poco a poco. Empecé a ir a la consulta, comencé a ponerme estos audífonos con los que incluso escuchaba el ruido de la calle y no me rayaba tanto con el pitido. Estamos hablando de temas muy jodidos, pensando en suicidio.
Llegaste a pensar en suicidarte.
Sí, era un tema grave.
¿El problema se solventó?
No, lo sigo teniendo. Únicamente, que pasó de ser severo a muy leve porque conseguí aceptarlo. El problema está en aceptar a tu enemigo y no quieres. Yo, cuando conseguí aceptarlo es cuando empecé a mejorar.
¿No crees que el club no presta atención a los ídolos? Da la sensación que no cuenta con vosotros.
Todo el mundo me dice lo mismo. Cualquier club que no valore su historia, ya sea el Rayo, el Real Madrid o el Barcelona, es un club pobre y creo que se le debería dar más importancia a la historia de la entidad. Verdaderamente, no somos enemigos, sino parte de la historia.
Unos más y otros menos, pero todos formamos parte de ella y creo que se debería tener más en cuenta. Todo depende de quién gestione el club. He visto a otros equipos y sí cuidan a su historia. Por ejemplo, he ido a Valdebebas y he visto fotos de todos los futbolistas, pero a mí me cuesta ver una foto mía dentro del estadio siendo el jugador que más partidos ha jugado.
Cuando organizó el partido del centenario y le dije a Martín Presa que iba a ir, él estaba súper emocionado. Y es verdad que yo voy porque creo que el club me necesita, pero más que el club es mi afición y mi gente a los que no puedo fallar. No fallaría a Raúl Martín Presa, sino a mi afición, a mi escudo y a mis valores. Por eso debo ir.
Ya se las he dicho, pero a mí estas cosas me gustaría decírselas a él personalmente, porque parece que si las dices a otros niveles de comunicación no le gusta. Pero si no le gusta, él debería hablar más con nosotros, sabría mucho más, podría comparar sus pensamientos con lo que también valora gente que forma parte de la historia de la entidad; y con todo eso fusionado extraer buenas conclusiones.
Otros presidentes como Ruiz Mateos lo hacían a través de taxistas, gente de la calle… se informaba, apuntaba y luego iba a casa y sacaba sus conclusiones.
Si el club te ofreciera un cargo o un puesto representativo, ¿te gustaría? ¿O prefieres estar desligado?
Me voy a dedicar tiempo a mí, pero voy a estar si el club me necesita. Siempre he estado ahí. Hubo un momento trágico en el que, tanto él como el club estaban mal y hablé con Raúl en mi restaurante. Fue cuando echaron a Baraja y apostaron por Míchel I.
Fue una casualidad que le vino muy bien al futuro del Rayo. Y digo que fue una puta casualidad porque fui al restaurante a recoger unas facturas y el hombre estaba allí, triste y muy preocupado.
No era una reunión conmigo, pues había otras personas que lo iban a hacer con él, pero estaba tan mal que cuando me vio, me preguntó y yo le fui claro: «Me tengo que ir, pero te voy a decir una cosa, si tienes que meter a alguien, el equipo necesita tranquilidad y el único que puede hacerlo es Míchel. Es verdad que es un novato y está empezando, pero es alguien que puede hacerlo». Gracias a Dios, es la única vez que me hizo caso.
Creo que el Girona también te lo agradece, porque menuda temporada.
Bueno, a mí me hubiera gustado que en vez de en el Girona hubiera estado en el Rayo y hubiéramos llegado nosotros a Liga de Campeones. Y seguramente a Míchel, si le preguntas… aunque es una cuestión algo delicada y seguro que te diría que con los dos equipos.
¿Qué es el Rayo para ti?
Para mí el Rayo es mi casa, mi familia y mi pasión. Hay una frase que digo algunas veces y se la robé a un gran rayista: «Yo no soy rayista de corazón, soy un rayista de alma, porque el corazón muere y el alma perdura». El Rayo para mí ha sido todo, una escuela en la que he aprendido. Mi colegio, un lugar en el que me he formado como persona y como futbolista. Todo.
¿Cuántas entrevistas has hecho en tú vida?
¡Uf! No sé. Miles.
¿Y hay alguna pregunta que no te hayan hecho nunca y te gustaría responder?
Hay algo. Con la edad que tengo, ya he aprendido a valorarme, pero yo sé que mucha gente no ha sabido valorarme. En Vallecas, mucha gente no ha sabido valorarme. En el club, mucha gente no ha sabido valorarme. Pero creo que si de algo puedo presumir es que soy un jugador que sólo ha vestido la camiseta del Rayo Vallecano.
Pero si preguntamos a cualquiera en Vallecas, eres el jugador más querido.
En general, la gente conmigo ha sido única y sí me ha sabido valorar. Pero muchos desconocen la verdadera pasión y no tienen conocimiento de lo que yo he hecho internamente en el club además de ser jugador.
En jotdown.es hay un montón de entrevistas entretenidas y aleccionadoras… esta es la mejor. Por muchas razones la mejor
.
Totalmente de acuerdo. Como rayista, y como dice Cota, me ha llegado al alma. Que esta entrevista sea leída por Presa, y que saque sus conclusiones
Magnífica entrevista. Cota es un tipo sencillo, humilde, honesto, valiente y además era un muy buen futbolista.
Recuerdo una colección de cromos de la liga 92-93, que tenía un comentario debajo de cada jugador. El de Cota comenzaba: «rayista hasta la médula»
Jugadores que ya no hay. Que me den un Cota para mi Valencia.
Pingback: RC#26: ¿Qué me estás contando?
Sin duda Cota ha sido unos de los jugadores más importantes del Rayo, por no decir el más importante, siempre dando todo en el campo y fuera de él por el Rayo.
Para mí ha sido y será el número uno.