Historia del fútbol italiano

El breve Inter de Gasperini y Ranieri

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Diego Forlán (Foto: Cordon Press)

El pasado miércoles la Atalanta ganó la UEFA. Gasperini (66) ha dado el primer título europeo al club, lo que hace justicia a ocho años de buenos resultados que no le eran del todo reconocidos. «Cuando nos dicen que no hemos ganado nada, les respondo que hemos batido todos los récords en la historia de la Atalanta. Me decepcioné al escuchar a uno de nuestros aficionados decir que envidia a los de Verona por el Scudetto que ganaron ellos», confesó recientemente.

La efeméride coincide en semana con la retirada de Ranieri (72), otro entrenador con hito histórico, ya que en 2016 consiguió la Premier con el Leicester. Ranieri se despide tras ayudar al Cagliari a mantenerse en Serie A. Se trata de dos técnicos de gran trayectoria en clubes del segundo escalón que, sin embargo, compartieron un naufragio superior llamado Inter de Milán.

Gasperini para cambiar de estilo

En 2010 el Inter era el mejor equipo del mundo. Ganó la Champions con Mourinho y meses después el Mundialito, de la mano de Benítez. Quejándose de la falta de fichajes, a mitad de curso el entrenador español rescindió contrato de mutuo acuerdo con la directiva de Moratti, quien a su vez lo acusó de haber impuesto un régimen que no permitía disfrutar a jugadores ni aficionados.

Y para la temporada 11/12 la recomposición del equipo se confió a Gasperini, técnico en las antípodas de su antecesor. Su cartel se limitaba a un pasado en las inferiores de la Juventus y al buen fútbol exhibido por el Genoa que dirigió.

Gian Piero Gasperini como técnico del Inter (Foto: Cordon Press)
Gian Piero Gasperini como técnico del Inter (Foto: Cordon Press)

Gasperini había adquirido notoriedad por proponer un juego vivo que priorizaba al futbolistasobre la libreta y al fútbol a ras de hierba sobre el de vía aérea. Su mirada técnica era, grosso modo, generar juego mediante rápidas combinaciones e impedir desde sus atacantes la salida del oponente.

Una de las claves de que su Genoa consiguiera buenas ejecuciones radicó en mantener una media de edad que rondaba los 25 años. Allí había dirigido al fino Motta y al siempre intenso Milito, para conseguir un meritorio quinto puesto en 2009. En el Inter volvería a tenerlos, pero las circunstancias eran bien distintas.

Un Inter envejecido y mal renovado

Era aquel un Inter veterano y autocomplacido con las recientes victorias. «El Inter es un grupo muy fuerte, no sólo en el campo sino también en cuanto a carácter», dijo Gasperini en sus primeros días, con intención de reavivar la voluntad de una plantilla que parecía apagarse. Todas sus estrellas pasaban los treinta años, la mayoría sobradamente.

Zanetti, su capitán, tenía 38 y aún era indiscutible. Desde la pretemporada el grupo tuvo lesionados. Motta, sin ir más lejos, se perdió la primera mitad de curso. Gasperini declararía más tarde que «mi intención en ese equipo era ponerlos en marcha de nuevo, pero ninguno de los jugadores estaba en forma. Incluso después, algunos tuvieron problemas con lesiones».

En relación a los fichajes, a su llegada Gasperini se posicionó de parte de la directiva: «Han hecho, con gran mérito, las mejores elecciones». Hoy sabemos que aquello no era cierto, puesto que la carrera de los contratados (Jonathan, Ricky Álvarez, Zárate o Castaignos) habla de su nivel real.

Tras la Supercoppa perdida ante el Milan en agosto, Eto’o se marchó a Rusia y su recambio fue Forlán. El uruguayo tenía 32 años, venía de no alcanzar los diez goles en la Liga por primera vez en su carrera y tras la breve experiencia del Calcio se iría a jugar a Brasil. «¿Si podíamos haber traído a más jugadores? Mejor lo dejamos estar», diría el entrenador, esta vez sí con -velada- sinceridad, tras su despido.

Tres centrales y varias derrotas

En materia táctica, Gasperini aseguró que el Inter era un equipo «dúctil». Analizó los futbolistas y decidió que formar con tres centrales era la mejor opción. Lo hizo para que zagueros pesados como Ranocchia, Samuel, Lucio o Chivu se protegieran entre sí lateralmente, reduciendo las distancias. Toda vez que, desde el 5-3-2, los también veteranos Maicon y Zanetti podrían atacar los costados con menos esfuerzo, al partir desde metros adelante, manteniendo asimismo el resguardo de los dos centrales-laterales.

La decisión fue un riesgo. El Inter había ganado la Champions con cuatro en el fondo y por ello el cambio no fue aceptado. Son las cosas de leer el fútbol desde la táctica. Gasperini aseveraría años después que la razón de su despido «fue la defensa de tres hombres. Eso fue todo, nada más». La variación tuvo peso, qué duda cabe. No obstante, el motivo principal fue que Moratti nunca tuvo paciencia ante malos resultados en cadena.

Alineación de la Supercopa

El Inter presentó zaga de cuatro en varios partidos posteriores a la Supercoppa, aunque siguió sin rodar. Gasperini no pudo contar con Maicon y el costado derecho se debilito notablemente. Así cayó en el Meazza, el 14 de septiembre, ante el Trabzonspor. El de Grugliasco trataba de encontrar el esquema que permitiera aprovechar a sus mejores futbolistas, pero el tiempo se agotaba.

«Gasperini se hunde, es el fin», tituló La Gazzetta dello Sport después de que el Inter perdiera en casa ante el recién ascendido Novara. El diario sabía lo que se decía, tratándose de Moratti. Perder es siempre la razón, algo que el propio Gasperini reconocería en noviembre de 2011, al ser cesado tras cuatro derrotas y un empate en sus cinco partidos oficiales: «Al final, los resultados lo decidieron todo. Estoy muy decepcionado. Habíamos establecido una buena relación, es una pena que tengamos que interrumpirla».

Moratti no estaba de acuerdo en lo referente a esa buena relación entre el técnico y la plantilla. Afirmó que, a su juicio,«el equipo se le ha escapado de las manos». Por eso el sustituto fue Ranieri, un técnico con galones.

Ranieri para dirigir a Sneijder

El Inter ocupaba el puesto diecisiete cuando firmó Ranieri. En su presentación explicó que «Gasperini tenía sus propias ideas pero no consiguió que funcionaran. Lo que yo quiero es hacer que este equipo juegue como sabe jugar, con todo su talento. El Inter ha comenzado mal la temporada y yo quiero hablar con los jugadores para entender el porqué. También ha habido mala suerte y jugadores importantes lesionados. (…) Tenemos que levantarnos y luchar, y recuperar la confianza ganando puntos lo antes posible».

Wesley Sneijder (Foto: Cordon Press)

Aunque ganó en su estreno, a domicilio contra el Bologna, para Ranieri no fue fácil conseguirlo. Sus ideas tampoco casaron con la plantilla. Ranieri exigía ante todo respeto táctico e intensidad defensiva: «Hace un año y medio estos jugadores estaban considerados como grandes campeones y estoy seguro que desean poner fin a este mal inicio. Quiero ver la actitud de no rendirse nunca que vi cuando mis equipos se midieron al Inter en el pasado. Tenemos que luchar todos los balones», avisó.

Sin embargo, los referentes ofensivos de aquel Inter ya no estaban preparados para ello. Los casos más sensible fueron Sneijder y Forlán, cuarto y quinto en el Balón de Oro 2010, respectivamente. Cada jugador elige cuándo jubilarse y Sneijder se iría la temporada siguiente a jugar a Turquía, a los 28 años. Toda vez que Forlán llegó a negarse a ingresar en un partido -contra la Atalanta- como mediocampista de banda porque «él no juega ahí». Ranieri no pudo o supo aprovecharlos, algo inasumible para un equipo de esas aspiraciones.

El romano varió la confección para encontrar «un equipo bajito y compacto». Estrechar las dos primeras líneas para robar y salir. «Hace dos años Sneijder jugó como segundo delantero, pero ¿es posible jugar ahora con dos atacantes y él? Si es así, me alegro; de lo contrario, tendré que poner dos delanteros o uno además de él». Ranieri tuvo dudas al respecto, pero finalmente recuperó para el Inter el 4-4-2 en rombo que en tantos ocasiones se viera con Mourinho.

Alineación habitual de Ranieri.

Los problemas físicos de Sneijder fueron recurrentes. Aun así,  era la opción prioritaria en labores de enganche bisagra. Ranieri sabía que el neerlandés era su único futbolista clarividente en zona de aceleración de jugada, tanto para asistir como para definir. Y además era el mejor socio de un Cambiasso a quien no dudó en otorgar la manija de su Inter desde la posición de pivote: «es el entrenador dentro del campo, conduce y orienta a sus compañeros».

Por eso Ranieri trató de aprovechar a Sneijder, aunque vieran el fútbol de manera diferente. El técnico expuso que «Sneijder es un jugador importante, pero tiene que entender lo que quiero; de lo contrario, él hablaría un idioma y el equipo otro. El caso es que aprenda este idioma». Mientras el mediocampista, criticado por su bajo nivel, se justificó declarando estar en forma, pero tener que «hacer muchas cosas» en el campo.

Ranieri pedía a Sneijder ayudar en la defensa cuando el equipo se replegara y luego liberarse el tiempo justo para desenlazar el ataque. Algo similar a lo que exigía a su segundo delantero, fuese Pazzini, Zárate o Forlán. Estos debían ocupara la banda en fase defensiva y actuar junto al punta -a menudo Milito- cuando el Inter atacase. No rindieron en esas labores mixtas. En descargo de los delanteros hay que decir que, a excepción de Zárate, ninguno de ellos tenían la rapidez adecuada para ser eficaz en contraataques largos.

Particularmente sobre el atacante argentino, cedido por la Lazio para cubrir la baja de Pandev, Ranieri dijo que «Maurito es un muchacho de oro, tiene todo para ser un gran jugador pero me hace desesperar por su juego. (…) A veces pienso en los partidos que es el momento de mandarlo al campo de juego, pero él no toca el balón. No persigue a los rivales, es un espectador. Luego en los entrenamientos juega unos partidazos y es un fenómeno».

Aunque el principal problema llegó con Forlán, la principal apuesta del mercado estival.

Forlán no era Eto’o

En los dos primeros meses con Ranieri, el equipo sufrió derrotas dolorosas, como ante Napoli y Juve. La victoria contra el Cagliari de la séptima fecha cambió la dinámica. Esa noche no jugaron Sneijder y Forlán, debatidos entre lesiones y bajo rendimiento. El Inter se llevó nueve de los diez partidos siguientes con escasa participación de ambos. «Si ganamos, nos meteremos de nuevo en la carrera. Si el Milan pierde, sabrá que el Inter ha regresado», dijo Ranieri antes de que el Inter venciera al vigente campeón en la jornada 18, estableciéndose en puestos Champions.

Ranieri como técnico del Inter (Foto: Cordon Press)

Con los jugadores más aplicados arriba y una propuesta de repliegue que reducía las carencias a la espalda de Samuel y Lucio, el equipo parecía cercano al ideal. «Hemos reflexionado tras los encuentros ante el Nápoles, Juventus y Udinese. Tenemos que estar atentos a los contraataques». Pero no contar con tus mayores figuras cuando te juegas títulos rara vez es la mejor opción. Entonces llegaron varias derrotas, entre ellas un 4-0 ante la Roma, y el entornó pidió a Sneijder y Forlán.

«El reto es encontrar un sitio para Wesley y Diego en el esquema del equipo. Si los pruebo en el once y responden con lucha y entrega, entonces no me lo pensaría dos veces. Pero tengo que buscar el equilibrio», había asegurado Ranieri. En esa búsqueda entre el nivel del jugador y la adecuación de este a la idea del técnico, el equipo fue eliminado de la Liga de Campeones por el Olympique de Marsella, mientras en Serie A todo se le desmoronaba. De los últimos diez partidos regulares de Ranieri, el Inter perdió seis y sólo ganó uno. Ocupaba el octavo puesto, sin opción alguna de aspirar al título, cuando Moratti se cansó.

Ranieri es despedido y el Inter sigue bajando

«Escuché el otro día a Ranieri y me pareció que se habían recuperado psicológicamente, muchas veces eso no es suficiente. Todos vimos el partido con el Nápoles. Ahora hablaré con Ranieri, pero estamos viendo qué hacer», declaró el presidente en marzo de 2012. Eliminados en Coppa por el Napoli, la derrota ante la Juventus de la fecha 29 fue definitiva.

Raniere fue despedido y su lugar lo tomó el joven Stramaccioni, promocionado desde las inferiores. Ese curso el equipo fue sexto y el siguiente quedó en mitad de tabla, aún con Stramaccioni. El Inter no volvió a ganar el Scudetto hasta la siguiente década, ya con otra generación de futbolistas.

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