Baloncesto

Bobby Knight, o licencia para odiar

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Bobby Knight (Foto: Wikipedia)

Bobby Knight. Massillon, Ohio, 1940. Fallecido hace añuco y medio. En Bloomington, donde hizo vida e historia. ¿Pocas palabras? Uno de los mejores entrenadores universitarios de siempre. El mejor diría él… y quizá no errase. Leyenda en los banquillos yanquis, odiado y amado, el tipo con el que no soñabas jugar pero para el que todos terminaban queriendo jugar. «Toma un dólar, chico… será lo último que te dé gratis», dijo a un recién llegado a sus (y está bien usado el «sus») Hoosiers.

«He venido para reclutar a su hijo. Y le digo a usted, a su esposa y a él mismo que seré el entrenador más exigente para el que pueda jugar», se presentó ante una familia (atemorizada, supongo). Pero es que su baile era (casi) siempre de victoria. De polémica, éxitos y violencia. De un tipo que hoy, sencillamente, no podría ser como era. Y eso es bueno, oigan, lean más abajo.
Eso es bueno.
Porque Bobby Knight odiaba, odiaba mogollón.
Genio y figura.

Bobby Knight odia perder.

Y se pilla unos cabreos increíbles. Bueno, se pilla unos cabreos increíbles de todas las maneras, pero es que perder… Ojo, miren currículum… más de ochocientas victorias, entrenador del año en la Liga Universitaria cuatro veces, en tres ocasiones campeón, oro olímpico, Oro en Juegos Panamericanos, campeón invicto de la NCAA en 1976 con el equipo considerado como mejor universitario de siempre (en ranking que elaboró la Asociación de Escritores de Baloncesto yanqui, año 2013). Así que cómo no odiaría perder. Un tipo al que dicen «General». Cómo no.

Bobby Knight odia los contraataques.

Porque eso es volverse loco, es correr en exceso, es cosa de básket callejero, y aquí somos tíos de lo más seriotes. Bobby dice que debes agotar el tiempo de posesión (cuando aparece el tiempo de posesión, ojo, imaginen antes… y aun así no piensen en veinticuatro segundos), Bobby dice que debes hacer pases, y pases, y pases hasta encontrar un compañero en condiciones óptimas de anotar. Por descuido ajeno o por estrategia que entrenaste mil veces, pero condiciones óptimas. Solo así podrás ganar de forma recurrente, solo así se mantiene un Programa Universitario en lo más alto con el pasar de décadas, jugadores y rivales. Eso es Bobby Knight.

Bobby Knight odia a Purdue.

La Universidad de Purdue está en West Lafayette. La Universidad de Indiana está en Bloomington. Ambas comparten estado, ambas comparten excelencia académica y deportiva. Purdue gana en glamour, porque allí estudio George Peppard, y tú no puedes competir con un sitio donde estuvo Hannibal Smith. Nunca. Hay ciento ochenta kilómetros entre un campus y el otro, y Bobby Knight odia cada uno de esos kilómetros. Porque Bobby Knight odia Purdue. Con todas sus fuerzas.

Bobby Knight
Bobby Knight y su hijo, Pat (Foto: Wikipedia)

Él es de Bloomington, es un Hoosier… qué coño, él es Bloomington. En el maravilloso libro de John Feinstein Una temporada en el alambre (traducido por Guillermo Ortiz para la Editorial Contra) hay numerosos ejemplos de tal animadversión. ¿Punto clave? Año 1985, un tío que está lanzando tiros libres, una silla que pasa volando delante de él. Bobby Knight y su arranque de furia más legendario, mala hostia que acojona al mismísimo William Foster. «Vi que había una anciana de pie al otro lado de la pista y le lancé un asiento», ironizará años más tarde. Estuvo a punto de recibir sanción goda… pero gorda de narices. Fue contra Purdue, claro.

Bobby Knight odia las estrellitas.

Cuentan que Bobby fardaba de haber ganado en los Juegos Olímpicos sin cargar de minutos a Jordan ni a Ewing. Cuentan, también, que ante esa convocatoria, la de 1984, todos los entrenadores universitarios del país recomendaron a sus mejores piezas que acudiesen a Los Ángeles, oh, sí, claro, cómo no, recuerdos, medallas… Cuentan, por último, que las razones eran otras: después de dos meses con Bobby Knight sus chicos iban a quererlos mucho más…

Bobby odia las estrellitas… no le gustan los tatus, ni las cadenas, no le gustan las poses, ni las miradas después de una canasta. No le gustan, a Bobby Knight, esos tíos que se juegan todo, que amasan balón, que abusan de las penetraciones. Su objetivo, siempre, era mandar un mensaje: aquí triunfa el sistema, si seguimos el sistema podría vencer incluso con cinco inútiles. Y, qué coño, a veces…

Bobby Knight odia a los árbitros.

Ve pensando en retirarte. Todos en la liga saben que eres el peor. Nunca has jugado al baloncesto, y se nota. Siempre me pitas técnicas. Puto árbitro de los cojones. ¿Cómo? ¿Otra técnica? ¿Pero qué he hecho ahora? Tiro al suelo la cazadora, tiro al suelo un polo, pateo sillas, arranco pancartas, amenazo a los miembros de la banda de música. Putos árbitros. Y repítase.

Bobby Knight odia la defensa en zona.

Contaba Feinstein, en el libro antes citado, que Bobby Knight decidió ir a ver un partido de su hijo después de cierto día no especialmente feliz. Vamos, como casi todos. Alaridos en el entrenamiento, dos veces que se iba al vestuario, amenazas de mandar todo a la mierda, faltas de respeto, recuerdos a jugadores del pasado que sí eran lo suficientemente buenos… Receta clásica de Knight.

Y eso, que para relajar se fue a un pabellón de instituto, por ver a su chaval. «Y empiezan defendiendo en zona. ¿Te lo puedes creer». Bobby Knight odiaba la zona, la odiaba con todas sus fuerzas, porque decía que es un esquema pensado para suplir faltas de concentración, para minimizar errores. Y él se limita a no consentir esos dos asuntos.

Así que la zona es para fracasados. Hombre y ayudas. Al final de su periplo, en la segunda mitad de los ochenta, empezó a relajar un poquitín tal odio, e incluso probó con la zona a ratitos muertos. Pero el rencor sigue. Nadie le diría a Bobby Knight que él era entrenador de zonas. No, al menos, delante del interfecto.

Bobby Knight odia a sus jugadores (hasta que deja de tenerlos).

Siempre que uno de sus chicos falla en algo (en una marca, en un rebote, llega tarde al pase, no entrega los deberes a tiempo) Bobby Knight lanzará gritos estridentes, se cagará en todo lo cagable y dirá que, hostias, los jugadores de hoy son unas putas nenazas (ver el capítulo «Bobby Knight odia a las mujeres»), unos blandos y una vergüenza, y que todos deberían aprender del jugador X, un tipo realmente duro que sí sabía competir.

Ese jugador X, curiosamente, siempre jugó a las órdenes de Knight entre un lustro y una década antes de la invectiva… Y recibió exactamente esas mismas palabras de su coach, solo que cambiando nombres. Así que para Knight el único jugador bueno es el jugador que ya se licenció. Ah, en ocasiones su intensidad deviene en física… Un video en el que agarraba a uno de sus muchachos por el cuello provocó que fuese despedido de Bloomington (y bastante poco castigo fue).

Bobby Knight
Bobby Knight (Foto: britannica.com)

La leyenda de Indiana terminó su carrera en Texas Tech. La noche de su destitución miles de estudiantes Hoosiers protestaron frente a la casa del rector. Para animar el asunto quemaron, también, su efigie.

Bobby Knight odia a los comunistas.

A ver, su primer curro como entrenador fue en West Point. Sí, han leído bien… West Point. Seis años. Eso curte, tío, eso curte. Pero Knight venía ya de serie. Digamos que era republicano, pero republicano de esos republicanos que dicen, mira, soy republicano, pero qué blandengues son los republicanos. Vamos, que conservador, muy conservador.

La tarta de manzana en el alfeizar, los marines en Centroamérica. Racista no, racista nunca fue, ese pecado libra. Pero el odio a los rusos… ufff. Durante mucho tiempo los equipos universitarios estadounidenses jugaban partidos amistosos contra selecciones soviéticas. Pues partidos de la máxima para Bobby, intensidad absoluta, invectivas sobre los «rojos», los «putos soviets», los «comunistas de mierda». Si eres jugador de Bobby Knight más te vale correr en esos encuentros, porque de lo contrario vas jodidísimo.

Sumen, a eso, Mundiales, Juegos Olímpicos y demás. Pero es que por Mundiales, Juegos Olímpicos y demás puedes entenderlo… la furia en pachangas rozaba algo patológico. Bueno, como todo en Knight.

Bobby Knight odia a los listillos.

Un nombre: Ivan Renko. «Llega para cambiar este deporte, es una superestrella», dijo Bobby Knight de este semodesconocido jugador balcánico. Bueno, a ver… semidesconocido no era, porque no puede ser semidesconocido alguien que… en fin, que no existe. Una invención de Knight, una con la que pretende cerrar bocaza a todos aquellos que tanto fardan de ver partidos y saber más que nadie, los Maldinis yanquis.

Entre que el tipo llega y no llega hasta Indiana (los viajes están fatal desde NoLandLandia), muchos periodistas se lanzan a debatir. Los hay que dicen haberle visto en un partido por New Hampshire. Sí, fue hace meses. ¿Cuántos meses? Pues no sabría decirte, hombre, tampoco… Oye, tú no irás a pillarme, ¿no? Clark Francis, el analista más respetado del baloncesto universitario (imaginen su relación con Bobby Knight, imaginen), no le ve tanta gracia al balcánico.

Sí, Renko tiene fundamentos, pero le queda mucho que aprender. Desconozco si Bobby Knight tenía gato en aquella época, pero seguro que se compró uno para acariciarlo lentamente mientras leía todas estas declaraciones. ¿Veis? Son unos bocachanclas, rellenan minutos y páginas con cosas que ni siquiera vieron… Lo que nos lleva al siguiente punto.

Bobby Knight odia a los periodistas.

«Cuando me entierren quiero que sea boca abajo, así todos mis críticos podrán besarme el culo». Bobby Knight era un tipo con diplomacia, ya ven. Un auténtico gentlemen. Cómo permitió a Feinstein pasar un año entero documentando cada ataque de ira, cada mala contestación, cada locura… es un secreto. Que de allí saliera uno de los mejores libros sobre deporte de siempre fue consecuencia casi lógica.

Bobby Knight

Que a Kngith no le gustase, también. Porque Bobby hablaba en un montón de sitios, sitios con periodistas… que si un programa de la tele, que si radio, que si ruedas de prensa. Con suerte era irónicamente lacerante. Sin ella hace parecer al sargento Thomas Highway un secundario de Candy, Candy. Insultos, malas contestaciones, referencias a desencuentros del pasado (desencuentros que solo un tipo del rencor y la inteligencia de Knight puede recordar), invitaciones a buscar otros curros… Maravilloso. Ah, paradoja de paradojas… Bobby acabó comentando baloncesto en la tele. Sí, acabó de periodista.

Bobby Knight odia la NBA.

La NBA es glamour, son focos, es reporteros en los vestuarios, son fiestas cada noche. La NBA es el Forum Club, es los Knicks pelín psicodélicos de 1972, es fama y récords personales. La NBA es, oh, joder, todo lo que más odia Bobby Knight. Y mira que le tentaron, colega. Dicen que si los propios Pacers, cuentan que si algún otro sitio. Conversaciones, un «mira, pues»… Nada, todos sabían que era imposible.

Knigth siempre se enorgulleció de sus marcas deportivas, vale… pero, y sobre todo, de las académicas. Cuentas con los dedos de una mano los jugadores que aguantaron con él todo el ciclo universitario (cuatro años) y no consiguieron graduarse. Si amplias la muestra a todos sus muchachos el porcentaje es del ochenta por ciento. Ochenta por ciento superando los estudios.

Cómo vas a llevarte a la NBA a este tío… Sumen, a eso, que Bobby tenía una relación ambivalente con los Pacers. Siempre consideró Indiana el estado del baloncesto, y le sacaba de los nervios cualquier paso en falso de su equipo pro. Y como tenía una bocaza enorme pues… Polémicas constantes. Una pena, hubiese pagado dinero por ver un entrenamiento de Bobby Knight a Reggie Miller (con subtítulos, por favor).

Bobby Knight odia los mates.

Oh, sí, un hombre de otro tiempo. Quizá esto parezca raro hoy, cuando el baloncesto es continuum sin interrupciones de highlights, pero el tema de los mates (esa humillación al contrario, ese lucirse por lucirse, esa jugada de street court) no está muy bien visto en el deporte universitario. Más que mal visto… prohibición absoluta entre 1967 (bastante ventaja tiene el tal Lew Alcindor) y 1976. Así que nada, ni se os ocurra.

Por frívolo, por arriesgar más de lo que obtienes, por innecesario. Y ahí, en esa filosofía… bueno, imaginen a Bobby Knight. Ni se les ocurra hacer mates con Bobby Knight de entrenador. Uno piensa en Bobby repantingado en el sofá, con el mando en la manuca mientras juegan los Houston Cougars, aquellos Phi Slama Jamma de Olajuwon y Drexler… y le suenan los dientes como cuando Quint entra en una sala llena de paisanos y quiere hacerse notar…

Bobby Knight odia a los comisionados y las organizaciones.

Y, en general, a cualquier representante de una autoridad diferente a la suya propia. Quizá por eso agredió a un poli. Oh, sí, agredió a un poli. Fue en los Panamericanos de Puerto Rico, y su único miedo no era la cárcel, sino perder la opción de entrenar a los estadounidenses en los Juegos Olímpicos de Moscú (véase «Bobby Knight odia a los comunistas»).

Bobby Knight
Bobby Knight (Foto: Wikipedia)

Al final los yanquis ni acudieron, y Bobby hubo de esperar otra olimpiada para colgarse el oro. Tampoco guardaba buen recuerdo de quienes lo despidieron en Indiana. ¿Volverás a tu casa, Bobby? Porque quienes tomaron aquella decisión ya no están en el Campus… Y él responde, lacónico. «Espero que estén todos muertos». Diplomacia pura. ¿Mandamases de la NCAA? No me jodas. ¿Sus jefes en Indiana? No me jodas. ¿Asociaciones de árbitros, prensa y escritores? No me jodas. Y así.

Bobby Knight odia las mujeres.

Ni siquiera es que sea machista. O, al menos, él no lo sabe. Vamos, que es machista, pero Bobby te hubiera dicho que no digas gilipolleces, imbécil, diez vueltas al campo. Chapadísimo a la antigua. Pero chapadísimo, chapadísimo. Una charla, con alumnos, turno de ruegos y preguntas. Señor Knight, pregunta cierta mozuca, ¿cómo puedo ser entrenadora de baloncesto? Y Bobby responde, raudo. «Cámbiate de sexo, niña». Guiño, guiño, codazo, codazo.

El auditorio quizá ríe (parte del auditorio seguramente ríe), porque son otros tiempos, y tal. Dicen que solo soportaba la presencia de su secretaria. Pero es que eso no es una mujer… es, en fin… es mi secretaria. No busquen a Bobby Knight como ejemplo tampoco aquí…

Bobby Knight odia perder. Lo odia mucho.

Bueno, queda claro, ¿no?

2 Comentarios

  1. Parece un personaje de película pero una vez más la realidad supera a la ficción…por cierto, el Biopic ya está tardando.

  2. Bobby Knight era un gilipollas de manual. El tipico psicopata al que se le permite serlo por aquello de que en USA el exito lo justifica todo. Y mas aun en un entorno muy propicio para su tipo de personaje: la NCAA, donde los entrenadores han sido siempre todopoderosos y bastantes, como Bobby, millonarios a costa de chavales desfavorecidos a los que no se les permite cobrar dinero aunque generen cantidades enormes de pasta.

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