Boxeo

Hemos venido a hostiarnos, estilo MMA

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El siglo XXI ha creado un deporte que no ha dejado de crecer en popularidad entre los más jóvenes de la generación Milenial. Ellos han sido solo los pioneros de un fenómeno que sigue extendiéndose y extendiéndose, con más fuerza cuanto menos edad se tiene. Podríamos pensar, equivocadamente, que eso es porque consiste en brearse a hostia limpia, y dado que es lo que vemos a diario en la política, en internet, en todas partes, va mucho con los tiempos. Pero el fenómeno es mucho más complejo, rico, e interesante. Su definición no deja lugar a dudas: deporte de contacto extremo con golpes, patadas, codazos, rodillazos, sumisiones, y otros términos escalofriantes. Si eso nos asusta es solo porque acabamos de asomarnos a las Artes Marciales Mixtas, y seríamos capaces de confundir a los dos célebres McGregor. Ewan, el actor, Obin-Wan Kenobi de joven, y Conor McGregor, el luchador más famoso de las MMA, que es también boxeador. Y a quien Ilia Topuria, estrella española de UFC, acaba de retar a darse de mamporros buenos en el Bernabéu. Topuria aspira a convertirse, el próximo 17 de febrero en California, en el primer español campeón del mundo de la UFC en peso pluma.

Estas cosas del aspirante retando al campeón son muy de este deporte. Como lo es la doble afición de todos esos hombres y mujeres de entre dieciocho y cuarenta y cinco años que han llenado los gimnasios especializados. Se entrenan, se atizan, se golpean y son golpeados no con la intención de convertirse en campeones como Topuria o McGregor, sino para practicar las artes marciales mixtas. O para que la fuerza les acompañe, porque la verdad es que esta práctica te pone fuerte, muy fuerte. Ya no es ni un fenómeno de nicho, ni algo practicado por unos pocos, o en otros países. Tener un luchador español en la mayor promotora de artes marciales mixtas del mundo, la UFC, ya da una pista de lo masivo que se ha vuelto, pero aún hay otro dato. La principal tienda de boxeo, muay thai, mma y jiu-jitsu o bjj, tiene ya tres sedes en las poblaciones con más habitantes, Barcelona, Madrid y Valencia. Y lo que les ha hecho más populares es suministrar esas marcas que son un referente internacional en ventas de material técnico para deportes de contacto. Como Venum, Leone 1947, Twins Special, Buddha, Cleto Reyes y Tatami Fightwear. Son apenas un ejemplo que ilustra el enorme número de personas que lo practican y la gran cantidad de fabricantes especializados que han comenzado a distribuir masivamente su material en España. Pero es que si además miramos las cifras de negocio que está moviendo este deporte, llegamos a la misma conclusión que la mayoría de especialistas. Pronto desplazará a la Fórmula 1.

No es una referencia traída al azar por la contienda actual entre Barcelona y Madrid, a ver quien se lleva el Grand Prix. Sino un dato fundamental en el ámbito deportivo, que depende de sus audiencias. En los últimos cinco años las Artes Marciales Mixtas han crecido en número de asistentes más que la fórmula uno. Esa aceleración tiene mucho que ver con la afición cada vez más generalizada entre menores de 45 años, sin distinción. Tanto es así que la UFC, a la que antes nos referíamos como la promotora más importante en MMA, se ha fusionado con la segunda en importancia, WWE, (W de Wrestling, lucha libre profesional) el pasado otoño. Generando un gigante que se prevé que genere un beneficio de mil millones de dólares cada año en la bolsa de Nueva York. Bajo el nombre de TKO, organizará 350 eventos anuales en todo el mundo. La sociedad del Real Madrid quiere que uno de ellos se celebre en el renovado Santiago Bernabéu, para atraer la lucha a su estadio y acaparar la explosión que está viviendo este negocio. Esto explica también porqué Ilia Topuria, alias «El Matador» ha expresado su deseo de luchar contra McGregor precisamente en ese estadio.

La situación en nuestro país es apenas la punta del iceberg. La MMA está extendiéndose ya por Oriente Próximo y África. Tanto es así que este verano el fondo soberano saudí invirtió cien millones de dólares para hacerse partícipe minoritario en la Professional Fighters League, PFL. Con la finalidad de ayudarles a conseguir el objetivo de implantarse como promotor en esas dos regiones, y ser así coopartícipes económicos. Todos sabemos que el fútbol se está desplazando hacia las monarquías petrolíferas de Oriente Medio, pero no es el único espectáculo deportivo en que está invirtiendo, aunque ocupa la primera posición seguido de la F1, el MMA es justo el tercero en desembolsos.

Estamos ante un fenómeno deportivo, social y cultural que podría ser una de las primeras grandes manifestaciones de cambio de mentalidad en el siglo XXI. Y que tiene que ver con cosas que se metieron juntas en una batidora y que aparentemente era imposible que funcionaran bien mezcladas, y menos aún que lo hicieran en todo el mundo.

Nos referimos al videojuego Street Fighter II; a la mezcla de los espectáculos tipo imitador de Elvis actuando en Las Vegas y a la saga de Matrix; a la extraña lucha libre de estadounidenses y mexicana, disfraces incluidos; al boxeo de toda la vida; a darse de hostias con los pies, las manos y las piernas porque los puños como que ya no son suficiente; a un club de boxeo para chicos de barrio; y a que los soldados de la Segunda Guerra Mundial les quedaban ganas de marcha pero ahora ya sin balas ni bombas. Suena a lío tremendo e imposible, pero recordemos que acaba con una empresa generando mil millones de dólares al año, y cada vez más aficionados a la lucha, sin importar mucho que sea boxeo, muay thai, mma, bjj e incluso lucha libre.

Para contar de forma breve cómo ese impulso acaba conduciéndonos a la afición de hoy, hay que referirse en primer lugar a Dana White, el fundador de la UFC. La empresa de la que salió, antes que tuviera ese nombre, era un gimnasio que fundó en 1992, el mismo año en que salió Street Fighter II, el videojuego de lucha que permitía dar pisotones en la cabeza. Los fenómenos parecen no estar relacionados, pero White había organizado un gimnasio y club de boxeo para chicos de barrio, quienes le hablaban de lo locos que les volvía ese videojuego de lucha. Tuvo entonces la intuición de que a las nuevas generaciones les iba a atraer tanto pelear como a sus padres, veteranos de la II Guerra Mundial, les atraía el Wrestling, la lucha libre americana. Y cuando nueve años después observó que en Las Vegas los espectáculos de boxeo y lucha libre ya estaban generando bastante dinero, quiso sumarse al negocio como promotor, con la UFC. Tenía una idea nueva: estaba convencido de que la antigua fascinación de sus alumnos por los videojuegos de lucha, que había atraído luchadores a entrenar a su gimnasio, iba a concretarse ahora en algo mucho más masivo. Y ello gracias a la influencia del fenómeno Matrix, la película estrenada en 1999 y la saga que la siguió. Recordemos que su protagonista, Neo, y su enemigo el agente Smith se enredaban en épicas luchas a puñetazo y patada limpia, en unos movimientos tan imposibles como emocionantes. White acertó. Los más mayores que venían del Street Fighter, y los más jóvenes de Matrix, sumaron una audiencia mucho mayor de la esperada, y en todas partes, no solo en Las Vegas. Tanto que con el tiempo la UFC se convertiría en la gran competidora de la promotora de lucha libre, WWE, hasta acabar hace cuatro meses fusionándose en una única empresa, TKO.

Esta mezcla de acontecimientos e influencias tan diversas no hubiera tenido el éxito al que asistimos sin una generación que creció amando los videojuegos de lucha, la práctica del deporte, y viendo películas donde la habilidad y la fuerza en el combate lo eran todo. Desde ese origen en un PC y unos cines, la idea de que luchar mola mucho se ha extendido, unida al deporte como estilo de vida, y sigue extendiéndose cada vez más. Los deportes de lucha, que pronto veremos agrupados bajo un término más amplio que el de Artes Marciales Mixtas, MMA, o que quizá tomen ese para incluir boxeo y resto de modalidades, están llamados a ser el gran espectáculo del siglo XXI. A hostia limpia, eso sí.

Un comentario

  1. Buen artículo. Informativo, claro. Pero además entretenido y sobre todo, con un punto cómico.

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