Sabemos que el fútbol a partir de ayer cambiará. O mejor dicho: sabemos que la competición europea cambiará porque a la UEFA y la FIFA el Tribunal de Justicia de la Unión Europea les ha señalado que están abusando de su poder y, aunque no se pronuncien sobre la Superliga, sí dan vía libre para la creación de un campeonato.
Es decir, que no podrán seguir amenazando a los clubes ni a los futbolistas con sanciones y expulsiones si no se mantienen en su redil. Y a partir de aquí es cuando dejamos de saber porque el jaleo es monumental: hay interpretaciones y opiniones para todos los gustos.
Están los que aseguran que la Superliga será imposible porque ni los clubes ingleses ni los alemanes están por la labor, ni siquiera los que se adhirieron al proyecto fundacional como el Manchester City o el Chelsea. Florentino Pérez y Joan Laporta, los presidentes de Real Madrid y Barça, celebraron la sentencia felices como perdices como únicos supervivientes cabezotas que se empeñaron en seguir adelante pese a la deserción del resto de clubes europeos y Javier Tebas comenzó a publicar tuits de manera compulsiva mientras los tertulianos tomaron posiciones en los diferentes medios de comunicación a favor y en contra después de los análisis de expertos en derecho deportivo.
Un sindios, un alud de frases grandilocuentes sin que sepamos, ninguno, a dónde vamos si nos vamos. Con todo, lo más esperpéntico del día fue la afirmación de que la Superliga será gratis. Y todavía habrá quien se lo crea.
Luego vinieron las explicaciones sobre las diferentes categorías. A saber: que estará dividida en tres competiciones en las que jugarán 64 equipos: la Star League (16 equipos en dos grupos de 8), la Gold League (16 equipos también en dos grupos de 8) y la Blue League (4 grupos de 8 equipos cada uno). Y las primeras teorías también que apuntaban que por ejemplo, si el Girona ganara LaLiga no estaría en la pomposa Gold con los ricos y poderosos, sino en la Blue de los más humildes y meritorios, así que no parece una competición muy abierta tal y como promocionan «los nuevos» y, por otra parte, devalúa a las competiciones nacionales de «los viejos».
Si no sirve ser campeón de Liga para estar en la Gold, no hacen falta sesudos expertos para llegar a la conclusión. Sin ser yo nada de eso -experta en Superliga, me refiero- sospecho que los ricos y poderosos quieren pasta, cuanta más mejor, y que la UEFA no dejará escapar el negocio si puede evitarlo. Ganarán menos, tendrán que repartir de forma más equitativa los beneficios, pero seguirán organizando el cotarro y aquí paz y después gloria. Pero vamos, que si no lo saben por ahora ellos, ni la UEFA, ni la Superliga, ni los clubes, los demás quedamos para adivinos y tiradores de cartas del tarot lanzando al aire nuestras hipótesis.
Lo que sí sabemos es que el Real Madrid termina el año como líder después de ganar en Vitoria en el descuento con gol de Lucas Vázquez de cabeza y con uno menos desde el minuto 53’ por la expulsión de Nacho. Y cualquiera que lo lea, aunque no se hubiera enterado hasta ahora, se lo creería porque esto es típico del Madrid de toda la vida. Un clásico.
En un partido gris, sin profundidad, velocidad de balón, chispa ni un Bellingham inspirado, los de Ancelotti arrancaron los tres puntos en el último momento después de salir al campo sabiendo que el Girona -que llevaba acumuladas nada menos que ocho victorias a domicilio consecutivas- había empatado en casa del Betis.
A siete puntos de Madrid y Girona está el Barça que también ganó con muchos aprietos al Almería, el colista, después de una primera parte que el propio Xavi calificó más tarde como inaceptable y en la que cargó contra sus jugadores por primera vez. La culpa ya no es del sol, del césped, de los árbitros, los postes, los medios de comunicación o la luna.
No está fuera, no es externa vaya. Algo es algo, aunque siga sin ser suficiente como para acallar el ruido que provoca la desilusión del culé que se creyó que con Laporta en el palco y Xavi en el banquillo volverían a disfrutar, al menos, de buen fútbol. Esto también lo sabemos: que no. De lo demás ya nos irán informando -y contaminando- los mandamases con sus juegos de poder, pero LaLiga, ese torneo que quieren devaluar los nuevos como si fuera una reliquia, sigue siendo muy entretenida por mucho que nos intenten vender lo contrario.