Dice Jorge Valdano que el fútbol, por culpa de la globalización, «es cada día más deporte y menos juego; más metodológico y menos instintivo; más inteligente y menos astuto». La jodienda venía ya de cuando Umberto Eco exploraba el ecosistema de los estadios en Italia. El fútbol lo percibía como ni usted ni yo podríamos haberlo descifrado jamás.
Decía que era como una lucha semiótica entre poderes culturales y económicos. Ahí es nada. El fútbol se había deshumanizado. Había pasado a ser un puro objeto de consumo (¿qué eran las camisetas de los futbolistas si no vallas publicitarias?).
La globalización lo transforma todo en potencia de consumo. Se incluye cierto periodismo deportivo, convertido hoy en entretenimiento superfluo pero rentable. De ahí el gusto por el buen rollo en las emisiones de los partidos (las previas y los postpartidos). La última tendencia es ver al futbolista metido a periodista.
No hablo del propio Valdano (ni de un Álvaro Benito o un Chapi Ferrer, por poner). Hablo de la moda de DAZN por convertir a los futbolistas en entrevistadores. Ya no se ciñen a su papel como comentaristas alternos a la narración principal en los partidos. Ahora son ellos quienes entrevistan a los propios jugadores, como de colega a colega.
Lo hacen a pie de campo, sobre el verde pasto después de la batalla. A veces se llevan el micrófono y se adentran en las profanadas sacristías de los vestuarios (esos espacios inviolados en otros tiempos). Es como si DAZN esperara sacar un jugo especial con sus entrevistas por ser quienes son.
Hablamos, por ejemplo, del reportero Guti o del periodista deportivo y dicharachero David Villa (excelentes jugadores, sospechosos portadores del micro). Los hay también menos conocidos, caso del argentino Nico Pareja. En el último derbi sevillano entre Sevilla y Betis, vimos al Nico Pareja, defensa ex sevillista, entrevistando al capitán Rakitic. Todo era como de choteo y compadreo y, de cuando en cuando, una pregunta seria para disimular. El bético Isco se unía al ambientillo distendido y molón. Y todo en presencia de la sonriente periodista de DAZN Sandra Díaz Arcas (¿a qué viene tanta sonrisa blanqueadora en todo momento?).
Creía uno que por fin nos íbamos a librar del tostón de los futbolistas cuando son entrevistados a pie de campo o en las casi desaparecidas zonas mixtas de los estadios. Los futbolistas sólo hablan ante los periodistas según decidan las plataformas de pago. Aparte, los medios de comunicación de los clubes secuestran a sus jugadores. No hablan sin su permiso. Algo bueno tenía que traer el llamado fútbol moderno. Lejos de enfadarnos nos alegramos muchísimo. Por fin no teníamos que escuchar la retahíla de puntos comunes y análisis planos del típico homo balompedicus.
Hay «gente para tó». La ha habido antes, durante y después de Rafael El Gallo. El masoquismo tiene sus variantes escabrosas. ¿A quién le interesa conocer qué dice o piensa un futbolista de hoy? Pues haberlos haylos. Los futbolistas de ahora son sólo hijos de las redes sociales, la Play y, si acaso, de la convenida amistad con el streamer de turno.
Claro que muchos son padres de familia y maridos o parejas ejemplares. Sí, ¿pero qué cosa interesante nos pueden decir más allá de su hábitat y de su nirvana? Quizá la casi única excepción sea Rodri, el gran mediocentro del Manchester City, ese futbolista retro que juega con la camiseta metida por dentro del pantalón. Dicen que carece de redes sociales.
Ojalá los futbolistas nunca hablaran porque los periodistas no quieren entrevistarlos por lo aburridos y robóticos que nos resultan. Por eso ahora nos fastidia esta faceta nueva del futbolista que, encima, se mete a periodista preguntón.
¿Corporativismo? En absoluto, Dios nos libre de esta enfermedad. No se critica que un intruso pueda hacer entrevistas. Se critica el modo en cómo las hace y se le permite que las haga como nuevo manual de estilo para entretener. O sea, en plan colega, donde casi todo son bromas afines o pullitas graciosas entre entrevistador y entrevistado.
No se trata tampoco de preguntar a los jugadores sobre si han percibido en el estadio la semiótica entre poderes culturales y económicos de los que hablaba Umberto Eco. Tampoco si han descifrado en el partido la hermenéutica que se trasluce a partir de la llamada teoría del bloque bajo.
No se les pide que nos hagan un riguroso análisis territorial y geoestratégico de tal o cual futbolista en su condición de jugador box to box. Pero de ahí a las preguntas como sucedáneos de bromitas hay un tramo. No es que uno carezca de humor. Es por respeto a una de las bellas artes: el propio humor.
Cualquier tiempo pasado fue eso, pasado. Pero uno echa de menos, por ejemplo, a Mónica Marchante. Fue pionera en asomarse en tiempos a los palcos de los señores y señoros directivos. Pasó a la fama por el arte de disparar a matar en la tercera pregunta. Ni antes ni después. No se puede comparar la prosaica y necesaria labor a pie de campo del veterano Ricardo Sierra con la práctica del corrillo entre colegas que tanto gusta a DAZN.
Informar como lo hace Sierra (recitando la alineación, revisando el último parte de los descartados por lesión, hablando con el delegado del equipo en cuestión), podría considerarse hoy como otra capa más del pensamiento gris y las formas aburridamente austeras.
Desde hace tiempo el espectador es un cliente. La información aburre si no tiene su fluido de entretenimiento. Nos invitan, además, a participar en el modelo de negocio (por ejemplo en la elección del MVP del partido de turno). Se nos hace ver que debemos ser participativos si no queremos ser unos tiranosaurios del tiempo del Real Madrid yeyé o del Zaragoza de los Magníficos.
Todo sea por entretener al servicio de lo dado: la industria del entretenimiento. Todo, en fin, se devalúa y alcanza su forma asequible. De lo alto a lo bajo. Por eso, entre otras cosas, hoy se leen tanto las Meditaciones de Marco Aurelio. Mucha gente las concibe como un estupendo libro de autoayuda. El estoicismo se considera tal vez como una enfermedad rara.
En los medios, incluido el periodismo deportivo, se perdió la sabiduría con el conocimiento; el conocimiento con la información; la información con la actualidad; la actualidad con la inmediatez y el entretenimiento. La tecnología ha traído el hábitat perfecto. El futbolista metido a periodista, estilo DAZN, explica la degradación por parte del ente que se define a sí mismo: somos la «plataforma global líder de streaming de deporte». No hay más preguntas.
«Puyita», de «puya». Con y griega, no «pullita».
Echar de menos a Mónica Marchante, joder, como echar de menos ir al dentista a que te hagan una endodoncia y, en mitad de la misma, te quedes sin anestesia.
Y yo que creía que la labor del periodista era informar… ahora me entero (con todo el respeto por Monica Marchante, muy buena profesional) que la labor del periodista es «disparar a matar». Pues, si es así, bienvenidos los ex futbolistas, que no tienen esas malas intenciones y, por consecuencia, generan en los futbolistas entrevistados más confianza.
Buenas. Si informo o desinformo lo dejo a criterio del amable lector. Es, aparte, una opinión personal que se comparte o no, en todo o en nada. Lo de «disparar a matar» es en sentido figurado. Es obvio. Se refiere a que Mónica Merchante solía hacer su pregunta más comprometida al dirigente de turno a partir de las dos primeras preguntas más amables y amistosas. Se hizo famosa por ello, temida y querida a la vez.
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