Hasta en esto molan las bicis. Para escoger el mejor del año, digo. Porque ustedes están cansaos (están muy cansaos) de pasar la última semana de diciembre (la semana con dolor de estómago y ganas de vomitar, seguro que saben de qué hablo) viendo rankings, clasificaciones, videos enlatadísimos, los mismos goles una y mil veces. Ay.
Pues, mira, con el ciclismo no. Porque el ciclismo (el ciclismo de carretera, el ciclismo que antes era de fondo en ruta y ahora solo es de ruta, al menos por Grandes) chapa tinglado en octubre (aproximadamente), así que podemos adelantarnos a todos y meter nuestra chapa antes que el resto de chapas, lo que deja a nuestra chapa con ventaja considerable…
Y aquí llega, entonces, la reflexión sobre quién ha sido el mejor ciclista del año… un debate con menos nivel que Cavendish cuesta arriba, un premio que vale lo que aquella San Remo de Ciolek. Pero bueno, así pasamos el rato, oigan…
Además de meterle salsurri al asunto. Miren, hace unas temporadas la cosa estaba clarísima… ¿quién ha ganado el Tour? Pues mejor ciclista de temporada. A veces nos vale incluso la Vuelta a España, porque no pintó Goya todas aquellas movidas para que nos gane discusiones un franchute. Ya saben, eran tiempos de no ver Clásicas, despreciar flandriers y, en general, ponerse tontorrón con cualquier grimpeur pequeñajo y de poco recorrido que saliese al sur de los Pirineos. Si destacaba al norte de los Pirineos pues… ideal, pero lo mollar era su procedencia. Y así se despreciaba a Kelly, o se ninguneaban las cosas de Fondriest con un «sí, pero en Marmolada bien que lo caneó Indurain». Que es cierto, oigan, lo de Marmolada (díganle Fedaia, por favor), pero…
Ya les digo, hay debate, con el mejor del año. Y hay debate incomprensible hace… no sé, década y pico. Vivimos momento guapísimo en las bicis, uno con campeones de nivel histórico, con varios dominantes generacionales unidos bajo la misma generación. Y eso genera amasamientos bien gordos en cuanto a victorias… y dejar migajas para quienes no son ellos (les dicen seis, aunque podríamos matizar). Es algo parecido a los primeros setenta, cuando entre Merckx, de Vlaeminck y Maertens te cepillaban el calendario. O a mediados de los ochenta, con Fignon, Kelly e Hinault (un francés a cada ratuco, Sean repite). Así que las posibilidades se reducen pero, a la vez, dejas fuera del asunto temporadones a los que hacen ojillos el noventa y nueve por ciento de ciclistas que antes hubo y hoy hay…
Miren, vamos al asunto… para mí solo hay tres ciclistas que pueden competir por esto tan subjetivo de «mejor del año». Y los tres tienen sus pros y sus contras, no vayan a creer. Pero, dijimos antes, hay seis alfas repartidos por el planeta bicis, así que… qué hacemos con los otros. Pues a ver, por partes… Digamos que el ejemplo más palmario de lo que dijimos allá arriba, lo de la época histórica con amasamientos gruesos de palmarés, es Remco Evenepoel. Paisano con veintitrés añitos que ya ha sido campeón del mundo, ganador de Vuelta, que tiene dos Monumentos y mogollón de cosas más. Alguien que, esta misma temporada, ha repetido Lieja, ha trincado cinco etapas entre Giro y Tour, mojó en Klasikoa, en UAE, en Suiza y Catalunya, fue campeón belga y campeón mundial contra el crono… y, aun así, su 2023 deja regustillo a «sí, pero no», a «no progresa adecuadamente», a «vale, pero». Relean, relean… es un exitazo bajo el prisma que quieran, y sería candidato a mejor de la temporada en cualquier época… salvo hoy. Descartamos a Evenepoel, y lo emplazamos para el futuro próximo, donde mostrará (aun) más que hasta ahora…
En cuanto a los otros dos… a ver, seamos serios. Primož Roglič es muy majo, y tiene ese mirar de los asesinos sobre ruedas, y siempre cumple, pero… el tío ha sumado unos siete kilómetros y medio de dar la cara este año, y esprintar es esprintar, aunque sea cuesta arriba. Vamos, que me pone poquísimo tontorrón, y ya sé que es cosa mía, pero… Cómo dar el premio del año a un puncheur en la época de los ataques a morir o matar. Y Wout van Aert podría ser buen candidato, pero es que le pilla la ceremonia cortando el césped de Vingegaard, y luego tiene que limpiar la piscina a Sepp Kuss y hacer un trabajo sobre la Revolución Industrial para el hijo de Dumoulin (sí, aun trabaja con Dumoulin… costumbre). Además, aunque van Aert estuviera en condiciones de ganar el premio, vete tú a saber si no se lo cede a Laporte, que es majo y luego no da pedalada por mí, oigan.
Joder, Wout, qué cabecita. Tienes pelazo, pero qué cabecita…
Así que… vamos a lo serio. A lo mollar. Tres candidatos, tres, como los objetos que hay en la mesa de Mayra Gómez Kemp (por usar referencias de cuando Valverde empezaba a competir). Tres candidatos. Primero uno de Dinamarca. Jonas Vingegaard. Temporada (casi) impoluta, con exhibición en el premio grande. Únicamente la crono del Tour vale por mil victorias de chichinabo. Que fue la que más ventaja trinca, en relación a su distancia, desde hace medio siglo, oigan, que el paisano anduvo en márgenes de Anquetil y Coppi. El paisanuco. Jonas Vingegaard. Sí, ese pequeñito, esmirriao, con cara de Macaulay Culkin preproblemas. Sumen lo de Loze (y el paripé final de Loze, que yo creo que hubo paripé final, en Loze), sumen las exhibiciones tremebundas en O Gran Camiño (previo bochorno lamentable porque no sé qué de unos copitos), en Itzulia, en Dauphiné. El año de Vingegaard ha sido inmaculado en esos sitios, y tuvo algunos arrebatos de canibalismo interesantes. Arrasar locamente cuando no hace falta, exhibirte desde (relativamente) lejos cuando no lo necesitas. A mí eso me gusta, a mí eso me hace ponerle likes. Pero… faltan, aquí, dos carreras. París-Niza, en primer lugar. Que importa bien poco, París-Niza, viendo lo anterior, pero es que a estos niveles… Allí se lo cepilló Tadej, y se lo cepilló de forma inapelable, se lo cepilló sonriendo a la cámara, se lo cepilló como riéndose. Humillando. Luego devolvió golpe en el Tour, que cuenta más (es como si te hacen el baile del gorila en el Teresa Herrera pero ganas la final de Champions), y todo quedó en el olvido. Salvo en estas líneas, porque tenemos listones más altos que los de Sotomayor. Luego está lo de la Vuelta. Que fue muy bonita, la Vuelta (ejem), y muy digna, la Vuelta (ejem), y apenas pareció pasteleo, la Vuelta (ejem), ya saben. No sé, me cuesta decir que ha sido el mejor del año alguien que regala (vuelvan a leerlo… regala, o, al menos, no compite) una Grande. Sobre todo porque allí tiene su caladero, que este pinta cero y nada en Clásicas. Ahí mis dudas…
¿Objetivamente? Temporadón. A nivel Vueltómano… casi inmejorable.
Decíamos que en Niza le metió mano Tadej Pogačar, y también es buen candidato. Otra vez… si viviésemos en épocas anteriores lo tendríamos clarísimo, porque vaya año de Tadej Pogačar, y vaya carrerón lleva. A ver, que nos aclaremos… demoledor. París-Niza, con exhibiciones. Andalucía, con exhibiciones. Jaén, con exhibición. Ámstel, ídem. Flecha… bueno, es que en Flecha yo ya he dejado de creer, la verdad. Tiene veinticinco años, gasta sesenta y tres victorias. Desde Hinault, desde antes. Esa es su vertiente cara al Ghota.
Y aun nos queda lo mollar (y lo menos agradable). Nos queda esa Lombardía llevada a lo agónico (Tadej Pogačar es especialista en llevar las pruebas a ese sitio llamado «ciclismo», ese sitio que otros se tiran años sin visitar y que él ha convertido en su chalet privao), nos queda, sobre todo, De Ronde. Atacando en cada berg, acelerando a cada ocasión que la carretera mira arriba. Mirando a los ojos a Mathieu van der Poel, retándole en su terreno, diciendo aquí estoy yo. Quizá haya sido esa De Ronde la victoria más epatante en… no sé, en lustros. Hablo desde lo objetivo… ver a alguien fuera de su (aparente) terreno, haciendo lo que mejor sabe hacer, quebrando a otro competidor legendario… Increíble. Sumen el Poggio que hizo (quizá no muy inteligente, seguro que muy intenso) y verán que es el clasicómano (casi) definitivo.
Pero… Pero primero la caída en Lieja, que nos privó de otro duelo bien cuco, este con Evenepoel (vean que Tadej Pogačar ha tenido duelos con los otros dos candidatos a mejor ciclista de la temporada, mientras que ellos apenas se cruzaron seriamente… eso habla de su polivalencia), que trastocó, cuentan, preparación para el Tour. Y luego, allí… en fin, sensaciones raras. Superado en Marie Blanque, resurrección épica entre Tourmalet y Cauterets cuando parecía amortizao (esa celebración en Cambasque es otra de las imágenes de 2023), luego arreones, juego de miradas, una Joux-Plane a punto de despegar… y la crono. Y Loze. Casi no salva ni el segundo puesto (pareció a punto de hundirse en Loze, pareció a punto de diluir tanto). Después resurrecciona en Vosgos, sí, pero…
Otra vez… objetivamente su temporada es alucinante. Tiene cinco Monumentos, con tres distintos… es el primer ganador de Grande Boucle que lo logra desde Hinault, solo un puñado más (un puñado selecto) lo han hecho en toda la historia. Y el doblete Flandes-Lombardía… desde van Looy. Vamos, que leyenda, mito, camino del Gotha (donde ya vive, donde ya enseñorea). Pero es que el Tour pesa mogollón, y es difícil darle un diez al año cuando en el objetivo más grande (al menos el más mediático) te meten meneo curioso.
Ya ven, paradojas.
Y luego nos queda Mathieu van der Poel. Que menudo año, el de Mathieu van der Poel. El calificativo «histórico» se nos queda corto, para hablar de Mathieu van der Poel en 2023. Y mira que empezaba el asunto regular, no vayan a pensarse. Porque arrastraba dudas desde los Juegos Olímpicos, desde aquella caída tontísima que le había dejado, dicen, una espalda así-así. Y los resultados que no llegan, o llegan en menor número que antes, y con más esfuerzo, y tirando de talento y razas, y se le ve incómodo, y en el barro, en el Ciclocross, se lo merienda Wout van Aert cada vez que coinciden, y algunos ya hablan de que el gran van der Poel quedó en Tokyo, que nunca será el mismo, que ganará, pero ganará poco, y ganará diferente.
Y, entonces, el Mundial.
El Mundial de Cx, sí, pero el Mundial. Arreón de van Aert, van der Poel a rueda, y Wout que cortocircuita. Era favoritísimo, era imposible que perdiera, Mathieu resultaba víctima ideal, victoria bonita, vitrina engrosada. Pero no. Venció, allí, desde lo psicológico; repetiría, en todo el año, por patas.
El día indicado a la hora precisa.
Ahí llega el gran mérito de Mathieu van der Poel en 2023… pero también su defecto máximo. Otra vez, en lo objetivo… temporadón. Dos Monumentos y Mundial, algo que ha pasado pocas veces en la historia (verán que repetimos mucho eso, vean la trascendencia de esta generación). Y está, además, el cómo. Ese latigazo asesino en Poggio, esa Roubaix triunfal. Y lo de Glasgow, que fue maravilla absoluta, lo de Glasgow. Mejor carrera en doce meses, fijo, a hostias desde las Highlands casi, dolor en cada curva, en cada cruce, el ataque definitivo, increíble, ese apretar justo cuando baja la pendiente. Y lo otro. La épica, las imágenes. Caída, recuperar, zapatilla rompiéndose. Lució mucho, lo de Glasgow, lució mogollón. Sumen, a todo, su De Ronde, que solo Tadej le impidió trincarse tres Monumentos y Mundial. Tres Monumentos y Mundial solo pilló, en toda la historia, un tal Eddy Merckx. Vuelvan a leerlo. Increíble.
Pero es eso, que fuera de los días gordísimos… poco. Nada. Anónimo en el Tour, sin aparecer en Clásicas menores. Se ha convertido, Mathieu, en el francotirador por excelencia, en un Bettini con más motor, más reprís y mejor planta (en un Bettini que da gusto ver), pero… A veces uno añora sus derroches loquísimos por sitios donde no se le había perdido nada. Y teme por el futuro, porque este 2023 demuestra que funciona el nuevo Mathieu, y va a ser complicado que tome camino de vuelta a su antiguo ser…
Y así están las cosas. Con tres paisanos que han completado unos meses (casi) perfectos, aunque con (pequeñas) falencias. Y un tiempo para disfrutar, para llevarnos al recuerdo cuando ellos no estén, cuando se retorne (ay, lo cíclico) a bostezos y mierdas.
Disfruten.
Pd: Que no me escapo, coño. Mathieu, para mí el mejor ciclista de 2023 año ha sido Mathieu van der Poel. Ahora cuéntenme el suyo.
Este se aprendió la palabra «mollar» en jueves.
¡Con lo que yo admiro a Marcos Pereda y va y me elije a Mathieu! Vale que es un titán, pero la duda sobre quien es el mejor del año gravita, claramente, sobre los otros dos que menciona… Eso por no decir que el que de verdad va ser Grande, aunque gaste un cuerpo pequeñito, es Evenepoel, y si no al tiempo.
De cualquier modo, señor Pereda, siga usted así. Me encantan sus artículos y me encantan sus libros.