Entrevistas de baloncesto Entrevistas

Brad Branson: «El Petrovic de la Cibona llegaba, se pasaba el balón entre las piernas, decía ‘¡Hala Madrid!’ y te la enchufaba»

Es noticia

Brad Branson es uno de los americanos más carismáticos que han pasado por la ACB. Llegó a España en la temporada 86/87 y, después de dos años en el Real Madrid, fichó por el Pamesa Valencia, donde permaneció durante seis temporadas hasta que finalmente se retiró en la 93/94. Era un luchador incansable, un pívot sobrio, seguro y eficaz que también tenía un buen tiro de cuatro metros. A pesar de sus 2,08 m, era un interior que corría muy bien el contraataque. Brad, además, es un enamorado de nuestro país, especialmente de Valencia, ciudad que visita siempre que puede. Las Fallas es una de sus fechas favoritas para venir a la capital del Turia. Aunque estamos en pleno ambiente fallero, hoy es 16 de marzo, quedamos con él e intentamos encontrar, pese a la dificultad, un entorno relajado en el que reine la tranquilidad. Finalmente lo conseguimos en el Hotel Barceló, donde estuvimos con Brad durante gran parte de la tarde hablando de baloncesto y de la vida.

¿Vienes siempre a Valencia en Fallas?

Normalmente sí, aunque estuve sin hacerlo los tres años del Covid. Mi hija, Natalia, fue fallera mayor de su falla en 2014. A mí me viene bien porque es un poco antes de las vacaciones de primavera. Además la ciudad está bonita, está viva. Mira…

Tu hija, Natalia, está en el Valencia Basket.

Sí, ella trabaja allí. Se encarga de todos los eventos de marketing del equipo femenino.

Y tu hijo ¿sigue jugando al baloncesto?

Sí, Brandon está jugando este año, su primer año en Junior College en Miami. Lo ha hecho bien, y creo que va a seguir el año que viene, pero al final los hijos necesitan decidir lo que hacen. Si quieren jugar que jueguen, si quieren dibujar que dibujen.

¿Cuántos hijos tienes, Brad?

Tengo tres niñas y un hijo. Natalia es la mayor, Carolina es la segunda con 28 años, es abogada, Brandon tiene 21, y la más pequeña ahora está en la Escuela de Azafatas en Miami.

Tu trabajo está muy enfocado a los jóvenes.

Sí, lo que yo hago ahora es trabajar con la gente joven, sobre todo entre 13 y 17 años. Después del Covid la gente se ha quedado un poco atrasada en el sentido de perder la confianza, la comunicación, pero no solo la gente joven. Mi socio y yo, en América, trabajamos en empresas grandes dando charlas de confianza, de cambio. La cosa más difícil es aceptar el cambio. El Covid ha cambiado muchas cosas, tanto en la gente joven como en los adultos.

También he estado en algunos Campus de baloncesto trabajando la salud mental, haciendo una gestión de cuerpo y mente, enseñando a descubrir qué talentos tienes para tu carrera. Mucha gente que juega al baloncesto quiere saber que hay vida después del deporte. Yo he tenido mucha suerte en este sentido, he jugado 16 años como profesional y tengo mi carrera universitaria. Sin embargo, sobre todo en Europa, la gente sigue en la cantera. Y cuando llegan a los 15 o 17 años deberían estudiar mucho. Lo que ocurre, en cambio, es que justo en esa época están estudiando menos.

Si de repente no te da para llegar al primer equipo, ¿qué haces? Tienes toda la vida por delante. Ahí viene el problema, y eso es igual en Valencia, Madrid, París, Houston, Dallas, etc. Es lo mismo en todo el mundo. Después de retirarme, seguí estudiando y formándome. Ahora mi trabajo principal es en una High School en Houston donde toda la gente con problemas de disciplina, problemas de actitud, problemas de lo que sea viene a nuestro grupo. Nosotros hablamos y trabajamos con ellos para intentar cambiar su actitud y que tengan más confianza, con el objetivo de que regresen a la vida, a su escuela, a la comunidad, con sus familias, a la vida propia. Y yo creo que lo estamos haciendo bien.

Pero hace poco vivías en Florida.

Estuve en Florida porque mi hija necesitaba que estuviese con ella para la High School. El año pasado, en junio, se graduó y fui a Houston, donde vivía antes. Houston es una ciudad con mucha energía. Es fácil trabajar allí.

Háblanos de tu infancia.

Nací en un pueblo al sur de Chicago, Harvey, pero a los 7 años nos mudamos a Florida. Mi madre estuvo casada con un señor del que después se divorció. Era muy alto, se llama Lou Scott, mi padre biológico, que jugaba con la Universidad de Indiana. Ganó el campeonato de la NCAA en el 54, pero tenía muchos problemas, entonces mi madre se separó y nos fuimos todos a Florida. Nos quedamos allí desde los 7 años hasta que empecé la universidad.

Jugué a varios deportes. El béisbol me gustaba, pero era muy alto, entonces me era más difícil. También jugué al fútbol americano en High School los dos primeros años, pero era muy flaco. Me ponían los codos en la espalda y me caía al suelo. Empecé la High School con 5’10 (177,8 cm.) y cuando salí era 6’6, que más o menos son dos metros, un poco menos. Además, era muy flaco, 135 libras, unos 50 kilos. Por entonces, no jugaba al baloncesto, me tropezaba con la línea de tiros libres. Un día, un señor me vino a ver al terminar mi tercer año de High School, antes de empezar el último. No había estado jugando durante esos tres años, estaba en el banquillo porque era muy malo. Pero ese señor me dijo: «Pase lo que pase, el año que viene, cuando termines la High School, te voy a dar una beca para que vengas a jugar dos años conmigo en Junior College». Y contesté: «Bueno, pues gracias».

Mi madre se había casado de nuevo y mi padrastro me dijo: «Mira, cuando salgas de la escuela en junior, todo lo que necesitas está en el servicio militar». Pero era muy alto y no podía. Tenía dos opciones, o una beca de donde viniese, o trabajar. Cuando aquel señor me vino a ofrecer esto, me dijo: «Necesitas hacer tres cosas. Cada mañana cuando te despiertes y cuando te vayas a dormir, en el momento en que te laves los dientes quiero que te mires en el espejo y digas: ‘Me gusta lo que veo, creo en mí mismo y creo en lo que puedo hacer’». Es una cosa que yo digo a mis alumnos. Era la primera vez en mi vida que tenía una persona que creía en mí.

Conocer a aquel señor te cambió la vida.

Sí, crecí cuatro pulgadas y empecé a entrenar duro. Y se lo debo todo a él, a Hugh Thimlar, que me dio una beca por dos años en Edison Community College cuando estaba estudiando en North Fort Myers High School. Me fui con él, y en mi segundo y último año en Junior College, formé parte del primer equipo All-American, fui jugador del año de mi Junior College y tuve más de 400 ofertas.

¿Qué vio en ti Hugh Thimlar para darte la gran oportunidad de tu vida?

No lo sé. Trabajo mucho con niños y veo algunos con algo especial. Creo que vio algo especial en mí. Me vio con el pie tan grande y a lo mejor pensó: «Igual crece mucho más». Ahora yo con ver a la gente ya me capto su energía. Después de muchos años me enteré de que era de Indiana y conocía a alguien que estaba relacionado con mi padre biológico. Pero esta no fue la razón. No fui el único con un caso así, ayudó a mucha gente, tenía un gran talento para hacer esto. Quizá yo fui con quien llegó más lejos, pero en sus años allí él consiguió cinco All-Americans, aunque yo fui el único que estuvo en el primer equipo. Era tan importante para mí que, en sus dos últimos años de vida, me fui de nuevo a Fort Myers para estar con él antes de morir.

¿De qué jugabas cuando estabas en la High School?

Jugaba de lo que fuera. Era el más alto, pero si soplaba el viento me caía. Tuve que trabajar mucho. Las pocas veces que jugaba en la High School la gente se reía de mí. Le decía a mi madre: «¡Mamá!…». Y ella me respondía: «¿Qué quieres que haga?». Sin embargo, en verano, entre el último año de High School y el primer año de universidad, jugué todos los días en la calle de 8 de la mañana a 8 de la noche. Y nos pegábamos bofetadas. Fue un camino duro. Cada uno tiene una infancia diferente. A mí me hicieron bullying, me molestaban, me faltaban el respeto…, todo eso lo sufrí porque era un niño con poca confianza. No creía en nada, no sabía lo que era una buena familia, en el sentido de tener una familia.

Pero al final mucha gente me apoyó y lo conseguí. El que más, el coach del que he hablado, Hugh Thimlar, pero también tuve que trabajar mucho. Con todo lo que yo he vivido, dónde he crecido, dónde empecé, si he podido llegar a mi nivel de baloncesto, a mi nivel de estudios, o al nivel de la profesión donde estoy ahora, cualquier persona en el mundo puede hacerlo igual. Que tienes solo un pariente en la casa (solo la madre), yo solo tenía uno. Que la gente hace bullying, a mí me lo han hecho. Que era tímido… Todo eso lo he sufrido yo. Me ha pasado de todo, pero nunca puedes perder la confianza en ti mismo. Hace muchos años acepté todo esto y por eso ahora trabajo con niños. Si no hubiese aceptado lo que me pasó, ¿cómo podría hablar con ellos? Vivir todo esto me ha dado la oportunidad de hablar con los jóvenes.

¿Dónde sufriste bulllying?

En todas partes. Era tan flaco que me daban la vuelta, es decir, me ponían boca abajo cogiéndome por los pies y me sacaban las monedas de los bolsillos. Ahora nadie puede hacer esto, pero bueno… Hoy el bullying donde más se hace es por internet.

Aquello fue muy duro…

Era muy duro y todavía voy conociendo cosas nuevas cada vez que vengo aquí. Nunca me rindo, en inglés, «never give up». Nadie nace perdedor. Hay dos cosas en la vida que nadie te puede quitar, la educación y quién eres. Y me da igual la edad que tengas. Te pueden quitar el coche, el dinero, tu pareja, tu casa, despedirte del trabajo, pero nadie te puede quitar esas dos cosas si tú no les dejas. Hay una frase en América, «talk the talk… walk the walk», si voy a hablar de cambio, camina en la misma dirección. El movimiento se demuestra andando.
He tenido cosas buenas, mogollón, he cometido errores, muchos, por eso mi hija vive aquí con su madre, que es Bárbara, mi ex mujer, que está casada y tiene dos niñas más. Pero eso es por culpa mía porque fui inmaduro y no sabía lo que estaba haciendo, pensaba que era más importante no tener los pies en el suelo, llámalo como quieras, es culpa mía. Pero también, si no lo aceptas no creces. Tienes que aceptar los cambios y ser dueño de tus fallos. Sin esos fallos no hubiese tenido otros dos hijos y ella no tendría sus dos hijas, ¿me entiendes? Cuando todo es malo, luego siempre hay cosas buenas.

Has hablado de que un verano estuviste jugando en la calle de 8 de la mañana a ocho de la noche. Supongo que aquello fue clave para mejorar tu baloncesto.

Creo que jugar tantas horas al día y dedicar toda mi vida al baloncesto fue muy importante, pero también lo fue que empecé a creer en mí mismo. Puedes tener todo el talento del mundo, pero si no crees en ti mismo no llegas a estar en el cinco inicial del All-American, o ser el jugador del año de Junior College. Era más la confianza en mí mismo. Empecé a salir, empecé a creer… Pero también eso tiene su lado negativo. Claro, cuando sales de la universidad lo normal es que suelas tener a diferentes equipos de la NBA interesados en ti. Entonces pasas a ser una persona que no vive en el mundo real, eso que dicen de que la gente famosa no vive en el mundo real, tienen toda la razón del mundo. Nosotros trabajamos en cómo manejar la fama con la asociación de jugadores, con equipos semiprofesionales y con universidades. Recuerdo que cuando jugaba en Valencia había cien personas o más que me pedían entradas para los partidos. Y cuando me retiré tenía cinco personas que hablaban conmigo. Ese es el mundo real. Ahora, aquí, voy siempre a la falla de mi hija y la gente me recuerda.

¿Y te siguen saludando?

Sí, pero es porque mi hija está allí. Los momentos más bonitos de mi carrera, algunos están ligados al baloncesto, pero muchos están completamente fuera de la cancha. La gente me pregunta muchas veces: «¿Cuál es tu mejor partido? ¿Cuál es tu mejor recuerdo?» Yo les contesto que son dos cosas diferentes. Mi satisfacción es que al final de mi carrera he usado el baloncesto como plataforma para trabajar con gente joven, lo mismo que estoy haciendo ahora.

Tras jugar dos temporadas en el Edison Community College, fuiste transferido a los Mustangs de la Universidad de Southern Methodist, donde jugaste a muy buen nivel las dos siguientes temporadas.

Así es. Al final me fui a la Universidad de SMU, en Dallas, por dos razones. La primera razón es porque quería salir de Florida, nunca había salido de allí. Nací en Chicago y viví en Florida. Y la segunda razón es que tenía un muy buen plan educativo de Business. Eso era importante para mí. Jugué dos años en SMU. Mi conferencia era muy fuerte. Había gente como, Clyde Drexler, Olajuwon o Vinnie Johnson. Estuvo muy bien. Después fui elegido por Detroit, pero me salió un año en Italia para jugar en Rimini y me fui. Luego regresé a Estados Unidos y jugué un poco en la CBA, pero Cleveland me reclamó. También estuve en Indiana. Después, Indiana me ofreció un contrato, pero la mitad de ese contrato era garantizado y la mitad no. Entonces el mismo entrenador de Rimini me llamó porque firmó por Brescia y acepté tres años con este equipo. El asistente del entrenador en Brescia era Sergio Scariolo. Después de esos tres años en Brescia ya quería cambiar de equipo. Los equipos italianos más fuertes eran Milán y Benetton de Treviso, pero el presidente no me dejó libre, por eso firmé un contrato con el Real Madrid de tres años, dos años garantizados y una opción para el tercero. Jugué en el Real Madrid muy bien, espectacular. Me encantó.

Volviendo a tu etapa en la NBA, ¿por qué no salió bien aquello?

El general manager de Detroit, que fue el equipo que me eligió en el Draft, me dijo que era bueno, pero que no tenía la fortaleza muscular necesaria. Entonces me fui a Rimini. Jugué en la primera división de Italia. Estuvo muy bien, ese año jugué muy bien. Jugaba con todos los grandes, estaba Oscar Schmidt, por ejemplo. Y después regresé a Estados Unidos.

¿Era la primera vez que salías de Estados Unidos cuando te fuiste a Italia?

No, en el año 80 fue la primera vez que salí. Era uno de los cuarenta o cuarenta y cinco jugadores elegidos por el equipo nacional. Allí estaban jugadores como, Kevin McHale, Vinnie Johnson… Estuvimos entrenando y nos dividimos en tres grupos, uno que hacía la vuelta en América, otro que iba a estar en Puerto Rico y el Caribe, y uno que iba a ir a Europa. Joder, tío, toda la gente quería jugar en América porque había televisión, pero yo elegí Europa. Pasé tres semanas en París, Ámsterdam, Londres o Milán jugando con el equipo nacional contra diferentes selecciones europeas porque no íbamos a estar en los Juegos Olímpicos de Moscú por el boicot. Esa fue mi primera vez fuera. Bueno, estuve en México, pero eso no cuenta.

¿Te gustó Europa?

Me encantó. Entonces me vino la oportunidad de irme a Europa cuando estuve jugando un partido de All Star universitario en Virginia, donde el entrenador de Rimini me vio. Habló conmigo y me ficharon. Me gustó mucho Europa. Me lo pasé fenomenal. Recuerdo un día, con 21 años, allí en Ámsterdam mirando las ventanas. ¿Dónde he ido a parar? ¡Joder, macho. Esto es real! También estuve en la fábrica de Heineken, yo creo que era cuando me gustaba la cerveza.

No tengo problemas para ir a sitios nuevos. Me gusta. Una cosa que le digo a la gente joven es que tienen que aceptar su personalidad. Yo realmente soy introvertido, tengo personalidad introvertida, pero me esfuerzo en ser extrovertido para hacer entrevistas o cuando me pongo delante del público. En toda mi carrera de estudios, hasta que me saqué el Máster, desde High School hasta la universidad, siempre aprobé a la primera, pero en mi primer año en la universidad repetí el curso porque no era capaz de hacer el public speaking, es decir, salir enfrente de la gente y hablar, no podía hacerlo. Podía jugar delante de veinte o treinta mil personas y no pasaba nada, pero hablar enfrente de diez personas no podía.

¿Cuál era el problema?

La confianza en mí mismo.

La confianza que te dio en el baloncesto el Coach, Hugh Thimlar.

Eso es.

¿Pudo influir en esa falta de confianza la ausencia de la figura paterna?

Sí, mi madre estuvo casada, no voy a hablar nada mal de él, pero no fue alguien que pusiera mucho amor en la familia. De todos modos, a la gente que me dice: «¿Querrías cambiar algo de tu vida?» Yo les respondo que si pudiese cambiar cualquier cosa de mi pasado, quizá no estaría sentado ahora contigo.

¿Qué tal vivías en Italia en tu primer año?

Bien, tenía casa en la playa. Jugué en Rimini, que está a una hora de Pésaro. Estuve allí un año. Mi primer contrato eran 75000 dólares. ¡En el 81! Era un buen sueldo. Además, en Europa no pagabas impuestos porque los equipos los pagaban por ti.

Luego vuelves a Estados Unidos.

Sí. Detroit traspasó mis derechos a Dallas, pero me cortaron y me fui a Alaska, a la CBA. Jugué allí hasta mitad de temporada, hasta el All Star Game, que era dos días antes del All Star NBA, que ese año (1982) era en la cancha de los New Jersey Nets. Jugué en el All Star CBA y fui el mejor jugador ofensivo. Y Cleveland me eligió para terminar la temporada con ellos.

La temporada siguiente, 82/83, juegas en Indiana.

Así es. Estuvo bien, aunque hacía frío. Jugué bien, jugaba todos los partidos. Al final, las últimas dos semanas de la temporada, como no íbamos a estar en los playoffs, jugaba mucho y tuve partidos de 28, 32 y 35 puntos. Fui jugador de la semana en la NBA. El último partido en casa hice 36 puntos, en Indiana. Toda la prensa decía que me iban a renovar, pero solo me querían renovar por el 75% garantizado, y el Brescia me llamó y me ofrecieron tres años de contrato.

En Italia, por entonces, era donde más se pagaba en Europa.

Sí, creo que me pagaban 130.000 0 150.000 dólares al año. Cobraba el doble que en la NBA. Estuvo bien. Jugué tres años y siempre estábamos en los playoffs. Pero cuando mi entrenador salió, me quise marchar.

¿Qué pasó con Julius Erving durante un partido de la NBA?

Era mi primer partido en Cleveland. Estábamos jugando en el Spectrum, casa de los Sixers. No jugué en el primer tiempo, pero sí salí en la segunda parte. Me quité el chándal y entré en la cancha. Geoff Huston era el base de mi equipo. Ya había jugado contra él en la universidad porque estaba en mi misma conferencia. Hicimos una jugada, iba por abajo, cerca del aro, y empecé a postear para pedir la pelota. Así podía cerrar al jugador que estaba en defensa conmigo. Y estaba pensando: «Tío, eres un All-American». En el momento que Geoff me pasa la pelota, me doy la vuelta y veo que me está defendiendo Julius Erving. ¡Joder, macho! Mi primera estadística oficial en la NBA fue un turnover, una pérdida de balón (risas).

Pero lo bueno es que en la siguiente jugada, cuando estamos volviendo corriendo al campo contrario, Julius Erving me dice: «Hey, cuando estés dentro de la cancha, juega. Te mereces estar aquí». ¡Buah!… Mira, yo era un rookie y él, que era un All Star NBA y miembro del Hall Of Fame, diciéndome eso… Aquello me impactó durante muchos años y cuento esta historia a mucha gente. Para mí, lo importante es la manera en que tú ayudas a los demás, ¿me entiendes?

Vaya detalle.

Un detalle que nunca olvidaré y sigo contándole a los demás. Ahora hay mucha gente joven que no recuerda mucho quién es Julius Erving. Aquello fue un momento mágico. Entonces, ahí pensé: «Bueno, sí, tienes razón. He trabajado duro para llegar aquí». Aquellas palabras de Julius Erving: «Juega que mereces estar aquí», se me han quedado grabadas.

¿Recuerdas más anécdotas con otras estrellas de la NBA?

Recuerdo cuando Magic estuvo de gira por España con Campofrío. Yo iba en el equipo. Jugamos en Valencia y luego teníamos que ir a Barcelona, pero Magic no jugó porque anunció su positivo por Sida. Recuerdo que habló con nosotros, antes de dar su rueda prensa, y nos dio explicaciones. Demostró tener mucho coraje. Nos explicó a todo el equipo lo que había pasado y después salió a la rueda de prensa. Nos dijo: «No voy a jugar más porque he dado positivo por Sida. Voy a anunciarlo, pero quería hablar con vosotros primero. Gracias por estar conmigo. Todo está bien. En la vida hay obstáculos que tienes que afrontar y la manera de afrontarlos es con honestidad y coraje». Que uno de los cinco mejores jugadores de la historia del baloncesto tuviese este detalle con nosotros para mí fue muy importante.

Volviendo a tu etapa en Brescia, ¿cómo era Scariolo? Él era el entrenador ayudante.

Yo sabía que tenía mucho futuro. Era como una esponja, quería absorber todo. A mí me ayudaba mucho. Siempre estaba hablando. Era la mano derecha del entrenador. Cada mañana, antes del partido en casa, iba al pabellón y tiraba solo durante una hora. A veces, Sergio me abría el pabellón para tirar. Su carrera sigue…
Sergio me comentó, en otra entrevista, que no veía su futuro en la NBA.

¿Qué coaching haces en la NBA? Nadie juega en equipo, nadie juega en defensa. La asociación de jugadores retirados de la NBA, de la que soy parte, estamos invitados todos los años al partido del All-Star NBA y nadie va porque en esos partidos quien coge el balón se la tira. En cambio, en junio tenemos la reunión en Las Vegas porque es la Summer League, y a esa sí voy. Son cuatro días. Pero al partido del All-Star, las veces que he ido es aburrido.

En tus años en Italia juegas con gente muy importante.

Dino Meneghin, Mike D’Antoni, Brunamonti, Zampolini… También había muchos americanos muy buenos, Bob McAdoo, Corny Thompson. Además estaba Oscar Schmidt y Abdul Jeelani. Recuerdo mi primer partido de All-Star en Italia. Fui compañero de habitación de Abdul y me tuvo riendo todo el tiempo. Estuvo bien. En aquella época solo se permitían dos extranjeros por equipo.

Los mejores extranjeros iban primero a Italia y luego a España.

Sí. Italia era la liga más fuerte, después España y luego Grecia. Ahora ha cambiado. En mi caso, mi presidente en Brescia no quería que fuese a otro equipo de Italia, por tanto, no podía fichar por otro equipo italiano si él no me dejaba libre. Así que me llamó mi agente y me dijo que tenía una oferta del Madrid. Mi respuesta fue: «Ah, Madrid. Eso es como jugar con los Lakers o los Celtics en la NBA». Vine a Madrid en julio para empezar a entrenar. Estaban Corbalán, Iturriaga, Chechu, Romay, Rafa, Alfonso Del Corral, Llorente. Jugábamos en verano partidos que eran auténticos partidazos. Toda la gente me comparaba con Wayne Robinson. ¿Por qué cambiaron a Brad por Wayne?, se preguntaba la gente. Yo era un jugador diferente. Cuando cogíamos el rebote, empezaba a correr como un base. Jugar con un base como Corbalán era una maravilla.

Tenías una oferta de la Benetton de Treviso.

Sí, pero como te he dicho antes no podía fichar por otro equipo italiano porque el presidente no me dejaba libre. En esta época los presidentes tenían derechos. Me ofreció un contrato con más dinero, pero quería cambiar. También podía regresar a la NBA. En Italia estaba cerrado, no podía, Grecia no era Comunidad Europea, Francia no estaba pagando mucho y España en esta época estaba pagando más. Me he enterado después de que otros equipos en España estaban interesados en mí, pero cuando surge la posibilidad de fichar por el Real Madrid, fichas, y ya está. En Italia, jugué en dos equipos, en la NBA en dos equipos, y en España en otros dos. Hoy, en la NBA es un año aquí, dos allí. Por eso han jodido mucho el baloncesto. Aquí también ha habido cambios. Los jugadores nacionales en mi época casi nunca cambiaban de equipo. Al final de su carrera, quizá.

Paco López, el preparador físico del Real Madrid, me contó en una ocasión que durante la pretemporada le dijiste: «Paco, yo no he venido aquí a correr una Maratón».

(Risas). Paco era un hombre estupendo. Sí, tenía una manera diferente de entrenar en la pretemporada, pero me ayudó mucho porque yo corría muy bien la cancha, era mi fuerte. Gente de mi altura no corría tan rápido como yo. Después, cuando me fui a Valencia, en la pretemporada me iba a correr al río antes de estar todo lo que hay ahora. Arriba y abajo, kilómetros y kilómetros… Con Paco lo que me aburría era dar vueltas en la pista… Buff. Pero Paco era muy majo. Todavía recuerdo los años con él. Conocía y trabajaba con mucha gente de atletismo, como Ana Fidelia Quirot o Javier Sotomayor. Tuve la oportunidad de conocer a esta gente gracias a Paco. Era muy buen preparador. Me mantenía en forma. Casi nunca estuve muy lesionado, bueno, alguna vez, pero siempre en la postemporada. Su trabajo me vino fenomenal. En Italia corríamos, pero era de diferente manera. Allí hacíamos más rapidez, saltos, ejercicios más cortos. En Madrid eran ejercicios y entrenamientos de mayor duración.

¿Cómo fueron esos primeros días en Madrid?

Madrid era grande. Los jugadores estuvieron muy bien conmigo. No puedo tener queja de nada. La gente fue muy amable. La comida me encantaba. Cuando me introduje en la vida de España me gustó mucho. Madrid me encantó. Entrenábamos en la antigua Ciudad Deportiva. Los entrenamientos eran más duros que los partidos. Crecí mucho durante estos entrenamientos. Había contacto, choques, etc., pero nunca pelea. Recuerdo que Romay me pegó un bofetón en la nariz durante un entrenamiento, me puse a sangrar y me quedé inconsciente. Pero bien, había mucho compañerismo, que creo que es lo que falta hoy. También había mucho compañerismo con los rivales. Muchas veces salía con Audie Norris cuando estaba en el Barcelona. Quedaba con él el día antes del partido a tomar un agua o un café. Nos respetábamos mucho, pero cuando había que jugar jugábamos duro, lo mismo que yo jugaba duro con Ferrán o Jiménez. Había respeto, como me dijo Julius Erving aquel día: «Ten respeto, juega duro, ya está». Es diferente jugar duro que jugar sucio.

¿Qué hacías aparte del baloncesto cuando estabas en Madrid?

Trabajaba en dos cosas, bueno, gastaba mi tiempo libre en dos cosas. Una es ANDE, la Asociación Nacional del Deporte Especial, que eran niños minusválidos físicos y psíquicos. Luego lo continué en Valencia. Ha cambiado mucho la ley sobre todo en Fallas con esto. Antes, a la gente minusválida no le permitían hacer la ofrenda. Entonces, yo decía: «¿Qué? ¿Cómo?». Hablé con Rita Barberá, la alcaldesa, y con el presidente de la Generalitat, y me dieron una sede para los niños que todavía está funcionando. Cambió la ley en la Generalitat, en este sentido. El presidente era Fernando Martín, no el jugador. La otra cosa en la que trabajé mucho, después también en Valencia, fue la Asociación de Deportistas Contra la Droga de Nicolás Justicia, que es un amigo que hace un Campus en Logroño. Son dos cosas que he hecho cuando estuve en Madrid que mucha gente no conoce.

¿Es verdad que te gustaba ver películas grabadas cuando estabas en España?

Sí, mi familia me mandó muchos vídeos, sobre todo Miami Vice (Corrupción en Miami), que era una serie de Miami y policías. Me mandaron diferentes películas porque no tenía streaming, Amazon o Neftlix. No había internet. Como te he dicho, era muy introvertido, muchas veces me quedaba solo en casa, o me iba a entrenar o a hacer pesas solo.

Llegas al Real Madrid junto a Larry Spriggs, el otro extranjero del equipo, pero con la ausencia de Antonio y Fernando Martín, que estaban en Estados Unidos. ¿Fue difícil suplir la marcha de los dos hermanos?

A pesar de ello, teníamos muy buenos jugadores nacionales. Muchas veces nuestros entrenamientos eran más duros que los partidos. Me llamó mucho la atención la mentalidad ganadora que tenían los jugadores nacionales que estuvieron jugando conmigo en el Madrid. Era algo que no había visto en mi vida. Ellos, ganando o perdiendo, siempre jugaban con la misma intensidad. Y siempre con la mentalidad para ganar. Cuando Antonio y Fernando salieron fue difícil, fue un cambio drástico. Estábamos Larry y yo. Yo era un poco más constante, hacía mis medias. Larry, a veces era estupendo, a veces no tanto, pero era un cambio.

Perdimos contra el Barcelona en las semifinales de liga y estuvimos jugando también la Copa de Europa. No creo que tuviéramos una mala temporada, era un temporada en la que estábamos reconstruyendo o rehaciendo el equipo ya que perdimos a Antonio y Fernando Martín. Romay jugaba mucho más porque cuando estaba Fernando, Antonio y Rafa Rullán, no tenía muchos minutos. Este año Fernando Romay estaba en el cinco inicial y lo hizo bien. El segundo año regresaron Fernando y Antonio. Antonio estuvo mucho tiempo lesionado, pero jugamos bien. Ganamos la Copa Korac. El Madrid solo ha ganado una Korac porque siempre jugaba la Copa de Europa. Pero bueno, no deja de ser una competición europea. Además, jugamos la final contra la Cibona de Petrovic.

¿Cómo era Petrovic en la cancha cuando te enfrentabas a él?

(Risas) Era un cabrón. Hombre, no quiero hablar mal de él, pero… (risas). Recuerdo que cuando jugábamos contra él, me llegaba, se pasaba el balón entre las piernas y decía: «¡Hala Madrid! ¡Hala Madrid! ¡Hala Madrid!». Y te la enchufaba (escenifica el tiro a canasta). Chechu e Iturriaga se enfadaban, pero, al final, ¿quién ganó la final?

Antes de esta temporada (87/88) la Cibona había derrotado al Real Madrid en cinco partidos consecutivos en Copa de Europa en las dos temporadas anteriores. ¿Cómo se vivían esos duelos contra Petrovic y compañía? ¿Había mucha ansia de venganza?

Petrovic jugaba con la mente de Iturriaga, de Chechu, Corbalán, Llorente… Pero bien. Sabíamos que Petrovic ya había fichado por el Real Madrid.

Así es. En octubre de 1986 los medios de comunicación anunciaron su fichaje por el Real Madrid para la temporada 88/89. ¿Qué se comentaba en el equipo sobre su fichaje?

Realmente no se hablaba mucho, ni bien ni mal. Era un tema que no preocupaba. Lo importante para nosotros era, ¿qué voy a hacer hoy?, ¿qué partido tenemos ahora? Ese era un tema de los entrenadores y directivos, nosotros nos preocupábamos del momento. ¿Por qué nos íbamos a preocupar de lo que iba a pasar en el futuro cuando necesitamos ganar la liga?

¿Y Sabonis? ¿Cuándo fue la primera vez que jugaste contra él?

Jugué contra Sabonis por primera vez cuando estaba en el equipo nacional americano en la gira que hicimos por Europa. Estaba con el equipo soviético. La desgracia fue que la NBA no vio a Sabonis al cien por cien porque Sabonis, antes de la lesión del tendón de Aquiles, ¡buff!… era una pura bestia, pero en el buen sentido. Él pasaba, manejaba el balón, tiraba… ¿Por qué se fue a Valladolid por tres años? Para recuperarse cuando se rompió el tendón de Aquiles. ¿Un jugador con su talento a Valladolid? Fue para recuperarse. Me lo pasé muy bien con él. En esa época no había tantos extranjeros en la NBA. Mira hoy, el 54 % de los jugadores son extranjeros. Si él hubiese jugado en la NBA cuando estaba bien también habrían retirado su camiseta, como ha pasado con Pau Gasol.

En aquella gira por Europa Sabonis era prácticamente un desconocido.

Sí, pero poco a poco iba creciendo. Yo tuve el mejor partido de mi carrera contra él cuando estaba en Zalgiris, 42 puntos y 23 rebotes. Martín Tello, del AS, me dio 4 ases. Solo dos jugadores tienen 4 ases, Corbalán en los Juegos Olímpicos, y yo contra Zalgiris. Es un gran honor. Yo era diferente porque si él me jugaba duro en defensa yo salía fuera y tiraba. Y cuando me cambiaban con uno más pequeño, jugaba por dentro.

Luego vuelves a jugar contra él en la ACB.

Eso es, cuando él estaba en Valladolid y después en el Madrid. Yo ya estaba en Valencia. Además, cené algunas veces con él y tomamos un vaso de Vodka, o dos… (risas), o uno grande. Todo son buenos recuerdos. Mucha gente piensa que no puedes tener amistad o hablar en la calle con los jugadores a los que te enfrentas. Qué más da. Algunos fans no entienden eso, pero los jugadores sí.

¿Ha sido el Sabonis de antes de la lesión el jugador que más te ha impresionado?

Sí, él es uno. Petrovic también me impresionó porque tenía un tiro puro, pero también Kukoc, jugué contra él cuando era joven, antes de irse a Chicago. Pero en toda mi carrera quien me ha impresionado más fue Michael Jordan. Antes de empezar mi tercer año de universidad jugué en un Campus en Colorado y Michael Jordan estaba allí, a pesar de que era más joven que yo. Era un espectáculo, era impresionante. Pensé: «No vamos a ver otro jugador como él». Menudo talento tenía, madre mía. Era un hombre jugando con niños. Impresionante, pero no solo por talento. Yo jugaba en High School contra Darryl Dawkins, que era 6’10 y 300 libras. Imagínate yo, que era 6’6 y 150 libras. Miraba para arriba y solo veía sus zapatos, pero Michael era otra historia, era impresionante.

A partir de la temporada 86/87, que es la de tu llegada al Real Madrid, se vivió un cambio de ciclo entre el Real Madrid y Barcelona en la ACB, conquistando el club catalán cuatro ligas de manera consecutiva. ¿Cómo se vivió aquello dentro del equipo?

Fue un momento de cambios en el Real Madrid. Mendoza era el presidente y Mariano Jaquotot, el jefe del baloncesto. Era siempre: «si el Barcelona hace uno, el Madrid hace dos; si el Madrid hace dos, el Barcelona hace tres», ¿me explico? Mucha gente piensa que odiábamos a los del Barcelona, Estudiantes o Joventut, pero no, eran buenos amigos.

Por ejemplo, Pinone era un gran amigo y, cuando jugaba contra Estudiantes, después del partido nos íbamos a cenar. Quien ganaba el partido pagaba la cena, no quien perdía. Normalmente íbamos al mismo restaurante, un sitio de carne. Yo pagaba mucho más que él porque ganaba más, pero bueno… (risas). Sin embargo, cuando estábamos dentro de la cancha jugábamos duro, pero eso no significa que juegues sucio. John era uno de los jugadores más duros con los que he jugado en toda mi carrera. Era una lucha cada vez que jugaba contra él.
En resumen, está bien si después del partido te miras en el espejo y dices: «he hecho todo lo posible, ya está. Sí, he cometido errores, pero me he dejado el corazón en el campo, no puedo hacerlo mejor». El problema es que no puedas decir esto, entonces… Yo creo que siempre intentaba dar el cien por cien. Hombre, algunos partidos salían mejor que otros, pero al final…

Un partido de infausto recuerdo para los madridistas es la final de la Copa del Rey en Valladolid en diciembre de 1987 contra el Barcelona.

Teníamos la Copa del Rey ganada. Íbamos dos puntos arriba a falta de dos segundos, pero Solozábal se dio la vuelta, tiró un triple y lo metió. Perdimos de uno. Fue como si alguien me metiera la mano por dentro y me sacara todas las tripas. Recuerdo que a la salida íbamos en el autobús, atrás, hablando, gritando, llorando…

¿Fue tu derrota más dura con el Real Madrid?

Sí, sin duda. También en el primer año en el Real Madrid perdimos contra el Barcelona en las semifinales de liga allí en Barcelona. Me flipó porque nunca había visto fans así. El Barcelona iba ganando y ellos gritando, sacando las sillas de la tribuna, tirando monedas a la cancha… Estaban ganando, pero los fans todavía parecía que querían pelea, no me lo explico. Imagínate que pierden, me matan.

¿Notaste mucho el cambio de rol del primer al segundo año en el Real Madrid? Tu segundo año coincidió con la vuelta de Fernando y Antonio.

Jugaba mis minutos, que eran más o menos los mismos que el año anterior, un poco menos el segundo año. Pero hice más o menos los mismos números los dos años, 20 puntos y 10 rebotes, sobre todo en Europa. No era de hacer muchas asistencias. Nunca sentí más o menos presión de un año a otro. Mi trabajo era jugar lo mejor posible y que el equipo ganara. Daba igual que hiciera 40 o 10 puntos. Mi trabajo era ayudar al equipo a ganar.

¿Qué recuerdas del Torneo de Navidad?

Estaba bien. Como llevaba varios años en Europa ya no estaba como muchos americanos o extranjeros el primer año, que echan mucho de menos a la familia durante la Navidad, a pesar de ser una persona introvertida. A mí me encantaba. Siempre fui uno de los que salía más con los españoles que con los extranjeros. He salido y conocido diferentes fiestas, diferentes sitios en Nochevieja. También he comido en la casa de gente por Nochebuena. Me lo he pasado muy bien. Si no me lo hubiese pasado bien no hubiese regresado, y estoy regresando cada año.

Lolo Sainz fue tu entrenador en el Real Madrid.

Lolo era un maestro, es un maestro. Pongo a Lolo en la misma categoría de Phil Jackson y Pat Riley porque, además de ser un gran entrenador, sabe sobre la mentalidad de sus jugadores. Cuando tú tienes un equipo como los Bulls de Phil Jackson o como el Real Madrid, tienes diez mentalidades diferentes. Cada uno de sus jugadores puede estar en el cinco inicial de cualquier otro equipo de la liga. Eso es duro, por eso me encantó entrenar con Lolo. Es uno de los entrenadores más grandes que he tenido en mi carrera, si no el más grande.

¿Quién era el líder de aquel Real Madrid?

Juan, Juan. Rafa también era un líder. Y el segundo año que estuve también Fernando. Pero cuando había que hacer una charla dura, era Juan, sin duda.

Fernando Martín.

A mí me encantó el año que jugué con él. Después, cuando me fui a Valencia y lo tuve de rival, no tuve ningún problema. Hablamos tranquilamente y salimos a cenar. A Antonio hace tiempo que no le he visto, sé que es el presidente de la ACB. Cuando venía hoy a Madrid, me he bajado en Chamartín a tomar un café, he mirado y, ¿quién estaba allí? Fernando Romay. He estado hablando con él. También he quedado con Chechu y Villalobos en Madrid. Cuando murió Fernando, salí de Valencia y vine a Madrid a su funeral. Él tenía talento de sobra para jugar en la NBA, pero mucho en la NBA depende del equipo y de las circunstancias. Él podía haber jugado en otros equipos más de su estilo. Creo que si hubiese jugado en otro equipo donde él hubiese podido jugar más y enseñar su talento, no habría regresado tan rápido a Madrid. Es curioso, Fernando, Sabonis y Petrovic en Portland, ¿me entiendes?

¿Por qué se produjo tu salida del Real Madrid?

Tenía una opción para haber estado un año más, pero Antonio y Fernando regresaron. También estaba Fernando Romay. Petrovic estaba fichado, entonces ya había una plaza de extranjero ocupada. No necesitaban más hombres altos. Venía mejor hacer un cambio, pero ningún problema. Lolo me lo explicó, me dejaron libre y empecé a mirar diferentes equipos.

Lolo lo hacía todo. Fichaba a los jugadores y también se encargaba de hablar con ellos cuando había que comunicarles que no seguían.

Sí, porque Mariano Jaquotot era amigo de todos. Él no iba a dar las malas noticias. Hace dos años hablé por vídeo con Lolo, cuando estuve en el Campus de Nicolás Justicia. Cuando Lolo me explicó lo de mi salida, lo entendí perfectamente, no hubo ningún problema. Esto es el deporte profesional, hasta aquí un día y después te vas.

En la temporada 88/89 fichas por el Pamesa Valencia, un equipo recién ascendido a la ACB.

Recuerdo la playa y el clima cuando vine con Bárbara, que por entonces era mi novia, después nos casamos en Valencia. Aunque ella era valenciana, la conocí en mi primer año en Madrid una noche que salí con Larry Spriggs. Pero bueno… Hablé con Fernando y Juan Roig y me gustó la idea de hacer algo nuevo y crecer en este proyecto. Ahora están construyendo el Roig Arena, que es uno de los centros deportivos más grandes, no solo en España, del mundo. Otros equipos me ofrecían más años de contrato, me ofrecían más dinero, pero a mí me gustó la idea de quedarme en Valencia. A Bárbara también. Estuvo muy bien, aunque fue difícil el primer año con Toni Ferrer de entrenador. El equipo era joven, pero ganamos al Madrid, Barcelona o Zaragoza. A mí me encanta Valencia, me gustaba mucho jugar aquí. Cuando terminaba un contrato me firmaban otro.

Jugaste seis temporadas en Valencia.

Estuve a gusto, la gente era muy amable. Además, he podido seguir mi trabajo con niños minusválidos. Aquí, un año hice un torneo para más de 1500 niños minusválidos en la Feria de Muestras. ¡Más de 1500 niños! Vinieron de toda España. Creo que lo he hecho bien. Ese mismo año una falla me hizo un ninot con una canasta, y en lugar de una pelota pusieron un corazón. Y el corazón estaba dentro de la canasta. Este ninot fue indultado. Esto significa que la gente te aprecia, lo mismo que cuando cambiaron la ley con los minusválidos para las Fallas. Estas cosas son muy importantes para mí. Es muy importante que la gente te recuerde.

Ha habido gente que me ha venido a que le firmase y me han dicho que se pusieron el número 8 porque les gustaba mucho cómo jugaba. Eso es lo bonito del deporte, no que yo haya hecho 40 puntos contra Zalgiris y ganáramos la Korac. Lo importante es a la gente que he ayudado. Quiero contar una anécdota. Cuando estuve en Valencia, hace unos años, por el 30º aniversario del club, salía del restaurante después de la cena cuando vinieron dos hombres a saludarme, dos fans. Me dijeron: «Branson, ¿te acuerdas de nosotros?». Les dije que no me acordaba de ellos. Resulta que eran dos chavales, dos hermanos, que venían a todos los entrenamientos del Valencia cuando yo jugaba allí. Como no podían ir a los partidos porque su familia no podía pagar las entradas, faltaban a la escuela para ver los entrenamientos.

Pues bien, un día me paré a hablar con ellos: «¿Qué pasa? ¿Por qué no vais a la escuela?». Me contaron que no querían ir a la escuela, que no les gustaba. Les dije: «A partir de hoy, si vosotros vais a la escuela todos los días, si os comprometéis a ir todos los días, os compro un abono a cada uno por todos los años que esté jugando yo aquí». Finalmente, fueron dos años, hasta que me retiré. Le compré un abono a cada uno.

Aquel día, después de la cena del 30º aniversario, vinieron a darme las gracias y me comentaron que habían terminado el instituto, la universidad y que tenían su propio negocio. Yo estaba tan emocionado que no pude ni hablar. Esto es el baloncesto para mí. Enseñar que hay vida después del deporte. Después de 30 años, esta anécdota es uno de los mejores recuerdos que puedo tener del baloncesto. Esto es lo bueno de este deporte. También es muy bonito ganar partidos, títulos, pero es más bonito cuando tú puedes ayudar a los demás.

Eras un jugador muy querido por los aficionados.

Yo también los quiero mucho a ellos. La gente siempre me saluda, son muy amables, y eso me encanta. No tengo ningún problema. Por eso regreso a España con tanta frecuencia.

Coincidiste con muy buenos jugadores en Valencia.

Salva Díez, Indio Díaz, Sergio Coterón, Johnny Rogers, Larry Micheaux… Sí, muchos. Yo jugaba contra Nacho Rodilla cuando era joven. Él jugaba en el otro equipo, Ferrys Llíria, y después vino a Valencia. También jugué con Víctor Luengo, que era júnior. Y gente joven, como JJ Llamas, que ahora es ejecutivo y trabaja para Juan Roig. La gente va y viene, por eso lo bueno es tener un buen trato y disfrutar con ellos, porque mira lo que pasó con Fernando Martín, hoy aquí y mañana no. Hay que ser positivo y disfrutar de la vida.

Voy a cumplir 65 años en septiembre y mucha gente dice que soy ya viejo. Yo creo que la gente que dice eso es porque siempre se están quejando y nos le gusta su propia vida. Esto antes me afectaba mucho. Las palabras tienen mucho poder y a veces te pueden cambiar la vida. La gente dolida hace daño, es verdad. Hasta hace diez años estaba cambiando y todavía estaba luchando, ¿me entiendes? Pero llega un momento en que piensas: ¿Te rindes o te vas adelante? Nunca hay que rendirse. El día que te rindas es cuando ya has vivido suficiente.

¿Te consideras un luchador?

Eso es lo que he dicho en diferentes entrevistas durante toda mi carrera. Si no juegas con pasión, ¿por qué estás jugando? Por eso me retiré, aunque tenía dos años más de contrato con el Valencia. Estaba en el tercero de mis cinco años que tenía. Recuerdo que estaba haciendo un tiro libre, el tiro libre era mi fuerte, más del 90% en mi carrera. Pero miraba el reloj, quedaban pocos minutos, y sabía en ese momento que ya había terminado mi carrera. Fue mi último año en Valencia. Era al principio de la tercera temporada y al día siguiente hablé con la directiva del club y le dije que iba a ser mi último año. Así que negociamos los dos últimos que me quedaban de contrato. Tenía ofertas para jugar en diferentes sitios, pero ¿qué más necesitaba probar? Era el momento de retirarme.

¿Son muy duros los primeros días después de la retirada?

No he echado de menos los entrenamientos o los partidos. Lo que he echado de menos, hasta el día de hoy, es el compañerismo, el sentido de la amistad, salir juntos, viajar juntos, jugar al dominó o a las cartas… Esto es lo que echo de menos. Y esto es lo verdaderamente duro. No sabía que había una asociación de ex jugadores del Real Madrid. Hace poco me mandaron la información y voy a ser parte de esta asociación. Tienes que buscar la manera para obtener gratificación en lo que haces. He trabajado en la radio, en televisión… Ahora trabajo con la gente joven y mi meta es encontrar la manera para cambiar sus vidas.

Una cosa está clara, hay vida después del deporte. Jugué hasta los 39 años, mi último año aquí iba a cumplir 39 años. Y todavía tenía dos años más si yo quería, pero ¿después qué? Cuando estuve encerrado en casa durante el Covid por 6 meses, me volví loco. No paraba de analizarme a mí mismo, porque quedarte en casa 6 meses sin contacto con la gente es muy duro.

En el caso de los jóvenes de 16 o 17 años que juegan al baloncesto es que cuando su club no cuenta con ellos, «gracias por tu tiempo, pero no contamos contigo», ¿qué hacen? Si dejan los estudios por estar entrenando, ¿me explico? Ese es problema. Yo he jugado en la universidad, en la NBA y en Europa, pero si después no estudio no puedo hacer nada. Si no me hubiese sacado mis estudios cuando estaba jugando al baloncesto no me hubiese sacado mi Máster y no hubiese podido enseñar a la gente joven. Todo tiene su razón. La clave es seguir con los estudios cuando tienes 16 o 17 años.

Retomando el baloncesto de tu época, se me vienen a la cabeza aquellos duelos debajo de la canasta que tanto escasean en la actualidad. ¿Era tan salvaje ese baloncesto como parecía?

Era duro. Había mucha lucha dentro. Recuerdo que en mi época si un base se metía debajo del aro para hacer una entrada a canasta, le arrancaban la cabeza. ¿Dónde vas? Esta es mi casa. El estilo de juego puede cambiar.

Ahora se tiran más triples porque hay más especialistas. Además, si un jugador está fuera y tira de tres puede jugar más años que si está luchando debajo del tablero. Pero el sentido de equipo no es el mismo. Antes no te ibas por el dinero, te quedabas con tu equipo, luchabas con tu equipo, te ibas a cenar o hacer cosas con tu equipo. Eso no significa que invite a la gente a mi casa por Navidad, pero cuando estábamos en la cancha estábamos juntos, ¿me explico? Pero, ¿ahora? He visto el partido Madrid Valencia de liga y… ¿dónde estaba la energía? Buen trabajo, algún choque de puños, pero no en el sentido de luchar en común.

Hablo con Chechu, Quique, Romay y con más gente de aquí, y también con ex jugadores en América y es lo mismo. Antes, cuando estabas 10 puntos por debajo teníamos la sensación de que podíamos ganar como equipo. Ahora, dame la pelota para jugármela de tres. Vamos… Antes el sentido de equipo era la familia. Hoy no hay eso.

¿Sufría mucho el cuerpo con esos duelos tan salvajes?

Sí, el cuerpo sufría, pero nos manteníamos bien en forma y entrenábamos mucho. El trabajo de Paco López me venía muy bien. He tenido mis lesiones en las muñecas o en los tobillos. A mí se me rompió el tendón de Aquiles jugando un amistoso con Romay cuando ya estaba retirado, pero eso es parte del juego.

¿De dónde viene lo de tu parecido con Rocky?

Todo empezó porque me hicieron un artículo en el que me ataron las manos y me pusieron sudor, como si fuese un luchador. Además mi voz es grave, como la de Stallone. Y luego la gente se crea unas cosas en su mente. No te queda más remedio que o seguir el juego o luchar contra estas tonterías. A mí me da igual que me parezca a Rocky o no, pero si tú me recuerdas porque me parezco a Rocky, chapó, no hay ningún problema. ¿Quieres que te firme un autógrafo como Rocky? Te lo firmo como Rocky.

Creo que te encontraste con él en alguna ocasión, ¿no?

Estuve entrenando durante un verano en Dallas, cuando estaba en los Pacers. Todavía no había decidido si me iba a Italia o seguía en la NBA. Entrenaba en un club privado donde había muchos famosos y gente de la NBA. Cuando terminé de entrenar salí y me metí en el jacuzzi. Y allí estaba Stallone. «Soy Brad Branson, jugador de los Pacers», le dije. «Soy Sylvester Stallone», respondió él. Stallone es bajísimo, un 5’10.

Me miraba y me decía: «Eh, tú eres mi doble. Tienes que trabajar conmigo en el cine». «Claro que sí. Yo soy un 6’10», fue mi respuesta. Yo he conocido a mucha gente. Recuerdo que cuando fiché por Valencia, Juan Roig me regaló entradas para un concierto de Julio Iglesias en primera fila. A Julio lo conocía desde Madrid porque su mujer era presidenta de honor de ANDE. Se puede decir que era conocido mío. Llegué al Estadio de fútbol y, cuando estaba haciendo la vuelta por el césped para llegar a la primera fila, toda la gente empezó a aplaudir. Y yo: ¿Para quién coño es esto? ¡Era por mí!, porque en la prensa ya se había publicado que había fichado por el Valencia.

Julio me miraba y me decía: «No te muevas más en el concierto». He conocido a Bertín Osborne, Marta Sánchez o a las Azúcar Moreno porque cuando era jugador me encantaba la música e iba a algunos conciertos, pero eso no significa que me fuese de fiesta con ellos. Eran momentos bonitos, pero también eran muy bonitos cuando ayudé a la gente, como a los dos chavales que se saltaban las clases para vernos entrenar, o como el torneo que hice con los 1500 minusválidos, o cuando me hicieron el ninot y que esté indultado… Ahí está lo que verdaderamente es importante. Todavía siento una emoción impresionante al recordar estas cosas.

9 Comentarios

  1. Estupenda entrevista, gustazo de ser humano este Sr. Branson.

    Chapeau.

  2. Esa rivalidad sana enamora.

    • Simplemente espectacular. La tenía pendiente para leerla y disfrutarla viendo que los comentarios por las redes la ponían por las nubes. Tengo que reconocer que aunque Brad Branson era un jugador que no era de mis favoritos, me ha encantado la entrevista. Nos permite conocer al hombre que había detrás del jugador de baloncesto, que por lo que he leído, era muy grande como ser humano. Enhorabuena por este entrevisón.

  3. Fantástica entrevista.
    Da gusto poder leer y recordar tan buenos momentos del baloncesto de antes con nombres tan ilustres.
    Me ha encantado sobre todo, la forma que tiene de ver la vida.
    Un luchador que consiguió, de joven, convertir sus debilidades en confianza en sí mismo, llegando a lo más alto.
    Todo un ejemplo como deportista y como persona.
    Gracias, Javier BG, por este reportaje.

  4. José Agustín García Talavera

    Prodigiosa entrevista a Brad Branson, repleta de magnífica información, admirables curiosidades y enriquecedoras sugerencias propuestas por el mítico jugador de baloncesto vertebradas en su propia experiencia de lucha y coraje superando traumáticas etapas de su infancia y adolescencia.

    Chapó por Branson.
    Un ejemplo a seguir y que él mismo continúa haciendo: aconsejar predicando con el ejemplo.
    Fenomenal.

    Y chapó también por Javier Balmaseda, excelente conductor del artículo. Siempre sabe extraer y aflorar lo mejor y más interesante de cada insigne entrevistado.

    Me ha encantado.
    De verdad que «todo genial».

    Enhorabuena y gracias por estos buenos ratos de lindos recuerdos con sus mensajes adheridos de fortaleza y superación en la vida.

    Lo dicho: CHAPÓ.
    ¡Grandes Brad Branson y Javier Balmaseda!

  5. Maravillosa entrevista. Muy amena, y sobre todo por la actitud vital tan constructiva que muestra Brad Branson. Un ejemplo de mentalidad a seguir sobre cómo no enfocar las cosas desde y hacia la negatividad, sino poner en valor lo que se logra, y lo importante y sano que es aportar dedicando las energías con la mejor disposición y buena voluntad

  6. Le vi jugar en el RMad y guardo un autógrafo suyo «tu amigo Brad Branson». Me descubro Sr, Branson!

  7. Como siempre, Javier, nos enseñas con tus entrevistas la cara más humana de los grandes. Felicidades!

  8. Me acuerdo de verle jugar y era muy bueno, pero como persona me ha gustado aún más.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*