Historia del ajedrez

Klaus Junge, el ajedrecista de los nazis

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Gösta Stoltz contra Klaus Junge (con la esvástica) (Foto: tabladeflandes.com)

Está considerado uno de los mayores talentos de la historia del ajedrez alemán, pese a que no pudo desarrollar todo su potencial debido a la II Guerra Mundial. Contienda en la que combatió con plena motivación, porque tanto él como su padre eran nazis convencidos. La suya fue una de esas muertes patéticas de los fanáticos que cayeron a pocos días de que acabase la guerra por su obsesión de combatir y no rendirse jamás. Tenía solo 21 años.

De nacimiento era chileno. Natural de Concepción, donde vino al mundo el 1 de enero de 1924. Su bisabuelo, de Dithmarschen, en el norte de Alemania, había emigrado a Sudamérica. El ajedrez les venía como tradición familiar, su padre, Otto, había levantado el título de Campeón de Chile de Ajedrez en 1922. No mucho más tarde, en 1928, Otto y Anna Junge, junto a sus cinco hijos –de los que cuatro murieron en la guerra – regresaron a Alemania. Allí estaba el abuelo, que había vuelto antes, ya bien situado en el Club de Ajedrez de Hamburgo. El padre, Otto, además de militar en el NSDAP, le enseñó ajedrez personalmente a toda su prole. Klaus, el pequeño, aprendió prácticamente sin que le enseñaran, porque pasó más tiempo mirando cómo recibían las lecciones sus hermanos. Ventajas de que a él le tocara el último. Con ocho años se merendaba a sus hermanos.

Con su regreso a Alemania, puede que la familia quisiera una mejor educación para sus hijos, así lo especulan algunas fuentes. La cuestión es que a Klaus los cursos de la secundaria le sabían a poco, se los iba haciendo de dos en dos hasta que se matriculó como estudiante de Matemáticas en la Universidad de Hamburgo. Todo sin descuidar los tableros, con solo 17 años ya era considerado uno de los mejores jugadores de Alemania. En 1941, ganó el campeonato de Hamburgo y empató con Paul Felix Schmidt, que a su vez había emigrado desde Estonia en 1939.

Klaus Junge (Foto: Signal)

Desde 1942, se enroló en el Servicio Laboral del Reich (RAD), por lo que empezó a competir con el uniforme de dicha organización, que llevaba, como tantos otros, un brazalete con una esvástica. De ahí las fotografías tan impactantes que circulan del joven frente al tablero así ataviado. Jugó en varias ocasiones en Polonia, donde el gobernador alemán Hans Frank, además de conducir a cientos de miles de judíos polacos a campos de exterminio, asesinar igualmente a cientos de miles de polacos gentiles y someter a otros tantos esclavizados en fábricas alemanas, crímenes por los que fue ahorcado, era un amante del ajedrez. Organizó varias torneos en Polonia a los que acudieron jugadores de países neutrales o bajo control alemán y, lógicamente, alemanes.

De esa guisa, ganó el Torneo de Dresde, quedó segundo en Leipzig y en Rostock, tras Carl Carls, volvió a empatar con Schmidt por el tercer y cuarto puesto en Munich, y en octubre quedó segundo tras el atormentado Alekhine, hasta que le venció en junio en Salzburgo y luego, finalmente, logró empatar con él en lo alto de la clasificación en Praga. Alekhine manifestó que le veía como el próximo número uno del mundo. También, después de esa partida en Checoslovaquia se supone que dijo estas palabras sobre cómo había logrado derrotar al chaval no sin cierto sadismo:

«Hay un momento en el ajedrez en que el oponente sabe que está perdido. Sabe que no puede hacer nada para salvarse. Cualquier jugada pierde. No es jaque mate. Es antes del jaque mate. Cualquier cosa que haga está mal. No hay buenos movimientos. Todos los movimientos son malos. Estar en ese lugar es terrible, pero es divertido verlo retorcerse. Él mira el tablero fijamente, pero éste no cambia. Nada puede cambiar y no hay esperanza. Él es un ratón y yo soy el gato. Lo miro muy de cerca mientras sufre. Cuando el juego se acabe, sentiré simpatía por él, pero no ahora. Ahora lo veo moverse, dar vueltas, destrozarse en pedazos. Sus agonías son mías».

Biografía de Klaus Junge escrita en 1956.

En 1943 la guerra se había recrudecido y tuvo que jugar por correspondencia. Así logró ganar a, entre otros, Rudolf Teschner y Emil Joseph Diemer. A pesar de esta proyección, el joven ajedrecista fue criticado en su momento por los partidarios de un ajedrez más atrevido a los que no les gustaba su estilo de juego conservador, con aperturas cerradas como la catalana –la favorita de Carlsen, por cierto-. En chess.com, en un artículo consideran que, cuando se dice que era uno de los tres mejores jóvenes del mundo, debería colocársele precisamente al nivel de un Carlsen.

A partir de ahí, el rastro del ajedrecista se confunde con el del Klaus Junge nazi, que fue reclutado por la Wehrmacht a finales de año. Tanto él como sus cuatro hermanos eran militantes de la causa nazi. No era una opción política para ellos, era una religión. Tres semanas antes de que acabara la guerra, estaba destinado como teniente en la defensa de Harburgo (Baja Sajonia). Enfrente tenían a carros de combate ingleses en el distrito de Welle. Junge solo contaba con doce hombres y lanzagranadas antitanque Panzerfaust para plantarles cara.

Cuentan las crónicas, que la población del barrio quería rendirse, que sacaban banderas blancas por las ventanas, pero fueron obligados a retirarlas bajo amenazas. Junge había sido encuadrado en una unidad de los rezagados de otros frentes, de un batallón de las SS y marineros que venían de luchar el día anterior en Schneverdingen. Cuando se rindieron sus camaradas, parece que Junge se negó a hacer lo mismo. Reunió a un grupo de soldados que estaban desperdigados o vagando por el frente para seguir ofreciendo resistencia.

Tumba de Klaus Junge (Foto: kwabc.org)

Cuando tanques se acercaron a su posición -una herrería-, dispararon sus granadas, pero fueron rápidamente anulados. Los testigos recuerdan que el edificio estaba ardiendo a los pocos segundos. En esa acción, murieron Junge y dos hombres más, que fueron enterrados junto a víctimas de ataques aéreos prácticamente in situ, en el cementerio de Welle. Era 17 de abril de 1945, Hitler se suicidó el 30.

Menos de un año después, milagros de la Memoria histórica en Europa, ya se estaba disputando en Alemania el Klaus Junge Memorial, un torneo en su recuerdo, en Regensburg. Parece que en los 80 y hasta 2005 se han seguido disputando partidas de ajedrez de relieve público en su honor. Algunas, en reconocimiento de su talento truncado; otras, por el mero hecho de poder contar en círculos ultraderechistas con un nazi que reivindicar como ajedrecista. Todo esto lo que demuestra, al fin y al cabo, es que el ajedrez, si bien es muy positivo y enriquecedor para el desarrollo de la persona, milagros tampoco hace.

 

2 Comentarios

  1. Buen artículo. Como curiosidad absurda, los padres del muchacho tienen los mismos nombres que los protagonistas de «Los amantes del círculo polar», de Julio Medem. Nombres que, además, son palíndromos.

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