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Quique Wolff: «Cuando marqué para que Las Palmas no descendiera en 1975, me emocionó devolverle algo a la gente de Canarias»

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Maradona y Wolff en Argentinos Juniors

Con apenas 23 años era capitán de la selección argentina, pese a jugar en su club en una posición que no le gustaba. Formado en la cantera de Racing, había rechazado subir al primer equipo para poder finalizar sus estudios. Aquello le costó no ser parte del «Equipo de José», aquel legendario plantel de Racing que logró la Triple Corona (Campeonato del 66, Libertadores e Intercontinental del 67). Mal visto por los dirigentes por defender siempre a sus compañeros, dio el salto a España para jugar en Las Palmas y Real Madrid. En el mejor momento de su carrera, una ley le impidió seguir jugando como español, pese a tener la nacionalidad, y retornó a su país para retirarse con apenas 32 años. Aquello, sin embargo, fue el inicio de cuatro décadas de carrera como periodista, aún en activo. Pese a algún percance en la comunicación vía zoom, Enrique Ernesto «Quique» Wolff dos Santos (Buenos Aires, 21 de febrero de 1949), conversa con Jot Down Sport para repasar su carrera tanto dentro como fuera de la cancha. Toda una vida ligada al balón.

Wolff y Dos Santos, son apellidos de origen alemán y portugués. Su ascendencia hay que buscarla en el viejo continente…

Exactamente, sí, es verdad. Mi abuelo era alemán y mi abuela, portuguesa, por allí empezaron las cosas. Luego me casé con mi mujer, que es española. Nació en A Coruña, pero de muy, muy pequeña se vino a la Argentina, o sea que tenemos una buena mezcla.

En 1949 nace en Victoria, en la zona norte del área metropolitana de Buenos Aires, hogar del Club Atlético Tigre. Sin embargo, se hizo hincha fue de Racing Club de Avellaneda, mucho más al sur.

Mi padre era hincha de Racing. Mi hermano mayor, que me lleva seis años, también era de Racing y me llevaba cuando era muy pequeño a ver los partidos de Racing y, bueno, evidentemente, uno se hace del equipo que lo llevan a ver, y descubre a personajes futbolísticos que nunca se le van a olvidar.

Uno de ellos es «Cacho» Giménez, porque gracias a él probó en Racing y, en la segunda intentona, entró en el equipo. Llegó en 1966 al tercer equipo, jugaba como delantero centro y ahí es donde le ve Juan José Pizzuti y le quiere para el primer equipo. Pero usted le dice que no, que tiene que estudiar primero, acabar los estudios, ¿se arrepintió de aquello?

Pasó todo muy rápido. En el año 1966, Racing sale campeón, pero en 1965 yo ya empiezo a jugar en la séptima división. Como te dije, mi hermano me llevaba seis años. Yo jugaba con gente más grande que yo, mi hermano me llevaba a jugar con él. Él jugaba muy bien, lo que pasa es que no tenía esa constancia que hay que tener para ser un profesional, pero era bueno.

Jugué el primer año en una división inferior, la séptima división de Racing. Salimos campeones, y cuando fui a preguntar precisamente a «Cacho» Giménez, que había sido un gran jugador de Racing, cuándo tenía que volver para jugar en la sexta división, porque ese era el camino de las inferiores del Racing, me preguntó y me dijo: ¿usted estuvo jugando con su hermano? Él sabía que yo jugaba con mi hermano, que me llevaba seis años, jugaba con gente más grande que yo, y le dije: «sí, Cacho, sí, estuve jugando algunos partidos». Me respondió: «perfecto, porque usted mañana juega en la tercera, porque tenemos un torneo por televisión».

Me pusieron ahí, yo jugaba de nueve en esa época. Mi primer partido fue un clásico con Independiente, ahí en tercera por televisión, empatamos 1 a 1 e hice el gol. Y a los dos partidos que llevaba jugados ahí en tercera, un día estoy en el vestuario, y un hombre de traje me dice: «cuando sale por favor me ve». Pensé que me iban a hacer una entrevista por televisión. Cuando salí, me dijo:  «¿cómo le va?, soy don Santiago Saccol, el presidente de Racing». Lo miré, y me dijo: «Juan José Pizzutti está con el equipo trabajando en la pretemporada en Córdoba, y quiere que usted viaje. Tenemos que hablar con su padre».

Le contesté: «Ya hablo yo, porque no le va a creer». Y viajé. Jugué en la mitad de un partido que Racing había programado en Córdoba. Estuve muy pocos días, volvimos, y ahí fue cuando Pizzutti me dijo: «bueno, pibe, ahora ya empieza a entrenar con la primera». Y yo le respondí que no podía, porque por la mañana, cuando era el entrenamiento, tenía que ir a la escuela. Era mi quinto año y lo fantástico fue que no hubo esa sensación que seguramente ocurriría ahora con la familia, con los amigos, con el técnico mismo, que dirían: «¿cómo?, ¿que no va a dejar los estudios?».

Me dijo: «bueno, venga, y venga por la tarde, y se entrena con la tercera división, y ya veremos cuando juega». O sea, me perdí el campeonato del 66, que Racing salió campeón, y jugué en el año 67, que terminé el colegio, pero seguía yendo a la facultad de Ciencias Económicas, pero ya podía entrenar con el Racing de primera división.

Pizzutti, mirando por la cámara, y Wolff, debajo de él, en las gradas de la Rosaleda en Málaga, durante la gira de Racing por España en agosto de 1968. (foto: El Gráfico)

Se perdió ese campeonato, pero era de la plantilla cuando llega la Libertadores y la Intercontinental.

Mi debut se produce porque Racing tiene que jugar un partido de la Copa Libertadores de América. Jugamos contra Boca, en la cancha de Boca, y además Pizzutti vino y me dijo: «hoy juegas de volante, en el medio, de cinco». Yo lo miré, y Boca tenía un gran jugador que era Ángel Clemente Rojas y Pituzzi me ordenó: «Quique, tu segundo apellido es Rojas». Rojitas, me decía. Dice: «lo seguís por todos lados, y si va a tomar agua vas, a lo mejor te dan»

Debuté, me costó mucho adaptarme en los primeros minutos al juego, pero el propio Ángel Clemente Rojas, cuando yo lo anticipaba y le quitaba, me decía: «bien, bien, pibe, tranquilo, bien, bien». Bueno, empatamos 0 a 0, ese fue mi debut en la cancha de Boca, nos llevaron a distintos diarios, revistas, fui la figura del partido y fue un hecho muy especial y muy lindo.

En aquellos años, Pizzutti luego le puso de lateral, pero había empezado, como ha dicho, de delantero, luego pasó por la media y, al final, de lateral. Fue mucho cambio de posición.

Podía haber un solo cambio durante todo el partido y Pizzutti tenía al arquero suplente y a mí. Si se lesionaba el lateral izquierdo, yo jugaba el lateral izquierdo, si se lesionaba el 9, yo jugaba de 9… Valía para todo.

Claro, pero entonces un día lo paré y le dije: «maestro, yo quiero jugar de 9» Y me dijo que me iba a poner en la tercera. Empecé a jugar de 9 otra vez, hasta que en un entrenamiento, Pizzutti viene y me agarra de una mano, me lleva a su vestidor y me dice: «Quique, jugás bien de 9, pero yo necesito un 4». El 4 era el lateral en esa época, yo lo miré y me dijo: «vas a jugar fantástico, te vas a ir al ataque».

No te daba muchas indicaciones, uno tenía que saber cómo jugaba un lateral, y bueno, yo tenía el sí fácil, le dije que sí, y ahí empecé a jugar de lateral y fue ese puesto el que me hace ser capitán de Racing y de 4 consigo que me lleven a la selección Argentina. Sucedieron un montón de cosas en ese puesto. Pero en el campeonato mundial del 74, que jugué de lateral, ya dije: «no juego más de lateral». Me aburría. Así que ahí justo vino la Unión Deportiva de Las Palmas para ficharme con la promesa de que jugaría de volante. Sí, sí, era lo que más quería.

Antes de llegar a ese punto, gana con la sub20 un campeonato en Paraguay de una manera un tanto especial…

Sí, sí, ganamos un campeonato muy especial. Era un campeonato que no se definía finalmente por penaltis, es decir, se tiraba la moneda, se miraba la moneda y el que ganaba era el campeón. Salimos campeones ahí, es verdad, fue muy lindo porque era la primera vez que me ponía la camiseta argentina. Después Pizzutti toma la selección argentina (la absoluta) y me lleva a jugar un campeonato que se disputaba en Brasil.

Cuando volvemos, Pizzutti deja de ser el técnico y se coloca de técnico a Enrique Omar Sivori, un jugador maravilloso que había estado en la Juventus y que en Argentina y lo mirábamos con  respeto. Nos llamó a todos, nos hace sentar en el estadio, y a mí me dijo que iba a ser el capitán. Me dijo: «el capitán no es que lleva una cosa acá en el brazo, una tira en el brazo, sino que es el que primero llega, el que entrena más, el que habla con sus compañeros». Yo no me lo podía creer. Con él nos clasificamos para el mundial de 74 y después se peleó con los directivos y se fue de la selección, una pena.

Wolff y Amancio se saludan, en presencia del árbitro alemán Kurt Tschenscher, en la previa del España-Argentina disputado en el Santiago Bernabéu en octubre de 1972 (foto: Agustín Vega y Javier Gálvez)

En Racing, tras la marcha de Pizzutti a la selección, encadenaron unos cuantos técnicos, pero ya no hubo éxitos, ¿era muy difícil el cargo en Racing en aquellos años?

Sí, en algunas ocasiones tuvimos posibilidades porque teníamos buenos jugadores, pero el fútbol tiene esto. Los otros, los contrarios que llegaron a la cima, tenían mejores jugadores. Eran mejores y nosotros no encontrábamos el camino, pero nada, de todos modos fue una etapa muy importante para mí, aunque no quería jugar de lateral, era el capitán de la selección y jugaba en ese puesto. Lo tuve que aceptar.

Luego, en enero del 73 es cuando le traspasan a River, fue curioso porque era titular en Racing, ¿le interesaba mucho a Racing traspasarle?, ¿qué pasó?

Tenía un problema con Racing y algunos directivos porque a les molestaba que fuese el capitán del equipo y diese la cara por muchos jugadores a los que no se estaba pagando. Estudiaba Ciencias Económicas en la facultad, sabían que no me podían engañar y empecé a tener dificultades con los directivos de Racing.

De pronto, un día estaba trabajando con la selección argentina, estábamos en un hotel en el aeropuerto de Seiza, y me dijeron que yo no iba. Pregunté: «¿pero qué pasa maestro?, ¿por qué no voy a entrenar?»

«Usted se queda acá y no va a entrenar, pues que se tiene que quedar acá». Solo me dijeron que venían a hablar conmigo los dirigentes de River. Así se hizo el fichaje. Me tocó otra vez jugar mi debut contra Boca y me fue muy bien. Estuve un tiempo, pero también tuve problemas con directivos en River. Parecía como que era un error que uno estudiara una materia como Ciencias Económicas y conociera los detalles de los contratos.

Sí, y sus derechos…

Sí, pero me fui al Mundial y después fue cuando apareció la Unión Deportiva de las Palmas,

Con River ganó al Huracán de Menotti, ¿cómo era aquel equipo del «Flaco»?

El «flaco» Menotti tenía un gran equipo, jugaban Brindisi y Babington, había jugadores muy importantes, también Houseman, en ese Huracán. Salieron campeones porque jugaban mejor que los demás, esa es la historia.

Le quitaron a River a Óscar «Pinino» Mas, que fue el máximo goleador y apenas había jugado diez partidos, ¿hubieran podido ganar si hubiera estado toda la temporada?

No, lo que pasó siempre es lo que pasó, no lo que podría haber pasado. Y lo que pasó fue la realidad, que es la que tenemos.

Comentaba que tuvo problemas con River, que llega «Pipo» Rossi como técnico y le pusieron la cruz por eso de ser el representar a los jugadores…

Las dificultades siempre eran con los directivos. No teníamos representantes en esa época y lo que más me molestaba era que a los jugadores que no tenían capacidad los engañaban. Por suerte, yo tenía estudios de Economía e iba yo a discutir en su lugar. Se cansaban de verme. Iba y preguntaba: «¿Por qué no le pagaron a este?» Al final decidieron que lo mejor era que me fuera a otro lado. En el Mundial de Alemania Carnevali me dijo que me querían.

Pipo Rossi y Quique Wolff en el césped del Monumental de Buenos Aires.

Sí, porque la «culpa» de ir a las Palmas, fue de Carnevali y quien curiosamente había dicho que no quería volver ni loco a la isla y luego fue el primero de los argentinos que fichó. Allí se encontró con otra persona muy importante también, Antonio Betancort, que fue uno de los que fue a Buenos Aires para buscarlo.

Sí, Antonio Betancort. Antonio vino acá a la Argentina con don Jesús García Panasco, que era el gerente del club, una persona maravillosa. Conversaron conmigo, estuvimos viendo todas las posibilidades, ellos por supuesto conversaban con River y me entusiasmó sobre todo ver que no iba a jugar de lateral. Jugar en la mitad de la cancha era fantástico, era una cosa que me divertía mucho más y me hacía sentir bien, además de ser un desafío hacerlo en la Unión Deportiva de las Palmas. Otro reto era tratar de ver si podía ambientarme al fútbol español. Al final, se me quedó un recuerdo inolvidable de las Palmas, aunque el segundo año vino Heriberto Herrera y me puso de líbero, jugué de último hombre, pero me sentí como en mi casa, la verdad, es un lugar estupendo.

Comenta lo de jugar de líbero y fue debido al fallecimiento de Tonono.

Sí, exacto.

¿Cómo lo vivió el equipo y la ciudad? Porque además fue muy inesperado, jugaron un partido en Málaga, llegaron a las Palmas, le ingresaron al hospital, no salió de él en diez días, y falleció.

Volvía de Buenos Aires después de pasar unos días con la familia y de repente me entero de que había fallecido Antonio «Tonono», me dolió muchísimo, la verdad. Heriberto Herrera era el nuevo técnico, había dirigido a la Juventus. Era paraguayo y un técnico imponente. En los primeros partidos empecé de volante, pero él estaba buscando a alguien que jugara de líbero, sin duda. Y un día en un entrenamiento, cuando terminamos, me pidió que me pusiera atrás para trabajar con los tres que tenían que marcar a los delanteros. Estuvimos treinta minutos así, él tiraba pelotazos, yo cruzaba para un lado. Y cuando terminamos el entrenamiento, pasó a mi lado y me dijo: «muy bien, mañana juegas de líbero». O sea, todo era para ver si tenía posibilidades o no. Al final fue un puesto que me encantó, me gustó mucho, me sentí muy feliz porque jugaba libre, me iba al ataque, me sentía fortalecido.

Tonono y Wolff en un once inicial de la UD Las Palmas en la temporada 1974-75. (foto: Larrú)

El segundo año en la Unión Deportiva de Las Palmas fue inolvidable porque ocurrió un hecho muy particular con Johan Cruyff. Había jugado ya en el Mundial, lo sufrimos contra Holanda, pero después había jugado también partidos de América contra Europa, se hicieron dos años seguidos y nos conocimos. Cuando termina el primer tiempo de un partido con el Barcelona y la Unión Deportiva de Las Palmas, él me llama, lo voy a saludar, nos sacamos una foto y me dice: «Quique, el Barcelona te quiere comprar y Las Palmas no te quiere vender. Pero no puedes decirle que te lo dije yo, di que te llamaron periodistas de Barcelona y que el Barcelona te quiere comprar».

Fui a ver a don Jesús García Panasco y le dije que me estaban llamando periodistas de Barcelona, que dicen que el Barcelona me quiere comprar y Las Palmas no me quiere vender, y me dijo, raramente mintió: «no, Quique, no hay nada». Me quedé sin saber qué hacer, pero de pronto me llamó el gerente del Barcelona, que si lo puedo ir a buscar al aeropuerto.

Se sube a mi auto, me dice: «llévame al club». En el camino íbamos hablando y me decía: «no te quieren vender Quique, tienes que ver cómo podemos hacer». Cuando faltaban unos 200 metros para llegar, me dijo: «para aquí, voy al club» Porque habría sido una falta de respeto que no en ese momento no se podían permitir los directivos.

Me dijo que fuese al club media hora más tarde y volviera a decirle a don Jesús que me estaban llamando de Barcelona. Me dijo, y te vienes al club en media hora y le dices otra vez a don Jesús que te están llamando de Barcelona. Lo hice y me volvió a decir: «no, Quique, no hay nada». Yo no le podía decir «sí, está ahí, lo traje yo, no le dije nada». Pues no me vendieron, me quedé en el club.

Y al otro año, jugando un partido contra el Madrid, ya sobre el final de campeonato, no había sido una buena temporada del Real Madrid, y en un córner viene Pirri y me dice, antes que empiece el segundo tiempo: «salí rápido, que quiero hablar contigo». Contesté: «todavía es la broma, ¿no? ¿Qué quieres, que me haga el gol en contra?» Estábamos en un córner. Acabó el partido y hablé con él: «Quique, el Real Madrid te quiere comprar y Las Palmas no te quiere vender».

Otra vez fui a ver don Jesús, pero esta vez ya fui distinto, fui a verlo, y le dije: «don Jesús, ¿conoce a Pirri?» Y se empezó a reír y me respondió: «Quique, usted acá es un ídolo, la gente lo ama». Le expliqué que el Real Madrid es un sueño que uno ha tenido desde chico, de ver si puede llegar al club.

Expliqué que para mí, el paso por la Unión Deportiva de Las Palmas fue genial, realmente genial, y es algo que sentí, porque lo sigo sintiendo cada vez que voy a Las Palmas, la gente lo recuerda. Tuve que hacer una conferencia de prensa y se me ocurrió lo de ser el representante de Las Palmas en el Real Madrid. Se hizo la transferencia y me tocó llegar nada más y nada menos que al Real Madrid.

Wolff firma por el Real Madrid en presencia del gerente Antonio Calderón.

Se estrenó en el Real Madrid con dos símbolos de club, Stielike y Juanito.

Son los tres que llegamos, y además estaba Miljanic todavía, el entrenador. El  primer partido que jugamos fue la despedida de Manolo Velázquez y me puso de lateral derecho. Cuando acabamos el partido le dije que yo ahí no quería jugar más. Me contestó extrañado que había jugado un Mundial en esa posición, que él estuvo y lo había visto, pero le contesté que me aburría, que yo quería actividad. Así que me puso de volante. Luego cambió y jugué algunas veces de líbero. Después vino un canario.

Sí, Luis Molowny. De él siempre se dice que es una persona muy sencilla, como lo que le decía a los futbolistas «salgan y jueguen» ¿Es verdad que era tan cercano?

Él elegía. Pero hay algo antes en el Madrid que es inolvidable. Cuando llegué, Santiago Bernabeu estaba enfermo. Nos tocó ir a Barcelona  a jugar contra el RCD Español y había huelga de aviones, lo hicimos en tren. El vicepresidente, que siempre nos acompañaba, nos dijo que se quedaba por si moría don Santiago. Fue algo así como «si don Santiago se muere no puedo volver por esta huelga de aviones, vayan ustedes solos y ya saben cuál es la mejor medicina para don Santiago: ganen».

Pues Santiago empezó a ponerse bien, leía los periódicos y se levantó y un día vino al entrenamiento, fue un placer conocerlo. A mí me decía: «tú vienes y me saludas, Quique, y algunos dirán: ‘eh, saluda al presidente’».

Molowny me contó después que el primer partido que dirigió le dejó al gerente el once que iba a jugar al día siguiente. Bernabeu le dijo: «Nunca más. El día que el equipo no funcione, el que se va a ir eres tú, no el gerente». No dejaba que los directivos dijesen nada. Si decían algo les interrumpía diciendo: «Oye, pensaba que tú de lo que sabías era de contabilidad, no de fútbol». Recuerdo que cuando Bernabeu entraba al vestuario nos poníamos todos de pie, hasta el que estaba en la camilla masajeándose, todos de pie. Había mucho respeto.

Wolff y Luis Molowny tras un entrenamiento en la antigua Ciudad Deportiva.

Una vez, con el equipo a siete puntos de ventaja, cogimos la gripe a todos, increíble. Nadie puede ir al entrenamiento, nos sentimos todos mal, entonces el Madrid le pide al Sevilla que postergue el partido, y el Sevilla le dice que no. Nos levantamos, después de una semana todos en cama, y viajamos a Sevilla y empatamos. Recuerdo que después nos rompieron los vidrios del bus porque decían que era mentira que teníamos gripe. Pero las consecuencias fueron que empezamos a perder puntos y nos quedamos a dos del Barcelona.

Entonces, nos tocaba recibir al Barcelona en el Bernabéu. Nos solíamos concentrar en Navacerrada, y en esa época había nieve. La mañana del día antes del partido, viene rápido el masajista: «Vamos arriba, arriba». Estaba don Santiago en la sala de la chimenea. Había hecho 70 kilómetros para estar ahí. Nos saludó a todos y nos dijo que de fútbol no sabía nada, pero de matemáticas sí. Nunca olvidaré esa frase: «Llevábamos siete puntos de ventaja, ahora con la gripe llevamos solo dos, el que no tenga cojones que no juegue». Y se fue.

Le ganamos 4-0 al Barcelona y salimos campeones. Dijo Bernabeu que había sido el título más lindo de su vida. Le saludé para despedirme antes de irme al Mundial en Argentina, me agradeció mucho. Me sentí como que no lo iba a ver más y, efectivamente, falleció durante el Mundial.

En el Madrid ese año gana su primer título de club, por fin, la liga, con un gol suyo, además ante el Cádiz.

Tuve la suerte de ganar dos campeonatos, dos ligas, y jugué todos los partidos, no falté a ni uno, pero me tuve que ir porque en España se puso una cláusula que solo permitía jugar con dos extranjeros por equipo por el Mundial del 82. En realidad, yo extranjero no era, tenía la nacionalidad española. Me la habían hecho en Las Palmas para poder traer a otro jugador de fuera. Tuve que viajar a Madrid, firmar unos papeles y ya estaba, pero de repente se enteraron de que mi mujer ya era española. Se quedaron de piedra, porque podía haber sido español desde el primer día. En el Madrid trajeron a Cunningham, me preguntaron si me quería ir, Las Palmas intentó recuperarme, pero mi mujer ya tenía ganas de volver a Argentina y regresamos.

Decía José Antonio Camacho que el público del Bernabéu, en Liga, era distinto al de Copa de Europa. En Copa de Europa era el público el que tiraba del equipo y el Liga era al revés, los jugadores son los que tenían que tirar del público ¿Notó esa ansia cuando jugó en la Copa Europa? ¿Notó esa ansia del madridismo por la Copa Europa?

En mi primer año con el Madrid no jugué la Copa de Europa y, en el segundo, perdimos cuando echaron a Juanito por dar una patada en el culo al juez de línea porque nos habían hecho un gol en fuera de juego.

Eso es curioso, porque de los noventa y un partidos posibles que pudo jugar en total, jugó noventa, solo se perdió un partido ante el Valdepeñas en Copa por decisión técnica ¿Cómo jugó todo? ¿Las lesiones le respetaron? ¿Las sanciones?

Alguna lesión tuve, pero cuando llegaba el domingo ya estaba bien. En el Madrid había que jugar, no se podía abandonar en ningún momento. Me sentí muy feliz de estar en ese equipo.

Y al final, en teoría, se vuelve a Argentina para jugar en River, pero nunca llega a jugar en River.

No, tampoco. Me la devolvieron los directivos. Estaba Ángel Labruna de técnico de River. Le conocía, porque cuando no podía jugar Copa del Rey, me iba a Argentina y entrenaba con él en River. Le pregunté qué pasaba, porque no se producía nada y me contestó: «los dirigentes, Quique, no te quieren, te están haciendo demorar para que ningún equipo te tome».

Al final, como había tenido de técnico en River a Delem (Vladem Lázaro Ruiz Quevedo), que en ese momento estaba en Argentinos Juniors, donde empezaba a jugar un tal Diego Maradona, vino y me dijo: «Quique, vení a Argentina Juniors, si venís, jugador que ha jugado en el Madrid, en la Selección, empezamos a juntar y con este chico que tenemos vamos a jugar por todo el mundo». Y tuve placer, puedo decir que jugué tres meses con Maradona, algo maravilloso.

Quique Wolff durante la entrevista por zoom con Jot Down Sport.

Sí, porque luego ya acababa la etapa argentina, fue unos partidos poco a poco tiempo en Tigre.

Ya estaba fuera de mi carrera cuando jugué en Tigre un año después de dejar Argentinos Juniors. Lo que pasó fue que Tigre es un equipo de Victoria, donde yo nací, y accedí, pero ya no estaba… Tuve que retirarme joven, no quise tener conflicto, y lo hice perdiéndome ir a otros lugares en los que tenía ofertas, pero al menos estaba en mi país.

Quiero hablar un poco de la selección argentina, del Mundial 74, que en teoría estaba ya con Sivori, pero Sivori se enfrenta a los dirigentes de la AFA y le cambian por un triunvirato (Vladislao Cap, Víctor Rodríguez y José Varacka) ¿Qué posibilidades veían después de ese cambio?, ¿veían que podían llegar lejos en el Mundial, podían hacer algo decente?

Podíamos haber llegado más lejos en el Mundial del 74. Un año antes le habíamos ganado a Alemania en Alemania en un partido amistoso, luego ellos fueron campeones del mundo. Ese día estaban Beckenbauer, todos. Los mismos jugadores que fueron campeones, pero bueno, pasamos la primera ronda, porque eran dos etapas, y en el segundo grupo nos tocó con Holanda, Brasil y la RDA. Esto es muy gracioso, porque cuando ya se sabía que en ese grupo estaríamos Holanda, Brasil y nosotros, la cuarta plaza era para el ganador del Alemania Occidental – Alemania Oriental y ganó la RDA, que era más floja. De todos modos, el primer partido del grupo fue contra Holanda y nos metió 4-0, ahí se acabó todo. Nos quedamos fuera de toda la pelea.

Sí, porque de ese partido llegó a decir en su día que había sentido mucha impotencia en la cancha, incluso también se dice que el «mariscal» Perfumo le apremió a Carnevali para que sacara una pelota rápido y este dijo que no hacía falta tan rápido, si al final iban a perderla enseguida, ¿tanta diferencia hubo en ese encuentro?

Había una gran diferencia. De todos modos, antes de viajar al Mundial tuve un problema. Jugamos un partido contra un equipo de una provincia argentina, un equipo que no jugaba ni en Primera ni nada, fui a sacar un balón, me tiré al piso y me desgarré. Me rompí el abductor de la pierna izquierda, pensé que me perdía el Mundial. Me empezaron un tratamiento y me llevaron a los partidos de preparación, de los que jugué solo las segundas partes.

Le dije al «Polaco» Cap que si no iba a jugar al Mundial, mejor no ir. No me interesaba estar de suplente, pero me dijo que querían que jugase el Mundial, que me estaban poniendo a punto poco a poco. Al final, me tuvieron que infiltrar antes del partido y en el de Holanda se me salió todo el derrame y no pude jugar la segunda parte. Luego me perdí el partido contra Brasil y solo estuve para el último contra la RDA, nuestra despedida. Fue una lesión importante justo en ese momento tan lindo de jugar un Mundial, sobre todo porque Argentina no había jugado el del 70.

La pena fue que ese partido contra la RDA, que jugó de capitán, fue su último partido. No volvió a jugar nunca más con Argentina de manera oficial.

Exacto, ese fue mi último partido en la selección. En el 78 Menotti viaja a Madrid y tuvimos una reunión, me dijo que quería que fuese en marzo a Argentina a jugar unos amistosos, pero en ese mes yo no podía porque, según mis cálculos, con el Madrid seríamos campeones en abril. Lo dejamos en el aire y un día en Madrid me compré El Gráfico y leí que Menotti decía: «si Wolff no viene en marzo no lo puedo poner». Y me lo perdí. Me perdí en el Mundial, pero por lo menos salimos campeones con el Madrid.

Wolff & Joachim Streich en el Parkstadion de Gelsenkirchen, durante el Argentina – Alemania Oriental del Mundial del 74.

Haciendo referencia al Mundial del 74, la primera ronda del partido ante Haití, tenían que ganar por tres goles y que Italia perdiera. Años después, en Clarín dijo que se hizo una colecta entre los jugadores para dar un dinero a Polonia, que jugaba contra Italia, para que ganara. Luego la AFA investigó y a final quedó nada ¿Realmente qué pasó aquella vez?

Nosotros nos teníamos que preocupar por nosotros y jugábamos a nuestro partido. Polonia era un rival que sorprendió en el campeonato del mundo y nos sorprendió también a nosotros ganándonos un partido. Pero no, nosotros teníamos que ganar lo nuestro, solo pensábamos en eso. No nos poníamos a pensar qué iba a ser o qué no iba a ser. Como te dije, ya estar en el campeonato mundial era muy importante porque Argentina no había estado en el otro. Queríamos ganarlo, pero nos tocaron partidos muy duros y nos quedamos un poco atrás. Pero bueno, fue una buena experiencia.

Al final uno se queda con eso, el haber podido jugar un Mundial.

Claro.

Se había retirado y es curioso. No sigue ligado a ningún banquillo ni en ninguna estructura de club. Había estudiado económicas y, sin embargo, da el paso a trabajar como comunicador. ¿Cómo fue ese paso así tan radical?, ¿quién le animó a ello?

Intenté volver a estudiar otra vez Ciencias Económicas, que tenía pendientes algunas asignaturas, pero también tenía que encontrar un trabajo. En esa época no era como ahora. Cuando dejabas de jugar, económicamente, no te quedabas muy bien. Yo no estaba mal, pero la situación era complicada.

Trabajé con mi hermano vendiendo librería a los bancos. Me decía que hablara con el gerente, que seguramente me tendría media hora charlando de fútbol y luego nos compraba todo. La verdad es que eso no me gustaba mucho. Hasta que un día me acordé de un periodista argentino, Esteban Peicovich, que vivía en Madrid y siempre me había dicho que tenía que ser periodista deportivo. Mientras juegas, crees que será para toda la vida y no lo piensas, pero luego recordé sus palabras. Me puse a llamar a los periodistas más importantes de Argentina a ver si me veían y me dijeron que sí. Por eso hice la carrera de Periodismo y empecé en Radio Continental.

Desde el primer día estuve con periodistas muy famosos aquí en la Argentina y después surgió la posibilidad de trabajar en televisión hasta que logré hacer mi propio programa, «Simplemente Fútbol». Un programa que tengo en televisión desde hace 30 años y que ha ganado muchísimos premios. Invitaba a los futbolistas y venían todos, me sentía como en casa haciendo entrevistas a gente con la que había jugado, en el mismo equipo o en contra. Viajaba por todas partes a hacer notas y al final esta profesión también me ha gustado muchísimo.

Ahora mismo lleva ya casi cuatro décadas trabajando en este campo, incluso ha ganado varios premios Martín Fierro, imposible imaginárselo cuando empezó, ¿no?

Totalmente, jamás pensé que iba a estar considerado de esa manera y, la verdad, tener los premios Martín Fierro, y otros que me han dado, como el de los periodistas de Venezuela por los 30 años de «Simplemente Fútbol» me hace muy feliz, sobre todo porque trabajo el programa con mi hijo, estoy en familia. Es algo que ha funcionado muy bien, si llamaba a Johan Cruyff, lo tenía. Si llamaba a Pelé, al que sea. Con Maradona me fui a Cuba. En Madrid me abrían todas las puertas, tenía a Zidane, al que quisiera. Eso me ayudó mucho.

Quique Wolff y su hijo Pedro Wolff

Y todo este tiempo ha sido comentarista, ha sido presentador, incluso alguna vez ha salido relator, ¿con cuál se ha sentido más cómodo?, ¿con cuál se queda?

No, no, yo me quedo siempre con el periodismo, con hacer mi programa, trabajar en los programas que sean, hablando de una materia que creo que conozco, que es el fútbol. Pero no, ya relatar no, no me gustaba relatar. Lo que pasa es que si te ponían no había alternativa. Generalmente lo que hago ahora es comentar los partidos. Soy comentarista con otro relator.

¿Dónde ha disfrutado más, ¿dentro de la cancha con la pelota o fuera de ella con el micro?

Dentro de la cancha, eso no tiene duda. Muchas veces cuando me presentan dicen exjugador de fútbol y yo digo que no, que soy jugador de fútbol. Lo eres toda la vida. El doctor, cuando se retira, si le vemos por la calle le decimos: «¿cómo le va doctor?».  El abogado es abogado toda la vida y yo soy jugador de fútbol. No puedo jugar, nadie me va a poner, pero yo soy jugador de fútbol, no exjugador. Lo más lindo que me ha pasado en la vida es haber jugado al fútbol. Eso no tiene comparación.

Alfredo Di Stéfano en su casa de Madrid, en el Viso, tenía una escultura dedicada a la pelota, que ponía «Gracias vieja». Usted a la pelota le ha llamado «la caprichosa», que también ha sido muy conocido. Al final, en el fútbol todo es que si la pelota entra o no, da alegrías o decepciones. En su caso, ¿qué es lo que más le ha dado?, ¿alegrías o decepciones en el mundo del fútbol?

No, alegrías. Siempre, siempre alegrías. El hecho de jugar al fútbol ya fue un premio. Algo muy especial. En La Unión Deportiva Las Palmas, en el segundo año, en un partido contra el Bilbao, me lesioné un tobillo en un cruce. Mal, muy mal. Se me puso muy, muy, muy ancho, se inflamó mucho. Quedaban tres partidos para acabar la liga y el médico me dijo que se había acabado. Pues me fui a Maspalomas, que está muy cerca, y como no iba a jugar me fui al mar cada día. Sin embargo, en el último partido, contra el Celta de Vigo, el que perdía se iba a segunda. Cuando lo leí en el periódico, cogí el coche, a mi familia y nos volvimos y me presenté en el entrenamiento. El técnico era…

Sinibaldi, el francés Pierre Auguste Sinibaldi.

Sí. Y cuando le dije que quería jugar se me quedó mirando extrañado. Insistí: «Yo juego el último partido». Vino el doctor, me miró y le dije que me infiltrase o lo que fuera. Pues jugué y, además, hice un gol muy lindo, el 3-1. Un gol con susto, el maestro Germán hizo una jugada fantástica, me la tiró, dejé a dos en el camino, me salió el portero, lo dejé en el camino, estaba delante del arco para hacer gol, toqué la pelota, pero el campo no era como ahora, había matas de… la pelota se levantó, pegó en el travesaño, luego en el piso, otra vez en el travesaño, en el piso y entró. El estadio se creyó que había pateado así a propósito, no era el caos, pero sacaron pañuelos. Fue una felicidad muy grande, me emocionó devolverle algo a la gente de Canarias. Es un lugar al que sigo yendo constantemente, es muy especial.

Me siento orgulloso de haber podido jugar en equipos importantes acá en Argentina. Y para mí es muy importante que seguir a la Unión Deportiva de Las Palmas. A lo mejor estamos otra vez por allá, nos dieron la insignia de oro y brillantes. Es como mi casa Canarias. Pero también me siento orgulloso de haber podido jugar en un equipo como el Real Madrid. No hay ninguna duda. Y ahora, como periodista, sigo los partidos que juega el Madrid de Champions. La gente sabe mi pasado, pero tengo que tratar de trabajar diciéndole lo que veo. En el corazón siempre queda tun ansia de que los equipos por lo que uno pasó ganen. Aunque uno no esté.

2 Comentarios

  1. Grande Quique, eras y siempre serás amarillo, aquí dejaste un recuerdo imborrable como jugador y persona,,,, jugadorazo, estuve en ese partido último partido contra el Celta y fue memorable ese día de Wolff
    Eterno Wolff
    Siempre UD Las Palmas
    Arriba de’llos

  2. Muchas gracias Sergio por el artículo que me ha emocionado, sobremanera, por el recuerdo de mi padre. Espero y deseo que allá donde ahora habitan las personas buenas haya podido disfrutar de la maravillosa entrevista a Quique. Nunca lo vi jugar. Era demasiado pequeño pero mi memoria conserva intacta el nombre de tres argentinos que regaron de buen fútbol a la afición canaria: Brindisi, Carnevali y el citado Wolff. Mi padre me hablaba maravillas de ellos y del nivel al que situaron a la UD Las Palmas. Él, natural de la isla más pequeña del archipiélago (El Hierro) y como él, muchos canarios, siempre llevan en el corazón al equipo amarillo. Es más, yo, a pesar de ser y vivir en Tenerife, tengo un cariño especial por ese equipo que mi padre me hizo querer.
    Un abrazo enorme.

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