Vilda es tu ex: o de cómo desapareció hace tiempo la ilusión por la convocatoria del Mundial

Como ya saben, después de arrollar a Panamá en un choque que era más un paseo marcial y exhibición de juegos escolares que un partido de preparación a un Mundial, Jorge Vilda sacó la lista definitiva de las futbolistas que representarán a España en Australia y Nueva Zelanda. Fue a la 1 de la tarde, con un vídeo emotivo en el que una nieta le pedía a su abuela que apuntase los 23 nombres. El protagonista del video, por supuesto, él, en una rueda de prensa de esas que tanto dice detestar porque en ellas no se habla de fútbol, pero en las que le preguntas sobre el fútbol y te habla del precio de los melones. 

Antaño, una convocatoria para un Mundial era un día de nervios e ilusión. Recuerdo, por ejemplo, que en el último al que fuimos se quedó fuera Olga García y ella misma tenía preparado un vídeo para animar a sus compañeras que sí irían a Francia. «Sois las 23 jugadoras que representaréis a nuestro país: creed, disfrutad y sonreíd, porque sois unas auténticas privilegiadas de vivir este momento», decía una jugadora que había contado con la confianza de Vilda hasta aquella última lista: «pase lo que pase, sentíos orgullosas porque nosotros, nosotras, lo estaremos». 

Lo de Olga García, como lo de Ángela Sosa, como lo de Vero Boquete, son recuerdos lejanos que se reviven en esta convocatoria cuando de repente se quedan fuera Marta Cardona o Maite Oroz. Es una costumbre en Vilda lo de dejar fuera a gente a la que no dejaría ningún otro seleccionador fuera, lo hacía también con Athenea del Castillo, lo hizo con Damaris Egurrola hasta que decidió jugar para Países Bajos, y lo ha hecho toda su vida laboral. Y eso, unido a todo el disturbio de las 15 y a que haya jugadoras que se han cansado de su juego paternalista a ratos y de bully a otros, ha provocado en el aficionado un hartazgo que hace que las listas de Vilda se contemplen a veces con bostezos, otras con ira, algunas con sonrisas irónicas, pero nunca con ilusión. Esperamos el siguiente nombre para que salte la decepción, los ultras estallen en twitter y se peleen entre ellos y se acuse a los periodistas de cosas de las que solo hay un responsable: él. Nadie más que él se ha cargado esto, y algún día habrá que mirar debajo de la alfombra de cada uno para preguntarse quién lo aplaudió y consintió y quién le tuvo siempre en el foco. 

El desgaste de los últimos meses se funde con los últimos siete años de relación, una relación sin ningún éxito y en la que hemos visto desfilar a jugadoras y entrenadores por la disciplina federativa, bajo el estricto mando de un señor que no está capacitado para su puesto. Si hablábamos del cese convocatoria de las futbolistas, habrá que recordar también que esas copas al lado de las que posa Vilda cuando hace una entrevista para FIFA alardeando del juego y los éxitos de España las ganaron Toña Is o Pedro López, a quienes sacó a patadas por la puerta de atrás después de ganar. Ella no ha vuelto a entrenar en España, igual que otras no han vuelto a jugar aquí. A él le llamó pesetero en una rueda de prensa. Porque Vilda es tu ex: el que te quería alejar de todos los compañeros de trabajo que tenían más éxito que él. 

No sé lo que llevan ustedes siguiendo este deporte, pero yo echo la vista atrás y no recuerdo un año tan agrio como este, y en un mes cumplo 13 siguiéndolo a pie de campo, micro y teclado. Vamos a jugar un Mundial con más posibilidades de ganarlo que nunca, y no hay el gusanillo que había en Francia o la ilusión de la primera vez de Canadá. Una se siente a veces como al final de una relación larga, cuando empiezas a plantearte qué te ataba a esa persona, los recuerdos buenos se han difuminado entre los malos y todo lo que hace te da pereza. Vilda está a una taza sucia en el fregadero de que todo estalle y muchos hagamos las maletas, y él se escuda en que a tus conocidos les cae bien. Lo que no ve son los mensajes de tus amigos diciéndote que salgas de ahí y que mereces algo mejor. Se le hincha el pecho haciéndose fotos con críos a la salida del estadio, críos que no le conocen y que —lo han visto mis ojos— le piden también fotos a una azafata pensando que es una futbolista. Y luego sale en rueda de prensa y pone el ejemplo de Francia, un país y una Federación que sí tomaron la decisión necesaria para ir a este Mundial a competir, y no se da cuenta de que él es nuestro Diacre.

Vilda está a una conversación con tu mejor amiga de salir del bar pegando un portazo y diciéndote que ella o yo. Es tu ex, el que vivía en su burbuja y creía que acabaríais casados, en un chalet en la sierra y con dos churumbeles, cuando tú hace ya tiempo que dejaste de quererle y lo que estás es juntando fuerzas para archivar el chat de WhatsApp. Y el problema es que Vilda no es Vilda, es el fútbol femenino español, porque él lo encarna, lo gobierna, lo dirige y lo manipula. Es el máximo responsable de esta escalera de despropósitos y, sobre todo, la desilusión de una afición que se ocupa más en enfrentarse e insultarse bajo el paraguas de los escudos que de disfrutar de un deporte que hace dos días era sano y familiar, que lo sigue siendo en los campos, pero que en el reposo de las redes sociales no es más que un avispero al que él atiza con un palo de vez en cuando para divertirse.