Ajedrez

Del proyecto chino «Gran Dragón» de los 70 para dominar el ajedrez mundial a Ding Liren

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Foto cortesía FIDE. Imagen capturada por Stev Bonhage

El renunciamiento del noruego Magnus Carlsen, el mejor ajedrecista del planeta (resignó la posibilidad de conservar un título que tenía en su alforja desde hacía diez años), le dio la oportunidad a Liren Ding de convertirse en el primer campeón mundial absoluto que ha dado China tras su triunfo ante el ruso Yan Nepómniashchi en el match disputado en el mes de abril en Kazajistán.

Ding (ese es su apellido y no su nombre como se suele creer) es un caso especial, el del más relumbrante valor de una escuela china que solo recientemente comenzó a incursionar en el campo del ajedrez y que viene dando sus frutos con numerosos exponentes que se destacan en la escena internacional.

China, en todos los planos, estuvo demasiados años dormida, para ahora convertirse en una potencia que amenaza convertirse en hegemónica. Si esto ya sucede en lo económico, en lo tecnológico y en lo geopolítico, el ajedrez se ha convertido en otra arena posible de destaque. En ese contexto, que un chino sea campeón mundial resulta a todas luces simbólico y significativo.

Así como en 1972 la derrota de la maquinaria soviética, a manos de la figura solitaria del norteamericano Bobby Fischer pudo haberse visto como una señal de una Guerra Fría que estaba en sus últimos estertores, y que diera paso años más tarde a la implosión de uno de los modelos dominantes con la caída del muro de Berlín; ahora, esta consagración del chino puede ser el prenuncio de que el liderazgo de su país no tiene fronteras.

En el caso del gran país de Oriente se puede hablar de una vinculación con el ajedrez que solo en los últimos tiempos ha decantado en un creciente y acelerado interés por su práctica. ¿Por qué al ajedrez estuvo tanto tiempo relegado? Hay que decir que el xiang-qi, una versión emparentada con el ya olvidado chaturanga indio (ese que es el antecedente más directo del ajedrez que habrá de evolucionar en Europa hasta adoptar su presente forma), era uno de los juegos de mesa predilectos y, de hecho, lo sigue siendo hasta la actualidad. El otro, y aún más relevante, es el go (el ancestral wei-qi), el que incluso en su morfología y significado es más representativo de la cultura china. En esas condiciones el ajedrez era solo marginal.

Prueba de ello es que, cuando tan tardíamente nace la Federación China de Ajedrez, lo que sucedió en 1962 (la Federación Internacional surgió, por caso, en 1924), era solo una filial que dependía de la Federación China de Xiang-qi, de la que se independizará solo en 1986.

Con un xiang-qi tan dominante el ajedrez en su forma moderna recién ingresó a una cerrada China en el siglo XIX. Hay algunos episodios destacados a partir de ese momento, como la visita al país del excampeón del mundo Aleksandr Alejin (Alekhine) en la primera mitad del siglo XX, pero no demasiado más. Para peor, habrá de atravesar su capítulo más oscuro durante la Revolución Cultural de fines de los 60 y principios de los 70 cuando el juego fue prohibido.

En esas condiciones en las que imperaba la precariedad y la hostilidad, China ingresó en la arena olímpica una vez vencida aquella interdicción y aquel tiempo de oscurantismo, cuando se presente en 1978 en Buenos Aires. Ocupará, no obstante, un buen vigésimo lugar, siendo su primer tablero Qi Jingxuan alguien que había aprendido a jugar al ajedrez en la clandestinidad.

Las cosas estaban cambiando: en esa década de los 70 un millonario malayo de origen chino (Tan Chin Nam) concibió el proyecto del «Gran Dragón» para popularizar el ajedrez en su vasto territorio, planteándose el objetivo de dominar el panorama mundial para el 2010. ¡Y vaya que esa semilla habría de germinar!

Desde entonces, el avance será infalible, con China coronándose campeona olímpica en la fase absoluta en Tromsø 2014 y en Batumi 2018, en este caso con doblete, ya que ese año las mujeres eran de nuevo medalla de oro como ya lo habían sido en cuatro ocasiones anteriores y consecutivas (de 1998 a 2004).

Y ese es un punto relevante. China mostró su poderío primero en el ajedrez femenino, con una primera campeona del mundo, Xie Jun, que lo fue de 1991 a 1996, dominio que casi ininterrumpidamente mantuvo hasta ahora con Xie Jun (1999-2001), Zhu Chen (2001-2004), Xu Yuhua (2006-2008), la gran Hou Yifan (2010-2012; 2013-2015 y 2016-2017), una de las máximas ajedrecistas de todos los tiempos (y la única mujer que suele estar en el top100 absoluto); Tan Zhongyi (2017-2018), hasta arribar a Ju Wenjun, la actual titular del orbe, que lo es desde el 2018, quien se apresta a defender esos laureles próximamente ante su compatriota Lei Tingjie. Con lo que está asegurado que, al menos por un ciclo más, habrá una jugadora china como campeona mundial.

En el caso de los varones China tuvo su primer GM recién en 1990. Será Ye Rongguang, iniciando una nómina que, desde entonces, dará nombres muy destacados. Uno de los tantos (antes eran excepción, ahora su existencia es casi una regla), es Wei Yi, quien supo ser el jugador más joven en alcanzar una puntuación superior a 2500 puntos ELO (con poco más de catorce años de edad). Otro relevante exponente chino ha sido Wang Yue, el primero de su país en alcanzar el top10 en el ranquin mundial.

¿Y qué decir de Liren Ding, nuestro flamante campeón mundial quien, circunspectamente, paso a paso, llegó a lo más alto del ajedrez? Por lo pronto, ha sido uno de los pocos ajedrecistas de la historia, y por cierto el único nacido en China, en superar la barrera de los 2.800 puntos, habiendo obtenido un máximo de 2.816 en noviembre de 2018. Hoy está, curiosamente, pese a su flamante condición de campeón del mundo, algo más atrás (tiene 2.789 puntos) e incluso está por debajo, no solo del aún inalcanzable Carlsen (tiene 2.853), sino también de un Nepómniashchi, su contrincante en la dramática definición del match por la corona disputado en Astaná.

Ding y Nepo en la ceremonia de cierre del match de Astana (luciendo ropajes kazajos). Foto gentileza FIDE

El encuentro, en su curso, parecía decantar a favor del ruso, quien estuvo por delante tras su triunfo en la segunda partida (hasta que se restableciera la paridad en la cuarta), después de la quinta (aunque de inmediato, en la sexta, Ding igualó el marcador) y de la séptima (que dio paso a una serie de cuatro tablas consecutivas).

El momento clave se dio en el duodécimo juego en el que Yan, con las piezas negras, parecía volver a imponerse y, de ese modo, iba a adquirir una ventaja de dos puntos a falta de dos partidas. Pero no supo estar a la altura de las circunstancias, y no solo que el chino no perdió esa vez sino que, con la victoria a la sazón obtenida, igualaría el match, lo que terminaría de acontecer en su fase regular ya que luego se sucedieron dos tablas.

Puestos a desempatar a ritmo rápido (veinticinco minutos para cada uno con un incremento de diez segundos por jugada), tras tres tablas, en el cuarto y decisivo cotejo Ding, con negras, habrá de imponerse, alcanzando la gloria personal y la de su país.

El vigesimoprimer campeón mundial oficial de ajedrez de la historia es entonces chino. Una constatación, una más, de que el gran país otrora dormido comienza a prevalecer también en un juego que, en la versión de su pariente tan cercano, el xiang-qi, viene cultivando desde al menos el siglo VI de la era cristiana.

Un Ding conmovido, quien fue asistido en el match por el ahora jugador rumano (nació en Hungría) Richárd Rapport (influyó mucho en su preparación), podrá decir:

«Cuando Yan se rindió, fue un momento muy emotivo. No podía controlar mis emociones, mis sentimientos. Me conozco: voy a llorar, romper en lágrimas. Fue un torneo duro para mí».

El flamante campeón nació el 24 de octubre de 1992 en Wenzhou, una ciudad costera del sur del país rodeada de colinas. Cuenta con una población en cierta medida emigrante, y en cualquier caso emprendedora, de la que es también oriunda la excampeona mundial de ajedrez Zhu Chen (hoy representante catarí y miembro destacado del bureau de la FIDE).

Ding aprendió a jugar al ajedrez a los cuatro años siendo su madre (es enfermera, mientras que su padre es ingeniero eléctrico) quien lo llevó a aprenderlo a un club local, en donde recibió lecciones de Chen Lixing, alguien que había entrenado a Zhu. En todo caso, la ciudad en la que nació, se crío y vive Ding, está muy identificada con el ajedrez, en particular desde el año 1995 en que se produjo allí un emblemático encuentro entre otra renombrada figura local Xie Jun y Viktor Korchnói. Un ambiente propicio para el futuro campeón mundial.

Liren se destacó desde niño, habiendo sido subcampeón mundial Sub 10 y Sub 12 (fue en 2003 y 2004 cuando perdió los respectivos desempates contra quienes se consagraron ganadores) para, a los dieciséis años, convertirse en campeón de su país. Ello ocurrió en 2009 y de forma invicta (hizo 8.5 en 11 frente a encumbrados rivales) por lo que se convierte en GM. Ese logro nacional lo repetirá en 2011 y 2012, siempre permaneciendo imbatido.

En agosto de 2015 llega al top10 mundial, una ubicación en la que se instalaría definitivamente desde abril de 2018 para, en mayo de ese año, y jamás abandonar el rango, ser parte del top5. Un punto alto en su trayectoria se da en forma de récord: estuvo durante un año, tres meses y dos días invicto, tras cien partidas, hasta que el 11 de noviembre de 2018 cayera ante el francés Maxime Vachier-Lagrave, cortándosele una secuencia de 29 triunfos y 71 tablas. Luego el omnipresente Carlsen batiría esta marca.

De ese fulgurante tiempo viene su segundo lugar, entre 128 ajedrecistas de la elite, en la Copa del Mundo de 2017 en Janti-Mansisk, donde Ding cae en la instancia final en el desempate a partidas rápidas ante el armenio (hoy estadounidense) Levón Aronián.

Clasificado entonces tras esta actuación para el Torneo de Candidatos de 2018, que se disputó en Berlín, en el que se impondrá el norteamericano Fabiano Caruana, Ding ya asomaba en su fuerza al quedar en el cuarto lugar, permaneciendo invicto (el único de la prueba). Aquí vemos una marca de fábrica, su estilo rocoso, aunque no exento de creatividad, generaba una gran dificultad a sus rivales, aun los más encumbrados, a la hora de poder doblegar el rey del ajedrecista chino.

En el 2019 vuelve a ser finalista de la Copa del Mundo, momento en que estaba preclasificado en el primer lugar, volviendo a perder en la instancia final, de nuevo en el desempate a partidas rápidas, esta vez frente al azerí Teimour Radjabov, siempre en la ciudad rusa de Janti-Mansisk. Pero en el Torneo de Candidatos ulterior no le fue nada bien ya que quedó quinto, entre los ocho participantes, con desusadas cuatro caídas a lo largo de la prueba.

Una vez más permanecerá sin derrota alguna en la Copa Sinquefield en San Luis (EE. UU.) 2019, por lo que alcanzará el liderazgo junto a Carlsen a quien derrota en el desempate (lo hizo en ambas partidas rápidas). La lista de participantes allí es asombrosa, incluyendo al excampeón del mundo el indio Vishy Anand y un Aronián que quedará en la duodécima y última posición, junto al filipino-norteamericano Wesley So.

En el último Torneo de Candidatos de Madrid en el 2022 Ding (que durante los años de pandemia poco jugaría), no estaba siquiera clasificado. Pero fue invitado por la FIDE como reemplazo de Serguéi Kariakin, sancionado por su postura a favor de la invasión de Putin a una Ucrania en la que paradojalmente el ajedrecista que adoptó la nacionalidad rusa había nacido.

Arribó el chino, entonces, casi sin proponérselo, a una competencia en la que quedó segundo, detrás de Nepómniashchi. Y, en una segunda carambola, habrá de sumarse al match por el título mundial cuando Carlsen desista de ser parte, dándole impensado valor a esa posición de escolta obtenida en la capital española solo en la última rueda.

Contribuyó Ding, a nivel de conjuntos, a las medallas de oro olímpicas en 2014 y en 2018 desde el segundo y el primer tablero, respectivamente, con también sendas preseas personales: de bronce en el primer caso (finalizó invicto con cinco victorias y cinco empates) y de oro en Batumi cuando hizo 5.5 puntos sobre 8 (y una performance de 2.873 puntos ELO).

El circunspecto campeón (alguna vez aseguró que no quería ser famoso), de impertérrito semblante, que siempre se ve relajado durante los encuentros quizás, gracias a sus nervios de acero, logró ahora sobreponerse a los momentos adversos en un match que parecía escapársele de las manos, para transformarse en campeón del mundo.

Vive de forma sencilla, con sus padres, quienes le administran el dinero que gana (a los que ahora sumará un millón doscientos mil dólares tras su triunfo en Astaná), con una madre que le cocina las cosas que le gustan. Ding estudió derecho en la Universidad de Beijing, donde también residió, aunque siempre prefirió su casa en la ciudad natal.

En un importante torneo que disputó, cuando se le preguntó qué iba a hacer en el día libre respondió, tímida y ubicuamente, en señal de un carácter poco amante de las estridencias: «voy a lavar algo de ropa». Una respuesta que habla a las claras de que Ding tiene, ante todo, los pies ubicados muy en la tierra.

Sus metas siempre fueron razonables por lo que descreía estar en condiciones de destronar a Carlsen. Aseguró que ya había sobrepasado todas sus expectativas al convertirse en el mejor jugador chino de todos los tiempos

Mas ahora agrega un logro más: el de ser el primer jugador chino en obtener la corona mundial, facilitado desde luego por la defección del noruego. Ese ascenso personal a lo más alto es un reflejo cabal de una nación que, si bien solo desde hace tan poco tiempo logró insertarse con expectativas en el panorama mundial, ha venido avanzando a pasos agigantados.

¿Y cómo se han dado las cosas para este vertiginoso crecimiento? Varias explicaciones posibles.

Por un lado, es indudable, en el contexto del modelo político chino caracterizado por la centralización del poder, que se registra un importante apoyo gubernamental a partir de la organización de torneos y en la detección de talentos. Numerosos niños y niñas son trasladados a Beijing, en donde reciben aprendizajes especializados en una escuela que ya es emblemática. Y hay varias por el estilo también en otras ciudades importantes.

Por el otro, un país que en su progreso dejó atrás las hambrunas y las carencias, y que decidió abrirse al mundo, tiene ingentes poblaciones que han abandonado la pobreza por lo que, dentro de una mayor satisfacción en sus niveles de vida, más allá de las actividades de sustento, sus ciudadanos pueden orientarse desde tiempos recientes a otras, entre ellas al ajedrez.

Además, está el consabido efecto embudo: un número muy grande de jugadores puede generar una porción mayor de ese conjunto que llegue a la elite. China, es sabido, tiene una población gigantesca. Más aficionados y apasionados por el ajedrez darán (y algo similar ocurre en el caso de India, país que acaba de superar a China como el más poblado del mundo) un número más relevante de ajedrecistas que aspiren a ser profesionales. Los números son elocuentes, se estima en tres millones la cantidad de aficionados en China de los que unos trescientos mil están federados.

En este contexto virtuoso se habla incluso de la existencia de una escuela china de ajedrez, la que fue concebida a partir de los aportes de Liu Wenche quien, en aquellos tiempos de la Revolución Cultural (cuando el ajedrez, como la música clásica, era visto como una señal de la decadencia del capitalismo), pese al clima imperante pasó largas horas estudiando ajedrez en la Biblioteca Nacional, en particular de una experiencia rusa que para los chinos era tan cercana como digna de emulación.

Tiempo después, la Federación lo nombró entrenador-jefe de la selección de jóvenes talentos. Se trata del primer ajedrecista chino en vencer en 1965 a un GM (el soviético Nikolai Krogius), quien en las Olimpíadas de 1978 ocupó el segundo tablero del elenco nacional y fue el primer Maestro Internacional del país.

Podría decirse que así como Mijaíl Botvínnik es considerado padre de la escuela soviética, Wenche es reputado de lo propio en lo que respecta a una escuela china que hoy tiene innumerables academias en el país siguiendo su método y enseñanzas. Falleció en 2011 siendo su posta al frente de la escuela cedida a Ye Jiangchuan. Gracias a la prédica de aquel, basada en la concepción de un modelo analítico sustentado en tres principios: estrategia; estructura y espacio, valores que remiten de inmediato a los imperantes en el go (el wei-qi), China hoy está en lo más alto.

En estas condiciones, podría creerse que este juego terminó por ejercer una fuerte influencia en la concepción de la escuela china de ajedrez. Al cabo del tiempo podríamos creer que el xiang-qi y el wei-qi le aportaron al ajedrez chino lo mejor de cada uno, permitiendo la aparición de una escuela prototípica que es digna de admiración.

Henry Kissinger, el mismo que con su providencial intervención logró que Fischer no abandonara el match frente a Boris Spaski en 1972, alguna vez dijo que el go era el juego que mejor reflejaba la cultura china, mientras que el ajedrez era más representativo de la cultura occidental.

En aquel se comienza con un tablero vacío, en donde importa la estrategia, la ocupación de los espacios, rodear las piezas del adversario y la paciencia es la norma; en el ajedrez, en cambio, las piezas se disponen desde el principio a la batalla, imperando el deseo de derrota, la lucha agonal, vamos, cierta compulsión por la agresividad.

En el primero puede la partida terminar sin que un espectador externo tenga en claro las razones del triunfo de uno de los bandos; en el otro, la cosa es más evidente, el jaque mate será la prueba del decisivo triunfo. La sutileza del go frente al mayor dramatismo del ajedrez.

Una China que, en su proverbial predilección por el go y por el idiosincrásico xiang-qi (que solo dominan sus habitantes y algunas naciones vecinas), se ha mantenido mucho tiempo entre bambalinas, quizás esperando pacientemente su momento. Desde hace tiempo, ya más claramente, viene insinuando que quiere librar otras batallas, en el terreno geopolítico, y donde sea, esas que son mejor reflejadas por un ajedrez en su tono más explícito.

En ese contexto de cambio epocal y de fortalecimiento de China en el tablero mundial es que Liren Ding se ha coronado como el primer campeón mundial de ajedrez de la historia. Un título que muy amorosamente le dedicó a los suyos: «a mis amigos, a mi mamá, a mi abuelo». En la conferencia de prensa, en prueba de su modestia, y también de su sentido de la realidad, admitió que ser campeón del mundo no significaba ser el mejor de todos, un sueño que aún abriga alcanzar.

Hou Yifan ya hizo suficientes méritos como para ser considerada no solo la mejor ajedrecista entre las mujeres, sino una de las más notables de siempre, mientras que Ju Wenjun es la campeona mundial femenina. Los jugadores chinos se destacan aquí y allá. Hay una escuela china que es objeto de escrutinio y de admiración. Numerosos jugadores jóvenes de su cantera han surgido (y seguirán haciéndolo) sacando pasaporte hacia el futuro.

Está visto, y siempre este juego ha sido reflejo especular perfecto de otras realidades que lo exceden, que el ajedrez se ha teñido de rojo, como expresamos en términos de interrogante en anterior trabajo.

Si bien la actitud de Carlsen que con su renunciamiento permitió algo precipitada e inesperadamente que un ajedrecista chino llegara a la más alta cumbre del ajedrez mundial, eso iba a suceder tarde o temprano, inevitablemente, como consecuencia de la vigencia y del creciente empoderamiento de la portentosa escuela de la gran nación de Oriente.

En la cultura china el jade simboliza la nobleza, la perfección, la constancia y la inmortalidad. Vemos al noble, perfecto y constante Liren Ding haber sabido alcanzar la inmortalidad al coronarse campeón mundial de ajedrez. El primero, y seguramente no el último, que dará una nación que hace tiempo ha despertado, también, en lo que concierne al campo escaqueado.

 

17 Comments

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  2. Leonardo Szloss

    Una nueva nota brillante del maestro Sergio Negri. La descripción de la historia del ajedrez Chino y su realidad actual, describen a la perfección y con lujo de detalles la importancia del ajedrez chino y su nuevo campeón mundial Ding Liren.Gracias por todo

  3. Leonardo Szloss

    Es una alegría muy grande la dedicación que le dedica al ajedrez Jot Down Sport.Gracias a todos por tantas notas .Saludos

    • Cómo siempre Sergio Negri nos impacta con una nota plagada de datos interesantes sobre el ajedrez chino actual y anterior. Negri es un investigador de la historia del ajedrez desde todas sus facetas. Un investigador de primera.

      • Muchas gracias Luis. Para alguien como yo que tiene tan presente tu extraordinario trabajo en el diario Clarín cubriendo los torneos Najdorf y tantos eventos en el país, es un orgullo recibir elogios de una persona a quien tanto admiro. Abrazo

  4. Muchas gracias Leo querido. Y, efectivamente, es un gusto ser parte de un medio que le brinda un espacio tan importante a un ajedrez que siempre tiene algo nuevo por decir y aportar. Abrazo

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